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Etiqueta: neoliberalismo

La Democracia no liberal de Milei

Germán Gorraiz López – Analista

La nueva estrella del firmamento neoliberal argentino, Javier Milei se habría convertido en el vivo reflejo de la incongruencia trumpiana y habría conseguido suplir su bisoñez en la gestión pública con el impacto mediático de sus intervenciones públicas al tiempo que se habría convertido en una “rara avis» que consigue desarbolar cualquier estrategia opositora que sea mínimamente racional. Asimismo, Milei sería portador de un peligroso virus político que podría arrasar con los principios de la democracia argentina al poseer un ADN dotado de la triple enzima DXH (dictadura blanda, xenofobia y heteropatriarcalidad) y cuyo primer efecto visible fue el finiquito de lo “políticamente correcto».

Milei y el populismo

El ideario de Milei tendría la paternidad del anterior asesor de Trump, Steve Bannon que consiste en «crear un mundo virtual y paralelo aderezado de mentiras y medias verdades que consigue desarbolar cualquier estrategia opositora que sea mínimamente racional».

Igualmente, Bannon le transmitió los puntos esenciales del ideario populista: mensajes cortos y xenófobos en las redes sociales, culto al líder y utilización de las fake news para sumir a la población en la duda existencial. Así, el pensamiento de Milei no tiene en cuenta las razones contrarias, sólo recoge datos o signos que le confirmen el prejuicio para convertirlo en convicción e incluiría los puntos esenciales del ideario populista: maniqueísmo (Comunismo o libertad), culto al líder y finiquito de lo “políticamente correcto”.

Asimismo, Milei sufre de un delirio de grandeza que provoca que “el individuo se crea dotado de un talento y un poder extraordinarios debido a que las deidades le han elegido para una alta misión” (Salvación de Argentina). En consecuencia, la propaganda de Milei estuvo dirigida «no al sujeto individual sino al Grupo en el que la personalidad del individuo unidimensional se diluye y queda envuelta en retazos de falsas expectativas creadas y anhelos comunes que lo sustenta».

La Democracia no liberal de Milei

El puzzle inconexo del caos ordenado puede esbozarse mediante la llamada “Teoría de las Catástrofes” del científico francés René Thom y se basaría en dos conceptos antinómicos para intentar “comprender el orden jerárquico de la complejidad biológica”. Así, el concepto de estabilidad o equilibrio se refiere a un sistema que permanece estable aunque registre un cambio.

En la orilla antónima, encontramos el concepto de cambio cualitativo o discontinuidad que se produce cuando simples cambios cuantitativos pasan a ser otra cosa diferente y el sistema se transforma internamente de modo radical en una nueva realidad que modifica su situación de equilibro interno y se crea una situación nueva (Democracia no liberal), tesis defendida por Milei y que consiste en la implementación de una democracia no liberal, siguiendo la estela del húngaro Viktor Orbán.

Dicho régimen bebería de las fuentes del paternalismo de las dictaduras blandas y de las tesis económicas neoliberales y devendrá indefectiblemente en un régimen autocrático, forma de gobierno ejercida por una sola persona, especie de parásito endógeno de otros sistemas de gobierno (incluida la llamada democracia formal). Así, partiendo de la crisálida de una propuesta partidista elegida mediante elecciones libres, llegado al poder se metamorfosea en líder Presidencialista con claros tintes totalitarios (xenófobo, neoliberal y autoritario), lo que confirma el aforismo de Lord Acton “El Poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

Milei: el dogmatismo y la borrachera ideológica

Luis Paulino Vargas Solís

El neoliberalismo es una ideología dogmática y, por lo tanto, invulnerable frente a los datos de la realidad. La evidencia se amontona para mostrar que su proyecto es fallido, pero esa evidencia invariablemente quedará invalidada por una respuesta-machote, repetida al infinito: “faltó más”. O sea: faltó liberalizar más, desregular más, que los megaricos sean aún más ricos, que el gobierno sea más pequeño, etc. etc.

Es una ideología que se proyecta al infinito, en el sentido de que su programa político jamás termina de completarse: siempre tiene algo pendiente por ser realizado, y eso permite echarles las culpas a otros: a la socialdemocracia, al socialismo, a las izquierdas, al Estado, a las burocracias públicas, a los sindicatos. Es un blindaje irrompible, que les permite afirmar que la equivocada es siempre la realidad, nunca su teoría.

Creo que esto ayuda a entender que, después de 40 años de hegemonía neoliberal, esta ideología vire hacia la peor versión de sí misma: radicalizada, recalcitrante, profundamente reaccionaria e intransigente. Matriculada con las más alucinadas tesis conspiranoicas, renuncia al legado de la Ilustración, y se declara enemiga de la ciencia y de la racionalidad, enemistada a muerte con el pluralismo de las ideas, los derechos humanos y la democracia.

Es la respuesta a su propia crisis, al fallo de su modelo. Y es, asimismo, una respuesta coherente con su posicionamiento dogmático: puesto que siempre falta algo, lo que sigue pasa por desechar a sus antecesores -no suficientemente furibundos y radicalizados- para forzar a que -ahora sí- su proyecto avance hacia donde esos antecesores no pudieron, o no se atrevieron, a llegar, moviéndose, pues, a lo largo de una asíntota que se aproxima al infinito, pero que jamás lo alcanza.

De ahí los Trump, los Bolsonaro… los Milei. Del neoliberalismo posmoderno al neoliberalismo de las cavernas: barbárico y estridente. Los trajes de diseñador y los modales refinados del primero, ceden su lugar al garrote y la mueca de furia del segundo.

Hoy, en una bacanal orgiástica, las derechas del mundo celebran el gane de Milei. Como si un redentor hubiese bajado del cielo para salvar su fracasado proyecto político-ideológico y levantarlo de las cenizas.

Es una apuesta arriesgadísima: si Milei efectivamente hace lo que dijo que haría, Argentina será empujada al abismo.

Pero, para el neoliberalismo, nada de eso importará: volverá sobre su dogma para repetir la cancioncita: “Milei no hizo todo lo que debía hacerse, todavía falta algo”.

(Publicado originalmente en la página de Facebook del autor: https://www.facebook.com/6defebrero58).

Origen y desarrollo del neoliberalismo en Costa Rica – presentación del libro

Nancy Piedra Guillén. Sergio Reuben Soto. [Editores/as]
Nancy Piedra Guillén. [Coordinadores/as]
David Díaz Arias. Roberto Ayala Saavedra. María Flórez-Estrada Pimentel. Esteban Arias Chavarría. Velia Govaere Vicarioli. Sofía Guillén Pérez. Henry Mora Jiménez. Laura Rivera Alfaro. Sergio Reuben Soto. [Autores/as de Capítulo]

Los artículos compilados en este libro son producto de diversas actividades organizadas por el Posgrado Centroamericano en Sociología de la Universidad de Costa Rica para reflexionar en torno a distintas aristas del desarrollo del neoliberalismo en este país. Sus capítulos constituyen un aporte para reflexionar sobre factores socioeconómicos que afectan a diversos sectores de la sociedad. En sus páginas se tratan aspectos diversos como el desarrollo del neoliberalismo, las desigualdades generadas, las políticas en sectores productivos del país, los planes fiscales que se han propuesto a lo largo de varios años, el proceso de precarización en el trabajo y la lógica misma del sistema capitalista, con las implicaciones que conlleva esta última en términos de la acumulación implicita. La perspectiva desde la que se observa el problema nos cuestiona y nos invita a pensar en la necesidad de resolver las crecientes desigualdades que genera el neoliberalismo y, con ello, el malestar que produce en millones de personas excluidas de los procesos socioproductivos.

Fuente: https://libreria.clacso.org/publicacion.php?p=2860&c=1

Puede descargar el libro en ese enlace de la librería de CLACSO o bien utilizando el código QR que aparece en la imagen de abajo en esta página.

Nos distraen, mientras tanto…

Oscar Madrigal

Los señores de la foto están sonrientes, muy contentos. No se podía esperar nada menos. Son los representantes de una de las Cámaras Patronales que ayer celebraron que la Asamblea Legislativa les regalara más de 30 mil millones de colones y muchísimo más en el futuro. ¡Quién no estaría feliz con semejante obsequio!

Algunas veces pienso que los bandos que gobiernan el país, Chaves y Liberación Nacional, nos llevan de escándalo en escándalo mientras nos hacen transitar por la senda del mayor entreguismo y por la etapa más brutal del neoliberalismo.

Mientras las redes sociales y los grupos discutían y hacían mofa del sistema solar de la ministra de Educación, los diputados discutían y aprobaban una reforma al impuesto de renta que beneficia a las grandes empresas nacionales y extranjeras.

Mientras se embarca al país en una discusión sobre traiciones, en un recinto acostumbrado a ellas, pasamos por alto y no exigimos responsabilidad al Partido Liberación Nacional por su continuado entreguismo al gran capital.

Mientras hacemos un escándalo de la vestimenta de la ministra de Educación, sobre si la Ruta de la Educación existe o no existe y de un informe con un error ortográfico adrede, las propuestas serias y necesarias para reformar profundamente a la educación son inexistentes.

Mientras nos escandalizamos con los financiamientos ilegales a los partidos políticos, Rodrigo Arias Sánchez intenta desde la Asamblea Legislativa nombrar magistrados, una también forma de mediatizar la separación de poderes.

Como que nos vamos acostumbrando a vivir de show en show, de escándalo en escándalo.

Mientras se hace otro alrededor de la fiesta en un yate de un diputado puntarenense amigo de un cuestionado actor de cine indio, el país se desangra en homicidios ya de escándalo, sin ninguna solución.

Mientras un periódico mejicano publica un posible acuerdo de autoridades del gobierno con los carteles mejicanos de la droga, asunto que puede ser muy discutible, la realidad es que somos el primer exportador de cocaína del mundo y la embajada gringa interviene cada vez más abiertamente en la discusión de este problema.

La política como que se ha convertido en una charanga, por lo demás bastante jocosa. Y nadie, es lo más grave, parece abstraerse de ello.

Sin embargo, el país no va al despeñadero. No.

Mientras vivimos de escándalo en escándalo, la política neoliberal se abre paso destruyendo instituciones, empobreciendo a los trabajadores y acabando con el Estado de Bienestar. Y, tal vez, con nuestra participación, aunque sea indirecta.

Cámaras aplauden el resello para salir de la lista gris en la UE…

Tras la acción legislativa.

¿Vamos a Seguir Poniendo los Muertos?

Álvaro Vega

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

En tiempo de guerra y en tiempo de paz seguimos poniendo los muertos, mientras las potencias y países ricos recogen las ganancias, tanto del negocio de las armas como del narcotráfico. Lo que es una ganancia para esos países se revierte en pérdida en vidas humanas para los nuestros.

Urge cambiar radicalmente esta lógica neocolonial, propiciada por los poderes fácticos del capitalismo salvaje de un neoliberalismo que se vende como el ideal de prosperidad para los pueblos empobrecidos, mientras son sometidos a patrones financieros, sistemas productivos y estilos de consumo que profundizan la pobreza, la desigualdad y la violencia. Hay que erradicar este neocolonialismo, que se viste de buena vecindad, protector del libre comercio y hasta de los derechos humanos: un contrasentido a todas luces, que campea a fuerza de una propaganda mediática engañosa y desvergonzada.

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, una vez más, ha levantado la voz en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para proponer que se eleve a la categoría de crimen internacional toda invasión militar de un país contra otro. Esta, entre otras acciones globales anticolonialistas contribuirían, sin duda, a una convivencia global más digna, afectiva y pacífica. Y permitiría contener los tambores que reiteradamente llaman a la guerra, para redefinir fronteras de influencia geopolítica entre las potencias y naciones más poderosas.

Hay que asumir el desafío de un nuevo pacto global con compromisos vinculantes que contribuyan a erradicar, de una vez por todas, el neocolonialismo guerrerista, antiecológico y homicida. No debemos permitir que se continúe profundizando el modelo de globalización dual: donde unos disfrutan los oasis de riqueza y otros perecen en la más escandalosa miseria, unos ponen los muertos y otros recogen el botín, unos conservan y cuidan la naturaleza y el ambiente y otros lo depredan y explotan para amasar capitales, unos son víctimas de enfermedades y pandemias y otros acumulan ganancias con el negocio de las medicinas y las vacunas…

Lamentablemente, un conjunto de nuevas fuerzas sociales, políticas y religiosas de corte populista y neoconservador están contribuyendo a desviar la atención sobre las causas estructurales de estos álgidos problemas. Por ejemplo, se utiliza el discurso de la anticorrupción, refiriéndolo de manera reduccionista a los comportamientos individuales o de grupos de interés que utilizan recursos públicos y privados para enriquecerse. De esta manera, se exime al modelo mismo, que genera y propicia esos comportamientos. Y las alternativas propuestas, van en la misma dirección, a saber, corregir esos comportamientos, como si se trata de simple voluntarismo personal o grupal. De esta manera, los correctivos son simples paliativos, porque se dejan intactas las estructuras socio-económicas, jurídico-políticas y culturales.

Construir los cimientos de un proyecto global alternativo postneoliberal sigue siendo la consigna necesaria para recoger y hacer viables esos esfuerzos e ideales que permitan heredar un mundo mejor a las nuevas generaciones. Acciones desde los ámbitos personales, locales y comunales son tan necesarios como las acciones globales. Y en esta tarea, son precisamente los países que hoy ponen la peor parte: los muertos, quienes deben aunar acciones y esfuerzos para decir ¡basta Ya! Y avanzar hacia un nuevo modelo descolonizador y humana, social y ecológicamente viable, para “vivir bien, juntos”.

Ser radical

Adriano Corrales Arias*

            ¿En qué consiste o qué significa ser radical? Según la RAE (del latín tardío radicalis, derivado también del latín radisicis: “raíces”), es lo “perteneciente o relativo a la raíz”, mejor dicho, lo “perteneciente o relativo a las raíces” (de las palabras). En botánica es lo “dicho de cualquier parte de una planta que nace inmediatamente de la raíz: hoja, tallo radical”, en el campo de la química sería el “agrupamiento de átomos que interviene como una unidad en un compuesto químico y pasa inalterado de unas combinaciones a otras” y en matemática la “raíz cuadrada”. Posee también otros significados como “fundamental o esencial, “total o completo” (cambio radical) e, incluso –y, según mi criterio, forzado o sesgado– “extremoso, tajante, intransigente”, o “partidario de reformas extremas” (nótese la contradicción o paradoja: ¡o son reformas o son extremas!; no hay reformas radicales).

            De tal modo que ser “radical”, o actuar radicalmente, es ir a la raíz de las cosas, de los hechos y, naturalmente, de las palabras, de los conceptos. “A la raíz del cacho”, diría nuestra gente. Dicho de otro modo, implica no quedarse en la superficie, en lo aparente, sino bajar a lo que no se ve, a lo oculto, pero que, –como en el caso de las plantas– es lo nutricio para la existencia de la naturaleza, del cosmos y de todo fenómeno sociocultural e, incluso, “sobrenatural”. Ello conlleva una alta dosis de curiosidad humana y conduce a la búsqueda de saberes (conocer lo que se oculta, indagar en el enigma; de allí tal vez se derive el mito del árbol del conocimiento en el paraíso perdido), que son los acicates de la investigación científica y de la incesante actividad artístico/literaria y filosófica.

            En la época de la globalización bajo esquema neoliberal y de la contrarreforma que la misma impulsa para acabar con el Estado Social de Derecho (iniciada en nuestro país en los años ochenta del siglo pasado y extremada en la actual administración), asistimos al borrado histórico y sociocultural dado que, a la misma globalización (internacional) y a la contrarreforma (local, aunque también aplicada en otros lares, Europa, por ejemplo) no le conviene. Para acabar con las reformas sociales e institucionales de los años cuarenta del siglo pasado –luego de una corta pero cruenta guerra civil–, mismas que permitieron la erección del “Estado Benefactor”, es necesario desaparecer su historia. Pero, además, evitar que se hurgue en la misma –así como en la que hizo posible esto que conocemos como Costa Rica o América– y se divulgue. Es decir, obstaculizar la investigación y la enseñanza –extensión– de la misma y de todos los saberes que se agrupan a su alrededor: ciencia, literatura, arte, filosofía; humanidades en general. En radical: acabar con el conocimiento auténtico para que prolifere lo superficial, lo liviano, lo estrictamente necesario para la contrarreforma. En una palabra: acabar con el sistema educativo público (básico, secundario y superior) para privatizarlo y posibilitar el negocio con una formación básica destinada únicamente a la producción y al consumo.

            Quiero insistir en la naturaleza de la universidad, especialmente pública. La misma nace en Europa como expresión del desarrollo intelectual –iniciado en el siglo XI alrededor de la filosofía y la teología– y se desarrolla en la edad media europea como un conglomerado de profesores y estudiantes (universitās magistrōrum et scholārium) que muy pronto cuentan con el apoyo y el fuero de diferentes estados en Italia, España, Inglaterra y Francia, particularmente. Ya en siglo XVIII se van a decantar dos modelos: la napoleónica en Francia y la humboldtiana en Alemania. La primera subrayaba la docencia para graduar cuadros técnicos y profesionales al servicio del estado y la segunda la investigación científica como búsqueda de nuevos conocimientos. La universidad contemporánea conjuga ambos modelos agregando un tercero: la extensión universitaria, conocida también como acción social. Así la universidad debe investigar (producir conocimiento) para una docencia de calidad a la altura de los tiempos y de los nuevos saberes y tecnologías, pero, además, debe vincularse con la sociedad que la hace posible para compartir esos saberes en tanto aprende también de la comunidad donde se aloja. Así, la educación superior pública es una inversión social, cultural y científica integral y dialógica al servicio de la sociedad que la hace posible, para ello debe contar con un fuero especial –la autonomía– de tal modo que su quehacer y presupuesto no dependan de avatares y caprichos políticos, tal y como acontece en el presente. A cambio, la universidad privada lo que busca en esencia es el lucro, la ganancia; por eso privilegia la docencia y, salvo serias excepciones, sobre todo en países “desarrollados”, no realiza investigación ni extensión. De allí sus serias carencias académicas.

            Así entendemos, de mejor manera, los ataques desmedidos, arteros y cínicos al conocimiento, a la acción sociocultural, al arte y al pensamiento representados por la institucionalidad que los genera y promueve: la universidad pública y el sistema educativo (MEP), cuya cristalización ha conllevado un ingente esfuerzo nacional o, como dice nuestro pueblo, “ha costado un ojo de la cara”. Dichos ataques –que no son nuevos ni mucho menos– no se quedan allí, se extienden a la seguridad social y a la salud, a la banca nacional, a las telecomunicaciones, el comercio exterior y a otros ámbitos de acción estatal, en fin, a las actividades estratégicas del quehacer y ahorro nacionales; lo dicho: al Estado Social de Derecho construido con sangre sudor y lágrimas y el cual permitió, hasta hace poco, el ascenso social y la promoción de oportunidades socioeconómicas, educativas y culturales para miles de hogares costarricenses.

            Lo peor: además de ocultar, confundir, desprestigiar y poner en contra a una masa intoxicada ideológicamente por el discurso único de una “prensa canalla”, o lo que podríamos denominar como “dictadura en democracia” (término acuñado por quien sacudiera la institucionalidad con un “bazoocazo constitucional” –según uno de sus ex compañeros ya ido– para perpetuarse en el poder y profundizar la contrarreforma iniciada –vaya paradoja– en el gobierno del ex compa que lo acusaba de golpe de estado técnico), la cual ha logrado invertir los términos: los culpables del deterioro del país y sus finanzas son los educadores, profesores universitarios, estudiantes, funcionarios y trabajadores públicos, no sus mecenas políticos –creadores de franquicias y turecas electoreras según sus necesidades–, es decir, los evasores y elusores, esos grandes empresarios nacionales y trans-nacionales (tránsfugas), verdaderos culpables de la crisis actual inducida por la misma contrarreforma que impulsan a favor de sus grandes negocios corporativos y off shore –¡oh belleza!– con el apoyo del estado cooptado por ellos mismos a pesar de su vilipendio y desmantelamiento.

            Ser radical entonces es buscar la luz del conocimiento (Lucem Aspicio reza el logo de la Universidad de Costa Rica) para enfrentar las diversas y complejas problemáticas humanas y de la naturaleza. Ir a la raíz de los asuntos para comprender nuestro mundo con sus pluriversos y así tratar de develar y dilucidar los enigmas existenciales y cósmicos que nos rodean y nos implican. He allí la actitud de toda persona que aspire a la transparencia y a la honestidad intelectual con ánimo solidario. Ojalá que nuestro inteligente pueblo, hoy confundido y embaucado por el discurso único y los cantos de sirena neoliberales, se radicalice para que logre comprender lo que le están birlando desde hace mucho rato: su razón de ser; el Estado Social de Derecho que hizo la diferencia en un país pequeño cobijado por la reforma social y por las garantías sociales gracias a sus luchas, a su sangre vertida en el campo de batalla, mismas que hoy sus enemigos de siempre intentan, sin oposición alguna, arrebatarle.

            Seamos radicales pues. Vayamos hasta la raíz para conocer en profundidad el generoso, pero intrincado, árbol de la vida y así conseguir las herramientas necesarias para que la luz del saber, de la justicia social y de la auténtica democracia, brille para todos sin distingos de ninguna clase.

*Escritor

Chile a los cincuenta años

Manuel Delgado, filósofo, periodista y escritor

Conocí a Joaquín Gutiérrez Mangel, ilustre novelista costarricense, en Chile en el año de 1973. Él dirigía la editorial del estado Quimantú, y me comentaba muy emocionado, con su vozarrón de bajo y sus dos metros de altura, que la editorial había logrado la meta de publicar libros al precio de una cajetilla de cigarrillos. Y agregaba: “Jo, jo, jo, y lo que ahora vamos a hacer es publicar libros al precio de una cajetilla de fósforos (cerillas)”. Ese sueño suyo no pudo hacerse realidad pues el proyecto fue truncado por el golpe militar.

Esta simple anécdota dice mucho de lo ocurrido en Chile en aquel año aciago y de su impacto. Eran libros contra fusiles, cultura contra sangre, esperanza contra vida.

Después de la revolución cubana victoriosa y de una cadena de levantamientos armados fracasados, después de convivir con el terror de las dictaduras militares (la izquierda costarricense estaba apenas saliendo de la ilegalidad de tres décadas; a nuestro lado, Somoza seguía asesinando patriotas), Chile había abierto una esperanza. ¿Era posible pensar en un mundo mejor sin recurrir a las armas, sin derramar sangre, armados solo con el apoyo popular y no con bombas y bayonetas?

Chile dio una respuesta contundente a esta pregunta: sí es posible vender en unas elecciones y acceder al gobierno de manera pacífica. Así zanjó una de las grandes polémicas de la izquierda.

Decir que la “vía pacífica” hacia la felicidad es un sueño derrotado es un exceso verbal. El gobierno de la Unidad Popular fue derrotado, pero no fracasó; fue hundido en la sangre, pero no por ser fracaso, sino precisamente por lo contrario. Por eso las alamedas anegadas de gente y la voz suave y amigable de Allende nos siguen acompañando.

Pero también se zanjó la otra gran polémica de la izquierda, aquella según la cual una revolución solo es verdadera si sabe defenderse. En Chile, el enemigo encontró la forma de destruir ese gobierno progresista y las fuerzas populares no tuvieron la fuerza para impedirlo. La vieja confrontación entre la vía electoral y la vía armada fue superada por la experiencia de que la revolución social no poder hacerse con conspiraciones aventureras, sino que debe edificarse en el apoyo de las masas, pero que la quimera de que las fuerzas armadas tradiciones puedan cambiar de hombro su fusil, esa quedó enterrada y en tal caso, hay que buscar otra alternativa de defensa de la institucionalidad.

Esa convicción ha ayudado mucho al encuentro de las fuerzas de izquierda latinoamericanas. En mi país, las unió en el plano electoral y en la solidaridad activa y unida con el Frente Sandinista de Liberación Nacional, que combatía entonces, fusil en mano, la última batalla contra la dictadura somocista.

El derrocamiento de Allende hace medio siglo nos deparó otra enseñanza, y fue el hundimiento de la quimera de que Estados Unidos podía ser un factor de progreso y democracia o, por lo menos, de protección de las libertades y los derechos ciudadanos. Quedó claro para todos que el imperialismo sigue siendo el factor del retroceso, que sigue siendo una fuerza guerrerista y de respaldo a las dictaduras. Poco después, llenó de gobiernos sanguinarios el continente, creando una especia de internacional del terror. Y ese rasgo fundamental del imperialismo no ha cambiado ni cambiará nunca. Por eso es tan decepcionante la posición internacional del actual gobierno chileno, que critica a gobiernos progresistas, pero deja incólume la política agresiva del imperialismo. Esas críticas no ayudan en nada ni a los pueblos de esos gobiernos criticados ni a sus amigos en esos países, pero ayuda a la labor del imperialismo por dividir la lucha antiimperialista, que será el verdadero y eterno norte de la liberación latinoamericana.

El golpe de estado en Chile tuvo y tiene para nosotros otra herencia, porque fue en este país donde dio inicio un cambio continental y mundial, la inauguración de un despeñadero que nos sigue arrastrando al abismo social y a la dependencia geopolítica. Me refiero al neoliberalismo.

Esta política económica se puso en práctica de la única manera que le era posible: por la fuerza de las armas. Y por la fuerza de la represión y la barbarie se fue imponiendo en los demás países. Además de las razones económicas y sociales, es por esta razón política que el neoliberalismo está históricamente acabado, por más que pretenda seguir dando manazos de moribundo: porque no se puede seguir sosteniendo en democracia.

La experiencia chilena, impuesta por el gobierno de Estados Unidos a través del grupo de los Chicago Boys, significó un sacrificio enorme para el pueblo chileno.

El gobierno de Pinochet dejó un resultado del 68% de pobreza en 1988. Fíjense que en Costa Rica, que empezaba a entrar en el neoliberalismo, tenía ese año una cifra de pobreza del 24%.

Esa herencia de pobreza dejada por Pinochet y su doctrina neoliberal fue luego corregida en parte por los gobiernos de la democracia, introduciendo algunos correctivos a esa política económica.

En 1971, el gasto social del gobierno de Allende era del 28.8%; en 1979, con Pinochet, había descendido hasta el 12.2%. El gasto en salud per cápita era de 241 dólares en 1972 y descendió a 170 en 1978.

La reducción en ayuda a los jóvenes estudiantes fue patética. La ayuda en almuerzos bajó de 28,8% en 1971 a 12,2% en 1979. La repetición y el abandono de los estudios subieron en ese mismo periodo de 11% a 14,5% y del 4% al 7,1%, respectivamente.

No hace falta decir más para mostrar el gran sacrificio económico que Pinochet y su política representaron para el pueblo chileno. Pero el peor costo fue en democracia, en libertad, en seguridad, en sangre. Ese es un sacrificio que ni América Latina ni el mundo van a olvidar nunca.

Hay otra huella de la dictadura menos palpable, y es la que está escrita en el alma de los chilenos. No se trata solo de la constitución o del apoyo enorme con que cuenta la derecha. Se trata de algo quizá más profundo.

Hace poco celebramos en Costa Rica la visita de Víctor Jara en 1971. Cantó en la universidad como es costumbre, pero lo llevamos a la zona del banano, que es para nosotros como la mina en Chile, pero enclavada en medio no del desierto sino de la selva tropical. Yo estuve a cargo de esta parte de la gira, y recuerdo cómo los trabajadores tarareaban al día siguiente sus canciones, en especial la titulada “Abre la ventana”. Entonces me venían a la mente sus versos:

María, mira hacia afuera,
nuestra vida no ha sido hecha
para rodearla de sombras
y tristezas.

Sombras y tristezas estrujan el alma latinoamericana en este aniversario del golpe de estado.

María, abre la ventana
y deja que el sol alumbre
por todos los rincones
de tu casa.

Con el recuerdo de esos versos, hago llegar hasta Chile mi cariño y mi solidaridad.

(Publicado originalmente en le revista chilena DES CENTRADOS)

Carlos Alvarado visto a través de los lentes de Ottón Solís

Luis Paulino Vargas Solís

Una vez más, viene don Ottón a decirnos que Alvarado se echó al hombro el titánico cometido de salvar el Estado social y, en especial, de “salvarlo del neoliberalismo”. A lo cual se agrega: “se logró así evitar la crisis”.

La posición de Solís es insostenible, cuando, en realidad, hay mucha evidencia que respalda la tesis de que el gobierno de Alvarado dejó un legado de clara tonalidad neoliberal. No habrá sido neoliberal al 100%, ya que, puestas así las cosas, ni siquiera Margaret Thatcher podría haber sido considerada neoliberal. Pero ese tipo de purismos dogmáticos no merecen que se les preste atención.

Es un legado, neoliberal en lo ideológico, siniestro en sus destructivas consecuencias:

– Los presupuestos para la educación, en todos sus niveles, desde la preprimaria hasta las universidades, van cuesta abajo, en pronunciado declive.

– La deuda estatal con la Caja crece y crece, sin que Alvarado nos haya legado ningún arreglo.

-Ni mínimamente transparente y confiable- para atenderla. Todo lo cual vulnerabiliza los servicios de atención a la salud, y entrega pretextos que el gobierno de Chaves aprovecha para dinamitar la sostenibilidad de tan importante institución.

– Las políticas de vivienda popular están prácticamente congeladas.

– Los servicios de atención a las personas mayores y a la niñez viven un proceso de acelerado deterioro.

– La inversión pública está reducida a su mínima expresión.

– En materia de combate al fraude tributario, el legado de Alvarado fue, en el mejor de los casos, muy pobre. Chaves y Nogui Acosta han terminado de desbaratarlo.

– A la policía le toca trabajar en condiciones materiales realmente vergonzosas.

– El presunto combate a los “privilegios de los empleados públicos”, han dado lugar a un deterioro brutal. Hoy los salarios reales promedio en el sector público están en niveles de hace 13 o 14 años e, inevitablemente, seguirán retrocediendo (todo lo cual, no lo dudemos, hace muy feliz a don Ottón).

– Los problemas del empleo son catastróficos, y las políticas públicas carecen de ninguna herramienta eficaz para tratar de por lo menos aliviarlos.

¿Que evitaron la crisis? ¿Y como se llama lo que estamos viviendo, en medio de una espiral de violencia descontrolada, una crispación y polarización política extremas, servicios públicos al borde del colapso y una población hastiada, frustrada y furiosa?

¿Qué había que hacer todo eso, porque otra vía no había? Lo cual es la respuesta más neoliberal que se podría dar. Es el mismo TINA de Margaret Thatcher: discurso único y alternativa única.

Concluyo: los problemas que arrastramos vienen de muy atrás. No nacieron con Chaves ni tampoco con Alvarado. Pero si Alvarado se encargó de agudizarlos, con Chaves vamos de cabeza al abismo.

El fundamentalismo democrático del siglo XXI

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Gustavo Bueno (1924-2016) fue un filósofo español que desarrolló un sistema filosófico integral llamado Filosofía de la Idea Fundamental. Uno de sus conceptos clave fue la idea del fundamentalismo democrático. Este, tal como lo propone Gustavo Bueno, es la creencia en el valor absoluto de la democracia como sistema político. Según Bueno, los fundamentalistas democráticos consideran a la democracia como la única forma de gobierno válida y moralmente justificable, convirtiéndola en un principio dogmático e incuestionable, o sea, en una ideología que no dialoga ni acepta nada diferente.

Bueno criticó el fundamentalismo democrático por su falta de fundamento filosófico e histórico. Argumentó que la democracia, como cualquier otro sistema político, tiene sus limitaciones y puede conducir a sus propios problemas si no se equilibra o controla adecuadamente. En su opinión, la democracia debe integrarse en un marco filosófico y ético más amplio para garantizar su sostenibilidad y eficacia. Todo apunta a que el tiempo le ha dado la razón, la democracia existente en occidente y otras partes hoy requiere una gran dosis de democracia real en todo el sentido de la palabra.

Es importante señalar que las ideas de Bueno, incluido su concepto de fundamentalismo democrático, han sido discutidas y debatidas dentro de los círculos académicos, y puede haber diversas interpretaciones y críticas de su obra filosófica, no es un tema nuevo. Ahora bien, para entender mejor la decadencia que sufre la democracia en occidente y otras partes del mundo, debemos hacer algunas reflexiones objetivas, lejos del prepotente fanatismo democrático y muchas veces de doble rasero característico de sus defensores.

Hoy debemos preguntarnos si la democracia existente está respondiendo a las demandas reales y necesidades de toda la ciudadanía. Y en esa misma dirección consultarnos si es efectiva para combatir el colapso eco social global que vivimos, también llamado Antropoceno, ya que lamentablemente, los regímenes democráticos actuales tampoco son garantía para el ambiente y otras formas de vida no humanas puestas en peligro de extinción a causa de nuestros patrones de vida, producción y consumo. Estos regímenes no lo están logrando con el tema de la protección ambiental y la lucha contra el cambio climático. Todo ello es muy grave e importante como para no ser considerado en el análisis crítico y la ecuación al respecto.

Por otro lado, han demostrado también que no son garantía para el respeto de los derechos humanos más básicos, pues las desigualdades, la pésima distribución de la riqueza, la falta de empleo digno, la inequidad de género, la calidad y acceso a la educación y la salud, y la injusticia social, no fueron problemas resueltos por éstos, que eran parte y lo siguen siendo, de sus promesas principales. Por el contrario, después del fin de la Guerra Fría, como no había “enemigo” ideológico por el cual preocuparse, el neoliberalismo triunfó y terminó por desmantelar los exitosos Estados de Bienestar que habían sostenido ese discurso democrático occidental después convertido en dogma absoluto, en contraposición al comunismo y la dictadura.

No es de extrañarse entonces, que frente a los problemas del hambre, el desempleo, la corrupción, la exclusión social, la ineficiencia estatal y miles de promesas incumplidas, surjan naturalmente movimientos y líderes que cuestionen ese fundamentalismo ideológico democrático dominante que ha terminado convirtiéndose en puros actos ceremoniales formales sin ningún tipo de contenido real de fondo que marque una verdadera diferencia, haciendo que gran parte de la ciudadanía, especialmente las generaciones más jóvenes y los grandes sectores excluidos dejen de creer y pierdan toda su confianza en el sistema así como en quienes lo protegen, pues en muchas ocasiones los discursos y las acciones de dichos defensores llevan caminos separados y contradictorios.

Y aunque sabemos que no se debe confundir una cosa con la otra, y no podemos generalizar porque el frío no está en las cobijas, de estas razones expuestas y algunas otras más surge el desgaste y la incredulidad generalizada de la ciudadanía ante esta forma de organización política de la sociedad, su estructura e instituciones. Y ahí está el peligro, parafraseando a G. K Chesterton, cuando la gente no cree en nada, en seguida cree en todo. De ese nihilismo social y pérdida de toda creencia en alguna identidad colectiva superior que dé certeza y sentido de pertenencia, nace en estas partes del mundo la semilla fértil de estos nuevos movimientos de corte autoritario que cuentan con gran respaldo popular, porque en la mayoría de los países, sino en todos donde han llegado al poder, lo han hecho de forma democrática y libre. Por eso el famoso adagio: “la democracia muere en democracia”.

Todo esto da para un debate más profundo y amplio. Yo pienso que la democracia no tiene la culpa, pero es la que paga las consecuencias de la manipulación, mentiras, el egoísmo y actos éticos cuestionables de muchos de sus defensores acérrimos y representantes, no se puede tapar el sol con un dedo. Por otro lado, no se debe afirmar de manera absoluta que un régimen autoritario sea malo por naturaleza, como hacen los fundamentalistas democráticos occidentales, pero tampoco que garantice la solución a todos los problemas, pues muchas veces estos llegan al poder gracias al resentimiento, el revanchismo y el odio, los cuales nunca son buenos consejeros para gestionar lo público, y porque en el fondo, parte de la verdadera crisis que sufre el occidente y la humanidad en general, es de sentido y no solo de sistema, es la crisis de una falta de propósito y significado de la vida, de certezas y confianza en la humanidad misma.