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Etiqueta: patrimonio cultural

Museo de Cultura Popular: primer inmueble universitario en recibir Escudo Azul de Unesco

  • Rector de la UNA destacó que desde la creación de esta Universidad se le encomendó la gestión de la cultura, lo cual se reafirma con este estandarte

UNA Comunica. 21 de junio de 2024. Quienes visiten la casona del Museo de Cultura Popular de la Universidad Nacional (UNA), en Barva de Heredia, podrán encontrar una placa sobre una base de madera, que contiene un estandarte reconocido por el derecho internacional humanitario y que se conoce como Escudo Azul.

Significa que, desde ese momento, el Museo estará protegido ante las amenazas suscitadas por conflictos bélicos o desastres naturales. El escudo lo entregó la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

La necesidad de ofrecer una protección especial sobre bienes materiales e inmateriales tuvo su antecedente en 1954, cuando, en la Convención de la Haya, se aprobó un tratado relativo a la protección del patrimonio cultural. Costa Rica, ratificó en 1988, dicho tratado internacional.

De esta manera, la casona del Museo se convierte en la vigésimo primera institución en el país que cuenta con este estandarte. Para el rector de la UNA, Francisco González, desde la promulgación de la ley 5.182, que dio vida a esta universidad, la voluntad del legislador fue encomendar la gestión de la cultura a esta casa de enseñanza, precepto que se convierte en realidad por medio de la labor del museo.

“El Museo de Cultura Popular surgió como resultado de proyectos de investigación y extensión que desarrollamos en la Universidad a inicio de la década de los noventa. Aquí fue fundamental el aporte de valiosos académicos como Georgina DiCarli, Mayela Solano, Carlos Naranjo, Antonio Castillo, Margarita Silva y muchas otras personas que forjaron la idea de crear un vínculo entre la universidad y la comunidad, por medio de este museo”, detalló González.

Desde entonces, manifestó el rector, el Museo ha sido hábitat de un diálogo continuo, un punto de encuentro y de manifestaciones culturales donde se da cabida a la historia y a la idiosincrasia del campesino costarricense. Aludió, incluso, a la inserción de un concepto llamado “nueva museología”, que refiere a esa conexión directa con la vida cotidiana.

Fue por medio de las gestiones que se llevaron a cabo desde la dirección del Museo y de la Escuela de Historia de la UNA, ante la dirección de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultural, que se recibió la noticia, el pasado 8 de mayo, de que la casona recibiría el Escudo Azul.

De acuerdo con Luis Pablo Orozco, director del Museo, se trata de la primera universidad en Costa Rica que recibe esta placa en una de sus instalaciones y el primero en el cantón de Barva. “Estamos convencidos del aporte y la responsabilidad social a partir de la labor de este museo, a sabiendas de que la reactivación del patrimonio cultural es un deber de prospectiva con las actuales y futuras generaciones para contribuir al fortalecimiento del tejido social”, resaltó Orozco, durante el acto de develación de la placa.

La viceministra de Cultura, Vera Beatriz Vargas, manifestó que “la historia ha dado un veredicto. Por todo lo que representa este museo, es un espacio significativo en donde se puede proteger el legado patrimonial del país. Desde el Ministerio de Cultura hacemos un recorrido por toda Costa Rica para determinar estos sitios que tienen este valor simbólico”, manifestó la jerarca.

El museo es universidad

Para la decana de la Facultad de Ciencias Sociales, Marta Sánchez, el acto de develación del Escudo Azul revalida la sensibilidad hacia las problemáticas rurales que han guiado la labor de la UNA desde su fundación, hace 51 años.

Detalló que los primeros proyectos de investigación se enfocaron en el análisis de las problemáticas relacionadas con los conflictos agrarios, la distribución equitativa de la tierra y el desarrollo agropecuario. Luego, el enfoque de estudio se amplió hacia el abordaje de la cultura popular y el rescate de la memoria y fue allí donde surgió el proyecto que en principio se denominó Museo UNA, pero luego cambió a Museo de Cultura Popular. La casona abrió sus puertas al público en 1994.

La relevancia del tema generó que incluso en el Plan de Mediano Plazo Institucional de la UNA se incluyera un área estratégica relacionada con la cultura y el patrimonio, que integra a las escuelas de Sociología e Historia dentro de esa labor. “Sin duda alguna, el Museo es Universidad y nosotros somos garantes de ello”, amplió Sánchez.

Uno de los actores relevantes del proceso que concluyó con el otorgamiento del Escudo Azul es la Cruz Roja. Su presidenta, Dayanne Marenco, resaltó que esta institución, benemérita de la Patria y cercana a cumplir 140 años, surgió justamente en el contexto del desarrollo de conflictos armados. “Es ahí, en el marco del derecho internacional humanitario, que se enmarca la protección de bienes culturales”.

Durante la actividad estuvieron presentes, además, los alcaldes de los cantones de Barva y Heredia, Jorge Acuña y Ángela Aguilar, respectivamente, además de la embajadora Carmen Claramunt, presidenta honoraria de la Comisión Costarricense de Derecho Humanitario.

En presencia de las autoridades de la UNA, los gobiernos locales, el Gobierno de la República, estudiantes, niños y niñas, se develó la placa justo al pie de las gradas de entrada a la casona, que fuera del expresidente Alfredo González Flores y que hoy es fuente indispensable del conocimiento histórico, arquitectónico y cultural del país. 

Oficina de Comunicación
Universidad Nacional, Costa Rica

Histórico: Museo de Cultura Popular recibirá “Escudo Azul” de la Unesco

  • Estandarte representa una protección de bienes culturales ante situaciones de conflicto bélico o ante la amenaza de desastres naturales.

  • La casona fue construida entre 1885 y 1887. Allí residió el presidente de la República (1914-1917) Alfredo González Flores.

UNA Comunica. 10 de mayo 2024. Por primera vez, un bien patrimonial de una universidad costarricense será galardonado con el Escudo Azul que otorga la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). En este caso, el estandarte será entregado a la casona del Museo de Cultura Popular de la Universidad Nacional (UNA), que se ubica en Barva de Heredia.

El anunció se oficializó la mañana de este 8 de mayo, en las oficinas del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. En representación de la UNA acudieron el director del Museo, Pablo Orozco y el director de la Escuela de Historia, Rafael Ledezma.

“Para la Universidad significa una gran noticia y un enorme prestigio con el respaldo de una instancia mundial como la Unesco, que refuerza la importancia de la preservación de nuestro patrimonio”, manifestó Orozco.

El Escudo Azul de la Unesco es un símbolo que se utiliza para la protección de los bienes culturales de una nación. Se concibió como un mecanismo de resguardo ante conflictos armados, luego de las pérdidas que se registraron tras la I y II guerras mundiales, del siglo anterior.

En 1954 la Unesco organizó la Convención de la Haya aprobó un tratado relativo a la protección del patrimonio cultural en caso de conflicto armado y desastres naturales, proveyendo apoyo ante situaciones de crisis.

Luego, en 1998, Costa Rica ratificó un tratado internacional para la protección de bienes culturales. Es así como, desde entonces, existen 20 instituciones que cuentan con bienes materiales protegidos por el Escudo Azul. Entre ellos se encuentran, el Teatro Nacional, el edificio de Correos de Costa Rica, la Casa Amarilla que es sede de la Cancillería, el Archivo Nacional, el Fortín de Heredia y las instalaciones del Liceo de Heredia, entre otras.

Alrededor de todo el mundo, se han llevado a cabo gestiones para proteger diversos bienes materiales e inmateriales que son patrimonio cultural de la humanidad, entre los que se cuentan museos, bibliotecas, sitios arqueológicos, archivos y áreas naturales.

Recientemente, y a raíz del conflicto bélico a causa de la invasión de Rusia en Ucrania, la Unesco ha hecho un llamado para la colocación de escudos azules en al menos 28 lugares considerados Patrimonio de la Humanidad y que están en riesgo de dañarse o perderse a raíz de la guerra.

“Con este estandarte nos garantizamos la protección de nuestra casona, como patrimonio cultural. Aunque, dichosamente, no somos un país que esté en medio de un conflicto bélico, esta cobertura alcanza a la ocurrencia de algún evento natural, climático, sísmico o de otra índole, que pueda afectar la infraestructura”, explicó Orozco.

La casona, ubicada dentro de las instalaciones del Museo, fue construida entre 1885 y 1887 y es representativa de la arquitectura tradicional del Valle Central. En sus paredes de bahareque residió el presidente de Costa Rica entre 1914 y 1917, Alfredo González Flores.

En 1990 se creó el proyecto Museo-UNA, de la Dirección de Extensión del Decanato de Ciencias Sociales y para junio de ese mismo año, y por decreto ejecutivo número 119794-C, se declaró la casona como patrimonio arquitectónico e histórico.

La noticia surge, además, en el contexto de la celebración, en este 2024, de los 30 años de la fundación del Museo de Cultural Popular, el pasado 11 de febrero, concebido como un espacio para la preservación y difusión de la cultura costarricense.

Gestión exitosa

Ante la necesidad de ofrecer un grado de protección mayor al inmueble, desde la dirección del Museo se iniciaron las gestiones ante el Ministerio de Cultura para la obtención del galardón.

“Lo conversé junto con don Rafael, director de la Escuela, y no acercamos al Centro de Patrimonio para barajar la posibilidad de que la casona fuera incluida en la lista para el otorgamiento del Escudo Azul. Ellos recibieron el caso, lo analizaron y concluyeron que cumplía con todas las prerrogativas, considerando que el bien merece ser protegido”, indicó Luis Pablo Orozco.

El Escudo Azul combina los colores azul y blanco sobre un pentágono rectangular. Junto con él se incluye una placa de la Cruz Roja Costarricense, institución benemérita que se encarga de la donación.

El paso siguiente será la entrega del escudo y la placa al museo y la determinación, por parte de la UNA, de la colocación del estandarte sobre una pared o en un pedestal.

“La develación de la placa es un acto que a nivel interno debemos gestionar en la Universidad, de manera que pueda ser una actividad oficial, estén presentar las autoridades universitarias, en virtud de la importancia que representa haber obtenido el Escudo Azul”, detalló el director del Museo de Cultura Popular.

Oficina de Comunicación
Universidad Nacional, Costa Rica

La venta del Castella

Dr. Oscar Aguilar Bulgarelli

Todos los integrantes del mundo de la Cultura estamos indignados, bravos, furiosos o desconsolados por la extraña venta del Teatro Castella.

Dice el presidente de la Fundación responsable de esa venta, que de por sí, las instalaciones son un cucarachero, viejo e inservible. Tal vez esa definición sea más apropiada para el cerebro de sus vendedores.

Solo una atrofiada mentalidad, no puede entender el concepto de Patrimonio Cultural que significa ese teatro, esas viejas paredes y el hermoso mural construido por dos Premios Magón nada menos. Lo que significa el esfuerzo hecho por el gigante de nuestra cultura como fue Arnoldo Herrera, que se dilapida por un puñado de dólares, un tanto grande, sí, pero que jamás será suficiente para pagar tanto esfuerzo, sudor y lágrimas que quedaron en sus viejas bases y luego los de cientos de estudiantes, profesores, actores y actrices e intérpretes de orquestada y grupos musicales, que han desfilado por sus escenarios, vestidores y pasillos.

En un país que verdaderamente respeta la inteligencia y su patrimonio, obras como el Castella o el Variedades, se recuperan y reconstruyen para mil usos, ¡pero jamás se destruyen! Y no venga el presidente Gustavo Rojas con que lo sustituirán por otro moderno y sin cucarachas, porque eso no sustituye precisamente, el valor intrínseco que tiene el viejo teatro y su historia.

Lamentablemente vivimos el mundo materialista que lo corrompe todo, y así poco a poco vamos cayendo en manos de los “mercaderes del Templo y los Judas” para los que todo tiene un precio en metálico, hasta su conciencia.

Horroriza el silencio del Ministerio de Cultura y Juventud en el que, aunque haya sido invadido por la mediocracia de este gobierno, no debe quedarse callado, en silencio, viendo pasar el cortejo sin siquiera ruborizarse. Pobre cultura costarricense, ¡a qué oscuras cavernas te han llevado!

Uno mi voz a la protesta y al esfuerzo que se haga para salvar al Castella, antes que una mañana nos topemos con la sorpresa que un tractor acabó con su historia y hasta con el mural de los magones.

UCR, Museos comunitarios: un semillero de espacios para el desarrollo social

Boyero

El proyecto TC-736 «Remembranza: Museos comunitarios en el proceso de formación de una ciudadanía inclusiva» busca promover una conexión entre la cultura local, su identidad, aspiraciones

Esteban Umaña Picado (Periodista Unidad de Comunicación Vicerrectoria de Acción Social)

Usualmente, un museo se comprende como un espacio en donde hay objetos antiguos ordenados en vitrinas. Sin embargo, el proyecto TC-736 «Remembranza: Museos comunitarios en el proceso de formación de una ciudadanía inclusiva» nace con el objetivo de desarrollar espacios museísticos en los cuales haya una conexión fuerte con la cultura local, su identidad, aspiraciones, características y conocimientos ancestrales, proyectando esta identidad hacia el futuro.

Su principal objetivo es acompañar el proceso de salvaguarda del patrimonio de las comunidades organizadas, destacando su papel como elementos articuladores de la memoria local y regional, en el marco de una discusión sobre la definición de una ciudadanía inclusiva que valore la diversidad cultural de la sociedad costarricense.

Pablo Rodríguez Solano, coordinador del proyecto, define un espacio museístico como aquel que se diseña para resguardar elementos significativos de la cultura, contribuir al fortalecimiento de los lazos comunitarios, tener una estrecha relación con el espacio en el que se desarrolla y una alta contribución a la reactivación económica. «Se pueden manifestar en lugares como centros culturales, mariposarios, parques naturales, bibliotecas bajo ciertas características y centros de interpretación», declaró Rodríguez.

En el proyecto han participado 86 estudiantes de 22 carreras diferentes como parte de su Trabajo Comunal Universitario (TCU) y está organizado en cuatro ejes de acción fundamentales: gestión administrativa en donde se planifica en el funcionamiento del museo a largo plazo, gestión patrimonial en el que se desarrollan las exposiciones, planificación estratégica en el que se establecen vínculos con la comunidad y otras instituciones como el INA, INDER y la UCR, y finalmente el financiamiento de aspectos específicos por diferentes medios como concursos y donaciones; por ejemplo «Casa de Boyero» recibió el premio nacional Emilia Prieto Tugores en 2020, y con él, la suma de 8 millones de colones. En 2022, el proyecto también fue galardonado con los Premios SOS Cultural.

Actualmente, el proyecto ha concentrado sus esfuerzos en el desarrollo de dos museos comunitarios: Museo de la Casa del Boyero en la Zona Norte y Museo de la comunidad indígena de Yimba Cájc en la Zona Sur.

En el museo del boyero se recopila la historia, materiales, herramientas e implementos sobre la actividad de transporte con bueyes, el cual tiene características determinadas y ofrece algunas ventajas sobre el transporte con maquinaria moderna, como la accesibilidad, a terrenos difíciles y que las bestias no maltratan el suelo. Foto cortesía de Pablo Rodríguez Solano.

Museo de la Casa del Boyero

Ubicado en Venecia de San Carlos, en la provincia de Alajuela, se enfoca en valorar y resguardar el legado de los boyeros. Brian González Mena, miembro del Comité de apoyo del Museo, destacó la importancia del proyecto. «Es fundamental mantener viva nuestra identidad cultural, recordar de dónde venimos, nuestras tradiciones y las labores a las que nos dedicamos». También resaltó el acompañamiento recibido por parte de la Universidad de Costa Rica (UCR) por medio de las capacitaciones, talleres y asesorías de los estudiantes participantes del TCU.

Pie de foto: En el Museo del Boyero, se presentan herramientas y tipos de carretas, ruedas y actividades relacionadas con los boyeros a nivel nacional. Entre las actividades destacadas se encuentra el desfile de boyeros, un evento que resalta la importancia de esta tradición en la cultura costarricense. Foto por:

Ser Boyero es…

El trabajo de los boyeros fue fundamental para la sociedad costarricense en la elaboración de caminos y transporte de un sin número de materiales y mercancías. Algunas de esas actividades se mantienen en la actualidad, como por ejemplo: transportar café, arar la tierra, sacar madera, extraer arena de los ríos y recolectar palma. Por la ventaja que tiene el buey, con su capacidad de entrar y salir de terrenos difíciles sin destruirlos ni maltratar los pastos, se convierte en un aliado invaluable en estas labores.

González definió el ser boyero como ser amante del transporte de bueyes y tener un conocimiento profundo sobre su capacidad de arrastre, el peso que pueden aguantar y cómo maniobrar en terrenos complicados.

Yim es un tipo de mariposa Cajc. Lugar de: es decir, lugar de las mariposas Yim. Con el proceso de reinvindicación territorial y lingüística, han comenzado a recuperar nombres importantes, como Yimba Cajc. Foto cortesía de Pablo Rodríguez Solano.

Hacia el sur

Museo de la comunidad indígena de Yimba Cájc conocida también como Rey Curré, se ubica en el cantón de Buenos Aires en Puntarenas y es una población de la etnia Boruca. Gracias a la asesoría del TCU, se definió como idea crear un «Ú Shän», que significa «Santuario de Historias», como un espacio sagrado donde se preservan y comparten las historias, tradiciones y patrimonio cultural.

Para Mario Leiva Rojas, del grupo de apoyo del Museo de la comunidad indígena de Yimba Cájc, este espacio cultural “es un lugar donde muchos nos sentimos identificados, ya que guarda la historia de nuestros antepasados, de nuestros abuelos y abuelas». Destacó cómo la comunidad ha establecido objetivos claros y una imagen que refleja el valor de su patrimonio cultural.

Dentro de los atractivos del lugar destacan sitios arqueológicos importantes, así como personas sabias con conocimientos ancestrales.

Leiva señala que el museo no es solo un sitio físico, sino que abarca toda la comunidad, una extensión de la identidad y el patrimonio colectivo de los Yimbas.

El acompañamiento, talleres, capacitaciones son parte fundamental del trabajo con las comunidades en la que se orienta a las diferentes poblaciones sobre la ruta a seguir para cumplir con los objetivos que desean alcanzar con la implementación de estos espacios museísticos. Foto cortesía de Pablo Rodríguez Solano.

Los estudiantes

Francisco Hernández Sibaja, estudiante de Administración de Empresas y participante del TCU, ha visto cambiadas sus percepciones y objetivos profesionales luego de participar en el proyecto. «Cuando uno piensa en un museo, piensa en lugares como el Museo de Oro y de Jade, pero jamás piensa que en las comunidades también se desarrolla el museo como un espacio para la cultura, el compartir y el diálogo», expresó Hernández.

Gracias a su experiencia en el proyecto TCU, piensa desarrollar su proyecto final de graduación en el Museo del Boyero. «No solo se trata de cumplir con las 300 horas requeridas por el TCU, sino de conectarse genuinamente con una comunidad», finalizó.

Jessica Espinoza Mora, asistente del TCU y filóloga, destacó como aprendió sobre la cultura intangible ya que «son las personas los verdaderos entes que forman los museos porque son ellas las que llevan la historia a lo largo de los tiempos».

En el proyecto se ha dedicado a hacer labores de coordinación con los estudiantes en Yimba Cájc y Venecia, por otro lado como filologa desea continuar y culminar la investigación lingüística iniciada por los estudiantes relacionada con un diccionario de boyeros en su tesis de posgrado.

Espinoza resalta como uno de los aspectos más significativos del trabajo en el museo comunitario el empoderamiento sobre sus derechos y lo que deben proteger y resguardar, promoviendo así la valoración de sus tradiciones y patrimonio cultural. En “Yimba Caj (Rey Curré), había otras personas no indígenas que se dedicaban a hacer las máscaras, lo que resalta la importancia de empoderar a la comunidad para preservar sus tradiciones y expresiones culturales propias”, declaró.

Por otro lado, el Museo del Boyero es un ejemplo claro de cómo se valora el esfuerzo de los antepasados, como el trabajo arduo de hacer caminos y sacar troncos de madera sin el uso de maquinaria moderna. Para Espinoza la presencia de diferentes instituciones, como hospitales, iglesias y museos, refuerzan entre sí y se unen en una comunidad, generando un sentido de identidad colectiva y colaboración.

La conexión con la comunidad es uno de los factores má preciados por estudiantes que matriculan este Trabajo Comunal Universitario (TCU). Foto de Pablo Rodríguez Solano.

Dos museos, dos poblaciones, la misma necesidad

El coordinador de este proyecto señaló que aunque ambos museos son de temas y poblaciones muy distintas entre sí, los museos comunitarios responden a unas necesidades y características que tienen en común.

Se presentan como una herramienta para la defensa de los derechos culturales de las comunidades, donde se busca la salvaguarda de la identidad y el patrimonio cultural. También son vistos como una oportunidad de reactivación económica de las comunidades.

Según Rodríguez, ambas poblaciones se sienten invadidas por una modernidad que desplaza su identidad y experimentan una sensación de abandono por parte del Estado. Sus formas de ser y tradiciones ancestrales son atacadas, considerándolas antiguas, folklóricas, exóticas o pertenecientes únicamente al pasado.

Sin embargo, a través de los museos comunitarios, mantienen la esperanza de revitalizar su cultura, rescatar y proyectar sus tradiciones para que los jóvenes se sientan seguros en un legado que les pertenece. Así, se enfrentan al futuro con una firme conexión con sus raíces culturales, preservando su identidad y contribuyendo al enriquecimiento de la diversidad cultural de Costa Rica.

Día Internacional de la Lengua Materna

José Luis Pacheco Murillo

El 21 de febrero se celebra el Día Internacional de la Lengua Materna con el objetivo de preservar y proteger todos los idiomas y dialectos que se hablan en todo el mundo.

Se entiende como lengua materna, el primer idioma que adquiere una persona cuando nace y que después forma parte de su vida como un instrumento de comunicación. También se conoce con el nombre de lengua nativa. Posteriormente, si aprende otra lengua en el transcurso de la vida, entones está será considerada como una segunda lengua.

Es lamentable cómo se han perdido muchas lenguas. Vemos con preocupación, que a nivel mundial desaparecen muchas lenguas y dialectos de forma estrepitosa. De acuerdo con los últimos estudios, se calcula que cada dos semanas muere una lengua, lo que trae como consecuencia la extinción de todo un patrimonio cultural.

Hay muchas formas hoy con las que se van destruyendo lenguas maternas. Una de esas formas es la misma tecnología que va introduciendo términos que difieren con lo que aprendimos en nuestra infancia como lengua materna.

Hoy se realizan ingentes esfuerzos para proteger y mantener el patrimonio cultural de muchos pueblos y lo primero que se pretende proteger es su idioma.

Hay muchos pueblos aborígenes que aún mantienen su lengua materna y es importante que los gobiernos apoyen esa protección.

El señor Esteban Naranjo Navarro, funcionario del Ministerio de Educación Pública realizó un trabajo especial para este día que me parece oportuno compartir y se relaciona con las lenguas maternas de nuestro país. Indica: “La cultura costarricense se privilegia de ser una nación con gran diversidad cultural, por eso extendemos un mensaje con motivo de esta celebración que es, «Nuestra lengua materna: nuestro orgullo, nuestra identidad». También, se tradujo en las lenguas que nos identifican como una cultura diversa.

– En Boruca: Div tégat: div shúguev, div sót.

– En Ngäbere: Ni blite kugwe nigwe biti: utuäte krubate, ni ngäbere bä erere.

– En Cabécar: Sá ditsö ktö: sigëi tai, sá kawák ser dël

– En Bribri: Se’ ujtö we tsikine se’ ta: dör se’ iyí se’ wakdë

– En Malecu: Ma jaíca suírra: ma lhútu putúconh, tiá ma pucá suí.”

Mantener nuestra lengua materna es precisamente mantener nuestra cultura e identidad. Debemos conservarla y defenderla.

Dios quiera que a través de celebraciones como ésta más bien la fortalezcamos y podamos transmitirla a las nuevas generaciones.

Ética y estética de una sociedad decadente

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

La decadencia cultural de una nación, o incluso de un área continental entera, dentro de determinado período histórico, es un evento paulatino que se expresa en muchas dimensiones hasta alcanzar la totalidad de la vida social. A la decadencia ética, en la que el cinismo tanto como la mentira y la hipocresía no conocen límites, se une la que se pone de manifiesto en el plano estético que impide a la gran mayoría de la población apreciar, y valorar en su justa medida la belleza o singularidad del patrimonio cultural de una ciudad, por no decir de una nación entera.

La ciudad de San José, capital de la centroamericana (a pesar suyo) Costa Rica, una ciudad que en los años cincuenta del siglo pasado, apenas había superado los cien mil habitantes, fue perdiendo su patrimonio histórico cultural y la estética arquitectónica que la habían venido caracterizando, a partir de la segunda mitad del siglo XIX y durante la primera del siglo XX, un período de casi un siglo durante el que alcanzó su mayor esplendor, convirtiéndose después de manera gradual en una aglomeración urbana, cada vez más horrible, e incluso disfuncional para sus moradores originarios, que perdió esas cualidades que la hicieron destacable en estas latitudes, además de perder eso que alguna gente llama el “rostro humano” de la ciudad.

Con el derribo del Palacio Nacional, diseñado  por arquitectos y empresarios alemanes, entre 1855 y 1857, durante la gestión del presidente Juan Rafael Mora Porras, a mediados de los 1950 dio inicio esta involución que nos lleva dejar de ser el París en miniatura( María del Carmen Araya Jiménez SAN JOSÉ De “París en miniatura” al malestar en la ciudad EUNED  Costa Rica 2010) para convertirnos en un espacio urbano hostil al ser humano de carne y hueso, además de destructor del tejido social, y jamás un espacio para el “ocio creador” de otros tiempos. (Don´t forget the meaning of this ancient sentence: wasting time, wasting money).

Unido a todo este proceso de decadencia estética, encontramos que de manera paralela, y a escala planetaria existe un culto a la degradación ética que encuentra su correlato en una refinada estética. Puedo dar fe de ello, a lo largo del medio siglo transcurrido desde el golpe militar al presidente chileno Salvador Allende, ocurrido en el mes de septiembre de 1973, que me llevó a conocer la prisión e incluso la tortura en el Estado Nacional de Santiago, poco tiempo después, sin pretender por ello la condición de mártir, ni mucho menos la de héroe ni cosa que se le parezca, en cambio esa circunstancia adversa de entonces me permite ahora, hurgando en mis recuerdos, traer a cuento el inesperado y feliz encuentro que tuve con la impecable obra literaria del escritor neoyorkino, de origen italiano, Mario Puzzo, titulada EL PADRINO (GOODFATHER), una vez que me permitieron abandonar aquellas instalaciones deportivas convertidas en campo de concentración para miles de presos políticos, por parte de los militares chilenos, principales protagonistas de aquella dictadura que recién empezaba.

Estando en la Embajada de Costa Rica, en Santiago de Chile, me encontré con un ejemplar de mencionada novela de Mario Puzzo, de cuya lectura disfruté página a página, unos años antes de que Francis Coppola, el gran director cinematográfico estadounidense, lanzara al público la gran saga fílmica de Don Coleone, como una especie de gran fresco acerca de la conformación y hasta si se quiere fenomenología de esa particular institucionalidad de la dinástica familia de la maffia siciliana, a lo largo del siglo XX. Con actores como Marlon Brando y Al Pacino esa obra, llevada al cine durante los años setenta, se transformó en un clásico y en la expresión de una elaborada, además de refinada estética, vinculada a un particular universo y a unos personajes de muy dudoso comportamiento o filiación ética.

En la segunda película de la saga de Don Coleone, cuyo inicio se ubica alrededor de 1945, nos encontramos con un fascinante contraste entre las distintas formas que puede asumir la violencia organizada en las sociedades contemporáneas. El hijo del huérfano siciliano, que creó la dinastía en la ciudad de Nueva York, regresa de la recién concluida Segunda Guerra Mundial convertido en un héroe a los ojos de los suyos, e incluso de los allegados más cercanos que acuden a una fiesta familiar. Pronto el joven oficial estadounidense de apellido Coleone tendrá que dejar el elegante uniforme militar para ponerse al frente del ejercicio de la violencia, de una manera radicalmente distinta, a raíz de un atentado contra su padre proveniente de otras familias de la maffia interesadas en incursionar en el negocio de las drogas, el que el primer Don Coleone rechaza. Después de estar al frente de numerosos soldados en el campo de batalla, en el transcurso de una guerra regular, se ve sometido a la presión del clan, debiendo acatar instrucciones de gentes al parecer no tan calificadas como él, incluso acerca de qué tipo de armas emplear como ejecutor de un crimen o venganza, después del que deberá huir y refugiarse en su Sicilia natal.

Con el tiempo, más de un cuarto de siglo después, el segundo Don Coleone se verá enfrentado a la gran tragedia de su larga vida, cuando se ve obligado –una vez más- a volver a Sicilia, por razones que oscilan entre lo estético y lo familiar, un medio en que las diferencias y las venganzas o vendettas continúan, aún dentro de su propia familia. Es ya en la tercera película de Francis Coppola, cuando irrumpen en escena los compases musicales, las voces y la extraordinaria coreografía de la gran ópera de Pietro Mascagni (1863-1945) “Cavaleria Rusticana”, una tragedia típicamente siciliana expresada en una obra del género dramático que conoció el éxito, desde de su primera representación en 1890 y que ha continuado in crescendo, dándole una tonalidad estética impresionante, paradojal y conmovedora a la vez, a uno de los momentos más dramáticos de la saga familiar de los Coleone. Presente en Sicilia, para la representación de la ópera de Mascagni, donde su hijo actuará como una voz destacada, por presión de su segunda esposa estadounidense, y madre de sus dos hijos, será testigo de la violencia entre los distintos clanes en el propio Teatro (convertido en teatro de operaciones, por decirlo en la jerga militar), mientras de fondo aparecen las escenas más violentas de la propia opera y con el fondo de la música del increíble, además de lírico e incluso lánguido INTERMEZZO de la Cavaleria Rusticana. Al salir del Teatro, una bala dirigida hacia él alcanza a su hija, la que muere en sus brazos, mientras el eco de la música se va apagando, en tanto que en el epílogo que se muestra en las últimas escenas, al parecer muchos años después, el protagonista aparece en una silla de ruedas no sabemos si evocando un pasado lejano, durante el cual, y a lo largo de varias décadas décadas había procurado adecentar y legitimar el negocio que había heredado de su padre. De manera, simultánea un Papa había sido asesinado (quien poco antes de ser electo le había mostrado al mismo Coleone la imposibilidad de una Europa Cristiana, dada su impermeabilidad o rechazo implícito del mensaje esencial del Jesucristo histórico, a semejanza de lo que para él ocurre con una piedra en el agua) y un escándalo se había desatado en las finanzas del Vaticano, con cuyo banco Coleone habría tratado de hacer negocios. En fin, la estética y la ética aparecen entremezcladas en el estrecho marco de una dialéctica imparable, y reducidas ambas al principio de suma cero, dentro del despliegue de un mundo y una sociedad cada vez más complejos.

UCR: Comida tradicional costarricense es sujeta de estudio y promoción en proyecto de acción social

El Casado es una comida tradicional completa.

Autoría: Esteban Umaña Picado (Periodista Unidad de Comunicación Vicerrectoría de Acción Social)

En el planeta se produce la suficiente cantidad de toneladas de platos básicos para solventar las necesidades nutricionales de la humanidad. Sin embargo, la alimentación es un tema aún más complejo que va más allá de los aspectos biológicos de nuestra especie, distribución y acceso, cultura, economía, calidad, producción y sostenibilidad son aspectos fundamentales en el cumplimiento del derecho humano a la alimentación, así lo afirma Patricia Sedó Masís, de la Escuela de Nutrición (ENu) de la Universidad de Costa Rica (UCR) y coordinadora del proyecto de acción social Tradiciones alimentarias y cocina patrimonial de Costa Rica: acciones para contribuir a su salvaguardia (EC-436).

El proyecto se ubica dentro de la ENu como un programa que lidera el accionar de todo lo relacionado con la cocina costarricense, se enmarca en los objetivos de la agenda 2030 en donde se espera reducir el hambre y en donde los alimentos sean suficientes, nutritivos y culturalmente aceptables, es decir en donde se rescate la comida tradicional costarricense y sea nutricionalmente balanceada.

Dentro de sus objetivos se encuentran: generar material técnico para profesionales en nutrición, desarrollar material y actividades educativas para las comunidades y posicionar la comida tradicional costarricense en la agenda de las instituciones nacionales. Por otro lado se explora el contexto, cómo se producen los alimentos, cuándo y cómo se consumen, el carácter cotidiano y festivo además de su valor nutricional.

Como parte del proyecto se realizan  actividades educativas y de difusión sobre tradiciones alimentarias nacionales,  se desarrolló el taller de capacitación «Somos Maiceros»,  y hubo participación en la Cátedra Patrimonio y Diversidad Cultural coordinada por la Escuela de Antropología. 

Asimismo, se han elaborado publicaciones comoRecetario sobre preparaciones propias de la cocina tradicional de Costa Rica de bajo costo y alto valor nutricional. Como respuesta a los problemas de acceso a alimentos durante la pandemia por COVID-19, el proyecto realiza publicaciones periódicas en redes sociales, maneja la página «Costa Rica, Alimentos y Cultura», y edita e imprime el fascículo sobre la cultura maicera en Costa Rica.

Gallo pinto

Caso del Gallo Pinto

La investigación es una de las actividades sustanciales del proyecto y uno de los resultados concretos que arroja, es el caso del gallo pinto, un plato tradicional que se conoce en todo el terreno nacional, permanece en el tiempo, se aprovecha en diferentes tiempos de comida durante el día y cuya combinación de un cereal como el arroz, con una leguminosa como los frijoles lo convierte en un plato nutricionalmente completo, declaró Sedó.

Parte de la población con la que se vincula el proyecto son las personas adultas mayores del Programa Integral del Adulto Mayor (PIAM) que asistieron al curso: “ Alimentación Saludable”.

Emilia Villalobos, estudiante del PIAM afirma que en el curso le están enseñando criterios para tener una alimentación balanceada en la tercera edad.  Nos han abierto un panorama nuevo donde uno antes creía que estaba comiendo sanamente y saber que hay cosas que podemos mejorar en nuestra alimentación, como la hidratación que es tan importante en la edad de nosotros”, añadió.

Por su parte Carlos Ruiz, también del PIAM destaca que ha cambiado su visión de la alimentación con el curso. “Aunque en mi casa siempre intentamos comer sano, como por ejemplo tratamos de incluir ensaladas, este curso profundiza más sobre cómo hay que repartir las proteínas, los minerales y qué productos tienen esas características, entonces le permite a uno ir seleccionando y armando un menú que sea más saludable”, detalló Ruiz.

DE LA ESTULTICIA Y EL LARGO CAMINO HACIA EL OLVIDO

Columna Libertarios y Liberticidas(26)
Tercera época
Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

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La estulticia de los gobernantes, y de buena parte de las gentes de la llamada «sociedad civil» costarricense de la segunda mitad de los años cincuenta del siglo anterior, no soportó la presencia de la historia viva, expresada en el extraordinario patrimonio arquitectónico que nos dejaron las generaciones anteriores, a lo largo de un siglo, pues según esas gentes había que modernizar la capital de la República llenándola de horribles edificaciones de varilla y cemento, todas casi idénticas y espantosas. La encarnizada destrucción del Palacio Nacional, edificado entre 1855 y 1857 por un arquitecto alemán, hasta entonces sede de la Asamblea Legislativa de Costa Rica es equivalente en nuestro medio a la quema (o alguna de las sucesivas destrucciones) de la Biblioteca de Alejandría, por parte de monoteístas cristianos o musulmanes, en dos momentos históricos diferentes, ateniéndonos a la especificidad del contexto histórico, social y cultural en el que tales hechos se produjeron. Ni siquiera vale la pena lamentarse, somos el país que nunca fue, a pesar del pretencioso chauvinismo con el que miramos hacia las otras naciones de la América Central, las que por cierto han conservado su patrimonio arquitectónico.

Nos convertimos en un país sin historia, a la pérdida del patrimonio cultural strictu sensu siguió un extendido analfabetismo por desuso, donde no hay lectura e investigación que llegue a grandes sectores de la población, la que hoy está inmersa en los avatares de la globalización, la que nos rotula como seres sin identidad propia. Sucede, entonces, que al no estar visibles los lugares donde ocurrieron los hechos históricos de más importancia, de los que ya no hay evidencia material, su recuerdo se diluye de la memoria de las gentes, sobre todo de las mayorías populares. Las siguientes generaciones difícilmente se van a identificar con algo que no ven, pasan preguntando donde quedaba la plaza tal o la institución llamada…no es posible que las hagan suyas, más allá de la «aburrida» lectura a la que son obligados dentro de la educación formal.

En medio de todo esto, nos encontramos con que el PLN o Partido Liberación Nacional, que alguna vez fue el partido político más importante en este país no existe como tal desde hace muchos años, lo que quedó fue la franquicia electoral de la que disfrutan los herederos de los padres y abuelos fundadores quienes quedaron reducidos a la condición de estatuas, cuando no condenados al olvido, ahora es una fábrica o sindicato para hacer diputados YES MEN AND ALSO YES WOMEN, como dijo con acierto el recordado Alberto Cañas Escalante.

Del socialismo democrático, o de algo así, del que tanto se hablaba en tiempos de Rodrigo Facio Brenes, Daniel Oduber Quirós, Carlos Luis Jiménez Maffio, Luis Alberto Monge, Rodolfo Solano Orfila, los hermanos Fernando y José Manuel Salazar Navarrete, Enrique Azofeifa Víquez, Cecilia González, Jorge Luis Villanueva, Piquín Garro, Fernando Volio Jiménez, Manuel Carballo y tantos otros, de grata memoria, no quedó ni el recuerdo, es como si no hubiese existido ni siquiera como la formulación de una política posible o, al menos utópica en el mejor sentido del término.

El Manifiesto de Patio de Agua para una revolución democrática de 1968, suscrito por tantos socialdemócratas de entonces, que tanta ira suscitó en el diario La Nación y en toda la derecha cavernícola de aquel gobierno reaccionario de José Joaquín Trejos, al parecer quedó para la crítica devoradora de las ratas como dijo Karl Marx, a propósito de uno de sus textos de juventud.

Lo mismo sucede en cuanto al Keynesianismo rooseveltiano de don José Figueres Ferrer –por así llamarlo- con sus políticas redistributivas del ingreso, la intervención del estado para regular el mercado y los salarios crecientes, un tema del que creo que muchas gentes de este cambio de siglo ni siquiera han oído hablar, además de que es una herejía o quienes lo hagan estarían incurriendo en el dogmatismo cuando lo políticamente correcto es ser pragmáticos, FOR EVER, entre los politiquillos que usufructúan de lo que quedó del viejo PLN, beneficiándose de un modelo económico en el que la libre competencia no pasó de ser un slogan. Muchos piensan que es mejor seguir las enseñanzas económicas neoclásicas de la Escuela de Chicago, con Von Mises y Hayek como obispos y profetas precursores, aunque sin aplicar sus consabidos preceptos.

Ahora hay que vender, malbaratándolas a precio de remate, las instituciones que se hicieron con los esfuerzos de todos los costarricenses, una tarea que deja inconclusa, aunque bastante encaminada, el cortesano Carlos Alvarado, para lo que tuvo la decisiva ayuda parlamentaria de los diputados del PLN PAC PUSC y demás partidos de la coalición gobernante que se integró en abril de 2018, con el concurso no tan periférico de los panderetas del RN y NR.

No hay duda, a falta de otras señales, de que Rodrigo Chaves se encamina por esa ruta, tras vencer en unas elecciones donde los poderes fácticos hicieron hasta lo imposible para impedir su llegada a la Casa Presidencial del barrio de El Zapote, en una de las campañas políticas más sucias de nuestra historia reciente. ¿Podríamos darle, al menos, el beneficio de la duda al recién llegado? ¿Se atreverá a obligar a los grandes evasores tributarios a pagar la inmensa deuda que han acumulado con el fisco? ¿detendrá o podrá detener la liquidación de la Caja Costarricense de Seguro Social y el saqueo sistemático de sus dos regímenes? ¿La Nación y los grandes medios de la radio y la TV le pagarán al fisco, en valores indexados al presente, sus franquicias para seguir utilizando el espacio radioeléctrico o, en su defecto, el nuevo presidente tendrá que sobornarlos? ¿Se terminarán las cochinillas y las trochas? La lista es muy larga.

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LO QUE SE NOMBRA, ES

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

En días pasados estuve en medio de una interesante reflexión sobre lenguaje, significados y procesos políticos, a propósito de las distintas formas mediante las cuales se nombra, renombra y reconoce a la región centroamericana.

Esta discusión, desarrollada en el marco de una red regional sobre movilidades humanas, apuntaba a la necesidad de “desescalar” (palabra de moda) algunas nociones que desde fuera de la región se erigen.

En concreto conversábamos sobre el tan llevado y traído concepto de “triángulo norte” utilizado para designar a los tres países que conforman justamente la parte norte Centroamericana: Guatemala, El Salvador y Honduras.

Bajo este concepto, se ha impulsado la idea de que se trata de países violentos, ingobernables, institucionalmente débiles y con altos niveles de impunidad y corrupción.

Sin embargo, obvia la noción que los tres países cuentan con poblaciones, historias, conocimientos, geografías culturalmente vivas, presentes y ciertas. Los saberes ancestrales en la región centroamericana son quizá su mayor activo, su principal patrimonio y se basan justamente en una idea de circularidad que rompe cualquier estructura piramidal con la que suelen identificarse.

El origen de esta idea de triángulo norte, tiene en realidad un sustento material cargado de violencia y extracción. Se trata del exterminio de tres comunidades de la etnia ixil a manos del ejército guatemalteco ya que se les ligaba con la guerrilla en aquel país.

Luego su uso derivó en tantas otras acepciones, homogenizando realidades distintas, convirtiéndolas en una sola idea, cuando tienen particularidades históricas, culturales y poblacionales ricas y diversas. Incluso las formas de nombrar la región están cargadas de un intenso sentido negativo qué hay que discutir.

Entre el triángulo norte y el “ shithole countries” utilizado por el expresidente Trump para referirse a algunos de nuestros países hay discursos que deben ser desmontados, incluso desde la academia.

Es importante dar este paso. Plantearse nuevas formas de nombrar lo que es, recuperando su naturaleza inicial y no la aberración discursiva con que suelen nombrarse nuestras realidades.

Declarada Institución Benemérita la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano

Vladimir de la Cruz

Declarada Institución Benemérita la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano, en el campo de la Educación Pública, la Historia Patria y la Paz Social, en beneficio del Pueblo costarricense.

Después de varios meses de trámite legislativo, por iniciativa del Diputado Wagner Jiménez Zúñiga, ayer fue declarada Institución Benemérita, la Biblioteca Nacional de Costa Rica, que lleva de nombre el del ilustre educador y ex Ministro de Instrucción Pública, también Director de esa Biblioteca, Miguel Obregón Lizano.

La Biblioteca Nacional junto al Archivo Nacional, al Instituto Físico Geográfico, al Registro Civil, al Registro Público, entre otras instituciones que surgieron a finales del siglo XIX, son las instituciones que preservan, guardan y rescatan la información más importante de la Memoria Nacional Costarricense, de la Identidad Nacional, del Patrimonio Cultural de la Nación costarricense.

Por Ley la Biblioteca Nacional recopila, conserva y difunde el patrimonio documental de nuestro país, constituido por periódicos, libros, revistas, mapas, fotografías, música, audiovisuales, entre otros. Es también depositaria de toda publicación o producción hecha en Costa Rica, que por ley debe entregar al menos tres ejemplares de cada obra.

La colección principal de la Biblioteca viene desde las publicaciones hechas en 1833, cuando la Imprenta tenía tres años de haber llegado al país y empezaban a imprimirse obras en Costa Rica, entre ellos periódicos. En sus colecciones también hay documentos extranjeros desde el siglo XVII.

La Biblioteca Nacional conserva también obras de artistas, de todas sus ramas, escritores, músicos, obras literarias de todo tipo de materias y temáticas, que permiten ver, estudiar y analizar la Historia Patria, en todas esas dimensiones en la particularidad de cada una de las diferentes épocas que se quieran abordar con toda esa documentación.

Entre sus principales actividades y funciones la Biblioteca difunde, a escala planetaria, toda la Bibliografía Nacional, e informa de esa manera de las obras que se publican en el país, llevándole el pulso al día a esta producción.

Con la actual Directora, Laura Rodríguez, la Biblioteca Nacional avanzó, desde hace poco más de diez años, a la digitalización de sus colecciones, con lo cual hoy ofrece digitalizados más de 170.000 documentos como periódicos, revistas, libros, fotografías, música, audios, mapas, planos, caricaturas, biografías, entre otros y publicados desde el siglo XIX y hasta hoy. Además, ofrece 11 servicios virtuales, todos estos programas con sus contenidos con acceso abierto y disponible las 24 horas del día, con una visita de más de seis millones de personas de 155 países.

Como parte de esta modernización la Biblioteca Nacional hoy tiene más de 10.000 seguidores en sus redes sociales, con una intensa actividad de foros, debates, presentaciones de libros, recitales de poesía, de exposiciones de obras artísticas y de libros o documentos, de colecciones especializadas por temas, conferencias etc.

“La Biblioteca Nacional “Miguel Obregón Lizano”, como dice el expediente legislativo de su Benemeritazgo, es la memoria de nuestra Nación y una herramienta invaluable que democratiza la información y el conocimiento. A lo largo de su ya dilatada existencia, ha contribuido al desarrollo de nuestra identidad nacional, así como a la construcción de una sociedad costarricense más crítica y equitativa.”

De los reconocimientos públicos que ha venido haciendo la Asamblea Legislativa recientemente éste es de los más importantes, si no el más significativo y valioso.

La Biblioteca Nacional es una de las instituciones más emblemáticas, casi un Símbolo Nacional, de carácter republicano, nacida al calor del movimiento liberal costarricense del siglo XIX, que recoge la huella de los Padres Fundadores de la Patria y de la República costarricense.

En todos los países, que se precian de su cultura y sus valores históricos, la Biblioteca Nacional, es una institución estelar, principal, rectora en el campo de las bibliotecas regionales o existentes. Así son las Bibliotecas Nacionales de España, de México, de Francia, la del Congreso de los Estados Unidos, de Venezuela, por citar algunas. La misma UNESCO, el organismo de cultura de las Naciones Unidas, desde hace más de 30 años ha venido haciendo estudios importantes sobre el papel de las Bibliotecas Nacionales de los distintos países, para contribuir incluso a desarrollar Bibliotecas Nacionales en los países subdesarrollados, en vías de desarrollo, menos desarrollados o pobres del mundo, según las denominaciones de la misma UNESCO.

Por el origen de la Biblioteca Nacional, y por quienes la impulsaron, la Biblioteca Nacional “Miguel Obregón Lizano”, es de primer mundo en su concepción, está a la altura de los países desarrollados. Sin embargo, la autoridad superior del Sistema Nacional de Bibliotecas, que existe en el país, sin tener claro este papel, ha reducido la Biblioteca Nacional a un simple Departamento, y por el camino que lleva contra la existencia de la Biblioteca Nacional la convertirá en una simple Oficina, cuando es la Biblioteca Nacional la que debería ser rectora de toda la política bibliotecaria nacional.

Pareciera que de esa forma la quiere destruir, pulverizar, desaparecer, asfixiar restándole personal, limitándole recursos.

Las Bibliotecas Nacionales son tan importantes como que la Biblioteca Nacional Judía fue creada 50 años antes del surgimiento del Estado de Israel. En algunos países se han desarrollado también Bibliotecas Nacionales Temáticas.

Lo que realmente importa, para el caso nuestro, es que el ámbito de los servicios de las bibliotecas regionales, adscritas al Sistema Nacional de Bibliotecas, sacando a la Nacional, como lo vienen haciendo, no tienen la importancia ni la capacidad de atender las necesidades propias de esas bibliotecas o de asistir a la Biblioteca Nacional, como contrapartida, en facilitar determinados servicios concretos al país y a los ciudadanos visitantes de la Biblioteca Nacional.

Es la Biblioteca Nacional la que tiene esa capacidad de asistencia a todas las bibliotecas del país, aunque la Directora del Sistema Nacional de Bibliotecas no lo entienda y opere diariamente por liquidar a la Biblioteca Nacional, convirtiéndose en la práctica en su enemiga pública número uno, y dañando con ello la labor e imagen de la propia Ministra de Cultura, y del Gobierno del Presidente Carlos Alvarado.

La Declaratoria de Benemeritazgo a la Biblioteca “Miguel Obregón Lizano” se debe al esfuerzo del diputado Wagner Jiménez Zúñiga, a los que en la Comisión legislativa que estudió el Proyecto de Ley de Benemeritazgo, y a quienes en la Comisión Plena del Congreso lo han apoyado y, especialmente, a la Directora de la Biblioteca Nacional Ms. Laura Rodríguez, con su trabajo, empeño y dedicación que ha mantenido la Biblioteca a flote contra los intentos institucionales, que desde la dirección del Sistema Nacional de Bibliotecas, la han querido hundir y destruir. Desde allí no se movió un dedo para lograr la Declaratoria de Benemeritazgo de la Biblioteca Nacional.

La Declaratoria de Benemeritazgo ha de servir para salvar a la Biblioteca Nacional de quienes, desde el Ministerio, de manera más precisa, desde el mismo Sistema Nacional de Bibliotecas quieren liquidarla. Debe servir, también, para apoyar los ingentes esfuerzos que hace la Directora de la Biblioteca, en colaboración estrecha con el Benemérito Cuerpo de Bomberos, por garantizar su mejor cuido procurando darle un sistema moderno de protección de incendios, que requiere en apoyo todavía mucho dinero. Y, ojalá sirva, también, para procurarle alianzas estratégicas con otras Bibliotecas Nacionales de otros países, con la ayuda de sus Embajadores acreditados en nuestro país.

Al personal abnegado de la Biblioteca Nacional, a su Directora Laura Rodríguez, el mejor reconocimiento a su abnegado trabajo es la Declaración de Benemeritazgo a la Biblioteca Nacional que ha hecho ayer la Asamblea Legislativa.

¡Larga vida a la Biblioteca Nacional!