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Etiqueta: Turrialba

Los vestigios de un puente centenario

El vetusto puente, sostenido sobre la roca central del cauce del río Reventazón y el bastión de la ribera derecha. Foto: Luko Hilje.

Publicado originalmente en le revista digital europea MEER

Luko Hilje Q. (luko@ice.co.cr)

Tuve la fortuna de laborar por 13 años como entomólogo agrícola y forestal en el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), ubicado en Turrialba, tras lo cual fui honrado con el título de profesor emérito, por lo que todavía mantengo vínculos con tan querida institución. Aún más, siempre viví en su campus, en el sector denominado 109, y tan cerca del otrora caudaloso río Reventazón, que su apacible rumor nos arrullaba todas las noches, como trasfondo de los incesantes y gratos coros de grillos, ranas y cuyeos. ¡Ah noches plácidas, de naturaleza pura!

Sin embargo, nunca reparé en que un poco aguas abajo del largo puente que desde inicios de 1962 permite la comunicación entre las ciudades de Turrialba y Siquirres —localizado a unos 200 metros de nuestra casa, en línea recta— hay vestigios de un puente metálico de gran significado histórico. No es fácil observarlo, pues está bastante escondido entre la vegetación de ambas riberas. Eso explica que nunca lo viera —a pesar de mi prolongada estadía ahí—, aunque lo cierto es que las innumerables veces que transité por ahí fue en automóvil, concentrado en manejar por las escarpadas, retorcidas y peligrosas pendientes de la cuenca del río.

Irónicamente, no fue sino cuando ya vivía en Heredia que, ante una pregunta que le hice para un libro que estaba escribiendo, mi amigo Manuel Barahona Camacho me envió una fotografía del antiguo puentecito, enmarcado en una espléndida floración anaranjada de árboles de poró. ¡Una auténtica postal!

Fue así como me propuse conocerlo de cerca. Por tanto, junto con mi ex asistente Arturo Ramírez Naranjo, en numerosas visitas a Turrialba he recorrido varias veces su entorno inmediato, y tomado decenas de fotografías. Para entonces ya me había sumergido en abundantes y añosos documentos en el Archivo Nacional, que me permitirían desentrañar la historia de ese sitio, que quedó plasmada en dos artículos académicos, publicados en revistas universitarias.

El piso del viejo puente, visto desde el cauce del río. Foto: Luko Hilje.

Ahora bien, puesto que este año se conmemora el centenario de la inauguración del citado puente, en el presente artículo deseo hacer un resumen de su historia. Al respecto, el lector puede consultar nuestro artículo Los puentes en Angostura, Turrialba, el cual apareció en el 2017 en la revista Comunicación (26(2): 97-127), del Instituto Tecnológico de Costa Rica.

Una alternativa al camino de Matina

Durante la conquista del territorio de Costa Rica por parte de los españoles, se necesitaba una vía que comunicara el litoral del Caribe con Cartago, la capital de entonces. Y fue así como se abrió el célebre y hasta mítico camino a Matina, que era una trocha por terrenos de muy densas selvas y escabrosa topografía. Al respecto, cabe acotar que en 1838 el ingeniero inglés Henry Cooper Johnson hizo un puntilloso reconocimiento de dicha ruta, y nos legó un muy detallado relato de su curso. En años recientes, con la ayuda del amigo Juan Manuel Castro Alfaro, topógrafo y gran conocedor del territorio nacional, fue posible trazar ese curso sobre las actuales hojas cartográficas del Instituto Geográfico Nacional, y así elaborar un mapa veraz y de gran calidad estética —gracias al amigo Felipe Abarca Fedullo—, que aparece como un anexo de mi libro Turrialba en la mirada de los viajeros.

En su relato, Cooper comunicó al gobierno del mandatario Manuel Aguilar Chacón —que fue el que le encomendó esa delicada y extenuante labor— lo adversas que eran las condiciones para establecer una ruta firme, para que transitaran por ahí los centenares de carretas tiradas por bueyes que trasegarían el café que se deseaba exportar a Europa. Y, aunque extensos trechos del camino eran inapropiados, al acercarse a la ribera del río Reventazón era «donde la chancha torcía el rabo». En efecto, en un paraje no muy lejano de la actual ciudad de Siquirres —zona donde ya está explayado el río—, su cauce era excesivamente amplio, y portador de un desmesurado caudal. Tan es así, que el ancho del cauce era de unos 100 metros en tiempo normal, y de hasta 250 metros cuando arreciaban los temporales y había lluvias torrenciales.

El bastión de la ribera izquierda y la roca central del cauce. Foto: Luko Hilje.

Ese paraje estaba cerca de La Junta, donde en 1882 la Northern Railway Company tendió un puente ferroviario de dos cuerpos, de 198 m de extensión, el cual se puede observar hoy desde la ruta 32, aguas abajo y no muy lejos del actual y muy extenso puente del Reventazón. En aquella época, todo cuanto había ahí era un par de ranchos pajizos, y se denominaba La Canoa, porque era donde había una canoa para cruzar el río. Las canoas podrían transportar personas y bultos pequeños, pero jamás miles de sacos de café.

En síntesis, por la amplitud del cauce y las correntadas, con las tecnologías de la época no era viable construir un puente para carretas en tan amplio cauce, ni tampoco colocar una barcaza o “ferry” sujetada a un cable o andarivel, como la que existió en el río Barranca, de modo que las carretas no tuvieran que vadear este río para llegar a Puntarenas. Por tanto, había que buscar una opción para soslayar el Reventazón por otra zona, aguas arriba.

El sitio ideal para tender un puente

Aun así, sin haber visualizado una solución técnica para este nudo gordiano, Braulio Carrillo Colina —quien derrocó a Aguilar—, optó por mejorar la vereda existente, en vez de abrir una nueva por otro lado, y cuando ya se había avanzado unos 63 kilómetros, en 1842 fue Carrillo el depuesto por el general Francisco Morazán, quien dejó al garete la obra. Sin embargo, tan importante era ese camino para el desarrollo del país que, al ascender a la presidencia Juan Rafael (Juanito) Mora Porras, le dio prioridad y, con gran ejecutividad, menos de seis meses después, en junio de 1850, lograba que se estableciera la Sociedad Itineraria del Norte para que se dedicara a la construcción del camino.

Este ente público-privado entró en acción con prontitud, y ya para diciembre había contratado una cuadrilla de baquianos, encabezada por Antolín Quesada —mestizo oriundo de Paraíso— para que, a partir de Urasca, en el valle de Orosi, recorriera el Reventazón en busca de un punto estrecho, donde se pudiera tender un puente para carretas. Después de una semana de arduas labores y penalidades por la impenetrable y escarpada ribera izquierda del río, la empresa fue coronada con éxito, pues en medio de aquellos silenciosos boscajes, de súbito los exploradores hallaron dos angosturas, no muy lejos de Turrialba; para entonces, este villorrio se asentaba no en el valle actual, sino en las lomas de Colorado, a unos 10 kilómetros del río Reventazón.

El puente ya inaugurado, el 3 de junio de 1923. Foto: Manuel Gómez Miralles.

Informada de tan importante hallazgo, en enero de 1851 la Sociedad envió una comitiva para verificar tal descubrimiento, lo cual alegró mucho a todos pues, efectivamente, ahora se contaba con dos puntos aptos para el proyecto de puente. Aún más, si bien estaban muy cercanos entre sí, el primer estrechamiento tenía la inmensa ventaja de que en medio del cauce del río había una inmensa roca, la cual podría servir como un soporte natural para afianzar bien el puente. Así que…, ¡manos a la obra!

Sin embargo, no todo era tan sencillo, y demoró un año el planeamiento, la búsqueda de financiamiento y la ejecución de la obra. En efecto, para inicios de 1852 ya estaba construido ahí un puente de siete vigas o troncos de unos 22 metros de longitud, colocados sobre bastiones de cal y piedra. Su diseño e instalación fueron ejecutados por el empresario y agricultor catalán Buenaventura Espinach Gual, quien era el presidente de la Sociedad.

Fue justamente por esa época que apareció en escena el barón Alexander von Bülow, ingeniero y economista alemán que lideraba los esfuerzos de la Sociedad Berlinesa de Colonización para Centroamérica, orientados a establecer asentamientos agrícolas en nuestro istmo. Tras sendos fracasos en Guatemala y Nicaragua, por entonces no sabía dónde fundar uno en Costa Rica, pero, al enterarse de los avances de la Sociedad Itineraria del Norte, les propuso un pacto. Se trataba de instalar una colonia alemana en Angostura —nombre adquirido gracias al hallazgo de Antolín Quesada— y, desde ahí, construir un camino hasta Moín o Limón, donde además se erigiría una ciudad-puerto.

Es pertinente indicar que a von Bülow no le satisfizo el puente, pues consideró que se necesitaba uno más sólido y confiable, y le encargó el diseño de uno nuevo al ingeniero alemán Francisco Kurtze, quien cumplió a cabalidad la tarea encomendada. No obstante, debido a innumerables dificultades, que aparecen detalladas en nuestro libro La bandera prusiana ondeó en Angostura, ya para fines de 1853 el proyecto de colonia había abortado.

Por fortuna, Kurtze conservó consigo el croquis del puente. Y, para su fortuna, la gran oportunidad vendría, durante el primer gobierno del cartaginés Jesús Jiménez Zamora, quien se empeñó en retomar el proyecto del camino a Limón. Para entonces Kurtze fungía como director general de Obras Públicas, lo que le permitió sugerir y concretar su sueño, de modo que el puente se construyó, y fue inaugurado el 27 de marzo de 1865. Algunos viajeros europeos que pasaron por Angostura en años posteriores atestiguaron la belleza de ese puente de madera, que tenía forma de arco aéreo y con un techo de tablitas de madera de pejibaye, parecidas a tejas. Cabe destacar que, como parte de la meritoria iniciativa del presidente Jiménez, para entonces también se había abierto un tramo de 13,5 kilómetros de camino, que comunicaba Angostura con Cacao, cerca de donde hoy están los caseríos de La Flor y Pilón de Azúcar.

A pesar de ser de madera y estar expuesto a las incesantes lluvias y altas temperaturas que caracterizan a Turrialba, el citado puente duró más de medio siglo, aunque en realidad Kurtze había previsto que duraría de 30 a 35 años. Sin embargo, desde hacía muchos años estaba bastante deteriorado, por lo que se le habían hecho varias reparaciones.

El anhelado puente de metal

Obviamente, urgía contar con un puente más firme y duradero, pero a lo largo del tiempo los gobernantes pusieron oídos sordos al clamor de los vecinos. Y no sería sino hasta 1923, con el advenimiento del gobierno del ramonense Julio Acosta García (1920-1924), líder del movimiento popular que destronó a la dictadura de los hermanos Joaquín y Federico Tinoco, que se acogerían las peticiones de los turrialbeños. No obstante, fueron precedidas por continuos y abundantes reclamos, que la municipalidad local no siempre supo atender.

Al fin de cuentas, surgido de la mente del ingeniero Fernando Cabezas Zaldívar, se contó con el diseño de un puente de hierro, construido en los talleres de la Dirección General de Obras Públicas, de la Secretaría de Fomento. Es decir, fue un puente surgido de mentes y manos costarricenses. Y, una vez que estuvieron listas las diferentes partes de la estructura, fueron transportadas poco a poco hasta Turrialba, en vagones-plataforma de la Northern Railway Company. Correspondió a los maestros de obra Vicente Ramírez y José Hernández ensamblar toda la estructura, que estuvo lista a mediados de 1923. Los costos implicados equivalieron a la hoy risible suma de ₡ 5.565,95.

Es pertinente indicar que, a partir de la ribera izquierda del Reventazón, se instaló un puente corto y con barandas bajas, que permitía comunicar dicha ribera con la gran roca que hay en medio del río. Asimismo, la parte superior de la roca fue acondicionada para facilitar el acceso al nuevo puente, de 24 metros de longitud, con extensiones en cada extremo, para afianzarlo sobre esta roca y el bastión de la ribera derecha.

Enhiesto en medio de aquel entorno de abundante verdor y turbulentas aguas, así como elevado 26 metros por sobre la superficie de la corriente del río, el nuevo puente lucía majestuoso aquella soleada mañana del domingo 3 de junio de 1923, cuando la comitiva encabezada por el presidente Acosta llegó hasta él, para inaugurarlo. De súbito, estaba frente a él un séquito de más de 20 personas, de ministros, invitados especiales y periodistas, etc., a quienes se sumaron unos 50 miembros de la comunidad turrialbeña. En medio del júbilo, y después de la entonación del himno nacional, hubo algunos discursos breves, y el acto alcanzó su clímax cuando, de manera simbólica, se quebró una botella de champán contra una cercha del puente. Casi de inmediato, el sacerdote alemán Santiago Bellut bendijo la tan anhelada estructura.

Poco después, la comitiva partió en sus cabalgaduras hacia la ciudad de Turrialba, donde durante el resto del día se vivió una auténtica fiesta, de la cual quedó un inestimable testimonio en 13 impecables imágenes, captadas por el célebre Manuel Gómez Miralles, quien era el fotógrafo oficial del gobierno de Acosta. Las pude conseguir gracias al recordado amigo Julio Ernesto Revollo Acosta —nieto del presidente Acosta—, y fue así como me fue posible reproducirlas en el artículo ¡Día de fiesta en Turrialba! Un testimonio fotográfico de la inauguración del puente en Angostura, en 1923; éste apareció en el 2019 en la revista Herencia (32(1): 7-23), de la Universidad de Costa Rica.

Cercha del viejo puente, invadida por la vegetación. Foto: Luko Hilje.

Palabras finales

Con los años, conforme el camino hasta Siquirres fue mejorado, e incluso asfaltado, fue este puente el que hizo posible el tránsito de carretas, y después de automóviles, hasta dicha ciudad caribeña. Lamentablemente, la pavimentación del camino que comunicaba Siquirres con Puerto Limón demoraría poco más de medio siglo, al punto de que la comunicación vial desde el Valle Central hasta el litoral Caribe no fue factible sino en la administración de Daniel Oduber Quirós (1974-1978). Fue entonces cuando realmente cristalizó el sueño de los tres mandatarios que más insistieron en integrar la actual provincia de Limón al resto del país: Manuel Aguilar, Braulio Carrillo y Juan Rafael Mora. Para entonces ya se contaba con el actual puente, inaugurado poco antes de concluir la administración de Mario Echandi Jiménez (1958-1962).

Mientras tanto, como testigo mudo de estos y muchos otros aconteceres, ahí están hasta hoy los vestigios del otrora tan útil puentecito, del cual persisten los bastiones de ambas riberas, así como las cerchas de ambos lados, muy oxidadas y carcomidas por la infalible intemperie. Cabe aclarar que nunca funcionó como un puente ferroviario, como lo afirman algunas personas de manera infundada, pues por ese punto nunca hubo línea del tren.

Para concluir, deseo aprovechar esta oportunidad para proponer que la Municipalidad de Turrialba, junto con el Instituto Costarricense de Electricidad, el Instituto Costarricense de Turismo y otros entes locales, impulsen acciones para restaurar ese puentecito, de modo que se convierta en un símbolo, así como en un componente de un circuito turístico del cantón, junto el paraje donde se intentó erigir la colonia alemana en Angostura, la recién restaurada estación del ferrocarril y otros hitos históricos.

Asimismo, sugiero que se bautice el actual puente largo con el nombre de Antolín Quesada, humilde ciudadano de origen indígena, que fue el verdadero descubridor del sitio de Angostura. Por cierto, en 1864 él había efectuado el primer ascenso documentado al volcán Turrialba, junto con los cartagineses Manuel y Francisco Guillén, tras lo cual el farmacéutico alemán Juan Braun organizó una expedición a su cima; Braun dejó un testimonio escrito, que aparece en nuestro artículo Un ascenso histórico al volcán Turrialba, publicado en el 2008 en la revista Herencia (21(2): 79-89).

Así que, amigos lectores, si ustedes desconocían esta historia, la próxima vez que pasen por ahí, agucen su mirada para detectar entre la vegetación ese vetusto pero bello puentecito. Y, al observarlo, podrán revivir en sus mentes las expectativas, vicisitudes, angustias, dolores, celebraciones y alegrías de tantos seres humanos que tuvieron relación con él a lo largo de su historia, las cuales he narrado —al menos de manera parcial— en este artículo.

La Feria del Café de Aquiares: en una comunidad rural y una finca cafetalera centenarias

German Masís Morales

Este fin de semana se realizó la IV Feria del Café de Aquiares (3 presenciales y una virtual en el 2021), en una comunidad rural perteneciente al distrito de Santa Rosa de Turrialba, ubicada al norte de ese cantón cartaginés.

Aquiares, que significa “tierra entre ríos” en el idioma huetar, es una comunidad de 2 mil habitantes, fundada en 1890, que se encuentra entre los ríos Aquiares y Turrialba y se ubica en medio de la finca Aquiares adquirida a principios del siglo XX por la familia Lindo de origen inglés y dedicada a la producción de café, en suelos volcánicos y profundamente fértiles.

La feria que se realiza tanto en el parquecito de la comunidad, como en el beneficio de la empresa Aquiares, que se encuentra frente a la iglesia del pueblo, reúnen en el primer espacio a gran cantidad de microempresarios que venden artículos diversos como alimentos procesados, artesanías en madera, vidrio, arcilla, lana y cuero, plantas ornamentales, maquinaria agrícola y una zona amplia de comidas tradicionales y rápidas. Ahí se ubica también el escenario dedicado a la música y a las actividades culturales que animan la feria.

En las instalaciones del beneficio, se concentran la mayoría de actividades ligadas a la producción de café y a la actividad agrícola, como la venta y degustación de diferentes marcas y tipos de café, las charlas sobre la producción, procesamiento y catación del café, la muestra y venta de equipos para la elaboración de la bebida del café, como prensas, bandolas y cafeteras y productos asociados a la producción del café como sacos, sombreros y ropa alusiva a la actividad.

Entre las marcas y tipos de café, además de la marca principal el café Aquiares y sus tipos de café la Esperanza, Entre Ríos y Centroamericano, en los procesos lavado, natural y honey, se encontraban otros cafés de la zona de Turrialba, como la Misión, Siwabra, Java (producido por el CATIE) y 3 X.  Junto a los cafés turrialbeños, se mostraban y vendían cafés de otras regiones del país, como el Encinal de Tarrazú, Sombra Verde de Sarchí, Coffea Diversa de Biolley de Buenos Aires y el café Monteverde.

A la par de las diferentes marcas y tipos de café, se ofrecían y vendían productos de la zona, como el cacao de las marcas Siwabra, Nórtico y Lola (producido por el CATIE), los quesos de finca Valle Verde y Le Chaudrón, granola y almendras de Turri Nuts, mermeladas y conservas de Productos Alimenticios las Delicias, sangría de maracuya y reposterías de empresas familiares.

En la Feria del Café de Aquiares, se podía disfrutar de otras actividades como el tour del café tanto por la planta del beneficio como por la finca Aquiares, la visita a la finca orgánica las Nubes y a una granja de animales al frente del parquecito, además de la invitación de la Cámara de Turismo de Turrialba, para adquirir los tours por el río Pacuare, el monumento Guayabo y el volcán Turrialba, bajo la marca “Turrialba: ruralmente auténtico”.

En fin que la feria del café de Aquiares, es más que una feria de café, es visitar una comunidad rural, ubicada entre dos ríos y una catarata en las estribaciones de las montañas del norte de Turrialba, inmersa en una hacienda cafetalera, una de las más grandes del Valle Central y con uno de los beneficios de café más antiguos y en donde existe una de las iglesias más bellas del país, una iglesia metálica importada de Bélgica en el año 1925; es toda una experiencia.

Pronunciamiento por la quema en Turrialba

El martes 14 de junio se dio la noticia de una familia indígena Cabécar que acudió a un centro médico en Turrialba, un niño fue diagnosticado con Covid-19 y tres adultos, su madre incluida, fueron aislados en un albergue acondicionado donde esperan los resultados de las pruebas que les hicieron. Desde horas de la tarde medios de comunicación señalaban que un grupo de vecinos del lugar donde se encuentra el albergue, estaban exigiendo que las personas aisladas fueran sacadas del lugar. La situación continuó hasta que en horas de la madruga realizaron una quema frente al albergue.

Esta acción es una expresión de ignorancia y racismo, primero por el desconocimiento respecto a las formas de transmisión del virus y también por ser un acto de intimidación que puso en peligro la integridad de las personas indígenas que se encontraban dentro del albergue.

Esta situación es injustificable y pone en evidencia el racismo estructural que persiste en la sociedad. El trato inhumano contra las personas indígenas por parte de las personas que las estaban instigando debe ser condenado. El hostigamiento no se produce únicamente por la sospecha de la transmisión del virus, es la evidencia de un trato discriminatorio en contra de la población indígena, esta discriminación es cotidiana en una sociedad que siempre nos han visto como “los otros” y lamentablemente sale a relucir en momentos donde deberían estar presentes la empatía y la solidaridad.

Por otra parte, señalamos la exclusión y la invisibilización histórica que el Estado costarricense ha realizado en contra de los pueblos indígenas, que encadenado al racismo y la discriminación generan una enorme amenaza para los pueblos indígenas en la actual pandemia. Los pueblos son afectados de diversas maneras, en primer lugar por el peligro de contagiarse con el virus, a esto también se suma el poco acceso a centros de salud para la atención médica, por ejemplo, la población indígena cercana a Turrialba debe movilizarse por horas y días completos para acceder a un centro de salud y lugares para abastecerse de comida. Esta situación hace más vulnerable a los pueblos indígenas. Si a lo anterior se agrega las acciones de discriminación de parte de la sociedad que les impide acceder a los centros de salud y elementos básicos como el alimento, se genera una situación crítica para los indígenas, que vulnerabiliza sus derechos más elementales.

Denunciamos los actos de racismo y discriminación sucedidos, pedimos a las autoridades su accionar para evitar estas situaciones a futuro, garantizando el derecho pleno a la salud que tenemos todos como personas. Además, pedimos que las poblaciones indígenas reciban servicios de salud que no los obligue a movilizarse fuera de su territorio y sea pertinente culturalmente, esto incluye que sea dado en un idioma propio, respetando los tiempos de las comunidades y respetando las formas propias de medicina de los pueblos indígenas.

Publicado en la página de Facebook del Movimiento Indígena Interuniversitario de Costa Rica.

 

Compartido con SURCOS por Jorge Arturo Chaves Ortiz.

Comunidades de Turrialba rechazan hidroeléctricas de H. Solís

El pasado 20 de julio de 2019, miembros de diversas organizaciones sociales y comunales del cantón de Turrialba, en conjunto con un grupo de estudiantes, profesionales, ciudadanos y ciudadanas de diferentes partes del país, nos reunimos en la comunidad de Torito, con el fin de discutir sobre la amenaza que representa la construcción de nuevas represas hidroeléctricas en este cantón, así como definir acciones para enfrentar dicha amenaza en defensa de nuestros ríos y nuestras comunidades.

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“Ni una represa más” en Turrialba

Realizar un plebiscito para liberar por siempre el cantón Turrialba de nuevas represas hidroeléctricas, es el objetivo de un vigoroso movimiento social que agrupa personas, organizaciones y comunidades, incluidas del territorio indígena cabécar de los ríos Jäküii/Pacuare y Duchï/Chirripó Caribe.

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UCR: Estudiantes usan sus capacidades para impulsar el empoderamiento de las mujeres turrialbeñas

Daniela Muñoz Solano

Periodista Vicerrectoría de Acción Social

El proyecto facilita espacios de aprendizaje de distintas disciplinas y saberes, que se aprovechan para reflexionar sobre temas de género. Foto cortesía del proyecto.

Una clase de inglés, un taller de hidroponía o una clase de cardio baile puede ser el espacio perfecto para fomentar el empoderamiento femenino, y así lo demuestra el proyecto TC- 672 “Empodero: Experiencias que posibiliten empoderamiento, dirigidas a mujeres trabajadoras del hogar de la comunidad de Nochebuena ubicada en el distrito de Turrialba».

En este proyecto, estudiantes universitarios de todas las carreras que se imparten en la Sede del Atlántico de la Universidad de Costa Rica (UCR), ofrecen cursos y talleres con distintas temáticas a las mujeres de la comunidad, con el fin de facilitar espacios de reunión, de construcción colectiva y de empoderamiento, al tiempo que en clase o en charlas se abordan problemáticas como estereotipos de género, autoestima, violencia, conciencia corporal y liderazgo femenino.

“Si convocamos a las mujeres a charlas sobre estos temas, no van, pero a un curso de computación o de inglés, sí van y allí aprovechamos para trabajar estos otros temas que son fundamentales”, cuenta Blanca Luz Sojo, coordinadora del proyecto.

Ana Graciel Ortiz, estudiante de inglés y enseñanza de la música, da clases de inglés básico en Las Colinas, una comunidad de reciente fundación. La estudiante se empeña en dar al grupo de mujeres, no solamente nociones básicas del idioma, sino que aborda durante la clase temas como trabajo doméstico, salud, nutrición y autocuidado.

Espacios para ejercitarse son parte importante del proyecto pues construyen relaciones entre las mujeres y promueven autocuido. Foto cortesía del proyecto.

“A veces ellas sienten que solo estan en casa haciendo nada, aunque están trabajando en casa y cuidando a los hijos que es super importante, ahí en clases nos ponemos a hablar del valor del cuido, de educar niños, de limpiar la casa no sólo para sí mismas, sino para otras personas, de que estudiar o trabajar fuera es importante, pero ser ama de casa no es “no hacer nada”, metemos esos temas transversales durante la clase para que abran la perspectiva a lo valiosas que son y lo mucho que aportan a sus familias y a la sociedad”, cuenta la estudiante.

Viviana Fallas es estudiante del curso de inglés y asiste al de cardio baile (que también imparte el proyecto), es ama de casa, madre de tres y estudiante de informática educativa en la UNED. Según dice, los cursos que ha recibido son excelentes porque todos los días aprende algo nuevo “ya sea para ponerlo en práctica ayudándole a los hijos o en el estudio o más adelante en el trabajo”.

Otra de las beneficiadas con este proyecto es Melissa Mora, vecina de Los Ángeles. Ella ha llevado cursos de diseño, papel y telas, pintura y acondicionamiento físico. “Gracias a ese curso de pintura me di cuenta que tengo esa habilidad, la semana pasada fui a una reunión de los artesanos de Turrialba y me llamaron el fin de semana para decirme que aceptaban mi arte, entonces ahora soy parte de la asociación y eso gracias a los cursos de Empodero. Me siento muy contenta y como mujer me siento realizada y empoderada con respecto a mis habilidades”, afirma con orgullo.

Las mujeres de comunidad de Las Colinas, en Turrialba, participan en diversos cursos que organiza el TCU. Foto: Daniela Muñoz

Doña Gerardina Dittel, vive en Las Brisas en Nochebuena desde hace más de 30 años. Es ama de casa, mamá de 4, abuela de 12 y bisabuela de 4. Relata que asistió el curso de hidroponía y ahora asiste al de inglés, al de manualidades a partir de material de desecho y al de cardio baile. “Los cursos son muy buenos y me sirven para no estar solo en la casa. Yo vengo y me desentiendo un rato de la casa y aprendo, además estoy haciendo algo por mi salud”.

Lorena Gutiérrez es de Barrio Los Ángeles y cuenta que no sabe leer ni escribir, pero que “se las ingenia” y aprovecha los espacios al máximo. Terminó el curso de computación, dos cursos de pintura, otro de manualidades y ahora está aprendiendo primeros auxilios. “A mí me gusta mucho, porque como nunca fui a la escuela, mi mayor logro es apearme del bus y que me vean entrar a la universidad. Ni qué decir cuando he recibido un diploma, aunque no sepa leer ni escribir, yo puedo y por eso aquí estoy”.

 

Información generada desde la Vicerrectoría de Acción Social.

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Los puentes en Angostura, Turrialba

El entomólogo Luko Hilje compartió con SURCOS un artículo reciente de su autoria que invitamos a leer.

Resumen: En Costa Rica, uno de los anhelos de varios gobernantes y en particular de Braulio Carrillo, fue construir un buen camino entre el Valle Central y la costa del Caribe, para favorecer tanto la exportación como la importación de bienes y mercaderías. El camino a Matina, que databa de la época colonial, era inadecuado y, además, obligaba a cruzar el río Reventazón en un paraje inseguro, en las cercanías del actual Siquirres. Por tanto, en el gobierno de Juan Rafael Mora se decidió desechar esa ruta y buscar un mejor sitio para atravesar el río, y fue cuando se localizó Angostura, en Turrialba. En este artículo se documenta de manera detallada, con base en expedientes disponibles en el Archivo Nacional y periódicos existentes en la Biblioteca Nacional, cómo fue que ese punto fue descubierto, así como las iniciativas y las personas que hicieron posible la construcción de los cuatro puentes erigidos ahí a lo largo de 110 años: uno de troncos y calicanto, uno de madera y techado, uno de hierro y el actual puente de acero, levantados durante los gobiernos de Mora (1852), Jesús Jiménez Zamora (1865), Julio Acosta García (1923) y Mario Echandi Jiménez (1962).

Para leer el texto completo puede ingresar en el siguiente enlace:

Angostura-Puentes-Luko Hilje

 

 

Enviado por Luko Hilje.

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Cinco comunidades turrialbeñas recuperan su historia junto a estudiantes de la UCR

  • Proyecto de Acción Social busca rescatar las historias de la comunidad

Cinco comunidades turrialbenas recuperan su historia junto a estudiantes de la UCR
Como parte del proyecto, se organizan «museos comunitarios», en los cuales los vecinos participan con objetos, fotos y vídeos. – foto cortesía del proyecto.

Si bien mucho se conoce del cantón central de Turrialba: su historia, sus artistas y sus aportes al desarrollo nacional, el pasado de muchas de las comunidades aledañas es desconocido aun para las personas que habitan sus calles.

A raíz de la inquietud de que con cada ciudadano o ciudadana que fallece, fallece una parte de la historia de un barrio, es que surge el proyecto de Acción Social “Escribimos la historia de las comunidades de Turrialba”(TC-688), a través del cual las comunidades turrialbeñas de Santa Cruz, San Antonio, El Carmen, Santa Rosa y Aquiares, en conjunto con estudiantes universitarios redescubren colectivamente la historia de sus barrios y antepasados, forjando vínculos que explican su pasado y dilucidan su futuro.

Leonardo Pereira es el docente a cargo y creador del proyecto. Profesor de comunicación y lenguaje, coordinador de extensión cultural de la Sede del Atlántico y, sobre todo, turrialbeño, Pereira relata que fue su experiencia personal la que le hizo entender la importancia de inmortalizar la historia de las comunidades.

Yo soy de un pueblo de Turrialba, de San Antonio, del lado de Santa Cruz. Me gustaba sentarme en el patio de la casa con mi abuelo a escuchar de su vida, sus historias, de cómo surgió el pueblo, de los esfuerzos que tuvieron que hacer para llevar electricidad, tener escuela, construir una iglesia y otro montón de cosas. Cuando murió mi abuelo me di cuenta que con él se fueron sus historias. Hablando con otros colegas y personas nos dimos cuenta que esa era la realidad de muchos pueblos, porque de Turrialba hay mucho escrito, sobre el cantón central, pero comunidades como Santa Cruz, Guayabo, La Suiza, Santa Teresa están ahí con una gran riqueza histórica. Entonces me di a la tarea de formular un proyecto que se preocupara por acercarse a la gente para conocer su vida, su historia”, cuenta Pereira.

Según el docente, la historia de estas comunidades, marcadas por la llegada del ferrocarril o de la caña, o por su propio desarrollo cultural y social, “está pero no está”, pues se encuentra en la memoria oral de las personas, pero nadie la ha escrito o visibilizado. “Ese es el trabajo que los muchachos [matriculados en el proyecto] hacen, en una serie de actividades de trabajo directamente con la comunidad, para conocer la historia y para difundirla”.

Cinco comunidades turrialbenas recuperan su historia junto a estudiantes de la UCR2
Los estudiantes entrevistan a los vecinos de las comunidades en sus casas o lugares de trabajo para recoger sus historias. – foto cortesía del proyecto.

Es por eso que el proyecto no se enfoca en el conocimiento escrito que pueda existir, sino en el trabajo directo con la comunidad, en la historia viva de la gente, lo que las mismas personas quieran contar de su pueblo, su historia, su vida, sus familias. Así, las y los estudiantes se acercan a todas las casas que les sea posible para que las personas les compartan sus vivencias y las de sus familias. “Le damos mucha importancia a los adultos mayores, pero también los niños son importantes, pues hacemos mucho trabajo con escuelas, ya que uno de los objetivos es que las nuevas generaciones conozcan su identidad, sus raíces, todo lo que construye lo que son y lo que costó construirlo”.

Museos comunitarios

Las historias se sistematizan y agregando los objetos, documentos fotográficos o audiovisuales que se recojan,se construyen museos comunitarios en gimnasios o escuelas, donde las personas participan con objetos, fotos o videos, llevan platillos propios de la comunidad, los adultos mayores recuerdan anécdotas y se reúnen a compartir. También se llevan a cabo talleres de memoria histórica en escuelas y colegios.

Según el docente, el proyecto no solamente es provechoso para las comunidades, que recuperan y ponen en común sus memorias, sino para los estudiantes, pues se llegan a convertir en “uno más de la comunidad”. “Es tal el grado de identificación con la comunidad que no solo se quedan en ir y conocer la historia, sino que ven un espacio para aportar y colaborar con los grupos organizados de la comunidad: asociaciones de desarrollo, escuelas, iglesias, ASADAs. Es una experiencia bastante interesante, donde la comunidad nos da, pero también se sienten parte y aportan. No se limita al rescate histórico sino que llegan a sensibilizarse al punto de que se convierten en uno más de la comunidad donde están”.

Pereira cuenta que el año pasado trabajaron en Santa Cruz, San Antonio y El Carmen, donde el proyecto tuvo muy buena acogida, y este año trabajarán con las comunidades de Santa Rosa y Aquiares.

 

Daniela Muñoz Solano

Periodista Vicerrectoría de Acción Social

 

Información tomada de: http://www.ucr.ac.cr/

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