Un día con las universidades públicas

Dr. Luis Felipe Arauz Cavallini

Para pasar un día en compañía de alguna de nuestras universidades públicas, no es necesario visitarlas, ni siquiera revisar sus sitios en Internet o llamar por teléfono, sintonizar Canal 15 o Radio Universidad. No hace falta.

Basta con seguir nuestra vida cotidiana, pues las universidades nos acompañan en muchos ámbitos de nuestras vidas. Unos pocos ejemplos bastarán para ilustrarlo.

Empezando con el café del desayuno, los investigadores universitarios han contribuido en el mejoramiento de los métodos para cultivarlo, y es muy probable que en su producción haya participado algún profesional en agronomía graduado de la alguna universidad pública.

Si le añadimos al desayuno un pedazo de la deliciosa papaya Pococí (comercializada como «Papaya Perfecta» o «Papaya Suprema» en diferentes supermercados, o simplemente como «papaya de la U» en las ferias del agricultor), estaremos disfrutando uno de los tantos productos de los programas de la Universidad de Costa Rica (UCR) en mejoramiento genético de plantas.

Arroz, frijoles, hortalizas, entre otros alimentos, están disponibles en nuestra mesa por la labor de los laboratorios y estaciones experimentales del sistema universitario público, solos o en colaboración con otras instituciones nacionales e internacionales y con el sector privado.

Así mismo, detrás de cada vaso de leche están los trabajos de investigación del Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR), la Universidad Nacional (UNA) y la UCR.

También gran cantidad de alimentos procesados (lácteos, cárnicos, jugos y muchos más) hechos por industria local, llevan en su creación y producción el concurso de profesionales graduados en tecnología de alimentos en la UCR, y en muchos casos procesos desarrollados por el Centro Nacional de Ciencia y Tecnología de Alimentos (CITA) de esa misma Universidad.

Analicemos otros ámbitos de nuestra cotidianidad. Luego de desayunar leemos el periódico y pocos nos percatamos que los periodistas en su mayoría son graduados de escuelas de periodismo de universidades públicas.

Después encendemos el automóvil y manejamos por la carretera. Al hacerlo confiamos en la calidad de la gasolina que produce la Refinadora Costarricense de Petróleo (RECOPE), pero pocos sabemos que parte del control de calidad de la gasolina que se vende al público lo realizan laboratorios de la UCR, en convenio con RECOPE.

De manera similar el control de calidad de los asfaltos usados en nuestras carreteras lo realiza un laboratorio especializado de la UCR, el Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales (LANNAMME), en convenio con el Ministerio de Obras Públicas (MOPT).

Dentro de nuestra cotidianidad hay un espacio dedicado a la cultura. La extensión universitaria ha llevado la cultura a todos los rincones del país. Pero el aporte va más allá. Cualquiera que disfrute una obra nacional de teatro o de danza, posiblemente esté disfrutando el trabajo de estudiantes, graduados o docentes de la Escuela de Artes Dramáticas de la UCR, o de la Escuela de Danza de la UNA.

Y si de proyección internacional y orgullo nacional se trata, baste recordar que dos de los tres integrantes del celebrado grupo Editus son graduados de la Escuela de Artes Musicales de la UCR.

También está presente la universidad pública en los momentos difíciles. Si se produce un sismo o una erupción volcánica, son los científicos del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (OVSICORI) de la UNA o de la Red Sismológica Nacional de la UCR, quienes orientan a la población y a la Comisión Nacional de Emergencias en su labor.

Si nos enfermamos, sabemos que la medicina en nuestro país es de calidad mundial, donde destacan los y las profesionales graduadas de la UCR en las diferentes ciencias de la salud, y las investigaciones llevadas a cabo por laboratorios de renombre internacional como por ejemplo los del Instituto Clodomiro Picado. Pensemos en ello cada vez que visitemos un médico o nos hagamos un examen de sangre.

Con todos estos aportes, no es casualidad que los premios nacionales en cultura (Premio Magón) o en Ciencia y Tecnología (Premio Clodomiro Picado) hayan sido otorgados mayoritariamente a docentes de las universidades públicas.

Tampoco es casual que entre las universidades del país, las públicas estas sean las mejor calificadas a nivel mundial según informó recientemente La Nación. Este aporte responde a una concepción de país que le apuesta a la educación superior como motor de desarrollo, concepción que incluye pero que va mucho más allá de la formación de cuadros profesionales.

Podríamos llenar páginas enteras con aportes. Lo importante es que estos continúen, se fortalezcan y crezcan, pero no se puede hacer chocolate sin cacao. Para una educación superior de calidad, la inversión no es solamente el salario de los profesores, como erróneamente opinó la señora Rectora de la ULACIT.

En las buenas universidades del mundo la formación profesional va de la mano con la investigación universitaria y ambas requieren inversión en equipo, infraestructura, materiales de laboratorio y excelentes bibliotecas, tanto para el sector estudiantil como para el sector docente, y esto no es barato.

El presupuesto es necesario para que las universidades puedan continuar con sus contribuciones. Negarlo es rebajar a las Universidades a simples casas de enseñanza, y condenar al país al subdesarrollo.

Esperamos que quienes tienen esta responsabilidad recuerden sus raíces universitarias y actúen en consecuencia, manteniendo en mente una conocida frase de Albert Einstein: «Si la educación te parece cara, prueba con la ignorancia».

«….Sólo lograremos un cambio real por medio de las acciones concretas de una comunidad comprometida.»

Compartido con SURCOS por Juan Carlos Cruz Barrientos.