ALMAS

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Actividad en el marco del 8 Festival Mundial de Poesía de San Cristobal de las Casas, Chiapas, México. En la foto se aprecia a Chary Gumeta, coordinadora del Festival; Margarita Drago (Argentina) y Miguel Ángel Oxlaj Cúmez (Guatemala.

Es una mañana lluviosa en San Cristóbal de Las Casas. Ha llovido copiosamente, pero eso pareciera no importarnos. En el pórtico de un edificio histórico de la ciudad hemos acudido en comunidad a reescribir el rito de la palabra. Eso solamente es una excusa. Porque lo verdaderamente importante será lo que está por suceder, que no es poca cosa.

Lo importante de estos encuentros, coincidimos con varios colegas invitados, no sea quizá la reproducción del ego que lee, el ego que dice, el ego que se arrebata y piensa que es el centro del universo cuando participa de estos rituales.

En esa mañana fría y lluviosa, Margarita y Miguel han despojado de todo acto performativo el encuentro. Lo han puesto en su verdadera dimensión. Nos han depositado en nuestros lugares justos y precisos.

En un conversatorio desprovisto de toda academia, pero dotado si de sentido, han compartido su experiencia, su vivencia en el tema de los desaparecidos y sus contextos personales y nacionales.

Margarita, mujer argentina que sufrió en su propia biografía los horrores de una dictadura argentina. Mujer, argentina, detenida y presa en los peores momentos de esa dictadura. Vio con sus ojos lo que ocurría con sus compañeras y compañeros de celda. Lo dice esa mañana y también lo dice con su poesía. Para eso es la poesía.

Miguel, poeta y dirigente social y político de su comunidad, San Juan Comalapa, Guatemala, relata como ese su pueblo originario fue convertido en fosa común por los años más oprobiosos del conflicto armado. Se estima que 45.000 personas fueron desaparecidas y sus familiares, reescribiendo la antropología de la esperanza, aún los buscan.

Miguel ha dicho con verbo y humanidad que el acto de la resistencia de los pueblos también es un acto poético. Cuando escucho esas palabras me percato de la dimensión real de lo que he venido a hacer a este territorio ancho y mágico, al sur de México pero más al norte de nuestra Centroamérica, tan interpelada por la pobreza, sus élites de rapiña, sus exilios.

Es una mañana que llueve pero sobre todo en el alma. En la mía. En las de esas personas que todavía son buscadas por los suyos.

Confirmo mi identidad precisa ahora que todo pareciera acomodarse en mi proyecto académico pero sobre todo humano. Antes que cualquier cosa, que cualquier puesto, que cualquier trabajo, esto es lo que soy. Y lo he venido a asegurar en un lugar donde siempre pareciera ser primero de enero de 1994.