Ir al contenido principal

Plataforma de la ciudadanía y los movimientos sociales ante el proceso electoral – infografía

Comunicado

Presentamos los Aportes para la Plataforma de la Ciudadanía y los Movimientos Sociales Ante el Proceso Electoral 2022.

Este es un esfuerzo que continuará con nuevas propuestas de más personas, movimientos y organizaciones pues se trata de un esfuerzo continuado de educación popular y ciudadana, al cual invitan el Foro Confluencia Solidaria, el TCU666-UCR Dialogando el Presente, y las personas y agrupaciones que aparecen en la página de agradecimientos.

Le invitamos a descargar, leer y compartir el documento:

https://confluenciasolidaria.org/wp-content/uploads/2022/02/Aportes-plataforma-de-la-ciudadania-y-movimientos-sociales1.pdf

¿EL ASALTO DEL SIGLO?

Walter Antillón

En memoria de Curruso y Macho, zapateros de Barrio Amón,
comunistas de hueso colorado.

En memoria de los sindicalistas Luis Ángel Serrano y Chepito
Meléndez Ibarra, y del abogado Antonio González,
modestos e invencibles paladines de la Justicia Social.

La pregunta es ¿se produjo en Costa Rica, en la segunda mitad del Siglo XX, un proceso histórico de incalculables consecuencias, durante el cual, aprovechando la inercia represiva de la Guerra Fría, diversos gobiernos, en connivencia con la oligarquía nacional y transnacional y la Iglesia Católica, y con la ayuda de la Embajada y los medios comerciales de comunicación de masas, impidieron sistemáticamente a la mayoría de los trabajadores del sector privado (excepto el caso de los bananeros y algún otro) el ejercicio de sus derechos constitucionales y legales a formar sindicatos, plantear huelgas y suscribir contratos colectivos de trabajo, negándoles con ello la invaluable experiencia de luchar unidos por sus derechos, disfrutar de ventajas económicas, jurídicas y sociales como las obtenidas en esas luchas por agrupaciones similares? Y también si, en su condición de componentes mayoritarios de la clase trabajadora ¿les fue impedido participar decisivamente, como tal clase, en la organización política, económica y social del País?

No siendo factible para mí sustentar las respuestas en indagaciones historiológicas de mi cosecha, tarea para la que no estaría capacitado, seguí el consejo bibliográfico de Marielos Aguilar en su artículo Dónde investigar la historia de nuestros trabajadores (Revista Estudios, Universidad de Costa Rica. Nos. 12 y 13, pág. 87-99, 1995-1996), sumando a su lista algunas otras obras de interés. Pero también me valgo de mi propia memoria, mis vivencias e impresiones de josefino nacido hace noventa años, con una experiencia de vida como juez, abogado, académico y político militante. En todo caso, asumo la responsabilidad por las afirmaciones conclusivas de este artículo.

Introducción

Uno de mis abuelos, heredero de una tradición oligárquica en el sector de la agricultura, se afanaba en explicarme a principios de los años cuarentas, cómo el Código de Trabajo traería una enconada discordia al campo de las relaciones entre los peones y los patronos, al introducir deberes y derechos legales donde, dentro de una atmósfera de armonía, afecto y respeto, siempre habían regido por un lado los deberes morales del patrón de proteger como un padre a sus peones, cuidando de que nada les faltara para su bienestar personal y familiar, y por el otro lado los deberes morales del trabajador de dar su mejor esfuerzo en beneficio de la hacienda. Y una consecuencia de esta relación patriarcal había sido un sentimiento general de obediencia de los peones con respecto a su patrono. Porque, en efecto, cuando llegó el momento histórico en que se reconoce el derecho de los trabajadores a votar en las elecciones políticas, por mucho tiempo este ‘derecho’ llevó implícito, para el trabajador del campo, el deber de hacerlo por el candidato que indicaba el patrono; y eso marcó durante mucho tiempo una constante, significativa diferencia entre el campo y la ciudad que no siempre se valora.

Resultaría entonces, según él, que aquella sacrosanta relación laboral (obviamente asimétrica, pero inspirada en la caridad cristiana) habría sido pisoteada o mancillada al ser convertida en un frío y desconfiado intercambio de prestaciones económicas jurídicamente equiparadas, definidas en último término por el juez laboral. Pero lo que el abuelo no quería entender, o se resistía a aceptar, era que a partir de la esencial igualdad de los seres humanos postulada por la Revolución Francesa e incorporada a las Constituciones, la relación laboral propia del sistema capitalista era la nueva forma que asumía la diferencia entre dos clases sociales con intereses antagónicos; y que la lucha histórica por los derechos del obrero y del campesino había sido un esfuerzo gradual por regularizar la justicia en aquella relación, partiendo prácticamente de cero. Porque a pesar del reconocimiento abstracto de la igualdad y la libertad como derechos fundamentales que los capacitaban para contratar, los trabajadores carecieron por muchos años, no sólo de los institutos jurídicos para compensar sus debilidades socio-económicas frente al patrono, sino incluso de los derechos políticos que les permitiesen reclamarlos y conseguirlos en tanto clase social específica.

Recordemos que en el año 1848, con la fundación de la Segunda República se realizaba en Francia las primeras elecciones universales y directas, lo que significó el primer reconocimiento pleno de los derechos políticos del proletariado en el Mundo. A partir de entonces ese reconocimiento se va extendiendo por diferentes países de Europa, de manera que la clase obrera se incorpora a la palestra política con su especificidad como nuevo protagonista, y toma parte en los acontecimientos dentro de cada país, con los resultados que la Historia conoce.

Siguiendo a nuestros historiadores, voy a describir el proceso histórico que conduce a las sucesivas generaciones de trabajadores costarricenses desde unos primeros intentos de unión mutualista, ciertos grados de conciencia de clase; hasta la represión sindical masiva, la resistencia de ellos, etc. Con ese propósito empezaré con una lista de (I) LAS NOCIONES básicas que usaré en el curso del artículo, que son CLAVE de su buena comprensión; para luego entrar en (II) LA HISTORIA, distribuida en varios capítulos, a saber: 1) mutualismo y sindicalismo; 2) del sindicato al partido; 3) la derrota político/militar de los trabajadores; 4) represión y persecución sindical; el aplastamiento y el ‘shock’; 5) los decenios de la ignominia del sector laboral privado; 6) los sindicatos públicos defienden la integridad nacional; 7) la última agresión neoliberal; 8) conclusiones.

Obras consultadas: Eric Hobsbawm: Historia del Siglo XX; Crítica, Barcelona, 2013. Eduard Dolleans: Historia del Movimiento Obrero; Eudeba, Buenos Aires, 1961; Tomo II. Pablo González Casanova: Historia del Movimiento Obrero en América Latina; Siglo XXI, México, 1985, Tomo 2. Alfredo González Flores: Conversación con el Pueblo; Tipografía Nacional, San José, 1916; ID: La crisis económica de Costa Rica; Trejos Hermanos, San José, 1936. Oscar Aguilar Bulgarelli: Costa Rica y sus hechos políticos de 1948 (Problemática de una década); Editorial Costa Rica, San José, 1969. James Backer: La Iglesia y el Sindicalismo en Costa Rica; Editorial Costa Rica, San José, 1975. Vladimir de la Cruz: Las luchas sociales en Costa Rica; Editorial Costa Rica, San José, 1984. Marielos Aguilar: Clase trabajadora y organización sindical en Costa Rica 1943 -1971; ICES-Porvenir-Flacso, San José, 1989. Víctor Hugo Acuña – Iván Molina: Historia Económica y Social de Costa Rica (1750 -1950); Porvenir, San José, 1991.

I.- LAS NOCIONES CLAVE

El Sistema Normativo Laboral es el conjunto de las normas legales y constitucionales promulgadas para garantizar el mínimo insuprimible de los derechos de la persona en cuanto trabajador.

Las Instituciones del Derecho del Trabajo son mecanismos normativos y técnicos con los que se busca contrarrestar las ventajas jurídicas y fácticas que, en principio, tiene el patrono sobre el trabajador, a fin de que la prestación del trabajo garantice seguridad, respeto y una vida digna al trabajador y a su familia.

El Derecho Colectivo del Trabajo es la doctrina que estudia las normas y las instituciones relacionadas con los Sindicatos, las Convenciones Colectivas de Trabajo y las Huelgas.

El Sindicato es el órgano que la Constitución y la ley ofrecen al trabajador para que, en conjunto con sus colegas pueda negociar con el patrono, desde una posición de fuerza, los términos en los que se desarrollará la prestación del trabajo, con la facultad de echar mano, si es necesario, de los instrumentos colectivos de negociación y de lucha que el ordenamiento contempla al efecto.

La Convención Colectiva es la institución jurídica mediante la cual patronos y sindicatos crean, de común acuerdo, normas reguladoras de todos o algunos de los aspectos de las relaciones de trabajo para los trabajadores de una o más empresas, o ramas de producción, o de uno o más sectores profesionales.

La Huelga es la institución jurídica que autoriza a varios o todos los trabajadores de una empresa, rama productiva o sector profesional a dejar de realizar su trabajo por tiempo fijo o indefinidamente, con el objeto de conseguir determinados beneficios.

Los derechos a sindicalizarse, a ir a la huelga y a dar vida a la convención colectiva constituyen derechos fundamentales de los trabajadores consagrados en el Código de Trabajo, la Constitución y diversos Tratados y Declaraciones Regionales e Internacionales.

Obras consultadas: Mario de la Cueva: Derecho Mexicano del Trabajo, Porrúa, México, 1949. Ludovico Barassi: Tratado de Derecho del Trabajo; Alfa, Buenos Aires, 1953. Bernardo van der Laat: La huelga y el paro en Costa Rica; Juricentro, San José, 1978. Gino Giugni: Derecho Sindical; Cacucci, Bari, 2001.

II. LA HISTORIA

1) Mutualismo y sindicalismo entre 1890 y 1920.

En la Costa Rica de fines del Siglo XIX y comienzos del XX, cuya economía de exportación girará entonces alrededor del café y del banano, ya existe una pluralidad de agrupaciones laborales y artesanales de carácter predominantemente mutualista que van a desempeñar un importante papel en las décadas anteriores a 1920, en relación con los acontecimientos nacionales y mundiales de índole económica, política y social: los hechos intestinos alrededor de las presidencias de don Rafael Iglesias, don Ascensión Esquivel, don Cleto, don Ricardo y don Alfredo González; la dictadura de Tinoco, etc.; y los conflictos internacionales relacionados con los Imperios Británico, Alemán, Austro-Húngaro, Ruso y Turco, la República Francesa, y los Reinos de Italia, Holanda, Bélgica y Servia, que conducen a la Primera Guerra Mundial, con intervención posterior de los Estados Unidos (1914-1918); a la Revolución Rusa de 1917 y la Unión Soviética; al Tratado de Versalles de 1919 y al fin de los Imperios Alemán, Austro-Húngaro y Turco, etc.

Lo que me interesa señalar es que todos estos acontecimientos nacionales e internacionales van a afectar negativamente la economía de países como el nuestro, y esos efectos van a repercutir más y más severamente en la siempre precaria situación de la clase trabajadora y artesanal, provocando las llamadas Huelgas de 1920 que el historiador Víctor Hugo Acuña resume así:

El lunes 2 de febrero de 1920, estalló en San José una cadena de huelgas de diversos gremios y categorías de trabajadores en demanda de un 20% de aumento de salarios y de la implantación de la jornada de trabajo de ocho horas. El movimiento fue iniciado por la Sociedad de Ebanistas y Carpinteros y rápidamente fue secundado por otros sectores laborales capitalinos: albañiles, panaderos, tipógrafos. empleados del tranvía, trabajadores ferrocarrileros, obreros y obreras de algunas de las pocas fábricas existentes, etc. A lo largo de aquel mes de febrero, la oleada huelguística se difundió a otras ciudades del país, en especial al puerto de Puntarenas, y al campamento minero de La Unión en Miramar. En su inmensa mayoría las diversas huelgas alcanzaron sus objetivos puesto que el gobierno y casi todos los patronos aceptaron satisfacer sus reivindicaciones…” (Los orígenes de la clase obrera en Costa Rica: las huelgas de 1920 por la jornada de ocho horas; Cenap-Cepas, San José, 1986, pág. 7).

En lo ocurrido en esas jornadas llaman mi atención los siguientes aspectos:

1º) a partir de la huelga de la Sociedad de Ebanistas y Carpinteros que inició el 2 de febrero de 1920 en San José, el movimiento se propaga de día en día a más de diez otros gremios y categorías de trabajadores de la Capital y Provincias: los del tranvía y de los trenes, los mineros, albañiles, obreros y obreras de fábricas, panaderos, cocheros, tipógrafos, marineros, peleteros, mecánicos, zapateros, pureros, sastres, empleados públicos (estatales y municipales), herreros y otros;

2º) al calor del movimiento, la agremiación de los trabajadores en sus distintos oficios se multiplica; se fundan sociedades, mutuales, asociaciones, uniones, federaciones y sindicatos; y esta tendencia no para al terminarse las huelgas del 20, sino que continúa en los años siguientes;

3) el objetivo de todos los movimientos del año 20 fue la reducción de la jornada de trabajo a 8 horas diarias y un aumento salarial del 20%;

4º) ambas demandas fueron satisfechas de inmediato por el Gobierno, las Municipalidades y los patronos en general, excepto el caso de la United Fruit Company y el caso de los muelleros;

5º) El movimiento fue acompañado y asesorado por organizaciones culturales y gremiales fundados en los años anteriores, como el Centro de Estudios Sociales Germinal, la Confederación General de Trabajadores (CGT), el Centro Socialista, la Sociedad Federal de Trabajadores y el Centro Juventud Obrera;

6º) La prensa nacional (La Gaceta, el Diario de Costa Rica, la Tribuna, la Prensa Libre, el Heraldo de Puntarenas) informó sobre el movimiento huelguístico antes, durante y después de los diferentes sucesos en forma objetiva, respetuosa e incluso elogiosa para los trabajadores;

7º) Don Francisco Aguilar Barquero, Presidente Provisorio, admite la justicia de los reclamos de los trabajadores y los asume en lo que atañe a los que están al servicio del Estado (Editorial de La Gaceta, 4 de febrero de 1920);

8º) Los trabajadores fundan sus propios partidos políticos: El Partido Obrero “Conquista y Derecho” (1919), el Partido Reformista (1923) y el Partido Comunista (1931).

9º) En Costa Rica el voto proletario se admitió oficialmente por primera vez con las elecciones de 1913, aunque la posibilidad de votar se había generalizado, de hecho, desde la vigencia de la Constitución de 1871; pero, en todo caso, sólo para los varones.

Obras consultadas: Vladimir de la Cruz: Luchas Sociales cit. Víctor Hugo Acuña: Los orígenes de la clase obrera en Costa Rica: las Huelgas de 1920 por la jornada de ocho horas; Cenap-Cepas, San José, 1986. Manuel Rojas Bolaños: Lucha social y guerra civil en Costa Rica. 1940 – 1948; Porvenir, San José, 1989.

2) De los sindicatos a los partidos

Lo cierto era que el panorama mundial entre 1917 y 1920 lucía muy inquietante: la Constitución de la Revolución Mexicana, la Revolución Bolchevique, el final de la Gran Guerra, el Movimiento Espartaquista en Alemania, Bela Kuhn en Hungría, la fundación de la OIT, la caída de cuatro grandes Imperios (Rusia, Alemania, Austria, Turquía), la Constitución progresista de Weimar, etc., eran demasiadas señales juntas que indicaban un vuelco mundial hacia la izquierda; y esas señales fueron advertidas tanto por la burguesía como por muchos sectores del mundo laboral costarricense, que además acababan de asistir al derrocamiento de la Dictadura de los Tinoco. Todo eso coadyuva al rápido triunfo de las aspiraciones de los trabajadores huelguistas del año 20: ¿jornada de 8 horas cuando lo usual eran 12 y a veces más? ¿aumento de nada menos que el 20 por ciento del salario, cuando lo normal era el cuentagotas?

Pero lógicamente la luna de miel con el Gobierno de Acosta iba a durar poco y terminó en ruptura; aunque la burguesía no pudo evitar que la mayoría asalariada se agrupara en el flamante Partido Reformista liderado por el General Jorge Volio Jiménez, y sucesivamente contribuyera en forma decisiva a llevar al poder a don Ricardo Jiménez como Presidente y a su primo, el propio Jorge Volio, como Vicepresidente en 1924. Lo cierto es que la situación de la clase trabajadora no varió esencialmente desde las mejoras producto de las huelgas del 20. La ruptura entre el Presidente Jiménez y su Vicepresidente no se hizo esperar, en un contexto económico recesivo de nuestros productos básicos de exportación (café y banano) (Víctor Hugo Acuña – Iván Molina: Historia Económica y Social de Costa Rica cit., págs. 148/9); de modo que, aparte de la creación del Banco Nacional de Seguros, por iniciativa del Secretario don Tomás Soley, por un lado, y la creación de una Secretaría del Trabajo y la comisión para la redacción de un Código de Trabajo (1928) por iniciativa del Secretario don Carlos María Jiménez Ortiz, por otro lado, la clase trabajadora no obtiene mayores ventajas en el período. Por el contrario, en el Proyecto de Código Penal redactado por José Astúa Aguilar (1924) se contempla la huelga como delito, lo cual significaba un retroceso vergonzoso en contraste con los países civilizados.

A partir de 1929 la situación de la clase trabajadora va a empeorar como resultado de la Gran Crisis Económica Mundial, cuya etapa aguda se prolongará hasta 1932. En esas condiciones se funda en 1931 el Partido Comunista de Costa Rica, con un programa que privilegia la promulgación de las garantías sociales y el Código de Trabajo; y cuyo bautizo de fuego le será administrado por el gobierno de don Cleto González Víquez y por el Congreso Legislativo en 1932, en la forma de un neto rechazo legal.

Este acto del gobierno de don Cleto es la expresión más franca del pensamiento de la burguesía nacional, y va a aparecer y reaparecer durante las décadas siguientes en boca de cortesistas, calderonistas, ulatistas, figueristas: para esos pequeño-burgueses ticos el Comunismo resultaba intolerable, muy probablemente porque formula una crítica radical contra lo que para ellos eran dogmas: la propiedad privada, la libre disposición del capital por su titular, la distribución capitalista de los ingresos de la empresa, etc., y por proponer como alternativa la colectivización de los bienes y la distribución de los ingresos según las necesidades de los trabajadores; de modo que para ellos, el Comunismo deberá ser erradicado sin ningún miramiento junto con la doctrina que lo sustenta, aunque de ese modo haya que pisotear la libertad de conciencia y los derechos políticos de una parte de la comunidad ciudadana.

Pero en aquel momento preciso don Cleto ya está de salida, y don Ricardo, que vuelve al poder por tercera vez, muestra de nuevo su talante liberal autorizando el funcionamiento del Partido (que ya se aprestaba a entrar con el nombre de Bloque de Obreros y Campesinos en los comicios municipales del 32, en los que conseguirá dos escaños). Porque para entonces el apoyo popular al Partido y la movilización obrera en general han seguido creciendo, y tanto la burguesía como la Iglesia han olfateado el peligro y arremeten con todos los fierros para frenar aquel proceso. La propia administración de don Ricardo tiene a mecate corto a los activistas del Partido: llueven las detenciones y las multas, y el trato duro contra los conatos de huelga de los panaderos y los zapateros (1933); aunque por otra parte establece el salario mínimo y el órgano mixto para fijarlo (1933). Y frente a la huelga bananera de 1934, el gobierno Jimenista no prodiga la intervención policial y más bien presiona a la ‘Yunai’ para que transe con los huelguistas, en buena medida porque éstos lograron demostrar ampliamente, ante una Comisión del Congreso, las pésimas condiciones en que la Compañía mantenía a sus trabajadores.

Y algo parecido va a ocurrir durante los cuatro años de la administración de León Cortés, en las que tanto éste como su delfín el doctor Calderón Guardia hacen ostentación de anticomunismo y anti-sindicalismo. Pero los sindicatos han continuado creciendo en todo el País, bajo la dirección del Bloque de Obreros y Campesinos (Partido Comunista) y de la Confederación General de Trabajadores. ¿Cómo pararlos? Ese será el dolor de cabeza de la burguesía en los próximos años.

En efecto, la administración Calderón Guardia, que arranca en 1940 con el beneplácito de la oligarquía y con la consigna de frenar el preocupante avance del Comunismo y del Sindicalismo que han invadido Costa Rica, va a estar durante sus primeros dos años bajo el ataque de los diputados comunistas debido a la incipiente corrupción administrativa, a sus contratos sin licitación y a su conducta pródiga hacia el capital extranjero (contrato eléctrico con la ‘Bond & Share’; con las petroleras ‘West India Oil Co’ y ‘Texas Oil Co’ ). Calderón crea la Universidad de Costa Rica y la Caja Costarricense de Seguro Social, pero incurre en, o tolera insólitas barrabasadas contra el poderoso sector oligárquico de los ticos-alemanes y, llegando al medio período, la situación de caos, abuso y descrédito se le hace insostenible. En ese contexto, la alianza con los comunistas es una providencial huida hacia adelante: haciéndose cargo de la contraposición entre las clases populares que presionan por cambios sustanciales y la oligarquía conservadora que trata de impedirlos, promulga en 1943 el Capítulo de las Garantías Sociales de la Constitución, y seguidamente el Código de Trabajo con el apoyo de la Iglesia Católica y del Partido Vanguardia Popular.

El Profesor Mauricio Castro Méndez lo resume así:

“…El clímax llega en los 40 con 2 bloques de alianzas conflictivas. Uno promovía reformas y otro buscaba impedirlas o ignorarlas. Sus integrantes tenían intereses contradictorios que evolucionan en el paso del ‘liberalismo autoritario’ a la ‘ventana democrática’ frente al fascismo a principios de los 40, que posibilita una alianza reformista en diversos países, y el tránsito luego a la Guerra Fría (1944)…”. (Evolución histórica del Derecho Colectivo de Trabajo en Costa Rica; en Fernando Bolaños et al: CURSO DE DERECHO LABORAL; Continental, San José, 2021; pág. 151/2).

Considero obligada una digresión sobre ¿quién redactó ambos proyectos? Mi convicción es que el trabajo lo realizó básicamente el estudiante de Derecho y efímero militante comunista Oscar Barahona Streber, copiando en parte y adoptando el artículo 123 de la Constitución y la Ley Federal del Trabajo de México; y lo hizo bajo la guía y colaboración no oficiales de Manuel Mora, y con la ayuda explícita de juristas como don Fernando Baudrit, don Enrique Guier y otras personas de no segura identificación. Barahona Streber era muy talentoso, audaz, inescrupuloso y de una egolatría simplemente infinita (lo conocí ya maduro, a su regreso al País, en circunstancias muy significativas; y trato de imaginarlo de 25 años, buscando dar cima a la enorme tarea de crear un Código de Trabajo con la modestísima formación que justo trataba de redondearse en nuestra Facultad de entonces) ¿Pudo, él solo, con el barniz jurídico de sus 25 años, resolver los complejísimos problemas del codificador: identificación de la materia propiamente laboral, concepción teórica, sistematización de capítulos y secciones, escogencia, configuración y redacción de las fórmulas normativas, etc.; tratándose de un tema entonces novedoso y muy delicado, prácticamente desconocido en Costa Rica, como el Derecho del Trabajo? (A esa edad y en esas condiciones ¡ni Kelsen! ). En cambio, es posible imaginar que un joven despierto y laborioso, subido en las anchas espaldas de la muy completa y excelente Ley Federal del Trabajo mexicana, comparándola con algún otro Código y apoyado en la experiencia de colegas maduros, pudo captar razonablemente su trabazón sistemática y su lógica interna, para calcar y adoptar el articulado resultante a los requerimientos y orientaciones ideológicas de Calderón Guardia y sus colaboradores.

Igualmente creo que fue don Manuel Mora quien aconsejó al joven Barahona usar la legislación mexicana como guía y modelo principal de los proyectos de Garantías Sociales y de Código, y que, en efecto, fueran éstos los modelos adoptados y adaptados, porque: a) los comunistas ticos conocían dichos textos, por sus buenas relaciones con los camaradas mexicanos, y porque plausiblemente se inspiraron en ellos al redactar el Programa Mínimo del Partido en 1931, que en materia laboral disponía: establecimiento del seguro social a cargo del Estado, para el desempleo, accidentes de trabajo, enfermedad, maternidad, vejez. La abolición del trabajo a niños menores de 15 años, reglamentación del trabajo: a igual trabajo igual paga, jornada de ocho horas, salario mínimo, leyes de organización sindical y derecho de huelga, vivienda, igualdad jurídico-política de la mujer; ley de servicio civil, etc. ; b) porque en aquellas fechas, la única Constitución que contenía un capítulo completo de garantías sociales era la mexicana de 1917. Y si es razonable pensar que Barahona tuvo que usar de modelo aquella Constitución, con mayor razón hubo de servirse de la Ley Federal mexicana, que era entonces el Código laboral más prestigioso de América Latina. De modo que, si aceptamos que Barahona siguió en esto la indicación de don Manuel ¿no es razonable suponer que también aceptó sus consejos, siendo don Manuel, como abogado comunista, un obligado conocedor precisamente del Derecho de Trabajo, y siendo Barahona un joven principiante?

Aunque él lo negó siempre, hay razones para pensar que Oscar Barahona Streber militó discreta o secretamente en el Bloque de Obreros y Campesinos (BOC), aproximadamente entre los años 1937 y 1942. En un informe de 1939, el Embajador yanqui Hornibrook lo incluye entre las figuras destacadas del BOC; y los Servicios de Inteligencia de Estados Unidos lo situaban en 1942, al igual que a su esposa de entonces, la escritora socialista Yolanda Oreamuno, en la condición de ‘dirigentes del Partido Comunista’ (Communist Party leaders) y con el siguiente comentario: “…se considera que es otro de los simpatizantes silenciosos del Partido…” (lo de silencioso se debía a que, en aquellos años, ocupaba un cargo en el Ministerio de Salud, absolutamente incompatible con una militancia comunista, dados aquellos tiempos). Y es significativo el hecho de que su padre, el abogado nicaragüense Humberto Barahona Briones, antimperialista y seguidor del General Augusto César Sandino, fue expulsado de Costa Rica en 1939 por condenar públicamente las relaciones entre los gobiernos de León Cortés y el tirano Anastasio Somoza García, que había asesinado a Sandino en 1934; y es el periódico comunista ‘Trabajo’ el que denunció y reclamó enérgicamente, en primera plana, por la expulsión de don Humberto, pocos días después de acaecida.

En todo caso, me parece importante observar que, como lo ha notado el Profesor Mauricio Castro Méndez, la consigna de Calderón Guardia y sus secuaces contra los sindicatos, quedó reflejada en una serie de inconsistencias y debilidades institucionales plasmadas en el texto del Código con respecto a esa materia, obra del joven Barahona Streber, quien obviamente las redactó siguiendo instrucciones de Calderón. Debilidades que serán aprovechadas en los años sucesivos por los abogados y los jueces patronalistas, para contribuir a escamotear las garantías que la Constitución había consagrado en defensa de las instituciones de la huelga, el sindicato y la convención colectiva, históricos bastiones de los derechos de los trabajadores en todo el Mundo. Y allí comienza la tragedia del Derecho Laboral costarricense porque, sin una efectiva y coherente implantación de las instituciones del Derecho Colectivo de Trabajo, el llamado ‘Derecho Individual’, o derecho de la relación singular de trabajo quedaba completamente en el aire.

La promulgación de la normativa laboral de 1943 definió la contienda en sentido afirmativo; pero esto no calmó los ánimos patronales, aunque se trataba de una legislación muy moderada, hasta omisa, con respecto a los derechos de los trabajadores. Pero la oligarquía la rechazó ásperamente: y al rechazo visceral de la oligarquía se sumó la creciente desaprobación de la Embajada Norteamericana y una parte de la propia Iglesia Católica, por lo que consideraban una peligrosa influencia del Comunismo en el Presidente Calderón. Esa desaprobación se va a acentuar años después, en la última etapa del Gobierno de Teodoro Picado, hasta culminar en el período de la Revolución de Figueres (Conf. Jacobo Schifter: Las Alianzas Conflictivas; Libro Libre, San José, 1986; pág. 167 y sigtes.). Desde aquel primer momento los líderes de la oligarquía tica y las transnacionales no han descansado en su tarea de continua erosión de las instituciones laborales del País.

Obras consultadas: Ana María Botey, Rodolfo Cisneros: La crisis de 1929 y la fundación del Partido Comunista de Costa Rica; Editorial Costa Rica, San José, 1984. Iván Molina: Los pasados de la memoria. El origen de la Reforma Social en Costa Rica (1938-1943); Euna, Heredia, 2008. ID: Yolanda Oreamuno: una contribución fotográfica y documental (1931-1956) CIHAC, San José, 2019. Jacobo Schifter: Las Alianzas Conflictivas; Libro Libre, San José, 1986. Mauricio Castro: Evolución histórica del Derecho Colectivo de Trabajo en Costa Rica; Continental, San José, 2021.

3) La derrota político/militar

Costa Rica es un monumental ejemplo de la voluntad de establecer el control religioso a costa de la destrucción de sindicatos laicos influidos por el pensamiento marxista. Más aún, de aprovecharlos para hacer política partidaria por intermedio de la influencia confesional. Edelberto Torres Rivas

Evoco algunas estampas de los años 40; años golpeados por la crisis, la inflación y la especulación. Yo era un colegial en los días de la Huelga de Brazos Caídos (1947) y creía entender lo que pasaba por lo que oía decir en casa: que el Gobierno estaba haciendo todo muy mal. Mi familia había sido Calderonista y después Picadista, pero en el año 47 ya no lo era; entre la ‘gente conocida’ ya nadie lo era: los ricos y la clase media se habían pasado en masa a la oposición como reacción al peligro comunista; posiblemente, allá en el fondo, por el temor inconfesable de llegar a ser (o volver a ser) pobres, a vivir en un régimen de escasez e inseguridad, como ‘el hambre en Rusia’, de acuerdo con las versiones difundidas entonces. El resto del año 47 pasó bajo una atmósfera de zozobra e incertidumbre; la contraposición entre ambos bandos se radicalizó; por los dos lados menudearon actos de violencia: las calles eran patrulladas por los famosos ‘mariachis’; los jóvenes opositores Tuta Cortés, Federico Apéstegui, Pepino Delcore y otros, dinamitaron distintos sitios en San José; el militarón cubano Tabío hizo asesinar al doctor Carlos Luis Valverde en la puerta de su casa. En medio de esa escalada de violencia y repudio se difundió el pronunciamiento esperanzador de Figueres alzándose en armas contra el Gobierno: dos meses después había ganado la guerra y todos fuimos a aclamar la entrada de sus tropas en San José: el Desfile de la Victoria.

¿Qué había pasado? Al final de la contienda quedaron enfrentados dos contingentes: 1º) por el lado del Gobierno (no para defender a éste sino para proteger las garantías y los derechos laborales recientemente conquistados), estaba únicamente la fuerza militar improvisada formada por partidarios y simpatizantes del Partido Vanguardia Popular; el Ejército Nacional (la Unidad Móvil, etc.) ya no existía físicamente; y Somoza, a pedido del Departamento de Estado, había repatriado el batallón de su Guardia Nacional enviado a Costa Rica en apoyo del Gobierno; y 2º) por el lado de los rebeldes estaba la brigada de la llamada ‘Legión del Caribe’ y los miles de voluntarios ticos que se fueron uniendo a Figueres.

La victoria rebelde había sido facilitada por un acuerdo celebrado entre José Figueres y Manuel Mora (en presencia del Padre Núñez) en el llamado ‘Pacto de Ochomogo’, el 17 de abril de 1948, en el que Mora accedía a deponer las armas ante las fuerzas figueristas con tal de que no se derramara más sangre; y de que las garantías sociales y el Código de Trabajo fueran respetados, así como la vida y la libertad de los combatientes comunistas. Mora y el Partido calculaban que, salvaguardados las Garantías Sociales y el Código en lo que a sus derechos concernía, los sindicatos, el Partido y toda nuestra clase obrera dispondrían a futuro de una ‘cabeza de playa’: un punto firme para continuar un proceso de avance paulatino hacia una factible justicia social en Costa Rica; y creían contar para ello con una fuerza sindical muy apreciable por su número y calidad. Hay que decir que también pactaron con Figueres porque estaban seguros de que, si en el mejor de los casos lograban derrotarlo con las armas en aquel momento histórico, los Estados Unidos intervendrían e impondrían un gobierno dictatorial a la medida de sus intereses: porque eran años muy crudos de la Guerra Fría. Entonces pactaron cruzando los dedos, con una tenue esperanza de que Figueres mantuviera su palabra, aunque sabían que no le iba a resultar cómodo hacerlo, por las presiones a que sería sometido por los yanquis, resueltos más que nunca a aprovechar la ocasión de borrar el Comunismo de un país como Costa Rica, parte de ‘su patio trasero’. Lo cierto es que, en aquel momento, a Figueres le convenía poner a los comunistas fuera de la escena nacional por tiempo indefinido, para descabezar un movimiento social vigoroso que de otro modo estorbaría la realización de sus propios planes.

Y en efecto, Figueres cumplió una parte de lo prometido: respetó e hizo respetar en términos formales, tanto las Garantías Sociales de la Constitución como el Código de Trabajo; pero pisoteó su palabra de honor en lo demás, porque ordenó o permitió el asesinato, la prisión y la expulsión de dirigentes, militantes y sindicalistas del Partido Vanguardia Popular; decretó la proscripción de dicho Partido (Decreto Nº 105); y el Padre Núñez, testigo de honor y ahora ministro de Trabajo, gestionó la disolución de la Confederación General de Trabajadores, así como despidos masivos de empleados; y el Decreto 306 de la Junta autorizaba a los patronos particulares a despedir sin responsabilidad a quienes habían sido ‘caldero-comunistas’, y otros primores semejantes. Luego los constituyentes figueristas concurrieron a la aprobación del artículo 98 de la nueva Constitución, cuyo texto dispuso la ilegalidad de Vanguardia Popular; de modo que en los siguientes 26 años, el TSE con sus distintas integraciones procedieron al rechazo de la inscripción de toda agrupación política sospechosa de izquierdismo.

¿Qué ocurrió entonces con los miles de ciudadanos que se habían organizado en sindicatos de todas clases, y que votaban por Vanguardia? Todos ellos, ahora seguidores de un partido legalmente inexistente, con sus dirigentes presos o expulsados del País, con sus militantes desempleados, condenados, perseguidos, atemorizados y carentes de guía y conducción; es decir, los comunistas y su amplia clientela política y sindical, aunque trataron por años de resistir el ataque en distintas formas, lo cierto es que se sentían indefensos, a merced de los atropellos, que no cesaban de caerles de todos lados: de parte de los funcionarios ministeriales, de la policía, los patronos y otros enemigos provenientes de la Iglesia Católica, del Solidarismo y de los partidos rivales. Qué cúmulo de atropellos y brutalidades: muchos de ellos me contaban que en aquella época la policía no los dejaba ni respirar: pasaban más tiempo en la cárcel que en libertad; y no se trataba ya del duro y arbitrario régimen de facto de la Junta Fundadora, sino de presuntos Estados de Derecho como se presume fueron los períodos de Chico Orlich, Otilio Ulate o Trejos Fernández.

Como iremos viendo, en la Costa Rica posterior al 48, la condición para que el obrero, el campesino o el empleado no fueran hostilizados o atropellados al menor pretexto, era no ejercitar aquellos vergonzosas pseudo-derechos a la sindicalización y a la huelga.

Obras consultadas: Oscar Aguilar Bulgarelli: Costa Rica y sus hechos políticos de 1948; ECR, San José, 1969. Jacobo Schifter: La democracia en Costa Rica como producto de la neutralización de clases; en Chester Zelaya y otros: ¿DEMOCRACIA EN COSTA RICA? Cinco opiniones polémicas; Euned, San José, 1977. ID: Las Alianzas Conflictivas, cit. Marielos Aguilar: Clase trabajadora y Organización Sindical, cit. Oscar Castro Vega: Fin de la Segunda República. Figueres y la Constituyente del 49; LIL, San José, 1996.

4) Represión y persecución sindical; el aplastamiento y el ‘shock’.

La guerra del 48 terminó por virtud de un acuerdo, y vino la paz: la Junta Fundadora de la Segunda República convocó la Constituyente y, después de promulgada la Constitución de 1949, entregó el poder al Presidente Ulate, iniciándose así un período de transiciones pacíficas del poder por virtud de elecciones “directas, secretas y libres” que llega hasta nuestros días. Pero ¿fue éste, realmente, un período de paz? El sociólogo Manuel Solís reflexiona sobre dicho período de la siguiente manera:

“…no han sido suficiente(mente) exploradas las implicaciones (para el País, para su institucionalidad y para su concepción de ciudadanía) de que la dirigencia política de la segunda mitad del siglo recién pasado se forjara luchando a muerte entre sí, y arrastrando a sus seguidores por caminos violentos. Y que luego, volviendo sobre sus pasos, esa misma dirigencia política le impusiera a la colectividad la tarea de olvidar lo ocurrido, enajenando (volviendo ajena) una porción fundamental de su memoria y de su historia. ¿Cuán sólido puede ser lo que así surge? Bien podría ser que parte de lo que entendemos, o se nos presenta, como una cultura de paz fuese más bien una forma ideológica-cultural de desentendernos de esta historia. Los cauces por los que se llegó a la paz política conseguida en la segunda mitad del siglo anterior dan motivos adicionales para pensar que la agresividad y la violencia que desaparecieron del espacio electoral se quedaron circulando en la nueva institucionalidad, en ámbitos distintos de los electorales. La exclusión de la violencia política no impide que las prácticas arbitrarias o patrimonialistas se conserven en otros campos…” (La Institucionalidad Ajena, cit. págs. xvi y xvii)

En efecto, tal como lo repasamos en páginas anteriores, vemos que son los años del predominio socialdemócrata, fuertemente autoritario y abusivo, de la Junta Fundadora; y después, del flamante Partido Liberación Nacional, con sus logros de entonces, por todos conocidos (nacionalización bancaria, etc.), y con sus reprobables decisiones: las detenciones masivas, la eliminación física de destacados políticos y sindicalistas, la represión ideológica; la proscripción del Partido Vanguardia Popular y de la Confederación General de Trabajadores (para dejar la CTC Rerum Novarum liberacionista como única opción). Los Decretos que creaban el Tribunal de Sanciones Inmediatas, el Tribunal de Probidad y el Tribunal de Ética para funcionarios de la docencia mostraron la voluntad de la Junta de golpear y escarmentar a los vencidos; al igual que el Decreto que autorizaba al Gobierno y a los patronos particulares a despedir sin responsabilidad patronal a todos los funcionarios públicos que simpatizaban con Vanguardia Popular. Y lo que vino inmediatamente después.

Porque lo que vino después, que ha durado decenios, fue la cuidadosamente planeada, violenta e ilegítima eliminación (por amputación) de cientos de sindicatos inscritos; y la posterior represión de toda iniciativa del sindicalismo de izquierda; represión que se cebó predominantemente en los trabajadores de la empresa privada; preventivamente sostenida mediante la sucesiva, sistemática persecución sindical (que duró hasta el presente Siglo) por parte de un sector mayoritario de los patrones, con la connivencia de jueces, abogados y funcionarios ministeriales. Pero este shock, que se combina y refuerza con el sentimiento de orfandad de aquella generación de trabajadores por la desaparición de su Partido y su Confederación, sentidas por ellos, en el momento, como pérdidas definitivas, en medio de una situación de temor, inseguridad y pobreza extrema; este shock, repito, no se dirigió a destruir la semilla del Comunismo, como se decía. En realidad se dirigió a destruir la incipiente formación de los trabajadores costarricenses como ‘clase para si’: su conciencia de clase. Y lo consiguió en gran medida.

Mauricio Castro describe la ‘Reacción Conservadora’ que se produjo entonces, y que, según sus cuentas, duró 22 años (1948-1970):

“…La reacción conservadora se dirigió sobre todo a la persecución sindical (CTCR) y a la cooptación de la CCTRN. Se disolvieron 194 sindicatos (de 1948 a 1953), el 90% de los sindicatos vigentes en 1948, aunque luego del golpe de Estado el 80% estaba inactivo. La persecución desde la guerra incluyó ajusticiamientos, fusilamientos, torturas, encarcelamientos y exilios. La disolución de sindicatos se concentraría en períodos liderados por socialdemócratas, la junta militar (48-49), la administración Figueres (1953) y de Francisco J. Orlich. Para 1953 solo el 2.33% estaba sindicalizado, buena parte en sindicatos independientes contribuyendo a la fragmentación sindical y la acción sindical se desarrolló en el sector privado en un contexto de represión, anticomunismo e ilegalización. El sindicalismo opositor inicia su recomposición con la CGTC (1953) pero su acción era muy difícil. Los 12 conflictos colectivos planteados en 1952 por la FOBA son rechazados por jueces de trabajo y en 1959 la compañía bananera se niega a cumplir con la ley de aguinaldo, lo que provocó una huelga masiva que triunfó, pero fue seguida de una estrategia antisindical que desintegró la UTG, que incluyó “el despido, la represalia, la lista negra y la persecución policiaca (…) el halago y el soborno”, así como el arreglo directo con no sindicalizados y la idea de la “armonía obrero – patronal” para rechazar la negociación colectiva…” (Ob. cit., pág. 161/2).

Del concepto de ciudadanía social (Castro), o sea, de la incorporación social del movimiento obrero (Schifter)

Es a partir de entonces (1949) que transcurren los que he llamado ‘Los decenios de la ignominia’, con sus gravísimas consecuencias políticas, económicas y sociales. Pero retrocedamos un poco y recordemos que hasta finales de los 40 venía conformándose una sólida estructura sindical de amplia base popular que, de continuar por ese camino, estaba llamada a transformar a Costa Rica en un solvente Estado Social de Derecho, con una clase trabajadora fuerte, titular de lo que se ha llamado ‘ciudadanía social’; consciente de sus derechos, adiestrada para la negociación y el conflicto, y con un considerable peso específico en la palestra política.

La experiencia de la vida sindical que se vive en los decenios anteriores a 1948 creaba y fortalecía la conciencia de colectividad, que es fundamental para la construcción del sindicato, de la cooperativa, del partido político. Lo describe admirablemente el historiador y filósofo Eric Hobsbawm:

         “…Lo que proporcionaba a los movimientos y partidos obreros su fuerza era la convicción justificada de los trabajadores de que la gente como ellos no podía mejorar su situación mediante la actuación individual, sino sólo mediante la actuación colectiva, preferiblemente a través de organizaciones, en programas de asistencia mutua, huelgas o votaciones, y a la vez, que el número y la peculiar situación de los trabajadores manuales asalariados ponían a su alcance la actuación colectiva…” (Ob. cit., pág. 308).

Además, es obvio que el ejercicio colectivo de los derechos sindicales es condición sine qua non de un efectivo ejercicio de los derechos políticos. Esto vale para lo que diremos más adelante acerca de la actitud y el comportamiento que tendrá la gran mayoría de los asalariados de bajo nivel frente a la política nacional, sobre todo de cara a las elecciones.

En palabras de Mauricio Castro:

“…La democratización societal requiere de la ciudadanía social, es decir, el estatus que se otorga a las organizaciones de personas trabajadoras para el ejercicio de derechos colectivos frente al Estado y las organizaciones privadas. Un régimen con competencia electoral, pero con restricciones a la libertad sindical es un régimen democratico restrictivo…” (Ob. cit. pág. 165)

Esto último es esencial porque nos da las pistas para entender en las páginas siguientes las dimensiones político-electorales de la lesión que se ha causado en Costa Rica a la clase trabajadora.

Pues bien, volviendo a lo nuestro, ese deseable proceso de asimilación del movimiento obrero dentro de la comunidad ciudadana (la ‘ciudadanía social’ vigente y corriente en tantos países de Europa, en Estados Unidos y Canadá desde fines del Siglo XIX) era algo cuyo desarrollo en el ámbito nacional resultaba extremadamente oportuno y conveniente en la Costa Rica de la Segunda Postguerra, en términos de ‘bien común’, democracia y derechos humanos, tenía un enorme obstáculo en su camino: al tratar de asegurar una efectiva participación de los trabajadores en los destinos del país, y una redistribución progresivamente más equitativa de la riqueza nacional, afectaba los intereses de una clase empresarial poco competitiva, que nunca había pagado justos impuestos, y cuya fortaleza nunca estuvo en su productividad, sino en sus privilegios y en la explotación del trabajo; y afectaba asimismo los intereses de las transnacionales habituadas a los incentivos estatales y comprometidas a aumentar gradualmente los dividendos de sus accionistas.

En consecuencia, la oligarquía y las transnacionales buscarían la manera de hacer abortar o, al menos desvirtuar aquel entramado constitucional y legal de base nacido en 1943, en espera del momento oportuno que permitiera derogarlo definitivamente (y regresar al amanecer del Siglo XIX, al añorado ‘capitalismo salvaje’).

Obras consultadas: Eric Hobsbawm: El Siglo.XX, cit. Marielos Aguilar: Clase trabajadora y organización sindical en Costa Rica cit. Manuel Solís: La Institucionalidad Ajena. Los años cuarenta y el fin de siglo; UCR, San Pedro, 2008. Naomi KLEIN: La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Paidós, 1ª ed. Buenos Aires. 2008.

5) Los decenios de la ignominia sobre el sector laboral privado

En mi opinión, si bien es cierto que por los hechos de Alcoa en 1970, y por la eliminación de las trabas constitucionales a los partidos de izquierda en 1975, se produce un importante reverdecimiento de la actividad sindical, señaladamente en el sector público, en las bananeras y poco más, puede hablarse de la producción de un cierto efecto de ‘democratización societal’ (Castro, ob. cit., pág. 165), me parece que no conviene dejar la impresión de que se trató de un proceso homogéneo, que benefició por igual a toda la comunidad asalariada. No creo que sea así: la verdad es que, ni en ese período ni en ningún momento cesó la impune persecución sindical en las empresas privadas, la cual que se mantuvo prácticamente invariable con sus despidos ‘preventivos’, las listas negras de los despedidos, los operativos administrativos, legales y judiciales; la inexorable campaña goebbelsiana de los medios de comunicación al servicio de la oligarquía; las campañas permanentes de la Iglesia Católica; y el desmoralizador espectáculo de arbitrariedad y favoritismo montado por el gobierno en las empresas bananeras y similares, fuera de la Meseta Central, en las que los excesos de la Compañía eran disimulados, pero la policía reprimía a los trabajadores en huelga con extrema brutalidad. Este conjunto de calamidades que se abaten sobre todo contra el asalariado de la empresa privada meseteña, se traduce en una negación del status indispensable para el ejercicio de los derechos colectivos frente a los patronos.

Tengo la experiencia directa, fruto de los años que serví como abogado de la CGT, de los esfuerzos (verdaderos ‘Tormentos de Sísifo’) de compañeros como Chepito Meléndez Ibarra, Luis Ángel Serrano, Domingo Rojas y otros, en la minuciosa, agotadora labor de convencimiento y asesoría de cientos de trabajadores fabriles en la Meseta Central y en Guanacaste, para que se organizaran en sindicatos y siguieran sus indicaciones precisas, las tácticas que la experiencia les había enseñado, so pena de la ocasión perdida, más despidos en serie, etc. ; sus pírricas victorias y su tesón indomable para empezar de nuevo, cada vez, en un ambiente en el que el enemigo implacable no eran sólo el empresario y sus oficiales, sino también la Iglesia, la Policía, los inspectores y otros funcionarios públicos.

¿Cuál es la fuerza de este shock cuyos efectos se prolongan sobre las sucesivas generaciones de trabajadores y sus familias?

Es evidente que, durante varias generaciones, aunque al comienzo hubieran luchado resistido la agresión, masas de trabajadores han carecido de aquel status, de aquella ciudadanía social: miles de obreros costarricenses han pasado sus vidas sin saber lo que es organizarse junto a sus compañeros para, invocando la protección de las leyes laborales, asegurarse mejores ingresos, más seguridad laboral, más vacaciones, mayor participación en la empresa, etc.; cientos de miles que nunca llegaron a gozar de las ventajas que procura una convención colectiva o una huelga justa; cientos de miles que, por el contrario, han asistido resignados o iracundos, pero impotentes, al deterioro inexorable de su nivel de vida, etc.

No conozco ninguna investigación que nos brinde respuestas directas a esas conjeturas ¿Cómo se vivió por dentro esa etapa restrictiva de los derechos de un importante sector de la comunidad costarricense? ¿Cuáles fueron las verdaderas causas de los cambios experimentados? ¿Cuáles serían las hipótesis más plausibles para construir una explicación?

Moviéndonos siempre en el terreno hipotético, aquí tendríamos que distinguir con nitidez los efectos de aquella política represiva que se instaló en el ambiente e influyó sobre cada una de las generaciones de asalariados que, cada vez de manera distinta, tuvieron que soportarla y convivir con ella:

a) los que sufrieron los brutales golpes de la Junta Fundadora (1948) y gobiernos inmediatamente sucesivos eran sindicalizados que habían vivido la época expansiva de su movimiento y que, en general, creían en el sindicalismo y en una perspectiva de izquierda; y resistieron en una buena proporción; pero claro que ya entonces tuvieron que registrarse deserciones y abjuraciones en sus filas;

b) la siguiente generación (1978), que en su infancia y juventud vivió el período de ilegalidad y clandestinidad del Partido, sufriendo la persecución y las pobrezas familiares, heredó el reflejo de abstención surgido entre sus mayores y vivió formas no traumáticas de la deserción y el abandono de la lucha;

c) los que vivieron el cambio del Siglo (2008), la desaparición del Socialismo Real y la hegemonía neoliberal en la forma del bombardeo propagandista contra el sindicalismo y contra los comunistas.

En años recientes han sido objeto de estudio, bajo el nombre de “Doctrina del Shock”, ciertas prácticas gubernativas que consisten en aprovechar situaciones colectivas de conmoción (naturales o preparadas) para hacer pasar medidas drásticas convenientes a los intereses del gobierno y perjudiciales a la comunidad afectada, medidas cuya implementación sería mucho más difícil en tiempos normales (conf. Naomi KLEIN: La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Paidós, 1ª ed. Buenos Aires. 2008).

Observa Klein: “…Tanto en Chile como en Argentina los gobiernos militares utilizaron el caos inicial del golpe para lanzar con éxito su ataque contra el movimiento sindical. Claramente se trató de operaciones planeadas con mucha antelación, pues las redadas sistemáticas empezaron el mismo día del golpe. En Chile, mientras todas las miradas se dirigían al asediado Palacio Presidencial, otros batallones fueron enviados a fábricas en lo que se conocía como «cinturones industriales», donde las tropas llevaron a cabo redadas y arrestaron a gente. <<Durante los días siguientes», según el informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, hubo redadas en varias fábricas más, «lo que llevó a arrestos masivos de personas, muchas de las cuales fueron luego asesinadas o desaparecieron». En 1976, el 80 % de los prisioneros políticos de Chile eran obreros y campesinos. El informe de la Comisión de la Verdad de Argentina, Nunca Más, documenta una intervención quirúrgica similar contra los sindicatos: «Hemos visto que una gran parte de las operaciones [contra los trabajadores] se llevaron a cabo el mismo día del golpe o inmediatamente a continuación». Entre la lista de ataques a las fábricas, un testimonio es particularmente revelador de cómo el «terrorismo» se usó como pantalla de humo para perseguir a activistas pro obreros no violentos. Graciela Geuna, prisionera política en el campo de tortura conocido como La Perla, describió cómo los soldados que la vigilaban empezaron a ponerse nerviosos con una huelga que iba a tener lugar en una central eléctrica. La huelga iba a ser «un ejemplo importante de resistencia a la dictadura militar» y la Junta no quería que tuviera lugar. Así que, recordó Geuna, los «soldados de la unidad decidieron convertirla en ilegal o, como ellos dijeron, «montonerizarla»» (los montoneros eran un grupo guerrillero que el gobierno ya había derrotado). Los huelguistas no tenían nada que ver con los montoneros, pero eso no importaba. Los «mismos soldados que había en La Perla imprimieron panfletos que firmaron como «montoneros», panfletos en los que incitaban a los trabajadores a la huelga». Los panfletos se convirtieron entonces en la «prueba» necesaria para secuestrar y asesinar a los líderes sindicalistas, tortura patrocinada por las empresas En ocasiones los ataques a los líderes sindicales estaban coordinados con los propietarios de los lugares de trabajo. Demandas interpuestas en los últimos años han aportado algunos de los ejemplos mejor documentados de intervención directa de filiales locales de multinacionales extranjeras.” (págs. 179/180)

¿Podríamos decir que a partir de 1949 la acción terrorista de las autoridades que asesinaron, agredieron, lesionaron, encarcelaron a granel a los líderes sindicales, activistas, obreros y campesinos sindicalizados, des-inscribieron ilícitamente de los Registros del Ministerio a cientos de sindicatos y alentaron a los patronos para que incurriesen con plena impunidad en actos de persecución sindical, en la confección de listas negras de trabajadores, etc., para conmocionar el ánimo de miles de obreros y campesinos y sus familias, constituyó una forma de aplicación, avant la lettre, de la ‘doctrina del shock’?

Repasemos los efectos propiamente sindicales del shock, a los cuales se refiere Mauricio Castro en los siguientes términos:

“…Como resultado de la reacción conservadora se llegó a la virtual desaparición del sindicalismo en el sector privado que llegó al 3% (54.025), incluyendo sindicatos de campesinos no asalariados, frente a un 83,7% en el sector público (241.404 trabajadores).109 En el sector privado sobreviven 13 convenciones acordadas antes de 1980, todas de empresa y casi todas relacionadas con el banano. La OIT estimó que la negociación colectiva cubría a un 3% de los asalariados en el 2001…” (Ob. cit., pág. 176)

Después de que los crímenes, detenciones, vejaciones y persecución sindical desatada a partir del 48, y la consiguiente indefensión y subalternidad de los trabajadores costarricenses, sobre todo del sector privado (prolongadas por varias décadas y respaldadas por una campaña sistemática en los medios de comunicación) alcanzaron las dimensiones de lo irremediable en el imaginario popular, creando una atmósfera generalizada y silenciosa de temor e inseguridad económica y política en aquel importante segmento de la población; parece ser que se produjo la aparición de la cultura de mimetismo político y conformismo laboral que luego fue predominante en dicho segmento; y apareció una moral nueva, en la que se encomiaba la observancia de las directivas de la empresa, mientras que estaban vedadas, por ejemplo, las prácticas que condujeran al sindicalismo (equivalente a comunismo). La palabra ‘comunista’ denotaba una condición infamante que acarreaba menosprecio, desempleo y ruina (jueces costarricenses de entonces dictaminaron que ‘comunista’ era una injuria igual o peor que ladrón o criminal).

Esta perversa y prolongada maquinación, que cercenó y satanizó por largo tiempo la acción de sindicalizarse: una opción que era legítima en cualquier país civilizado, terminó por sumir a la clase trabajadora costarricense en un estado de miedo crónico a ser visualizado como sindicalista, socialista, comunista, y produjo en miles de costarricenses una reacción defensiva de negación de sí misma, de mimetismo (invisibilización) cuyo resultado en la realidad social costarricense fue la presencia de todo un extenso sector social ideológicamente ‘neutralizado’, desunido y paralítico: políticamente ‘domesticado’, como cínicamente (pero certeramente) lo calificó don Pepe Figueres. Consiguió, en suma, que cientos de miles de trabajadores costarricenses sintieran que los derechos laborales que la Constitución y el Código consagran, no eran en realidad sus derechos, y que en el plano político, para ellos estaba cerrada la posibilidad de manifestar públicamente (menos aún delante de sus patrones) su natural, instintiva preferencia por candidatos de izquierda. El trabajador termina razonando así: ingresar a un sindicato y votar por la izquierda son actos inconvenientes, dañinos, no recomendables, porque cualquiera de los dos me acarrea el despido, y el despido significa el hambre, las enfermedades y la muerte.

Invocando de nuevo el ejemplo de Chile, es notorio que al restablecerse la democracia, los partidos de izquierda (sobre todo el más grande: el Partido Comunista) se encontraron sensiblemente diezmados. Lo cual causaría extrañeza a muchos, puesto que los sufridos partidos de izquierda no eran obviamente los culpables de todos los sufrimientos padecidos por el pueblo chileno con el golpe, la masacre, la tortura, los desaparecidos, las detenciones, las deportaciones. Pero a raíz del shock del golpe Pinochetista había ocurrido algo así como si el pueblo quisiera castigarse después de recibir el brutal, prolongado e inmerecido castigo. Los sectores populares mostraban una tendencia abstencionista, o abandonaban explícitamente las posiciones de izquierda.

También en Costa Rica, cuando se eliminó el segundo apartado del artículo 98 constitucional y el Partido Vanguardia Popular recobró la legalidad, se encontró con que su militancia se había contraído sensiblemente: el shock había surtido sus efectos también en el campo político. Contra toda razón y justicia, los pueblos tienden a reverenciar el poder y no perdonan a los vencidos.

Obras consultadas: Elizabeth Lira: Consecuencias psicosociales de la represión política; en A. Blanco y M. Sabucedo: Psicología y Derechos Humanos, Icaria, Barcelona, 1998. Manuel Garretón: Balance y perspectivas de la democratización política chilena, en Menéndez-Carrión, Amparo y Joignant, Alfredo (ed.) La caja de Pandora: el retorno de la transición chilena; Planeta, Santiago, 1999. Naomi Klein: La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Paidós, 1ª ed. Buenos Aires. 2008). Nicolás Maquiavelo: Discurso sobre la Primera Década de Tito Livio, en ‘Obras Políticas’, Ateneo, Buenos Aires, 1957.

6) Los sindicatos públicos defienden la integridad nacional

Los trabajadores del sector público en cualquier país están llamados a jugar un papel muy destacado en la política nacional durante el Siglo XX. El hecho de que muy temprano en la historia se les reconociera un cierto grado de inamovilidad gracias al régimen establecido por un Estatuto del Servicio Civil, sus sindicatos no pudieron ser desarticulados mediante despidos de efecto inmediato, como ocurría en la empresa privada, de modo que se consolidaron y acuñaron una experiencia de lucha que va a ser valiosísima a partir de la segunda mitad del Siglo XX, como veremos a continuación en el caso de Costa Rica.

Los sindicatos del sector público han llegado a ser muy numerosos gracias a las circunstancias relatadas, y al hecho de que se trata de un personal con un grado entre medio y alto de instrucción, muy favorable a la adquisición de capacidades para la disciplina y la lucha sindical.

Las principales agremiaciones de empleados públicos son: la Asociación de Educadores (ANDE), que nace en 1942 y que, en mi criterio, es una gran confederación sindical con nombre y status de asociación; UNDECA, en la Caja Costarricense de Seguro Social, que es de 1954; la Asociación de Profesores de Segunda Enseñanza (APSE) fundada en 1955; ASDEICE, que es la primera que se forma en el ICE (1955); la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP), fundada en 1958; y en 1968 se funda el Sindicato de Empleados del Banco Nacional (SEBANA); y el Sindicato de Educadores Costarricenses (SEC) en 1969; y el Sindicato de Empleados Universitarios (SINDEU) en 1970; y Sintrajap de JAPDEVA; y los médicos de Siprocimeca; y el Fit–Ice, y Anttec, etc., etc. En realidad los sindicatos del sector público son muchísimos; La CCSS, por ejemplo, alberga más de treinta; y su crecido número ha jugado un importante papel en la marcha de los acontecimientos. Pero lo que ha sido de una extraordinaria relevancia en la historia patria ha sido la calidad moral de esos sindicatos públicos. Como decía José Martí, hay momentos en que la moral de la Patria está encarnada en un reducido grupo, o en una persona:

La aprobación del Contrato/Ley de Alcoa en la Asamblea Legislativa, en los últimos meses de la Administración Trejos Fernández fue adversado a comienzos de 1970 por un masivo movimiento estudiantil coordinado por la FEUCR, el cual gozó de un amplio respaldo popular, y fue apoyado por el movimiento sindical, particularmente por los sindicatos de educadores (entre los que destacó el SEC, con una participación constante durante todo el proceso). De modo que la gesta de Alcoa no se generó en el seno del sindicalismo, pero para éste constituyó una rica experiencia de movilización de masas, que aprovecharía en sus luchas de los años futuros.

Si no recuerdo mal, la poderosa transnacional Millicom negoció su instalación en Costa Rica por acuerdo con el gobierno de Oscar Arias (1986-1990), y operó efectivamente durante la Administración Calderón Fournier; pero los sindicatos del ICE determinaron que su funcionamiento era ilegal, trataron infructuosamente de que el Gobierno y el propio ICE hicieran valer aquella ilegalidad; y finalmente fueron a la huelga, ya durante la presidencia de Figueres Olsen (1995). El movimiento triunfó, y el Gobierno firmó el levantamiento de la huelga con los 11 sindicatos del ICE involucrados en la lucha. Pero de todo esto, lo que me parece más hermoso es que se trató de la primera vez que un grupo de sindicatos de una empresa pública tomó a su cargo la tutela de los intereses de toda la comunidad costarricense, en contra de las cúpulas gubernativas compuestas por el Presidente, los Ministros y los Directores del propio ICE, que eran los que tenían institucionalmente a su cargo la tutela de dichos intereses populares y, alevosamente, los estaban sacrificando.

Esto se va a repetir en los movimientos siguientes, que tienen lugar en los últimos treinta años de nuestra historia, donde vamos a ver siempre a sectores del pueblo (¡que eso son los sindicatos!) supliendo el papel de protectores de los intereses nacionales, en sustitución de los que fueron elegidos y nombrados por el pueblo para que cumplieran con ese papel.

El ICE es justa y unánimemente calificado como una institución benemérita y amada por el pueblo costarricense, porque ha impulsado con patriotismo y eficiencia la electrificación, la industrialización, la intercomunicación, la modernización y por ahí también la democratización y el bienestar del País. Forma, junto con la Caja, los dos mayores tesoros institucionales de nuestro pueblo; y al igual que la Caja, su existencia estorba a la voracidad insaciable de los mercachifles neoliberales, quienes en la presidencia de Miguel Ángel Rodríguez le prepararon el tristemente célebre ‘Combo’ (2000). Y de nuevo fueron los sindicatos del ICE, con fuerte apoyo popular y el respaldo de muchos otras organizaciones gremiales, quienes se extenuaron en la tutela de aquella institución que los burócratas y los políticos neoliberales querían desmantelar alegremente.

Y de nuevo veremos a los sindicatos públicos formando en el 2004 el Movimiento Cívico Nacional durante la presidencia de Abel Pacheco, protestando contra el monopolio RITEVE; y otra vez los vemos en el 2007 formando filas con el pueblo para el Referéndum del TLC; y así hasta el presente.

Lo que en realidad ha ocurrido en Costa Rica es que, frente a la monótona caravana de los gobiernos neoliberales y su política privatizadora y desmanteladora de la Res Publica, la única contraparte que va quedando, con capacidad de ponerles freno, son los sindicatos del sector público: las mujeres y los hombres que constituyen la masa de los técnicos, los administrativos, los geólogos, los banqueros, los jueces, los jardineros, los ingenieros, los conserjes, los enfermeros, los albañiles, los trabajadores sociales, los entrenadores, los economistas, los historiadores, los médicos, los oficinistas, los químicos, los cocineros, los profesores, los laboratoristas, los choferes, los investigadores, etc., que forman dichos sindicatos. El Frente Amplio, mi partido, que comparte en gran medida los ideales patrióticos de dichos gremios, no tiene por el momento los votos necesarios, aunque abunda en ideas claras, buenos proyectos y colaboradores laboriosos y honestos.

La Reforma Procesal Laboral, una iniciativa colectiva de laboriosa gestación que empeñó el esfuerzo de juristas y sindicalistas, y que tuvo el patrocinio de la OIT, fue promulgada en los estertores de la Administración Chinchilla Miranda, mereció el veto de la Presidenta saliente y la sanción del entrante. Fue el único intento logrado en tantos decenios de corregir al fin muchos de los achaques congénitos de nuestro viejo Código del Trabajo de 1943, sobre todo en materia de derecho colectivo y derecho procesal laboral. Mauricio Castro dedica al tema una síntesis conclusiva que vale la pena reproducir en lo conducente:

“…El derecho laboral colectivo se desarrolló en Costa Rica a partir del unilateralismo (ley y mecanismos impositivos) y en las 3 etapas de reconocimiento de la ciudadanía social, el ejercicio de la libertad sindical tuvo enormes limitaciones jurídicas, políticas y culturales que han impedido su consolidación. La incorporación laboral en los 40 partió de la desconfianza hacia los sindicatos, por lo que el Código de Trabajo incluyó potentes mecanismos de disciplinamiento sindical, que mostraron toda su potencia en las etapas de reacción conservadora. Aún con esas limitaciones, cuando se legitimó políticamente a los sindicatos y se reconoció el conflicto capital-trabajo, se produjo una explosión de afiliación, negociación, medios de solución de conflictos y huelgas…”. (pág. 193)

Obra consultada: Mauricio Castro: Ob. cit., pág 193. BID/CLAD: Análisis comparado de las relaciones laborales en la Administración Pública Latinoamericana. Argentina, Costa Rica, México y Perú; Bid, Washington, 2012. Felipe Martínez Kaechele: Libertad sindical en los funcionarios públicos; Universidad de Chile, Santiago, 2017. Adolfo Braga: Las relaciones sindicales en el empleo público; Universidad de Teramo, 2020. Lorenzo Bordogna: Problemas de las relaciones sindicales en el sector público. La experiencia italiana en perspectiva comparada; en Stato e Mercato Número 36, Milán, dic. 1992.

7) La última agresión neoliberal

En las últimas huelgas: la de 2017 de los funcionarios del Poder Judicial, y la del 2018, en la que participaron sobre todo los sindicatos de educadores, con apoyo parcial e intermitente de otras fuerzas, contra la promulgación de la llamada Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas (iniciativa del gobierno anterior con un nombre sugestivo, reasumida por el nuevo Gobierno sorpresivamente ultrarreaccionario, que aprovechó los daños de la desidia fiscal de las administraciones anteriores para decretar la emergencia fiscal y predicar su santa cruzada contra los empleados públicos, tratando así de minar los últimos bastiones de la resistencia popular y del Estado Social de Derecho). En los avatares de esa lucha tuvimos la ocasión de experimentar la unanimidad de los tres Poderes en concierto con la UCAEP, los mass media a su servicio y una opinión pública reaccionaria y hostil; en suma, una representación local del Capitalismo transnacional clara y resuelta, en un despliegue de fuerzas para imponer su modelo autoritario.

La Huelga contra la Ley de Fortalecimiento Fiscal fracasó: la Ley entró en vigencia con algunas limitaciones y fue diligentemente aplicada; pero además de eso la Asamblea, el Ejecutivo y la Sala Cuarta reaccionaron al unísono para tratar mediante nuevas leyes y decretos, de desvirtuar la parte más significativa de la reciente Reforma Procesal Laboral y despojar a los institutos de la Huelga y la Convención Colectiva de todo su poder, atropellando la Constitución y los Convenios Internacionales.

Mauricio Castro comenta ampliamente el episodio:

Las reformas y las huelgas del Poder Judicial (2017) y por justicia tributaria (2018) produjeron la tercera reacción conservadora (2018 …), que busca la imposición unilateral de las condiciones de trabajo. Se produce en un contexto de polarización y conflictos sin espacios de negociación. A la deslegitimación sindical y la calificación del conflicto como una patología, se suman reformas unilateralistas. Se legalizó la disminución unilateral de jornadas con disminución salarial (ley 9832); se creó un mecanismo “express” para suspender contratos (42248-MTSS); se apoya imponer una jornada ordinaria de 12 horas diarias 4 días de la semana. La emergencia sanitaria y la crisis fiscal han colocado la unilateralización en el sector público disfrazada de exigencia económica. Se limitó la huelga en el sector público en contra de la doctrina de OIT (ley 9808) que además buscaba facilitar la disolución sindical, aunque este aspecto debió abandonarse (SCV 20596-19). En general la Sala Constitucional abandonó la doctrina de la OIT. La Ley de Fortalecimiento Fiscal (9635) intentó limitar los convenios en su contenido esencial (salarios) y planteó su denuncia obligatoria…”. (Ob. cit. pág. 191)

Es público y notorio que en abril de 2019 el Gobierno presentó a la Asamblea Legislativa un proyecto de Ley Marco de Empleo Público, que se tramita bajo el Número 21.336. El mayor interés que suscita para los efectos de este ensayo es que expresa claramente las intenciones del Gobierno que venían ocultas en la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas: controlar todas las instancias del Estado y los entes públicos menores desde una especie de super-ministerio del Poder Ejecutivo: el Ministerio de Planificación, de manera de mediatizar la independencia de los Poderes y de las autonomías establecidas en la Constitución. El Diablo vendiendo escapularios: gobiernos neoliberales blindándose de super-poderes para de ese modo perpetrar cómodamente y sin resistencias su macabro desmantelamiento: sin el control de la Justicia, sin la crítica de la Academia y sin la protesta del Pueblo.

Conclusiones

Si leyéramos Historia Patria, confirmaríamos sobradamente el dato de que dos centenares de sindicatos de empresa que nacieron alrededor de los años cuarentas del Siglo XX, junto con otras mil iniciativas informales en el mismo sentido, en el contexto de un vigoroso pero incipiente movimiento social, todas al amparo y bajo la ilusión de Garantías Constitucionales, de un flamante Código de Trabajo y de la movilización popular, fueron negados, ilegalizados y desmantelados ilegítimamente en la década siguiente, aprovechando el triunfo de una rebelión armada y las políticas anticomunistas de la Guerra Fría; y también nos enteraríamos de que esas políticas represivas incluyeron el fomento de una prolongada, mortífera e impune persecución de aquellos sindicalistas, con cínica inobservancia de la flamante Constitución de 1949 y del Código de Trabajo: una persecución de trabajadores propiciada por el Ministerio de Trabajo, predicada por cientos de curas católicos y tolerada por los jueces del Ramo; la cual facilitó la conducta patronal del despido inexorable y sistemático de los trabajadores que intentaran formar un nuevo sindicato en las empresas, y a su inclusión en una lista negra que les dificultaría volver a tener un trabajo asalariado.

Recalcamos, por si quedan dudas, que esa práctica represiva, ilegal e inconstitucional, condujo al resultado de que, salvo en las zonas bananeras, desde hace más de medio siglo, prácticamente desapareciera el sindicato en la empresa privada en la Meseta Central y en muchas otras partes del Territorio (engañosamente sustituido en muchos casos por la asociación solidarista).

Así las cosas, la prolongada ausencia de una fuerza sindical en el sector privado, que reclamara eficazmente el mejoramiento de la situación laboral del dependiente, del obrero, del campesino, disponiendo incluso del arma de la huelga; así como la ausencia prolongada de convenciones colectivas económico-sociales que garantizaran una distribución más equitativa de las ganancias de las empresas y el gradual mejoramiento de los asalariados, llevaron a la configuración capilar pero incesante de aquel déficit en sus derechos y sus garantías laborales que ha sido, al fin y al cabo, la causa principal del deterioro de su tenor de vida; y los ha puesto en la necesidad de acudir a dos o más empleos; de aceptar trabajos informales por debajo del salario mínimo, sin seguridad social y con largas jornadas laborales; aislados y vulnerables, con los deletéreas efectos que todo ello les ocasiona en el orden moral, familiar, económico, de salud, etc. Todo esto es así, aunque en ciertos momentos los datos numéricos puedan hacer pensar que las cosas en el sector sindical privado son equiparables a las del sector público.

Es oportuno insistir en que en el empleo público los sindicatos han podido en general resistir las arremetidas de los gobiernos, por la feliz circunstancia ya conocida de que el empleado no puede ser despedido a voluntad (como sí le ocurre sistemáticamente al trabajador privado) sino que se requiere demostrar su supuesta falta mediante un proceso administrativo cuya decisión final puede ser impugnada en vía judicial. Lo cual, en la práctica, se ha traducido en una estabilidad como situación normal, que a los empleados públicos les ha permitido consolidar una experiencia sindical de varios decenios: ir a la huelga y firmar convenciones colectivas para mejorar sus salarios, su seguridad laboral, su régimen de pensiones, etc.

Afortunadamente tuvo que ocurrir que llegara el día en que la situación laboral en el sector privado fue conocida, analizada y divulgada por organismos científicos y agencias financieras internacionales (CEPAL, INEC, OCDE, PNUD, BM), cuyos hallazgos han permitido revelar otros aspectos de su desventajosa situación; como que, por ejemplo, a diferencia del otro sector, el temor, la apatía, la desmovilización y la indefensión de los trabajadores privados hayan conducido a que entre 1984 y 2009 el salario mínimo medio en términos reales sólo creciera a una tasa media anual de 0,7%; y que, por ende, la desigualdad salarial (con respecto del empleado público) se haya ido ensanchando significativamente año tras año.

Posiblemente algunos lectores recuerden que a principios de junio de 2018, los medios de comunicación divulgaron un estudio del Banco Mundial sobre pobreza y desigualdad en el Mundo. Entre esos medios, por ejemplo, EL PERIÓDICO CR del 2 de dicho mes, el cual nos brindó la siguiente información que reproduzco en lo que atañe a Costa Rica:

“…Aarón Chinchilla EP. Un estudio de análisis del Banco Mundial determinó que Costa Rica es el noveno país del mundo con mayor desigualdad económica. Para elaborar la investigación, se determinó evaluar el Producto Interno Bruto (PIB) de cada país, la capacidad de compra de las personas respecto a sus ganancias (paridad del poder adquisitivo por habitante) y el Coeficiente Gini, que mide la desigualdad en el mundo. El estudio determinó que ocho países de América Latina y el caribe además de dos africanos son los más desiguales del Mundo…” (las negritas son mías)

“…Caso Costa Rica: Jornadas Largas acompañan alta ineficiencia y bajos salarios. Indicadores de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han determinado que Costa Rica es un país en donde se trabaja mucho (2.212 horas por año), pero posee baja productividad, además de que los ingresos generales no permiten que las personas superen la línea de la pobreza.

“…El análisis “Working, But Still in Poverty” de la OCDE ha detallado que la cantidad de hogares, en Costa Rica, con personas jefas de hogar en edad laboral, tienen un ingreso por debajo de la línea de pobreza…”

“…Para el caso costarricense, el experto (economista chileno Jorge Rodríguez Grossi) aseguró que, es importante denotar que estos valores, cercanos al 0.5 (arrojados por el Coeficiente de Gini), han venido incrementándose desde la década de 1980, en donde rondaba valores cercanos al 0.31-0.32; lo cual denota que las políticas económicas después de 1980 (el Neoliberalismo galopante a partir de Luis Alberto Monge), han ido en decrecimiento de la distribución del ingreso y la falencia de un sistema tributario progresivo y acorde a las necesidades del siglo XXI…” (los paréntesis y las negritas son mías).

El economista y estadígrafo italiano Profesor Corrado GINI (1864-1946) inventó en 1912 el ‘coeficiente’ que lleva su nombre, que es una herramienta analítica para medir la desigualdad salarial de las personas en un lugar y un tiempo dados. Y es gracias a dicho señor que podemos conocer el coeficiente que corresponde a Costa Rica al día de hoy; enterarnos de que ese concreto guarismo significa una grave desigualdad; de que una consecuencia de ello es que la ‘Suiza Centroamericana’ es el noveno país más desigual del Mundo; y que en la lista del PNUD que ordena los países según su desarrollo humano, ocupa el sexagésimo-sexto (66) lugar, de un total de 168.

Esa desigualdad se expresa también, en lenguaje económico, en los términos de una ‘brecha’ en la distribución del PIB entre aquéllos a los que mayores ingresos se asigna, y los que menos reciben. Y en el caso de Costa Rica tenemos que en el 2016, el ingreso promedio por persona (contando a los menores) del grupo que constituye el 20% más rico, fue de 1.079.788 colones, es decir, 19 veces mayor que el del 20% más pobre, que fue de 56.713 colones (contando, también, a los menores).

No se trata de pensar que los ticos inventamos la desigualdad social: Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, ha reafirmado recientemente la idea de que:

‘La desigualdad es una característica histórica y estructural de las sociedades latinoamericanas y caribeñas que se ha mantenido y reproducido incluso en períodos de crecimiento y prosperidad económica. Aunque hubo avances importantes en los últimos 15 años, América Latina y el Caribe sigue siendo la región más desigual del mundo, por sobre el África Subsahariana (la segunda región más desigual), y presenta un índice de Gini promedio casi un tercio superior al de Europa y Asia Central’ (CEPAL: PANORAMA SOCIAL DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE; Informe2019).

A mayor abundamiento, algunos datos extraídos del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad de Costa Rica (Nuestro enojo ciudadano por la falta de dinero; UCR Noticias, 13 de octubre de 2021) nos indican que

         1.- el nivel de pobreza, que en 2017 alcanzara al 20.5% de la población, al finalizar el 2021 alcanza cerca del 30%. Lo que significa que, si en 2017 teníamos un millón cien mil pobres en el País; y noventa y nueve mil treinta y cuatro hogares costarricenses en extrema pobreza, al terminar el 2021 tenemos un millón ochocientos cincuenta mil POBRES, es decir, el 30% de la población; y un coeficiente de Gini de 5.19

“…En Costa Rica la desigualdad crece. Ésta es la diferencia en el monto de ingresos que reciben las personas y que provoca que un segmento de la población reciba una fracción relativamente pequeña del ingreso, en relación con otro segmento que concentra una proporción mucho más grande.

La desigualdad medida por el coeficiente de Gini en Costa Rica para el 2020 se ubica en 0,519 y su evolución refleja que ha ocurrido un crecimiento de la desigualdad durante las últimas décadas…” (Ob. y lug. cit.).

En vista de lo anterior, concluye el informe CEPAL/MINEX/MIDEPLAN: El enfoque de brechas estructurales. Análisis del caso de Costa Rica, en 2016:

“…El estancamiento de la pobreza y el aumento de la desigualdad económica están provocando la fragmentación de la sociedad costarricense, una de cuyas manifestaciones es la pérdida de la educación como agente de movilización social. Dentro del marco de este análisis, se establecen dos dimensiones relevantes de la brecha de pobreza y desigualdad: la pobreza extrema y la desigualdad de ingresos…” (pág. 92)

Según dicho estudio, Costa Rica (en sólo 3 años) pasó de tener 85 personas que concentraban un capital de más de 30 millones de dólares (2012), a 100 personas (2015) que, en conjunto, acumularon una riqueza que representaba la tercera parte del PIB; y las nefastas consecuencias de ello se reflejan en términos de inseguridad ciudadana, penetración del narco, regreso del analfabetismo, mortalidad infantil, etc.

Entonces pienso yo sea de extrema conveniencia que los trabajadores del sector privado, desde los empleados de comercio y los obreros industriales hasta los jornaleros de las fincas, se hagan la siguiente pregunta: ¿esos catastróficos resultados hubieran sido los mismos si durante el último medio siglo hubiese existido un enjambre de sindicatos de la empresa privada, organizados en sus confederaciones, celebrando periódicamente sus convenciones colectivas y con plena disponibilidad del derecho de huelga?

Mas me parece evidente que uno de los efectos de aquella ilegítima pero impune represión contra toda actividad sindical en el sector privado de la zona central y más desarrollada de Costa Rica, de la que hablábamos antes, que se prolongó por un buen medio siglo, se está manifestando ahora, en forma casi diríamos especular, convertida en forma de brecha económica y de Coeficiente de Gini: porque aquello que fue un verdadero asalto a los derechos de los pobres ¿el asalto del siglo?) fue perpetrado silenciosamente en Costa Rica, y mantenido en la sombra por muchos años, pero estalló con estruendo en el Coeficiente de Gini y en la actual Brecha Económica: una parte muy considerable de lo que se sustrajo de los bolsillos de los asalariados del sector privado que forman el quintil más pobre, aparece del otro lado de la brecha, formando parte de las ganancias del quintil más rico. En otras palabras: hurtada que fuera la riqueza que debió traducirse en bienestar de los trabajadores privados, viene a reaparecer, en cambio, acumulada al otro lado de la brecha, formando parte del ingreso de los ricos (!!).

Como los indicios de un oculto crimen, aquellos dos indicadores vienen a revelar acusadoramente la violación de los derechos sindicales de los trabajadores del sector empresarial, el aplastamiento de toda tentativa de sindicalización, la ausencia de convenciones colectivas que hubieran puesto un poco de equidad y de humanidad en la distribución de las ganancias de las empresas. Porque ¿qué es la brecha económica sino la confesión de una iniquidad perpetrada por el quintil más rico en daño del quintil más pobre de la población?

Los empleados públicos, por el contrario, aprovechando sus garantías constitucionales para sindicalizarse, tuvieron el coraje de pelear para celebrar convenciones y hacer huelgas para ampliar la esfera de sus derechos, e incluso para enfrentarse a políticas públicas contrarias al bien común.

Para su eterna vergüenza, los políticos y los funcionarios públicos costarricenses, en vez de castigar la persecución sindical y abstenerse de interferir en el ejercicio de los derechos sindicales de los trabajadores privados que garantiza la Constitución, a fin de que dichos trabajadores accedieran a una razonable y sostenida expansión de sus derechos mediante sus instrumentos legales de lucha: la convención colectiva y (como ultima ratio) la huelga, los dejaron caer hasta el fondo; y ahora cínicamente pretenden más bien destruir los sindicatos públicos y privar a los empleados públicos de aquellas armas legítimas, para reducirlos a la impotencia: a la misma impotencia en que han mantenido a los trabajadores del sector privado durante tres generaciones.

Hay que repetirlo fuerte y claro: los decenios del sacrificio forzado de los derechos sindicales de los trabajadores del sector privado de Costa Rica, que en su tiempo se tradujeron en desamparo e indefensión, y en la miseria y la desdicha de innumerables familias humildes, terminaron al cabo siendo concausa, retardada pero acumulativa, de la infame brecha económica que pone un abismo entre los ricos y los pobres. Pero pensar en aquellos decenios de sacrificio debe también mover la conciencia de los trabajadores costarricenses: enseñarles a identificar a sus verdaderos amigos, …y a los otros.

Estoy convencido, además, de que el vacío político producido por la ausencia de una populosa clase trabajadora organizada y beligerante, que hubiera sido un fuerte interlocutor en la palestra política, poniendo en la balanza del poder el peso de sus legítimos intereses para sacar lo mejor de cada partido y de cada gobierno; repito: la ausencia de esa clase trabajadora unida y consciente que Costa Rica bien se merecía por sus tradiciones de civismo, hizo posible el deslizamiento y la degradación de un socialcristianismo y una socialdemocracia ideológicamente anémicas y sin contrapesos, hacia aquel neoliberalismo oportunista y chapucero que ha sido la tónica de quienes nos han venido gobernando:

a) con las consecuencias político-jurídicas disolventes que hoy se reflejan por doquier: se reflejan en el control politiquero consumado sobre las cúpulas judiciales y otros órganos de garantía; se reflejan en los contubernios entre los Poderes para asegurarse la impunidad de los excesos y de los compadrazgos en las altas esferas de la política y la economía que nos condujeron al Cementazo; en el desmantelamiento del MOPT y la concesión de las obras a un oligopolio que nos condujo a Cochinilla y al Diamante; en el abandono de toda política asistencial constructiva, junto a la carta blanca de los empresarios en la aplicación de la infame “flexibilización de las relaciones laborales”; en el ataque a los últimos bastiones institucionales del servicio público (la CCSS, el ICE). Todo lo cual se tradujo en la violación reiterada y flagrante de los derechos humanos económicos, sociales y culturales consagrados en beneficio de nuestro Pueblo por la Constitución y las Convenciones Internacionales.

b) con las nefastas secuelas económico-financieras que se transparentaron en el sempiterno e inducido desequlibrio fiscal, en el creciente desempleo, en la profunda y acusadora brecha entre ricos y pobres que se ha ensanchado bajo los pliegues del modelo del derrame.

c) con la artera política legislativa del Gobierno Alvarado, en connivencia con los partidos Liberación Nacional, Unidad Social Cristiana y los Pentecostales, tendientes a debilitar las instituciones de control jurisdiccional y a eliminar las universidades públicas, los sindicatos del sector público y, por esa vía, toda forma de crítica racional y de resistencia ciudadana.

¿Cómo podrán nuestra clase gobernante y el País entero reparar el inmenso daño económico, social, moral y político infligido a varias generaciones de trabajadores costarricenses a partir del 48, por haberlos privado ilícitamente de su derecho a formar sindicatos, y de los legítimos y esenciales servicios de dichos sindicatos que el Código de Trabajo, la Constitución y las Convenciones Internacionales habían creado en beneficio de aquellos trabajadores? Usando la fuerza, el terror, la injusta violencia, el abuso y la mentira ¡les pintaron como crímenes los que no eran sino sus legítimos derechos!

Está a la vista que Costa Rica no tiene ejército, pero tampoco le permitieron tener mayorías de trabajadores capaces de defenderse de la inanidad y la domesticación que les han decretado sus gobiernos. A fin de cuentas, como predijo el escritor y mártir argentino Rodolfo Walsh, muchas más vidas serían arrebatadas por la «miseria planificada» que por las balas.

¡Cómo retumba esta frase en el País de los muchos maestros y ningún soldado!

Más allá del billete de 20 000

Organización Política Carmen Lyra

Cada 15 de enero recordamos a una de las figuras más importantes de la primera mitad del siglo XX a nivel político, literario y académico en Costa Rica: María Isabel Carvajal, conocida como Carmen Lyra.

Es común que la persona costarricense promedio piense en Carmen Lyra como una tierna maestra que redactaba cuentos para niños y niñas, idea que se reafirma en el uso impertinente de su figura y la de un conejo y un coyote en el billete de 20 000 colones, actualmente en circulación. Sin embargo, es de fundamental importancia que esta figura sea desmitificada por la historia que a la fecha ya no puede ser más censurada: Carmen Lira fue mucho más que una maestra, fue una intelectual, una escritora reconocida, una mujer soltera, una mujer anarquista primero y comunista después.

El hecho de recordar a Carmen Lyra a partir de sus cuentos y no de sus luchas es parte del triunfo que han tenido los diferentes grupos poderosos a los que ella se opuso hasta su muerte. Su figura hoy circula en la calle en manos de los y las costarricenses, a pesar de haber estado prohibida su presencia en el país ¿un hecho irónico? Consideramos que es indignante esa estrategia para “conciliar” la historia en tiempos de crisis, permitiéndole volver al país 61 años después en forma del billete. Ese billete de 20 000 y la figura de Carmen Lyra en él fue aprobada en 2007 por la Junta Directiva del BCCR, en el marco de un convulso proceso de fraude electoral para la aprobación del TLC con Estados Unidos.

El motivo de pensar hoy a Carmen Lyra es parte de una responsabilidad que asumimos como organización para no solo desmitificar esa morbosa configuración “tierna y apacible” de María Isabel Carvajal, sino para resignificar su figura; figura que fue hábilmente impuesta por una virulenta cultura anticomunista posterior a la traición del Pacto de Ochomogo, y la despojó de su contenido crítico y subversivo.

Hoy queremos recordar a Carmen Lyra e iniciar un proceso de resignificación y memoria de su imagen, de la Carmen Lyra política que se opuso sin temor a la dictadura y al fascismo, la que denunció el servilismo, el lucro y la hipocresía de la iglesia católica; de la Carmen Lyra que denunciaba la corrupción sin ningún tipo de recato y enfrentaba ideológicamente a sus opositores aunque esto le pudiera costar el trabajo; la Carmen Lyra que dialogaba en los barrios más pobres y buscaba las formas de llevar formas creativas para emancipar las conciencias de las personas humildes; la Carmen Lyra que luchó por la igualdad de la participación de las mujeres no solo en la política, sino también en el campo social, en sus familias, y por su libertad de poder decidir cómo vivir.

15 de enero de 2022

Extracto de un texto de Carmen Lyra publicado en el periódico Trabajo el 29 de agosto de 1936:

El qué hacer de siempre: ¡Dar un paso adelante!

Ítalo Fera Fallas

Aprendí una lección que me costó unas cuantas décadas asumirla e interiorizarla. A mi criterio las alianzas no se pueden satanizar nunca. Me refiero a ese carácter fanático e inquisidor que, por mucho tiempo, me incluyo, asumimos cuando diferíamos táctica o estratégicamente en nuestras acciones y luchas.

Pero seguimos, aún hoy, con una gran deuda para realizar CONJUNTAMENTE, la evaluación seria, responsable y coherente, principalmente, de los últimos 8 años con las administraciones del PAC. Para no irme aún más lejos.

Todos evaluamos, criticamos, señalamos y «hablamos» de diferentes formas. Eso está bien, si se hiciera con disposición de asumir nuestras tradiciones, valores y direcciones más preciadas. Por cierto, tan tiradas en el basurero de las “cochinillas y cochinotas y rubis», en el mejor de los casos. Valores tan manoseados hoy por tantos y tantas «artistas» de las poses y comunicaciones. Seguimos con esa deuda de la Unión real. Nos dividimos hasta para hacer el minuto de silencio y con una distribución de esas deudas, donde algunos/as tienen una mayor cuota de responsabilidad, sea por sus funciones y liderazgos.

Vemos organizaciones de todo tipo y «sabor», con parte de esa deuda. También responsables según su incidencia en la vida pública y consecuencias de sus acciones y/u omisiones. Aquí el Frente Amplio no está vacunado, para usar la palabra de moda, ni mucho menos. Es un fuerte responsable y con esa deuda por la unidad popular parecida a la «deuda externa», para los que estamos en nuestra acera de izquierda y pro-socialismo. Se los he comunicado de diferentes formas y medios a los integrantes activos del Frente Amplio. No es nada nuevo. Yo les doy el beneficio de la duda y sin que me entierren en «cajita blanca», me parece que es el partido que debe asumirnos y asumir la vanguardia que se ha perdido, ojalá con una veloz reconstrucción y reconversión por la auténtica inclusión para parecerse a un auténtico Frente Amplio. Así lo aspiramos, unos que otros, con más o menos participación en nuestros compromisos socio políticos por décadas, antes y después de su creación.

Participo activamente en el Movimiento Humanista Costarricense desde 1988. Una de nuestras tesis máximas es intencionar con paz, fuerza y alegría en el cambio personal y social, en forma simultánea. Estoy claro, como lo estuvimos luego de las divisiones de todos, que, sin ese cambio personal, igual que los antiguos soviéticos del PCUS y otros tantos, todos nuestros proyectos y organizaciones se derrumbarán como un «castillo de naipes». Seguirán ese camino inevitablemente. Y no es sólo hacer «cuadros» para un trabajo de «masas». Palabrejas muy incorrectas, si revisamos educativamente esa acción que hacíamos en el día a día. Ese enfoque, humana y pedagógicamente, no se sostiene por ningún lado. Frase que fue acuñada en los inicios del siglo XX, o antes, que tampoco vamos a esperar otra cosa.

Una buena parte hicimos lo mejor de nuestra conciencia y convicciones durante años. Muchos como en “capillas» y «carpas».

Hoy también vemos estas y otras realidades de siempre, con seres humanos que cambian o los cambian peor que «marionetas», por un sistema social anacrónico, excluyente y que se derrumba, con accionistas y sus subalternos plumíferos, ingenieros financieros y tecnólogos de todo tipo, que corren con muy buena paga a sostenerlo, pero carcomidos desde sus bases.

Para usar nuestras propias palabras, están dadas las condiciones objetivas en diferentes momentos y con intensidad.

Las condiciones subjetivas se deben seguir construyendo, CON NOSOTROS MISMOS y EN CADA UN0/A. Tenemos valiosas prácticas, a veces teorizadas correcta o incorrectamente. Una academia que se sigue quedando corta, con su «reloj y carreta» de acciones lentas y no oportunas.

Bueno esto se me extendió. Concluyo, diciendo que el Frente Amplio tiene una responsabilidad excepcional, impostergable y requiere de las mejores evaluaciones, lecturas y sobre todo tomar decisiones para llegar a asumir acciones coherentes con el bienestar anhelado de las grandes mayorías de costarricenses. Que se sintonicen con lo mejor de nuestra Escuela de praxis con la sociedad civil y política. Demos nuestros aportes y ojalá en el Frente Amplio sea humilde y sabio para recibirlos.

El Tamal, de comida de dioses a comida popular

Vladimir de la Cruz

El Tamal, como plato de comida, especial de estas fechas de navidad y de año nuevo, en la gastronomía costarricense, es casi sagrado. Es lo que también podemos decir una comida típica, propia del buen comer costarricense, que se disfruta en todos los niveles sociales, desde los más bajos, dentro de sus posibilidades económicas, hasta los más altos.

Es una comida de todos los días, ya ofrecida así en supermercados, restaurantes, sodas y establecimientos de comidas rápidas, como en la hechura propia de las casas. Pero, en estas fechas cobra relevancia su consumo, como la actividad de tipo familiar que se genera en los hogares, para hacerlos o prepararlos.

El tamal navideño, de esta época, es el que tiene, comparado con el que se elabora durante los otros meses del año, la gran solemnidad de su preparación y su degustación.

El tamal generalmente va acompañado de un buen café, en una taza o jarro de lata, como todavía se usa para el café.

El tamal no es típico o exclusivo de Costa Rica. Lo hay y con variedades distintas en los otros países latinoamericanos. Eso sí, es un plato muy centroamericano Yo lo he comido en Costa Rica, pero también en Nicaragua, en El Salvador, en Guatemala, en México y en Venezuela.

El origen del tamal así es disputado no solo por cocineros y especialistas, en esta comida, como por países. Sé que lo hay también en Colombia, en Chile y en Argentina. En Nicaragua lo llaman Nacatamal, en Venezuela y en Colombia le dicen Hallaca, en Chile le llaman Humitas. Hay variedades de tamales en Puerto Rico, Cuba y Ecuador, incluso en Las Filipinas, probablemente introducido por los españoles cuando extendieron hasta allí sus dominios coloniales, desde 1565 hasta 1821, con el Virreinato de Nueva España al que pertenecimos nosotros. Con la Independencia de México, setiembre de 1821, la administración de las Filipinas pasó de Acapulco a Madrid.

A esto se suma la variedad regional, dentro de los países, para su elaboración, con los respectivos ingredientes, y con los nombres que reciben relacionándolos con las zonas, regiones o ciudades donde son hechos. Esto hace que el tamal pueda ser considerado también una comida latinoamericana, pero igualmente se da en otros continentes.

Esta variedad de tamales ha hecho que también se hable de mestizaje de tamales, como mestiza puede ser la comida y los ingredientes que se usan para su elaboración, la del tamal clásico, cuya base siempre es el maíz.

Para nosotros, el nombre de Tamal viene del vocablo náhuatl “tamalli”, que significa “envuelto”, de allí que, para el caso nuestro, el tamal está más enraizado en esta tradición histórica precolombina, porque además, se asocia directamente al cultivo y consumo del maíz, base de las culturas indígenas.

Nuestra cultura precolombina estuvo muy ligada a la producción de maíz. Con frecuencia en las excavaciones arqueológicas, en ollas de cerámica, y otros utensilios, se han encontrado restos de maíz, y hasta pequeñas mazorcas.

Para el caso nuestro se vincula directamente a la cultura maya y azteca, donde se sabe que era consumido en el sur de México y en Guatemala.

Entre los mayas existía en su cosmogonía el Dios del Maíz, llamado Cintéotl o Centeotl, el tercero de los dioses más importante en la jerarquía de sus dioses, nombre que en la lengua nahua significa “mazorca del maíz seco”, y en las figuras que nos recuerdan, en esta cultura, a este Dios se le representa generalmente con un tamal al lado, o con mazorcas de maíz, lo que para algunos especialistas y antropólogos, les permite señalar o interpretar que también el tamal es considerada una comida de dioses, o de vínculo con los dioses.

Centeotl es una figura que se representa como hombre y como mujer, con identidad dual. En el libro Popol Vuh, del siglo XVI, de esta cultura, se narra que el hombre se creó a partir del maíz, de allí también que el maíz lo consideraran una fuerza vital. En la tradición maya el maíz se personifica en una mujer, mientras en la aristocracia maya reconocían al Dios del Maíz como una figura masculina. Los mayas ofrecían tamales a sus dioses para favorecer las lluvias y asegurar sus cultivos.

El tamal es un plato que se hace o prepara con masa de maíz cocida, que se envuelve en hojas, a veces de la misma mazorca del maíz, como se hace en algunos países, o de plátano como se hace generalmente en Costa Rica. En otros países usan hojas de maguey, bijao, que es un platanillo de hojas grandes, como lo hacen los campesinos en Venezuela.

Los mexicanos consideran que ellos son la cuna de los tamales, donde también se asocia su consumo a festividades religiosas.

Al consumo del Tamal, como de su preparación, se asocian también leyendas y tradiciones. Así, por ejemplo, se dice que no deben prepararse o elaborarse si se está de mal humor porque pueden quedar mal hechos, o sin buen gusto. De esto también dependía quien, hombre o mujer, preparaba los tamales.

En mi tradición familiar, tanto en la familia paterna como en la materna, se preparaban tamales para estas fechas, especialmente a mano de mujeres, mis abuelas. Por mis abuelos y bisabuelos paternos tenía la tradición colombiana combinada con costarricense, por mis bisabuelos maternos la tradición dominicana combinada con costarricense. En ambos casos dominaba la tradición costarricense para la elaboración de tamales.

Por mi familia directa materna, con dos tíos casados con nicaragüenses saboreaba siempre los nacatamales. Por mi padre que emigró a la fuerza a Venezuela, y por mi estancia en Venezuela como embajador, saboreaba las Hallacas. Por un amigo de mis padres, también mío, casado con venezolana, aprendí a comer las Hallacas dulces.

Por amigos de mis padres, especialmente de mi madre, su mejor amiga por muchos años, de origen salvadoreño, y por mi suegra, también salvadoreña, consumía también tamales dulces, y por viajes a México comí los tamales mexicanos, en diversas variedades y con diversos tonos de chile, que era muy frecuente ponerle a todo lo que entraba por la boca. Así, me acostumbré a comer tamales, no todos los días, pero de vez en cuando. La verdad es que los disfruto. Nunca en mi familia oí de preparar tamales a la usanza colombiana o dominicana, como sí oí al estilo nicaragüense, salvadoreño o venezolano.

En esta mezcolanza me gustan por igual los tamales dulces que los salados, y me quedo con los tamales costarricenses. Cuando los busco los prefiero comprar en tamaleras, donde se hacen tamales, asegura uno mejor calidad y sabor.

En estas fechas los he probado tres veces ya. Dos comprados, uno casero regalado. Todos muy buenos. Ayer martes terminamos, lo que habíamos iniciado el lunes, una elaboración de tamales, que nos salieron casi cien.

Junto a este tamal, que llamo “clásico”, existe el tamal de elote, elaborado con maíz tierno, sin ningún tipo de relleno y envuelto en la propia tusa, en las hojas del maíz, que es muy propio de regiones como Guanacaste, que se acompaña para su comida con crema, mantequilla o natilla, y el tamal llamado “mudo” que generalmente se rellena con frijoles molidos.

La carne adobada, los condimentos y verduras se colocan dentro de la masa y se envuelven para ser cocidos en una olla con poca agua a fuego rápido.

En el caso del tamal salvadoreño, también se le llama tamal de “azúcar”, tiene uvas, pasas o ciruelas, y hasta mermelada de piña se le puede poner, junto con quesillo, chicharrón, frijoles fritos, y la carne puede ser de pollo o de gallina.

El nacatamal nicaragüense, según las regiones en que se hacen, se puede rellenar con frijoles rojos o negros, queso, se endulzan, los que son tamales dulces, con azúcar o rapadura de caña, queso rallado, carne de gallina o de pollo. En Nicaragua a veces le ponen tocino.

En Nicaragua el Nacatamal tiene más significado de plato típico nacional, y es a todos los efectos una comida completa para desayunar, cenar y disfrutar en fines de semana. Junto al café se puede acompañar en Nicaragua con chicha de maíz, o tiste que es una bebida de tradición indígena chorotega, muy refrescante, que mezcla maíz, cacao, canela, arroz remojado.

Por la presencia de la migración nicaragüense el nacatamal se ha generalizado en Costa Rica. No compite con el tamal costarricense, pero se consume y promociona bastante. En general el nacatamal tiende a ser un poco más grande que el tamal costarricense, aunque los tamales ticos ya se consiguen de buen tamaño.

En el Estado de Louisiana, en Estados Unidos, en New Orleans, como en Baton Rouge, he comprado nacatamales y tamales, en puestos de venta administrados por centroamericanos, y los he comido en lugares similares. Probablemente en otras ciudades en Estados Unidos, con colonias latinas grandes, se encuentren ventas de tamales.

En el tamal guatemalteco empleaban carne de pavo, de tepezcuintle y de venado, especialmente los mayas, para la celebración del solsticio de invierno, el 21 de diciembre, que se preparaba para los Señores Mayas. En el caso guatemalteco también en diciembre hacen un tamal negro que se acompaña con chocolate.

En Venezuela la Hallaca es un cotidiano típico plato nacional, como lo son las arepas. Tiene los mismos ingredientes que los tamales nuestros. La Hallaca venezolana es además de plato nacional casi un símbolo de la Patria. Pareciera que la Hallaca venezolana fue desarrollada más por influencia colonial, que indígena, cuando se establecieron los lazos comerciales, por la llamada flota del cacao, entre los puertos de La Guaira, en Venezuela y Veracruz, de México, allá por el siglo XVII.

En Cuba los tamales son también de tradición. Tanto que en la década de 1950 la Orquesta Aragón tocaba y entonaba un cha cha cha, “Los tamalitos de Olga”, relacionado con una tamalera de Cienfuegos y de La Habana, que vendía sus tamales en la esquina de Neptuno y Prado, en la zona de la Habana Vieja.

A la tradición indígena de los tamales los españoles durante la colonia, fueron los que le introdujeron la manteca, el azúcar, las aceitunas, las alcaparras y las carnes.

En la actualidad, con el desarrollo del turismo, se han impulsado tamales gourmet, en México, especiales para la atracción turística. Aquí, además de los ingredientes propios, usan rellenos dulces de guayaba, chocolate, piña y de otros sabores, salsas rojas o verdes, como en con el mole, muy presente en la dieta mexicana, de chile y especias.

Si hay algo importante en la elaboración de tamales es que se produce una comida que es totalmente ecológica. Nada de lo que en la preparación de tamales se emplea, ni lo que queda de ese trabajo, produce daños a la naturaleza. Todo es ecológicamente reciclable.

La ceremonia casera para la elaboración de tamales es igualmente una fiesta, especialmente en las casas de familias numerosas, donde muchos miembros participan, en las distintas tareas de preparación de tamales, durante todo el día de preparación, y a veces desde la víspera.

Una vez en mi hogar hicimos tamales, no hace mucho tiempo, lo que fue una fiesta, del día, “y de locos” también. Ayer martes repetí la hazaña con tres nietas, un nieto y una estudiante alemana de intercambio colegial que vive con dos de mis nietas. Desde el lunes tenía preparados los ingredientes que íbamos a usar, para aprovechar mejor el tiempo con los nietos. Una breve explicación introductoria de la historia del tamal y ¡manos a la masa!

Un espectáculo, una fiesta y un asombro cuando quedaron terminados y de buen sabor, cuyas piñas de dos tamales, cada una, se repartieron entre los participantes, y de saborear al final de la jornada el resultado del trabajo, de la fiesta y del alboroto que ocasionó la experiencia de preparar y cocinar tamales.

En la elaboración de tamales, en la casa, el último de los tamales, el llamado “tontón” de los tamales, es muy apetecido, porque allí se ponen todos los ingredientes que sobraron, y obviamente es un tamal más gordito, rellenito, más llenador y dependiendo de quien se lo coma de mayor disfrute.

Para la elaboración de tamales es fundamental la masa de maíz, entre más finita, a mi gusto, mejor. En una época, de adolescente, me enviaba mi abuelita materna al molino para la preparación de la masa del maíz. El maíz podía ser tierno o blanco. Ahora se facilitan las cosas porque se puede comprar directamente la masa ya casi lista y muy fina en supermercados.

El relleno es lo que finalmente distingue al tamal. Arroz, papa, arroz con achiote es lo usual, vainicas, garbanzos, pedacitos de chile dulce, culantro que permite darle sabor, pedacitos o rodajitas de zanahoria, aceitunas, alcaparras, pasas, uvas o ciruelas, rodajitas de huevo duro, guisantes o petit pois o chícharos, arvejas. Además, se puede usar, especialmente, manteca de cerdo para preparar la masa con cebolla picada, ajos, sal, pimienta.

A esto suma la carne que se le pone al tamal, generalmente carne de cerdo o de pollo, pero en las regiones costeras acostumbran a usar también el pescado y el camarón, como en algunas regiones de México.

Las hojas que se usan para envolver los tamales deben limpiarse y lavarse muy bien, remojadas, por lo general en agua caliente, cuando son recién cortadas. Las de venta comercial es suficiente limpiarlas bien. La manteca debe estar muy bien batida antes de agregarla a la masa. El caldo caliente es el que se debe agregar a la masa.

El tamal está listo, ya bien cocido, cuando se puede abrir, uno de la piña, que se despega con facilidad, de la hoja que lo envuelve. Y, listos para comer, cuando han bajado su temperatura y están duros. Lo que se necesita allí es ¡buen apetito!, y el cafecito… Esta es mi experiencia con tamales.

Espero que alguna vez los nietos recordarán este día, que pasaron conmigo, y con la cocinera de la casa, que fue la guía de esta preparación de tamales, y, espero, en los siguientes años en que los vuelva a involucrar en su elaboración, recuerden de lo que hacían con su abuelo, así como yo recuerdo a mi adorada abuelita Ofelia, Ita como cariñosamente le decía, en la elaboración de las comidas.

La prensa en la década de Mora. Discurso de Elizabeth Fonseca Corrales y respuesta de Vladimir de la Cruz – Academia Morista Costarricense

(Discurso, de Elizabeth Fonseca Corrales, de Incorporación a la Academia Morista Costarricense, realizado el 26 de noviembre del 2021, en la sesión extraordinaria con este fin, en el Club Unión)

A MODO DE INTRODUCCIÓN, UNA EXPLICACIÓN NECESARIA

Soy hija de la revolución de 1948. Nací unos meses antes de la abolición del ejército el 1 de diciembre de 1949. En consecuencia, he vivido siempre en un país de paz, donde, además, el Estado de bienestar me permitió realizar estudios en una universidad pública. Comienzo este discurso de incorporación a la Academia Morista Costarricense con tales datos, porque me siento en la obligación de aclarar, con toda sinceridad, cómo llegué a interesarme, tardíamente, en el estudio de la Campaña Nacional 1856-1857. Cuando ingresé a estudiar Historia a la Universidad de Costa Rica me correspondió empezar con un programa muy tradicional; la mayor parte de los cursos se hallaban enfocados desde el paradigma de la llamada historia acontecimental. Poco después, a principios de los años 1970, con la llegada de Ciro Flammarion Cardoso y Héctor Pérez Brignoli, dos sudamericanos doctorados en Historia en Francia, la enseñanza de la Historia vivió una verdadera transformación. En vez de la historia diplomática, política y militar, se empezó a privilegiar otras ramas novedosas, surgidas del contacto con otras ciencias sociales, como la historia demográfica, la historia social y la historia económica. De la historia de los acontecimientos se pasó a la de las estructuras y las coyunturas, del estudio de los grandes hombres al de los colectivos sociales. Esta nueva corriente resultó para mi sumamente atractiva, por lo que decidí viajar a hacer un doctorado en “Economía y sociedad en América Latina”, en la Universidad de París, contando con el apoyo de la Universidad de Costa Rica.

Atrás quedó para mí la historia política, diplomática y militar, no obstante haber contado entre mis profesores a don Rafael Obregón Loría, cuyas lecciones eran magistrales, especialmente cuando se refería a la Campaña Nacional, que había estudiado en profundidad. Cuando como docente debía preparar alguna clase de historia política, debo confesar que no me sentía para nada cómoda. Pero poco a poco, con la madurez, fui llegando a la conclusión de que las ramas de la historia que había mirado con desinterés son también muy importantes. Nos guste o no, el ejército y la guerra fueron importantes en el pasado de nuestro país, y la historia militar, bien entendida, no la podemos desdeñar.

Profundizar en el estudio de la Campaña Nacional era para mí una tarea pendiente desde principios de la década de 1990. Con motivo del V Centenario del Descubrimiento, la FLACSO, bajo el liderazgo de Edelberto Torres Rivas, convocó a un grupo de investigadores, entre los cuales me encontraba, para escribir una Historia de Centroamérica, en seis volúmenes. Concluida esa tarea, la FLACSO me contrató para hacer una síntesis al alcance de un público más amplio, no especializado. Fue entonces cuando me percaté de los grandes temas ausentes en los seis volúmenes. La mayor parte de los vacíos los pude suplir en la síntesis, porque llevaba años enseñando historia de Centroamérica, pero el de la Campaña Nacional no, y me limité a hacer un breve recuadro llamando la atención sobre la ausencia de un tema fundamental para comprender la historia centroamericana. La invitación a formar parte de la Academia Morista Costarricense ha sido la ocasión propicia para adentrarme de lleno en el estudio de la década de Mora y de la guerra filibustera, que ha desempeñado un papel fundamental en la formación de nuestra identidad.

I- BREVE INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA PRENSA

En esta ocasión me referiré al papel de la prensa escrita en la década de Mora con base solamente en fuentes bibliográficas. Se trata tan solo de una primera aproximación al tema, una especie de estado de la cuestión, en el entendido de que podría ser un estudio de un alcance mucho mayor. Primero, en este apartado, haré una breve síntesis de la historia de la prensa, para tener un contexto que nos permita comprender la situación en la década de 1850.

A fines del siglo XV se cuenta ya en Europa Occidental con todo lo necesario para la impresión de libros: la imprenta de caracteres móviles, la tinta y el papel, lo que permitió la edición ocasional de hojas sueltas, libelos y relatos más o menos fantásticos. En 1631 se publica en Francia el primer periódico semanal denominado Gazette. Su editor obtuvo de Richelieu, el primer ministro del rey Luis XIII, el monopolio para publicar la información política nacional y extranjera. Pero a fines del siglo XVIII comenzaron a aparecer numerosas publicaciones sueltas, no autorizadas.

La Revolución Francesa trajo grandes cambios, con los cuales la prensa adquirió una enorme influencia política. El artículo 11 de la Declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano consagró la libertad de prensa. Dicho artículo dice literalmente: “La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciados del hombre; todo ciudadano puede por tanto hablar, escribir, imprimir libremente, salvo que deberá responder por los abusos de esa libertad en los casos determinados por la ley.” La consecuencia inmediata de dicha apertura fue la proliferación de publicaciones periódicas. [1]

En Inglaterra la prensa participó abiertamente de las luchas políticas desde el siglo XVII, por lo que mereció ya en 1787 que Edmund Burke, político y escritor británico, la denominara “el cuarto poder”. Los periódicos ingleses gozaron de un clima de mayor libertad, y fueron más variados y ricos en contenido que los del continente.[2] Desde entonces la libertad de prensa permite medir los altibajos del gozo de las libertades individuales; la censura y la autocensura tienen grados variables, según los regímenes políticos imperantes. En Estados Unidos la libertad de prensa fue garantizada en la primera enmienda a la Constitución votada en 1791: “El Congreso no hará ninguna ley que restrinja la libertad de palabra o de prensa.” En este caso, el desarrollo de la prensa se verá limitado por otros factores, como la inmensidad del territorio, la poca densidad de población y el escaso número de los ejemplares impresos. En consecuencia, el acceso a las publicaciones era un privilegio de las poblaciones urbanas.

Hasta el siglo XX quienes escribían para la prensa no se podían considerar periodistas, porque escribir no era su ocupación principal; eran filósofos, políticos, profesionales liberales, escritores, artistas, hombres de negocios. En 1719, The Daily Post, de Londres, publicó Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. A partir de entonces, se volvió habitual la publicación de novelas por entregas de autores que más tarde serían escritores consagrados. En el siglo XIX el contenido de los periódicos incluía además mucha información oficial, y esta se obtenía de manera muy directa en las oficinas gubernamentales. En 1837 la invención del telégrafo eléctrico por Morse, en los Estados Unidos, significó una gran innovación técnica. En Europa las primeras líneas datan de 1845. Los hilos telegráficos se extendieron rápidamente, y ya en 1866 un cable atravesó el Atlántico, conectando Estados Unidos con Europa.[3] Disponer del telégrafo posibilitó la publicación mucho más expedita de noticias de cuanto sucedía más allá de la ciudad donde se editaba el periódico.

Además, a mediados del siglo XIX el contenido de la prensa se tornó más variado. Incluía notas sobre actividades artísticas, como estrenos o presentaciones de obras de teatro y ópera, y se continuaba publicando novelas por entregas. Los periódicos de las grandes ciudades, como Nueva York, París o Londres, publicaban notas de moda, especialmente dedicadas a las mujeres, muchas de ellas con llamativas ilustraciones. Retratos de los personajes principales, grabados de imágenes de la vida cotidiana y mapas eran incluidos para reforzar el mensaje escrito. Con ese fin, los principales periódicos contrataban dibujantes especializados. Algunos medios contenían también obituarios y notas necrológicas. La impresión estaba a cargo de más personal, y se utilizaban nuevas técnicas periodísticas, como entrevistas a personas influyentes y reportajes.

II- LA PRENSA CENTROAMERICANA A MEDIADOS DEL SIGLO XIX

Veamos ahora cuál era, hacia mediados del siglo XIX, la situación de la prensa en Centroamérica, y de manera particular en Costa Rica durante la década de Mora. Empecemos por analizar lo esencial: la llegada de la imprenta. Mientras a la ciudad de Guatemala había llegado la imprenta desde el siglo XVI, por ser la capital del Reino, en Costa Rica fue necesario esperar hasta después de la Independencia. En el año 1830, Miguel Carranza importó la primera imprenta, a la que llamó “La Paz”. El Estado era su mejor cliente. Cuando en 1831 Juan Francisco Valenzuela trajo al país la segunda imprenta, y abrió el taller “La Libertad”, Carranza se disgustó por la pérdida de la exclusividad. Una tercera imprenta entró ese mismo año; pertenecía al Ministro de gobierno Joaquín Bernardo Calvo. En su taller “La Merced” se imprimió El Noticioso Universal, el primer semanario, publicado por primera vez el 4 de enero de 1833. El Estado embargó los bienes de Calvo, tras la guerra de la Liga, en setiembre y octubre de 1835, lo que le permitió contar con una imprenta propia. En 1836 se publicó el primer periódico oficial: El Ministerial de Costa Rica. En síntesis, a principios de la década de 1850 existían en el Valle Central seis imprentas, cuatro privadas y dos gubernamentales.[4]

Durante la década de 1850 todavía no se había instalado el telégrafo en ningún país de Centroamérica. En realidad, la historia de la prensa no se puede entender sin hacer referencia a la evolución general de la sociedad, y las sociedades centroamericanas se encontraban en un proceso de transición del antiguo régimen al capitalismo periférico. La modernización fue retrasada por los incesantes conflictos políticos y militares que dieron al traste con la República Federal, y por otros factores, como la escasa población y la dispersión de esta, la pequeñez de las ciudades y los altos niveles de analfabetismo. Costa Rica fue el primer país de la región en contar con el telégrafo, en 1868. Los demás países centroamericanos no instalaron el servicio sino en la década siguiente. En consecuencia, los periódicos centroamericanos se abastecían de noticias del exterior por los medios tradicionales: cartas privadas y oficiales, viajeros y periódicos de otras latitudes, transportados por la vía marítima, por lo que llegaban con tardanza.

Antes de la entrada en servicio del Ferrocarril de Panamá, en 1855, se recibía el correo del viejo continente por Greytown y la ruta del Sarapiquí, lo que retrasaba la llegada de las noticias al Valle Central, y más aún, los resúmenes noticiosos internacionales publicados por la prensa local.[5]Vega señala que la llegada de la prensa extranjera no era regular ni sistemática; los resúmenes sí hacían referencia al medio del cual se extraía la información, y el editor local no agregaba ningún comentario.[6] La inauguración del Ferrocarril de Panamá permitió contar con periódicos extranjeros y sacar más rápidamente los resúmenes noticiosos de otras partes del mundo. Los tiempos para obtener información se acortaron. El número del 16 de enero de 1856 del Boletín Oficial consigna: “Los agentes de la Compañía del Ferrocarril de Panamá que llegaron a Puntarenas en el vapor Columbus, han tenido la bondad de facilitarnos gran cantidad de periódicos.” Eso permitió al editor hacer la síntesis de noticias de Inglaterra, Francia, Rusia y Prusia. Agregó: “de los demás países de Europa nada vemos interesante”.[7] Aquí podemos notar dos asuntos de interés: por un lado, al hablar de “bondad”, indica que la llegada de periódicos europeos no era regular, no era que se contara con la suscripción. Por otro, los resúmenes incluían aquello que el editor juzgaba “interesante”.

Los periódicos principales publicados en el país en la década de 1850 eran, según año de aparición: El Meteoro, El Guerrillero y El Observador Costarricense (1850); El amigo del pueblo y El correo (1851) La Crónica de Costa Rica y El Eco (1852); El Boletín Oficial, El Compilador y La Gaceta (1853); El Eco del Irazú, publicado en Cartago en 1854; Álbum de la Paz, también conocido como Álbum Semanal (1855); Boletín del Ejército, publicado en Liberia en 1856; El Pasatiempo(1857); La Unión y El Gato (1858); finalmente aparecieron El Pueblo y La Nueva Era (1859).[8] Carlos Morales sostiene que muchas de esas publicaciones fueron de corta vida o esporádicas, debido sobre todo a dificultades económicas, y de muchas de ellas resulta imposible consultar al menos un ejemplar, porque no se conservaron. Se caracterizaron por dar importancia a asuntos literarios, políticos, jurídicos y humorísticos, y, en general, porque la persona que tuvo la iniciativa de hacer la publicación, se encargaba de hacer todo el proceso de impresión de la hoja. En suma, la prensa costarricense era anacrónica y permanecía ajena a los grandes cambios que ese medio ya mostraba en otros países.[9]

Sin embargo, en la década de Mora nuestra prensa comienza a modernizarse. En la prensa de la década de 1850 llama la atención la cantidad de avisos publicados, así como la forma y el lugar de colocación de estos en los periódicos, para tornarlos llamativos a simple vista. Vega señala que antes de 1850 los avisos no tenían un sitio fijo en los semanarios, pero en esa década se diagramaba las páginas con esmero y se destacaban usando recursos como letras llamativas, recuadros y espacios en blanco. Los avisos de carácter económico se hacen más frecuentes, lo que muestra a las claras una mayor vinculación comercial con el mundo exterior. Alimentos importados, telas, vestidos, calzado, medicinas, muebles y licores nacionales y extranjeros aparecen publicitados en la prensa escrita así como la venta de bienes inmuebles, las diversiones públicas, la entrada y salida de buques y los servicios prestados por diferentes artesanos.[10] La publicación de los avisos comerciales significó una gran ayuda para la estabilidad financiera de los periódicos. Crónica de Costa Rica fue el medio que más se benefició del crecimiento y la diversificación del comercio en la década de 1850, a juzgar por el número de avisos comerciales publicados.

En el proceso de modernización de la prensa nacional tuvieron participación muy destacada dos periodistas europeos que fijaron su residencia en Costa Rica. Me refiero a Adolphe Marie, francés, y a Emilio Segura, de nacionalidad española. Marie llegó a Costa Rica en 1848, acompañado de Juan José Flores, expresidente de Ecuador, quien había sufrido un golpe de Estado. El 15 de diciembre de 1849 Adolphe Marie asumió la dirección del periódico El Costarricense, el cual, en enero de 1850, pasó a llamarse La Gaceta del Gobierno. Mora lo nombró redactor oficial. Jeannette Bernard Villar, quien publicó una recopilación de los escritos de Marie, con valiosas anotaciones, señala que fue él quien dio una dimensión moderna al periodismo costarricense. Entre otras innovaciones, introdujo el resumen de noticias, cuyo contenido seleccionaba de la prensa internacional. Marie era suscriptor de La Presse, periódico fundado por Emile de Girardin, muy influyente en el periodismo francés. La Presse publicaba novelas por entregas, y contó con la colaboración de autores de la talla de Víctor Hugo, Lamartine y Tocqueville.[11]

Marie además escribió en El Eco del Irazú, del cual no se conserva ningún ejemplar, y fundó el periódico El guerrillero, el primer hebdomedario satírico publicado en el país. Este salió del 18 de marzo al 17 de junio de 1850,[12] lapso en el cual sacó diez números, con un total de cuarenta páginas. El Guerrillero no contenía información noticiosa ni anuncios y se vendía a un real el ejemplar. En sus escritos Marie combatió la demagogia y la anarquía, se opuso a los intentos recurrentes de unir a los países centroamericanos en una federación, y criticó la influencia de Ephraim G. Squier, periodista y diplomático norteamericano, encargado de los asuntos centroamericanos en 1849. Squier impulsaba la idea de una federación y favorecía los intereses canaleros de los Estados Unidos en Centroamérica. En el primer número de El Guerrillero, Marie, en un estilo inusual, aclaró lo que pretendía con ese medio: “…no está pues la cuestión en saber nosotros si El Guerrillero encontrará lectores, sino más bien en saber ellos lo que El Guerrillero les dará a leer…” “No se leerá nada sobre integridad de Centroamérica, porque nada queda por decirse en este asunto”.[13]

Emilio Segura fue el periodista compañero de Marie. Había llegado al país en diciembre de 1851 con la compañía teatral de Mateo Fournier, que ofrecería una temporada de doce funciones en el Teatro Mora, pero una vez concluida la temporada decidió permanecer en Costa Rica, ejerciendo el periodismo.[14] Ambos periodistas tuvieron una participación destacada en la Campaña Nacional. Segura fue secretario del Presidente Mora; con él viajó a Nicaragua, como lo atestigua una nota en el Boletín Oficial. Marie alcanzó el cargo de subsecretario de Estado, y en 1855 viajó a Francia en busca de apoyo para la guerra, la cual ya se veía inevitable. Incluso fue recibido por el emperador Napoleón III en el Palacio de las Tullerías, noticia que también fue publicada por el Boletín Oficial.[15] Marie regresó de su viaje en un vapor de la Marina Real Inglesa, vía Greytown, acompañado del militar francés Pierre Barillier, quien venía a colaborar en la guerra. El 14 de marzo de 1856 dejaron Greytown, pero Mr. Scott, un agente de la Compañía del Tránsito, quien había sido nombrado capitán en el ejército de Walker, envió una embarcación a perseguirlos y capturarlos. No consiguió el objetivo, y ambos se unieron al ejército expedicionario en Nicaragua, donde prestaron grandes servicios. Cuando las tropas costarricenses abandonaron Rivas debido a la peste del cólera, Marie regresó al país, pero venía gravemente enfermo. Finalmente, murió en Liberia el 4 de mayo de 1856.[16]

III- LA PRENSA EN TIEMPOS DEL CONFLICTO BÉLICO

En este apartado pretendo plantear algunas reflexiones sobre el papel de la prensa nacional e internacional, en el conflicto que se desencadenó tras la invitación hecha por los leoneses a fuerzas extranjeras para acudir a Nicaragua y apoyarlos en la guerra civil que los enfrentaba a los conservadores granadinos. Los periódicos han sido una fuente de información de gran importancia para la investigación histórica, pero deben ser leídos y analizados con cuidado, porque es claro que tienen intereses definidos, los redactores no son del todo objetivos y los medios tecnológicos de la época hacían mucho más difícil el balance en las informaciones.

El jefe de la Falange, William Walker, tenía ya antes de viajar a Nicaragua, una amplia experiencia como periodista. Su formación era como abogado y médico, pero en esa época el oficio era desempeñado por personas con habilidad como escritores, con profesión o sin ella. Recordemos que la primera escuela para formar periodistas no fue abierta sino hasta en 1892, en la Universidad de Columbia. Bolaños Geyer señala que Walker había trabajado en el Daily Crescent, de Nueva Orleans, en el cual escribía sobre temas políticos. Escritor polémico, expresó sus opiniones en temas controversiales, como la esclavitud y la doctrina del “destino manifiesto”, y puso en aprietos el medio para el cual trabajaba, pues entablaba fuertes discusiones con periodistas de otros diarios. En junio de 1850 viajó a California vía Panamá. Ahí ejerció de abogado, pero volvió al periodismo como subdirector del San Francisco Herald. Tras su expedición a Baja California, de nuevo se ganó la vida como periodista y entró de lleno en la política. En Sacramento, se encargó de la página editorial del Democratic State Journal y luego dirigió el Commercial Advertiser, en San Francisco, en donde su colega Byron Cole logró interesarlo en los asuntos centroamericanos. Aunque retornó a Sacramento a dirigir el Journal, renunció a su cargo, para irse a San Francisco a organizar la expedición a Nicaragua.[17]

Con tal experiencia en la prensa escrita, no es de extrañar el interés de Walker por contar en Nicaragua con su propio periódico. Ese medio se fundó en Granada y se empezó a imprimir una semana después de la ocupación de la ciudad, en una imprenta incautada; se llamó El Nicaraguense, así, sin diéresis. El periódico se escribía mitad en inglés y mitad en español. Al principio era un semanario que salía los sábados, pero luego se imprimió dos veces a la semana. La suscripción costaba 10 dólares al año y el ejemplar se vendía a veinticinco centavos. Contaba con un editor, llamado John Tabor, y el mismo Walker publicó 65 artículos de variados temas [18] El primer número contiene una relación de las peripecias de Walker, desde su salida de San Francisco hasta la toma de Granada. En dos columnas, escritas para los lectores de Estados Unidos, se enumeran los recursos de Nicaragua, pues uno de sus objetivos es difundir información sobre los recursos naturales y las ventajas del país, útiles a los migrantes. Con ese fin, explica Walker, fueron enviados comisionados a diversos puntos del territorio, cuyos relatos fueron debidamente publicados. Jorge H. Campbell, antes del condado de Calaveras, California, fue el primer enviado y exploró una parte de Chontales. Enseguida viajó a Chontales y otros distritos un sajón, Maximiliano Von Sonenstern, quien aportó información de mucha utilidad.[19] El periódico también dio cuenta de las desavenencias entre el grupo de Walker y otros norteamericanos interesados en aprovechar las riquezas de Nicaragua. Por ejemplo, emprendió una campaña de burlas contra el coronel Kinney, que se había convertido en gobernador de San Juan del Norte, a quien llamaban con desdén “el finquero Kinney”.[20]

Según Bolaños Geyer, El Nicaraguense, fue un verdadero medio propagandístico de las ideas del destino manifiesto y la superioridad de la raza blanca. También fue muy útil para hacer reportes optimistas de la guerra, plagados de falsedades, en los cuales se minimizaba el número de filibusteros muertos en el campo de guerra. Walker, dueño absoluto de las prensas existentes en Nicaragua, publicaba partes llenos de falsedades que lo presentaban como vencedor en las batallas en que salió vergonzosamente derrotado. Después de la batalla de Rivas del 11 de abril de 1856, el Boletín Oficial de Costa Rica publicó una nota recibida de la secretaría general del ejército expedicionario. Esta señala que Walker recurría a recursos impactantes para hacer creer que sus tropas eran triunfadoras. Después de la batalla de Rivas del 11 de abril de 1856, al regresar a Granada, ordenó “repique de campanas, salvas e iluminaciones.” El redactor lamenta que el ejército expedicionario, que ha ido de victoria en victoria, no haya podido trasladar consigo una imprenta para dar cuenta de sus triunfos.[21] Otro ejemplo: tras tres días de batallas en Masaya, el general salvadoreño Belloso reportó 150 norteamericanos y 46 centroamericanos muertos, Walker, en su libro admite cien bajas, y según El Nicaraguense solo perdieron tres hombres.[22]

Respecto a los datos publicados en El Nicaraguense acerca del resultado de la elección del 29 de junio de 1856, en que Walker resultó electo presidente de Nicaragua, Scroggs señala que el mismo Walker los desmiente en su libro La Guerra de Nicaragua. El editor del periódico publica un cuadro con los resultados, y señala que, tras una cargante demora han llegado, por fin, desde distintas poblaciones y departamentos del país, los documentos y comprobantes de la votación, en sobres lacrados, en tal cantidad que su peso es de casi media tonelada, por lo que su revisión fue lenta. Un corresponsal del Tribune también lo desmintió, y afirmó que en algunos casos los votos a favor de Walker eran cuatro veces más altos que la población del lugar.[23]

La crónica acerca de la toma de posesión del “primer presidente americano de Nicaragua”, presenta cifras infladas de los dignatarios, cónsules extranjeros y oficiales que habrían asistido a tal acto. La parroquia fue convertida en catedral, inventó un obispo para que acompañara a Walker en el estrado y cantara un Te Deum en la iglesia. Agrega Bolaños Geyer: “Los comicios, la toma de posesión y la crónica periodística son una sola pieza fraudulenta.”[24]

El Nicaraguense también publicaba manifiestos y proclamas, información sobre llegada de barcos con refuerzos y armas para la Falange, notas sobre actos del gobierno de Walker, entre ellos la confiscación de propiedades para ser subastadas, así como decretos que facilitaban la adquisición de la tierra por los norteamericanos, o facilitaban la mano de obra local para hacerla producir.[25]También contenía artículos elogiosos hacia la democracia y el filibusterismo, registraba algunas las muertes causadas por la guerra, la epidemia o por sentencias a morir ahorcados o fusilados.

En su libro, el mismo Walker informa que, en el ataque de las fuerzas aliadas centroamericanas contra Granada, en octubre de 1856, Juan Tabor, editor del periódico, fue herido en el muslo “mientras defendía su derecho de imprimir y publicar en Centroamérica.” Agrega: “En la retirada de Granada habían sido destruidos o perdidos gran cantidad de tipos, materiales de imprenta y papel pertenecientes a la oficina de El Nicaraguense. En consecuencia, pocos días después de haber sido trasladado el ejército a Rivas, Rogers, Subsecretario de Hacienda, fue a San Juan del Norte con el objeto de comprar los materiales necesarios a la publicación del periódico suspendido”. Rogers no llegaría a su destino, porque el barco en que viajaba fue sorprendido por los soldados costarricenses, en la embocadura del río San Juan.[26] El último número de El Nicaraguense se publicó el 22 de noviembre de 1856, día en que los filibusteros quemaron Granada. Paradójicamente, dice Bolaños Geyer, ese número contiene el último editorial de Walker, en el cual dice que no está lejano el día en que las acciones en Nicaragua se señalarán como superiores a las famosas batallas de la guerra de Crimea y a él, a la cabeza de los hombres más valientes del mundo.[27]

El Boletín Oficial número 238, del 8 de noviembre de 1856, contiene en la parte de noticias no oficiales una impactante traída por el correo desde Liberia, que mereció ser comentada. La nota dice así: “La imprenta de El Nicaragüense se asegura no existe ya: ese botafuego de mentiras y de calumnias ha sido destrozado por los chapines. Tal merecía, por el criminal objeto a que estaba destinado.”[28]

El periódico de Walker no era el único que se publicaba en Nicaragua durante los años del conflicto bélico. Scroogs señala la publicación de otro periódico filibustero llamado Masaya Heraldy cita el número del 1 de octubre de 1856.[29] También salía un Boletín Oficial, en León. La pérdida de materiales en los repositorios nicaragüenses, causada por conflictos políticos y desastres, tal vez es la razón por la cual dichos periódicos han sido poco utilizados en los estudios históricos.

En nuestro país, el gobierno de Juan Rafael Mora contó principalmente con dos medios de comunicación escrita: Crónica de Costa Rica y el Boletín Oficial. Nos centraremos en este último, porque es el que ha sido más útil para el estudio de la Campaña.

A mediados de la década de 1859 el Boletín Oficial presentaba una tabla de contenidos en la cual se hacía una distinción clara entre los asuntos oficiales y los no oficiales. El editor del medio solía escribir un artículo en cada número, en el cual expresaba sus opiniones respecto a algún tema de interés, lo que sin duda alguna contribuía a formar la opinión pública. Por eso el cargo era de gran importancia, y era ocupado por hombres de reconocida capacidad intelectual. La parte noticiosa incluía notas concernientes a lo que sucedía en el interior del país y las procedentes del exterior, que como hemos señalado arriba, eran extractos de periódicos extranjeros. Entre los temas de mayor interés se encontraban las noticias de Centroamérica y las de la guerra de Crimea. Contenía también una parte de variedades y avisos, aunque estos no eran tan numerosos como en Crónica de Costa Rica.

Los sucesos centroamericanos resonaron en la prensa internacional, principalmente en Estados Unidos, Francia e Inglaterra, las tres potencias dominantes a mediados del siglo XIX, interesadas en la construcción de un canal interoceánico en el istmo. Scroggs señala que en Estados Unidos la mayor parte de la prensa simpatizaba con la aventura filibustera. La prensa norteamericana, más moderna, contaba además con recursos financieros como para enviar corresponsales a Nicaragua que dieran seguimiento a las aventuras de Walker. Tal fue el caso de Charles Callahan, corresponsal del Picayune, de Nueva Orleans, quien el 31 de mayo de 1856 salió junto a Walker de Granada rumbo a León, para cerciorarse de la situación. Este escribe: “En todas partes la población entera lo recibió con vivas, salvas, cohetes y triquitracas”. Cuando Walker arribó a León el 4 de junio, le dieron la bienvenida el presidente Rivas, el gabinete y una muchedumbre, y hubo salvas de artillería, toque general de campanas, música y otras demostraciones de alegría. “Las mujeres todas querían abrazar a Walker, y esa noche fue de fiesta, con música y poesía que alababa a Walker”.[30]

Un corresponsal del New York Tribune describió a Walker de tal modo que su “retrato vivo”, coincide plenamente con el de otros viajeros, periodistas e historiadores.[31] Philipp E. Toohey un norteamericano tomado prisionero por las tropas costarricenses después de la batalla de Santa Rosa, en una carta firmada en Liberia el 26 de marzo de 1856, solicitó que le enviaran una misiva dando testimonio de que él era corresponsal del periódico Delta, de Nueva Orléans. Cuenta que había recibido un balazo en su brazo izquierdo, y junto con otros prisioneros lo habían trasladado a Liberia. Allí un consejo de guerra condenó a todos a morir, pero a él don Juan Rafael Mora le perdonó la vida, le amputaron el brazo y le dieron otros cuidados. Parece que luego Toohey dio claras muestras de ingratitud.[32]

El periódico Frank Leslie’s Illustrated envió a Granada a James Dollan, “artista corresponsal”. En su número del 10 de mayo de 1856 anuncia, en un recuadro, que el próximo número contendrá interesantes ilustraciones de los sucesos en Nicaragua, recibidos en el último vapor, enviados por su artista corresponsal.[33]

Una sola mujer es mencionada como “publicista”, como también se denominaba en la época a quienes se dedicaban a escribir y hacer lobby. Se trata de Jane Cazneau, cuyo apellido de soltera era Mc Manus, y firmaba sus escritos con el seudónimo de Cora Montgomery. Ella era desde 1848 la esposa del general filibustero y hombre de negocios William Leslie Cazneau. Ambos llegaron a Granada en julio de 1856, y estuvieron presentes en la ceremonia en la cual el ministro norteamericano John H. Wheeler reconoció oficialmente al gobierno de William Walker, el 19 de julio. Un mes más tarde, el 20 de agosto de 1856 zarparon de Granada en el vapor “La Virgen”, y llegaron a Nueva York diez días después, en el “Cahawa”.[34]

La prensa fue un medio útil a los intereses de Walker de diversas maneras. Para comenzar, la publicación de anuncios para reclutar hombres que desearan viajar a Nicaragua, principalmente en Nueva York y Nueva Orléans. Un anuncio aparecido en Nueva Orléans decía:

“Nicaragua. El gobierno de Nicaragua quiere que gente laboriosa se establezca allá y cultive sus tierras. Para eso ofrece como incentivo a los inmigrantes una donación de 250 acres a los solteros y cien más a cada miembro de la familia. Los viajeros salen de Nueva Orléans a San Juan del Norte el 11 y el 26 de cada mes. El precio del pasaje es ahora de menos de la mitad. El suscrito dará con gusto toda clase de información a quienes desearen inmigrar. (f) Thos. F. Fisher, 16 Royal St.”[35]

El Boletín Oficial informó que los reclutas amados y organizados, se paseaban por las calles de Nueva York y Nueva Orléans y afirma que la prensa norteamericana animaba las invasiones y presentaba sus triunfos como triunfos de los Estados Unidos.[36]

En la prensa norteamericana se halagaba a Walker, todo en beneficio de sus intereses. Los titulares lo volvieron un personaje famoso y atrayente. El Frank Leslie´s Illustrated, el 9 de febrero de 1856 publicó un amplio artículo de primera página titulado “General Walker como un mentor político”, señalando que Walker estaba comenzando a tener una opinión positiva en el público norteamericano. Un editorial escrito por Walker en El Nicaraguense, fue calificado por Times como “bien escrito, de alta calidad, y de un razonamiento que denota talento y gran capacidad.”[37] La opinión favorable del público era muy importante, para motivar la recaudación de recursos humanos y materiales para la aventura filibustera. El Frank Leslie´s Illustrated informó ampliamente de la llegada de Walker a Nueva Orléans el 27 de mayo de 1857, donde fue recibido con honores. En el hotel Saint Charles hubo una conferencia de prensa en la cual brindó detalles de su capitulación ante el comandante Davis, de la goleta Saint Mary´s. Ahi estuvo Jeffry Roche, autor del artículo, quien había combatido con Walker en Nicaragua[38] El Picayune afirma que Nueva Orleans recibió a Walker como un héroe. De Nueva Orléans, Walker se dirigió a Washington, donde se entrevistó en privado con el presidente Buchanan. En Nueva York asistió a fiestas, reuniones y teatros y no perdía ocasión para pronunciar inflamados discursos. El Herald le seguía los pasos, por considerar que todo aquello podía ser de interés para los historiadores en el futuro; Walker manifestó a los reporteros que regresaría a Nicaragua.[39]

Pero no toda la prensa de Nueva York era favorable a Walker. El New York Herald y el New York Times, que antes lo habían apoyado, se volvieron en su contra. En el Times, M: R: Norwell, tío materno de Walker, era uno de los editores. La prensa informó sobre el estado lastimoso en que habían retornado de Rivas oficiales y soldados, mujeres y niños que habían sido leales a la causa filibustera. Cuando Walker partió hacia Filadelfia, el Tribune publicó un artículo titulado “El destino manifiesto en bancarrota”, firmado por Horace Greeley, periodista y político republicano que no perdía ocasión para fustigarlo.[40]

Walker se quejaba de la forma en que lo trataba la prensa del norte, y lo atribuyó a la legalización de la esclavitud en Nicaragua. Y tenía razón, a juzgar por lo publicado por el Sun, que también levanta el grito al cielo contra Walker y publica: “Si consideramos el establecimiento de la esclavitud en Nicaragua como una indicación del carácter de Walker, no podemos tener a este hombre sino como a un verdadero bribón, contra el cual no hay calificativos bastantes fuertes.”[41]La esclavitud había sido abolida en Centroamérica por el gobierno federal, pero Walker la restauró mediante un polémico decreto del 22 de setiembre de 1856.[42] El delicado equilibrio político existente en la unión americana entre los estados sureños, a favor de la esclavitud, y los norteños opuestos a ella, arriesgaba romperse con la aventura filibustera en Nicaragua.

La prensa también daba cuenta de las posiciones vacilantes y de las controversias entre el gobierno de Estados Unidos y el de Walker y sus representantes, y ejercía, sin duda alguna, una poderosa influencia política. Por ejemplo, el representante de Costa Rica en Washington, Luis Molina, tuvo un intercambio de notas con Mr. Marcy, el Secretario de Estado, en los meses de abril y mayo de 1856. Marcy señaló que el gobierno de Estados Unidos había desempeñado “fielmente” las obligaciones de neutralidad. Molina defendió sus puntos de vista citando que el Daily Union, desde el 27 de marzo de 1855 hasta el 14 de marzo de 1856 había dado noticia de seis expediciones de refuerzos para los invasores de Centroamérica. Las notas del intercambio fueron reproducidas por el Boletín Oficial número 206 y por La Crónica de Nueva York, periódico en español.[43]

El reconocimiento del gobierno de William Walker fue otro tema de discusión en la prensa norteamericana. El presidente Pierce buscaba la reelección, pero ganó Buchanan, candidato por el partido Demócrata, quien reconoció el gobierno de Walker y recibió al Padre Agustín Vijil, quien había viajado a Nueva York en compañía del mayor John P. Heiss, periodista de amplia trayectoria y dueño del New Orleans Delta.[44]

De amplia repercusión en la prensa fue la disputa que sostuvo Walker con Cornelius Vanderbilt, magnate financiero radicado en Nueva York. El Boletín Oficial número 191, del 10 de mayo de 1856, reprodujo la circular aparecida más de un año antes, en mayo de 1855, en La Crónica de Nueva York, enviada a los medios por Vanderbilt, en su calidad de presidente de aquella compañía, anunciando que los vapores cesarían sus viajes, porque William Walker había tomado por la fuerza la propiedad de los ciudadanos norteamericanos. Los viajes quedarían suspendidos hasta tanto el gobierno no tomara en consideración tal ultraje.[45] El conflicto por controlar la arteria de comunicación y los vapores apenas comenzaba.

Una carta sin firma dirigida al General Charles Frederick Henningsen, fechada en Nueva York el 25 de noviembre de 1856, es testimonio del temor ante el poder de la prensa. Dice así: “Usted habrá visto que ha habido mucho ruido en los diarios de aquí, con referencia a los asuntos de Nicaragua y al General Walker. Espero que el general no contestará a ninguna de esas cosas, porque estoy satisfecho que esas publicaciones no le han hecho daño. El pueblo aquí comprende el motivo de esos ataques, y de dónde nacen. No deseo ver al General Walker enredarse en una discusión de periódicos. Cualquier contestación que diera, sería tratar a esas gentes que aquí lo han atacado, con demasiada importancia.” El emisario de la misiva se sospechaba que era Jorge Law. [46]

Finalmente, la prensa norteamericana dio a conocer la caída de Mora. El New York Herald y el New York Times presentaron la noticia un mes después del golpe de Estado. El Times, señaló “el dinero tomó la República”, aludiendo al poder económico de los golpistas y sus verdaderos intereses.[47]

IV- LA PRENSA TRAS LA CAÍDA DE MORA

Para concluir, debo señalar que, tras el golpe de Estado del 14 de agosto de 1859, le fue cambiado el nombre a Crónica de Costa Rica, que pasó a llamarse Gaceta Oficial de Costa Rica, aunque conservó la numeración. Carlos Meléndez escribe que este periódico fue “…espejo fiel de la labor gubernativa, y comentador oficial de todo aquello que fuera digno de darse a conocer al público.” El biógrafo de José María Montealegre destaca la publicación de “…memoriales o manifestaciones públicas que los vecinos de los más importantes pueblos del país se apresuraron a remitir a los nuevos hombres de gobierno, para testimoniarles su apoyo.”[48]

Otro periódico surgió en los albores del nuevo régimen, y su nombre da clara cuenta de sus propósitos: se llamó Nueva Era. El primer número salió el 17 de setiembre de 1859, y en él sus editores explican: “Era se llaman las épocas en que se graba y desarrolla un nuevo pensamiento de los pueblos, cuyo carácter se forma de nuevos elementos y entre los cuales está colocado un notable acontecimiento que separa lo pasado del porvenir, como el horizonte, cuando tras de él se levanta el nuevo sol, separa la noche del día. Tal acontecimiento ha sido para nosotros el movimiento popular que el 14 de agosto derrocó una dilatada administración despótica y sacudió el yugo que tanto tiempo había reprimido la libre acción del país.” [49]

Entre los impulsores de Nueva Era estuvieron los señores Uladislao Durán y Célimo Bueno, y escribieron en ese medio, entre otros, José María Castro Madríz, Juan J. Ulloa, Rafael Ramírez, Fernando Streber y Enrique Twight. En sus contenidos figuran, como era de esperar, numerosos ataques a la administración caída, para justificar el golpe de Estado, crónicas de la Asamblea Constituyente, el proyecto de Constitución, reproducciones de artículos aparecidos en la prensa extranjera sobre lo sucedido en el país, noticias sobre las acciones de Mora en el exterior en sus intentos por recuperar el poder, las cartas de Gerardo Barrios y documentos referentes a la invasión de Puntarenas. El periódico publicó su último número el 16 de mayo de 1861, cuando Célimo Bueno consideró que ya no había necesidad de justificarse ante el pueblo.[50]

Raúl Arias señala que el gobierno de Montealegre lanzó un ataque por medio de la prensa “semioficial”, en contra de los periódicos La Estrella, de Panamá, y el Herald, los cuales publicaron artículos en los que manifestaban que el Presidente Mora había sido injustamente derrocado y luego expulsado del país. Arias afirma también que el gobierno de Montealegre era visto con profunda desconfianza por la prensa norteamericana, por considerarlo plegado a los intereses de Gran Bretaña en la disputa geopolítica por Greytown.[51]

En suma, en la década de Mora la prensa costarricense se modernizó y el país gozó de libertad de prensa. Durante la Guerra de 1856-57 la prensa nacional e internacional desempeño un destacado papel político, como medio de información y de propaganda, a favor o en contra de las distintas fuerzas en disputa. Una vez acabado el conflicto, tras el golpe de Estado al Presidente Mora Porras, sus detractores, comprendiendo el poder de la prensa para justificar sus acciones, crearon un periódico con ese fin, y cuando consideraron que el país estaba tranquilo, simplemente lo cerraron. El cuarto poder, como dijo Burke, ya había cumplido su misión.

 

En la década de Mora, una prensa comprometida, agitadora de la opinión pública, un medio de guerra

(Respuesta de Vladimir de la Cruz, al Discurso, de Elizabeth Fonseca Corrales, de Incorporación a la Academia Morista Costarricense, realizado el 26 de noviembre del 2021, en la sesión extraordinaria con este fin, en el Club Unión)

El trabajo que nos ha presentado la Dra. Elizabeth Fonseca Corrales, para incorporarse como Miembro de Número de la Academia Morista Costarricense, cumple plenamente con el objetivo propuesto.

La década de Mora, es el período histórico que podemos ubicar entre 1849 y 1859, por su paso en el Poder Ejecutivo, durante esos años, y por la grandeza de su dirección política, militar y estratégica de la Guerra Nacional contra la presencia filibustera en Costa Rica, en Nicaragua y en Centroamérica, así como hasta los días de su regreso, después del Golpe de Estado que le dan, de su obligada salida del país a El Salvador, y del crimen de Estado que se cometió contra él, y el General José María Cañas, en Puntarenas, en 1860, cuando regresaban de El Salvador.

El objetivo propuesto por la Dra. Elizabeth Fonseca fue tratar “la prensa” en esos años. Cuando decimos la prensa nos referimos especialmente a los periódicos.

Para ello, el recorrido que nos hace la Dra. Fonseca Corrales, en su disertación, es desde que le brota su interés académico en la Historia, y en este capítulo de la Historia costarricense, tan importante y determinante, para nosotros, como es la Guerra Nacional de 1856 y 1857, y cómo desde esta perspectiva aprendió a ver y analizar la Historia desde distintos ángulos. En este sentido destaca que la Historia en perspectiva de procesos interdisciplinarios, le resultó sumamente atractiva, y fue lo que la llevó a especializarse en la Historia económica y social, lo cual le enseñó también que esas otras Historias, como la militar, la diplomática o la política propiamente dichas, no se pueden marginar o disminuir en su valor informativo e investigativo.

Igualmente nos destaca que al dirigir y coordinar un proyecto de Historia Centroamericano, en 1990, pudo apreciar con mayor fuerza la importancia de este período histórico, el de “la década de Mora y de la guerra filibustera”, para la “formación de nuestra identidad”.

Así, concentró su atención, para esta ocasión, en el “papel de la prensa escrita” en este período, desde las fuentes bibliográficas que han tratado esta temática.

Inició señalándonos la importancia del origen de la imprenta, para destacar el primer periódico semanal que surge en Francia en 1631, denominado Gazette. Le siguió, le agrego yo, la Gaceta de Madrid, en 1661 y la Gaceta de México, en 1722.

Diez años más tarde, en 1660, en Guatemala, se estableció la cuarta imprenta en el Imperio Hispánico, y la primera del Virreinato de México, después de México, Lima y Puebla de los Ángeles, evidenciando a Guatemala como un centro importante de cultura, publicándose así su primer periódico en 1729, la Gaceta de Guatemala.

En 1812 las Cortes de Cádiz promulgan la Ley sobre la Libertad de Imprenta que entra en vigencia en Guatemala en 1811. Durante toda la primera mitad del siglo XIX este tema de la libertad de imprenta se va a asociar a la libertad de pensamiento, a la no censura, a la “libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anteriores a la publicación bajo las restricciones y responsabilidades que se expresan” en esa Ley.

A partir de allí, en años posteriores, otras imprentas fueron introducidas en Guatemala.

Para los días de la Independencia, 1821, había una intensa labor periodística en Guatemala, alrededor de este acontecimiento. El mismo Pablo Alvarado Bonilla, nuestro Prócer de la Independencia, el 15 de setiembre de 1808 había lanzado su grito de “¡Libertad para la América!” de manera impresa. Los periódicos El Editor Constitucional, del Dr. Pedro Molina, y el Genio de la Libertad y El amigo de la Patria, de José Cecilio del Valle, destacan en este sentido.

En Costa Rica en los gobiernos de Juan Mora Fernández, desde 1824 hasta 1830, se estimuló la prensa manuscrita, expresada en Murales, bajo la responsabilidad de quien ponía los murales para que la gente se expresara. Con la Imprenta, en 1833, empezaron a desarrollarse los periódicos. Lentamente fueron apareciendo, y dentro de estos la prensa oficial. Los primeros periódicos costarricenses fueron voceros de grupos de ciudadanos. En 1843, en uno de ellos, se publica en entregas la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, lo que influye probablemente para que en la Constitución de 1844 se establezca el derecho de rebelión política contra el mal gobierno, consagrado en esa Declaración.

De la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano la Dra. Fonseca Corrales destaca igualmente su artículo 11 relacionado con la Libertad de prensa, que dice literalmente: “La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciados del hombre; todo ciudadano puede por tanto hablar, escribir, imprimir libremente, salvo que deberá responder por los abusos de esa libertad en los casos determinados por la ley.” La consecuencia inmediata de dicha apertura fue la proliferación de publicaciones periódicas”.

En Costa Rica la primera imprenta se introdujo en 1830. La prensa en el proceso de la Independencia de América, y del Virreinato, como de la Capitanía General de Guatemala, jugó su papel. Fue crítica, de debate, de divulgación de ideas. Se manifestó en periódicos, panfletos, hojas sueltas, con la intención de que la población tomara partido alrededor de estos acontecimientos. Se exaltaban las contradicciones sociales y políticas, se profundizaba en la crítica a los elementos políticos, se llamaba a apoyar la revolución emancipadora, la Independencia, y a combatir al régimen y a las autoridades españolas. Se trataba de ejercer control de la opinión pública de la época, de construir una opinión pública alrededor de los periódicos. Se divulgaban los ideales del Enciclopedismo, de la Ilustración y el Iluminismo.

Al analizar la prensa, en la década de Mora, la Dra. Elizabeth Fonseca destaca la figura de William Walker, quien ejerció el periodismo, y le dio importancia a la prensa, como parte de su presencia política y de sus aventuras militares, justamente haciendo de la prensa, y de los periodistas que contrató, para que le siguieran sus pasos, medios de divulgación de sus avanzadas militares, de los enfrentamientos bélicos que realizó y alrededor de ellos, de la información y desinformación, que hacía a la vez de los eventos que no le eran favorables.

Walker había trabajado en periódicos en New Orleans, en California, en Baja California. En Nicaragua contó con su propio periódico, en Granada, en edición bilingüe, que aprovechó para hacer atractiva su aventura y para enfrentar a otros coterráneos suyos.

El trabajo de Elizabeth Fonseca destaca muy bien estos elementos, de una prensa comprometida, agitadora de la opinión pública, de tenerla como un medio de guerra, como decía Simón Bolívar, que llevó imprenta en sus campañas militares, indicando que la imprenta era tan útil como los pertrechos militares. Lenin, durante el período de la Revolución Rusa le dio una perspectiva más profunda, la comprendió como un medio de agitación y debate, como un medio de movilización social, como un organizador colectivo y político y como un medio unificador de los intereses sociales de los distintos grupos políticos existentes en la Rusia zarista.

Estos elementos fueron también parte de lo que se expresaba alrededor de las noticias que se hacían circular con relación a la presencia de Walker en Centroamérica.

En el caso de la prensa internacional, de la década de Mora, que Elizabeth nos relata, de Europa, de Francia e Inglaterra, como de los Estados Unidos, nos dice, que siguieron al Filibustero, y enviaron reporteros al propio escenario de los acontecimientos, lo que no era casual pues también lo hacían respondiendo a los intereses de esas potencias, de la época, que estaban interesadas en la construcción del canal interoceánico por Panamá, o por Nicaragua, cuando ya habían construido el ferrocarril transístmico en Panamá. Ya operaba, también, en esos días y durante toda la década, la Compañía del Tránsito, que movilizaba aproximadamente 1000 personas mensuales desde la costa este de los Estados Unidos, desde la costa Atlántica, a California, en la costa Pacífica, hacia el oeste, utilizando el paso del Río San Juan y del Lago de Nicaragua, que fue un elemento estratégico en el escenario de la Guerra contra Walker, que el Presidente Juan Rafael Mora y el Ejército Nacional supieron contextuar y ganar en su dominio, como uno de sus objetivos político militares, para cortar el suministro logístico a los filibusteros.

Esto también se evidenció, como lo señala Elizabeth cuando se desató el conflicto de la convocatoria de los leoneses a fuerzas extranjeras para que llegaran a auxiliarlos en la guerra civil interna que tenían en Nicaragua, contra los conservadores de la ciudad de Granada.

Al describirnos, Elizabet Fonseca, algunos periódicos, en lo que informaban, nos ilumina sobre lo que podía ser la esfera pública de la época.

La imprenta en el escenario de la Independencia como de la Guerra contra Walker fue tribuna de combate ideológico de las opiniones expresadas a favor, como en contra, de la presencia de Walker. Esto queda bien relatado en la presentación hecha, desde la perspectiva de Walker.

La importancia de los periódicos fue grande por el impacto ante el público al que llegaban, por la legitimación de las informaciones que trataban de imponer.

La Dra. Elizabeth Fonseca al adentrarse en esta década de Mora nos destaca elementos importantes de la prensa de esa época, estableciendo que lo que ha presentado tan solo es un acercamiento que requiere estudios más amplios. No casualmente desde 1787, por las luchas políticas inglesas de esa época, que se reflejaron en la prensa, un escritor británico llamó a la prensa “el cuarto poder”, como lo recuerda Elizabeth.

El escenario de la prensa en la década de Mora careció de la información transmitida por telégrafo, a pesar de que desde 1837 Morse había inventado el telégrafo en Estados Unidos. En Costa Rica se instaló hasta 1865. En Europa funcionaba desde 1845, y en 1866 se había instalado un cable que conectaba a Europa con Estados Unidos. Este cable se instaló en Puerto Limón en 1890.

Los periodistas profesionalmente no se habían desarrollado, hasta 1892 cuando se crea la primera carrera universitaria de formación de periodistas, por lo que la labor del periodista, lo que también destaca Elizabeth, estaba a cargo de filósofos, políticos, profesionales liberales, como abogados, escritores, artistas, hombres de negocios, personas cultas.

Elizabeth nos ilustra bien de las primeras imprentas y de los primeros periódicos en el país, en vida independiente, indicándonos también de las dificultades de la comunicación, por la ausencia del telégrafo, lo que se superó bastante con el tránsito por el ferrocarril en Panamá, a partir de 1855, o por la Vía del Tránsito, en el río San Juan, y por la ruta del Sarapiquí, lo que aceleraba bastante las comunicaciones internacionales a la prensa local, a la vez que facilitó la llegada de periódicos del extranjero.

“Los periódicos principales publicados en el país en la década de 1850, nos dice, eran, según su año de aparición: El Meteoro, El Guerrillero y El Observador Costarricense (1850); El amigo del pueblo y El correo (1851) La Crónica de Costa Rica y El Eco (1852); El Boletín Oficial, El Compilador y La Gaceta (1853); El Eco del Irazú, publicado en Cartago en 1854; Álbum de la Paz, también conocido como Álbum Semanal (1855); Boletín del Ejército, publicado en Liberia en 1856; El Pasatiempo (1857); La Unión y El Gato (1858); finalmente aparecieron El Pueblo y La Nueva Era(1859)”. Para la época se puede considerar que era una prensa abundante, considerando también el nivel de alfabetismo y educación existente. Tan solo consideremos que para 1886 cuando se desarrolla el diarismo, la prensa diaria, en el país, con alrededor de 300.000 habitantes solo se publicaban 500 ejemplares por día de uno de esos periódicos.

Para Elizabeth Fonseca la década de Mora es el período en que nuestra prensa comienza a modernizarse en su formato. Nos hace un buen relato de los elementos de esta modernización, los anuncios, los espacios en los periódicos y la participación destacada de periodistas extranjeros que se radican en el país, especialmente de Adolphe Marie, ciudadano francés y de Emilio Segura, ciudadano español. En el caso de Marie denunció desde la prensa el papel que tenía Ephraim G. Squier, un periodista y diplomático norteamericano, que era el encargado de los asuntos centroamericanos en 1849, quien impulsaba la idea de una federación y favorecía los intereses canaleros de los Estados Unidos en Centroamérica.

Estos periodistas, especialmente Adolphe Marie, y Emilio Segura, se destacaron en la lucha contra los filibusteros, acompañando el Presidente Mora y buscando apoyos en Europa a la causa antifilibustera, llegando a ser perseguidos, a su regreso de Europa, por órdenes de Walker.

Del mismo modo, Elizabeth Fonseca al tratar la información periodística destaca que debe ser cuidadosamente leída y analizada por la falta de objetividad de los escritores o periodistas, porque mucha de la información era de tipo propagandístico a favor de las ideas del destino manifiesto y la superioridad de la raza blanca, para hacer reportajes favorables de la guerra, llenos de falsedades, disminuyendo sus bajas militares, exaltando la moral de sus combatientes y disminuyendo la de nuestras tropas, falseando así sus propias noticias a favor suyo, como fue el resultado de las elecciones de Walker, en Nicaragua, de junio de 1856. En un corto período de su estancia en Nicaragua Walker ejerció control total de la prensa en ese país. Walker usaba desde ese punto de vista la prensa desde una perspectiva ideológica para justificar y validar su presencia, y para mentir y distraer sobre quienes le combatían.

La prensa de Walker no era la única que se circulaba en Nicaragua durante los años del conflicto bélico. Había otro periódico filibustero llamado Masaya Herald y un Boletín Oficial, en León.

En el caso costarricense había principalmente dos medios escritos, Crónica de Costa Rica y el Boletín Oficial, éste más útil para el estudio de la Campaña. El Ejército Nacional costarricense llevó imprenta a la guerra. No es casual por ello el Boletín del Ejército que se editó.

De los episodios bélicos que nos relata Elizabeth uno es muy importante cuando refiere el caso de los capturados de la Batalla de Santa Rosa, del 20 de marzo de 1856, sobre los que había sentencia de muerte para todos ellos. Sin embargo, uno de los capturados, que dijo ser periodista, corresponsal del periódico Delta, de Nueva Orléans, cubriendo la batalla, que fue herido, fue atendido amputándosele un brazo, fue perdonado de ser fusilado, por su condición de periodista, “corresponsal de guerra”, como se le llama ahora. Este acto sin lugar a dudas nos dice de la importancia que le daba el mismo Presidente Mora y los altos oficiales del Ejército Nacional a los periodistas, y del impacto que podía significar su fusilamiento, como hoy ocurre en escenario de guerra en el medio oriente cuando matan periodistas. Había que cuidar este aspecto. Elizabeth nos dice que el periodista fue poco agradecido posteriormente con el hecho de haberle salvado su vida.

Otro dato importante que nos destaca es la presencia de una mujer actuando como periodista, que era esposa de un general filibustero.

Otro dato importante es la exaltación de la prensa norteamericana a la aventura militar de Walker, y a las invasiones que hacían en aquellos años, en beneficio de sus intereses, lo que hizo de Walker un personaje distinguido, y atrayente, considerado un héroe, que cuenta hoy con un monumento en una ciudad norteamericana, que fue recibido por el Presidente Buchanan, quien defendió sus acciones.

También, Elizabeth Fonseca nos destaca a la vez el enfrentamiento en la prensa de los sectores antiesclavistas del norte y del este de los Estados Unidos con las acciones de Walker, que había restablecido la esclavitud en setiembre de 1856 en Nicaragua, cuando había sido abolida en Centroamérica en 1824 por el Congreso de la República Federal.

La prensa también destacó las contradicciones de Walker con empresarios norteamericanos, situación que oficiales del Ejército filibustero le hacían ver, a Walker, para que evitara esos comentarios públicos.

El Golpe de Estado contra el Presidente Juan Rafael Mora, en 1859, la prensa norteamericana lo abordó como noticia.

Por su parte, la prensa costarricense a la caída del Presidente Mora se volcó más sobre la información gubernativa, y de comentarios oficiales de lo que se consideraba digno de darse a conocer al público, así como de fuerte crítica hacia los gobiernos del Presidente Mora, y la justificación del golpe de Estado, mientras en Panamá los periódicos La Estrella, de Panamá, y el Herald, publicaron artículos en los que señalaban que el Presidente Mora había sido derrocado y expulsado injustamente del país.

Finalmente, la Dra. Fonseca destaca como en la década de Mora la prensa costarricense además de que modernizó en el país hubo un amplio ejercicio de la libertad de prensa y de opinión.

En general el periodismo en América Latina podemos verlo, en aquellos tiempos, en dos grandes etapas, la primera, la de la prensa oficial y pro colonialista, y la segunda, la de la prensa revolucionaria e insurgente, que empieza a inicios del siglo XIX.

Los periódicos antes de la Independencia fueron principalmente informativos y, durante la lucha por la Independencia fueron de agitación política independentista, revolucionarios y con carácter panfletarios, donde habían también periódicos de información cultural.

Durante los períodos bélicos y de confrontación militar, como el caso de la Guerra Nacional contra los filibusteros, los periódicos tomaron posición con los diferentes bandos, lo que es natural, como siguen tomando posición respecto a los diferentes actores políticos de nuestras sociedades, como vemos en el actual proceso electoral, cuando se privilegia la información de algunos candidatos y se denigra a otros, cuando a unos se destaca y a otros se les oculta.

Muchas gracias Dra. Elizabeth Fonseca por su disertación. Quedamos muy satisfechos de su exposición y de la riqueza de su contenido, un importante aporte para conocer mejor la época del Gran Presidente, del Benemérito, del Gran Capitán, Juan Rafael Mora Porras, de su gesta gloriosa y de este capítulo importante de la Historia costarricense.

[1]Resumen con base en: Patrick Eveno. La presse. Collection Que sais-je? Presses Universitaires de France, Paris. 2018.

[2]Pierre Albert. Histoire de la presse. Collection Qué sais-je? Presses Universitaires de France. Paris. 2018.

[3]Ibidem. p. 36.

[4]Patricia Vega. De la imprenta al periódico. Los inicios de la comunicación impresa en Costa Rica.1821-1850. Editorial Porvenir. Programa Latinoamericano de Periodismo. San José. 1995.

[5]Boletín Oficial. 8-3-56. Publicado en Raúl Arias Sánchez. Crónicas Periodísticas de la campaña nacional: Costa Rica y Estados Unidos 1855-1860.Arena Transamérica S.A, San José. 2012. p 76.

[6]Patricia Vega. Op. Cit. p. 123

[7]En Raúl Arias, Op. Cit. p. 40.

[8]Carlos Morales. El hombre que no quiso la guerra. Una revolución en el periodismo de Costa Rica. Ariel/Seix Barral. San José. 1981. p. 227.

[9]Ibidem, ps. 39-40 y 48.

[10]Patricia Vega. Op. Cit. ps. 173-205.

[11]Jeannette Bernard Villar. Pinceladas periodísticas de la Costa Rica del siglo XIX por Adolphe Marie. Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. San José. 1976. ps. 7-10, 257-258, 278-279.

[12]Patricia Vega. Op. Cit. ps 87, 98 y 110.

[13]Ibidem. p. 98.

[14]Jeannette Bernard Villar, Op. Cit., ps. 8, 63 y 270.

[15]Comisión de Investigación Histórica de la Campaña 1856-1857. Crónicas y Comentarios. Imprenta Universal, San José, 1956. ps. 63 y 219.

[16]Ibidem. ps. 219, 250-251.

[17]Alejandro Bolaños Geyer. William Walker. El predestinado. Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, Alajuela. 2003. ps. 17, 21,25-26, 52 y 55.

[18]Ibidem. ps. 83 y 376.

[19]William Walker. La guerra en Nicaragua. ps. 100-101. Ver también William O. Scroggs. Filibusteros y financieros. Fondo de promoción cultural BANIC. Managua, 1993. p. 115.

[20]Scrooggs, Op. Cit. p.116.

[21]Boletín Oficial. 3 de mayo de 1856, Número 189. Publicado en Raúl Arias, Op. Cit. p. 98.

[22]Bolaños Geyer. Op. Cit. p. 183.

[23]Scroggs, Op. Cit. ps. 170-173.

[24]Op. cit. ps. 130-131.

[25]Ibidem. ps. 175-177.

[26]Op. cit. ps. 187 y 215-216.

[27]Op. cit. p. 184.

[28]Publicado en: Op. Cit. p. 161.

[29]Scroggs, Op. Cit. p. 207.

[30]Bolaños Geyer, Op. Cit., ps. 113-114.

[31]Ibidem. p.115.

[32]Comisión de Investigación Histórica de la Campaña 1856-1857. Op. Cit. ps. 143-144. Ver también ps. 310-311.

[33]Raúl Arias. Op. Cit., ps. 65 y 107-

[34]Bolaos Geyer. Op. Cit., ps. 131, 133 y 138.

[35]Scroggs. Op. Cit. p., 124.

[36]Boletín Oficial, Número 191. 10 de mayo de 1856. Publicado en Raúl Arias, Op. Cit. ps. 101-102.

[37]Scroogs. Op. Cit. p. 145.

[38]Raúl Arias. Op. Cit., ps. 47 y 207.

[39]Bolaños Geyer. Op. Cit., ps. 245-248.

[40]Ibidem. ps. 250-254, 265.

[41]Raúl Arias. Op. Cit., p. 343.

[42]En el libro de Walker, La guerra en Nicaragua, el autor expone sus puntos de vista sobre tal decreto. Ver ps. 163-170.

[43]Ibidem. ps. 130-131.

[44]Bolaños Geyer. Op. Cit., ps. 117-119.

[45]Raúl Arias. Op. Cit., ps. 100-103.

[46]Raúl Arias. Op. Cit., p. 166.

[47]Raúl Arias. Op. Cit., p. 210.

[48]Carlos Meléndez. Dr. José María Montealegre. Academia de Geografía e Historia de Costa Rica. San José, 1968. p. 86.

[49]Ibidem. p. 84.

[50]Ibidem. ps. 84-86.

[51]Raúl Arias. Op. Cit., ps. 210-211-

VENDER EL ALMA AL DIABLO

José Manuel Arroyo Gutiérrez

         Hace ya bastantes años, en una lección del posgrado en Ciencias Penales de la U.C.R., el eminente profesor Dr. Francisco Castillo González nos ilustró con una enseñanza más propia de la ética profesional que del derecho penal. Nos decía sentencioso, palabras más, palabras menos, lo siguiente: “un abogado penalista puede llevar algún caso de narcotráfico; lo que no puede es tener clientes narcotraficantes…”.

         El tema tiene cercanía con otras cuestiones muy propias de la ética profesional. Por supuesto que el derecho de defensa, para todos y todas, está garantizado para cualquier tipo de delito y hay que respetar ese principio. Pero sabemos igualmente, desde hace décadas, que las organizaciones mafiosas clásicas, tipo “Cosa Nostra”, tienen a su servicio gabinetes de economistas y contadores públicos, bufetes de abogados, así como políticos, clérigos y hasta policías, fiscales y jueces comprados. Hay mucho dinero de por medio y esa es una tentación para cualquier profesional sin escrúpulos, dispuesto a venderle el alma al diablo.

         Conocemos el vínculo íntimo e indisoluble que estas agrupaciones mafiosas exigen: fidelidad absoluta o muerte. También somos testigos de eventos, incluso en nuestro provinciano medio, de litigantes más o menos conocidos que, en efecto, terminan en la cárcel o son liquidados en algún atentado.

         Para mediados de la década de los años ochenta del siglo pasado, época de la lección del Dr. Castillo González, la verdad es que Costa Rica apenas comenzaba a familiarizase con el narcotráfico y su morfología mafiosa. Pero con el devenir de los tiempos, para desgracia de todos, otras formas de crimen organizado han asentado sus reales en esta arcadia bucólica.

         Principalmente se ha hecho evidente la corrupción “públicoprivada” y pido licencia para usar estas dos palabras juntas porque el fenómeno delictivo que representan es uno y el mismo, las dos caras de la moneda, una sola bestia bicéfala.

         Sería entonces pertinente, hoy como ayer, a propósito de la ética profesional, afirmar que un abogado penalista puede llevar algunos casos de corrupción, pero no debería especializarse en ellos ni tener sólo clientes cuestionados por las figuras típicas asociadas a esta modalidad delictiva. Aunque ya sabemos también que abunda el dinero de por medio, y hay muchos diablos sueltos comprando almas.

A la juventud costarricense… Una conversación de Walter Antillón con Rodrigo Madrigal Montealegre

Walter Antillón

¿Podrías, Rodrigo, resumir en unos pocos trazos, la historia que le tocó vivir a nuestra generación?

Walter Antillón

R.M: Bueno, vos y yo nacimos al concluir el primer tercio del Siglo XX, de modo que hemos vivido gran parte de dicho Siglo y las primeras décadas del presente con la cabeza y el corazón puestos en las cosas de Costa Rica; pero también pensábamos en Centroamérica y en el Mundo. Gracias a una prolongada y reflexiva experiencia, modestamente creo que poseemos una mediana comprensión de lo que ha venido ocurriendo en esos escenarios.

Nuestra infancia -década de los treintas- registró las secuelas de la Crisis Mundial que estalla precisamente en 1929: difusas imágenes de la Presidencia de León Cortés, de la última breve campaña política de don Ricardo Jiménez; de la Guerra Civil Española, así como la sensación de vago temor y algunas vivencias de la escasez durante el período de la Segunda Guerra Mundial.

Rodrigo Madrigal Montealegre

Aquí pocos se daban cuenta de que la situación del País reflejaba equívocamente y en pequeño lo que se estaba fraguando en dimensiones planetarias.

Los gobiernos de Calderón y Picado, con la constitucionalización de las Garantías Sociales y el Código de Trabajo, coinciden con nuestra adolescencia colegial, erótica y festiva, sacudida por la Huelga de Brazos Caídos, la Revolución del 48; luego una fragante Constitución y los cambios que trajo el gobierno de la Junta Fundadora de la 2ª República. Y coincide asimismo con (y es una respuesta a) el estallido de la Guerra Fría y el triunfo de la Revolución Comunista en China.

Así es; y agregaría que con aquellos avances (no circunscritos a Costa Rica, sino de dimensiones regionales), la clase obrera disponía de una ‘cabeza de playa’: un punto firme para iniciar un avance paulatino hacia una factible ecualización social que, sin embargo, fue sistemáticamente rechazada por las oligarquías; lo cual ocurría en paralelo con la etapa universitaria de nosotros, ya en la segunda mitad del Siglo XX (grados y postgrados: combinación de ilusiones, estudio y dolce vita). Son, en efecto, los años del predominio socialdemócrata del flamante Partido Liberación Nacional: sus logros de entonces, por todos conocidos y sus reprobables decisiones: la proscripción del Partido Comunista, la represión ideológica y la violenta eliminación del sindicalismo de izquierda, que se cebó predominantemente en los trabajadores de la empresa privada; eliminación propiciada mediante la sucesiva, sistemática persecución sindical (prolongada hasta el presente Siglo) por parte de un sector mayoritario de los patrones. Todo lo cual coincide temporalmente (pero no temáticamente) con la descolonización de África y del Oriente, las Guerras nada frías de Corea y Vietnam; y el nacimiento de lo que después será la Unión Europea, en el plano internacional.

R.M: Y bueno: evocar los detalles de ese largo período sería la de nunca acabar. En suma, una centuria cruenta para los pueblos del Mundo. En lo personal, los decenios siguientes trajeron los afanes y las alegrías de nuestras vidas adultas (matrimonios, hijos); y pasaron como un soplo los días, los meses y los años. En el camino fueron desapareciendo sucesivamente abuelos, tíos, padres, hermanos, y muchos otros parientes y amigos, nuestros viejos profesores, tu hijo Federico. Y nosotros mismos, sin decirlo a nadie, nos fuimos haciendo a la idea de nuestra propia, inevitable muerte.

Entre tanto el mundo exterior seguía tan campante: en los noventas desaparecieron la Unión Soviética y los otros Estados europeos del Socialismo Real; y entonces un japonés angloparlante habló del fin de la Historia. Pero dichosamente la Historia no se enteró; y gracias a eso surgieron las nuevas potencias mundiales de la India abigarrada, la China Comunista, el Brasil y luego el BRICS, y luego, y luego … en fin, que la Historia aún tiene para rato.”

En fin, nosotros dos nos encontramos ahora al borde de los noventa años, como testigos privilegiados de la dramática transformación de aquel Mundo que nos vio nacer: transformación masiva y multiforme que algunas veces he llamado ‘gatopardesca’, porque ha servido para que, en lo importante, todo continuara igual: bajo la espectacularidad de los cambios tecnológicos que revolucionaron las telecomunicaciones y dispararon procesos multitudinarios, continuaban inexorables la desigualdad, la exclusión, el infortunio de miles de millones de seres humanos, al par de la degradación del ambiente, el cambio climático, la extinción de la vida animal y vegetal a gran escala, y un largo etcétera.

Así es, desgraciadamente; y todo ello a consecuencia del desatinado y codicioso frenesí y la criminal indiferencia del Capitalismo Transnacional, que ha hecho predominar en Occidente su visión y su política neoliberales; y ha suspendido su ominosa Espada de Damocles sobre el destino de los empobrecidos países del Sur.

Ahora bien, en lo que atañe a la Costa Rica de hoy ¿qué tendrías que decir?

R.M: Diría que estoy convencido de que nuestro País está hoy pagando las consecuencias de haber sido gobernado alegremente “a la derecha” durante los últimos cuarenta años: primero, bajo el Bipartidismo; ahora, bajo el Tripartidismo, que es prácticamente la misma cosa: lo nuevo que distinguía inicialmente al PAC de los partidos tradicionales (el discurso moralista y promisorio de Otón Solís) no se materializó en ninguna de las dos administraciones de dicho Agrupación, que terminaron cayendo en las prácticas neoliberales y las rutinas del Bipartido del Pacto Figueres-Calderón.”

Yo, de mi parte, señalaría además que la persecución sindical desatada a partir del 48, y la consiguiente indefensión y subalternidad de los trabajadores costarricenses, sobre todo del sector privado, prolongadas por varias décadas y respaldadas por una campaña sistemática en los medios de comunicación, alcanzaron las dimensiones de un fenómeno masivo, creando una atmósfera generalizada y silenciosa de temor e inseguridad en aquel importante segmento de la población; lo cual determinó la aparición de la cultura de mimetismo político y conformismo laboral predominante en dicho segmento, en la que, por ejemplo, la palabra ‘sindicalista’ equivalía a ‘comunista’; y comunista se había convertido en una condición infamante que acarreaba menosprecio, desempleo y ruina (jueces costarricenses de entonces estimaron que ‘comunista’ era una injuria igual o peor que ladrón o criminal). Esta perversa y prolongada maquinación, que cercenó y satanizó por largo tiempo una opción que era legítima en cualquier país civilizado, terminó por sumir a la clase trabajadora costarricense en un estado de miedo crónico a ser visualizado como sindicalista, socialista, comunista, y produjo en ella una reacción defensiva de negación de sí misma, de mimetismo (invisibilización) cuyo resultado fue todo un extenso sector social ideológicamente ‘neutralizado’, desunido y paralítico: ‘domesticado’, como cínicamente (pero certeramente) lo calificó don Pepe Figueres.

¿Cómo podrán nuestra clase gobernante y el País entero reparar el inmenso daño económico, social, moral y político infligido a tantas generaciones de trabajadores costarricenses a partir del 48, por haberlos privado ilícitamente de su derecho a formar sindicatos, y a los legítimos y esenciales servicios de dichos sindicatos que el Código de Trabajo, la Constitución y las Convenciones Internacionales habían creado en su beneficio? ¡Les pintaron como crímenes los que eran sus legítimos derechos!

Estoy convencido de que el vacío político producido por la ausencia de una populosa clase trabajadora organizada y beligerante, que hubiera sido un fuerte interlocutor en la palestra política, poniendo en la balanza del poder el peso de sus legítimos intereses para sacar lo mejor de cada partido y de cada gobierno; repito: la ausencia de esa clase trabajadora unida y consciente que Costa Rica bien se merecía por sus tradiciones de civismo, hizo posible el deslizamiento y la degradación de un socialcristianismo y una socialdemocracia ideológicamente anémicas y sin contrapesos, hacia aquel neoliberalismo oportunista y chapucero que ha sido la tónica de quienes nos han venido gobernando:

a) con las consecuencias político-jurídicas disolventes que hoy se reflejan por doquier: se reflejan en el control politiquero consumado sobre las cúpulas judiciales y otros órganos de garantía; se reflejan en los contubernios entre los Poderes para asegurarse la impunidad de los excesos y de los compadrazgos en las altas esferas de la política y la economía que nos condujeron al Cementazo; en el desmantelamiento del MOPT y la concesión de las obras a un oligopolio que nos condujo a Cochinilla y al Diamante; en el abandono de toda política asistencial constructiva, junto a la carta blanca de los empresarios en la aplicación de la infame “flexibilización de las relaciones laborales”; en el ataque a los últimos bastiones institucionales del servicio público (la CCSS, el ICE). Todo lo cual se tradujo en la violación reiterada y flagrante de los derechos humanos económicos, sociales y culturales consagrados en beneficio de nuestro Pueblo por la Constitución y las Convenciones Internacionales.

R.M: Como lo he dicho tantas veces, partiendo de la premisa falsa y absurda de los anarco-capitalistas de que el Estado es nefasto, han condenado a muerte al ICE, esa institución benemérita y venerada que ha impulsado con patriotismo la industrialización, la democratización y la modernización del Pais; han condenado a muerte a la Caja, que por más de medio siglo ha protegido la vida, la salud y la seguridad social de los costarricenses; han condenado a muerte a las Universidades Públicas, sembradoras del saber y de la conciencia crítica en millares de jóvenes, sin distingo de clase social ni condición económica.)

b) con las nefastas secuelas económico-financieras que se transparentaron en el sempiterno e inducido desequlibrio fiscal, en el creciente desempleo, en la profunda y acusadora brecha entre ricos y pobres que se ha ensanchado bajo los pliegues del modelo del derrame.

R.M: Cierto: mientras la pobreza de un millón de seres humanos permanece inalterada, los más afortunados duplicaron el monto de sus riquezas;

Es una realidad chocante: avergüenza que cien mil compatriotas sobrevivan con un dólar al día y que los enemigos del modelo de solidaridad social y del Estado Benefactor hayan procedido a su demolición sistemática desde hace años, agravando una peligrosa polarización.

En cuanto a la pandemia del Corona Virus, la misma resultó ser, en manos del Gobierno y las clases dirigentes, una providencial excusa para hacernos apurar aquella pócima deletérea de la privatización, buscando con ello destruir lo que nos queda del incompleto y perfectible Estado de Bienestar que en su día osaron levantar Figueres, Oduber y Carazo sobre la base plantada por el Presidente Calderón Guardia, la Iglesia de Monseñor Sanabria y los comunistas de don Manuel Mora; fecundo legado que, a la vista de todos, vienen intentando destruir otro Calderón, otro Figueres, Oscar Arias Sánchez y su nefasta secuela, hasta llegar al presente, sin solución de continuidad.

Pero la pandemia del Corona Virus es un mal que, como dice el refrán, trajo al Planeta un bien: la claridad de algunas verdades palmarias, a la vista de quien quiera comprobarlas:

a) La palmaria verdad de un Mundo insolidario y autodestructivo regido por el afán insaciable de lucro de un grupo de poderosas transnacionales que han subordinado a los Estados-Nación al logro de sus designios, dando al traste con la Naturaleza y los más altos valores de la Cultura;

b) la evidencia pública de la necesidad de reducir la enorme brecha económica existente entre ricos y pobres con medidas como sistemas tributarios fuertemente progresivos, vigorosas políticas de inversión y otras, para garantizar juntamente la reactivación y un acceso equitativo y seguro de todas las personas a los servicios de salud y, en general, a los servicios públicos esenciales;

c) una verdad inocultable acerca de la misantropía y la ceguera de los gobiernos neoliberales, grandes y pequeños, que venían desmantelando minuciosamente las estructuras de la salud pública, reduciendo la plantilla de los médicos y enfermeros, cerrando hospitales y clínicas, y han tascado amargamente su impotencia frente a la magnitud de una peste que ha puesto en evidencia la mezquindad de sus miras;

d) una verdad transparente acerca de la desembozada codicia de las transnacionales farmacéuticas, que frente a la tragedia y las penurias de la Humanidad causadas por la Pandemia, hacen prevalecer su avidez de ganancias a través de los precios de las vacunas y las maniobras oligopólicas;

e) una verdad inocultable acerca de la carencia vergonzosa de un robusto mecanismo coordinador de la Salud Mundial que centralizara todos los recursos científicos, financieros y logísticos para brindar rápida, gratuita y equilibradamente al Planeta, lo que los países aislados, pequeños y grandes, han terminado haciendo tarde y mal, de manera inequitativa y con altísimos costos.

R.M: Me alegra comprobar que el impacto de algunas de esas verdades ha sacudido al Mundo, movilizando importantes grupos de opinión, e inspirando iniciativas promisorias. Coincido en que, con sus duros y crueles estragos, el azote de la Pandemia nos está llamando a recobrar la sensatez ¿Escucharán el mensaje los detentadores del poder? ¿Conseguirán las personas de buena voluntad, que en el Mundo suman miles de millones, doblegar la obcecación y la insensibilidad de tantas transnacionales y de los poderosos Estados que continúan precipitando el cambio climático y el acoso a la Naturaleza? En medio de tantos males ¿cabe abrigar algunas buenas expectativas a corto y mediano plazo?

Yo creo que sí: por encima del pandemonium y la anarquía de las redes sociales, van emergiendo aquellas verdades que el látigo de la Pandemia y del Cambio Climático han contribuido a revelar; y terminarán por imponerse aún a los más ciegos, porque los problemas que acarrean la desigualdad, el hambre, la exclusión y toda otra negación de la vida son reales, aprietan sin tregua y claman por ser resueltos.

Aquí concluye ésta que es, quizás, la última de tantas conversaciones que mantuvimos desde siempre. Declaramos estas cosas sine spe, sine metu: sin la expectativa de un beneficio, sin miedo a una represalia, sólo movidos por el amor y el respeto debidos a nuestro Pueblo, a la juventud costarricense cuyo futuro peligra, y en particular a los estudiantes de la gloriosa Universidad de Costa Rica, nuestra Alma Mater, firme bastión de la esperanza en que otro Mundo es posible.

San José, en diciembre de 2021.

Rodrigo Madrigal Montealegre, Céd. 1.234.164*

Walter Antillon Montealegre, Céd. 1.221.295*

* Profesores eméritos, Co-fundadores de la Escuela de Ciencias Políticas, Universidad de Costa Rica

Grandioso este día el 1 de diciembre que recuerda la Abolición del Ejército, que nos permite cantarle a la vida y al buen y respetuoso trato de los niños y adolescentes

(Intervención de Vladimir de la Cruz, Historiador, en el acto inaugural de la Exposición “Lo que dijeron los medios de prensa relacionados con la Abolición de la Pena de Muerte, la Abolición del Ejército y del castigo físico infantil”, en la Asamblea Legislativa, en el Salón de Jefes de Estado y Presidentes de la República, el miércoles 1 de diciembre del 2021”

Ciudadana
Presidenta de la Asamblea Legislativa
Silvia Hernández
Ciudadana
Directora Biblioteca Nacional
Laura Rodríguez
Ciudadano compositor
Carlos Guzmán
Ciudadanos Diputados
Ciudadanos Directores y funcionarios del Poder Legislativo
Ciudadanos y ciudadanas presentes en este acto.

Nos reúne este día la celebración de tres acontecimientos que enaltecen a la Nación costarricense, a la Democracia Nacional y a los Poderes Públicos, y altas Autoridades del Estado y del Gobierno que de distinta manera participaron y contribuyeron en su gestación. Son la celebración de la Abolición de la Pena de Muerte, la Abolición del Ejército y la eliminación de castigos físicos y humillantes de los niños y niñas de Costa Rica.

La adición al Capítulo II del Código de la Niñez y la Adolescencia, con el Artículo 24 bis, que establece claramente la prohibición de castigos físicos, corporales, y trato humillante o degradante, a los niños que se ha aprobado por este Congreso, enriquece las políticas que sobre niñez y adolescencia se han ido dando en Costa Rica desde hace muchos años, y que fortalece las decisiones nacionales que se han hecho al firmar gran cantidad de Tratados y normas internacionales similares, que han hecho que Costa Rica se distinga en el ámbito internacional por los Derechos Sociales, las Libertades individuales y por los Derechos Humanos, que como un gran paraguas hoy cubren prácticamente todas las esferas de la vida de los habitantes y ciudadanos de Costa Rica, de su niñez y adolescentes, que obligadamente se les debe tratar como las personas humanas que son, señalando también esa corresponsabilidad de crianza y educación, con estos parámetros, a las madres, a los padres, a los responsables de la guarda y crianza, así como de los encargados y el personal de los centros educativos, de salud, de cuido, penales juveniles o de cualquier otra índole, para evitar que sobre niños y adolescentes se puedan realizar castigos físicos corporales o de trato humillante, y que por sobre todas las cosas se garantice su integridad física, su dignidad de personas humanas y la felicidad con que deben criarse, para asegurar con ello también la mejor convivencia social y procurar la sociedad más feliz posible.

La exaltación de la abolición de la pena de muerte es otro hecho que distingue a Costa Rica, desde mediados del siglo XIX, cuando los Presidentes y Beneméritos de la Patria, el Dr. José María Castro Madriz y el General Tomás Guardia Gutiérrez, inaplicaron la Pena de Muerte, y el General Guardia tomó la decisión de eliminarla, de abolirla y declarar el derecho a la vida como un bien inviolable. Del continente americano solo Venezuela se nos anticipó, cuando la abolió en 1863. Nosotros en el Gobierno de Tomás Guardia lo hicimos en 1882, lo que se publicó en La Gaceta el 27 de abril de 1882, como Artículo 15 de la Constitución, que se reformó en este sentido.

La pena de muerte constituye la expresión más brutal de todos los castigos, el más extremo, el más cruel. Con ello también hemos firmados Tratados internacionales que aseguran que la pena de muerte no podrá restablecerse jamás y mucho menos podrá aplicarse en delitos considerados políticos, lo que fortalece el ambiente de una sociedad tolerante en este campo.

En 1981 en Costa Rica se realizó, para celebrar el Centenario de la abolición de la Pena de Muerte, el Primer Congreso Mundial de Derechos Humanos, que culminó con la Carta de Alajuela, en la que se estableció que “la pena de muerte es una práctica jurídica, o no, que atenta contra el Derecho Humano superior de la vida. Por ende debe suprimirse”.

Esta decisión, de la Abolición de la Pena de Muerte, tomada en 1882 ha sido también uno de los ejes de política exterior del país, junto con la defensa de los regímenes democráticos y de los derechos humanos, entre otros valores, que distinguen al país en el ámbito internacional.

La razón fundamental que llevó al Presidente Guardia a abolir la Pena de Muerte, fue el dolor que le causaba el recuerdo del Asesinato de Estado que se realizó contra el Presidente Juan Rafael Mora Porras y, especialmente, contra el General José María Cañas Escamilla, ambos héroes, de la Guerra Nacional contra los filibusteros norteamericanos que querían esclavizar a los pueblos centroamericanos y acabar con la Soberanía, la Independencia y la Libertad de nuestras naciones.

El fusilamiento del General Cañas afectó más al Presidente, porque en esa gloriosa y heroica guerra, el General Guardia había combatido bajo las órdenes del General Cañas, a quien admiraba, y le sentía un profundo respeto, admiración y a quien le tenía un gran afecto. En ese sentimiento le acompañó su señora esposa, la distinguida Dama Emilia Solórzano Alfaro, a quien también se le reconoce la decisión de la abolición de la pena de muerte.

Al momento de recordar esta memorable decisión de la abolición de la pena de muerte, recuerdo a los señores Diputados que está pendiente realizar el Funeral de Estado al Presidente Benemérito de la Patria Juan Rafael Mora Porras, y al General José María Cañas Escamilla.

Hace bien la Asamblea Legislativa, señores Diputados, de celebrar hoy, 40 años después del Primer Congreso de Derechos Humanos, realizado en nuestro país, estas fechas, que culminan en este acto con la celebración y exaltación de la abolición del ejército como institución permanente.

Celebramos el 1 de diciembre como la fecha en que, en 1948, se abolió el Ejército de Costa Rica. Alrededor de esta fecha se discutió en el 2019, en la Asamblea Legislativa, la decisión de aprobarla como día feriado de pago obligatorio nacional, lo que se hizo, siendo este año 2021 cuando se puso en vigencia.

Las fechas patrias y efemérides nacionales, en preciso, como las fechas de la Independencia el 15 de setiembre, la de la Anexión de Nicoya, el 25 de julio, la de la Virgen de los Ángeles, el 2 de agosto, la del Día de la Madre, el 15 de agosto, la del día del Niño, el 9 de setiembre, la del encuentro de culturas, el 12 de octubre, las de la Campaña Nacional contra los filibusteros, especialmente la del 20 de marzo, la Batalla de Santa Rosa, el 10 de abril, la Batalla de Sardinal, el 11 de abril, la Batalla de Rivas y la del 22 de diciembre, la Batalla de la Trinidad, que son las que más se celebran, tienen bien asentado su día de conmemoración y recuerdo, pero de ellas destacan en celebración la de Santa Rosa y la de Rivas.

La fecha del 29 de octubre, asociada a la Independencia de Costa Rica, no se celebra oficialmente, aunque este año, 2021, inevitablemente tuvo que hacerse, y el propio Presidente Carlos Alvarado en Cartago tuvo que reconocer que allí, en esta fecha, hace 200 años, se había proclamado la Independencia de Costa Rica.

Hoy se celebra el día de la Abolición del Ejército con este rango de distinción, haciéndolo feriado y de pago obligatorio, con un día movible a otro día de la semana lo que debilita su efeméride.

Otras fechas alusivas a eventos y sucesos nacionales pueden igualmente celebrarse, con mayor pomposidad que como se recuerdan. Algunas fechas pueden ser discutibles desde el punto de vista de historiadores, y especialistas, y hasta se podrían tener varios eventos para significar, destacar y celebrar esas fechas, como es el caso de la fecha de Independencia que se tienen el 15 de setiembre y el 29 de octubre, y como alrededor de la Abolición del Ejército se podrían tener diferentes momentos de celebración de la abolición del Ejército, destacando la fecha del 1 de diciembre de 1948.

En materia militar estuvieron vigentes, hasta el Código Militar de Tomás Guardia Gutiérrez, de 1871, las ordenanzas generales del Ejército expedidas por el Rey Carlos III, en el siglo XVIII, que quedaron abolidas con la promulgación de este Código Militar.

Con ello, el Ejército era parte de la institucionalidad oficial del Estado y del Gobierno, que se regulaba desde el Código Militar de 1871 con sus respectivas reformas.

En el Artículo 22 de la Constitución Política de 1871, vigente hasta 8 de mayo de 1948 se establecía que el Ejército, era una fuerza militar que estaba subordinada al Poder Civil, que es esencialmente pasiva y jamás debe deliberar, y en el Artículo 109 de los deberes y atribuciones del Poder Ejecutivo, en sus incisos 15, 16 y 17 se establecía que era competencia del Presidente: “Librar los títulos respectivos a los individuos a quienes el Congreso hubiere investido de alguno de los grados militares que le corresponde conferir. Conferir grados militares hasta el de Teniente Coronel inclusive, y proveer cualesquiera empleos, cuya provisión no reserve la ley a otra autoridad, y conceder retiro a los Jefes y Oficiales del ejército y admitir o no las dimisiones que los mismos hagan de sus destinos.”

Así al suspenderse la Constitución de 1871, el 8 de mayo de 1948, se suspendió el Ejército, se le quitó el sustento constitucional de su existencia. Bien podría tenerse, por este motivo, la fecha del 8 de mayo de 1948 como una fecha de abolición del Ejército, sin embargo, la Junta de Gobierno mantuvo el Ejército e hizo varios Decretos Leyes relacionados con este cuerpo militar.

Institucionalmente en la década de 1940-1948 el Ejército, como estructura organizativa del Estado, era muy débil, y para la guerra civil de 1948 era una institución casi inexistente.

En junio de 1947 los diputados Fernando Volio Sancho y Fernando Lara Bustamante propusieron eliminar el Ejército suprimiendo partidas para la compra de armas y mantenimiento de los cuarteles.

La Guerra Civil de 1948 puso en tensión militar el país, tanto por las fuerzas militares organizadas y dirigidas por José Figueres, su Ejército de Liberación Nacional, y la Legión Caribe, que le acompañaba, como por el Ejército Nacional, la institución militar que tenía que enfrentar la insurrección militar figuerista, a la que prácticamente no le ofreció ninguna resistencia importante, ni ninguna batalla o enfrentamiento militar importante le ganó.

Acabada la Guerra Civil, luego de las Conversaciones de Ochomogo, ratificadas en el Acuerdo o Pacto de la Embajada de México, y obligado Otilio Ulate a firmar el Pacto con Figueres, postergando su asunción al Poder Ejecutivo, asumió por la fuerza la dirección del Estado y del Gobierno, José Figueres, prácticamente, con un Golpe de Estado contra Otilio Ulate, desde el 8 de mayo de 1948 hasta el 7 de noviembre de 1949, período en el que se constituyó el Gobierno de Facto de la Junta Fundadora de la Segunda República.

Es durante el ejercicio de este Gobierno de Facto donde se toma la decisión con firmeza de abolir el Ejército Nacional.

El primer acto fue con la suspensión o abolición de la Constitución Política de 1871, que era la vigente, lo que se realiza el 8 de mayo de 1948. Al suspender la Constitución Política se suspendió con ella al Ejército Nacional del Estado que era reconocido oficialmente como una institución de Derecho.

La fuerza militar que acompañó a Figueres en el ejercicio de su Gobierno de Facto fue la propia, con la que había ganado la guerra, que sustituyó, en ese sentido, al Ejército Nacional, en todas sus funciones. Sin embargo, por Decreto No. 1 de la Junta fundadora de la Segunda República, del Ministerio de Seguridad Pública, de 8 de mayo de 1948, José Figueres “asume el Mando en Jefe del Ejército y de las fuerzas armadas de la República, en calidad de Comandante en Jefe”.

A partir de allí el Ejército Nacional fue desintegrándose en la institucionalidad nacional. En distintos actos y acuerdos de la Junta de Gobierno se le dio apoyo a su Ejército de Liberación Nacional. En la Reunión No. 5 del 25 de mayo de 1948 se señaló la existencia del Ejército como necesaria “en la actualidad”, “como medida de emergencia”, y se estableció el Departamento de Defensa del Ejército, dependiente del Ministerio de Seguridad.

La Junta Fundadora convocó a elecciones, a afínales de 1948, para integrar la Asamblea Nacional Constituyente la cual se instaló, en enero de 1949, para realizar su trabajo, durante el año de 1949.

El 13 de diciembre de 1948, por el Decreto Ley No. 302, la Junta Fundadora de la Segunda República, “creó la Tesorería del Ejército para atender aquellos gastos de la presente emergencia de guerra, cuyo pago debe de hacerse de inmediato…”

En el Proyecto de Constitución Política, presentado por la Junta, a la Asamblea Nacional Constituyente, el 3 de febrero de 1949, en su Artículo 10, se establecía declarar oficialmente disuelto el Ejército Nacional, que aunque no se acogió este Proyecto de Constitución, la idea de la abolición prendió en el alma de los constituyentes, lo que empezó a discutirse en el seno de la Asamblea Nacional Constituyente. Ese 3 de febrero de 1948 se hizo oficialmente el primer anuncio de querer abolir el Ejército. Esta es una fecha que puede tenerse también para celebrar su abolición.

El 4 de julio de 1949 los diputados del Partido Unión Nacional, Ricardo Esquivel Fernández, Juan Trejos Quirós y Enrique Montiel Gutiérrez, proponen suprimir el Ejército (Actas 101, de 4 de julio, la 169 de 18 de octubre, y la 178 del 31 de octubre, de la Asamblea Nacional Constituyente). Estas son otras fechas que contribuyen para celebrar su abolición.

Así, el 18 de octubre de 1949 la Asamblea Nacional Constituyente revisa lo aprobado en las discusiones hasta ese momento, con relación a la eliminación del Ejército, y el 31 de octubre de 1949 fue cuando se aprobó oficialmente, o ratificó, la Abolición del Ejército, en la Asamblea Nacional Constituyente, lo que podría ser la fecha más precisa por cuanto ya quedaba aprobada la abolición. Seguía la aprobación definitiva de la Constitución como un todo, lo que se hizo el 7 de noviembre de 1949.

El 11 de octubre de 1949 la Junta Fundadora de la Segunda República, por Decreto No. 749, acuerda “imprimirle a la estructura política del Estado una fisonomía netamente civil, confiándose la defensa del orden y la seguridad interna a las fuerzas regulares de la Policía Nacional, llamada a partir de ese momento, Guardia Civil”, y traspasó el Cuartel Bella Vista a la Universidad de Costa Rica, con el objetivo de desarrollar el Museo Nacional.

En el seno de la Junta de Gobierno el Plan de la supresión, o abolición del Ejército, había sido presentado por el Ministro de Seguridad, Coronel Edgar Cardona Quirós, por lo que, como reconocimiento, se le otorgó el título de Coronel Efectivo de las Fuerzas Armadas de Costa Rica.

El 25 de noviembre de 1948 la Junta de Gobierno había acordado aceptar el Plan de Supresión del Ejército.

El 27 de noviembre se anunció la desmovilización de la Legión Caribe, y se les agradeció lo que habían hecho por Costa Rica, especialmente al General Miguel Ángel Ramírez Alcántara, considerado, por los miembros de la Junta de Gobierno, Héroe de la Revolución.

Cuatro días después, el 1 de diciembre de 1948, la Junta realizó el acto simbólico en el Cuartel Bellavista. En presencia del Cuerpo Diplomático, se hizo el anuncio de que Costa Rica convertiría los cuarteles en centros de cultura, y se afirmó que la época de los cuarteles había quedado para la historia de la Primera República y que empezaba la era del Estado constructor de escuelas, colegios, universidades y museos.

El acto público del 1 de diciembre de 1948, fue para publicitar, de esa manera, la declaración de disolución del Ejército Nacional, que se había hecho el 31 de octubre en la Asamblea Nacional Constituyente.

Así, el acto del 1 de diciembre tan solo fue el acto teatral del anuncio, no el acto oficial en el cual se había abolido. Este día hablaron José Figueres Ferrer, como Presidente de la Junta de Gobierno, Edgar Cardona, Ministro de Seguridad Pública y Uladislao Gámez Solano, Ministro de Educación Pública.

Para esta ocasión, 1 de diciembre de 1948, se reunieron las autoridades del Gobierno en el Cuartel Bella Vista donde José Figueres dio unos mazazos, en una de sus almenas, para simbolizar la abolición del Ejército. Allí hubo un desfile de militares y de escolares.

El entonces Magistrado de la Sala Constitucional, Rodolfo Piza Escalante señaló que ese 1 de diciembre José Figueres no abolió el ejército y tan solo pronunció un discurso, como efectivamente lo hizo.

Este acto teatral es el que se conoce como la Ceremonia del Mazazo, porque José Figueres golpea una muralla, en una de sus almenas, con un mazo, para indicar que, de igual manera, era golpeada y destruida la estructura militar.

Como parte de la ceremonia, el Ministro de Seguridad entregó al de Educación, una llave simbólica señalando que era el acuerdo firme de la Junta de Gobierno disolver el Ejército. Así simbólicamente este día, 1 de diciembre, se inmortalizó como la fecha de la Abolición del Ejército.

El Ministro de Educación expresó: «La luz que irradiaron las espadas del 12 de marzo, aludiendo al acto insurreccional que dio origen a la Guerra Civil ese mes, hoy se transforman en antorcha de libertad y del decoro que entonces proclamaron.»

La Abolición del Ejército quedó consagrada en el Artículo 12 de la actual Constitución Política, aprobada el 7 de noviembre de 1949.

Con ella, los diputados constituyentes de 1949 definieron claramente, en los artículos 12 y 140 de la Constitución Política, el carácter civilista del Estado costarricense y la finalidad de integrar a la fuerza pública dentro del modelo de Estado.

En el gobierno de Oscar Arias Sánchez, 1986-1990 por el Decreto No. 17357-P-SP-EP-C-RE, del 26 de noviembre de 1986, se dispuso Declarar el 1 de diciembre de cada año como “Día de la Abolición del Ejército”, invitando a todos los costarricenses y extranjeros radicados en el país, como a las instituciones públicas y privadas, a reflexionar sobre este hecho fundamental de la Historia Patria y a celebrarlo con la dignidad y el decoro que merece esta fecha. El día de celebración así está establecido. Lo que se hizo finalmente por el Congreso de la República y sus diputados fue hacerlo feriado obligatorio y de pago obligatorio.

En concordancia con la Abolición del Ejército, en el Gobierno de Luis Alberto Monge Álvarez, el 17 de noviembre de 1983, anunció la Declaratoria de la Neutralidad Perpetua Activa y No Armada, del Estado costarricense, ante cualquier conflicto bélico, como prolongación del proceso de desarme unilateral y voluntario iniciado en 1949. En el siguiente período gubernativo, el Presidente Oscar Arias Sánchez, por Decreto No. 17645-P-SP-G, dispuso, el 24 de julio de 1987, suprimir los rangos militares que hasta ese momento ostentaban y tenían vigentes los miembros activos de la Guardia de Asistencia Rural, de la Dirección de Inteligencia y Seguridad nacional, la DIS, y de todos los cuerpos de policía, en todas sus estructuras y programas, estableciendo la nomenclaturas de Inspector de Policía 1, 2, 3, de Oficial de Policía 1 y 2 y de Comisionado de Policía 1, 2 y 3. Los rangos militares fueron restablecidos nuevamente en el Gobierno de Rafael Ángel Calderón Fournier, 1990-1994 y eliminados de nuevo por el Presidente Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, 1998-2002. Durante el Gobierno del Dr. Abel Pacheco, con motivo de la adhesión que él hizo a la guerra de Irak desarrollada por Estados Unidos, firmando internacionalmente dicha acción militar, la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, le llamó la atención señalando que en razón de la abolición constitucional del Ejército, nosotros como país, no podemos formar parte de ninguna fuerza colectiva de tipo militar ni de participar en acciones militares de esa naturaleza, obligándolo a retirar la firma de apoyo a esa guerra.

Así, hoy celebramos con júbilo nacional esta gloriosa fecha que hace que ninguna familia sufra de la circunscripción obligatoria del servicio militar de ninguna de sus hijos o miembros, ni sufre por movilizaciones militares del Estado o del Gobierno que produzcan la muerte de costarricenses. Y, celebramos también que no haya gastos militares en el mantenimiento de una fuerza militar totalmente parasitaria, y que esos fondos puedan destinarse a otras necesidades estatales y de la Administración Pública al servicio de la ciudadanía y los habitantes del país.

Grandioso este día el 1 de diciembre que nos recuerda la Abolición del Ejército como institución permanente, que nos ha permitido cantarle a la vida y al buen y respetuoso trato de los niños y adolescentes.