Consecuencias de un dólar barato: El diablo se esconde en los detalles

Dr. Luis Paulino Vargas Solís
Economista

Este artículo se centra en el análisis y la explicación de las afectaciones derivadas de la baja del dólar, y omite la discusión de dos aspectos clave en relación con esa situación: primero, la posibles causas y factores desencadenantes detrás de la evolución que el dólar ha registrado, y, segundo, las posibles opciones de política para intentar corregir ese estado de cosas, incurriendo en el menor costo social posible. Espero abordar ambos aspectos en algún escrito o escritos posteriores.

Si bien en una primera y superficial mirada, la baja del dólar aparece como algo beneficioso, un examen más detenido podría revelar elementos menos satisfactorios e, incluso, aspectos francamente problemáticos. Es eso lo que, de la forma más sintética posible, intento dilucidar en este escrito.

  • Deflación de precios y “clavos de oro” para el negocio importador

En general, la baja del dólar favorece una inflación más baja. De hecho, durante ya más de año y medio -desde septiembre de 2022- venimos moviéndonos en territorios deflacionarios, o sea, de inflaciones negativas.[i] No por casualidad, esto coincide con la caída del dólar, si bien debemos comprender que no es el único factor que explica esa tendencia hacia la deflación. Pero no imaginemos, ni por asomo, que la caída del dólar se va a transmitir en una caída equivalente de los precios. La razón es que el comercio importador es un negocio oligopolizado, o sea, controlado por un pequeño número de grandes empresas, y estas se van a cuidar muy mucho de no bajar los precios más que en el monto justo para “robarle” mercado a los productores nacionales que compiten con las importaciones, o no bajarlos en absoluto en los casos cuando es inexistente esa competencia por parte de empresas nacionales, como podría ser el caso de muchos insumos agropecuarios.

Esto último nos advierte sobre otro aspecto importante: dado el predominio de poderosos oligopolios en los negocios vinculados al comercio importador, la caída del dólar les permite a estos hacer “clavos de oro”. O sea, el abaratamiento del dólar propicia un movimiento muy fuerte de redistribución del ingreso y la riqueza a favor de esos sectores.

  • Crédito en dólares

Claro que la baja del dólar favorece también a quienes tienen créditos en dólares y ganan en colones, por la obvia razón de que el monto de las mensualidades, expresadas en colones, disminuyen conforme el dólar baja. Cuando, de hecho, esto también favorece la colocación de nuevos créditos en dólares, ya que esta se ve como una opción más cómoda, relativamente a la que ofrecen los créditos en colones. Todo lo cual, por cierto, es una excelente noticia para la banca privada, cuyo negocio en gran parte descansa en ese tipo de créditos en moneda extranjera. He aquí otro sector al que la caída del dólar le resulta una buena noticia.

  • El diablo se oculta en los repliegues

Pero, por favor, que no nos pase inadvertido que, en los dos puntos anteriores, hay una trampa oculta.

El abaratamiento de las importaciones, aun cuando solo sea en el margen, o sea, apenas lo justo para que las importaciones capturen porciones crecientes del mercado, pone en aprietos a las empresas y productores nacionales que ofrecen productos que compiten con esas importaciones. Esas empresas y productores nacionales pierden participación en el mercado y sufren una reducción de sus ventas. Eventualmente, eso pondría en riesgo los empleos que generan. Las afectaciones de este tipo alcanzan a una amplia gama de actividades productivas, tanto del sector manufacturero como del agropecuario, incluyendo la producción láctea y la de alimentos para el mercado nacional.

Las ganancias para quienes tienen créditos en dólares -o para quienes deciden hoy tomar créditos en dólares- conlleva un riego -usualmente llamado “riesgo cambiario”- asociado a la posibilidad de una devaluación futura de la moneda, lo que incrementará el monto en colones que deberían entonces dedicar a cumplir con los pagos de la deuda.

  • Deuda pública en dólares

Un efecto similar ocurre con la deuda en dólares del Gobierno Central. En los dos años comprendidos entre diciembre de 2021 y diciembre de 2023, esa deuda, expresada en dólares, aumentó un 36,5%. Pero al pasarla a colones, y favorecida por la baja del dólar, el aumento solo fue de un 11,2%. Esto tiene importancia sobre todo a la hora de considerar el porcentaje del monto total de esa deuda externa, en relación con el Producto Interno Bruto (PIB), el cual es el referente usual a la hora de evaluar la sostenibilidad de la deuda. De tal modo, ese porcentaje, que era de 16,8% en 2021, se sitúa en 16,0% en 2023. Parece una reducción muy pequeña, pero el asunto adquiere una dimensión distinta cuando consideramos que, si tan solo se hubiese mantenido en 2023, el mismo tipo de cambio de 2021, ese porcentaje deuda-PIB, habría dado un salto al 19,7%.

Pero, de hecho, esa no es la historia completa, puesto que una porción de la deuda interna, que se supondría debería ser en colones, en realidad está en dólares, lo que, para todo efecto práctico relevante, la convierte en deuda externa. A diciembre de 2023, la parte de esa deuda interna en dólares, representaba un 7,4% del PIB. Bastaría con que el dólar estuviese en su nivel de diciembre de 2021, para que esa proporción pasara a ser del 8,8%.

Considerando todo lo anterior, resulta que, gracias a la caída del dólar, la deuda del Gobierno Central, expresada como porcentaje del PIB, está hoy 5 puntos porcentuales más baja de lo que potencialmente pudo haber estado.

  • Las riesgosas apuestas del presidente Chaves

Esto permite entender la irresponsable complacencia con que el presidente Chaves mira todo esto. Hay aquí dos ruletas en las cuales Chaves está apostando: la ruleta de la deuda externa expresada en dólares, y la ruleta de una tasa de cambio dólar-colón baja. Si esta segunda apuesta se malogra, si, por lo tanto, el movimiento del dólar se revierte y se da lugar a una devaluación del colón, la primera apuesta también se vendrá abajo: crecerá la proporción o porcentaje deuda/PIB, y crecerá el monto en colones del servicio de la deuda, lo cual nos traerá multiplicados problemas. Y aquí bueno es tener presente que el gobierno “gana” en colones, puesto que los impuestos que recauda son en colones.

  • Consecuencias para las exportaciones y las actividades turísticas

Esta es la problemática alrededor de la cual ha girado la mayor parte del debate público: los efectos para las actividades productivas vinculadas, sea a las exportaciones, sea el turismo.

Para mejor entender este punto, recordemos que, en las últimas semanas, el tipo de cambio ha oscilado apenas por encima de los ₡500 por dólar. Eso significa retornar a los niveles en que se situaba en febrero-marzo de 2014, hace más de diez años. En ese mismo lapso, la inflación -medida por el Índice de Precios al Consumidor (IPC)- ha alcanzado cerca de un 20,5%. Este último dato, nos da indicio aproximado de la evolución de los costos de producción -incluyendo los costos salariales- durante ese período.

No es el único factor a considerar, puesto que también influye el comportamiento de la inflación en los países con los cuales Costa Rica comercia o aquellos con los cuales compite en el comercio internacional, como también habría que tomar en cuenta la evolución de la productividad (o sea, la evolución de la capacidad productiva de los países medida con base en el valor que, en promedio, se genera en una hora de trabajo).

Pero, aún haciendo abstracción de estas últimas cuestiones, el evidente desajuste entre la tasa de cambio colón-dólar y la evolución de los costos de producción, nos ayuda a entender porqué la caída del dólar les trae problemas a las mencionadas actividades productivas. Pero, sin duda, las afectaciones no son homogéneas, seguramente varían de un sector a otro, dependiendo principalmente de dos factores:

  • el peso relativo de los costos salariales en colones dentro del total de la estructura de costos,
  • y la significación relativa del “componente importado” (o sea, el valor aportado a la mercancía producida, por los insumos, equipos, maquinarias, etc. que son importados).

Para actividades -como es el caso de muchas pequeñas y medianas empresas turísticas o empresas exportadoras del sector agroindustrial- en las cuales los costos salariales en colones son relativamente altos, el efecto negativo será más significativo. Para las empresas de alta tecnología de las zonas francas, fuertemente intensivas en el uso de equipos, máquinas e insumos importados, y para las cuales el costo salarial en colones es relativamente menor, las afectaciones son seguramente más leves. En cambio, lo perciben con más intensidad las empresas de zona franca del sector servicios, cuyos costos salariales en colones son más significativos.

  • Empleo es, a fin de cuentas, el nombre del juego

Ya veíamos los riesgos para el empleo, derivados del proceso de gradual arrinconamiento que sufren las empresas y productores nacionales que producen para el mercado interno, derivado de importaciones que se vuelven más competitivas gracias a la baja del dólar. Como es fácil de entender, ese mismo riesgo se presenta en relación con estas empresas orientadas a las exportaciones y el turismo.

Tener presente estas amenazas al empleo, es seguramente el mejor antídoto frente a los cantos de sirena de quienes proclaman las ventajas para el “consumidor” derivados de la caída del dólar ¿Tiene sentido alegrarnos por la posibilidad de que resulte más cómodo endeudarse para comprar un auto del año o viajar al extranjero, cuando los empleos de miles y miles de personas están en peligro? Para ser “consumidor” primero se necesita disponer de un ingreso, y para tener un ingreso la gran mayoría de la gente requiere tener un empleo (excepto las personas muy ricas, que, mientras toman el sol a la vera de la piscina de su mansión, reciben en sus cuentas bancarias los dividendos de sus acciones, los rendimientos de sus inversiones en bonos de la deuda pública, o los pagos por alquiler de sus edificios de apartamentos y de oficinas).

Si la situación de revalorización del colón frente al dólar se vuelve crónica y se prolonga por mucho tiempo, ello puede tener efectos en términos de un proceso de desindustrialización de la economía. “Desindustrialización” no en referencia tan solo a la industria manufacturera sino, en forma más amplia, respecto de las diversas actividades productivas. Estas, eventualmente, sufrirían una contracción importante, cuando, a su vez, nuestra economía viraría hacia un sesgo importador especialmente agudizado.

Les mencionaré una anécdota, para ilustrar este último punto. La empresa Gallito, hoy día propiedad de la Dos Pinos, y que tradicionalmente producía confites y chocolates, recientemente ha empezado a comercializar galletas. Si usted lee la letra menuda en los sobrecitos de las galletas se encontrará con que estas son producidas en República Dominicana, no en Costa Rica. Sin duda la baja del dólar lo propicia, puesto que hace más rentable producirlas en aquella isla caribeña que en nuestro propio país, no obstante que ese es un sector manufacturero en el cual poseemos experiencia y conocimiento. A eso se refiere el concepto de desindustrialización, que conlleva un traslado al exterior de empleos que muchos costarricenses desearían tener a su disposición.

A la larga, todo esto resultaría económica, social y políticamente insostenible.

[i] La percepción popular, acerca del “alto costo de la vida”, que contrasta con las estadísticas que demuestran un movimiento deflacionario, no andan descaminadas. Los datos del INEC son correctos, pero también es correcta la percepción popular, puesto que los mismos datos del INEC demuestran que, a lo largo de muchos años (desde 2010), el poder adquisitivo de la población no ha mejorado. De ahí que persista una justificada sensación de que “la plata no alcanza”.

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