ENTRE LA MENTIRA PATOLÓGICA Y LA POSVERDAD

COLUMNA LIBERTARIOS Y LIBERTICIDAS(24)

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

Las posibilidades de establecer, con algún grado de certidumbre, los límites entre lo real y lo irreal se tornan cada día más difíciles en un medio social y político, como el prevaleciente en la Costa Rica del cambio de siglo y en los de la gran mayoría de los países de la región, donde la mentira patológica y la “posverdad” en su despliegue han sido “naturalizadas”: o dicho de otra manera, son asumidas y aceptadas como si fueran algo normal. ¿será por eso que en días pasados intentábamos reflexionar sobre lo que puede ser calificado como el despliegue de una escena surrealista? Esto ha llegado al punto en el que la mentira o la ficción terminan siendo asumidas como el sustituto de la realidad, o de al menos de un intento de acercarnos a ella, como una especie de nebulosa que no deja de plantearnos serios problemas cognitivos y nos hace dudar de nuestra propia cordura. ¿será cierto lo que estamos viendo y escuchando en los llamados medios de comunicación social? ¿ será acaso que todo lo que hemos venido percibiendo dentro de un período histórico reciente no pasa de ser una quimera? ¿Entonces será que los villanos de la película eran más bien los grandes benefactores del pueblo?
La sociopatía, intensa y manifiesta en algunos sectores y actores de vida social, política e incluso cultural se ha tornado en algo tan manifiesto y audaz, que ha terminado trastrocando no sólo el lenguaje sino el sentido que asumen los actos de quienes los protagonizan, tanto como para aquellos que los perciben, incluso con una lente distorsionada, pero sin saberlo. 
La manipulación totalitaria mediática, como un asunto cotidiano, ha terminado por ser aceptada como la cosa más normal del mundo o, a lo sumo como una travesura incluso simpática de quienes la ejecutan, un día sí y otro no. La presencia de estos elementos en la reciente campaña electoral previa a las votaciones de la segunda vuelta o ballotage electoral, del pasado domingo 3 de abril, especialmente en el orden de lo mediático, se acepta por casi todos los actores del proceso como algo que no reviste ninguna gravedad. Creemos que se impone al menos aceptar en principio aquello del doble lenguaje orwelliano de la novela que nos sitúa en la ficción de un cierto universo totalitario, cuyo escenario sería o fue en términos ficticios el Londres de 1984, no por casualidad el de la perversa Margaret Thatcher, lo que implicaría el aceptar no sólo que “la mentira es la verdad”, “la ignorancia es la fuerza” y “la guerra es la paz” tan propias del texto de esa novela, sino también otros posibles enunciados como “el neoliberalismo es la socialdemocracia”, “la izquierda es la derecha”, “la destrucción sistemática es la defensa del estado social de derecho” y así sucesivamente. Los minutos del odio se concentraron en la satanización mediática del “acosador” Chaves como si los otros, adversarios e incluso cercanos a él, no nos hubieran acosado con sus mentiras y su demagogia descarada, durante semanas y meses, llevándonos de manera casi imperceptible hacia el punto más alto del delirio.
Fue así como, de repente, un día después de los comicios, resultó que los verdugos mediáticos del odiado y presunto acosador per se resultaron ser sus amigos o al menos interlocutores, al parecer como el fruto de un resultado electoral que no esperaban, su capacidad para el fingimiento nos dejó perplejos, teniendo en cuenta la manera y la intensidad con lo atacaron, sin dejarle ninguna posibilidad de defenderse al menos. 
Lo más sorprendente, sin embargo, es que resultó que el estado social de derecho empezó a estar amenazado por el presidente electo, y no por los progres que gobernaron en coalición durante ocho años (PUSC PAC PLN y pseudocristianos) con una agenda light en el plano de la vida cotidiana y de los derechos de algunas minorías, pero con un garrote en la mano para limitar los derechos económicos, sociales y políticos de la gran mayoría de la población, con la aprobación de una reforma tributaria regresiva, una legislación especial destinada a criminalizar la protesta social y una Ley de Empleo Público que rompe el tan cacareado orden legal y constitucional de la república, además de su complicidad manifiesta con los grandes evasores y especuladores con los intereses de los títulos de la deuda interna.
Dado lo anterior, es que nos encontramos con las manipulaciones cotidianas de la asquerosa e impúdica prensa oligárquica, esa que nos impone por quién debemos votar para que sus sórdidos intereses no salgan afectados, tendiéndonos un cerco totalitario de la peor especie.
Durante las últimas semanas, Figuerillos fue el candidato de La Nación, Teletica, Repretel, Radio Monumental, Radio Columbia y toda la prensa basura, quien si acaso fue mencionado en esos medios, de manera positiva o complaciente, mientras tanto sus editores le tendieron un cerco a su adversario en una asombrosa coincidencia con alguna gente progre, o de la llamada izquierda corronga, con la omisa complicidad del Tribunal Supremo de Elecciones. De momento, podemos decir que la exhibición circense ha terminado. 
Es hora de ir pensando, y procurar hacia el futuro la llegada de un día en que tengamos una prensa que al menos sea decente y pluralista de verdad, por desgracia la mayoría de la gente se acostumbró a vivir oliendo la mierda como algo normal y Costa Rica sigue teniendo la prensa más mala, mediocre y cínica del continente. 
Durante casi un año, estos diarios, televisoras y emisoras de radio  se dedicaron a satanizar en su primera página (o en un primerísimo plano) a un candidato presidencial que no fue de su agrado y nosotros permanecimos pasivos como si nada estuviera sucediendo, lo peor de todo es que todo eso se vende como la democracia ejemplar para el resto del continente.
Estamos prisioneros en el universo de la mentira, de lo ficticio de una institucionalidad y unas prácticas sociopolíticas que carecen de asidero en la realidad, es así como seguimos engañándonos a nosotros mismos, a la vez que pretendemos engañar a los demás. ¿Será posible que alguna vez la verdad nos haga libres y dejemos de vivir en esta escena surrealista tan peligrosa como estéril?