Ética y periodismo en las sociedades democráticas

Una discusión más allá de un título

En las democracias modernas como sistema político imperan reglas de oro que salvaguardan, precisamente, la supervivencia del modelo elegido. Esta es la forma en que una sociedad determinada que comparte cultura e historia, deciden, que esa es la mejor forma de convivencia.

Entre estas reglas de oro están el respeto a las ideas ajenas, el diálogo, la tolerancia, respeto a las mayorías y la construcción de consensos alrededor de asuntos medulares de la sociedad.

Por eso es muy cuestionable, que periodistas asentados en medios de comunicación masiva de prensa, radio y televisión, que operan incluso como conglomerados, amigables, arremetan de manera irreverente, fuera de los cánones del buen periodismo, contra la profesión, que los tiene en esa palestra. Menuda ironía y contradicción, más que eso, una profunda inconsistencia, con la formación, que se supone recibieron en sus años de estudiantes de periodismo en las universidades.

En otros países el periodismo no solo es una digna profesión, sino que además, tiene el respeto y la legitimidad de la ciudadanía. Son formadores de opinión pública, y visores de la realidad social, es a través de ellos que se exponen las diversas visiones de mundo, y que tienen el propósito de exhibir los hechos sociales en sus diversas perspectivas, con absoluta objetividad, veracidad y equilibrio, respetando los puntos de vista de las fuerzas sociales que se generan en una sociedad libre, democrática, plural y diversa.

Pensar que el periodismo no es una profesión, que rebajada a la categoría de oficio, incluso de pasatiempo y nuevo nicho de empleo, es tener una visión muy pobre, cortoplacista, ahistórica, utilitarista y banal de lo que en el mundo moderno llamamos prensa de opinión, periodismo e información. Porque estimados colegas, el país ha invertido parte de la riqueza social que produce en formar profesionales en las diversas carreras que requiere el desarrollo, no solo material, sino espiritual, emocional, cultural y en general en la formación de consciencia, entre ellas el periodismo.

El periodismo como lo vivimos y sentimos los miembros del Colegio de Periodistas, y desde el Tribunal de Honor y Ética del Colegio de Periodistas es un periodismo al servicio de la información relevante con vocación de servicio público, con sentido de bien común. Por eso cuando se defiende la profesionalización, señores no estamos protegiendo un privilegio, ni una regalía, ni un plus, ni un cartoncillo, menos de los que se compran por ahí. Hablamos de un afán social, de una respuesta a una necesidad definida y bien argumentada por académicos e intelectuales de la época. Nos referimos a la profesión que desde 1969, fue considerada una necesidad para que el pueblo, la sociedad como un todo tuviese, la oportunidad de confrontar las lecturas de los hechos que la actualidad y la sociedad vivían.

¿Cómo pensar que miembros extraordinarios, editorialistas de los más prestigiosos medios de comunicación, excelentes periodistas de oficio, cronistas y formadores de opinión como Ricardo Castro Beche, Julio Suñol, estaban equivocados? Pues fueron ellos entre muchos otros, quienes fueron pioneros, propulsores e inspiradores del Periodismo como profesión la profesión, quiénes advirtieron la necesidad social, la coyuntura y el contexto para crear la Escuela de Periodismo. Entonces, cómo podemos entender el retroceso de los que niegan la existencia del periodismo profesional, hasta el punto que Directores de medios, que fundaron éstos brillantes ciudadanos se atrevan a señalar, que no hace falta la formación académica para ejercer tan digna profesión. ¿Cómo desconocer el profundo interés y razón que justificaron históricamente la profesionalización del periodismo en Costa Rica?

Hoy en un contexto abigarrado de información fútil, de excesos de discursos, muchos de ellos, sin sentido, objetivo ni meta, simplemente como práctica, como ritualismo volutivo, parecen desplazar la información como información relevante, como capacidad de entender el mundo a través de sus mediadores, los periodistas. El contexto en donde los hechos noticiosos se pasaron de acera, y se convirtieron en fanfarria, en circo, en show mediático en los medios de comunicación, solo es una tendencia global, mercantil, subsidiaria de nuevas formas de comunicación e interacción, siendo su plataforma fundamental las redes, las aplicaciones de internet y en general las otras formas y géneros propias de esta era digital. En síntesis, reconocemos en teoría un novedoso modelo empresarial, pero eso no les da ningún derecho para interpretar y generalizar que la profesión del periodismo no existe, que es irrelevante, sustituible y desechable, y que cualquier persona tiene la capacidad para traducir los hechos sociales en materia comprensible para la convivencia social.

De igual manera, con los cambios tecnológicos e innovaciones, otras profesiones sufren el impacto de los cambios, el avance de los conocimientos, la innovación de teorías y procedimientos, sin embargo, esto no hace que el médico, el sociólogo, el odontólogo, el abogado, el ingeniero, arquitecto, dejen de ser profesionales, porque cambiaron las formas de realizar o entender el ejercicio de esa profesión. Menos aún, que porque existe un arsenal de conocimientos en todas esas disciplinas diseminadas en la red, éstas las pueda ejercer cualquier persona, por el simple hecho de que tiene un programa, una aplicación, o un seudo medio y maneja mucha información.

La educación y la formación profesionales son también bases fundamentales de los regímenes democráticos, ellos son responsables del continuum cultural, del acervo civilizatorio, de la tradición, del avance y del progreso. Entre este bagaje se sitúan los valores, las profesiones, los aportes tecnológicos, filosóficos y espirituales de una sociedad. No en vano se ha reseñado que Costa Rica desde la República Liberal apostó por el camino de la educación como fuente de progreso, como mecanismo para redistribuir la riqueza social. Ahora resulta que, una transformación tecnológica, que además es de carácter civilizatorio, pone en entredicho, aspectos fundamentales de la vida y de la Sociedad. Como son las reglas del juego democrático.

Cuando se habla de un Colegio Profesional, se debe atender al trasfondo de su origen. Lo que la Sociedad en su marco institucional declaró como necesario para salvaguardar el ejercicio idóneo del mismo. Nadie puede señalar que se trata de un capricho, privilegio o dádiva. Porque el espíritu de la fundación de los Colegios profesionales, no es la ambición gremialista, ni la mezquindad intimista privativa o prerrogativa clasista, esos no son los valores que la animan, sino la protección que deben tener los ciudadanos frente a los excesos, abusos y disrupciones de quiénes en forma irresponsable asaltan las redes y sustituyen el deber de informar con conocimiento, con objetivos claros, del deber ser del quehacer informativo. Porque la Sociedad debe velar para que el ejercicio de quienes informan, relatan, reflexionan, comentan los hechos de la vida social sea transparente, en su forma y fondo. Muchas de las informaciones que recorren las redes, se basan en supuestos, mentiras, falacias, que trastocan la realidad y reproducen medias verdades que contribuyen a la sensación de caos, inestabilidad, desorden y desesperanza.

Una sociedad inteligente, progresista, civilizada como Costa Rica, no puede aceptar, que en esta coyuntura de profundas transformaciones culturales, se deje a la libre el ejercicio de una honorable profesión, cuya dignidad, ha sido puesta a prueba en momentos de crisis social y moral. Mientras que en el mundo actual la anarquía, la violencia, el desorden y la barbarie amenazan el orden, el equilibrio social y la paz, deben existir reglas claras en el ejercicio de la profesión periodística.

En este punto de la reflexión ¿nos preguntamos qué es lo que se cuestiona del periodismo actual?

Si bien es cierto, las salas de redacción hoy, no son necesariamente físicas, pues los profesionales se instalan en sus propias áreas de trabajo con sus teléfonos y computadoras, y la urgencia del raiting y la instantaneidad, hace rato pasaron la factura a las buenas formas de comunicar, de transmitir, y de narrar, no es menos cierto, que la calidad informativa en sus diversas modalidades ha dejado de ser importante. Resalta pues como la deformación plástica, visual, auditiva y sensorial en general, no sigue cánones, ni estéticas, mucho menos atiende a las normas de los formatos, tal y como los estudiamos aprendimos y generábamos. Es decir que la escritura de la información y las estructuras narrativas, sucumbieron frente al mundo digital, generando otras formas de lenguaje sin reglas.

La libertad de información, de expresión, de acceso a la información, por supuesto son y deben seguir siendo derechos humanos fundamentales. Pero hay otros muchos derechos que tienen igual estatus jurídico, El derecho a la vida, a la privacidad, a la intimidad, a la seguridad, entre otros. Incluso el derecho de ser bien informado, porque también es un delito la difamación, la exposición de hechos falsos, la subversión, la anarquía y el llamado al desorden social del cual Costa Rica no se exime. Por eso resulta deleznable, que en aras de liberalizar el ejercicio de quienes acceden a las redes como informantes, se confundan con las funciones profesionales del periodismo. A nivel privado cada quien ejerce su derecho de comunicabilidad, pero como ejercicio público con marcado interés común y con fines sociales, nos encontramos con el campo del periodismo. No importa si éste es en prensa, radio televisión o incluso en medios digitales. Hay una responsabilidad, un compromiso una acción colectiva, que lo impulsa, que lo compele a hacer de éste ejercicio una misión con vocación, se trata de una acción ética.

Quién y a quiénes se les puede exigir un compromiso moral, con lo que se cuenta, narra, informa y divulga en medios digitales y físicos, sin que tengan ninguna clase de reglas, solamente porque se reconoce el derecho individual de informar, de hablar, de interactuar de manera masiva. Castells ha redefinido la vida en la Red, y aunque fue el gurú de la libertad extrema y del triunfo de la democracia digital, hoy dista mucho de esta perspectiva entusiasta y eufórica y ahora ha cambiado esta posición por una más mesurada, entre caótica y apocalíptica, en el sentido de que esta disrupción cultural deja más encrucijadas, más retos, muchas otras ironías, porque no se han creado las reglas del juego que desbordaron la democracia.

Una reflexión final, toda profesión deviene de una necesidad social, el periodismo también, por eso hoy más que nunca en un mundo hiperconectado, donde la comunicación es la plataforma de la acción social, la cuarta revolución humana donde la vida social transcurre por la redes y el mundo digital conforma la psiquis y el quehacer cultural económico y social, el periodismo está vigente, fuerte y lo que se requiere , es diferenciar el mundo de la comunicación a secas, cotidiana, privada, recreativa , de aquella que tiene una función de transformar y fortalecer las democracias . Cada profesión tiene su propia Ética y esa hay que defenderla. Somos profesionales, formados y competentes, dignos, honorables e idóneos, mucho más allá de un cartoncillo, como han sugerido lamentablemente algunos colegas.

Dra. Beatriz Pérez Sánchez

Periodista

 

Enviado a SURCOS por M.S.c Efraín Cavallini Acuña, Presidente Tribunal de Honor y Ética, COLPER.

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