¿Incompetencia o complacencia?

Marcos Chinchilla Montes

El 24 de noviembre del 2021 Sudáfrica fue el primer país en reportar la existencia de la cepa ómicron, impresionantemente contagiosa si se la compara con sus antecesoras, aunque en principio menos letal, en lo particular para las personas vacunadas. Una semana después, Países Bajos reportó que esa cepa estaba circulando en su país incluso antes de que Sudáfrica la reportara, tal y como ocurrió en otros países del globo.

En muy pocos días, varios países implementaron políticas públicas para procurar ganar tiempo ante la avalancha que se les avecinaba, léase bien, ganar tiempo.

A lo largo del siguiente mes, por todo el planeta saltaban las alarmas de manera notoria: reintroducción del uso de la mascarilla, crecimiento de casos, aumento en la utilización de servicios hospitalarios, vuelta a la virtualidad educativa, regreso al teletrabajo, miles de vuelos cancelados y millones de personas que se quedaron en tierra, etc.

Y como suele suceder con el gobierno de Carlos Alvarado, el presidente, su Ministro de Salud y la Comisión Nacional de Emergencias tomaron nota de la situación y nos dejaron esperando acciones que se correspondieran con la gravedad planetaria de la situación. Muy por el contrario y ante la feliz baja en contagios, hospitalizaciones y muertes que se habían registrado semanas antes, las medidas que se tomaron alentaban la plena apertura de la actividad económica y turística (diciembre, mes para demostrar el amor con regalos y exacerbado consumo), una reducción sustantiva de las restricciones a la movilidad, y el ya desgastado e ineficiente discurso de protéjase usted aunque el mismo gobierno y el empresariado incentiven lo contrario.

Durante varios días de finales de diciembre el Ministerio de Salud nos tuvo sin reportes epidemiológicos, periodo en el que lamentablemente venían aumentando los casos de contagio de manera sigilosa, hasta alcanzar el día de hoy las 2,981 personas contagiadas. Diversas proyecciones matemáticas auguran que se podrían reportar hasta 15 mil contagios diarios en las semanas venideras.

Por lo pronto, retornaron las lecciones presenciales en primaria y secundaria, se aumentó el aforo al 100% en el transporte público (aumentando la transmisibilidad de la enfermedad), y se anuncia con bombos y platillos la vacunación para la niñez mayor de 5 años de edad a partir de la otra semana (Cuba, la comunista y come chiquitos, y en medio bloqueo económico, para el 10 de diciembre del 2021 tenía vacunadas a 1,631,000 personas entre los dos y 11 años de edad).

No es incompetencia, sino la plena complacencia del gobierno con el empresariado, particularmente el del turismo y del sector de bares y restaurantes. A esta altura el gobierno reconoce el problema que se le avecina al país con la expansión de la cepa ómicron, y anuncia medidas para la próxima semana, si, siete semanas después de que Sudáfrica alertara sobre la nueva variante.

Si esto fuera un tsunami como el del 2004 en el Indico, el gobierno de Carlos Alvarado nos pediría que nos quedáramos en la playa degustando -eso si en burbujas familiares o de trabajo- un granizado y un ceviche, y antes de que llegara la ola mortal nos lanzaría un salvavidas de patito.