La agonía de un ministerio

Adriano Corrales Arias*

Cerca de su cincuenta aniversario, parece que la emergencia nacional por la pandemia pone a flote la crisis que arrastra el Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), acumulada en los últimos treinta años y acelerada en los últimos diez. Gracias a la contrarreforma neoliberal iniciada en los años ochenta del siglo pasado con los tristemente célebres Planes de Ajuste Estructural (PAEs), dicho ministerio ha sido despojado de algunas de las funciones estratégicas para las que originalmente fue creado. Por eso carga con serias limitaciones para responder a una realidad cambiante y también en crisis, la cual se expresa en una sociedad trastocada por el cambio global y por una creciente y profunda desigualdad estructural.

De cara a su aniversario (y ante el opaco bicentenario de la “república”), muchas personas pensamos que bien valdría la pena realizar un balance colectivo del ministerio y de las políticas culturales en Costa Rica para repensar lo que se ha hecho y se ha dejado de hacer y, fundamentalmente, sobre el rol que debería jugar el MCJ en el futuro cercano, sin olvidar que, al menos simbólicamente, también es el ministerio de la juventud. Es una tarea pendiente y es de esperar que el mismo ministerio se aboque a ella con la presencia organizada de los sectores involucrados en el quehacer cultural y artístico del país.

En retrospectiva, es importante recordar que el 5 de julio de 1971, mediante la Ley No. 4788, se crea el Ministerio de Cultura Juventud y Deportes, de tal modo que la cartera involucraba también a la Juventud y al Deporte. (El pequeño ministerio se había incubado en la otrora Dirección de Artes y Letras del Ministerio de Educación, cuyo gran impulsor, entre otros, fue el artista y arquitecto Rafael “Felo” García). En los años setenta y parte de los ochenta, funcionó el Movimiento Nacional de Juventudes (MNJ) un vigoroso proyecto con casas de la juventud por todo el país. Por cierto, el actual Ministro de la Presidencia fue Director del MNJ por mucho tiempo. Más tarde eliminaron al “movi” (así lo llamábamos) porque estaba ayudando a crear dirigentes juveniles conscientes y críticos (¡con instructores israelíes!), muchos de ellos pasaron a la izquierda. Y, además era el ente rector del deporte; luego se creó el ICODER y le quitaron esa papa caliente al ministerio cuyo quehacer en esa rama era casi decorativo.

Es importante también recalcar que la creación del MCJ obedeció al objetivo estratégico del proyecto original promovido por los llamados “hombres de letras” del Partido Liberación Nacional, jefeados por don Alberto “Beto” Cañas Escalante, en un contexto marcado por la guerra fría y por las consecuencias de la guerra civil con sus persecuciones y su anticomunismo. Como en tantas otras acciones socialdemócratas y socialcristianas, el MCJD funcionó para institucionalizar conflictos y sectores “en pugna”. El Ministerio nace sin saldar la eterna disputa entre “Cultura” y/o “Bellas Artes”, es decir, entre la visión “bellaletrista y bellartística” y el concepto antropológico en el cual la cultura se entiende de manera más amplia e integral. Era una concepción difusionista: fortalecer las bellas artes y llevar la cultura a quienes no la “tenían”, ir a las comunidades con un proyecto de extensión patriarcal social demócrata. Para ello había que crear conjuntos artísticos (OSN, CNT, CND, TNT…) y museos entre otros entes; más tarde, cuando el concepto antropológico se fue imponiendo, se crearon direcciones regionales y Casas de la Cultura con un nuevo discurso acerca de “regionalización” ante el pudor de una conciencia vallecentrista asumida a medias. Eso hizo aguas muy pronto y el ministerio no se reactualizó sino que, al contrario, se recortó.

Ya entrado el nuevo milenio, el MCJ se fue adaptando a la contrarreforma y extendiéndose más al espectáculo (FIA, FNA, Feria del Libro, Festival de Cine, etc.) y apoyando las incipientes industrias culturales. Era claro, la actividad cultural pasaba de ser prioridad del estado (benefactor) a dejarse en manos de la iniciativa privada que, de todas maneras (rezaba el slogan) “produce libertad”. En los últimos años se le ha dado prioridad a los “pequeños productores de cultura” (artesanos y emprendimientos “artísticos”) e incluso los grandes proyectos de masas tipo FIA o FNA hicieron aguas, ya por la desidia, ya por la impericia de los tres últimos (des)gobiernos. Es claro que el ministerio transita a la deriva dependiendo de las administraciones o de las “personalidades” de sus ministros o ministras, así como de sus equipos de trabajo.

Ante la crisis algunos “artistas” pegan el grito al cielo (uno pregunta: ¿por qué no lo hicieron antes?, ¿por qué hasta los tiempos del Covid 19?) y amenazan con acusaciones y anatemas a la vez que lanzan un estentóreo SOS. Muchos de ellos comparan al ministerio con una suerte de CNP, ICT, INVU o IMAS, sin comprender la naturaleza del mismo ni la amplitud del concepto cultura. Otros, como quien esto escribe, pensamos que es demasiado tarde para pataleos, que hace muchos años le dieron el tiro de gracia. La contrarreforma neoliberal lo precarizó, los tres últimos gobiernos lo desmantelaron. Sin embargo, “del ahogado el sombrero”, algo se puede rescatar. Pero se precisa de una reforma total del estado que lo revitalice y lo coloque a la altura de los tiempos. En otras palabras, se trata de preservar y fortalecer el Estado Social de Derecho que la contrarreforma neoliberal ha venido debilitando y ahora quiere rematar. La pregunta es: ¿será posible?

Finalizo con la frase de un cantautor colocada en una de las redes sociales: “Muchos de los que reclaman ahora parece que han estado muy cómodos durante tantos años de silencio”.

*Escritor.
Cédula 2-332-689. Tel. 8373 6899.

 

Imagen: Presidencia.