Se trata de democracia

Óscar Madrigal

El día de ayer la editora de la sección de Opinión de La Nación, Guiselly Mora y el día de hoy el ministro de la Presidencia, Marcelo Prieto, dan una lección de lo que el neoliberalismo entiende por democracia.

La señora Mora manifiesta que no se puede gobernar con la participación de los sectores sociales, la sociedad civil que llaman algunos, los grillos que llama ella, porque básicamente para gobernar solo se necesita escuchar y dialogar con los empresarios que generan la riqueza (como si los obreros no produjeran plusvalía) y los diputados que son los únicos que generan el cambio.

Prieto, coincide en lo esencial con la señora de La Nación, cuando manifiesta que el Gobierno ya tiene la propuesta de ajuste económico para negociar con el FMI y que el foro virtual convocado por el Ejecutivo es solo para enriquecer el plan ya elaborado. Al final concluye: “El foro es un foro social, no enredemos las cosas. Estamos hablando del diálogo político permanente con las diversas fracciones de la Asamblea Legislativa”. En otras palabras, no hay que enredar las cosas, lo importante no es el diálogo con las distintas organizaciones sociales (sindicatos, de mujeres, ecologistas, comunales, campesinas, etc.) sino con los diputados.

En las dos versiones la democracia se reduce solo a la elección y luego el mandato se independiza de los electores, del pueblo. Ya no es necesario ni conveniente volver a consultarlo.

El concepto de democracia participativa para el neoliberalismo es muy peligroso porque parten del principio de que hay que expulsar del espacio público a la mayoría de los ciudadanos, limitándoles su poder hasta donde sea posible. De esta manera la democracia tiende a limitarse solo a la decisión de los representantes del pueblo, en este caso los diputados. Pero se parte del principio de que los diputados tienen un mandato imperativo, sea que los vincula directamente con el representado y que cumple con lo que ofreció en campaña. Sin embargo, lo que predomina en nuestro sistema es el mandato representativo en el cual el diputado no tiene la obligación de respetar el vínculo programático que lo ligó con sus electores. No se le puede destituir cuando incumple con las “instrucciones” o propuestas de aquellos que lo eligieron. Esta es la democracia que interesa al neoliberalismo, la que solo se limita a que el pueblo ejerza su voto. Los electores eligen a los gobernantes, pero no cómo gobiernan.

Del mandato de las últimas elecciones no surgió un programa de privatizaciones o venta de activos, impuestos regresivos, empobrecimiento de las clases medias o reducción y prohibición de derechos laborales, por ejemplo. Sin embargo, eso es lo que se ha venido aplicando el gobierno de Alvarado. Es un claro ejemplo de que las promesas de campaña y los programas por los cuales votó el electorado fueron sustituidos por otros, los de la UCAEPP y los grandes empresarios.

Por eso en estas circunstancias es más importante el diálogo y la participación directa y con poder de decisión de la sociedad organizada. El diálogo con los grillos es fundamental en una democracia realmente participativa tal y como la define la Constitución Política. Pero no solo como adorno, para enriquecer, lo cual es una vulgar burla, sino como la fuerza más importante de todo régimen auténticamente democrático.

Como a la señora Mora le gusta hacer citas de Rousseau le recordamos lo que al respecto decía: “los diputados del pueblo no son, pues, ni pueden ser, sus representantes; no son sino sus comisarios: no pueden acordar nada definitivamente”.

Don Marcelo parece haber asumido la democracia con tinte neoliberal, que aparta al pueblo de los destinos del país, tal vez para no molestar a La Nación.

El diálogo no es para adornar sino para decidir, de lo contrario es otra burla a la democracia.