(A Dionisio Cabal Antillón)
Está dócil la tarde:
Cabalgable en esta tormenta
que se me hace brisa recorriendo
sus cabellos:
lianas de obsidiana
tasajeando mis penurias.
Bella, como este sendero
construido por mis manos
dirigido por quien comanda
mis anhelos y mis luchas
ya casi eternas sembrando
semillas de coraje para que
germinen multiplicadas en
ese mundo nuevo que siempre
será posible si no renunciamos
ni al canto ni a la poesía de los
Ángeles.
Estos que cada
día y cada noche
desarticulan las miserias para
darnos la esperanza optimista
y el nutriente aliento que la fe
demanda para no morirnos
simplemente así, sin un arco iris
tarareando en nuestros ojos.
Digo que es dócil la tarde,
cabalgable como las ilusiones
que se tatuaron en el Alma
para no llegar a la Eternidad
sin ningún salvoconducto.
Voy por mi sendero.
Este
que hoy muestro.
Este que
amo y protejo como pulmón
imprescindible:
bello como
el amor que no se olvida
porque es el oxígeno
que nos mantiene
en pie para seguir
luchando.
ClaMo
Toyopán, ZURQUI.
Enero 2020