SITRAHSAN: Reproche a la burocracia en tiempos de pandemia

Atravesamos un duro momento, no sólo a nivel de país, sino a nivel mundial por la amenaza que se cierne como una nube negra y que se le conoce como el coronavirus. En estos momentos de caos y angustia, donde la plegaria sustituye a la diversión y la orden de permanecer en casa resuena diariamente sobre nuestras cabezas, nos enfrentamos con una dura realidad. No todos podemos apegarnos a la prevención porque necesitamos trabajar para llevar el sustento a nuestras familias.

A muchos de nuestros compañeros, se les ha brindado la oportunidad de realizar teletrabajo. Desde sus casas y al abrigo de la seguridad familiar, podrán seguir las recomendaciones del Ministerio de Salud y del Gobierno en general. No saldrán de sus casas, cumpliendo la orden sanitaria, no sólo por el bien de ellos, de sus familias, sino por el bien de toda la nación.

Sin embargo; otra clase de trabajadores que han corrompido sus funciones, vendiéndose al mejor postor, son beneficiarios directos de un sistema judicial que los tiene en sus casas; no por la orden sanitaria del Ministerio de Salud, sino por la orden de un Juez, al abrigo del principio de inocencia.

Mientras muchos, funcionarios honestos están trabajando en las oficinas o realizando teletrabajo, los que no enfrentamos procesos disciplinarios por presunta corrupción, arriesgamos nuestras vidas laborando como de costumbre, sin que nadie repare en el riesgo que corremos tan sólo con salir a las calles.

Para aquellos funcionarios y funcionarias que han sido cuestionados y eventualmente señalados o indagados por actos reprochables y en la actualidad reciben el salario en su casa (porque así lo determinó un juzgado), esos que gozan no sólo de la dispensa de laborar sino también, no corren los riesgos que sí corremos los que venimos a laborar día a día, eludiendo a la muerte que nos amenaza bajo la sombra tenebrosa del coronavirus, los invitamos a devolver ese dinero que no han ganado con el sudor de su frente.

Esos funcionarios(as) señalados por actos vinculados a la corrupción y que quizás poco solidarios(as), observan los toros desde la barrera y se ríen del sistema, al premiarlos pagándoles sin que ellos desarrollen las funciones por las que fueron contratados; al señalarse el estribillo judicial, si lo hacen, ponen en riesgo las investigaciones que contra ellos se siguen. ¡Es inverosímil!, la corrupción misma los exonera de trabajar, por ende, el destino o mejor dicho la incompetencia de las autoridades que no cumplen con el precepto de “justicia pronta y cumplida”, también les minimiza los riesgos de contraer esta temible plaga y los premia con un salario quincena a quincena.

Bien por ellos y por sus familias, evitan el contagio y así ayudan con la no propagación de este virus; lo lamentable es el reproche social, la voz poco escuchada de los que no comulgamos con estas conductas reptilianas.

Nosotros, los que seguimos al pie del cañón desde las oficinas y demás dependencias hacendarias, los que asumimos todos los riesgos que conlleva este virus, debemos laborar diariamente porque nuestras funciones no son compatibles con el teletrabajo; sin embargo, aquellos que vulneraron el sistema y se pueden llenar el bolsillo con la muletilla judicial, dinero o regalías mal habidas, están viviendo a sus anchas, en sus casas mirando la televisión, esperando que la paga les llegue a su cuenta bancaria, de por sí engrosada quizás por las dádivas recibidas a cambio de favorecer a terceros que cumplieron con el rol de corruptores. Además del premio, quizás ni van al cajero el día del Depósito del salario, porque ni lo necesitan, ni lo ocupan.

Muchos de nosotros, arriesgamos nuestras vidas desde puestos de vigilancia a lo largo y ancho de nuestras fronteras, desde los escritorios planificamos la anti evasión y el antifraude, desde las ventanillas atendemos público, desde los vehículos oficiales.

Le cumplimos a Costa Rica, pero no queremos terminar nuestros días saliendo en ataúd hacia la última morada porque no quisieron escuchar nuestro clamor.

Levantamos nuestro grito pidiendo auxilio, hacemos el llamado vehemente a las autoridades, principalmente al señor ministro para que se ponga la mano en la conciencia y comprenda nuestro ruego.

No es una simple petición, es el grito ahogado en forma de llanto del que siente a pasos agigantados el peligro que conlleva esta temible enfermedad.

 

Enviado por SITRAHSAN.

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