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Etiqueta: fútbol

W.P.

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

El video arbitraje asistido, conocido como V.A.R por sus siglas en inglés, vino a revolucionar el fútbol global o al menos en aquellas regiones donde las condiciones materiales y económicas han permitido equipar salas como si fuesen verdaderos estudios de televisión.

Algunos apuntan que dicha transformación le ha restado emoción, arte, belleza, escena e improvisación a un deporte que no termina de asombrar. Otros, en cambio, celebran la corrección, el ajuste, el equilibrio, la eliminación del error. La discusión sigue latente.

Pero si hay un hecho que ha sacudido los cimientos de la puesta en escena en cancha, es la producción televisiva que un día sí y otro también expone con primeros, primerísimos planos las acciones, los gestos, las jugadas elaboradas y también las formas de discriminación que a menudo los jugadores cometen y luego encubren y justifican señalando que las mismas eran parte del “calor del juego”.

Ha sido tal el impacto de la imagen en la dinámica del fútbol global que los protagonistas han ingeniado formas artificiosas para que la audiencia global no logre alcanzar a ver sus provocaciones verbales, su vocabulario explícito, la altanería en sus reclamos frente al encargado de impartir justicia. Algunas veces logran esconder su trama. Otras no. Y se convierten, como se suele llamar ahora, en una viralización (vaya paradoja) que termina resultando en tendencia en redes sociales.

El último suceso, no por ello menos importante, ocurrió en la Eurocopa que por estos días se disputa. En este caso no solo fue la pericia de la imagen. Es algo que vas más allá y nos obliga a analizar el discurso y la simbólica producida en el hecho.

Al anotar un gol con su selección frente a Macedonia Norte, el jugador austríaco Marko Arnautovic realizó una señal con sus manos que en apariencia significaba un mensaje de aprobación. La señal, sin embargo, iría acompañada de un insulto considerado racista en contra de los Albanos. Inclusive en algunas imágenes internacionales se logra apreciar a David Alaba, compañero del jugador, tratando de inhibirlo para que no continuara con sus exabruptos. Al momento de escribirse esta columna se conoce que el jugador fue multado por la UEFA con un partido de suspensión por estas acciones, catalogadas como discriminatorias y antideportivas.

Desde distintos análisis compartidos se ha considerado que la señal de Arnautovic remitía a un gesto altamente criticado por ser vinculado a la simbólica del supremacismo blanco. La formación que el jugador hizo con sus manos en la celebración del gol, refiere a las letras WP, que se vinculan a la expresión «white power» (poder blanco) utilizado por tales movimientos en años anteriores.

Justamente para “desviar” la atención en sus presentaciones públicas y mitines, el movimiento supremacista hacia uso de la figura, disfrazándola de un “todo está bien” o un “okey” que parecían estar expresando. Sin embargo, en el fondo la señal constituye una afrenta simbólica y discursiva frente a las poblaciones y grupos que han sido maltratados por tales movimientos.

Las formas de opresión y discriminación son cotidianas y se expresan en las prácticas y más aún en los lenguajes. Por eso apoyo absolutamente aquellas acciones afirmativas que resultan en posibilidades de reivindicación social y política de grupos histórica y estructuralmente excluidos.

A la carga simbólica del gesto del jugador en la Eurocopa podríamos sumarle tantas otras formas de opresión en contextos más cercanos. Lo que ocurre en Costa Rica con los territorios indígenas es un buen ejemplo. No es solo una cuestión semántica la instalación de un supremacismo blanco, clasista y usurpador, como el que experimentan muchos pobladores indígenas legítimamente constituidos por derecho ancestral, en ocupantes de territorios que por historia les pertenecen.

No es solo un asunto de una seña racista que carga con un fuerte peso simbólico. Se trata en el fondo de cientos de años de opresión y racismo que no han logrado ser superados en contextos como el costarricense. En este caso, la seña es ingeniosa y urge descodificarla. A esa tarea deberíamos avocarnos de inmediato, para empezar a desterrar esos lenguajes de superioridad que en nada ayudan a la necesaria convivencia que como país nos urge reconstruir.

Imagen: https://www.lasexta.com

A la mano de Dios (ll)

Autor: Hernán Alvarado

El conocido gol de «la mano de Dios», contra Inglaterra, despejó la recta final de Argentina hacia su segunda Copa Mundial (México, 1986). Sin embargo, se necesitó otro, también de Maradona, aún más increíble, llamado el «gol del siglo». Ambos descritos en la columna anterior. Aquí se reabre la reflexión ética que trajo a la mesa aquel primer gol mal habido.

Súper yo, el severo

Las declaraciones de Maradona al final de aquel memorable 2 a 1, fueron interpretadas de diversas maneras, en la mayoría de los casos conservando su ironía [1]. Algunos se las tomaron más literalmente y fundaron después la Iglesia maradoniana, en la ciudad de Rosario, el 30 de octubre de 1998. Esta religión posmoderna cuenta hoy con más de medio millón de seguidores en todo el mundo; se la considera paródica y tiene biblia, mandamientos, oraciones y rituales para honrar la memoria del «D10S», quien resucitó después de retirado, como si fuera un dios griego. La finalidad parece ser que la «pelota» no se manche y uno de los versos de su Credo reza: «El gol a los ingleses», que se considera un milagro. Lo más curioso es que no naciera de la fantástica narrativa de Alejandro Dolina.

Ahora bien, un gol con la mano es una trampa mayúscula. De ahí que validado como error o celebrado como milagro deja mucho qué decir. Los primeros que saltaron fueron los moralistas, que tanto creen en la pureza de los valores: ¡qué mal ejemplo!, gritaron a coro. El moralismo implica, verbigracia, que el mal no es solo el hecho, sino también el pensamiento, así que pensar en la mujer del prójimo es ser infiel.

El moralismo no respeta límite y cuanto más idealiza el valor, peor queda el ser humano de carne y hueso. Ningún ser humano, transeúnte entre cuna y tumba, alcanza plenamente sus ideales. De ahí que las mejores personas parezcan santas o sabias, incluso héroes o superhéroes. Pero cuanto más absoluto el valor, tanto más el número de infieles y pecadores. De ahí la paradoja del descubrimiento freudiano: las personas mejor portadas son más torturadas por su «conciencia moral» o «superyó», es decir, juzgan más severamente su comportamiento, comparado con la aspiración.

El absurdo moralista

Las contradicciones de ese moralismo caen por su propio peso. Puesto que «No hay santos que orinan», como dice el pueblo, casi ningún ser humano da la talla. Solo una selecta élite se considera a sí misma digna del estándar. Así hablaba Zaratustra [2]. O sea que el moralismo funciona como modelo de control y dominación para todos los que no pertenecen a la aristocracia del Olimpo y deben someterse, por tanto, a la «voluntad de poder» de los exaltados.

En el caso particular, es verdad que Maradona mete su mano izquierda, subrepticiamente, para ganarle el lance a esa leyenda que ya era Peter Leslie Shilton. Razón tenían sus compañeros en protestarle al árbitro. Pero también se sabe que una decisión arbitral, equivocada o no, es absoluta. Estrictamente hablando, no fue un gol «antirreglamentario». ¿Cuántas cosas han dejado pasar los referís? Después se validaron goles con la mano de William Gallas, Thierry Henry, Luis Suárez y Javier «Chicharito» Hernández. En suma, aquel gol no fue obra exclusiva de Maradona. Y aunque lo fuera, pedir perdón por ello hubiera sido «una estupidez», como él mismo lo dijera mucho después. Ahora que existe el VAR, los árbitros se equivocarán menos, pero el error no será desterrado. Algo que sería no solo imposible sino además inconveniente, porque el yerro es parte del encanto que tiene el deporte.

¿Y con cuál autoridad moral?

En un juego confrontativo, como el fútbol, ¿es más ético salir a empatar un partido que tratar de ganarlo con un gol amañado? Lo maravilloso del juego es que no cabe ni en sus propios límites, o sea que sus bordes también son flexibles y siguen en disputa. Quien no juega al filo de la regla posiblemente pierda; el fuera de juego ejemplifica, cotidianamente, ese desafío. Por eso, resulta ilógico juzgar las transgresiones lúdicas, como las de los interdictos culturales, desde una moral hipócrita y ajena. Por ejemplo, no puede juzgarlo una sociedad que sacraliza la ganancia del capitalista, quien extrae el excedente que producen los trabajadores productivos, mientras se roba el futuro de los niños con un sistema económica y ecológicamente insostenible con tal de enriquecerse a manos llenas. Aunque disimule aquella otra «mano invisible», que también se volvió famosa el siglo pasado, descubierta antaño por Adam Smith (1723-1790). Según él, no era la mano divina del rey la que repartía la riqueza, lo hacía el mercado, independientemente de cualquier intención, cual mecanismo impersonal y neutro. Aunque resulte sospechoso que el mercado haga más rico al rico y más pobre al pobre, el argumento asegura la apropiación privada de la riqueza social mientras amortigua la crítica a la dominación dada la desigualdad que sostiene, aunque no siempre logre contener la recurrente sublevación popular [3].

Entonces, Inglaterra, cuna del capitalismo, no tiene autoridad moral para juzgar un gol con la mano. Máxime si se considera que el imperialismo tiene el pillaje por móvil y nadie lo sabe mejor que los británicos. Por eso, el gol de Maradona pareció una revancha, porque el pueblo argentino sangraba otra vez por las Islas Malvinas, aún hoy bajo administración del Reino Unido. He ahí un rebote político inesperado de una acción deportiva semicasual.

Un juicio al sesgo

Sin embargo, queda en pie el cuestionamiento ético deportivo, porque ese gol contradice lo que se considera una competencia cortés, caballerosa o noble [4]. Esa jugada no es ejemplo de mejor actitud y la ética muerde ahí donde no se halla coherencia entre lo apreciado y practicado. Nadie puede evadir sus cuestionamientos, ningún jugador puede estar por encima del juego; como ninguna persona puede estar por encima de la ley.

Pero justo ahí es mejor suspender el juicio ético. Primero, por cortesía con un artista que merece descansar en paz; además, ningún juicio in absentia resulta solvente. Y segundo, porque al final vale más resaltar el gesto majestuoso de Edson Arantes do Nacimento, inclinado sobre la tumba del Pelusa, flores en mano; fotomontaje que se hizo viral porque porta un potente mensaje: quien honra a su adversario se dignifica a sí mismo. Hasta lo falso puede contener, entonces, una pizca de verdad, como igual puede haber cariño en la rivalidad. Por eso no hay ética sin discernimiento. En realidad, el rey Pelé envió una corona fúnebre a la Casa Rosada, con un epitafio para su amigo: «Dios le dio el genio, el mundo le dio su amor».

Notas:

[1] Diego dijo que ese gol fue «un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios».

[2] Alusión al famoso libro de Friedrich Nietzsche (1844-1900).

[3] Aunque Karl Marx (1818-1883), el mejor crítico del capitalismo, sabía bien que la norma jurídica es histórica; así que donde se considera jurídicamente válido apropiarse sistemáticamente de una parte del trabajo ajeno no hay robo sino astucia.

[4] Ya se había notado que los valores se imponen siguiendo un modelo aristocrático. Ver: Nietzsche, F. (2014). Genealogía de la moral. Un escrito polémico. Buenos Aires, Ediciones Lea. Kindle. Loc 369.

 

Publicación original en GAZeta Guatemala. Compartido con SURCOS por Hernán Alvarado.

A la mano de Dios (l)

Autor: Hernán Alvarado

Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando,
algún descarado carasucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetearse
a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo,
que se lanza a la prohibida aventura de la libertad
Eduardo Galeano [1]

La última columna del difícil año 2020 fue una nota luctuosa, debido a que, sorpresivamente, Diego Armando Maradona partió el 25 de noviembre. Adoptó un tono intimista, propio de un duelo y adecuado a un año que trajo tanto dolor. Multitudes en Argentina y Nápoles le mostraron su agradecimiento y los entendidos coincidieron en que murió un artista cuya obra será inolvidable.

Para empezar este 2021, se analizará el gol más polémico de su vida deportiva, el primero de dos que le anotara a Inglaterra y que él atribuyera, en parte, a la «mano de Dios». Fue uno de los goles más comentados del siglo XX, algunos de sus significados serán situados en este y el siguiente artículo [2]. Se continúa, entonces, el análisis «holístico» del gol, que fuera interrumpido por tan infausta noticia.

Un gol inolvidable

El 22 de junio de 1986, en el coloso de Santa Úrsula, mejor conocido como Estadio Azteca, jugaron Argentina e Inglaterra por los cuartos de final de la Copa Mundial disputada en México. A seis minutos del segundo tiempo, el partido se mantenía cerrado en cero. Entonces ocurre algo insólito, en parte gracias a la habilidad de Diego, pero mucho por error y azar, que suelen ser acompañantes frecuentes del gol [3].

Maradona había arrancado de tres cuartos de cancha, teniendo pronto que esquivar a un primer volante con un regate corto, una de sus especialidades. Diego siguió adentrándose contra el muro de piernas de la defensiva inglesa, el cual se iba cerrando con cada paso que él daba. Al final y ya sin espacio, Maradona pasa la redonda a Jorge Valdano, que lo acompañaba por la derecha. Este intenta dominarla, pero se la roba en el aire el acucioso Steve Hodge, quien, tratando de despejarla, saca un centro alto, justo a donde Diego venía entrando con fe ciega en que la bola le vendría de vuelta. Al venir de un inglés, se libró del fuera de juego y ni lerdo ni perezoso saltó hacia aquel balón que le caía del cielo.

Mientras tanto, el experimentado Peter Shilton también salía a buscar esa pelota. Este guardameta mide por lo menos 20 centímetros más que Maradona; salía de atrás, de frente, con ventaja de posición, visibilidad y alcance (sobre su cabeza habría que sumarle el brazo). Pero el Pelusa llegó primero al balón, aunque agrandándose un poco con su puño izquierdo, que pasa desapercibido incluso para el mismo guardameta. Este tiene, entonces, buena parte de responsabilidad, sobre la cual poco o nada se habló; por su lentitud, ingenuidad y hasta negligencia con la que actuara en aquel majestuoso escenario y en aquel histórico momento. Desde luego, la bola termina rebasando la salida del portero y desatando un nudo de muchísimas gargantas que gritaban al unísono.

El árbitro central, Ali Bennaceur, consultó a su abanderado; literalmente, la mano de marras pasó sin ser vista. Así que fue una suerte que el mediocampista inglés se equivocara, que Peter Shilton reaccionara tarde y que los árbitros ni se dieran cuenta de la astucia del Pelusa. Maradona dijo, al finalizar el partido, que lo había hecho «un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios». En balompié, la genialidad se aprecia hasta cuando es tramposa, siempre que sea artística. Así es como Shilton, cuya carrera fuera encomiable, pierde su duelo con el duende argentino. Y aún le quedaba la confirmación…

Un gol para el siglo XX

Un rato después, Maradona arranca otra vez con bola dominada. Cruza la media cancha y avanza impetuoso hacia el marco enemigo; en el trayecto esquiva cuando menos a seis ingleses que seguían anonadados su estela blanquiceleste. Finalmente, en el área de penalti, Peter Shilton lo encara sin convicción, sin ir a la bola, vencido de antemano; y termina sentado viendo a Diego culminar el gol más recordado de su audacia deportiva.

Es este un excelente ejemplo de gol reducible a la habilidad de un solo jugador. ¿Cómo podría no haberle fascinado a un siglo que vivió de la ilusión del individualismo? Pero no conviene olvidar, del lado inglés, la cadena de infortunios que lo favorecieron. Ante todo, la intervención desganada del guardameta. Mucho contribuyó esta anotación al nacimiento del ídolo, a la idea de que Maradona era uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Pero no opacó el gol anterior, en el que además de contundencia, se manifestó una picardía propia de una «mejenga» de barrio, que es de donde brota el balompié continuamente, como de su manantial natural. El partido terminaría 2 a 1 y Argentina seguiría hacia la conquista de su segunda Copa Mundial.

[1] Galeano, E (1995) El fútbol. A sol y sombra. México, Siglo XXI, p. 2.
[2] El segundo artículo se concentrará en temas de ética deportiva.
[3] Aún se puede ver en YouTube.

 

Imagen principal tomada de Wikimedia Commons.

Publicación original en GAZeta Guatemala. Compartido con SURCOS por Hernán Alvarado.

A las personas que dirigen el fútbol de Costa Rica

José Meléndez*

Parece mentira que les cueste tanto entender que, en las actuales circunstancias de emergencia humanitaria mundial por la pandemia del Covid—19 y en un momento clave en Costa Rica en el comportamiento del coronavirus, ustedes le sigan quitando tiempo a las autoridades costarricenses en el empobrecido debate sobre reanudar o no los campeonatos nacionales de fútbol.

El ministro de Salud de Costa Rica, don Daniel Salas, está muy ocupado en cuestiones de verdadera importancia nacional como para que ustedes salgan con sus ocurrencias. Si están suspendidos los cursos en educación primaria, secundaria y universitaria, y si están suspendidas, postergadas o cerradas—total o parcialmente—las actividades de las instituciones públicas y de la iniciativa privada—comercio, educación, turismo, finanzas, gastronomía, transporte, industrias y muchos importantísimos etcéteras—por favor NO NOS VENGAN a incomodar con que ya están pensando en reanudar los torneos (que, por cierto, son de muy baja o pobre calidad).

El desempleo golpeará con fuerza en todos esos rubros de la economía nacional. ¿Desempleo en el fútbol? Sin duda, pero ahora se verá con mayor crudeza que el hoyo en las relaciones de los clubes de fútbol con la Caja Costarricense de Seguro Social es muy profundo. Los jugadores son trabajadores y merecen el mismo respeto.

Todos somos iguales ante la ley, pero es evidente que muchos debieron reclamar a tiempo para aclarar y definir con seriedad su nexo laboral con sus patronos. Como trabajadores, los futbolistas deben hacer valer su derecho a la salud y advertir que reanudar los campeonatos pondría en riesgo su salud por el contacto con otras personas (otros jugadores) que, sin saberlo, son portadoras de la enfermedad.

La realidad también está demostrando que el fútbol debe pasar, ya y en el futuro inmediato, a un segundo o tercer plano en los asuntos de discusión nacional. No nos molesten con cuestiones intrascendentes. (No puede ser que, en algunos medios de prensa, dentro y fuera de Costa Rica, sea más importante el color del vestido de la esposa de un jugador famoso en el exterior que la lucha de los biomédicos, también dentro y fuera de Costa Rica, para derrotar una enfermedad. El desastre de infraestructura en algunas escuelas y colegios es un asunto que parece un cometa que aparece cada 75 años. Y esto no es de ahora por el Covid—19: es una práctica de hace muchos años y con énfasis variable).

Hoy a una mayoría de costarricenses solo nos interesa estar al tanto de las instrucciones de las personas especializadas en atacar la enfermedad por diversos flancos. Los VERDADEROS HÉROES son todas las personas (desde el policía en un barrio y el custodio en un hospital y el personal de socorro en Bomberos y Cruz Roja hasta la enfermera y el enfermero, el médico y la médica, y el personal científico y administrativo en instituciones de salud) que están en la primera línea de batalla en contra de la enfermedad. A esas personas son a las que hay que apoyar sin ninguna clase de distracción estúpida e incoherente como la de pensar en reanudar los torneos de futbol. A esas personas hay que expresarles toda la solidaridad y el aplauso, pero hoy más que ayer y mañana más que hoy.

Los verdaderos héroes NO SON un poco de personas que, también es cierto, se creen ídolos intocables, son unos engreídos y juegan de poderosos, porque tienen alguna esporádica actuación más o menos destacable en un estadio de fútbol.

¿Es bonito el fútbol? Por supuesto, me encanta y soy saprissista empedernido. Pero entendamos una cosa. En algún momento escuché decir que los cinco cargos más importantes en Costa Rica son, -en el orden que se quiera-, el de Presidente de la República, director técnico de la Selección Nacional, Presidente de la Asamblea Legislativa, Ministro de Seguridad Pública y Arzobispo de San José. Se le pueden quitar uno u otro, pero el de entrenador de la Selección Nacional parecía esencial.

Pues NO. Los cinco cargos más importantes siempre debieron ser, sin importar el nombre y el sexo de la persona en turno en ese puesto, los de las presidencias de la República y la Asamblea Legislativa, pero en ese rango ya deben instalarse las jerarquías del Ministerio de Salud y Caja Costarricense de Seguro Social y, sin la menor duda, todo el cuerpo médico y personal de salud e investigadores biomédicos y disciplinas afines.

Así que, por favor, la dirigencia del fútbol de Costa Rica tiene que entender que es preferible que adopten una actitud seria y dejen de molestar. Más de una abuela les hubiera reubicado con un manotazo o un pantuflazo para que, como ellas decían, “se porte con fundamento”.

No estoy interesado en caer bien o caer mal. Es mi criterio que expongo con total libertad.

*Periodista.

Imagen: UCR

Fútbol a fuego lento

Costa Rica en Rusia 2018

Hernán Alvarado

 

Esto es lo peor de la propuesta costarricense del 2018: nada nuevo que ver, ninguna sorpresa. El esfuerzo estuvo centrado en hacer bien lo mismo de siempre ¡Qué no nos vuelva a ocurrir nunca más! Por ende, no es extraño que el resultado, en Rusia, haya sido, en tres partidos jugados, ofensivamente: 0 + 0 + 2 = 2. Y, defensivamente: – 1 + – 2 + – 2 = – 5. En el 2018, la diferencia de goles fue negativa = – 3. De 9 puntos posibles se ganó 1, para un 11% de rendimiento. En Brasil 2014, el resultado fue, en ofensiva: 3 + 1 + 0 = 4; en defensa: -1 + 0 + 0 = -1. La diferencia de goles fue positiva = 3. De 9 puntos posibles se obtuvo 7, 6 más que esta vez, contra contrincantes más difíciles, para un 78% de rendimiento.

Si sumamos los goles de estos dos últimos mundiales quedamos en 0. Ahora ¿partimos, entonces, una vez más, de 0? Lo cierto es que no apareció la Costa Rica que el mundo entero estaba esperando. Entre Brasil y Rusia se abrió una abismal diferencia. Salimos de Brasil como la selección número 8 del mundo, de Rusia salimos como la número 29. Bajamos 21 posiciones en cuatro años. Un resultado así no puede quedar impune ¿Cómo lo hicimos para no volverlo a hacer? ¿No deberían renunciar todos enseguida, es decir, directivos y cuerpo técnico? Los jugadores no tienen por qué hacerlo, pues en la selección nadie debiera tener su puesto asegurado. Sirvan las siguientes reflexiones para hacer un balance que resulta hoy lo único razonable que nos queda por hacer.

Una potente metáfora

El fútbol parece un entretenimiento o un espectáculo, a lo sumo un deporte, pero es mucho más que eso. A pesar de la competencia, que pretende reducir el fútbol a un sistema, a una mecánica, a un cálculo de resultados; lo importante sigue siendo lo que aún tiene de espontáneo, imprevisible y liberador. Este deporte fascina por lo que aún conserva de juego. No es para menos, gracias al juego hay símbolo y, por ende, lenguaje; hay cultura y no sólo natura. Esa redonda que va y viene de aquí para allá hipnotiza y, en ese vaivén, cualquiera reconoce el atávico comportamiento que conduce a la identificación, inconsciente, de cada uno con la especie, pese a las diferencias de toda clase que separan a los seres humanos. Tal la base de todo poder, de todos los poderes, sean grandes o pequeños.

De ahí la enorme potencia metafórica del fútbol, que es capaz de transportarnos desde la guerra a una la sublime confrontación de estadio. De hecho, sólo las guerras mundiales suspendieron el torneo por un lapso de doce años; hasta 1950, en que se reanudó en aquel Brasil del “maracanazo”. De ahí, también, que el fútbol lleve a hablar de todo, a propósito de un partido o de cualquiera de sus detalles. Incluso con gran facilidad nos sumerge en esa cháchara babilónica que causa la más curiosa de las incomunicaciones: todos hablando al mismo tiempo, sin que nadie entienda a nadie, sobre algo que todos creemos entender perfectamente.

Entonces, que a nadie extrañe que cuando se habla de la selección nacional, unos hablen de los que faltan y otros de los que sobran; unos se refieran a los puntos ganados y otros a los perdidos; algunos critiquen el cuerpo técnico mientras otros a los directivos. Cada cual habla como si discutiera lo mismo, como si el tema fuera obvio. El fútbol da para hablar de casi todo y, al final, en realidad, de casi nada; porque las pasiones cotidianas se consuman así, casi sin resto, cayendo pronto en el olvido.

El fútbol cambia a cada minuto, pero al mismo tiempo, es la repetición del mismo ritual. Parece ser siempre lo mismo, porque puede repetirse mil veces sin que aparezca un solo cambio, alguna innovación. Nada cambia tanto para que no cambie nada. Por eso es, también, un excelente instrumento de dominación de masas. Reyes, presidentes, generales, dictadores, amos, se sientan a ver jugar, igual que lo hacen sus súbditos, sus electores, sus soldados, sus subordinados y sus esclavos. Durante esas horas míticas todos somos iguales, somos de los mismos. Incluso sentimos como si estuviéramos jugando en la cancha, hasta tal punto llega la identificación. Aunque sea unos contra otros, o unos en el palco y otros en la gradería. Patria es la selección nacional de fútbol, decía, con alguna ironía, Camus.

Advertidos de esto, para hablar de fútbol, con algún sentido, conviene, en primer lugar, seleccionar el tema: ¿A qué referirse? ¿En qué enfocarse esta vez, a cuál de sus múltiples facetas? ¿De qué hablar primero? Por ahora, en fresco, cabe referirse a lo más básico, para aclarar ideas fundamentales, con la esperanza de comenzar a aprender algo del triste e innecesario fracaso de la selección de Costa Rica en Rusia 2018. Tal vez, si esto se hace en serio, no se desperdicie también la siguiente oportunidad. Aunque el torneo sigue sin Costa Rica, hay que seguir con el torneo, con el próximo, para no repetir, una vez más, los mismos errores. En eso consiste evitar el ridículo, en no volver a fracasar de la misma manera.

El alto rendimiento

Hablar del Mundial es referirse al alto rendimiento, de eso se trata en ese torneo. A éste no se va simplemente a competir, mucho menos a pasear. En realidad, se llega ahí a demostrar el avance obtenido después de cuatro años; en comparación con los demás y con vista a la meta alcanzada anteriormente. Panamá, por ejemplo, cayó ante Inglaterra seis a uno; fue una goleada estremecedora, hasta el “Bolillo” Gómez se reía en el banquillo. Pero Panamá estaba en su primer mundial, así que cuando cayó su gol, el primero de su historia, la afición estalló en júbilo, como si hubieran ganado el partido, en Rusia y en el país centroamericano. Estuvieron brincando en las graderías hasta el final y después siguió la fiesta. Los seis goles de Inglaterra se hicieron humo. Días después, la prensa no paraba de alabar a Felipe Abdiel Baloy. Pero, cuando Brasil perdió 7 a 1, en su casa, contra Alemania, en julio de 2014, aquello fue una tragedia, la gente se tapaba la cara de vergüenza.

El alto rendimiento es, como el amor, una marcha: si no va para adelante, va para atrás. Puede ir paso a paso o dar un gran salto adelante, pero cualquier retroceso es fatal, notorio, injustificable. Cuando no se alcanza la meta anterior, no hay razón ni excusa que valga. Recordemos que entre lo sublime y lo ridículo a veces no hay más que un pestañeo. El alto rendimiento no conoce piedad. Los que hacen lo mismo de siempre, o los que no se superan, salen por la puerta de atrás. No queda margen para los “pobrecitos”, para quienes merecían mejor suerte. Ser o no ser, tal es la lapidaria cuestión.

En el alto rendimiento una serie encadenada de acciones se ponen en marcha y están a prueba cada segundo. Se habla, entonces, de máximos y óptimos, tanto personales como organizacionales. Aquí la excelencia no admite pretexto ni conoce exceso. O se está entre los mejores o se vuelve a casa. El desfile de los fracasados, conforme pasa el mundial, puede ser conmovedor, pero es, asimismo, irreversible e inapelable.

Todos los que no llegan a la segunda ronda fracasan. Al final, sólo uno, entre todos, triunfa. Cada vez, sólo hay un campeón mundial; los demás, simplemente, van cayendo, en fila, en una especie de nunca jamás. El sub campeonato es, a menudo, sólo un premio de consolación que no consuela a nadie. El que más copas levanta es el campeón de campeones; hoy en día es Brasil. Pueden correr ríos de tinta y convertirse en mares, que nada puede cambiar ese hecho, hasta que otra selección supere la marca.

En el alto rendimiento, el diablo también está en los detalles: la condición física, la preparación psicológica, la táctica fija, el sitio de la concentración, los uniformes, los símbolos, los titulares de los periódicos, las circunstancias, el azar. Todo cuenta y se torna significativo, dado el momento. La ley de Morphy se cumple ahí con una contundencia deslumbrante: lo que puede salir mal… saldrá mal y, probablemente, en el peor momento. También se puede decir, en alusión al principio de Peter, que cuanto más se avanza haciendo lo mismo, o sea, cuanto más éxito se obtiene, más cerca se estará del nivel de incompetencia.

Por eso, cuando se trata de alto rendimiento, cualquier fracaso debiera ser objeto de la auto crítica más severa, sin contemplaciones. Si lo que se quiere es superarse y aprovechar mejor la siguiente oportunidad. No hacerlo y, en vez de eso, esconder los errores o disimular o minimizar las malas decisiones, es caer en una mediocridad mayúscula y llevarla al extremo. Algo inadmisible, porque es como fracasar por partida doble: fracasar de hecho y fracasar a la hora de aprender del fracaso.

Atacar y defender

Los sistemas tácticos se describen, a menudo, estáticamente, según se para cada equipo al iniciar el partido. Cuando se habla de un 4-3-3 se quiere decir que se ha alineado cuatro defensas, tres mediocampistas y tres delanteros. Se refieren sólo a 10 jugadores porque en este esquema se omite, por costumbre, al guardameta. Pero, visto dinámicamente, habría que describir, al menos, un sistema defensivo y otro ofensivo. Así que, defensivamente, ese 4-3-3 se puede convertir en un 5-4-1; mientras que, ofensivamente, se puede transformar en un 3-5-2, o en un 3-4-3.

Si el juego tiene estas dos partes, lo menos que se puede decir es que a un Mundial no se puede llegar sólo a defender. Eso es tan absurdo como si se fuera sólo a atacar. Por más que la mejor defensa sea el ataque, si sólo se fuera a atacar seguro que se obtendría una goleada. Jugar sólo a defenderse es medio jugar, por eso es tan frecuente que dicho error se pague con la derrota. Si se sale a no ser goleado, si se sale con la intención de empatar, lo más seguro es que se pierda. Esto se cumple con tanta frecuencia que debería considerarse una ley del fútbol. Así como se dice que el que perdona pierde, es decir, que quien desaprovecha sus oportunidades de gol paga con la derrota su falta de contundencia. Desde luego, habrán siempre algunas excepciones.

Además, el equipo que sale a defenderse hace sufrir a su afición. En un juego de confrontación, como es el fútbol, esto es una falta ética, además de un craso error estratégico. Lo adecuado es defenderse para atacar y atacar para defenderse. Del mismo modo, no se pueden ir todos al ataque sin prever el contraataque adversario. Ahí está el ejemplo de Neuer, el arquero alemán, que contra Corea se va al ataque a lo loco, sin que el equipo prevea el contraataque de Corea. Esto les costó un gol que los liquidó. Así que lo más importante es la transición de una fase a la otra. Hay que defenderse con la intención de que el contrincante se desorganice y se abra, para contra atacarlo veloz y contundentemente, o para vencerlo en su propio campo y en el momento preciso. En fútbol, la defensa no tiene sentido en por si misma, debe organizarse como una manera de preparar el ataque; la defensa es un objetivo táctico, el ataque un objetivo estratégico.

Por tanto, no atreverse a atacar con todo a Serbia o a Brasil fue como renunciar al juego, renunciar al triunfo, rendirse sin pelear. Tal como los guardametas de hoy se rinden en los penales tirándose sin bola a una de las esquinas, disque adivinando el remate. Ahí está el triste ejemplo de De Gea en la resolución del resultado entre Rusia y España. En el mejor de los casos, si se logra el empate, esto significa hacer media tarea o, dicho sin ambages, cumplir de manera mediocre. El empate no puede ser una meta, es sólo el resultado indeseado de unos contrincantes que no pudieron superarse el uno al otro.

Tanto en la defensa como en la ofensiva, la clave está en la sorpresa, en la capacidad para cambiar de un modo de juego a otro. Por ejemplo, cuando expulsan a un jugador, la defensa debe ser capaz de mantener su equilibrio y el ataque tiene que cambiar de táctica. Pasar de la defensa al ataque es el cambio que más hay que entrenar, pero defenderse con línea de tres, de cuatro o de cinco no es fácil; lo mismo habría que decir de atacar con uno, con dos o con tres delanteros. A veces hay que atacar pero a veces más bien contraatacar. La cuestión es que cada uno de esos momentos y cada una de esas tácticas requiere entrenamiento y requiere variantes, porque hay que saber aplicarlas en conjunto. La velocidad, los movimientos, las posiciones varían en cada caso y en cada circunstancia de juego.

Para defenderse bien, como para atacar, hay que contar con recursos y opciones previamente instalados en el equipo. La improvisación es exitosa sólo si se da en el marco de un trabajo bien planificado. Un equipo que siempre se defiende igual, se expone a que cualquier adversario, que estudia su sistema, encuentre la manera de superarlo. De igual manera, si siempre ataca de la misma forma, la defensa contraria estará cada vez mejor preparada para controlar y repeler su ofensiva. Por la misma razón, no se puede hacer siempre la misma táctica fija y esperar resultados diferentes. Mucho menos se puede asistir a un Mundial sin tácticas fijas prefabricadas. En un Mundial la clave está en la evolución, conforme avanza el torneo el que será campeón debe mejorar y seguir cambiando.

Por eso, una selección no puede dirigirse como si fuera un club nacional. El D.T. de selección mayor debiera jugar con más opciones y más variantes a disposición. Él requerirá de jugadores más polivalentes y con mayor capacidad de adaptación y aprendizaje. Más que adecuar el sistema táctico a las características de los jugadores, conviene tener jugadores que se adapten a distintos sistemas tácticos. Aquellas selecciones que lo logran son las que tienen chance de llegar a campeón. Particularmente, en el Mundial, un equipo debe crecer partido a partido, de lo contrario se queda a la vuelta de cualquier esquina. Asimismo ocurre con los jugadores, pues hay unos que se agrandan en la selección, pero hay otros que se achican. Hay jugadores que no son de selección nacional, por muy buenos que parezcan en otro nivel.

En este sentido, el pecado de la Selección nacional de Costa Rica, en Rusia 2018, fue doblemente grave. No sólo llegó a defenderse sin atacar a sus dos primeros partidos (dos opciones de remate, no digamos de gol, en 180 minutos o más, lo revela de manera alarmante) sino que además lo hizo de la misma reconocida manera que en la etapa clasificatoria. En táctica fija, por ejemplo, la selección de Costa Rica tampoco presentó novedad.

El encuentro contra Suiza fue un punto y aparte. Oscar Ramírez entendió que ya todo había acabado (grave error) y que lo que quedaba era darle la oportunidad a los que no habían jugado. Los muchachos sabían que el D.T. ya había tirado la toalla, pero era el momento de reivindicarse. Juegan entonces su mejor partido, el más alegre, aunque sin mayor sorpresa. Así logran, jugando más sueltos, empatarle a Suiza. Hubo ataque, aunque sin contundencia ganadora. Se descubre, entonces, lo que ya se sabía: que el D.T. no había encontrado sus mejores armas ofensivas. Dejó sentado a Waston, por ejemplo, que le había resuelto ya varios partidos de cabeza y lo volvió a hacer contra Suiza. Luego se le ve hacer cambios sin ton ni son, como si estuviera en un amistoso. Mientras los muchachos se partían el alma tratando de dejar una buena impresión, él hacía tres cambios para quedar bien con el equipo. Como se veía venir, este Mundial le pasó por encima al D.T. de la tricolor, simplemente no estuvo a la altura de las circunstancias.Ahora, no se debe dejar perder la lección más dolorosa y valiosa: Un Mundial no es un premio, es un reto mayor. No puede servir para agradecer a alguien, ni a los más leales al D.T. De principio a fin, es una oportunidad para sorprender a propios y extraños con una ambición amparada en el talento de los más audaces, sean o no los predilectos del cuerpo técnico. No se puede ganar con jugadores que no están en óptimas condiciones, ni con nombres, ni con hazañas pasadas. No se puede ganar con los mejores amigos. Se gana con los que están al máximo en el momento preciso, se llamen como se llamen, vengan de donde vengan. No hay tiempo para que se recuperen los lesionados, no hay tiempo para que aprendan y mejoren los que no tienen experiencia o han perdido continuidad. Competir en un mundial no es sólo saber, es hacer y poder, es la actualidad del mejor. Puede que a los jugadores no les haya gustado el rigor disciplinario de Jorge Luis Pinto en el 2014, pero queda claro también que sin disciplina extrema no se puede llegar muy largo.

Otro fútbol es posible

Ningún equipo es más grande que otro, todos tienen, al iniciar, como máximo once integrantes. Cuando un equipo se cree más pequeño y sale a defenderse, ya tiene la mitad del partido perdido. En ese caso se dice que la camiseta juega en contra. A cada equipo hay que jugarle distinto, ciertamente, pero de igual a igual; a eso se llama dignidad deportiva. Pero hay que ganarle poniendo en juego una u otra virtud del propio equipo, según sean las fortalezas y debilidades del adversario. Renunciar a la ofensiva es renunciar al juego y al fútbol. Quien no se cree capaz de ganar se convierte en su principal enemigo.

A unos habrá que ganarles tirando de lejos, a otros a pura táctica fija; habrá a quienes se les gana tocando la bola hasta el fondo de la red, o escondiéndola la mayor parte del encuentro. Jugar a lo mismo con los mismos de siempre es un error garrafal. No se puede atacar con éxito de la misma manera a Brasil que a Suiza. Cuando Oscar Ramírez declara que jugamos igual pero “sin concretar”, confiesa, sin darse cuenta, que nada aportó a la Selección, porque un partido se gana o se pierde primero en la mente.

No hay equipo más grande que otro, pero hay unos mejor entrenados que otros. Cuando se dice que las distancias se han acortado es porque, en efecto, los sistemas de entrenamiento se han universalizado, especialmente, en relación con la preparación física. El fútbol es asociación, es un trabajo en equipo; solo en ese marco brillan las individualidades. No es que el talento de un jugador no cuente, es que nunca podrá eclipsar el trabajo de los demás. Creer que el partido lo gana el que mete el gol es como creer que lo empata el que lo ataja. Más allá de esos momentos ¿que ha pasado? ¿Por qué no ha habido más goles o más atajadas? ¿Qué ha pasado el resto del tiempo? No es cosa de humildad, sino de justicia, cuando el goleador reconoce que el triunfo se debe a todo el equipo.

El mejor ejemplo lo ha dado esta vez, como otras veces antes, Leonel Messi. No se puede decir que Argentina casi no clasifica porque Messi fallara un penal. Este razonamiento es falaz, pues reduce un sinnúmero de acciones a un solo error. Por tanto, no son las diferencias técnicas individuales las que se imponen, así parece porque siempre es uno el que mete el gol o el que hace ésta o aquella jugada. Aunque así piense la prensa, un partido se gana o se pierde colectivamente, en noventa minutos, y eso quiere decir que depende, ante todo, de cómo se ha entrenado al conjunto, como actúan unos en relación con los otros.

No obstante, lo extraordinario en fútbol no es el resultado esperado, el que se planeó rigurosamente; sino aquel que nadie esperaba. Lo importante es lo que el equipo genera espontáneamente en la cancha, sobre la base de un trabajo bien planificado, pero más allá de él. A Costa Rica le tocó jugar, en Brasil 2014, en el “grupo de la muerte”, hasta Maradona se rió de nuestra mala suerte. Tocaba jugarse la clasificación con tres campeones del mundo: Uruguay, Italia e Inglaterra. Pero Costa Rica se convirtió, sorpresivamente, en la muerte para esos grandes equipos, pasando, por primera vez, a octavos de final. Lo logró defendiéndose rigurosamente, pero también anotando, porque nadie pasa a la siguiente fase sin hacer goles. Por eso, esta vez se esperaba más de Costa Rica, se esperaba, como corresponde, el paso siguiente. En el 2018, Costa Rica, evidentemente, ha retrocedido y eso no se puede justificar de ninguna manera.

Aquella experiencia del 2014 nos demostró que es posible jugar otro fútbol, el fútbol que este pueblo siempre ha soñado. Uno que se juega con disciplina y sin miedo, con carácter y con arte, con una buena defensa y también con ambición y creatividad ofensiva. Lo primero ha sido quererlo, lo segundo ha sido creerlo, lo tercero ha sido imaginarlo, lo cuarto ha sido intentarlo. Pero sin siquiera imaginarlo no hay ninguna buena razón para esperar que se vea en la cancha. La posibilidad nace en la mente. La realidad nace en los pies. Tenerlo en la mente no es suficiente, pero es indispensable.

Por eso, la afición se enoja tanto cuando nota que un D.T. no confía en que ese otro fútbol es posible, cuando lo ve amarrar al equipo en busca del empate, cuando desaprovecha sus recursos ofensivos, cuando se aferra a un jugador que no da la talla. El pueblo defiende así sus ilusiones que, como decía Lacan, pueden ser, para el ser humano, más importantes que la misma realidad.

Pero la culpa de ello no la tiene el D.T., él, como los jugadores, siempre harán lo que pueden, lo mejor posible. La culpa la tienen quienes han tomado las decisiones, ni más ni menos que los dirigentes, que nombraron y sostuvieron al D.T., a pesar de verlo hacer siempre lo mismo de la misma dudosa manera. Si el equipo hubiera ganado habría sido justo honrarlos, por la audacia de su apuesta; pero de la misma manera, ahora que el equipo ha fracasado, hay que destituirlos y darle oportunidad a otros.

No obstante, el fútbol es un juego, ni más ni menos ¡Qué no se olvide nunca! Nada justifica la violencia contra nadie; ni verbal, ni virtual, ni simbólica, mucho menos física; ni en el hogar, ni en el trabajo, ni en las calles. Usar el juego como pretexto de violencia es la estupidez suprema. Hay que exigir a la dirigencia que sea seria, que sea responsable, que sea consecuente con nuestras aspiraciones. A ellos, que han quedado debiendo desde tiempos inmemoriales, se les debe pedir, si quieren, que se vayan todos. Pero no hay por qué ofender a alguien, ni agredir ni amenazar a nadie. Ni se justifica, ni es necesario, ni soluciona nada. No nos adelanta ni un paso al próximo mundial. Más bien empeora las cosas y aumenta la vergüenza. La noticia de que Oscar Ramírez quería abandonar la concentración de la Selección, antes del partido contra Suiza, por miedo a las amenazas que le hicieron a su familia es un claro ejemplo de eso.

Claro que nuestro fútbol merece un futuro mejor, pero no es tratándolo a “patadas y manotazos” como se va a lograr, porque el fútbol sigue siendo, ante todo y en primer lugar, un asunto de cabeza, como solía decir nuestro extrañado Parmenio Medina.

 

Imagen tomada de www.fedefutbol.com

Enviado por el autor.

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La política en un balón

Comunicado de Prensa

  • Académicos presentaron libro que analiza el fútbol desde las Ciencias Sociales.
  • Obra disponible en internet para su descarga.

 

Alguien podría pensar que son personajes de cuentos distintos: política y fútbol. Pero Willy Soto, funcionario de la Universidad Nacional (UNA), junto a otros académicos, nos demuestra que son manifestaciones humanas inseparables la una de la otra. Lo hace en el libro de su coautoría, Política Global y Fútbol: el deporte como preocupación de las Ciencias Sociales. “El libro pretende brindar aristas del fútbol tomado como objeto social, poniendo al descubierto aspectos relevantes que el espectador de un partido no está acostumbrado a ver. Es un esfuerzo colectivo e interdisciplinario de visibilizar lo que generalmente no vemos, de llamar la atención al lector y al aficionado acerca del telón de fondo que envuelve el deporte más popular del mundo”, comentó Soto durante la presentación de la obra el pasado 7 de junio.

Alrededor del fútbol se encuentran temas como género, economía, violencia, farándula, política, diferenciación de estratos sociales, inclusión, corrupción; por lo que iniciativas como la producción de este libro propician un diálogo de saberes interdisciplinarios y la profundización de tópicos más allá de los deportes”, agregó Ana María Hernández, rectora adjunta de la UNA.

Geopolítica y geoeconomía del fútbol, actores internacionales en el mundo del fútbol, el FC Barcelona y el nacionalismo catalán, el fútbol como instrumento de política internacional y de soft power brasileño, el deporte blanco y el blanco deportivo mexicano, identidad nacional y nacionalismos en el fútbol, la FIFA: ¿del “fair play” a una estructura de crimen organizado?, anatomía animal y humana: biocinemática de la locomoción en galgos y futbolistas, política y economía en el fútbol: hacia una cultura de triunfo colectivo, encuentro atlético de toros y equinos: una propuesta de cultura científica a propósito del fútbol, lo que buscan los futbolistas: ¿quieres títulos, dinero o inmortalidad? Estos son algunos de los títulos de artículos y capítulos que componen la obra en mención.

Los coautores disponen de un link para descargar la obra en internet. Este es https://bit.ly/2M3PnbL

La Escuela de Relaciones Internacionales y el Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO), entes de la UNA, apoyaron esta iniciativa. Finalmente, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) asumió la tarea de brindar su sello editorial y de darle amplia difusión a nivel regional.

 

*Información: Oficina de Comunicación UNA, tel. 2237-5929 / 2277-3067*

 

Enviado por Msc. Efraín Cavallini Acuña, Asesor Comunicación, Rectoría UNA.

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«Vaticano versus Circo Romano»

Luis Ángel Salazar Oses

Luis Angel Salazar Oses
Luis Angel Salazar Oses. (Tomada de Facebook).

Al leer rápida y distraídamente este título, posiblemente un futbolero pensará «¡que buen derbi se han montado en Roma!»
Dormía la siesta larga de los jubilados cuando mi reloj biológico me despertó e instintivamente y medio adormilado, busqué en el dial una de las emisoras que diariamente y a cada hora, da un resumen de noticias, la sintonicé y lo que me encontré fue un radio teatro en el que se representaba la «Pasión de Cristo», de inmediato recordé que era viernes santo y, resignado y aficionado al teatro que soy, me dispuse a escuchar un rato al menos, este drama tratando de encontrar alguna variante interpretativa que me permitiese juzgar la calidad de actores y actrices. El momento era dramáticamente culminante pues se acercaba la crucifixión y, con gran sentimiento, el narrador describía la figura transida de dolor de la madre dolorosa de el Salvador que, abrumada por su infinita pena, casi agonizaba impotente caminando detrás de su hijo…
La situación me emocionó también pues en María encarné inmediatamente y en una especie de recorrido por la historia contemporánea, las madres impotentes ante sus hijos descuartizados por las bombas en Vietnam, torturados por la dictadura Chilena, desaparecidos por el feroz neofascismo Argentino -María era ahora las abuelas de la Plaza de Mayo-, masacrados por los desalmados milicos guatemaltecos, salvadoreños y somocistas, por el vigente imperialismo capitalista neoliberal en Afganistán, en la desintegración de la antigua Yugoslavia, en Irak, en Libia, en Siria, en Yemen…Casi llorando y esperando escuchar muy pronto, como todos los viernes santos a las tres de la tarde se acostumbra en nuestra Patria, ese desgarrador himno al dolor humano llamado Duelo de la Patria del gran músico costarricense Rafael Chaves Torres, me fui sumiendo en ese duermevela, donde las cosas se van difuminando, hasta dormirme en angustiante pesadilla.
De pronto, violentamente fui sacado de mi solidaria, revolucionaria y martirizada ensoñación, por una escandalosa canción que, a la hora nona del viernes santo, hora según la leyenda de la muerte del supremo redentor, debía ser una horrible y blasfema profanación, con pena de excomunión y parrilla infernal y eterna garantizada, para quienes osaran cometerla, una verdadera bofetada en las sagradas creencias del 90% -¡sube al 95% cuando tiembla!- de los costarricenses que se dicen fervorosos cristianos. El cántico tan supremamente sacrílego en ese momento, provenía de mi aparato de radio, minutos atrás santificado por la solemnidad del drama que se estaba representado, y que era la rítmica sustituta del himno nacional, que acompaña a los más masivos, espectaculares, mundanos e incluso, orgiásticos triunfos populares y presunto burdo plagio de la canción homónima de José Luis Rodríguez -«El Puma»- gritaba a todo pulmón: «¡¡¡¡Agárrense de las manos heeee!!!!, unos a otros conmigo. ¡¡¡¡Agárrense de las manos!!!!, apoyemos nuestro equipo, la selección nacional, es el honor de los ticos…»
El Vaticano, como sabemos, alberga a la Santa Sede, monarquía absoluta y única teocracia europea, cuyo poder totalmente vertical lo ejerce el Papa, máxima autoridad directora de la iglesia católica, apostólica y romana que dice provenir del cristianismo original en una sucesión papal iniciada con Pedro y que no ha sido interrumpida jamás.
El cristianismo se origina del seno del judaísmo mesiánico que, como su nombre lo indica, cree en la existencia de un mesías o ungido de dios que, como su hijo divino hecho hombre, viene a la Tierra a predicarnos su doctrina de salvación, cuya validez la comprueba muriendo en la cruz por nosotros y resucitando al tercer día.
Por cierto que esta doctrina tiene mandamientos muy claros de entender y simples de cumplir, cuyo resumen plantea Jesucristo en el libro de Juan de la siguiente forma: «Amaras a dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo». El cristianismo recibe una enorme influencia de la cultura helenística y, particularmente al llegar a Roma, del paganismo religioso vigente en esa urbe. Todas esas influencias son notables en la versión cristiana católica,apostólica y romana.
El cristianismo aparece en una provincia pequeña del Imperio Romano llamada Palestina, fundamentalmente como una religión de misterio o, como apuntamos, de salvación, se extiende por el Imperio Romano durante el siglo II, en el siglo III el Imperio empieza a decaer, particularmente por sus contradicciones internas y la presión de sus múltiples enemigos sobre sus fronteras, para cuya defensa debe recurrir crecientemente a la conversión de sus esclavos en soldados en los cuales el cristianismo se había hecho muy popular por lo que, en su lucha por adueñarse del poder imperial, Constantino se declara cristiano y se convierte en emperador, momento a partir del cual el cristianismo se convierte en la religión oficial del Imperio y, paulatinamente Roma, en la capital del Cristianismo, puesto que le debió corresponder a Belén cuna de Cristo. Recordemos que el cristianismo predica sobre todo el amor a dios por el que debemos renunciar al mundo material, pasajero, lleno de trampas y engaños y, en segundo lugar, el amor incondicional al prójimo no importa que sea enemigo -¡Ama a tu enemigo!- y estas dos tesis le caen al pelo a los dueños del poder material, dígase los grandes ricos de ayer, hoy y, hasta que el Pueblo se rebele, siempre. Así que esta versión romanizada del cristianismo se convirtió en Aparato Ideológico del Estado, para lavar los cerebros del Pueblo trabajador y humilde y hacerle aceptar, con resignación e incluso amor por sus explotadores, su destino de ciervo en la Tierra con tal de recibir su redención eterna después de la muerte.
El Circo Romano era el distractor ideal -otro «lavacocos»-, fomentado por los emperadores romanos, para desviar la atención del Pueblo de la condición de miseria y depredación a que el imperio le tenía sometido, Hoy su equivalente es el «opiofutbol» que tiene enormes circos llamados estadios, gladiadores llamados futbolistas, unos muy bien pagados, preferidos por el Pueblo y la mafia gobernante que son reclutados, no por mercantes de esclavos como en la época romana, pero si por sus equivalentes contemporáneos llamados apoderados («managers»), por los dueños de los equipos y, todo bajo el imperio de la FIFA, presuntamente mafiosa entidad, que le maneja este otro y efectivísimo Aparato Ideológico al Capítalismo Neoliberal contemporáneo.
Al igual que el cristianismo original, el fútbol hunde sus raíces en tradiciones de juegos semejantes de diferentes pueblos, como el «Juego de la Pelota» practicado por pueblos precolombinos de Mesoamérica o, a finales de la Edad Media en las Islas Británicas y pueblos aledaños, conocidos como el Código del Fútbol del que derivaron el rugby, el fútbol americano, el australiano y el fútbol a secas que es el que nos ocupa. Sus reglas se unificaron en su versión moderna allá por 1863 en Inglaterra; después de la formación de la Football Association y, como han sido muy simples, fácilmente fueron asimiladas por sus aficionados. Los grandes industriales ingleses empezaron a ver en este deporte una muy económica forma de mantener a sus obreros ocupados los domingos, evitando, como dice la leyenda, que se emborracharan o agredieran a sus mujeres, lo que generalmente terminaba en ausencias laborales los lunes -con sus consecuentes pérdidas económicas- y empezaron a fomentarlo entusiastamente entre sus trabajadores. Al organizarse las competencias empezaron a parecer los fanatismos y, conforme estos se hicieron cada vez más enajenantes, este inocente deporte se convirtió paulatina pero inconteniblemente en el alienante -opiofútbol- que hoy conocemos. El 21 de mayo de 1904, en Francia, se funda la Federación Internacional de Fútbol Asociado -FIFA- cuyo trabajo hace posible la extensión del fútbol por todo el Planeta y este proceso convierte a este deporte en un negociazo para las grandes Transnacionales fabricantes de utensilios para su práctica, de refrescos y licores, de medios de «comunicación», etc., etc.
De esta manera, tanto el cristianismo como el fútbol se profesionalizaron y se trocaron en dos recursos, muy productivos y útiles por cierto, manejados y aprovechados en última instancia, por los dueños del sistema capitalista mundial que los manejan a su antojo, directa o indirectamente, mediante alianzas explícitas o implícitas con los altísimos dirigentes religiosos y futboleros del mundo.
Negocios como son de un mismo imperio capitalista, se respetan mutuamente sus ámbitos de acción de manera tal que el, pasado viernes, ni la FIFA le pidió suspender las actividades religiosas a la Iglesia Católica Apostólica y Romana y, mucho menos ésta le pidió correr a la Federación una semana siquiera su «FechaFIFA»
En Costa Rica, donde nuestro clero es tan reactivo en contra de cualquier violación a sus tradiciones, sumisamente este Viernes Santo terminó haciendo, como dicen en la jerga teatral, «mutis por el foro» y, con el rabo entre las piernas y sus seguidores deseando más escuchar los goles de la sele que el sermón del cura parroquial, siguió silente su diezmada ceremonia.
Para quienes peinamos canas, acostumbrados a escuchar todo tipo de maldiciones e imprecaciones en contra de quien osará interrumpir o alterar, mínimamente siquiera, la más solemne actividad de la Semana Mayor -muerte y fúnebre procesión del Santo Sepulcro conteniendo al Divino Redentor- esta resignada actitud de la jerarquía católica realmente nos sorprendió, a pesar de que, en mi caso, no soy creyente.
Indudablemente en Costa Rica, el derbi de la capital Italiana entre el Vaticano y el Circo Romano -«opiofútbol»-, lo ganó por goleada este último. «Poderoso caballero es don dinero» (¡don denario diría Judas!).

 

*Imagen tomada de Semanario Universidad.

Enviado a SURCOS Digital por el autor.

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Copa Saprissa por las Mujeres – Liga FEM

Fútbol para la prevención de la Violencia contra las Mujeres

Copa Saprissa por las Mujeres – Liga FEM8

Fundación Saprissa y la Liga FEM de SEPROJOVEN organizan la Copa Saprissa por las Mujeres Liga FEM, iniciativa que se realiza en Conmemoración del Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la Mujer, con el objetivo de educar y concienciar a nuestras jóvenes sobre la problemática de la violencia y las herramientas para prevenirla; utilizando como método de convocatoria y abordaje el fútbol.

Copa Saprissa por las Mujeres – Liga FEM5

El sábado 15 de noviembre se iniciaron las actividades en el Estadio Ricardo Saprissa, con el Primer Torneo de la Copa Saprissa por las Mujeres Liga FEM, con la participación de jóvenes provenientes de las comunidades de Guararí, Rincón Grande de Pavas, León XIII, Los Cuadros y Desamparados, en el que se definirán los equipos que jugarán la final de la Copa.

Copa Saprissa por las Mujeres – Liga FEM2

 

Simultáneamente, mientras unas muchachas juegan en cancha, las otras participarán en un Taller facilitado por la Fundación Rahab –organización que lucha contra la trata de personas -, en el cual se analizará el tema de la prevención de la violencia.

Copa Saprissa por las Mujeres – Liga FEM

El sábado 22 de noviembre,previo al juego de primera división del fútbol profesional de Costa Rica entre Saprissa-Heredia, en el Estadio Ricardo Saprissa se realizará la final de la Copa Saprissa por las Mujeres Liga FEM. Después de la premiación, el equipo ganador desfilará con la Primera División del Deportivo Saprissa cuando haga su ingreso a cancha.

Copa Saprissa por las Mujeres – Liga FEM3

Así mismo las mujeres participantes de la Copa elaborarán mensajes publicitarios que serán expuestos y compartidos el 25 de noviembre en la gran Marcha Nacional organizada por el Ministerio de la Mujer – INAMU institución socia del proyecto Liga FEM de SEPROJOVEN.

 

Copa Saprissa por las Mujeres – Liga FEM4

 

Imágenes tomadas de https://www.facebook.com/seprojoven.soccivil

 

 

 

Información enviada a SURCOS Digital por Comunicación SEPROJOVEN.

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Nutrición y Fútbol, una mirada desde lo grupal

Nutrición y Fútbol, una mirada desde lo grupal

La Asociación de Psicoanálisis Crítico Social (ASPAS), el Centro de Estudios Psicoanalíticos (CEP), y la Asociación de Psicodrama, Sociometría y Teatro Espontáneo de Costa Rica (ASISTE) programaron para el jueves 31 de julio a las 7 de la noche la actividad “Nutrición y Fútbol, una mirada desde lo grupal”.

La primera parte estará dedicada a una charla de la doctora Ligia Chaves, nutricionista de la Selección Mayor de Fútbol de Costa Rica en el Mundial – Brasil 2014, sobre la experiencia vivida como profesional de la Nutrición. Ligia Chavez también es psicodramatista e integrante de ASISTE.

En la segunda parte de la noche se dispuso un conversatorio espontáneo entre la doctora Chaves y las personas participantes.

La actividad se programó en las instalaciones de ITARI, ubicadas en Barrio la Granja, San Pedro de Montes de Oca. Para más detalles puede comunicarse al teléfono 2225–9549 o bien visitar http://www.aspascostarica.com/

Información enviada a SURCOS por Úrsula Hauser.