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Etiqueta: fútbol

Pelé: habilidad, disciplina y constancia

José Luis Pacheco Murillo

Ayer el mundo se conmocionó ante el deceso de Edson Arantes Do Nascimiento, nombre que fue menos conocido que su simple PELÉ y como este nombre sencillo, así fue su vida. Fue un habilidoso en el fútbol y ese don otorgado, como el mismo lo dijo, por Dios, lo perfeccionó a través del entrenamiento, de la disciplina, de la constancia y pudo mostrar todo su esplendor a través de la humildad con la que exponía el fútbol y su comportamiento fuera de la cancha.

Precisamente, eso sucede con quienes no se vanaglorian y no se jactan de lo que son. Permanecen en mentes y corazones de quienes compartieron con él o simplemente disfrutaron de su “juego bonito”.

Un mortal como todos que, con lo que fue bendecido, lo hizo agradeciendo por ser lo que era. Su muerte, no sorpresiva por su enfermedad, nos demuestra que la debilidad humana está presente en todos, aunque parecieran que son inmortales o deberían de serlo, simplemente un día les llega el fin, como a todos.

Desde luego qué hay un sentimiento de tristeza que embarga a quienes lo admiraron, lo quisieron y compartieron con él y debería de haber un sentimiento de gratitud para él por lo que hizo mientras jugó al fútbol, por ser un “adelantado” y hacer tantas cosas maravillosas por primera vez. Quienes lo vimos gozamos y nos admiramos por sus jugadas. Su agilidad mental hacía que sus adversarios se sorprendieran con lo que hacía, sino que lo diga Mazurkewich, extraordinario portero uruguayo, al que Pelé le hizo una jugada genial en el partido entre Brasil y Uruguay en semifinales o cuartos de final de México 70, no fue gol, pero la jugada ha sido inolvidable.

El título de Rey fue concedido de manera totalmente justa porque logró demostrar su poder en el fútbol y su humildad fuera de las canchas.

Como homenaje a Pelé les sugiero revivir los momentos fascinantes de México 70. Disfrutarán del fútbol y de su máxima figura: EL REY PELÉ. Que descanse en paz.

Nuestro mundial

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Imagen tomada de Semanario Universidad “Barrios cobran protagonismo en calendario de Colección” 18 de febrero de 2020.

Jimmy era talabartero y ahora pienso que vivió en nuestro barrio, el histórico Pirro que anuncia el ingreso a la ciudad de Heredia, porque cerca quedaba una famosa fábrica de preparación de cuero que aún subsiste, a pesar del paso del tiempo, ahora combinada con nuevas actividades como un pequeño café y una venta de productos asociados.

Jimmy era un porteño enorme, mulato cuya figura contrastaba con su pequeña casa que olía a insumos para reparar zapatos, clavos, cuero puro. Su casa era una de las de madera, también históricas, que se “repiten” de dos en dos (diría Humberto Vargas en una de sus canciones) en ese mítico barrio Pirro, nombrado así por surgir a la vera del Río que cruza debajo de sus viviendas.

Recordé al talabartero en estos días de fútbol global. Lo recordé como artesano y obrero en su oficio, como tantos otros que históricamente han sostenido la actividad a pesar de la globalización, los emporios económicos y la producción en masa de los productos de cuero como zapatos, carteras y bolsos.

Lo recordé porque está asociado a mi memoria como aquel que nos llevó a nuestro primer mundial. Porque si, Jimmy también era entrenador de fútbol y nos juntó a una generación de chavalos en un equipo de ensueño (lo digo con toda la humildad del caso) que entrenábamos entre polvo y charrales ahí, donde ahora lucen imponentes las instalaciones de una institución universitaria privada.

No retengo nuestro estilo de juego (que por entonces debió ser la máxima de “todos para adelante”) ni cuántos partidos jugamos. Pero lo que si atesoro es que Jimmy solicitara a sus jugadores camisetas blancas porque él se encargaría de “lo demás”.

Y lo demás fueron los números de cuero que cuidadosamente cortó y cosió en el dorso. Eran números rojos enormes, como enorme nuestra devoción por el fútbol que seguimos amando.

Ya mi barrio se ha trasformado en un corredor de ingreso sin mucha posibilidad para la permanencia y el encuentro como los de aquellos años. Atrás quedaron los días interminables de exploración y juego, pero sigue intacto aquel momento en que el mundial, el verdadero, empezó en nuestros corazones.

Que la exploración y el juego nos sigan sorprendiendo.

¿Cómo sacar un balón que se ha ido al fondo del corazón?

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Era frecuente encontrárselo en la vieja avenida central en San José enfundado en un pantalón buzo y camiseta de tirantes. Sudaba copiosamente en su presentación, que consistía en manejar como verdadero malabarista una pequeña bola de tenis.

Su capacidad para controlar como artista las pequeñas proporciones de la pelota, le hacía ganar audiencias que celebraban sus rápidas hazañas.

También eran frecuentes sus presentaciones en el antiguo Estadio Nacional, en La Sabana, donde era invitado a los intermedios de los partidos internacionales a repetir su acto circense con la breve pelota de tenis rodando por todo su cuerpo menudo y musculado por la vida. Todos lo adoraban.

Le decían “Tango”.

Como si de una metáfora sobre los malabares de la vida y el cuerpo se tratara, el personaje bien podría haber sido una poesía sobre la capacidad de asombro, la emoción del equilibrio, el arte con los pies.

En estos días de tanta complejidad social y civilizatoria, hablar sobre fútbol desde un lugar implicado resulta una invitación a una disputa segura.

Dejando por fuera a quien por diversas razones (todas válidas) no se encanta por las maravillas de este deporte arte (el gol de Eder con Brasil en España 1982 es considerado el segundo mejor gol de la historia de los mundiales solo superado por la joya de Manuel Negrete en México 1986, el mismo mundial en el que se anotaría el mejor gol de la historia fuera de categoría por el mismísimo Maradona) surgen siempre voces ubicadas desde la seguridad intelectual y académica que les lleva a inferiorizar el gusto y el sentido social de este juego.

Recurro, como no, a Eduardo Galeano, el mismo a quien varios de estos sesudos intelectuales citan en sus trabajos sobre la realidad latinoamericana.

El uruguayo les dice, palabras más palabras menos, que le bajen dos rayitas a sus aires intelectuales sobre el fútbol-arte. A esta gente, que nunca vio a Tango bailar con su pequeña bola de tenis, Galeano les recuerda el potencial social y trasformador del fútbol, sin dejar de considerar sus contradicciones y paradojas, como cualquier actividad humana en estos tiempos.

En 1962 la selección rusa pasaba por San José en preparación para participar en el mundial chileno de 1962. En sus filas venía el mítico Lev Yashin, considerado a pesar de la posmodernidad y todavía, el mejor portero del mundo de la historia por encima de Curtois, Casillas y Navas.

A ese mito mi padre, con el que tantas veces vi a Tango en San José y en ese mismo estadio nacional, le empalmó un gol que todavía resuena en toda Mata Redonda. Esa pelota, un poquito más grande que la de Tango, entró lentamente “Al fondo del corazón”.

Eso es poesía.

Con este nombre publicamos hace unos años un libro a dos voces sobre esa gesta en Metáfora Editores (Guatemala), donde se incluye el siguiente texto con el que rindo homenaje sentido a esta particular forma de transformación de la realidad que resulta el fútbol:

XXXVIII

Tengo veinte años y no sé
si esto es el futuro.
Tengo veinte años
y la espalda
no deja de temblarme como voz
y sus tristes declaraciones de amor.
Tengo veinte años
y agarro tu mano
para enseñarte
esta película con el final que ya conoces:
Un portero vencido
un hombre condecorado
con tus ojos
y tus palabras
que vuelan.

Disfruten el arte de ver rodar un balón. Solamente eso. Déjense llevar. Otro mundo así también es posible.

A la Historia… Por Media Calle: “¿Qué significa para el pueblo costarricense que Costa Rica ganara el repechaje y vaya al mundial?”

El programa Voces X Media Calle comparte un video nuevo en su serie “A la Historia!… Por Media Calle”, del pasado martes 14 de junio.

En este episodio, el historiador Vladimir de la Cruz reflexiona sobre el triunfo de las Selección Nacional de Fútbol de Costa Rica, en el marco de la pregunta “¿Qué significa para el pueblo costarricense que Costa Rica ganara el repechaje y vaya al mundial?”.

Dadas las complejas situaciones socioeconómicas en que se encuentra el país, para el locutor, este gane representa un escape de la realidad, que le permitió a los y las costarricenses olvidar por unos momentos las crisis que están ocurriendo y aferrarse a estos instantes de celebración.

Habla además de cultura deportiva, ética en el deporte, “fair play” y las connotaciones psicológicas y hasta psiquiátricas que este deporte avoca en muchas personas.

Por algunos minutos, se refiere a las declaraciones del Presidente Chaves relacionadas con la autorización de llegada de militares rusos a Nicaragua, señaló las diferencias innegables entre el sistema democrático costarricense y la dictadura en Nicaragua. 

Aseguró que el mandatario Rodrigo Chaves “está hablando paja” y es ignorante del tema, ya que el evento no tiene ninguna implicación directa para Costa Rica y afirma que la llegada de tropas rusas, no representa peligro ni tensión para nuestro país.

Histórico acuerdo de fútbol

Manuel Hernández Venegas

Después de un largo y complejo proceso de negociación, este martes 14 la Federación de Fútbol de España, pactó con las jugadoras y el sindicato de jugadoras de la Selección de Fútbol Femenima, igualdad en la remuneración de los porcentajes de las primas salariales, con un factor de corrección de discriminación positiva en las primas, la regularización de los derechos de imagen de las futbolistas y mejoras de las condiciones de trabajo.

De esta manera, España se suma a otros países que han alcanzado igualar las primas salariales y condiciones laborales, entre hombres y mujeres, como los países nórdicos, Inglaterra y otros.

Aunque con dificultad, en bastantes países avanza progresivamente la igualación de las remuneraciones y las condiciones de trabajo, entre hombres y mujeres.

La negociación colectiva ha jugado un rol muy importante en este proceso de igualación.

En varios países del mundo se reducen las brechas, mientras que en el país de la Pura Vida, se retrocede, profundizándose más las históricas desigualdades entre hombres y mujeres, y en general, la violacion de derechos fundamentales de la clase trabajadora, particularmente de la negociación colectiva.

En otros países, se reducen las jornadas de trabajo, sin afectar las remuneraciones, mientras que en la idílica Suiza Centroaméricana, se impulsa un proyecto salvaje, de destrucción de la jornada histórica de trabajo de 8 horas, que causará un perjuicio mayor a las mujeres trabajadoras de nuestro país.

Los neoliberales “criollos” van con todo, por todo y contra todos y todas.

Martí Ventolrà: un mito del fútbol español en el exilio mexicano

Gabe Abrahams

Martí Ventolrà (Barcelona, 1906-Ciudad de México, 1977) empezó a jugar a fútbol a los 14 años. El Fortpienc y el Cataluña de Les Corts, situado en el barrio barcelonés de dicho nombre, fueron sus primeros equipos.

En 1924, Ventolrà fichó por el RCD Español, con el cual consiguió el Campeonato de Cataluña y la Copa del Rey ante el Real Madrid en 1929, año en el que debutó con la selección española de fútbol.

Tras su etapa en el RCD Español, entre 1930 y 1933, Ventolrà jugó en el Sevilla FC. En la capital andaluza, acabó de consagrarse. Ventolrà empezó a ser considerado uno de los grandes jugadores del fútbol español. Destacaban sus centros milimétricos, sus goles espectaculares y su dominio del juego aéreo.

En 1933, Ventolrà fichó por el FC Barcelona e inició una etapa que lo consagraría definitivamente como un mito futbolístico. En esta etapa, consiguió dos Campeonatos de Cataluña (1934-35 y 1935-36) y notables gestas. La más destacada ocurrió el 21 de abril de 1935 contra el Real Madrid (5-0). Ventolrà marcó cuatro goles. Todavía sigue siendo el único jugador del club catalán que ha conseguido esa cifra de goles en un clásico.

En 1934, Ventolrà jugó también la Copa del Mundo de Fútbol celebrada en Italia con la selección española, llegando hasta los cuartos de final. Precisamente, la selección italiana que luego sería la campeona impidió tras un doble partido que España alcanzase las semifinales. España estuvo cerca de llegar a ellas y de alcanzar la gloria.

En 1937, en plena Guerra Civil Española, el FC Barcelona participó en una gira internacional por México y Estados Unidos. En México, Ventolrà decidió no regresar a España. La versión oficial afirmó que el jugador se quedó en tierras mexicanas por una oferta del Club España; la realidad fue diferente. Martí Ventolrá era de izquierdas, catalanista y republicano y, durante la Segunda República Española, había ejercido de secretario general del sindicato de futbolistas catalanes. Ante la posibilidad de que los sublevados contra la República Española ganasen la guerra y de represalias posteriores, Ventolrà decidió optar por el exilio.

El camino del exilio fue escogido por otros jugadores azulgranas en la misma gira. Por ejemplo, Josep Escolà y Domènec Balmanya fijaron su residencia en Francia y ficharon por el FC Sète. El Barça prácticamente se deshizo en esa gira. Ventolrà no regresó a Barcelona hasta el año 1955.

Con el Club España de México, Ventolrà jugó dos años y ganó la Liga mexicana de la temporada 1939-40. Después, fichó por su rival el Atlante FC, consiguiendo varios títulos de Liga (1940-41 y 1946-47), Copa (1941-42) y Supercopa (1941-42), a los que añadió el logro de ser máximo goleador de la Liga mexicana en la temporada 1940-41. En México, Ventolrà reforzó su condición de mito.

En 1937, el presidente de México, Lázaro Cárdenas, realizó una recepción importante a la plantilla del FC Barcelona que se encontraba de gira y acababa de llegar a México. El Barça era visto por aquellas tierras como una especie de embajador deportivo de la Segunda República Española. Durante la recepción, Ventolrà conoció a Josefina Rangel Cárdenas, pariente del presidente mexicano. En 1939, se casó con ella y tuvo cuatro hijos: Martín, José, Guadalupe y Jorge.

Uno de esos hijos, José Ventolrà Rangel, fue futbolista y jugó el Mundial de México’70, hecho que provocó que Ventolrà estableciese otro registro único. Con su hijo, se convirtió en la primera pareja padre-hijo en disputar dos mundiales con dos selecciones distintas.

Ventolrà regresó a Barcelona en 1955, porque su padre estaba enfermo. Los directivos del FC Barcelona de la época, todos adeptos del régimen de Franco, intentaron convencerle para que entrenase al club. Era un intento de utilizar a un jugador carismático del exilio para dar una imagen afable del régimen. Ventolrà no cedió y rápidamente volvió a México.

Martí Ventolrà murió en 1977 a los 70 años en la Colonia Portales, en Ciudad de México. Los aficionados mexicanos lloraron su muerte. El Barça y el fútbol español le recuerdan como uno de sus más grandes delanteros de todos los tiempos.

Amberes 1920: una plata muy vasca

Gabe Abrahams

La selección española de fútbol ha realizado un magnífico torneo en la recientemente creada Liga de las Naciones Europea, torneo de la UEFA. España ha desplegado un juego basado en el control del balón y en la rapidez y la técnica. La derrota por 2-1 en la final ante Francia, la actual Campeona del Mundo, ha sido injusta. España mereció ganar.

Esta actuación de España tiene grandes paralelismos con la actuación de la selección española que disputó los Juegos Olímpicos de Amberes en 1920, hace un siglo. Ambas selecciones acudieron a un nuevo torneo, quedaron segundas y consiguieron la medalla de plata. Pero, ¿qué ocurrió hace 101 años en Amberes? Tenemos muy presente lo ocurrido ahora. ¿Qué pasó entonces?

Los Juegos Olímpicos de Amberes 1920 fueron la sexta edición de los Juegos de la época moderna. Celebrados en Amberes (Bélgica) del 20 de abril al 12 de septiembre de 1920, significaron un gran éxito para la selección española de fútbol y supusieron el inicio de una trayectoria que se coronó con la victoria de España en la Copa Mundial de Sudáfrica de 2010.

El torneo de fútbol fue disputado por 14 equipos, entre el 28 de agosto y el 5 de septiembre. Los estadios que acogieron la competición de fútbol fueron varios: el Estadio Olímpico de Amberes, el Estadio Broodstraat de Amberes, el Estadio Joseph Marien de Bruselas y el Estadio La Butte (actual Joseph Marien) de Forest.

España disputó su primer partido el 28 de agosto, en el Estadio La Butte, ante unos 3.000 espectadores y bajo la lluvia. Ganó por 1-0 a Dinamarca, gracias a un gol del vasco Patricio (Patricio Arabolaza Aranburu) marcado en el minuto 54. Tras recibir Patricio un centro de otro jugador vasco, Pagaza (Francisco Pagazaurtundua González-Murrieta), y chutar con un disparo fuerte y pegado al poste, la pelota alcanzó el fondo de la red. El mítico portero Ricardo Zamora tuvo una actuación magistral durante todo el encuentro que evitó el empate.

Posteriormente, España se enfrentó a la anfitriona Bélgica en cuartos de final, siendo derrotada por 3-1.

La final del torneo de fútbol la disputaron Bélgica y Checoslovaquia. El partido no se finalizó, porque los checos abandonaron el campo por las decisiones arbitrales. Eso provocó que Checoslovaquia fuera descalificada y que Bélgica ganase la medalla de oro.

Con la descalificación de los checos, el segundo puesto se lo disputaron España y los Países Bajos el 5 de septiembre. España volvió a ganar y derrotó por 3-1 a los Países Bajos, alcanzando el segundo puesto y la plata olímpica. Los goles de España fueron conseguidos por otros dos jugadores vascos: Pichichi (Rafael Moreno Aranzadi) y Sesúmaga (Félix Sesúmaga Ugarte).

En los Juegos Olímpicos de Amberes, nació la famosa “furia española” que se culminó en el Mundial de Sudáfrica de 2010 y que ha reaparecido en la Liga de las Naciones Europeas de 2021. En el partido disputado por España ante Suecia el 1 de septiembre de 1920, el vasco José María Belauste chilló a su compañero de selección y del Athletic Sabino Bilbao: “¡A mí, Sabino, que los arrollo!” o “¡A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo!” (difieren las versiones). Esa frase dio vida a lo que luego se conoció como “furia española”, en cierta forma una furia muy vasca.

Y es que en esa primera gran cita con la historia del fútbol de la selección española, la de Amberes 1920, la selección estuvo compuesta prácticamente por vascos, catalanes y gallegos. Además de los cuatro goleadores citados (Patricio, Pagaza, Pichichi y Sesúmaga), formaron parte de la selección otros vascos como Agustín Eizaguirre Ostolaza, Pedro Vallana Jeanguenat, Domingo Gómez-Acedo Villanueva, Mariano Arrate Esnaola, Juan Artola Letamendía, Sabino Bilbao Líbano, Ramón Eguiazábal Berroa, Marcelino Silverio Izaguirre Sorzabalbere o el capitán José María Belaustegigoitia Landaluce, conocido como José María Belauste, mediocentro del Athletic Club y, junto con Pichichi, la gran estrella del Athletic de las décadas de 1910 y 1920.

Los otros héroes de la selección en Amberes fueron jugadores catalanes de la talla de Ricardo Zamora, considerado uno de los mejores porteros de todos los tiempos por la FIFA, o Josep Samitier, mito del FC Barcelona y el Real Madrid.

El entrenador que estuvo al frente de aquella selección fue otro personaje mítico, Francisco Bru Sanz o Paco Bru, futbolista del primer Barça, practicante de Jiu-Jitsu, plusmarquista nacional de lanzamiento de disco, árbitro, entrenador… Parece ser que Bru, en su primer partido como árbitro, portó un revólver en los pantalones, y que, al ser preguntado por ello, contestó que, en su primer partido, quería tranquilidad.

Eran otros tiempos. Muy diferentes. Ha pasado un siglo de todo esto. De los héroes de Amberes y de una “furia española” muy vasca. El propio Mundial de Sudáfrica donde el fútbol español alcanzó su cima tiene más de una década. La selección española que ha disputado la Liga de las Naciones en este 2021 se ha reencontrado con su historia, consigo misma, y vuelve a volar alto.

EL EFECTO SIMONE

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

El primer plano de su rostro mostraba una persona desencajada, desconcertada. Acostumbrado a vencer rivales con una técnica depurada y dejarlos desperdigados en el campo de juego, esa noche ofreció un pobre espectáculo que a la postre coincidió con el del resto del equipo. Brasil, el favorito Brasil, perdería la final del campeonato mundial de fútbol de Francia 1998.

Luego se sabría que la noche previa, Ronaldo Luiz Nazario de Lima o, simplemente Ronaldo, había sufrido un colapso que se reflejaría en su estado físico y emocional en ese importante partido. Una columna del sitio digital “apuntes de rabona” sobre ese hecho, señalaba que el jugador no sabría dónde estaba y que había “corrido porque tenía que hacerlo”.

Denominado en el concierto global mediático como “El fenómeno” por sus capacidades innatas para jugar al fútbol, Ronaldo, el joven Ronaldo de 21 años, sucumbiría así a la presión global que había depositado sobre él la responsabilidad de guiar a la mítica Brasil a un quinto campeonato del mundo. Lo lograría finalmente cuatro años después en el mundial de Japón y Corea en 2002.

A esa noche francesa, el jugador llegaba como la indiscutible estrella global del deporte. Figura e imagen de la marca transnacional de implementos deportivos Nike, amasaba una temprana fortuna y las luces de los reflectores brillaban sobre su sombra.

La misma marca había creado para él los primeros zapatos de fútbol personalizados y con marca patentada de la nueva era: “Mercurial R9”. Luego de esta aventura publicitaria, vendrían los CR7, los Messi contemporáneos y el mundo del fútbol seguiría girando en su danza de millones hasta hoy.

Lo que ocurrió con Ronaldo la noche del 11 de julio de 1998 previa a la final, es un ejemplo de lo que el alto rendimiento, esa fábrica de hacer sueños a costa de las subjetividades, hace con los deportistas. Sucumbió a una convulsión que lo alejaría de la realidad hasta el día siguiente en el que, como mencionó la columna ya citada, “jugó pero no jugó” en el partido de la final francesa. Posteriormente, problemas de tiroides dieron al traste con su condición física y debió retirarse de toda actividad futbolística.

23 años después de este episodio el mundo sigue contemplando la tensión no resuelta entre deportividad y rendimiento, éxito y salud, perfección y error. En unos Juegos Olímpicos disruptivos, como todo lo que ha pasado en este planeta desde marzo de 2020, el clamor de los deportistas por el respeto a su humanidad ha sido constante. Han aprovechado la vitrina de los medios globales y las redes sociales para hacerlo.

No es común ver a un o una atleta de renombre quebrarse, bajarse de la competencia nombrando su derecho a la salud mental, al resguardo emocional. Ya lo había hecho, este mismo año, la tenista japonesa Naomi Osaka al desdeñar la hegemonía de los micrófonos y las cámaras en el Abierto de Francia Roland Garros, aduciendo que necesitaba proteger su integridad como persona. Terminó abandonando el torneo.

Pero allí no acaba la disrupción de las subjetividades. Reconocida como “La gimnasta imposible” por sus siempre perfectas rutinas de alta calificación, sus acrobacias sin comparación, su perfil permanentemente impecable, la atleta estadounidense Simone Biles, puso en otra dimensión una discusión actual y preocupante sobre la salud integral de las personas que bregan en el alto rendimiento.

En tiempos de pandemia y todo lo que trajo a su paso para las subjetividades, este no es un tema menor. Quizá luego de que el núcleo del virus se aleje y se reinstale nuevamente la vida bajo otros signos, los abordajes sobre la salud mental sean reconocidos desde verdaderas políticas públicas que no sigan enfoques solamente restituyentes y rehabilitatorios. Estos temas, finalmente, deben abordarse y defenderse contra toda lógica economicista, racionalista.

El impacto de lo hecho por Simone Biles en esta semana de exposición mediática ha sido evidente. Otra deportista casada con los millones de Nike (con quien terminó su relación en 2015) y con la marca Athleta (vinculada a la transnacional Gap) ha detenido de alguna manera y por algunos días la maquinaria del espectáculo deportivo y ha obligado a la audiencia global a poner sus ojos sobre la persona, no la gimnasta.

Tras ella se cuentan otros gestos de deportistas que han salido a expresar su condición de humanidad. Sobre ellos hablaremos en otro momento. Por lo pronto, recordémonos que todos, todas en todos los campos de la vida, tenemos que ejercer el derecho irrenunciable a quebrarnos, a mostrarnos con todas las debilidades y fortalezas para luego levantarnos una y otra vez como demostración de humanidad. Simplemente humanidad.

Esa es la disputa a la que asistimos contra un sistema preparado, o que dice preparar para la perfección. Este pareciera ser el efecto Simone, la principal medalla que cuelga de su cuello y del nuestro como la persona que es, que somos.

W.P.

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

El video arbitraje asistido, conocido como V.A.R por sus siglas en inglés, vino a revolucionar el fútbol global o al menos en aquellas regiones donde las condiciones materiales y económicas han permitido equipar salas como si fuesen verdaderos estudios de televisión.

Algunos apuntan que dicha transformación le ha restado emoción, arte, belleza, escena e improvisación a un deporte que no termina de asombrar. Otros, en cambio, celebran la corrección, el ajuste, el equilibrio, la eliminación del error. La discusión sigue latente.

Pero si hay un hecho que ha sacudido los cimientos de la puesta en escena en cancha, es la producción televisiva que un día sí y otro también expone con primeros, primerísimos planos las acciones, los gestos, las jugadas elaboradas y también las formas de discriminación que a menudo los jugadores cometen y luego encubren y justifican señalando que las mismas eran parte del “calor del juego”.

Ha sido tal el impacto de la imagen en la dinámica del fútbol global que los protagonistas han ingeniado formas artificiosas para que la audiencia global no logre alcanzar a ver sus provocaciones verbales, su vocabulario explícito, la altanería en sus reclamos frente al encargado de impartir justicia. Algunas veces logran esconder su trama. Otras no. Y se convierten, como se suele llamar ahora, en una viralización (vaya paradoja) que termina resultando en tendencia en redes sociales.

El último suceso, no por ello menos importante, ocurrió en la Eurocopa que por estos días se disputa. En este caso no solo fue la pericia de la imagen. Es algo que vas más allá y nos obliga a analizar el discurso y la simbólica producida en el hecho.

Al anotar un gol con su selección frente a Macedonia Norte, el jugador austríaco Marko Arnautovic realizó una señal con sus manos que en apariencia significaba un mensaje de aprobación. La señal, sin embargo, iría acompañada de un insulto considerado racista en contra de los Albanos. Inclusive en algunas imágenes internacionales se logra apreciar a David Alaba, compañero del jugador, tratando de inhibirlo para que no continuara con sus exabruptos. Al momento de escribirse esta columna se conoce que el jugador fue multado por la UEFA con un partido de suspensión por estas acciones, catalogadas como discriminatorias y antideportivas.

Desde distintos análisis compartidos se ha considerado que la señal de Arnautovic remitía a un gesto altamente criticado por ser vinculado a la simbólica del supremacismo blanco. La formación que el jugador hizo con sus manos en la celebración del gol, refiere a las letras WP, que se vinculan a la expresión «white power» (poder blanco) utilizado por tales movimientos en años anteriores.

Justamente para “desviar” la atención en sus presentaciones públicas y mitines, el movimiento supremacista hacia uso de la figura, disfrazándola de un “todo está bien” o un “okey” que parecían estar expresando. Sin embargo, en el fondo la señal constituye una afrenta simbólica y discursiva frente a las poblaciones y grupos que han sido maltratados por tales movimientos.

Las formas de opresión y discriminación son cotidianas y se expresan en las prácticas y más aún en los lenguajes. Por eso apoyo absolutamente aquellas acciones afirmativas que resultan en posibilidades de reivindicación social y política de grupos histórica y estructuralmente excluidos.

A la carga simbólica del gesto del jugador en la Eurocopa podríamos sumarle tantas otras formas de opresión en contextos más cercanos. Lo que ocurre en Costa Rica con los territorios indígenas es un buen ejemplo. No es solo una cuestión semántica la instalación de un supremacismo blanco, clasista y usurpador, como el que experimentan muchos pobladores indígenas legítimamente constituidos por derecho ancestral, en ocupantes de territorios que por historia les pertenecen.

No es solo un asunto de una seña racista que carga con un fuerte peso simbólico. Se trata en el fondo de cientos de años de opresión y racismo que no han logrado ser superados en contextos como el costarricense. En este caso, la seña es ingeniosa y urge descodificarla. A esa tarea deberíamos avocarnos de inmediato, para empezar a desterrar esos lenguajes de superioridad que en nada ayudan a la necesaria convivencia que como país nos urge reconstruir.

Imagen: https://www.lasexta.com

A la mano de Dios (ll)

Autor: Hernán Alvarado

El conocido gol de «la mano de Dios», contra Inglaterra, despejó la recta final de Argentina hacia su segunda Copa Mundial (México, 1986). Sin embargo, se necesitó otro, también de Maradona, aún más increíble, llamado el «gol del siglo». Ambos descritos en la columna anterior. Aquí se reabre la reflexión ética que trajo a la mesa aquel primer gol mal habido.

Súper yo, el severo

Las declaraciones de Maradona al final de aquel memorable 2 a 1, fueron interpretadas de diversas maneras, en la mayoría de los casos conservando su ironía [1]. Algunos se las tomaron más literalmente y fundaron después la Iglesia maradoniana, en la ciudad de Rosario, el 30 de octubre de 1998. Esta religión posmoderna cuenta hoy con más de medio millón de seguidores en todo el mundo; se la considera paródica y tiene biblia, mandamientos, oraciones y rituales para honrar la memoria del «D10S», quien resucitó después de retirado, como si fuera un dios griego. La finalidad parece ser que la «pelota» no se manche y uno de los versos de su Credo reza: «El gol a los ingleses», que se considera un milagro. Lo más curioso es que no naciera de la fantástica narrativa de Alejandro Dolina.

Ahora bien, un gol con la mano es una trampa mayúscula. De ahí que validado como error o celebrado como milagro deja mucho qué decir. Los primeros que saltaron fueron los moralistas, que tanto creen en la pureza de los valores: ¡qué mal ejemplo!, gritaron a coro. El moralismo implica, verbigracia, que el mal no es solo el hecho, sino también el pensamiento, así que pensar en la mujer del prójimo es ser infiel.

El moralismo no respeta límite y cuanto más idealiza el valor, peor queda el ser humano de carne y hueso. Ningún ser humano, transeúnte entre cuna y tumba, alcanza plenamente sus ideales. De ahí que las mejores personas parezcan santas o sabias, incluso héroes o superhéroes. Pero cuanto más absoluto el valor, tanto más el número de infieles y pecadores. De ahí la paradoja del descubrimiento freudiano: las personas mejor portadas son más torturadas por su «conciencia moral» o «superyó», es decir, juzgan más severamente su comportamiento, comparado con la aspiración.

El absurdo moralista

Las contradicciones de ese moralismo caen por su propio peso. Puesto que «No hay santos que orinan», como dice el pueblo, casi ningún ser humano da la talla. Solo una selecta élite se considera a sí misma digna del estándar. Así hablaba Zaratustra [2]. O sea que el moralismo funciona como modelo de control y dominación para todos los que no pertenecen a la aristocracia del Olimpo y deben someterse, por tanto, a la «voluntad de poder» de los exaltados.

En el caso particular, es verdad que Maradona mete su mano izquierda, subrepticiamente, para ganarle el lance a esa leyenda que ya era Peter Leslie Shilton. Razón tenían sus compañeros en protestarle al árbitro. Pero también se sabe que una decisión arbitral, equivocada o no, es absoluta. Estrictamente hablando, no fue un gol «antirreglamentario». ¿Cuántas cosas han dejado pasar los referís? Después se validaron goles con la mano de William Gallas, Thierry Henry, Luis Suárez y Javier «Chicharito» Hernández. En suma, aquel gol no fue obra exclusiva de Maradona. Y aunque lo fuera, pedir perdón por ello hubiera sido «una estupidez», como él mismo lo dijera mucho después. Ahora que existe el VAR, los árbitros se equivocarán menos, pero el error no será desterrado. Algo que sería no solo imposible sino además inconveniente, porque el yerro es parte del encanto que tiene el deporte.

¿Y con cuál autoridad moral?

En un juego confrontativo, como el fútbol, ¿es más ético salir a empatar un partido que tratar de ganarlo con un gol amañado? Lo maravilloso del juego es que no cabe ni en sus propios límites, o sea que sus bordes también son flexibles y siguen en disputa. Quien no juega al filo de la regla posiblemente pierda; el fuera de juego ejemplifica, cotidianamente, ese desafío. Por eso, resulta ilógico juzgar las transgresiones lúdicas, como las de los interdictos culturales, desde una moral hipócrita y ajena. Por ejemplo, no puede juzgarlo una sociedad que sacraliza la ganancia del capitalista, quien extrae el excedente que producen los trabajadores productivos, mientras se roba el futuro de los niños con un sistema económica y ecológicamente insostenible con tal de enriquecerse a manos llenas. Aunque disimule aquella otra «mano invisible», que también se volvió famosa el siglo pasado, descubierta antaño por Adam Smith (1723-1790). Según él, no era la mano divina del rey la que repartía la riqueza, lo hacía el mercado, independientemente de cualquier intención, cual mecanismo impersonal y neutro. Aunque resulte sospechoso que el mercado haga más rico al rico y más pobre al pobre, el argumento asegura la apropiación privada de la riqueza social mientras amortigua la crítica a la dominación dada la desigualdad que sostiene, aunque no siempre logre contener la recurrente sublevación popular [3].

Entonces, Inglaterra, cuna del capitalismo, no tiene autoridad moral para juzgar un gol con la mano. Máxime si se considera que el imperialismo tiene el pillaje por móvil y nadie lo sabe mejor que los británicos. Por eso, el gol de Maradona pareció una revancha, porque el pueblo argentino sangraba otra vez por las Islas Malvinas, aún hoy bajo administración del Reino Unido. He ahí un rebote político inesperado de una acción deportiva semicasual.

Un juicio al sesgo

Sin embargo, queda en pie el cuestionamiento ético deportivo, porque ese gol contradice lo que se considera una competencia cortés, caballerosa o noble [4]. Esa jugada no es ejemplo de mejor actitud y la ética muerde ahí donde no se halla coherencia entre lo apreciado y practicado. Nadie puede evadir sus cuestionamientos, ningún jugador puede estar por encima del juego; como ninguna persona puede estar por encima de la ley.

Pero justo ahí es mejor suspender el juicio ético. Primero, por cortesía con un artista que merece descansar en paz; además, ningún juicio in absentia resulta solvente. Y segundo, porque al final vale más resaltar el gesto majestuoso de Edson Arantes do Nacimento, inclinado sobre la tumba del Pelusa, flores en mano; fotomontaje que se hizo viral porque porta un potente mensaje: quien honra a su adversario se dignifica a sí mismo. Hasta lo falso puede contener, entonces, una pizca de verdad, como igual puede haber cariño en la rivalidad. Por eso no hay ética sin discernimiento. En realidad, el rey Pelé envió una corona fúnebre a la Casa Rosada, con un epitafio para su amigo: «Dios le dio el genio, el mundo le dio su amor».

Notas:

[1] Diego dijo que ese gol fue «un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios».

[2] Alusión al famoso libro de Friedrich Nietzsche (1844-1900).

[3] Aunque Karl Marx (1818-1883), el mejor crítico del capitalismo, sabía bien que la norma jurídica es histórica; así que donde se considera jurídicamente válido apropiarse sistemáticamente de una parte del trabajo ajeno no hay robo sino astucia.

[4] Ya se había notado que los valores se imponen siguiendo un modelo aristocrático. Ver: Nietzsche, F. (2014). Genealogía de la moral. Un escrito polémico. Buenos Aires, Ediciones Lea. Kindle. Loc 369.

 

Publicación original en GAZeta Guatemala. Compartido con SURCOS por Hernán Alvarado.