Por Arnoldo Mora
Las últimas noticias que nos llegan de varios rincones del planeta, los más calientes por razones geopolíticas, horrorizan a todo aquel que tenga un mínimo de sensibilidad sin distingos de ninguna especie: ideológicos, religiosos, culturales, económicos, sociales, o geográficos. El desarrollo científico-técnico, como temía Einstein en los últimos años de su vida y afirmó siempre Freud, con frecuencia no ha promovido los mejores valores sino, todo lo contrario, solo ha servido para despertar, especialmente entre las élites de poder de las potencias occidentales, sus instintos primarios sado-masoquistas. El poder destructor del ser humano ha sobrepasado su capacidad de crear y construir; peor aún, lo justifica invocando cínicamente como pretexto las más nobles causas, como la salvaguarda de la paz, aun cuando esto implique pisotear las normas más elementales del derecho internacional y negándose a forjar unas Naciones Unidas más fuertes y democráticas y no como ahora, que desde Reagan, Washington quiere verla convertida en una inocua institución de beneficencia, una especie de Ejército de Salvación.
Demás está decir que quien más sufre con estos delirios genocidas es la población civil, especialmente niños, enfermos y mujeres. Es profundamente indignado que escribo estas líneas ante las noticias que nos llegan minuto a minuto de lo que está haciendo el sanguinario gobierno de Netanyahu en la Franja de Gaza, uno de los territorios más densamente poblados del mundo, totalmente desguarnecido frente a los ataques militares de uno de los ejércitos más modernos y mortíferos de la tierra. De nada ha servido el nobilísimo gesto del Papa Francisco visitando Palestina e Israel (“Tierra Santa” para las tres religiones monoteístas, dos de la cuales – el cristianismo y el Islam – son las más extendidas en el mundo, aunque la más pequeña en cuanto a número de creyentes, la judía, es la más poderosa militar y financieramente) y haciendo que los máximos dirigentes políticos de Israel y Palestina se estrechen las manos en señal de paz.
Frente a este terrible panorama, hay que buscar urgentemente una solución que sea permanente y justa. De lo contrario, toda persona mínimamente decente seguirá sintiendo vergüenza de pertenecer a la especie humana, la más mortífera de las que han surgido de la evolución biológica. Para no quedarme tan solo en la protesta, por mas legítima que ésta sea, como un intento desesperado por detener este baño infame de sangre y sin otra intención que darle una oportunidad a la paz, animado tan solo de buena voluntad, se me ocurre que lo más factible para buscar una solución es establecer dos etapas: la primera y más urgente es levantar un clamor universal, sobre todo recurriendo a organizaciones de la sociedad civil (ONG, organismos religiosos y de derechos humanos, grupos humanitarios, intelectuales y gentes del mundo de la cultura, estrellas del arte, del espectáculo y del deporte) para obligar a las partes beligerantes a aceptar un cese del fuego como paso previo a crear las condiciones para lograr una intervención de Naciones Unidas.
La paz mundial está en juego. No olvidemos que lo que comienza por un conflicto regional, pronto se puede extender a otras partes de una manera vertiginosa e incontrolable, máxime en una región que ya está incendiada (Siria, Irak, Libia, Paquistán, Afganistán). A más largo plazo, solo hay una solución: el respeto irrestricto al derecho Internacional que comienza por acatar los acuerdo de fronteras de 1967, lo mismo que todas las resoluciones de Naciones Unidas. Valga la pena recordar que Israel ha sido quien más ha violado o ignorado dichas resoluciones desde décadas atrás. Israel tiene derecho a tener un Estado libre y soberano, pero debe entregar los territorios ocupados. Solo así se logrará una paz duradera que debería culminar con acuerdos de cooperación entre Israel y sus vecinos, dado que Israel es un país muy avanzado en el ámbito científico-técnico y sólido financieramente, mientras que los países árabes vecinos siguen estando más atrasados. Así el infierno actual podrá convertirse en un ejemplo e inspiración para otras regiones igualmente azotadas por la barbarie de la guerra y de interminables y sangrientos conflictos. ¿Una utopía? Tal vez lo parezca. Pero en la tierra natal de los profetas bíblicos y de Jesús de Nazareth lo milagroso es también parte de su historia.
Ilustración: http://www.odi.ucr.ac.cr/
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