Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense.
Primera parte.
“Un millón de personas tienen trabajos sustituibles por máquinas. Investigación revela que uno de cada dos empleos en Costa Rica tiene elevados riesgos de automatización…La mitad de los trabajos de la población ocupada en Costa Rica tienen un alto riesgo de automatización, es decir se pueden sustituir por máquinas, computadoras o algoritmos que desempeñen estas funciones a menor costo en comparación con el ser humano” Manuel Avendaño Arce EL FINANCIERO n° 1317 26 de diciembre de 2020 página 4.
Hace unos meses intentamos formular, al menos algún enfoque teórico que tuviera cierto valor explicativo acerca del origen y los alcances del complejo fenómeno de la llamada pandemia del Covid 19, cuyos alcances y efectos más ignominiosos (e incluso genocidas) parecen conectarse con los aún más temibles de la llamada Cuarta Revolución Industrial que podría deshacerse de más de la mitad de la fuerza laboral en nuestro medio, a los que estamos enfrentados como individuos y también como humanidad no importa si lo ignoremos, de una manera consciente o no, sus efectos o augurios, más o menos perceptibles, han llegado para quedarse entre nosotros.
El mencionado ejercicio teórico lo hemos intentado, ya sea anclándonos –por así decirlo- en la búsqueda de herramientas cognitivas dentro de los cánones de la sociología clásica de finales del siglo XIX (v.g.r. EL PARADOJAL DESTINO DE LA SOCIOLOGÍA CONTEMPORÁNEA, apartados del I al X) y primeros años del anterior, o más probablemente desde la sociología del conocimiento, una rama separada de aquella, surgida en Alemania durante la década de 1920, como resultado del intenso debate teórico sobre la noción de ideología y sus alcances surgido en los medios académicos de una nación, que como el resto de Europa, se encontraba profundamente afectada por las secuelas de la Gran Guerra de 1914-1918, las que darían origen a un enorme conflicto social y político, al ascenso de los totalitarismos y a un nuevo conflicto armado, siempre en gran escala hasta alcanzar dimensiones planetarias, apenas un par de décadas después.
La discusión acerca de las relaciones, y también fricciones o múltiples rupturas, más o menos frecuentes, entre el conocimiento entendido en estricto sentido, y la existencia social de nosotros, los de la especie humana, tan propensa hacia los conflictos, y todo tipo de acciones letales que no han cesado de escalarse desde los más lejanos tiempos prehistóricos, cobró nuevos matices e intensidad con los planteamientos de Karl Mannheim (1893-1947) y su perspectivismo, al someter la teoría de la ideología de K. Marx, tomada como “falsa conciencia” que enmascara la realidad(o extensión real única de que hablaba Georges Gurvitch (1894-1965), el sociólogo rusofrancés, con su hiperempirismo dialéctico) a la crítica de que hacía objeto a todas las visiones de mundo existentes en el conglomerado social, al considerarlas precisamente como falsa conciencia, valga la reiteración de este tema que ya habíamos abordado en nuestra reflexiones sociológicas.
El fenómeno social total que ha puesto a la especie humana en alto riesgo de extinción, dada la dimensión planetaria que ha venido asumiendo a lo largo del año que está a punto de concluir, no sólo resulta muy complejo para ser entendido, dada la imposibilidad de ir más allá del ascenso de la insignificancia en que hemos caído, al no poder la gran mayoría de los seres humanos concentrarse o poner su atención en un tema más allá de los cinco o diez segundos de un spot de televisión (v.g.r. Cornelius Castoriadis), llevándonos a caer en actitudes que van desde la pusilanimidad hasta la estupidez manifiesta, por lo que tarea se torna virtualmente imposible..
El tema de las muertes, los contagios, las vacunas y las camas hospitalarias nos conduce, por momentos, por la vía de los reduccionismos más variados, hacia la imposibilidad de captar la totalidad de un fenómeno en el que las dimensiones clínica, económica, política, social y cultural están inextricablemente unidas, de una manera tal que: “se pone de manifiesto la profundidad de una crisis múltiple, cuyos elementos sociales y naturales están inextricablemente unidos, además de que sólo así pueden ser entendidos y confrontados, en la medida en que se profundiza la naturaleza misma de los problemas clínicos a resolver, también lo hacen los de la dimensión sociológica en términos del manejo social (y epidemiológico) del evento patológico…(EL PARADOJAL DESTINO DE LA SOCIOLOGÍA CONTEMPORÁNEA VII, 7 de abril de 2020, sección de opinión, diario digital www.elpais.cr).
La pérdida de millones de puestos de trabajo y la acelerada caída de la economía en escala planetaria, durante el año transcurrido desde su inicio, constituyen los efectos palpables de un fenómeno del que todos hablamos, aún sin entenderlo, e ignorando todavía el hecho de que, a la larga parece estar unido a las dinámicas destructivas de la Cuarta Revolución Industrial, con su anunciada mecanización- deshumanización del mundo del trabajo ¿Prescindirán la humanidad o las élites del mundo industrializado de más de la mitad de la población del planeta? Al menos no aparecen respuestas o reacciones que vayan en sentido contrario por ninguna parte, mientras tanto seguimos alucinados mirando o sufriendo el fenómeno de la pandemia y sus estadísticas de morbilidad y enfermedad. La confusión e indiferencia de la gran mayoría de las gentes son tales que pareciera que muchos los ven con admiración, o tal vez tendrán la expectativa, no siempre fundada en hechos comprobados o comprobables, de que la catástrofe que se está incubando en una atmósfera casi imperceptible, aunque sus ecos sean cada día más sonoros, no los alcanzará a ellos.