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¿A qué se debe la ausencia de la Sociología en la Ley de Salud Mental y su Reglamento?

Alonso Gamboa
Estudiante de Sociología de la UCR
Coordinador de la Red de Estudiantes de Sociología de Latinoamérica y el Caribe (RESLAC)
Activista Neurodivergente de DDHH

Entremos un poco en contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido que la “Salud Mental” (SM) es un estado completo de bienestar físico, mental y social, donde las afecciones a la “SM” comprenden trastornos mentales y discapacidades psicosociales; además hace saber que la prevención del suicidio es una prioridad, entendiendo a la “SM” como un Derecho Humano.

La OMS señala que, a nivel mundial el suicidio es la tercera causa de muerte de personas entre 15 a 29 años, en su mayoría personas de países de ingreso bajo-medio, en el caso de Costa Rica y para el 2024, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) cifró en 12 948 los casos de intentos de suicidio y lesiones autoinfligidas, siendo el principal grupo las personas entre 20 y 44 años contabilizando 6 295 casos, siguiendo el grupo de personas de entre 10 y 19 años, con 4 838 casos reportados; la CCSS también señala el comportamiento distinto entre hombres y mujeres.

El país haciendo un esfuerzo para la atención de la “SM”, crea la Ley de Salud Mental y su Reglamento, donde aparecen conceptos como “inclusión social”, “empleabilidad”, “datos demográficos”, “factores ambientales”, “determinantes socioeconómicos y culturales”; todas ellas se pueden encontrar en trabajos de Sociología, como Sociología del Trabajo o de Género.

Quisiera aquí puntualizar dos hechos importantes, el primero es que, de existir una sensibilidad humana y sociológica, se presenta la oportunidad de mejorar la calidad de vida de las personas, tejiendo conocimiento y accionando desde la disciplina misma, así como desde lo inter y transdisciplinario ¿Por qué no? Y segundo, las características de quienes estudian Sociología, el terrorismo intelectual y la lógica de la productividad capitalista que se ha enraizado en todos los ámbitos (laborales y académicos).

Sobre lo anterior tenemos ejemplos, visitemos los más clásicos y considerados padres de la Sociología, el primero es “Le Suicide” de Émile Durkheim, autor francés interesado por las causas del suicidio, el segundo es el del alemán Karl Marx quien describe el proceso de enajenación, así como el del desgaste del ser humano y la naturaleza a manos del sistema socioeconómico, y, el tercero, Max Weber -también alemán- con la “jaula de hierro” con la que narra cómo la sociedad ahoga toda creatividad y esencia del ser humano. Los tres casos con más de 100 años de ser publicados y ampliamente difundidos en el mundo de la Sociología.

Otros aportes se encuentran en Baumann y Rosa Luxemburgo, por solo mencionar dos, de una corta pero provechosa lista de personas interesadas en el bienestar humano desde una óptica sociológica.

Y más recientemente tenemos el aporte de Judith Singer socióloga australiana quien acuñó el término “Neurodiversidad”, conceptualizando un “nuevo” universo que a prima facie, se podría pensar que es de exclusiva preocupación y labor del área médica -como psiquiatría o neurología-. Pero es esta visión la que ha delegado e intentado resolver los asuntos de la “SM” -muchas veces derivados de aspectos socioeconómicos- y de condiciones neurodivergentes a base de fármacos, citas médicas -que como máximo rondan la hora de atención como las terapias-, con poco o nula atención de lo cultural, de los procesos de socialización, del sistema socioeconómico, relegando entonces la discusión y el abordaje -que debería ser interdisciplinario y humano- a espacios individualizantes y del psicologismo.

Lo anterior con el cuidado de no caer tampoco ni en sociologismos ni biologicismos.

Existen así otros trabajos de personas investigadoras-sociólogas acerca de la influencia de ambientes (negativos) laborales y/o académicos sobre la psique, el comportamiento y las relaciones sociales, incluyendo una crítica del sistema de salud y educativo; de las condiciones psico(pato) logizantes. Mucho de ellxs, latinoamericanxs.

¿Y Costa Rica? Como cualquier otro país latinoamericano, ha estado -en menor o mayor medida- enfrentando los embates del neoliberalismo, pero que se han profundizado con el actual gobierno, aumentando la inseguridad, disminuyendo el acceso y la calidad de la educación y salud, así como los espacios naturales -con una clara inacción por las demandas de los pueblos originarios-, atentando contra los Derechos Humanos y el Medio Ambiente, encima mantiene a raya a cultura y deporte, ejes importantes para el ocio y el bienestar de la sociedad.

Nuevamente todo lo anterior analizable desde la Sociología y por lo tanto atendible. Parece entonces que la incursión de la disciplina tiene toda legitimidad.

Sin embargo, a casi dos años de entrada en vigencia de la Ley sobre Salud Mental y a casi un año de la publicación de su Reglamento, la Sociología sigue ausente en ambos mecanismos, donde sí aparecen otras disciplinas de las Ciencias Sociales, como Trabajo Social y Psicología, y se integran otras que no pertenecen ni a las Ciencias Sociales ni a Ciencias Médicas, profesiones como las de Ciencias del Movimiento Humano, Educación (física, orientación) y Nutrición.

¿Nos encontramos ante un síntoma de la domesticación de la disciplina o es simple exclusión política -por inacción y/o desconocimiento-?

Para acercarnos a la respuesta, quisiera ir anotando algunos detalles, el primero es que en el país existen tres nodos sociológicos importantes que son: el Colegio de Profesionales en Sociología (CPS) y las dos Escuelas de Sociología (ES-UCR y ES-UNA); teniendo presente a la Cátedra de Sociología de la UNED -donde se encuentran discusiones sobre Sociología y Salud-, y que la Coordinación de la RESLAC recae en este servidor.

Segundo, tanto la Presidencia del CPS como de la Dirección de la Escuela de Sociología de la UCR (ES-UCR) se han especializado en Sociología de la Salud.

Bajo ese mapeo, me dispuse a solicitar que la ES-UCR considerar convocar a una Asamblea de Escuela Ampliada para abordar tanto la temática de “SM” como de Neurodivergencias, teniendo como dato importante que somos el área más saturada, o sea, con mayor necesidad de atención del Centro de Asesoría Estudiantil (CASE), del Centro de Asesoría y Servicios a Estudiantes con Discapacidad (CASED) de Ciencias Sociales, y de Psicología.

Esto como un “tercer” paso, después de una consulta realizada la UCR sobre “SM” y Neurodiversidad, y semanas después de una Audiencia ante el Consejo Asesor de Facultad de Ciencias Sociales. No hubo mayor respuesta que “comuníquese con cada docente”.

Cabe destacar que la ES-UCR cuenta con el Trabajo Comunal Universitario (TCU) 654 “Promoción de la salud para la prevención del suicidio en la zona de los Santos”, además de estudiantes y docentes interesadas en “SM”.

En “paralelo”, a mediados de años planteé al Colegio de Profesionales en Sociología (CPS) y a un diputado de la República -quien es sociólogo-, la discusión de que si tiene sentido o no que la Sociología sea integrada a la Ley y su Reglamento (aportando parte de la información aquí indicada), petición que conoció la Escuela de Sociología de la UCR (ES-UCR) y su homóloga de la UNA.

A pesar de existir un ambiente cordial entre mi persona como Coordinador de la RESLAC y el CPS, el tema se tornó en un “correos iban y venían” por varias semanas -debido a un requisito que la PGR ha resuelto como innecesario, pero que me solicitaban-, saltó luego la pregunta ¿Es el tema de la Salud Mental un tópico que no debe de abordar, o no es de interés ni de la Sociología ni del Colegio de Profesionales?

El CPS contestó “Es un tema que debe ser abordado por profesionales de las áreas correspondientes (ciencias médicas).”. Entendería que no existe ápice de interés en ser parte de las disciplinas que atienden tan urgente necesidad, la de mejorar la salud mental de la sociedad.

Aquí, quisiera señalar que ha sido la dirección de la ES-UNA la que se ha mostrado con la mayor apertura sobre la discusión y la necesidad de que la Sociología aporte en las discusiones sobre salud mental. Y de la diputación se obtuvo un “recibido”.

Creo que se hace innecesario explicar la serie de artículos e incisos del Reglamento del CPS que le hacen ver la necesidad de preocuparse por la realidad nacional y de integrarse a procesos para la mejora de la calidad de vida de la sociedad; y la defensa de los DDHH, siendo la SM y su atención uno de ellos.

Quisiera cerrar trayendo a colación tres anotaciones, la primera es la frase de Marx: “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo, la segunda, un artículo que se encuentra en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Autónoma de México (UNAM) titulado “Para hacer Sociología el escritorio no basta”, y el tercero, leído en un texto del psicólogo Enrique Guinsberg, […] ¿no observan también cómo sus difusores prácticamente nunca salen del «discurso» para intervenir aunque sea mínimamente en acciones del mundo social o político, ni siquiera en simples firmas de apoyo a importantes demandas de la llamada sociedad civil, lo que no puede dejar de producir impacto en los alumnos receptores de tales posturas por lo que le muestran qué es importante y que no y por su «carácter desmovilizador y despolitizador» […]»

Entonces ¿Nos encontramos con una Sociología a la deriva, domesticada e insípida ante una de las problemáticas (tabú) que alcanzan una particular intimidad y da cuenta de la conexión y solidaridad con nuestrxs pares?

Así como Carmen Lyra, Freire, Kropotkin, y muchxs más señalan, la sociedad evoluciona desde el Apoyo Mutuo.

Alonso Gamboa, derechos humanos, determinantes sociales de la salud, interdisciplinariedad, Ley de Salud Mental, neurodiversidad, políticas públicas, salud mental, sociología de la salud, suicidio