Carta a don Alfredo González Flores

Isabel Ducca D.

Don Alfredo, hoy es un día triste, muy triste para mí y quienes todavía luchamos por la justicia social. En un día tan amargo, solo se me ocurrió buscar refugio en alguien como usted, que sufrió una situación, posiblemente más dramática, que la mía. Me he preguntado una y otra vez por qué usted guardó tanto silencio sobre todas las agresiones sufridas y nunca se auto compadeció ni se dio por derrotado.

Fíjese, que el 23 de noviembre, a altas horas de la noche, como hacen quienes asaltan lo que no les pertenece, una instancia de la Corte Suprema de Justicia, creada para velar por el cumplimiento de la Constitución Política, saca un fallo que contradice, precisamente, la Constitución y, como Pilatos, se lava las manos argumentando situaciones de emergencia fiscal. ¡Situaciones de emergencia fiscal!

Todo su esfuerzo, todo su trabajo, toda su tenacidad y estudio por aprobar una Reforma Fiscal Justa y Solidaria, viene de nuevo a la palestra pública porque, en este momento, el déficit fiscal es de 6% del Producto Interno Bruto, la elusión y la evasión fiscal es del 8.2%; o sea, don Alfredo, el país está como hace un siglo, sangrando a los más pobres para que engorden sus capitales los nacionales y extranjeros que, con la complicidad de la misma prensa que le montó a usted la campaña difamatoria, montó una campaña guerrerista contra los sindicatos y educadores que se opusieron a una Reforma Fiscal que exprime la última gota de sangre a los más pobres para regalársela a los banqueros. En este caso, le entregan el país a un consorcio de usureros internacionales llamado FMI (Fondo Monetario Internacional); el cual, más bien, debería llamarse, Fondo de la Mafia Internacional.

La situación es muy compleja. Hoy como ayer, se cumple la sentencia de William Walker, lo que no pudieron las armas, lo podrán los dólares. Usted sabe de lo que hablo, usted lo vivió con el Contrato Pinto-Greulich, usted mismo afirmó que los dólares de Valentine pusieron a bailar no solo a los legisladores sino también a los jueces. Fíjese que, el actual presidente de la República, joven como usted, pero ¡viera, qué diferencia!, se pondría a llorar, usted que fue tan ecuánime, la perdería, como la dejamos muchas y muchos hoy, le decía que ese joven se dejó decir en una universidad pública que la gesta de 1856 podría interpretarse: “como la lucha de un pueblo contra la dominación imperialista, pero también como la cabezonada de un rico comerciante que temía perder su privilegios y se oponía por tanto al avance del progreso”[1]. Imagínese reducir un proceso histórico de tanta trascendencia para la forja de Costa Rica como nación, a la juponada de un ambicioso. Seguro que ni sabe que al comerciante lo mataron los de su propia clase.

A usted también lo tildaron de cabezón, egocéntrico, autoritario; acusaron a toda su familia de ambiciosa; y todo, porque quería poner en práctica su máxima: “No puede haber democracia donde hay miseria y esta vive donde no hay trabajo”. Y todo porque quería combatir la pobreza, crear fuentes dignas de trabajo con una Reforma fiscal en la que “Los ricos pagarían como ricos y los pobres como pobres”.

Uno de los actos que más admiro en usted fue la manera en que traicionó a los de su clase, a la oligarquía que lo había llevado al poder mediante el pacto Durán- González, por el bien del pueblo. Cuando le reclamaron, su respuesta es digna de escribirse y publicarse a lo largo y ancho de todo el territorio nacional. Usted fue leal a sus principios cuando les respondió: que dichas promesas lo ataban como simple particular, pero no como gobernante, pues esas promesas y prendas eran obras del candidato a la Designatura y no del Designado en ejercicio. Eso es gobernar para el pueblo y por el pueblo.

Ese mismo joven que descalificó a Juanito Mora repartió promesas entre el pueblo; sin embargo, ahora, traicionó y sacrificó al pueblo en aras del dios capital. ¡Ese es su amo y señor!

Pero, no todo está perdido. Así como a los Tinoco los votaron los y las educadoras. Hoy día, han sido, sobre todo, las educadoras y los educadores quienes han emprendido una cruzada por la dignidad nacional. Foros de 200 o más educadores reunidos durante días y días discutiendo acerca de los problemas nacionales y cómo construir una Patria Justa.

Las gestas del pueblo no se borran por decreto de filibusteros pasados o presentes. De ellas, surgen los retoños y las manos que abrazan el porvenir de la Justicia.

[1] En: https://www.facebook.com/sergioerick.ardonramirez/posts/2158556167488001

 

Imagen tomada de Mis libros con notas.

Enviado por la autora.

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