Skip to main content

Educación en Costa Rica: una propuesta necesaria

  • Grupo de reconocidos académicos de la UNA hacen análisis y recomendaciones en materia educativa

  • Propuesta ocurre en coyuntura política de cambio de administración

La situación de la educación en Costa Rica es apremiante. Es necesario analizar y discernir sus aspectos fundamentales, con todas sus aristas, para repensarlas y potenciar su alcance liberador y encaminar las opciones que enfrenten las situaciones de desigualdad estructural e inspiren acciones para la convivencia pacífica, inclusiva y respetuosa de la dignidad.

En este primer análisis sobre las reformas y transformaciones curriculares se reseñan las condiciones reales en las que se desarrollan los procesos de enseñanza-aprendizaje; también sobre los fundamentos que engranan el sistema educativo, las narrativas curriculares y las nuevas condiciones de los procesos educativos, como vía para visualizar una propuesta que abarque el contexto real de la educación en Costa Rica.

I. La educación es un derecho

La educación es un derecho fundamental para el desarrollo integral de toda persona y una necesidad social, en la cual confluyen la formación intelectual, instrumental y ética. Esto incluye las distintas formas de aprender, investigar y reconocer los diferentes saberes -conceptuales, prácticos y estéticos- que se desarrollan en las sociedades.

El derecho a la educación ha sido, desde la creación de la República, un eje central para el desarrollo general del país, tanto en su acepción material, sometida a la actividad productiva, como en su acepción sociocultural, de ejercicio de la libertad, del pensamiento, del diálogo y de la vida.

Sin embargo, el contexto socioeconómico del país -subsumido a la pandemia- ha evidenciado las brechas económicas y de acceso a bienes y servicios básicos de manera explícita, como el caso de la educación de lo que dan cuenta, entre otros, los estudios del Estado de la Educación.

II. Acerca de la educación, la “escuela” y el sistema educativo

Es oportuno hacer una distinción necesaria y útil entre educación y escuela. En particular, debemos remirar algunos conceptos clásicos de educación, como el de formación, que es más amplio y ambicioso que la idea de instrucción, propia de la escuela. La educación es una dinámica generadora de conocimiento, promotora del cambio social y potenciadora del despliegue de capacidades de los seres humanos.

La visión y acción educativa trasciende las organizaciones institucionales (v.g., escuela) y disciplinarias de los saberes (ciencia, técnica, arte, espiritualidad). La educación articula o integra los diversos saberes y los inserta en una conciencia planetaria, que va más allá de la mera racionalidad instrumental. Por tanto, se trata de una educación que educa y no solo instruye; que libera más y condiciona menos, y que ayuda a los aprendientes a aprender por sí mismos y entre sí, convirtiendo el aprendizaje en una experiencia feliz y relevante para la vida.

Por otra parte, en la formación de la institución escolar, en Costa Rica, desde el siglo XIX, han operado varios factores, como la tendencia humanista en la formación de los futuros maestros y maestras, y la consciencia social y política que estos tenían respecto de su labor. Esto se hizo más evidente con la constitución de la Escuela Normal de Costa Rica (1913), que diera paso luego a la Escuela Normal Superior (1967) y con ello a la “profesionalización” de la persona docente. En la formación normalista el énfasis estaba en aspectos educacionales y métodos pedagógicos, así como en el carácter social de la escuela y de la función de las personas educadoras. Pero, a partir de los años sesenta, antes de ser Normal Superior, aquella se había convertido en un ente formador muy instrumental, donde las didácticas específicas se trabajaban con libros de texto y los cursos radicaban en cómo aplicar el libro de texto.

La escuela, por su lado, se ha alejado de la formación de la sensibilidad y el despliegue de capacidades y la educación política para la convivencia democrática, y hoy se encuentra entrampada en la dinámica del “aprendizaje de destrezas técnicas” y las tendencias técnico-instrumentales, cuantitativistas, de control y sancionador de las conductas fuera de la norma, lo cual queda plasmado, por ejemplo, en el Reglamento de Evaluación de los Aprendizajes, de 2009.

A su vez, el sistema educativo, entendido como el conglomerado de instituciones, normas, recursos, valores, aspiraciones y un contingente de personas que lo sustentan y realizan cotidianamente, recibe, de forma constante, las demandas de eficiencia (en el uso de los recursos, en la eficiencia terminal o cantidad de titulaciones, según cada nivel, en el aceleramiento de los procesos, etc.) y los reclamos por su obsolescencia (reducción de contenidos, desaprovechamiento de los tiempos, carácter expulsor, retraso tecnológico, mediocridad docente, burocratización, etc.).

III. El currículo nacional: sus límites y posibilidades

La relación de los sistemas educativos con el mundo del trabajo no implica un acto negativo en sí mismo, es una función que le ha sido conferida mediante el desarrollo de los sistemas escolarizados, tanto en economías de mercado como de otro tipo, pero esa función no debe ser la única. El sistema educativo debe generar la humanización de la persona y fomentar su capacidad creativa de mundos más justos y equitativos, con conciencia de la fragilidad propia y la del planeta, y un sentido para crear, comprender y admirar los productos culturales de la humanidad.

En las últimas administraciones gubernamentales, el Ministerio de Educación Pública (MEP) ha propuesto diferentes cambios pedagógicos en los tres niveles de acción pedagógica: aspectos filosóficos (ontológicos, epistemológicos y axiológicos), curriculares y metodológicos. Dentro de las reformas y cambios más destacados, desde el 2016 con la Política Curricular en el Marco de la visión Educar para una Nueva Ciudadanía, es posible mencionar:

  1. El cambio de los programas de diferentes asignaturas del currículo nacional dentro del marco de la política curricular de la Ética, la Estética y la Ciudadanía, del año 2013.
  2. Los cambios en los enfoques metodológicos y curriculares en diferentes asignaturas, tales como Matemática, Español, Estudios Sociales y Ciencias, los cuales buscan integrar los conocimientos teóricos con aspectos propios de la vida cotidiana y de la actualidad del país.

Sin embargo, según los Informes del Estado de la Educación, estos cambios pedagógicos no se ven reflejados en la práctica de las escuelas y colegios del país, de ahí surgen preguntas sobre los factores que impiden que las nuevas propuestas logren impactar o desarrollarse en el nivel de ejecución, en una lógica discontinua entre el currículo preescrito y el currículo real.

3.1 La capacidad de la persona educadora para la lectura, la comprensión y el análisis de las narrativas curriculares

Las narrativas de la teoría curricular y de evaluación poseen un marco filosófico, sociológico, antropológico, histórico, psicológico. Estas suponen un andamiaje de teorías referidas a los diferentes espacios pedagógicos desplegados por las personas docentes en adecuados procesos de mediación pedagógica y con un dominio de la teoría curricular, de sus formas de operacionalización y evaluación. Además, implican un profundo dominio de las disciplinas que integren la propuesta curricular, llámense Matemáticas, Estudios Sociales, Español, Ciencias, Música, Inglés como segunda lengua, entre otras.

Si la persona educadora no logra comprender estas narrativas no se producirá ninguna acción innovadora. Se requiere de altas capacidades que impliquen el desarrollo de procesos de diseño y evaluación curricular pertinentes a las realidades comunales y escolares. A esto se suman las competencias para lograr convertir la narrativa curricular en diseños curriculares, en la forma de propuestas innovadoras, contextualizadas y pertinentes para el trabajo diario con las personas aprendientes.

3.2 Los procesos educativos en las nuevas condiciones de aprendizaje

Es un hecho aceptado que, desde hace varios años, numerosas personas estudiantes no han podido completar plenamente los planes de educación previstos y se han generado algunos vacíos formativos innegables en distintas áreas temáticas.

No obstante, la forma en que nuestro sistema educativo y las directrices políticas han determinado cómo enfrentar esta problemática nos lleva a la necesidad de plantear una primera crítica de carácter general: no es posible recuperar el tiempo y los procesos educativos no realizados, ampliando el tiempo de horas contacto y de estudio, tal y como se ha hecho en el pasado.

Contrario a esa tendencia, podríamos dar un salto cualitativo efectuando una subsunción real en las nuevas condiciones y procesos de aprendizaje, al tenor del desarrollo tecnológico actual y de los nuevos procesos educativos, basados en la capacidad potencial de la persona a aprender con su propia dinámica, la cual se ve acrecentada por procesos orientadores que le permitan acceder en forma más rápida y contundente al proceso de aprendizaje significativo.

3.3   La experiencia de aprendizaje o la imposibilidad de cumplir con el currículo

La política pública que centraliza su argumentación en la gestión de la calidad asume como eje fundamental la evaluación como etapa filtro de los procesos; así, el cambio en la evaluación en la propuesta curricular actual, “Educar para una nueva ciudadanía”, se ha basado en la experiencia curricular y las líneas globales de la UNESCO, es decir, el análisis del sistema se basa en su propio funcionamiento, subsumiendo el proceso pedagógico vivencial de los espacios de aprendizaje.

La educación impartida a la población se despliega en correspondencia con el marco categorial del capital nacional costarricense, sus áreas productivas y demandas para su manutención; en consecuencia, el estrecho estado de confort en el que se vislumbran las alternativas de mejora de la educación se basa en paradigmas que se orientan a la conservación y legitimación del sistema dominante antes que a la construcción de formas alternativas de las ciencias y las artes.

De forma alternativa, la experiencia funda o enraíza el aprendizaje y debe ser reconocida en las estrategias de mediación. Por experiencia de aprendizaje se comprende el proceso consciente y progresivo -constante- de precisar y cuestionar la instrucción inicial -el acervo conceptual- mediante el desarrollo de habilidades en la práctica cotidiana. Toda experiencia es conexa con nuestro desarrollo cognitivo e impulsa el aprendizaje, de ahí que la tarea es compaginar la estrategia pedagógica formal, en el aula, y la incitación a crear y vivenciar experiencias que afecten nuestra toma de decisiones y aporten para el mejor criterio.

Colofón

Una versión amplia de estos temas está disponible. En un próximo avance disertaremos sobre la exclusión educativa, acentuada con mayor dureza en las escuelas y colegios nocturnos, y de la infraestructura educativa, con diferencias significativas en los territorios rurales, periurbanos y urbanos. Este recorrido será necesario como parte del proceso para generar una propuesta para la educación necesaria en Costa Rica.

***Más información. Oficina de Comunicación. UNA. Tel 2277-3027***

 

Compartido con SURCOS por los siguientes autores:

  • Dr. Ronald Rivera Alfaro, División de Educación Básica, UNA
  • Dr. Ángel Porras Solís, Sede Brunca, UNA
  • Dr. Norman Solórzano Alfaro, IDESPO, UNA.
  • M.Sc José Carlos Chinchilla Coto, Sociología, UNA
  • Dr. Rafael Jiménez Corrales, División de Educación Básica, UNA

Costa Rica, derechos humanos, desigualdad estructural, educación, procesos educativos, sistema educativo, UNA