Hay que politizar la descarbonización

El suplemento “Ojo al Clima”, vinculado al Semanario Universidad, se ha constituido en los últimos años como un espacio importante para informar y divulgar noticias

Alberto Gutiérrez Arguedas (Docente e Investigador UCR)

El suplemento “Ojo al Clima”, vinculado al Semanario Universidad, se ha constituido en los últimos años como un espacio importante para informar y divulgar noticias y contenidos relacionados con el cambio climático, en Costa Rica y el mundo. Dicha tarea es digna de reconocer, considerando la gravedad y complejidad de esta problemática, la cual representa uno de los grandes desafíos, no solo ambientales, sino civilizatorios, de nuestra época. No obstante, luego de un cuidadoso seguimiento de los contenidos divulgados por este suplemento, es posible detectar una serie de sesgos y omisiones en el tratamiento de los temas, lo cual ha motivado la redacción de este artículo.

El cambio climático es quizás la manifestación más extrema y dramática de una crisis ecológica global, que va más allá del clima. Esta grave crisis no es producto del azar, sino que es resultado de un modelo de desarrollo basado en una explotación sin límites de la naturaleza y de los seres humanos, es decir, del capitalismo. Abundante evidencia científica demuestra la relación entre la expansión global de este sistema y la destrucción de la base material de la vida.

Ahora bien, a pesar de tan contundentes evidencias, el sistema capitalista y sus poderosos aparatos ideológicos han logrado desviar la atención de las causas reales de la crisis ecológica/climática, para ofrecer como solución ¡más de lo mismo! Este esfuerzo por hacer compatible la cuestión ambiental con el pensamiento desarrollista de mercado tomó fuerza en los años 90, con el famoso “desarrollo sostenible”, y posteriormente se ha reciclado en conceptos como “crecimiento verde” o “economía verde”, hoy de moda.

Estas propuestas visualizan la crisis ecológica y climática como un problema meramente técnico. Como tal, la solución a estos problemas –sostienen sus adeptos– radica en innovaciones tecnológicas para mejorar la eficiencia y en la incorporación de instrumentos de mercado para un “uso racional” de los recursos naturales. El “capitalismo verde” ha logrado, con rotundo éxito, despolitizar la cuestión ambiental e incorporarla al ámbito del mercado. El núcleo duro del modelo de desarrollo permanece inalterado.

Uno de los ejemplos más actuales de este paradigma es la llamada “descarbonización”, término que, cada día más, abunda en los medios de comunicación y en la opinión pública, nacional y mundial. La descarbonización se propone como mecanismo prioritario para enfrentar el cambio climático, con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sobre todo, dióxido de carbono. No obstante, por detrás de su aparente carácter neutral y “técnico”, la descarbonización está cargada de ideología y refleja una perspectiva reduccionista y mercantil del cambio climático. Reduce la inmensa complejidad de esta problemática a una única variable: carbono, de forma tal que este puede ser cuantificado y eventualmente ser objeto de compra y venta en el mercado. De ahí la obsesión por las métricas, los números, la contabilidad del carbono.

Costa Rica, por su parte, ocupa un lugar estratégico dentro de este ambientalismo de mercado global, cuya máxima expresión es la propuesta reciente de convertir al país en “laboratorio mundial de descarbonización”. El Plan Nacional de Descarbonización, lanzado en febrero de 2019, ha dado fuerte visibilidad internacional a Costa Rica al posicionarlo como una especie de “vanguardia” en la lucha contra el cambio climático.

Más allá de las buenas intenciones y de los aspectos rescatables (por ejemplo, esfuerzos por mejorar el transporte público), llama la atención la incapacidad (¿o la falta de voluntad?) de este Plan para enfrentar aspectos medulares del modelo de desarrollo costarricense, que contribuyen decisivamente al cambio climático. Poco o nada se habla de la necesidad de replantear el modelo agrario del país, volcado hacia monocultivos de exportación y altamente dependiente de insumos derivados de petróleo. Por ejemplo, ¿por qué no impulsar la agroecología, que produzca alimentos sin necesidad de transportarlos a largas distancias y al mismo tiempo proteja los bosques y garantice la soberanía alimentaria de la población?

La intención de este artículo ha sido visibilizar que la descarbonización es un asunto político y, como tal, debe ser sometido a un debate público riguroso, democrático y amplio, que hasta el momento no se ha dado. El Plan ha sido concebido, diseñado e implementado sin tomar en cuenta las opiniones y puntos de vista de sectores que mucho podrían aportar para encontrar soluciones, como por ejemplo, los pueblos indígenas y los campesinos.

En consonancia con la tradición crítica e independiente del Semanario Universidad, se esperaría por parte de “Ojo al Clima” un tratamiento más equilibrado de este y otros temas, no que reproduzca el discurso oficial del Gobierno y de los agentes del capitalismo verde mundial sin ofrecer algún contrapeso o visión alternativa. Contrario a las declaraciones de Andrea Meza, directora de Cambio Climático de MINAE, publicadas por este medio el pasado 18 de marzo, hay que politizar la descarbonización.

Imagen ilustrativa, UCR.

Compartido con SURCOS por el autor, publicado además en https://semanariouniversidad.com/

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