Obituario inoportuno
Jiddu Rojas Jiménez
Parece que ahora es signo de «status» intelectual, opinar públicamente sobre la reciente muerte del laureado escritor peruano Vargas Llosa.
Me han preguntado algunos contertulios, que qué pienso del Premio Nóbel de Literatura en el 2010, nacido en Arequipa, Perú.
Mi opinión, no es muy importante, salvo obviamente tal vez, para mi propia reputación. Y como la misma ya no tiene remedio, pues ahí les va… Además, como decía un finado compañero, no hay que dejar pasar a todas las provocaciones, hay algunas que hay que asumir y saber responder.
En primer lugar, diría que su extraordinario legado universal será su obra literaria. Mis respetos a su producción literaria. Punto. De esto acaso, se merece hablar más, y sin hacer apologías, ni obituarios innecesarios. Su monumental obra, no los necesita, y se justifica por sí misma. Esto tampoco debe frenar nunca los merecidos tributos académicos que su obra merece. Y el mejor homenaje es la crítica, claro, me refiero exclusivamente a su obra literaria.
Pero mejor no me pregunten mucho más, acerca del personaje, porque acaso moralmente, como un ciudadano latinoamericano más, pues estoy obligado a decir honestamente lo que pienso sobre otros temas vitales que lo definen.
Éste es el tema álgido en cuestión, y no su indiscutible calidad de escritor universal. ¿Quién se atreve a negar su genio literario? Y a pesar del natural duelo, les advierto que voy con matices, a decir lo pienso al respecto.
Este extraordinario novelista, –el mejor discípulo de Flaubert que modestamente yo haya leído (nunca de Víctor Hugo como él creía) –, en su vejez, ciertamente fue también un «intelectual orgánico», un militante activo, de la Extrema Derecha no Democrática: Keiko Fujimori hija del Dictador Fujimori, la Ayuso en Madrid, el pinochetista Kast en Chile, Bolsonaro en Brasil, la Dictadura Golpista de Perú, etcétera. Recordemos, además, que la Extrema Derecha latinoamericana, tiene un pasado reciente de sangre. Igual, la Derecha Posfranquista en España, su país adoptivo.
Les recuerdo que históricamente, nuestra Extrema Derecha latinoamericana orgánica, no es ni políticamente liberal, ni ilustrada, mucho menos «democrática»; es brutal, racista, golpista y cipaya. Y para mí es inaceptable para una persona políticamente culta, e ilustrada, pieza de nuestra Modernidad Cultural Inconclusa, en América Latina, militar con esa Necrofilia política.
Lo mismo podría decir uno de los panegíricos de Rosario Murillo. Pero hay una gran diferencia acá: No conozco a nadie que le gusten sus terribles poemas de veinte páginas, obligados a escucharse en los mítines políticos. Ni a Pol Pot traducidos, le gustarían, aunque lo amenacen con quedar incomunicado, en la cárcel de El Chipote.
En cambio, quién no puede disfrutar de algo tan deliciosamente cochambroso como «Pantaleón y las visitadoras» (1973), que mi Mamá cubana y conservadora, no me dejó comprar en aquella famosa Librería de la Avenida Central. La filmación de su versión cinematográfica fue censurada en el Perú en 1975.
¿Y cómo olvidar la exquisita incomodidad existencial del Suscrito, quién adolescente huérfano de Madre, vivía con su respetable y apacible Tía y Madrina, al leer luego «La tía Julia y el escribidor» (1977)? Mundo cruel: ¿Por qué putas no tendríamos todos una Tía Julia de verdad? (Ahí entendí mejor a Freud y el Edipo, apenas visto en la clase de Psicología de mi colegio.)
¿Cuál latinoamericano de anteriores generaciones con cultura política mínima (qué terminó siendo un extraño privilegio en esta sociedad), no conoce o atestiguó incluso, situaciones parecidas a las del personaje «Varguitas» y a las de «Conversación en la Catedral» (1969)?
¿Quién no se estremeció con la originalidad de «La ciudad y los perros» o con el profundo conocimiento humano de la miseria tropical de «La casa verde» (1966)?
En resumen, ¿cómo se puede escribir «La fiesta del Chivo» (2000) y apoyar políticamente al ex torturador Bolsonaro o a la Fujimori en Perú? No lo sé. Un misterio sin resolver, que un gran novelista se llevará a la tumba.
Alguna vez traté de entrar y sentarme a escucharlo respetuosamente, en un auditorio repleto, en mi Alma Mater costarricense, como muchos de mis compañeros. Y sí perdón por el luto, pero estoy seguro de que Vargas Llosa celebró perversa y secretamente esa atrevida malacrianza ajena, como contestataria e ingeniosa; sí de mal gusto, y hasta vulgar, pero al mismo tiempo acaso sabia, en su delirante y juvenil ruptura iconoclasta.
Esa anécdota real, sencillamente fue inolvidable, como lo consignó y narró antes en esta Red, el poeta costarricense Alfredo Trejos, testigo privilegiado. La recuerdo como un acto político desesperado de un grupo juvenil anarquista, el cual majaba mis anteriores pasos políticos universitarios, y el cuál rompía con mi honesta evolución política. Es lo que menos deseaba el Suscrito. Pues así se evitaba un debate serio, tanto político como académico. Personalmente, opté por salirme del circo, e irme a repasar «La Tolerancia Represiva», de Herbert Marcuse. Recuerdo que otro compañero, ahora novelista, me llamó y me dio las quejas de la escena. Mentiría si no criticamos política y racionalmente esa acción, pero también mentiría si niego que nos arrancó por teléfono a ambos, una risa sardónica, en media efervescencia política de la lucha contra el Combo privatizador del ICE.
Me refiero por si acaso, a aquella manta, vulgar e irreverente de nuestro polémico amigo de entonces, Francis Lyons, y qué decía: «El chivo sos vos»…
Brutal, innecesaria, chabacana imagen, sí ya lo sé. Digna casi de los fanáticos del Gobierno Autoritario y Populista de turno, y sus insultos cotidianos. Con la importante diferencia, de que unos tienen el poder formal y material, y representan a un peligroso sector de la Lumpen-burguesía. Y otros, desde la Sociedad Civil y en el campo popular lo padecemos. Mientras nuestro Estado Social de Derecho y nuestra Democracia está en juego. Aun así, no podía dejar de recordar y mencionar esa irreverente anécdota. No me disculpo de las risas, y aclaro que siempre defendimos nuestras posiciones juveniles con respeto. Nunca hubiera sostenido o colgado una consigna que insultara a un Escritor admirado.
De vez en cuando hasta lo soez, me saca una lágrima de ironía y una sonrisa nostálgica. Vargas Llosa mismo pidió tolerancia para con los manifestantes universitarios. Eso debe de recordarse también.
Curándome en salud, y aunque uno ya conozca la correcta y académica distinción, entre texto y autor, e incluso entre el autor y la persona física, o entre el mundo libre y onírico de la Literatura, y la brutalidad cotidiana; e incluso entre la violencia estructural económica y política, y la Literatura y las artes; pues inevitablemente uno se preguntará, por alguna intersección humana.
Esto en el fondo no es más que la esperanza ontológica, –de la cual participo–, y cuyo horizonte utópico liberador, trata de buscar una común empatía humana. Algo así como, una supuesta Hermenéutica básica humanista, que fundamente nuestra necesidad de justicia y amor al prójimo. ¿Será mucho desear o postular?
Pero a veces, uno sólo no encuentra esta pretensión axiológica básica, donde la esperaba buscar y encontrar. Y nos damos cuenta simplemente, de la profunda inhumanidad de lo humano. O sencillamente, de lo iluso o «ideológico» (en el sentido crítico de falsa representación social), de nuestras creencias éticas y políticas, más íntimas.
Desde la llamada Escuela de Frankfurt nos habían advertido acerca de la «Razón Sustancial» («Vernunft» en Kant), derrotada por una especie de mera «Racionalidad Instrumental» («Verstand») del Mercado Total (Franz Hinkelammert). En fin, «el sueño de la razón produce monstruos», pintó Goya.
Genio y figura, el personaje Vargas Llosa junto a sus grandes contradicciones, descanse muy en Paz. Su obra literaria sobrevivirá universal.