Dicen algunos que Huawei nos podría «espiar». ¿Espiar qué en Costa Rica? ¿Nuestro centro de inteligencia militar? ¡No hay nada de eso! Huawei es una empresa que cumple plenamente con las normas más estrictas de la Organización Mundial de Comercio y las regulaciones ISO.
No tiene ni una acusación de «espionaje», aparte de las promovidas por los interesados en competir con sus productos en el mercado mundial.
Chaves, unilateralmente, metió a Costa Rica en la «guerra comercial» que Trump, y ahora Biden, declararon a China, en vista del gran desarrollo del gigante asiático. Al meter a nuestro país en esa «guerra fría comercial», si antes no es anulado el atropellado decreto ejecutivo que parece dictado por alguna secretaria de la Casa Blanca, los costarricenses terminaremos pagando cientos de millones de dólares más por nuestros servicios de Internet (¡dinero que no tenemos!) por productos de menor calidad a los que oferta HUAWEI.
Lo que corresponde hacer, lo más correcto, lo ajeno a prejuicios, es permitir que las licitaciones sean transparentes, acordes con las normas de nuestra legislación y los convenios internacionales, como, por ejemplo, el Tratado de Libre Comercio CR – China y las normas de la OMC.
Por medios civilizados, acudiendo a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), Tribunal de la ONU en La Haya, Países Bajos, se ordenó a los invasores comandados por Edén Pastora (+), salir de la limonense isla Calero, y pagar por los daños causados al humedal tico.
– Recordemos:
Sabíamos que las 300 ha de isla Portillo, invadidas por el soldado Pastora y sus hombres, eran costarricenses. Pero Nicaragua decía y defendió lo contrario. Cuando la Corte declaró que isla Portillo (parte de isla Calero) era nuestra, el titular en La Prensa de Nicaragua resaltó que Nicaragua había PERDIDO isla Portillo, y que lamentablemente la laguna «Harbour Head» había quedado enclavada en territorio costarricense, por lo cual, para llegar a sus aguas (como es más factible por mar) las embarcaciones nicas han de pedir autorización a Costa Rica, para navegar por mar territorial costarricense.
Además, aunque Pastora decía lo contrario (no se podía esperar mucho de él) la CIJ condenó a Nicaragua por la apertura de los caños artificiales y POR EL DAÑO AMBIENTAL provocado sobre el humedal Ramsar. Y muy importante, A INDEMNIZAR A COSTA RICA por ese daño ambiental. Pago que hubo de cumplirse dentro de los siguientes 12 meses. No es correcto haber dicho (como Pastora y algunos por aquí lo afirmaron) que no se hubiese condenado a Nicaragua por ese daño al ecosistema costarricense.
– En cuanto a la trocha fronteriza en territorio tico, la Corte reafirmó lo determinado años antes, al rechazar las medidas cautelares solicitadas por los súbditos del sátrapa Ortega, puesto que Nicaragua NO pudo demostrar el alegado daño causado a la navegabilidad del río San Juan, entre otros, porque los jueces dieron por buenos los estudios hechos por profesionales del ICE, principalmente, que cuantificaron un aumento insignificante en los sedimentos, de entre un 1 y un 2%. Sí expresaron los magistrados, correctamente, que existía RIESGO ambiental con la construcción de la carretera y que, por tanto, debió de haberse presentado un estudio de impacto ambiental previo. Sobre esto, el fallo fortaleció la normativa ambiental de ambas naciones, pues Ortega se había negado a entregar estudios sobre el fallido proyecto hidroeléctrico Brito… que hubiera secado el río San Juan en un gran trecho, y el también fallido proyecto de un gigantesco canal interoceánico. Ahora las reglas son otras, para ambas naciones.
Fue interesante el que No se diera la llamada sentencia «salomónica», que algunos dijeron que se daría (otro error de algunos analistas ticos). Lo cierto es que el fallo fue contundente a favor de Costa Rica y demostró que el equipo profesional costarricense era de la mayor calidad, con la incorporación de expertos extranjeros que siempre nos dieron confianza y que, como se demostró, siempre caminaron por buenos caminos. Los especialistas nacionales (encabezados por don Édgar Ugalde, don Arnoldo Brenes, don Sergio Ugalde…) con su trabajo calificado y gran dedicación, nos dieron una gran alegría a la mayoría de los costarricenses, destacándose asimismo en la parte diplomática, el canciller Enrique Castillo. Vencieron, y vencieron bien, frente a un equipo nicaragüense que, algunos dijeron, era altamente calificado, con expertos reconocidos, que incluso habían «humillado a Colombia» (algo que no es cierto) y que seguramente se lucirían frente al equipo costarricense. Bueno, ¡qué bueno!, que por aquí también se equivocaron.
Costa Rica recuperó su integridad y soberanía territorial en un área que mide más de CUATRO VECES lo que mide el parque metropolitano La Sabana, aunque, como es lógico, se ve como un pequeño punto en los mapas a escala 1:50.000 del IGN.
Lo celebramos entonces y lo seguimos celebrando, y más cuando pensamos en cómo nos sentiríamos los compatriotas en el hipotético caso de que la sentencia hubiere sido a favor de Nicaragua, y hubiéramos perdido (nosotros sí) ese rico humedal costarricense, que por un momento estuvo usurpado por la bota militar de soldados al mando del sátrapa Daniel Ortega.
Sobre los audios, aunque nos muestran a un presidente irrespetuoso al hablar, lo que trasciende es un presidente irrespetuoso de la legalidad. A un Chaves que planeó jugar, no solo con US$300 mil de dinero público, sino que forzó la estructuración de un aparato propagandístico, sin importarle las consecuencias que tendría el poner en una balanza, su imagen (que le preocupa que se desmorone), frente a los intereses de instituciones estatales que requieren promocionar sus productos.
O la farsa de «firmar» un decreto ejecutivo sobre la vacunación para enfrentar el Covid, en un papel en blanco, pues ni siquiera se habían puesto de acuerdo en una idea.
Un presidente para quien le importa un comino romper ilegalmente contratos de publicidad, pues, para él, lo que habría eventualmente que pagar el Estado como indemnizaciones, será «una cuecha».
Así como ver a un presidente amenazando con cortar la cabeza de los jerarcas de entes autónomos, que preocupados por las acciones ilegales que les ordenaba Chaves, pretendían actuar con prudencia, dentro de un marco de legalidad.
Vulgar, chabacano, puede ser. Esa es su personalidad, y sobre ello no se ha de centrar lo que revelan los audios, sino en el modo autoritario conque matiza sus acciones.
Con el crédito por US$ 700 millones, no solo ha predominado la opacidad de parte del gobierno, sumado a una planificación poco rigurosa, sino que además, ha quedado claro a nivel legislativo, que los altos intereses del préstamo se alejan de otras opciones disponibles en el mercado internacional. Por tanto, no tiene sentido pagar más por un préstamo, que, además, se desconoce en detalle, en qué sería utilizado por el gobierno.
En cuanto al proyecto de Ciudad Gobierno, sabe muy bien su nueva presidenta, que TODO alrededor del mismo, ha sido una chambonada. Entre otras cosas, los ministros Müller (MEP) y Amador (MOPT), en censurable maniobra ilegal con una Junta Administrativa del Liceo de Costa Rica, que ahora está procesada por la Fiscalía, se quisieron apoderar olímpicamente, de una cuadra perteneciente al Liceo que hoy tiene un contrato de arrendamiento con el MOPT. Situación que, de no resolverse legal y respetuosamente antes, haría imposible avanzar siquiera en la planificación atrasada del cuestionado proyecto. Propuesta que estuvo bajo la dirección de un Ministerio de Planificación, que también ha sufrido cambios intempestivos de jerarcas, que han dejado sin dirección el plan gubernamental.
Proyecto que el Gobierno de Chaves, además, pretendió ejecutar incumpliendo, entre otros, la ley de Contratación Administrativa, con la oscura intención de construirlo sin licitaciones, y sin que el préstamo internacional, fuese discutido y eventualmente resuelto, en la Asamblea Legislativa.
Asimismo, surgen dudas razonables acerca de la conveniencia de centralizar todas las oficinas del gobierno en un sitio de la ciudad capital, en contra de la necesaria descentralización regional de las oficinas públicas, que requieren los habitantes del Área Metropolitana. Ciudadanos obligados a recorrer grandes distancias, para realizar trámites que deberían estar más cerca de sus residencias. Aparte de que, con la modalidad del teletrabajo, trabajo virtual a distancia, desde sus casas, ¡que llegó para quedarse y crecer!, las necesidades del proyecto de la Ciudad Gobierno necesitan ser evaluadas nuevamente, para un mejor aprovechamiento del espacio que una vez se creyó necesario.
Entendemos que el Banco Centroamericano quiera hacer esos millonarios préstamos y hasta querer ser parte del proyecto de Ciudad Gobierno, como un posible buen negocio para ellos, pero los costarricenses hemos de velar por que ese aumento en el endeudamiento externo sea lo más beneficiosamente posible para el país. Si en el BCIE eso no les desvela, pues al fin de cuentas los intereses bancarios no siempre andan por los mejores caminos, y muy especialmente, en ese mal dirigido banco.
Fueron muy prolongadas las ovaciones recibidas por el maestro Carl St. Clair, en sus dos últimos conciertos como director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional.
Así, los asistentes que llenamos el Teatro Nacional, le manifestamos nuestro desagravio por el maltrato que recibiera de parte de las incultas autoridades del Ministerio de Cultura, quienes lo despidieron injustificadamente, después de una década de extraordinaria labor.
El maestro St. Clair, nos delega una orquesta extraordinaria; sin duda una de las mejores de Latinoamérica, que ahora ve amenazada su calidad, por la incompetencia de un gobierno que parece no comprender su trascendencia para la cultura musical del país.
Confiamos en que los músicos, independientemente de lo que hagan o no hagan los burócratas ministeriales, sabrán rendirle homenaje al maestro que han despedido, esforzándose aún más por mantener los atributos que se le reconocen a la orquesta.
Cuando cierta vez leímos que el Benemérito de la Patria, Dr. José María Orozco, en medio de su formidable trabajo conservacionista, había propuesto en 1938, crear «un parque nacional. El primero de los que ha de reclamar el adelanto del país… en el monte del volcán Poás», como hoy lo conocemos luego de formalizarse como el primer parque nacional de Costa Rica, de verdad que valoramos su visión, reconocimos su esfuerzo y lo vimos desde entonces, como «Padre de los Parques Nacionales». Y lo vislumbramos así por haberse adelantado más de 20 años, a lo que luego se iría forjando en Costa Rica, como parte de una tendencia mundial, por lo que abogamos junto a otros ciudadanos (obviamente sin éxito) porque con su ilustre nombre se bautizara el Parque Nacional Volcán Poás. Biólogo distinguido que también por esos años, propuso la creación de reservas naturales, la conversión de las islas San Lucas y Chira en sitios de conservación de especies forestales, y, por lo que es más conocido y admirado, por haber tenido el buen tino de escoger la guaria morada como Flor Nacional.
Pasó el tiempo y con el desarrollo de la ecología como ciencia, en momentos en que avanzaba la destrucción ambiental en el planeta y la preocupación ya provocaba reuniones internacionales, surgió una serie de costarricenses y científicos extranjeros especializados en temas ambientales, ocupados en la tarea urgente de crear áreas de conservación. Algunos, desde posiciones vinculadas a instituciones gubernamentales como el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), vieron la necesidad de avanzar en la preservación de, al menos, algo de la riqueza natural del país, cuyos bosques estaban siendo arrasados, a una tasa de deforestación que no tenía parangón a nivel mundial. Ello, entre otros, consecuencia de un concepto de «desarrollo», que consideraba la tala del bosque como una «mejora» que, incluso, propiciaba que se incentivara legalmente la destrucción de los “improductivos bosques”, por quienes consideraban que el país podría desarrollarse principalmente a partir de la ganadería extensiva y los monocultivos, cuya frontera se veía interrumpida por los árboles, arbustos, charrales, humedales, y todo lo que obstaculizaba, decían, el progreso nacional.
Pues bien, en medio de esa miopía circunstancial, hubo quienes, herederos de las iniciativas del Dr. Orozco, y en respuesta a la necesidad de contar con áreas de conservación que enfrentaran a los que efectivamente veían la destrucción como desarrollo, se ocuparon por preservar áreas del país. En esa carrera desigual, ¡había que crear parques nacionales y otras áreas de conservación!, pero no se sabía cómo acometer esa grandiosa tarea. Los recursos humanos y financieros, eran limitadísimos; lo que sí era inmensa, era la incomprensión hacia esa tarea marginal, improductiva, en un país que demandaba el cumplimiento de otras prioridades. El MAG estaba para fomentar la ganadería, aunque fuese extensiva, pues era fuente de divisas extranjeras que tanto necesitaba el país para pagar productos importados, para satisfacer ciertas necesidades. Y, por supuesto, para cultivar, ojalá productos de exportación, también generadores de divisas.
En medio de esa situación predominante, que aún persiste en algunas personas, estaban quienes hablaban de la necesidad de crear parques nacionales, sin saber cómo. Desde unos vetustos escritorios, rodeados de ingenieros agrónomos que de ecología no conocían ni su definición, se hablaba de ello, se pensaba qué hacer, pero no se avanzaba en forma significativa.
Las ideas volaban, pero los recursos humanos y materiales escaseaban, y la experiencia era apenas incipiente.
Por otro lado, los doctores Joseph Tosi, Leslie Holdridge y Alexander Skutch, muy especialmente, con sede en el Centro Científico Tropical (CCT), ya para fines de la década del 60, gozaban del conocimiento técnico-científico necesario para tomar decisiones sólidas y bien fundamentadas, sobre cuáles áreas de Costa Rica podrían ir conformando ese ansiado conjunto de áreas de conservación, en general, y parques nacionales, en particular. Ya en el CCT se conocían las zonas de vida y ecosistemas excepcionales que habría que documentar en el terreno, pero llegar a ellos con equipos de funcionarios era casi imposible, empezando por las vías de comunicación casi inexistentes.
Así que había un gran pero que no parecía poder resolverse fácilmente. ¿Quiénes se aventurarían hasta los rincones más inaccesible, para, desde el terreno, desde los humedales, desde los bosques secos, desde las cavernas, desde los páramos, desde los arrecifes marinos, desde los sitios arqueológicos, desde los grandes bosques, desde las playas con sus ecosistemas vegetales contiguos, desde las remotas playas en que anidan las tortugas marinas en ambas vertientes, sitios todos ellos remotos y de casi imposible acceso, en que habría de investigarse sus características biológicas y socioeconómicas, tomar notas, identificar especies, enfrentar peligros naturales y de personas hostiles, al tiempo que muy posiblemente, habría de enfrentar hambre y otros inconvenientes?
Se miraba alrededor y no se veía cómo resolver esa tarea imprescindible, fundamental, insustituible. No se contaba con siquiera carreteras rústicas, y en los lugares a estudiar, no había ni senderos que pudieran seguirse con seguridad, por lo que la ausencia de facilidades materiales, indiscutiblemente eran barreras casi infranqueables. Habría que emprender peligrosas caminatas, en lugares secos, boscosos y en pantanos, hasta quién sabría dónde, sin conocer los caminos de regreso, en medio de la incomprensión de dispersas comunidades que les mirarían con sumo recelo, pues temían por sus tierras casi todas adquiridas informalmente, por lo cual los extraños podrían andar como parte de las gestiones que les cuestionarían su presencia en ellas. ¿Quiénes se aventurarían?, reiteraban, y todo ello sin poder ganar un salario consecuente a la magna tarea.
Se reconocía que en Costa Rica no habría cómo conformar un equipo humano calificado, dispuesto a aceptar retos semejantes, con la energía y convicción necesarias, que garantizaran los resultados soñados, mientras los días, meses y años seguían pasando.
Mientras se cavilaba alrededor de esa casi imposible tarea, que estaba impidiendo avanzar sustancialmente en la creación de parques nacionales y otras áreas de conservación, se crea, prácticamente en el papel, en un rincón del MAG, un Servicio de Parques Nacionales, encargado de volcanes como el Poás, el Irazú, el Turrialba y otras áreas cercanas al valle central. Álvaro Ugalde y Mario Boza, cumplieron esa tarea y otras conexas, sin lograr avances significativos, pues aún dentro de los gobernantes, se expresaban contradicciones propias del desconocimiento sobre la importancia de preservar la riqueza natural. Ejemplo de ello, fue el proyecto de ley publicado en La Gaceta del 25 de diciembre de 1966, con que se pretendía alquilar la isla del Coco, por 40 años, por un colón al año, para un desarrollo turístico con capital alemán, aprobado así, con evidente entusiasmo, en comisión legislativa. La situación pues, no era fácil.
Mientras eso pasaba, allá en un pueblito rural estadounidense en la cuenca del río Misisipi, un muchacho que como niño había hecho «diabluras» en pro de la protección de especies silvestres, metiéndose en problemas con sus maestros y profesores, e incluso con su familia, se desarrollaba como un rebelde adolescente, quien no solo convirtió la bañera familiar en refugio temporal de tortugas, serpientes y renacuajos, sino que además protestó indignado por las ranas que habrían de ser disecadas en clases de laboratorio de biología. Luego, en «college», regresó a su hábitat las ardillas que su profesor había prometido no sacrificar como parte de un experimento, muchas veces sin sentido, como los que nosotros también vimos en la Universidad, sin que protestáramos como él sí lo hizo valientemente, a riesgo de ser expulsado de la institución.
Corría la década del 60, y las manifestaciones contra la masacre que Estados Unidos llevaba a cabo en el lejano Viet Nam, tampoco le fueron indiferentes. Su conciencia le impedía aceptar la quema de los bosques con una gasolina gelatinosa llamada napalm, y mucho menos, el dolor y muerte, de niños y adultos, mujeres y hombres, que los bombarderos B52 y las fuerzas terrestres, infringían a millones de civiles, por órdenes recibidas desde la Casa Blanca en Washington. Tan real fue su actitud, tan convincente, que no les quedó más que ubicarlo como «objetor de conciencia», lo que lo libró ser cómplice de esa criminal matanza, que tantas consecuencias físicas y psicológicas, paradójicamente, ha tenido para los entonces jóvenes que fueron forzados a participar de esa guerra injusta.
Deseoso de alejarse del ambiente racista y de represión que se vivía en muchas ciudades de los Estados Unidos en 1968, ese muchacho, casi adolescente, buscó el aire fresco y la naturaleza que ya había conocido meses antes y que añoraba, en un país centroamericano de gente amable, sin fuerzas armadas desde unas dos décadas antes, llamado Costa Rica. Y la oportunidad se le presentó, cuando se alistó en el Cuerpo de Paz, creado por el Congreso de los Estados Unidos en 1961, con el fin de que jóvenes voluntarios pudieran “promover la paz y la amistad mundial… bajo condiciones difíciles si es necesario”.
Así, con esa misión 13 muchachos voluntarios, entre ellos el muchacho rebelde con causa de que hablamos, el hoy Dr. Christopher Vaughan, llegó un día de 1971 al Aeropuerto Internacional El Coco, “armado” con dos cámaras fotográficas, compradas con lo ganado trabajando en una gasolinera en 1969, una mochila y su libreta de apuntes diarios, pero dispuesto a disfrutar del verdor del país del que se había enamorado, y de la paz y amabilidad que imperaba entre su gente.
No más llegando, y sin conocerlo, pero consciente de las grandes necesidades que estaban impidiendo avanzar en la creación de parques nacionales que el país requería, desde la dirección de parques nacionales en el Ministerio de Agricultura y Ganadería, el ingeniero agrónomo Mario Boza, en un papel le anotó cuál iría a ser su tarea: BUSCAR ÁREAS QUE PUDIERAN CONVERTIRSE EN PARQUES O RESERVAS. Para lo cual, por supuesto, debía hacer un inventario a nivel nacional para hallar áreas con características excepcionales o una zona de vida determinada, para luego escribir informes con los límites preliminares, planos, recursos, urgencia, estimación de costo de la tierra. Tarea seguramente pensada para un equipo multidisciplinario, pero que se le estaba planteando a él individualmente, cuando apenas estaba llegando al país.
Cuenta Chris en su extraordinario libro “Parques nacionales de Costa Rica: su búsqueda en los 70”, “estaba horrorizado, pues mi tarea era descomunal”.
Como apoyo “de oficina” principalmente, contaba con el equipo científico del Centro Científico Tropical, Tosi, Holdridge, Skutch, y el naturalista Olof Wessberg, con quienes se reunía (principalmente con Tosi), para analizar sus apuntes y señalar tareas inmediatas, antes de partir de gira y a su regreso, después de literalmente, haber pasado hambre, soportado situaciones impensadas, desvelado muchas veces, bajo situaciones de incertidumbre frecuentes.
Pero fue tal el éxito logrado por Christopher Vaughan (Chris, como le conocemos sus amigos y discípulos) que no le importaban los sacrificios y penalidades vividas, ¡siempre sin quejarse ante nadie!, mientras caminaba por senderos de dantas, porque el baqueano estaba “de goma”; mientras se exponía a los enfrentamientos violentos que se deban por lucha de tierras entre campesinos y empresas poderosas como Osa Productos Forestales (OPF), principalmente en la península de Osa, donde luego se establecería el Parque Nacional Corcovado; por las inclemencias del tiempo en zonas de humedales con abundante fauna amenazante; mientras se alimentaba solo de atún enlatado y algunas galletas; mientras dormía en un rancho con alacranes por doquier que para evitar que se subieran a los camones, la patas se introducían en latas con agua; mientras las pulgas, las hormigas y otros insectos no lo abandonaban durante los días en que, con gran esfuerzo, trataba de cumplir bien su misión; mientras se encontraba en media selva con visitantes imprevistos como los felinos; mientras se vio comprometido a comer carne de puma y de danta, ofrecido por unos buenos vecinos, a los que no se les podía decir que no para que no lo vieran como un enemigo; mientras exhausto y empapado, tenía que meterse en su bolsa de dormir, dominado por el cansancio; mientras se quedó “varado” en un lejano lugar en espera de un bote, que irregularmente hacía recorridos hacia los destinos a los que esperaba llegar; mientras tenía que dejar escondida su moto en la maleza, ante la ausencia siquiera de un trillo que le permitiera seguir adelante.
¡Mas qué importan todas esas situaciones si veía, casi cotidianamente, cómo se iban creando los parques nacionales que, con su invaluable aporte, se estaban forjando!, y que, de otra manera, no se podrían haber creado.
“A finales de 1985, 19 de los 26 sitios que visité entre 1971 y 1974 estaban legalmente creados: nueve parques nacionales, un monumento nacional, cinco reservas biológicas, una reserva privada, una zona protectora y dos refugios nacionales de vida silvestre”, nos narra en su libro, por lo que no en vano, confiesa que esos años fueron “los más emocionantes y gratificantes de mi vida”.
Pues si para Chris así fueron esos años, para nosotros los costarricenses, fueron una bendición. Leyendo el libro nos preguntábamos sobre lo que sería hoy el sistema de áreas de conservación en Costa Rica, que pasó de poco más de 33.000 hectáreas, a tener más de un millón trescientas mil hectáreas, si aquel muchacho de genuino espíritu conservacionista, jamás se hubiera enamorado de nuestro país. Si aquel joven voluntario del Cuerpo de Paz, hubiera rechazado las tareas monumentales que le asignaron, o si unas semanas después, hubiera dicho, comprensiblemente, ¡ya no puedo más!
No tenemos duda alguna, que esa lucha diaria de Chris, en contra de las motosierras, las hachas, los machetes, las escopetas, los tractores, que casi alcanzaban sus talones, se habría perdido sin su entrega a la conservación ambiental. Los grandes científicos y atentos administradores que recibían de él los informes muy completos, acompañados de cientos de fotografías valiosísimas (cientos de ellas copiadas generosamente en el citado libro), seguramente se maravillaban por el estupendo trabajo que, casi siempre solitario, realizaba ese joven amante de la naturaleza y, circunstancialmente, forjador de nuestros parques nacionales.
Por ello, y más, los costarricenses, y los amantes de la naturaleza de todo el planeta, tenemos una gigantesca deuda con Christopher Vaughan, aunque ni él la reconoce como tal, ni la está cobrando.
Lo único que seguramente estará pidiendo, es que no se considere que la obra está terminada, pues como vimos recientemente con el presidente Chaves, hay mucha ignorancia alrededor de los asuntos ambientales, cuando dijo sarcásticamente, que tiene un plan para Caño Negro que señalará “cuántos predios están en disputa, cuánta tierra hay que declarar refugio, para compensarle a las ranitas, las culebras y los venados”, para agregar, “Por ahí de los años 90 a alguien se le ocurrió la ocurrencia de ay, qué bonito, desde algún escritorio ahí en Zapote le echan la firma a un decreto ejecutivo…”. Si alguna vez leyera el libro publicado por la Editorial Tecnológica de Costa Rica, seguros estamos de que su criterio sería justo.
Finalmente, creemos que la obra de Chris habrá de continuarse, como tarea individual de todos los habitantes de esta tierra venerada. Solo así, saldaremos al menos un poquito la deuda que con él tenemos. Costa Rica sería muy diferente, hoy si aquel joven no hubiera venido a compartir sus anhelos y sueños en pro de la naturaleza. Si el “Forjador de los Parques Nacionales” no nos hubiera regalado, con su entrega desinteresada, ese valioso tesoro que honra a Costa Rica.
Para justificar la presentación de un proyecto de ley, heredado de la administración de Carlos Alvarado, con el cual crear un mecanismo legal que permitiera a pobladores, que una mala decisión del Instituto Geográfico Nacional (IGN) dejó dentro del Refugio de Vida Silvestre Corredor Fronterizo Norte, y que injustificadamente (como en México de Upala), ¡ubicó en territorio nicaragüense! parte de sus propiedades, el presidente Chaves dijo unas cosas que preocupan mucho y dan coraje. Y es así, porque a partir de su desconocimiento de cuán grande ha sido el esfuerzo por salvar de la destrucción, áreas de conservación vitales para los costarricenses, al contrario de presidentes de la República anteriores, como Oduber y Figueres Ferrer, especialmente, que comprendieron la trascendencia de salvar para las futuras generaciones, riqueza natural que estaba a punto de perderse por acciones depredadores de personas sin conciencia ambiental, Chaves se burla de esos magnos esfuerzos.
Al ignorar que, gracias a ese refugio fronterizo, se ha logrado proteger una rica variedad de especies vegetales, hábitat de importantes poblaciones de jaguares, venados, coyotes, zaínos, aves palmípedas y zancudas, tiburones toro, peces sierra, así como poblaciones de manatíes y peces gaspar, Chaves lanza una de sus amargas ironías, para, según él, impulsar, con esos «argumentos», el proyecto de ley que, según prometió en Upala, enviaría a la Asamblea Legislativa dentro de diez meses.
Dijo Chaves, que “Por ahí de los años noventa a alguien se le ocurrió la ocurrencia de ‘ay, qué bonito hacer una reserva natural en Caño Negro, qué bonito, desde algún escritorio ahí en Zapote le echan la firma a un decreto ejecutivo y, como decía Pancho Villa, ‘afusílenlos y pregunten después’. ¿Había escuelas ahí? ¿Había pueblos ahí? ¿Había iglesias ahí? Décadas de esa ocurrencia. Le pusieron la firma y les quitaron a ustedes cualquier derecho y acceso a los servicios públicos”.
Afirmación demagógica que permite vislumbrar que, efectivamente, nunca llegó a conocer el formidable trabajo realizado por el forjador más dedicado a la creación de áreas de conservación, en momentos en que, en Costa Rica, pocos habían oído hablar siquiera de un «parque nacional». Y es que gracias al entonces jovencito Christopher Vaugham, en el campo, y a la guía de grandes científicos del Centro Científico Tropical, como Joseph Tosi y Leslie Holdridge, en San José, para el muchacho del Cuerpo de Paz, no existieron barreras para que pudiese cumplir, con gran sacrificio, la monumental tarea de recorrer, soportando las condiciones más precarias y peligrosas, todos los rincones del país, desde ambas vertientes a las montañas más altas, observando, investigando, dialogando, tomando notas de las especies que habría que proteger, mientras trataba de ganarle la carrera, a las amenazas hijas de la mayor tasa de deforestación en el planeta, que sufría Costa Rica en los años 70.
Agregó Chaves: “Yo amo la naturaleza, yo creo en proteger el ambiente; pero antes uno se va a fijar. Yo no me quejo de las tortas de alguien más; mi trabajo es arreglarlas. Se acabó el humo, la hablada, el hay que hacer, porque ya estamos haciendo. Este es un Gobierno de gerentes; no de habladores. El plan señala cuántos predios están en disputa, cuánta tierra hay que declarar refugio, para compensarle a las ranitas, las culebras y los venados».
Pues han de saber los que escucharon y leyeron al presidente, que la creación de parques nacionales y otras áreas de conservación, no han sido ocurrencias sin fundamento, ni tampoco se puede disminuir al mínimo grotesco, la importancia de la flora y fauna que se ha logrado preservar. No es un asunto de unas «ranitas», sino de una riqueza natural invaluable, irreparable, que hoy se protege en más de un millón trescientas mil hectáreas del territorio nacional, aunque ello moleste a Chaves, quien se dice amante de la naturaleza.
El peligroso Milei la tiene difícil para lograr aprobar sus descabelladas propuestas, pues tiene menos del 15% en bancas de diputados (37), y menos del 10% en el senado (7).
Para alcanzar el quórum necesario, necesita superar en ambas cámaras, el 50% (129 y 37) por lo que está muy lejos de lograrlo.
Por su parte, ante la debilidad parlamentaria de La Libertad Avanza, el peronismo seguirá siendo la primera minoría en ambas Cámaras. En el Senado estará apenas a dos bancas del quórum y en Diputados, a 21, por lo cual su poder de veto es altamente significativo.
La situación es tal, que al no contar Milei con 2/3 de apoyo legislativo, podría verse envuelto en un juicio político con muchas posibilidades de avanzar. Creemos que según sean «las locuras» que pretenda hacer desde la Casa Rosada, esa alternativa podría activarse en defensa de Argentina, la democracia y la razón.
Marco Acuña el del ICE, por resguardar su chamba, podría estar creando grandes obstáculos al desarrollo del ICE y la nación.
Por bajar la cabeza ante el irracional decreto ejecutivo «made in USA», con el cual se obliga al ICE a contratar proveedores quizá de menor calidad y con ofertas más caras, que las ofrecidas por la china HUAWEI, podemos vislumbrar litigios complejos ante la Sala Constitucional y el Tribunal Contencioso y Administrativo, así como ante organismos de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Lo anterior por actos ilegales derivados del decreto ejecutivo que, ¡no sería raro!, Chaves trajo de la Casa Blanca, como parte de la «guerra comercial» contra China.
Y complica más el panorama, el hecho de que por «joder» a Huawei, se están llevando también entre las patas, a la surcoreana SAMSUNG, pues ninguno de los dos gigantes asiáticos considera útil para nada suscribir un convenio insulso y viejo sobre ciberseguridad, solo aprobado por poco más del 25% de las naciones de la ONU.
Para los costarricenses sería inaceptable, que por un capricho de un presidente que ya no estará en Zapote, en dos años y unos meses, se fueren a afectar los más caros intereses del ICE y los costarricenses en general.
Ese daño sería irreparable.
Pues, eso lo conoce Acuña, el jerarca circunstancial del ICE, que pudiendo levantar la voz a favor del cumplimiento del libre mercado, ha optado por callar para no molestar a Chaves, aunque el daño que se podría dar, fuese irreparable e injustificado.
Siendo Chaves ministro de Hacienda (otro error de Carlos Alvarado), el economista agrícola, hizo algunos cálculos y puso precio a algunas instituciones públicas, a manera de ejercicio, según dijo.
En su lista incluyó al Banco Internacional de Costa Rica (BICSA), cuyo valor rondaría los $200 millones. También puso al Banco de Costa Rica (BCR), cuyo precio andaría entre $800 millones y $1.200 millones.
Agregó además la Refinadora Costarricense de Petróleo (RECOPE) con un monto de entre $350 millones y $1.000 millones, la Fábrica Nacional de Licores (FANAL) con $20 millones y sorpresivamente Kölbi (marca del ICE) por $1,2 millones». (Extra, 4.7.20).
Ahora que el ICE reafirma su buena calificación por Fitch Ratings (AA+) se activaron los troles de Zapote, «dando las gracias a Chaves» por ese logro permanente de nuestro ICE, ahora también golpeado por la «guerra comercial contra China», a la que sumisamente se ha sumado Chaves, por orden de la Casa Blanca.