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Etiqueta: Memo Acuña

Make America “horrible” again

Por Memo Acuña. (Sociólogo y escritor costarricense)

En un discurso pronunciado en un acto de recaudación de fondos en abril anterior, el candidato Republicano y expresidente de Estados Unidos Donald Trump esparció la consigna que lo ha venido acompañando no solo en esta campaña, sino en su anterior gestión gubernamental.

Aclaró: no es cualquier migración la que estaría dispuesto a tolerar en su país. Para “hacer grande a América otra vez”, lema que en su primera campaña electoral le granjeó un importante caudal de votos provenientes de un nacionalismo exacerbado combinado con el enojo hacia la administración demócrata del entonces presidente Barak Obama, se debe permitir la entrada al país de personas provenientes de países “agradables” como Dinamarca, Suiza y Noruega.

Tras esta afirmación, lamentó el ingreso de migrantes provenientes de América Latina. Ya sabemos su consabido insulto para hacer referencia a los países nuestros, a los que se ha referido como “shit hole countries” y por consiguiente a las personas provenientes de dichos contextos.

En esta ocasión, su artillería racista, xenofóbica y ultranacionalista lo ha llevado a plantear que no le temblaría el pulso para impulsar deportaciones masivas. La imagen es poderosa y si cae en manos de una población cada vez más proclive a la discriminación, habrá encontrado de nuevo terreno fértil para quedarse con una segunda administración.

Los efectos devastadores de una política económica agresiva, las violencias estructurales, sociales y culturales, un irreversible cambio climático y la desesperanza son factores que propician la migración a todos los niveles desde países como los de la región centroamericana. Hacia una gestión migratoria regresiva, negativa y deshumanizante se dirigen si, como todo está dispuesto, el magnate Trump asume la presidencia de su país.

Queda por verse si la fuerza de la migración, de las personas migrantes, será suficiente para contender con el odio y el racismo que una vez más serán premisas de política migratoria en Estados Unidos.

La crisis que nos negamos a enunciar

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

En esta columna, durante mucho tiempo, hemos hecho referencia a la pérdida de contrato social en Costa Rica. Eso se expresa en muchos órdenes de la vida social, cultural e institucional del país.

Pero un indicador claro, contundente, que refleja ese nivel de caducidad del proyecto horizontal e igualitario de la sociedad en su conjunto, es la ausencia absoluta de presente y horizonte para un sector de nuestra población.

En febrero del año en curso, en menos de una semana, tres adolescentes entre 15 y 16 años fueron abatidos en presuntos hechos relacionados con el sicariato.

Las reglas del juego de la inclusión social le fueron arrebatadas a mecanismos de movilidad como la educación y la cultura misma.

En su lugar, grupos del crimen organizado se han encargado de mostrar a las personas jóvenes que con menos esfuerzos y con niveles de compromiso inéditos hacia la acción delictiva, podrán escalar posiciones, mejorar ingresos y construirse un nombre, una identidad en medio de una crisis profunda de legitimación en todas las dimensiones.

Hace poco un medio nacional hacía referencia a una estadística demoledora: cada 12 días es asesinada una persona menor de edad en Costa Rica, lo que significa que entramos a una crisis sin retorno en la destrucción de las posibilidades para estas nuevas generaciones.

Hablamos poco en el país de este hecho. No lo entendemos o no lo queremos enunciar, verbalizar. Las cifras son orientadoras de que algo está pasando: 2023 fue el año más violento de la historia y para el caso que nos ocupa, desde 2018 no se habían producido tantas muertes (42) de personas menores de edad.

Algo de verdad está pasando. Nos bajamos del proyecto colectivo y entre las víctimas colaterales, directas más bien, se encuentran niños, niñas y adolescentes que hoy por hoy son la primera línea de los ataques sistemáticos del modelo social y económico impuesto en este país hace más de 40 años.

Hablemos. Accionemos. No volvamos a perder una década de esta manera.

Siguen los bárbaros

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

En el estadio del Atlético de Madrid en España este fin de semana se escucharon insultos xenófobos y racistas en contra del jugador Nico Williams, del Athletic Club.

Lo destacable del hecho es que en esta ocasión el bárbaro fue solamente un aficionado. Por su acción, (la imitación del sonido de un mono al estar cerca el jugador del equipo contrario) el equipo madridista fue multado a nivel económico y el sector donde este bárbaro profirió sus insultos, será cerrado en los dos partidos siguientes.

Acciones como estas, estamos claros, son ejemplarizantes, pero no detendrán el mal estructural del racismo y la intolerancia en una sociedad que poco ha entendido de qué va el ejercicio de la convivencia.

El racismo no es una contingencia. No es un grito por allá. Un insulto por acá. Es el resultado del ejercicio de un poder colonial de décadas que entiende la superioridad biológica y social como un juego de aniquilación sistemática del otro al que considera inferior.

En Costa Rica, un día si y otro también los actos de barbarie racista se repiten en los campos de juego. En Pérez Zeledón, ubicado al sur del país, un juego fue detenido y un aficionado fue sacado del estadio por su acción contra el jugador Joel Campbell. Eso estuvo bien.

Dias después en otro estadio ubicado en el Pacífico costarricense otro jugador, Jonathan McDonald, denunció haber sido insultado de la misma forma. Pero en esta ocasión el protocolo no fue activado. Eso estuvo mal.

Las acciones contra los bárbaros deben ser sistemáticas y sostenidas. En la medida en que se vean acorralados y limitados en sus actos, sentirán que la sociedad los señala por lo que hacen. Esto es el principio de la construcción de una nueva colectividad, más cercana a los valores de la horizontalidad y el reconocimiento del otro y la otra. Una sociedad donde los bárbaros como estos no vuelvan a sentirse empoderados.

Experenciar la movilidad humana

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Dos semanas después que el primer grupo de hondureños y hondureñas se dieran cita en una estación de autobús en San Pedro Sula para iniciar un recorrido vía terrestre por fronteras centroamericanas con rumbo a Estados Unidos, fui invitado a un encuentro de escritores centroamericanos en la ciudad de Comayagua.

Allí, el coordinador del encuentro Fabio Castillo, me solicitaría el desarrollo de un taller de escritura al que accedí gustoso. Preparé una actividad orientada a desarrollar con ciertas palabras clave, una serie de imágenes que pudieran ser ensambladas en un texto poético.

Pronto entendí que había un contexto, el de la salida de personas de sus lugares de origen, que estaba traslapándose con la actividad y empezaron a salir imágenes muy fuertes sobre el dolor, la despedida y la ausencia.

Este taller desarrollado en noviembre de 2018 fue el punto de inicio de un proceso en transcurso que nos ha llevado a acompañar grupos de estudiantes, artistas, profesionales en psicología, sociología y otras disciplinas en Colombia, Guatemala, El Salvador y Costa Rica.

Conscientes de la necesidad de activar mecanismos de sensibilidad que pasen por el cuerpo, hemos entendido que no es posible la comprensión de un fenómeno tan complejo solamente desde el dato y la estadística.

Por eso, aún con mucho por aprender luego de 4 años y medio de implementación, pensamos que es desde la palabra, el sonido y la voz, que las personas participantes pueden darse una idea sobre estos procesos de movilidad que nos cruzan como región.

Continuamos afinando la metodología, revisando más material, afinando el sentido del corazón para buscar entender más estas dinámicas y construir empatías. Ese es nuestro proyecto. Esa es nuestra política del yo migrante que deseamos impulsar. A eso estamos abocados.

Taller realizado el miércoles 17 de abril del 2024 con estudiantes de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional.

La persistencia del horror

Por Memo Acuña. (Sociólogo y escritor costarricense)

Una y otra vez desde esta columna hemos abordado el tema del racismo en la vida cotidiana, particularmente las manifestaciones que se vierten en los estadios de fútbol. Esta problemática no es exclusiva del contexto costarricense y a nivel global los ejemplos de cánticos e insultos racistas en los campos de juego son una constante.

Un error común sobre este hecho es catalogarlo como indidental, resultado tal vez de la furia y odio que en el momento haga actuar de esa manera a quien profiere los insultos. Resulta que la trama racista es histórica, como producto de la matriz de poder que se ha instalado como premisa en las distintas formaciones sociales y culturales.

Hemos comentado en este espacio, por ejemplo, como en la lacónica Costa Rica de los años ochenta cuando al viejo estadio nacional venían equipos de fútbol Centroamericano, los sonidos provenientes desde las graderías parecidos a los que por entonces caracterizaban las películas norteamericanas sobre los conflictos entre indígenas y vaqueros daban a entender una supuesta superioridad racial del costarricense frente a los otros países de la región.

Insistimos en señalar el carácter histórico de racismo como forma de discriminacion y de poder de unos sobre los otros.  El último episodio ocurrido con el futbolista costarricense Joel Campbell confirma cuán persistente se encuentra el horror racista en los campos deportivos del país.

Esto no se terminará al corto plazo. Se requiere, como también hemos dicho, reconocer la matriz histórica que produce que una persona, una sola persona, se sienta con el poder de ver en el otro condiciones corporales y culturales de inferioridad.

Y luego de esto, trabajar muy fuertemente en el desarrollo de nuevos procesos de convivencia basados en la horizontalidad  como mecanismo de interacción.  Al horror se le combate con estrategias de reconocimiento de la diferencia. Es hora ya de ponerlas en práctica.

La vida no vale nada

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

“La vida no vale nada cuando otros se están matando y yo sigo aquí cantando cual sino pasara nada”; así dice una de las estrofas de la canción que durante mucho tiempo acompañara la trova latinoamericana de la voz del gran cantautor cubano Pablo Milanés.

Hace unos días, un medio de comunicación de Costa Rica me contactó para que me refiriera a unas imágenes en circulación donde se veía un camión de gran tamaño rebasar a otro y quedar de frente a una ambulancia, en una carretera del país. Me preguntaba la periodista sobre que podría estar explicando esta actitud del conductor del camión.

Ensayar una respuesta inmediata quizá no dimensiona lo que efectivamente nos está ocurriendo a nivel civilizatorio. En muchas de estas columnas he hablado justamente de esta hora fronteriza, en la que no tendremos retorno si no concordamos un nuevo pacto social en el que la convivencia sea realmente una práctica cotidiana.

Lo que pasa en las carreteras costarricenses no es más que la confirmación de un hecho cierto: la competencia, esa que ha introducido el mercado como valor de uso, nos ha ganado la partida y el desprecio por los otros, por la vida de los otros, es una cosa cierta.

“La vida no vale nada si cuatro caen por minuto y al final por el abuso se decide la jornada” sigue diciendo Milanés en esa joya de canción. 2023, que fue uno de los años más violentos de la historia con más de 900 homicidios en Costa Rica, también lo fue en accidentes de tránsito en tres décadas, con 517 muertes.

La imprudencia, el tiempo restringido, la creencia que el espacio de la carretera me pertenece y, de nuevo, el desprecio por la vida del otro, explican esa suerte de ser humano transformado bajo un volante. En la imagen referida, por suerte, el conductor de la ambulancia pudo esquivar un seguro choque frontal con consecuencias inimaginables. Se observa, incluso, cómo el camión continua su irresponsable paso por el carril contrario, “cual si no pasara nada”.

Es hora de resolvernos. De reinventarnos, de parar esta vorágine en que nos ha convertido el mercado, la competencia, la deshumanización. Paremos ya para que la vida valga algo.

AYMAR

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Al escribir estas notas leo lo que es ya una reiteración en los pasos utilizados en México por las personas migrantes, solo que las nacionalidades nombradas en eso que es ya tragedia civilizatoria aumentan y se diversifican.

Leo, dije, que 8 migrantes chinos (7 mujeres y un hombre) murieron en un accidente de la embarcación en la que viajaban, en las costas del sureño estado de Oaxaca.

Esta imagen, recurrente ya en territorio mexicano, me transporta inmediatamente a una de las lecturas más conmovedoras desde el punto de vista emocional y corporal que he hecho recientemente.

Se trata del Libro de crónicas titulado “El camino de la bestia. Migrantes clandestinos a la búsqueda del sueño americano” (Editorial Pepitas. Colección América Lee. 2016).

Escrito en primerísima persona, el autor Flaviano Bianchini decide un buen día despojarse de su identidad italiana (su pasaporte de la Unión Europea, como frecuentemente recuerda) para experimentar el viaje por México como una persona migrante indocumentada más.

Durante 21 días escribe su sentir, sus miedos, sus enojos, sus contradicciones, sus reflexiones sobre la desigual distribución entre el norte y el sur globales, que produce seres humanos fuera de categoría, como las personas migrantes que lo van acompañando y a las cuales acompaña a lo largo del viaje.

Precisamente en un trayecto del tren llamado “La bestia” y luego de haber pasado por el centro de México, él y sus compañeros de viaje descubren que en uno de los tramos donde “hay subida” de migrantes, se integran 25 personas orientales (no definen ciertamente su origen) y reflexiona que estos grupos son dirigidos por los carteles de la drogas que controlan varios de los trechos por donde pasa este medio de transporte. No son personas, son mercancías a un precio muy alto.

Dueño de una narrativa clara, honesta, directa (con algunos giros de lenguaje propios del periodismo tradicional, con los que ciertamente nos distanciamos), Aymar, nombre de un supuesto migrante peruano que Flaviano ha decidido utilizar en su camino, consigue interpelarnos y llevarnos hasta lo más profundo del dolor, la esperanza, la incertidumbre, la agencia, el frío, el calor, la violencia. el hambre, la solidaridad, el amor, la ternura, todo bajo un testimonio sobre lo que experimenta una persona migrante en su paso por México y sus distintos actores (gobierno, policía, bandas criminales, grupos de ayuda).

No será posible para mí desprenderme de este relato tan fácilmente. Antes si lo trabajaré en acciones de sensibilización que vengo desarrollando desde hace algunos años. De su utilidad, pero sobre todo de su humanidad contenida me nutriré para seguir abordando este tema desde eso que Gladys Tzul llama formas analíticas alternativas, para entender en toda su amplitud la dimensión de esta crisis humanitaria que, lamentablemente, no tiene resolución al corto plazo.

Seguiremos pues construyendo camino con Aymar. Acompañándolo. Abrazándolo.

Incendiar las almas: A un año de la tragedia en Ciudad Juárez

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Minutos antes de lo inevitable, una funcionaria de los servicios de migración del gobierno mexicano ordenaría no abrir las compuertas de un lugar donde permanecían hacinadas, cansadas y asustadas, más de 40 personas migrantes provenientes de varios países de Centro y Suramérica.

Ocurrió el 27 de marzo de 2023 en una estación migratoria ubicada en Ciudad Juárez, fronteriza entre México y Estados Unidos.

Lo verdaderamente insólito del hecho es que las imágenes reveladas de las cámaras de seguridad del lugar mostraron la pasividad, aún más, la lesividad con que varios funcionarios del centro abordaron la tragedia.

Ante los gritos desesperados de personas que ya sentían el calor y la asfixia de un incendio provocado por la quema de unos colchones en protesta ante las condiciones inhumanas de detención (sin agua, sin alimentación y con un grado de hacinamiento sumo), las personas encargadas mostraron desidia, omisión, desinterés.

Luego se conocería, en los pocos datos que va arrojando la investigación en curso, que la actitud de los funcionarios respondía a una supuesta orden emanada por la encargada de la estación migratoria, en respuesta a las actitudes de protesta de las mismas personas migrantes.

En tiempos en que la necropolítica se superpone a cualquier forma de gestión de la esperanza, es necesaria una rápida acción de la empatía y el abrazo como políticas afirmativas. Esto empieza por nombrar, desde la memoria, lo ocurrido.

Este 27 de marzo prendamos luz por esas almas que no tuvieron escapatoria y murieron en medio del humo que les abrazó sin tregua. Mientras más gente siga terminando sus vidas de esta manera habremos fracasado como civilización.

Defender la alegría

Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense.

Durante la conferencia “Aportes de las ciencias sociales a la sociedad costarricense”, dictada por la Académica Jubilada, Dra. Arlette Pichardo, se reescribió una frase inspiradora, útil para los tiempos que vivimos. 

Y es que, siguiendo con las frases dichas y contundentes, aquello de que debemos salir a defender lo obvio cada vez en una constante. Decía Arlette que las ciencias sociales costarricenses y particularmente las desarrolladas desde la Universidad Nacional en Costa Rica, han hecho significativos aportes a una sociedad tan compleja como la costarricense. 

Pero también señalaba los caminos por recorrer, ahora bajo las amenazas de la anticiencia, los peligros que acechan el camino de las universidades públicas en su funcionamiento y financiamiento y el descrédito al que las ciencias sociales por combativas y constantes, se han sometido por parte de sectores regresivos y conservadores en su pensamiento y acciones.  

Defender la alegría es para mí, hoy, un testimonio de vida.  Soy producto absoluto de la educación pública costarricense desde mi formación como artista en el Conservatorio de Castella, mi base sociológica y mi posgrado en la Maestría Académica de Comunicación en la Universidad de Costa Rica y más recientemente, reconocido con uno de los grados máximos otorgado a una tesis doctoral en el Programa de Doctorado de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional. 

Defender la alegría es sostener estos pilares que nos forman. Tener gratitud por las oportunidades recibidas y aprestarse a devolver, desde el corazón, lo recibido.

Quiso la historia individual que así fuera, entrelazada con los procesos y devenires de esta sociedad que nos necesita tanto. Continuamos entonces, ahora desde las trincheras de la alegría como razón de vida.  A ella vamos y nos aferramos. Si.

Las aspas que mueven las ciencias sociales hoy

M.Sc. Guillermo Acuña González
Decano en funciones
Facultad de Ciencias Sociales

11 de marzo de 2024

Señor Rector de la Universidad Nacional, Máster Francisco González Alvarado; querida invitada especial, conferencista de esta noche, Doctora Arlette Pichardo Múñiz: bienvenida a esta su casa de siempre; queridos y queridas estudiantes, personal académico y administrativo que nos acompaña esta noche.

Queridos y queridas compañeras del Decanato de la Facultad de Ciencias Sociales, mi cariño y admiración siempre por el trabajo que realizan. Un reconocimiento especial para las personas que componen la Comisión de 50 aniversario: Martha, Ana Beatriz, Maria Eugenia, Aron, Jessica, Kerlyn, Hugo, Tamara, Mary Luz, Carolina, Karol, Mayela, Mariana, Milagro y Guisella.

Antes de compartir mis palabras de esta noche, me voy a permitir enviar un saludo muy especial a nuestra querida Decana, la Doctora Martha Sánchez López, quien no nos acompaña el día de hoy. Durante su ejercicio de muchos años en la decanatura de nuestra facultad, ha contribuido a fortalecer el trabajo, construir los sueños y pensar que todo es posible. Para vos, Martha querida, estas reflexiones que comparto. De igual manera, quisiera hacer un reconocimiento a nuestra directora ejecutiva, la Master Mayela Vega Fallas, cuya visión estratégica y acertada nos ha llevado a otros puertos durante todos estos años.

Estimados, estimadas.

En el año 2009, al emitir su discurso de aceptación del Premio Cervantes, el escritor mexicano José Emilio Pacheco evocó el poder de la historia, que siempre será una historia hecha desde la persona, primero, y que luego trasciende hacia la colectividad.

Recordó el año en el que junto con sus compañeros de clase de primaria arribó a la ciudad de México y presenció por primera vez en su vida una puesta teatral sobre la obra “El Quijote de la Mancha” y lo relacionó con la fecha de nacimiento del gran escritor universal. Dijo entonces:

“1947 es una fecha tan lejana como 1547. Ambas se han hundido en la sombra eterna y son irrecuperables. Tal vez la memoria inventa lo que evoca y la imaginación ilumina la densa cotidianeidad. Sin embargo, del mismo modo que para nosotros serán siempre gigantes los molinos de viento que acababan de instalarse en 1585 y eran la modernidad anterior a la invención de esta palabra, en algún plano es real otra experiencia: la de un niño que una mañana de Ciudad de México va con toda su escuela al Palacio de Bellas Artes y asiste asombrado a una representación del Quijote convertido en espectáculo”.

Hoy, quiénes estamos en esta sala, venimos a situarnos justo en esa dimensión en la que historia y memoria se vuelven una sola. Venimos a evocar, imaginar, continuar. Somos, seremos privilegiadas, privilegiados al coincidir en este momento histórico de nuestra facultad. Con toda seguridad, en 50 años nos recordarán como esa generación que transitó al mismo tiempo que lo hicieron unas ciencias sociales fuertes, vigorosas, necesarias, haciendo honor al lema que acompaña nuestra querida Universidad Nacional.

Celebrar de esta manera, significa acercarse a contemplar las aspas de esos molinos de viento a los que Pacheco hizo referencia. Son los que mueven el recuerdo, la evocación, la memoria. La cientista social argentina Elizabeth Jelin, a la que sigo con cierta devoción, ha sido especialmente sensible en recuperar la memoria como categoría de análisis, pero sobre todo, como lugar que debe anclarse en el cuerpo individual y en el cuerpo social.

En un trabajo ya revisitado sobre, justamente, “Los trabajos de la memoria” en 2002, Jelin apunta al desarrollo de una cultura que quiere rescatarlo todo. Esa necesidad de celebración, colección de artículos materiales, recuerdos, dice la investigadora, responde a la frugalidad del acto posmoderno, a la rapidez del tiempo, a la necesidad de construir sentido de pertenencia antes que también sea empacado en el vacío.

Venimos entonces, a celebrar un acto absolutamente consciente contra el olvido: las ciencias sociales, nuestra facultad, no deben ser nunca empacadas al vacío, al contrario, deberá reconocerse, como lo hará más adelante nuestra querida Arlette, su necesario aporte a una sociedad como la nuestra.

Conscientes de ese momento que nos tocó experimentar, no podemos abstraernos de las valoraciones sobre lo que corresponde: evaluar, revisar, fortalecer, para darle larga vida a las ciencias sociales en nuestro entorno. Recupero aquí, entonces, para seguir con los trabajos de la memoria, las reflexiones planteadas por Inmanuel Wallersteien, a finales de siglo anterior, a propósito de colocar en otra perspectiva el papel de las distintas disciplinas nuestras, en un mundo diametral opuesto al que les dieron origen, en el Siglo XIX.

En un ejercicio crítico sobre el rol de las ciencias sociales, Wallerstein indicaba la necesidad de hacer nueva ciencia social, repensando la relación entre el investigador y la investigación desde la idea de “reecantarse del mundo”, cuestionando marcos dominantes de pensamiento y colocando en un plano crítico la supuesta neutralidad de la ciencia misma.

Hoy, aquí, ahora, no podemos seguir pensando en una ciencia social enclaustrada. Ya no. Transitamos contextos complejos que requieren una apuesta cada vez más comprometida, cercana a las necesidades de las poblaciones y de nuestra sociedad como un todo, en absolutamente todas las dimensiones. Por ello, debemos cruzar puentes necesarios, armarnos de nuevas herramientas que nos permitan continuar esa vía de aporte. Pienso por ejemplo en la necesaria relación entre la ciencia social y el arte como forma de responder a las complejas características que nos entrega hoy el contrato colectivo.

Hace algunos años nos enfrentamos a algo inimaginable como especie humana. Pese a que el mundo se paralizó, nuestra facultad continuó su camino y no se confinó: continuaron las clases bajo modalidades ajustadas y la investigación y la extensión social siguieron rindiendo frutos. Por esto, también, nos recordarán como la generación que venció el miedo y continuó su camino.

Esto es una forma de romper con el ciclo de la neutralidad que durante mucho tiempo se le endosaron a las ciencias. Este contexto, este escenario presente, nos exige seguir aportando con excelencia, criticidad y pertinencia. Los desafíos están planteados, hay que ir por ellos con convicción.

Esto también es historia, memoria viva.

Ya en el presente, algunos datos confirman esa gran dimensión de nuestra facultad: en este año 2024, nuestra comunidad estudiantil la conforman 5.100 personas estudiantes, distribuidas en 4043 estudiantes regulares y 1057 de nuevo ingreso, con los que hace poco tuvimos un emotivo encuentro para mostrarles lo que somos, de lo que forman parte. Contamos con 2 diplomados, 12 bachilleratos, 10 licenciaturas, 14 maestrías y 2 doctorados.

Como la historia también se cuenta de forma inmediata, hace solo unas horas asistimos con júbilo y alegría, que continuamos teniendo esta noche, a la ceremonia de acreditación de algunas de nuestras carreras: Bachillerato en la Enseñanza de los Estudios Sociales y Educación Cívica, Bachillerato en Relaciones Internacionales y Licenciatura en Relaciones Internacionales con énfasis en política internacional, en política comercial y en Gestión de la Cooperación Internacional, Bachillerato y Licenciatura en Economía, Bachillerato en Administración y Licenciatura en Administración con especialidad en gestión de Recursos Humanos y Licenciatura en Administración con especialidad en Gestión Financiera y Bachillerato en educación comercial con salida lateral al Diplomado en Educación Comercial y Licenciatura en Educación Comercial. Este hecho solo reafirma el compromiso con la calidad y la excelencia que nuestras carreras presentan.

De la mano con este halagador contexto, nuestro compromiso como autoridades es entregar una facultad dinámica, propositiva y acorde con los nuevos tiempos. Por ello, el impulso a iniciativas como el Sistema de Comunicación para las Ciencias Sociales, El Sistema de Investigación, las Mesas de Trabajo y el Centro de Recursos para la acción sustantiva, es nuestra motivación para continuar acompañando con orgullo esta historia, este presente y el futuro por venir.

Estimado Señor rector, querida Arlette, amiga nuestra. Esta noche hemos venido a saludar la historia y honrar el presente de nuestra facultad. Como lo ha dicho Elizabeth Jelin, un acto de esta naturaleza solamente adquiere sentido si a el acudimos a construirnos en un sentido de pertenencia: esa debe ser la principal motivación de esta actividad.

Pensando en ese niño que observaba por primera vez el Quijote de Cervantes, y pensando en las aspas que deben movernos como Facultad (pertinencia, criticidad, compromiso) finalizo con uno de los textos para mi más evocadores que escribiera Jose Emilio Pacheco durante su trayectoria, recuperando eso de que he venido a cantar el cuento de la tribu:

“Yo, con mayúscula

En inglés, “yo”, es decir “I”

Se escribe siempre con mayúscula.

En español la lleva pero invisible.

“Yo”, por delante

y las demás personas del verbo

disminuidas siempre.

Por eso que presunción decirle al mundo:

“yo soy poeta.”

Falso: “yo” soy nada

Soy el que canta el cuento de la tribu

Y como “yo” hay muchísimos.

Ocupamos el puesto en el mercado

Que dejó el saltimbaqui muerto.

Y pronto nos iremos y otro vendrán

Con su “yo” por delante”

Buenas noches, muchas gracias.