Volver al futuro

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Es verano de 1987. Mis padres hacen esfuerzos para que conecte con la vida universitaria. Cumpliendo los mandatos de Don Arnoldo, me lanzan a la aventura de dejarme algo para el futuro. Y me llevan al encuentro de un enorme Joaquín Gutiérrez en un curso libre de ese verano, sobre literatura costarricense. Años más tarde, la obra de Gutiérrez sería encriptada en un necesario debate acerca del racismo en la narrativa doméstica. Me pregunto si es la obra o el autor. Entonces me lleno de perplejidad y cuestiono.

Ese verano, el primer día de clases en mi vida universitaria, iría a mi encuentro con la vida. Colmado de nervios, dudas y preguntas. Para acallarme en mis incertidumbres, entré a un café que por entonces dominaba la escena sanpedrana, revestido de un nombre de historieta latinoamericana, que aún hoy resuena en mi inconsciente. Un café y un arreglado serían mis armas para combatir la angustia de esa tarde.

Y entonces entro a mi primera clase de universidad, con el infortunio de toparme con alguien que decía ser docente, de arte, de teatro. Nunca olvidaré la vulgaridad de su pedagogía. Nunca estaría más claro para mí decirme a mí mismo que si sería docente alguna vez en la vida, no repetiría las imbecilidades de aquel mal profesor universitario.

Y fui y soy docente y sigo aprendiendo.

Todas estas cosas las pienso en el presente mientras recibo, ahora como vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional, estudiantes de primer ingreso el día de apertura del primer ciclo lectivo de 2024.

Desfilan ante mis ojos proyectos de vida que recién comienzan. Pienso en el contexto de un mundo post pandemia, acechado por los reacomodos de las hegemonías militares a nivel global. Pienso en el cardumen de las violencias, la imposición de los conservadurismos, el destino de los apátridas, la hora de la ingobernabilidad en una Costa Rica que no reconozco.

Pienso en todo eso mientras una joven proveniente de Río Frío de Sarapiqui, comunidad ubicada al norte del país, se nos acerca y nos pregunta a la decana Marta Sánchez y a mí persona, por el número de aula que le corresponde y porqué hace tanto frío una mañana de febrero.

Es la puerta al futuro la que se divisa para ella.

Entonces me apresuro a desdibujar el continente de dudas, para llegar a un puerto seguro. Una tarde de marzo de 1987 me incliné a la pregunta. Y aún hoy sigo esperando la respuesta.

La educación pública es un bien histórico, que hay que salir a defender sí o sí. Las armas de la integración social están allí, en esa joven de Río Frío o en el muchacho que se acercó tímidamente a preguntar por su futuro en la carrera de Comercio Internacional: ¿dónde está?, preguntó.

Pienso, por un momento, en esas cuatro clases de verano de 1987 que me desafiaron como persona y me delinearon el camino.

“Para adelante”, le dijimos. “El futuro está adelante”.