Las aspas que mueven las ciencias sociales hoy
M.Sc. Guillermo Acuña González
Decano en funciones
Facultad de Ciencias Sociales
11 de marzo de 2024
Señor Rector de la Universidad Nacional, Máster Francisco González Alvarado; querida invitada especial, conferencista de esta noche, Doctora Arlette Pichardo Múñiz: bienvenida a esta su casa de siempre; queridos y queridas estudiantes, personal académico y administrativo que nos acompaña esta noche.
Queridos y queridas compañeras del Decanato de la Facultad de Ciencias Sociales, mi cariño y admiración siempre por el trabajo que realizan. Un reconocimiento especial para las personas que componen la Comisión de 50 aniversario: Martha, Ana Beatriz, Maria Eugenia, Aron, Jessica, Kerlyn, Hugo, Tamara, Mary Luz, Carolina, Karol, Mayela, Mariana, Milagro y Guisella.
Antes de compartir mis palabras de esta noche, me voy a permitir enviar un saludo muy especial a nuestra querida Decana, la Doctora Martha Sánchez López, quien no nos acompaña el día de hoy. Durante su ejercicio de muchos años en la decanatura de nuestra facultad, ha contribuido a fortalecer el trabajo, construir los sueños y pensar que todo es posible. Para vos, Martha querida, estas reflexiones que comparto. De igual manera, quisiera hacer un reconocimiento a nuestra directora ejecutiva, la Master Mayela Vega Fallas, cuya visión estratégica y acertada nos ha llevado a otros puertos durante todos estos años.
Estimados, estimadas.
En el año 2009, al emitir su discurso de aceptación del Premio Cervantes, el escritor mexicano José Emilio Pacheco evocó el poder de la historia, que siempre será una historia hecha desde la persona, primero, y que luego trasciende hacia la colectividad.
Recordó el año en el que junto con sus compañeros de clase de primaria arribó a la ciudad de México y presenció por primera vez en su vida una puesta teatral sobre la obra “El Quijote de la Mancha” y lo relacionó con la fecha de nacimiento del gran escritor universal. Dijo entonces:
“1947 es una fecha tan lejana como 1547. Ambas se han hundido en la sombra eterna y son irrecuperables. Tal vez la memoria inventa lo que evoca y la imaginación ilumina la densa cotidianeidad. Sin embargo, del mismo modo que para nosotros serán siempre gigantes los molinos de viento que acababan de instalarse en 1585 y eran la modernidad anterior a la invención de esta palabra, en algún plano es real otra experiencia: la de un niño que una mañana de Ciudad de México va con toda su escuela al Palacio de Bellas Artes y asiste asombrado a una representación del Quijote convertido en espectáculo”.
Hoy, quiénes estamos en esta sala, venimos a situarnos justo en esa dimensión en la que historia y memoria se vuelven una sola. Venimos a evocar, imaginar, continuar. Somos, seremos privilegiadas, privilegiados al coincidir en este momento histórico de nuestra facultad. Con toda seguridad, en 50 años nos recordarán como esa generación que transitó al mismo tiempo que lo hicieron unas ciencias sociales fuertes, vigorosas, necesarias, haciendo honor al lema que acompaña nuestra querida Universidad Nacional.
Celebrar de esta manera, significa acercarse a contemplar las aspas de esos molinos de viento a los que Pacheco hizo referencia. Son los que mueven el recuerdo, la evocación, la memoria. La cientista social argentina Elizabeth Jelin, a la que sigo con cierta devoción, ha sido especialmente sensible en recuperar la memoria como categoría de análisis, pero sobre todo, como lugar que debe anclarse en el cuerpo individual y en el cuerpo social.
En un trabajo ya revisitado sobre, justamente, “Los trabajos de la memoria” en 2002, Jelin apunta al desarrollo de una cultura que quiere rescatarlo todo. Esa necesidad de celebración, colección de artículos materiales, recuerdos, dice la investigadora, responde a la frugalidad del acto posmoderno, a la rapidez del tiempo, a la necesidad de construir sentido de pertenencia antes que también sea empacado en el vacío.
Venimos entonces, a celebrar un acto absolutamente consciente contra el olvido: las ciencias sociales, nuestra facultad, no deben ser nunca empacadas al vacío, al contrario, deberá reconocerse, como lo hará más adelante nuestra querida Arlette, su necesario aporte a una sociedad como la nuestra.
Conscientes de ese momento que nos tocó experimentar, no podemos abstraernos de las valoraciones sobre lo que corresponde: evaluar, revisar, fortalecer, para darle larga vida a las ciencias sociales en nuestro entorno. Recupero aquí, entonces, para seguir con los trabajos de la memoria, las reflexiones planteadas por Inmanuel Wallersteien, a finales de siglo anterior, a propósito de colocar en otra perspectiva el papel de las distintas disciplinas nuestras, en un mundo diametral opuesto al que les dieron origen, en el Siglo XIX.
En un ejercicio crítico sobre el rol de las ciencias sociales, Wallerstein indicaba la necesidad de hacer nueva ciencia social, repensando la relación entre el investigador y la investigación desde la idea de “reecantarse del mundo”, cuestionando marcos dominantes de pensamiento y colocando en un plano crítico la supuesta neutralidad de la ciencia misma.
Hoy, aquí, ahora, no podemos seguir pensando en una ciencia social enclaustrada. Ya no. Transitamos contextos complejos que requieren una apuesta cada vez más comprometida, cercana a las necesidades de las poblaciones y de nuestra sociedad como un todo, en absolutamente todas las dimensiones. Por ello, debemos cruzar puentes necesarios, armarnos de nuevas herramientas que nos permitan continuar esa vía de aporte. Pienso por ejemplo en la necesaria relación entre la ciencia social y el arte como forma de responder a las complejas características que nos entrega hoy el contrato colectivo.
Hace algunos años nos enfrentamos a algo inimaginable como especie humana. Pese a que el mundo se paralizó, nuestra facultad continuó su camino y no se confinó: continuaron las clases bajo modalidades ajustadas y la investigación y la extensión social siguieron rindiendo frutos. Por esto, también, nos recordarán como la generación que venció el miedo y continuó su camino.
Esto es una forma de romper con el ciclo de la neutralidad que durante mucho tiempo se le endosaron a las ciencias. Este contexto, este escenario presente, nos exige seguir aportando con excelencia, criticidad y pertinencia. Los desafíos están planteados, hay que ir por ellos con convicción.
Esto también es historia, memoria viva.
Ya en el presente, algunos datos confirman esa gran dimensión de nuestra facultad: en este año 2024, nuestra comunidad estudiantil la conforman 5.100 personas estudiantes, distribuidas en 4043 estudiantes regulares y 1057 de nuevo ingreso, con los que hace poco tuvimos un emotivo encuentro para mostrarles lo que somos, de lo que forman parte. Contamos con 2 diplomados, 12 bachilleratos, 10 licenciaturas, 14 maestrías y 2 doctorados.
Como la historia también se cuenta de forma inmediata, hace solo unas horas asistimos con júbilo y alegría, que continuamos teniendo esta noche, a la ceremonia de acreditación de algunas de nuestras carreras: Bachillerato en la Enseñanza de los Estudios Sociales y Educación Cívica, Bachillerato en Relaciones Internacionales y Licenciatura en Relaciones Internacionales con énfasis en política internacional, en política comercial y en Gestión de la Cooperación Internacional, Bachillerato y Licenciatura en Economía, Bachillerato en Administración y Licenciatura en Administración con especialidad en gestión de Recursos Humanos y Licenciatura en Administración con especialidad en Gestión Financiera y Bachillerato en educación comercial con salida lateral al Diplomado en Educación Comercial y Licenciatura en Educación Comercial. Este hecho solo reafirma el compromiso con la calidad y la excelencia que nuestras carreras presentan.
De la mano con este halagador contexto, nuestro compromiso como autoridades es entregar una facultad dinámica, propositiva y acorde con los nuevos tiempos. Por ello, el impulso a iniciativas como el Sistema de Comunicación para las Ciencias Sociales, El Sistema de Investigación, las Mesas de Trabajo y el Centro de Recursos para la acción sustantiva, es nuestra motivación para continuar acompañando con orgullo esta historia, este presente y el futuro por venir.
Estimado Señor rector, querida Arlette, amiga nuestra. Esta noche hemos venido a saludar la historia y honrar el presente de nuestra facultad. Como lo ha dicho Elizabeth Jelin, un acto de esta naturaleza solamente adquiere sentido si a el acudimos a construirnos en un sentido de pertenencia: esa debe ser la principal motivación de esta actividad.
Pensando en ese niño que observaba por primera vez el Quijote de Cervantes, y pensando en las aspas que deben movernos como Facultad (pertinencia, criticidad, compromiso) finalizo con uno de los textos para mi más evocadores que escribiera Jose Emilio Pacheco durante su trayectoria, recuperando eso de que he venido a cantar el cuento de la tribu:
“Yo, con mayúscula
En inglés, “yo”, es decir “I”
Se escribe siempre con mayúscula.
En español la lleva pero invisible.
“Yo”, por delante
y las demás personas del verbo
disminuidas siempre.
Por eso que presunción decirle al mundo:
“yo soy poeta.”
Falso: “yo” soy nada
Soy el que canta el cuento de la tribu
Y como “yo” hay muchísimos.
Ocupamos el puesto en el mercado
Que dejó el saltimbaqui muerto.
Y pronto nos iremos y otro vendrán
Con su “yo” por delante”
Buenas noches, muchas gracias.