A planear conscientemente el futuro

Cristóbal Pérez-Jerez

De la vida espontánea hacia la planificación

Cada día que pasa nos trae incertidumbre, temor y aislamiento social escandaloso. Los humanos estamos sufriendo una resaca de casi 50 años de crecimiento acelerado y consumo siniestro de los recursos de la Tierra. El auge de la medicina, las telecomunicaciones, la productividad económica, las políticas sociales y los modernos transportes nos convirtieron en amos y señores del universo. Nuestro consumo y la búsqueda de propiedad es infinita. Hace 12 mil años éramos un millón de humanos, en 1800 éramos ya una muchedumbre de 107 millones, en 1900 133 millones; y hoy la increíble suma de 7,790 millones. Un crecimiento que implica exterminar los recursos de la tierra, eliminar todas las otras especies y contaminar atmósfera, ríos, lagos, mares y bosques.

Nuestra mayor esperanza es que el ser humano recupere su capacidad de ser consciente. Que en lugar de producir masiva, alegre e intensivamente bienes y servicios innecesarios, reconstruya la sociedad basándose en un ser humano que recupere su ser natural, que produzca para sobrevivir, respetando el derecho de animales, plantas y recursos a vivir libremente, sin presiones del humano, en por lo menos la mitad del planeta.

Las alternativas, sí el coronavirus es derrotado, serán una sociedad planificada para generar la existencia en el planeta de unos 4 mil millones de humanos, viviendo en paz, cooperación y respeto a la naturaleza; o continuar nuestra vida espontánea de crecimiento económico, poblacional y tecnológico que nos acerque siempre a nuevas pandemias, que naturalmente, eliminen a los humanos sobrantes.

Todos los países debieran de generar una estrategia conjunta, que permita la unidad regional y mundial, para enfrentar los siete problemas capitales mencionados:

Uno, el gran peligro de destruir la vida en los océanos, lo que sería el inicio del fin de nuestra vida, de lo cual es un triste ejemplo el mar de basura en las costas de Honduras y Guatemala.

Dos, el deterioro del agua disponible en el planeta, ya en todos los países de la región no existen ríos sin contaminación.

Tres, los conflictos por el agua, que empezarán a ser continuos y cada vez más peligrosos sí no avanzamos una propuesta de negociación y estrategia regional.

Cuatro, la degradación de los suelos, que ya no soportan cultivos intensivos, ni efectos de agroquímicos.

Cinco, la deforestación, los bosques húmedos tropicales, una delicia del alma de cualquier centroamericano en la época en que eran abundantes.

Seis, el consumo desquiciado de energías de todo tipo.

Siete, lo más triste, la pérdida de la biodiversidad, la aniquilación del resto de seres vivos de la creación.

Queda poco tiempo para actuar. Salvar la naturaleza mide el valor de una nación.

Una propuesta de solución imposible

Engels nos motiva a proponer una solución inalcanzable. Inalcanzable pues el humano es producto de sus instintos no de su inteligencia científica. Nuestro instinto sigue las leyes del desarrollo o evolución planteadas certeramente por Darwin y Smith. El humano es egoísta y en búsqueda de su propio placer no tiene límites para depredar todos los sistemas de vida y de recursos naturales.

Diría el filósofo Engels: “Si nos preguntamos… qué son, en realidad, el pensamiento y la conciencia y de dónde proceden, nos encontraremos con que son productos del cerebro humano y con que el mismo hombre no es más que un producto de la naturaleza que se ha formado y desarrollado en su ambiente y con ella.”  Podríamos interpretar que al ser el humano y su organización social productos de la naturaleza, tienen que seguir una lógica similar a cualquier otro ser de la naturaleza, es decir, los humanos tendríamos que comprender que nuestra sociedad y existencia nacieron en determinado momento, se han desarrollado y tienen que morir.

El asunto anterior es un problema de consciencia. El ser humano al comprender que tiene que desaparecer, en un momento dado, de la Tierra lo puede hacer de una manera benigna y cariñosa con el medio que le dio la vida, es decir podríamos construir sociedades con menor cantidad de humanos, con menor consumo y con espacios libres para que el resto de seres vivos puedan continuar su existencia. O, de acuerdo a las leyes de la evolución podríamos acelerar la muerte del humano y su sociedad, provocando el sufrimiento y desaparición del resto de seres vivos. Esa es nuestra disyuntiva.

La solución inalcanzable es:

  1. Detener el crecimiento de la población humana, determinando un porcentaje de humanos por cantidad de espacio en todo el planeta.
  2. Establecer que en la mitad del territorio de todos los países del mundo quede prohibido el acceso de seres humanos, para permitir la libertad, felicidad y vida del resto de especies que comparten el planeta con el depredador.
  3. Establecer la racionalidad en el consumo y la expectativa de vida del ser humano

Imagen: https://www.lavanguardia.com/natural/20190730/463772770926/consumo-cambio-climatico-sobreexplotacion-recursos-planeta.html