La política de lo ficticio

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

FICTICIO: Adjetivo. Fingido, imaginario o falso… ENTUSIASMO FICTICIO/ 2. Convencional que resulta de una convención. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA.

La política de la mentira descarada, caracterizada por la incapacidad y la negativa de llamar a las cosas por su nombre, nos hunde en el universo de lo ficticio, lo que conlleva a que no podamos conocer la esencia de las cosas y el tipo de sociedad en que vivimos.

La corrupción irritante y descarada es inherente a ese mundo ficticio, y empieza por el financiamiento de las campañas electorales, destinadas a escoger a quienes forman la fachada del régimen, no a los verdaderos detentadores del poder: es así como un conjunto de negociados oscuros de algunos banqueros, y manejadores políticos de profesión que han implantado un monopolio de la llamada “participación política”, convertida en un club selecto y cerrado en el que otros actores sociales y políticos no pueden entrar. Las actitudes “transgresoras” de quienes entraron al juego político por vías consideradas como “no legítimas”, por parte de los miembros de ese club de la política ficticia, han provocado un verdadero terremoto en la pasada campaña electoral de Costa Rica(2021-2022), cuando un candidato presidencial que apareció como un outsider (para ellos un intruso), apoyado por un grupo de empresarios y banqueros que estaban fuera del reparto de la piñata, terminó ganando las elecciones y accediendo a la Casa Presidencial del Barrio de El Zapote, en San José la capital costarricense.

Los periodistas de las nuevas generaciones, dentro de las circunstancias propias de este vertiginoso cambio de siglo, vuelvo a insistir por enésima vez, son en su gran mayoría, meros operadores políticos al servicio de una prensa corporativa a la que sirven de manera incondicional, al mismo tiempo que los medios que la conforman son, a lo sumo un apéndice más de las grandes corporaciones, de ciertos holding del capital financiero, e incluso de una serie de actividades muy diversas: entre ellas los parques de diversiones (tal es el caso del llamado Parque Viva), que son el objeto de una enconada disputa entre el gobierno del presidente Rodrigo Chaves, para el caso de Costa Rica, y los propietarios de un diario que aparece como la punta del iceberg de una de estas entidades, además de ser el único que circula los sábados y domingo como un mero boletín de la oligarquía.

A pesar de lo evidente que resulta el hecho de ser una mera disputa con un cierto trasfondo comercial y relativa al cumplimiento, o no de determinada legislación, relativa al ordenamiento urbano, sus propietarios han puesto el grito en el cielo diciendo que se encuentra en peligro la libertad de expresión.

Sus reporteros no hacen preguntas sino que acosan (e incluso acusan, tergiversan y lanzan denuestos) a los gobernantes y los funcionarios públicos en casi todos los países de América Latina, razón por la que las amenazas a la libertad de expresión parecen venir de los propietarios o administradores de estos medios corporativos, mientras que los gobernantes y funcionarios a lo sumo se defienden, o terminan pagando su silencio y complicidad en determinadas coyunturas.

Sólo en esto coinciden con las viejas empresas periodísticas como el Diario de Costa Rica, La Tribuna, Excelsior, La República y el mismo diario La Nación, el que si bien mantiene el mismo logo hoy es esencia algo muy diferente de lo que fue durante la segunda mitad del siglo anterior, tal y como lo indica el periodista y escritor Carlos Morales Castro (Ver Carlos Morales LA NACIÓN ENTRA EN GUERRA), en un elaborado, además de exquisito artículo, en el que se ponen de relieve las transformaciones sufridas por ese y otros medios, dentro del devenir del tiempo de larga duración histórica.

De ahí la campaña emprendida por ese diario para revertir la decisión de la titular del ministerio de Salubridad, dentro de la que sus propietarios no han dudado en acudir a la vieja fórmula de llamar en su auxilio a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), y a la cadena de medios de la dictadura mediática internacional, existentes en los otros países de la región, sobredimensionando y tergiversando las verdaderas razones del diferendo.

No estamos en las épocas en las que las grandes empresas periodísticas del siglo pasado, a las que hemos hecho alusión: eran diarios y radioemisoras que estaban interesadas en hacer un periodismo de cierta calidad para lograr sus propósitos como formadores de opinión, aunque siempre al servicio de los intereses oligárquicos.

Como hace ya muchos años que no hay, o no existen partidos políticos dignos de ese nombre, se ha instaurado la práctica de conformar unas estructuras ficticias, a lo sumo postizas, para justificar los millonarios gastos en las campañas electorales: es así como se inventan seminarios de formación política, estructuras de base, o comités regionales, con apoyo financiero, que dan lugar a movilizaciones raquíticas ante la falta de entusiasmo y de credibilidad en esas instancias “políticas”, por parte de un gran sector de la ciudadanía. Es por eso que formamos parte de una humanidad desesperanzada y descreída a la que, sin embargo, los medios de comunicación y la propaganda persiguen hasta la intimidad de sus hogares, con tal de hacerlos volver al redil.

Mientras tanto las élites del poder, las de la prensa canalla, vendida o mermelera (para el caso del Perú) y las del Poder Ejecutivo, situadas en la cúspide del mando político se ponen de acuerdo para legislar en contra de las grandes mayorías nacionales: aprobarán el aumento de la jornada laboral hasta por doce horas, burlando el pago de horas extras, seguirán imponiendo la regla fiscal deteriorando la institucionalidad del país, congelando los salarios nominales por decreto, en tanto que los reales(poder adquisitivo) a través de la inflación siguen en caída libre, permitiendo la evasión fiscal, la ruina del fisco por los altos intereses que reciben los tenedores de bonos de la deuda pública, las exoneraciones fiscales abusivas y los negociados que les permitirán privatizar y vender a precio de remate las instituciones más importantes de nuestro país(CCSS, ICE y otras). Sobre esos elementos se fundamenta la política de lo ficticio en nuestros países.