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Etiqueta: Rogelio Cedeño Castro

50 años del golpe de estado en Chile 1973 – 2023

José Joaquín Meléndez González

El triunfo de Salvador Allende en Chile con la Unidad Popular, la alianza en el Congreso de la Democracia Cristiana para la ratificación de Presidente, no obstante la división de ese partido y la esperanza de un pueblo, llega a la Presidencia de la República de Chile, Salvador Allende. Ese triunfo en América despierta nuevas esperanzas en la juventud, aspiraciones de la clase trabajadora y los pueblos con ansias libertarias, se unían nuevamente en un horizonte de sueños, cantos, arte y realidades socialistas. Obviamente, por otra parte, se conocía la reacción reservada de la derecha recalcitrante y conservadora.

Los resultados empiezan a emerger, las reformas sociales evidentes como la nacionalización del cobre que se encontraba en manos de compañías estadounidenses, la cooperativización de empresas privadas, el mejoramiento de las condiciones laborales, salariales y alianzas con los sindicatos; la reforma agraria. Su popularidad alcanza cifras muy significativas expresadas con el triunfo en las elecciones parlamentarias y luego en 1973 las municipales. La euforia generalizada lanza la voz hacia el PODER POPULAR. La juventud cantaría en las calles: ¡El pueblo unido jamás será vencido!, canto que se extendía cruzando fronteras y sobrepasando los ANDES, llegando como el aire a todo América.

Aparecerán luego las reacciones de la ultra derecha, la CIA, el gobierno de los Estados Unido a tejer la desestabilización del gobierno con medidas económicas y financieras, el desabastecimiento de bienes y servicios, la inflación galopante, se había producido el asesinato del General, René Schneider, el ascenso como jefe del Estado mayor del ejército de Carlos Prats y su época del Tanquetazo quien renunciara posteriormente, luego, con el consentimiento de Allende el ascenso al Estado Mayor como Jefe del Ejército, el General Augusto Pinochet. La Cofradía Náutica del Pacífico Astral inicia en secreto la planificación el Golpe de Estado, la marcha de las cacerolas vacías, la huelga de los transportistas, la huelga de los mineros, colegios médicos. El terrorismo ante la destrucción de las torres eléctricas y puentes, la reacción a la reforma educativa, la transformación bancaria. Todo ello fue caldo de cultivo y excusa hacia el Golpe de estado y el asesinato de Salvador Allende en el Palacio de La Moneda.

El golpe de estado perpetrado por Augusto Pinochet se consolida el 11 de setiembre de 1973 y con ello la persecución, muerte, asesinatos, torturas, desaparecido, disolución del congreso, los campos de concentración, las migraciones a todos los confines de la Tierra.

Costa Rica se constituye en un territorio de asilados, de estadía y tránsito.

Como dirigente del Sindicato de Educadores Costarricenses, SEC, me tocó vivir la triste experiencia de tantos y tantos chilenos. Puedo dar testimonio de la ayudar a chilenos en búsqueda de trabajo como diagramadores en centros especializados, imprentas, empresas comerciales, en la Universidad Nacional, UNA y en el Ministerio de Educación. Particularmente hospedé en mi casa a Alberto Vidaurrázaga Henríquez, quien llegó destrozado por las torturas, las uñas levantadas, no hablaba, no quería ni salir a la sala, a su hermano se lo habían matado, su madre impotente magistrada. Alberto, medianamente restablecido, lo integramos como educador en Boca de Parismina, bajo nombramiento de Fernando Volio Jiménez quien sabía de los sucesos en Chile pues había visitado ese país y enfrentado a Pinochet como Miembro de la Comisión Internacional de los Derechos Humanos. También hospedé en mi casa al Senador, César Godoy Urrutia del Partido Comunista, quien había sido diputado, educador, dirigente del gremio de los educadores en Argentina, periodista; le acompañaba su señora esposa María Herrera Ferrado. Al Senador Godoy le hospedé en paso de muerte, como consecuencia de las torturas causando el cierre de la uretra cuya infección trascendía a su cuerpo durante el viaje a Costa Rica, por las torturas le habían trancado la orina, sus dolores y espasmos eran espantosos. Logré la ayuda del Dr. Rodrigo Gutiérrez Sáenz que lo visitara, le internara en el Hospital Calderón Guardia y fuera atendido de inmediato por el Dr. Salas quien lo intervino con una sonda y le aliviara de su intenso dolor. Con medicamentos y el cuidado de su señora se fue recuperando no obstante su avanzada edad. Decide trasladarse a México donde vive por largo tiempo, sin embargo, su sueño fue regresar a Chile donde fallece el 1 de diciembre de 1985, bajo el gobierno de Pinochet.

También vivimos la experiencia con nuestro amigo compañero y fundador del SEC, Rogelio Cedeño Castro, quien por estudios y compartir con el pueblo chileno la experiencia socialista, fuera agredido, confinado al campo de concentración del estadio de Santiago luego expulsado hacia Costa Rica con su señora esposa chilena Luz María de la Cruz Redon bajo condiciones deplorables, así recibido en el Aeropuerto Juan Santamaría.

Los dirigentes nacionales del Continente agrupados en la Organización Regional Interamericana de Trabajadores; ORIT, realizamos un encuentro en Santiago de Chile apoyando el Referéndum del SÍ y del NO respecto si continuaba o no Pinochet en el Poder. Asimismo, el apoyo al Secretario General de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, Manuel Bustos exigiendo su liberación, quien había sido sentenciado a 10 años de cárcel y su destierro. El apoyo lo representamos en la gran manifestación masiva, la cual fue reprimida por las fuerzas militares y carabineros con garrote y dispersada usando la “chompipa” la cual lanzaba agua fétida y gas lacrimógena. El pueblo ganó el referéndum y Pinochet sale derrotado ante el sufragio popular.

Estos 50 años nos han de servir para reflexionar, porque las aspiraciones de libertad, paz, desarrollo, democracia, trabajo y justicia siguen palpitando en nuestros corazones en el continente hasta el triunfo final, pese a las posturas dictatoriales de presidentes y fuerzas militares.

San José, Costa Rica, 9 septiembre 2023

Rogelio Cedeño Castro, de maestro rural a catedrático

José Joaquín Meléndez González

Compartir desde 1965 con Rogelio Cedeño Castro como maestro rural en Buenos Aires de Puntarenas, deja una huella indeleble que permaneció hasta su partida.

Ahí egresado de su militancia con la Juventud Socialista Costarricense de Vanguardia Popular con otros jóvenes como Carlos Vargas Solano, Guillermo Arce Roldán y Víctor Polini Benach nombrados como educadores en el mismo cantón.

Se vivía toda la euforia de la revolución cubana y el socialismo extendiendo sus determinaciones en el continente latinoamericano.

Los fines de semana nos encontraríamos en el centro del cantón para analizar nuestros planes. Intercambiábamos libros y luego ser discutidos en grupo, así como tomar acciones a desarrollar; en este intercambio veíamos la voracidad de Rogelio por los libros asociando sus comentarios a otros aspectos del acontecer político de Costa Rica y América, entre ellos la Revolución Mexicana, la Reforma Universitaria, la condena de todo régimen dictatorial de militares y oligarcas.

El tema de la Educación aparecía en agenda, así como la situación de los educadores rurales y su falta de conciencia de clase, pues se sentía profesionales fuera del movimiento obrero y de trabajadores de otras especialidades aun cuando eran hijos de campesinos y artesanos fundamentalmente. No fue posible el acuerdo entre las posiciones trotskistas y el antimperialismo europeo del desarrollo industrial y las tesis del antimperialismo del APRA de Víctor Raúl Haya de la Torre y el estancamiento colono europeizante feudal de Indoamérica. Tampoco la opción de la guerra de guerrillas.

Ante la situación de los educadores rurales, muy apremiante, por cierto, hubo mayor similitud para plantear acciones. Así en San José se toma el acuerdo de fundar el Sindicato de Educadores Costarricense, SEC. Rogelio Cedeño Castro es uno de los firmantes constituyentes de la organización dentro del Magisterio Nacional.

Toca dirigir la huelga de 1972, donde Rogelio y su pluma empieza a destacar junto con Guillermo Arce Roldán. Para la huelga de 1974, donde la reforma educativa dada junto a la Ley General de Educación es seriamente atacada por un grupo muy importante, inclinando la balanza hacia la privatización de la educación, denunciando que la reforma era estatizante, socialista y utilitarista. La huelga se consolida y ahí nuevamente Rogelio Cedeño aplica su pluma cuyos pronunciamientos son impresos en los principales medios de comunicación manteniendo por lo menos a los sindicalistas en una actitud firme en defensa de la reforma, denunciando la manipulación de una mano oculta tras la privatización, que como todos saben, en la administración siguiente del gobierno de Daniel Oduber se abre por primera vez esta concepción privatizadora.

Rogelio Cedeño formaría parte del Comité Ejecutivo del SEC donde asumiría la Secretaría de Educación y la Dirección del Periódico EL EDUCADOR. Sus seminarios, la solidaridad con el movimiento obrero, las huelgas bananeras, la solidaridad con la organización campesina, sus conferencias, su erudición y conocimiento del movimiento sindical continental y dominio de la educación costarricense, en las grandes asambleas regionales obtenía sus aplausos contundentes por su forma y su fondo.

Por un tiempo fue redactor informativo tanto en La Hora como en Radio Columbia.

Continúa sus estudios universitarios y luego tras el triunfo de Allende en Chile decide continuar su carrera universitaria en esa nación donde se roza con grandes intelectuales del país, así como de otras naciones, hasta ser perseguido y sometido a los campos de concentración bajo el régimen y dictador Augusto Pinochet, optando por el regreso a Costa Rica con su esposa María de La Cruz.

Rehacer su vida en Costa Rica con sus hijos Ximena y Rolando significó un reto que pronto superaría. Su madre Rosita Cedeño Castro y su padrastro Molina fueron un apoyo fundamental. Vuelve a las acciones sindicales, esta vez con el SEC y la Confederación Auténtica de Trabajadores Democrática (CATD), donde nuevamente aplica su conocimiento como gran erudito en conferencia por todas las regiones del país.

Ingresa a la Universidad Nacional como profesor de Sociología donde redoblaría sus conocimientos, el aprecio de sus discípulos y compañeros de academia donde obtendría su título de Catedrático. Es electo en el Comité Ejecutivo de SITUN donde le nombrarían como Secretario de Educación con gran abnegación y desempeño para consolidar una Convención Colectiva.

Dominó el francés, luego el inglés y por último incursionaba el estudio del idioma italiano pues decía que era mejor conocer de primera mano la profundidad de los autores que Cedeño “tragaba” con celeridad.

Crítico fuerte de los distorsionadores de Trotsky, militante del anarquismo pues se consideraba un ácrata por el socialismo. Su profundidad en el tema lo explica claramente en sus ensayos públicos LIBERTARIO Y LIBERTICIDAS. Fue de constante críticas al sistema como pudimos escuchar en el programa de radio Causa y Efecto, así como su pensamiento crítico y democrático de Manuel Sandoval Coto.

Sus artículos son múltiples en La Extra, La Prensa Libre, Universidad, SURCOS y en su época, en Excelsior. También publicó artículos en periódicos internacionales de Argentina, Colombia, Chile y Panamá. Asiduo lector de Le Monde Diplomatique. Entre sus libros: Rojo Pendón Negro Color, acerca de la revolución española; La desmovilización militar en América Central, Los mil espejos de la realidad social, si como una novela inédita y otros compendios más de sociología dados a conocer por su red social.

Tuvo la oportunidad de viajar a Europa y a casi todos los países del continente recabando cada vez más sus investigaciones como sociólogo al servicio de sus discípulos.

Formó parte con otras organizaciones sociales el Centro de Estudio Sindicales Isaías Marchena Morga donde se debatía acerca de temas actuales y el movimiento sindical, que operaba en el local del Partido Comunista.

Por último, en reuniones informales se debatía acerca del tema la Teoría del Estado del Dr. Fernando Diego Cañizales; Anarquía, orden sin autoridad y Rosa Luxemburgo, ambos de Rodrigo Quesada Monge.

Para quienes compartimos esos ideales, mis respetos para sus familiares, a Ximena y Rolando, así como su adorada Sofía. A su señora Marielos Azofeifa Víquez quien compartiera su vida hasta sus últimos momentos.

El Grupo Buenos Aires te reconocemos tu vida revolucionaria y consecuente.

San José, 15 junio 2023

SURCOS lamenta el fallecimiento de Rogelio Cedeño Castro

El equipo de SURCOS lamenta el fallecimiento del compañero, amigo y columnista Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y constante escritor costarricense.

Rogelio deja un importante aporte al pensamiento costarricense y latinoamericano, parte de él publicado en este medio. Su sonrisa y su pensamiento estarán por siempre.

Compartimos este enlace mediante el cual se puede revisar sus valiosos aportes:

https://surcosdigital.com/?s=Rogelio+Cede%C3%B1o+Castro

Cacerías de brujas y estado de excepción en Costa Rica (II)

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

La pacífica y bucólica Costa Rica nunca ha estado exenta de la tentación de las cacerías de brujas, en distintos momentos de su historia, las que si bien no alcanzaron jamás las dimensiones de las ocurridas en la localidad de Salem, Massachussets, cuando un grupo de mujeres fueron acusadas de presuntos “tratos” con el diablo, siendo ejecutadas en la horca, durante los últimos años del siglo XVII, entre 1692 y 1693, no han estado ausentes del todo en nuestro horizonte político y social, teniendo como punto de partida la intolerancia religiosa, política o racial aún existentes entre nosotros.

La intolerancia y el fanatismo en materia religiosa y cultural, por parte del alto clero católico se puso de manifiesto durante el conflicto con los liberales, a lo largo de las últimas décadas del siglo XIX, el que se saldó con las leyes liberales y la prohibición al clero de participar en la vida política electoral. Sin embargo, hubo cierta persecución hacia quienes predicaron y adoptaron el protestantismo liberal durante las primeras décadas del nuevo siglo, especialmente en las zonas rurales donde el predominio católico era casi total.

Los protestantes, por su parte, se institucionalizaron y expandieron su ámbito de influencia a través de la creación del Hospital Clínica Bíblica, concebido para favorecer a los sectores populares (propósito que fue distorsionado durante la segunda mitad del siglo XX al convertirse la medicina privada en un gran negocio), y del Seminario Bíblico Latinoamericano fundado en 1923, que se convirtió en los últimos años del siglo XX en la Universidad Bíblica Latinoamericana, heredera de la tradición académica y de los recursos documentales del primero.

Por otra parte, no hubo partidos políticos confesionales hasta un siglo después, cuando las sectas neopentescostales irrumpen en la vida política, durante los últimos años del siglo XX, desde posiciones muy reaccionarias, integristas y proclives al neofascismo, que establecieron vínculos estrechos con Jair Bolsonaro en Brasil y Yanine Áñez en Bolivia. La incidencia de este factor terminó por favorecer al statu quo político, representado por el PAC en las elecciones de 2014 y 2018, especialmente esos comicios en que Carlos Alvarado se enfrentó al neopentecostal Fabricio Alvarado, a quien venció en las urnas con un programa político proclive a la derecha y al autoritarismo, como herramienta para imponer las políticas de shock impulsadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Tal y como habíamos dicho líneas atrás, Costa Rica vivió en un estado de excepción e intolerancia políticas, mucho más sufridas y percibidas por las víctimas que por los victimarios, quienes por lo general tienden a naturalizar o restarle importancia a estos hechos, durante el primer cuarto de la segunda mitad del siglo pasado, lo que constituye un período bastante extenso del devenir histórico de la sociedad costarricense, suficiente como para no haber dejado huellas profundas en la mentalidad de la población.

Con la derogatoria, más bien modificación, del párrafo segundo del artículo 98 de la constitución política de 1949, si bien se garantizaron los derechos políticos a la izquierda costarricense, se dejó siempre en manos del Tribunal Supremo de Elecciones todo lo relativo a la formación, medios de acción, ideología y estructuras organizativas de todos los partidos políticos, un hecho que a lo largo de los últimos años del siglo anterior y las dos primeras décadas del presente, terminó por dar al traste con la partidocracia costarricense, al distorsionarla esencialmente por la conversión de los partidos políticos en meros apéndices del estado, pudiendo el mencionado TSE disolverlos o distorsionarlos de acuerdo con los intereses de sus integrantes, por lo que la corrupción ha sido monstruosa, especialmente en lo que se refiere al financiamiento de las campañas electorales.

A pesar de la existencia del sostenido estado de excepción, a que hemos venido haciendo alusión y del feroz anticomunismo de oficio que imperaron durante la segunda mitad del siglo XX, el estado social de derecho y las conquistas sociales más importantes de la década del cuarenta mantuvieron su dinamismo hasta bien entrados los años ochenta, cuando empezaron los programas de ajuste estructural y se impuso en la región el mal llamado “Consenso de Washington” en la década de los noventa, dentro de lo que resulta una paradoja que confunde a mucha gente.

Cacerías de brujas y estado de excepción en Costa Rica (I)

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

El estado de excepción y la violación sistemática de los derechos humanos ha sido una amenaza constante para la ciudadanía, incluso en las llamadas sociedades o países “democráticos” que suelen incubar en seno tendencias autoritarias, las que terminan haciéndolos emular a los regímenes totalitarios contra quienes dicen luchar en nombre de la democracia.

Uno de los casos menos conocidos, hoy condenado al rincón de un olvido todavía muy conveniente de la llamada “historia oficial” para algunas gentes es el de los ciudadanos costarricenses de origen alemán e italiano quienes fueron acusados, sin tener derecho a la defensa y al debido proceso, de ser partidarios de los regímenes fascistas de Alemania e Italia, encerrados en campos de concentración en Costa Rica (donde existió al menos uno, donde hoy se encuentran las instalaciones del mercado de mayoreo), a partir del 7 de diciembre de 1941 cuando adelantándose a la declaración de guerra a las llamadas potencias de eje que harían los EEUU y las potencias aliadas, en los días siguientes al ataque japonés a la basa naval estadounidense de Pearl Harbor, en las islas de Hawái, Costa Rica entró oficialmente en guerra con esos países y elaboró una lista negra con más seiscientos ciudadanos costarricenses que apareció publicada en el diario La Tribuna, sembrando el odio entre la ciudadanía, algo que con el paso de los años se les revertiría a los gobiernos de Rafael A. Calderón y Teodoro Picado, y a sus partidarios calderonistas de entonces, al ser derrotados en la guerra civil de 1948. Lo “negro”, en el peor de los sentidos, no fue la lista en sí misma, sino el hecho de que se privara de su libertad, de sus derechos políticos y de sus bienes a un importante grupo de costarricenses de origen europeo, a los que no había que comprarles ni venderles para llevarlos a la ruina, dentro de lo que constituye una monstruosidad política y jurídica.

Poco después, los vencedores de entonces, cayeron a partir de 1948, en la trampa de introducir el estado de excepción durante casi tres décadas, al establecer dentro del articulado de la Constitución de 1949, la prohibición de la formación de partidos políticos de izquierda, además del impedimento de su participación en los procesos electorales, dejando la decisión en manos del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), creado en 1947 mediante una propuesta del diputado vanguardista-comunista Luis Carballo, pues hasta entonces todo el proceso se manejaba desde la Casa Presidencial y se acudía, con mucha frecuencia a los fraudes electorales.

El constituyente Rodrigo Facio Brenes y otros compañeros se negaron a votar esa medida punitiva contra la izquierda, al intervenir en los debates que condujeron a la elaboración de la Constitución Política de 1949, cuando dejó clara su oposición al párrafo segundo del artículo 98 (una propuesta muy reaccionaria de Fernando Volio Sancho), utilizada para sacar a casi toda la izquierda costarricense del juego político, durante casi tres decenios, porque su texto estaba introduciendo el estado de excepción permanente en un texto constitucional, como una norma pétrea antidemocrática, la que además le daba al Tribunal Supremo de Elecciones atribuciones indebidas sobre la naturaleza y la formación de los partidos políticos, las que han ido mucho más lejos del propósito inicial, llegando a deformar profundamente la naturaleza de los llamados “partidos políticos” en Costa Rica.

Rodrigo Facio dijo al respecto que: “…, en el propio seno de la Comisión Redactora, yo me pronuncié, y así consta en las actas respectivas, contra que fuese el Tribunal Supremo de Elecciones el llamado a declarar la descalificación de partidos inconstitucionales porque dije, y ahora lo repito, así lo que lograríamos sería poner en entredicho la imparcialidad de un organismo llamado exclusivamente a fallar, dentro del campo jurídico, el aspecto aritmético de los votos emitidos por los partidos, al ponerlo a fallar sobre cuestiones de fondo, como son los programas, la ideología o los medios de acción de esos partidos (Óscar Castro Vega RODRIGO FACIO EN LA CONSTITUYENTE DE 1949 Editorial UNED San José Costa Rica 2003, página 216).

Dentro de su razonamiento general sobre el tema Facio Brenes indicaba lo siguiente: “¿… será una norma de prohibición general, tal cual la ofrece la moción del compañero licenciado Volio Sancho? Yo creo francamente que no, por varias razones. Porque una fórmula así de amplia ofrece posibilidades de abuso, para perseguir injustamente, por motivos políticos del momento, a este o al otro partido. Porque de lo que se trata es adelantarse a un peligro concreto: el del comunismo (hay en cambio una cierta benevolencia hacia el ala fascista de los vencedores del conflicto armado, quienes dieron lugar a la Asamblea Constituyente, sin dejar de perseguir a los vencidos calderonistas y “comunistas”), y para hacerlo se acude a una fórmula indeterminada que puede ir mucho más allá de la reacción contra el comunismo” (Óscar Castro, Op.Cit, página 213).

Esto último se hizo evidente durante las décadas siguientes cuando se proscribieron numerosos partidos políticos de izquierda, conformados no solamente por seguidores de Vanguardia Popular, sino también de otras corrientes de ese lado del espectro político: De esta manera, fueron privados de sus derechos políticos ciudadanos como el escritor y pedagogo Joaquín García Monge, además de editor del Repertorio Americano, el novelista Fabián Dobles Rodríguez de filiación vanguardista pero que también había sido inicialmente miembro del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, como asimismo a muchos dirigentes políticos que provenían de la llamada “izquierda liberacionista”, dando lugar a verdaderas cacerías de brujas entre gentes que parecían tener cercanías ideológicas importantes entre sí, lo que se hizo más evidente con el paso del tiempo.

Ya el mismo Rodrigo Facio, durante la discusión de ese abominable texto de Volio Sancho, habló acerca de la persecución y proscripción sufrida por el APRA en el Perú durante la dictadura de Manuel Odría (1948-1956), cuando Víctor Raúl Haya de la Torre debió asilarse en la Embajada de Colombia en Lima, pasando varios años en ella sin recibir el salvoconducto para salir del país. Todo esto ocurrió también en un país llamado Costa Rica, donde los políticos del establecimiento tienen la fea costumbre de ofrecer benemeritazgos a granel a las gentes que habían perseguido toda una vida, privándolas incluso del ejercicio de la ciudadanía, durante buena parte de sus vidas.

Ni tan demócratas ni tan hermaniticos

De Rogelio Cedeño Castro
Sociólogo y escritor costarricense

“Si no puedo ver por mí mismo la liberación de este pueblo, la veré a través de mis ideas” Juan Bosch.

Uno de los episodios más vergonzosos (en el supuesto caso de que la moral tenga algo que ver con los juegos de la política) de la historia política latinoamericana, durante la segunda mitad del siglo pasado, fue la traición y el abandono de que fueron objeto el profesor Juan Bosch (1909-2001, un latinoamericano de grata memoria) y el Partido Revolucionario Dominicano, por parte de sus supuestos partidos “hermanos”: Liberación Nacional de Costa Rica y Acción Democrática de Venezuela, los que se encontraban en el poder cuando el presidente gringo Lyndon Johnson envió cuarenta y dos mil marinos para sofocar la revolución constitucionalista de abril de 1965, un episodio histórico que había estallado el día 24 de ese mes, con el propósito de restablecer la vigencia de la constitución dominicana de 1963 (una de las más avanzadas de que se tenga memoria en la región), y el regreso del único presidente democrático de verdad que conoció la República Dominicana en su historia, durante los meses comprendidos entre el 27 de febrero y el 25 de septiembre de 1963, fecha esta última cuando Juan Bosch fue derrocado por un golpe militar de factura trujillista, con el apoyo de la Embajada Estadounidense.

En este caso de los partidos hermanos de la llamada “izquierda democrática” latinoamericana del siglo pasado, cabe destacar el valiente gesto del directorio nacional de la Juventud Liberacionista, que dio a conocer un pronunciamiento en el que condenaba la intervención militar yanki en la República Dominicana, durante los primeros días del mes de mayo de 1965. No se si los jóvenes liberacionistas de entonces, a quienes conocí en esos años juveniles, se habrán vuelto a referir a este coyuntura tan singular que me impactó mucho en esa época, algunos como Manuel López Trigo, Gerardo Trejos Salas, Rafael Ángel Rojas y los hermanos Jorge y Ricardo Salazar Solís ya fallecieron sin dejar o publicar sus memorias políticas o testimoniales de esa época, a pesar de que Manuel López Trigo se desempeñó como diplomático en la República Dominicana, mientras que otros como Manuel Carballo Quintana, Óscar Soley Soler y Ángel Edmundo Solano que aún viven tampoco lo han hecho, a diferencia de ellos Rolando Araya Monge en su libro “Testigo de Excepción” y Armando Vargas Araya en “Costa Rica en Juan Bosch”, si han hecho referencias generales al tema dominicano y a la revolución constitucionalista de 1965, que aparece como un tema tangencial o una especie de “error político” de menor cuantía.

El hecho levantó censuras pudibundas en el gobierno, y hacia el interior del PLN, cuyo directorio político terminó sacando un ambiguo comunicado, cuando ya el presidente Francisco Orlich (1962-1966) estaba mandando veinte policías a la República Dominicana para apoyar a los invasores, aunque fue mucho peor el paraguas que le brindó la OEA, o ministerio de colonias de USA para América Latina, al envío de un importante número de efectivos militares latinoamericanos, bajo la denominación de “Fuerza interamericana de Paz”.

Fue entonces cuando Venezuela y Costa Rica, gobernadas por “partidos hermanos” del PRD dominicano, apuñalaron por la espalda a la revolución constitucionalista de 1965, votando en la OEA por el envío de esa fuerza, y mandando Costa Rica 20 policías a la República Dominicana, cuando no había transcurrido ni un mes desde que Francisco Orlich, el entonces presidente de Costa Rica, había manifestado su apoyo a los revolucionarios dominicanos (un hecho del que fui testigo directo, junto con Guillermo Villegas Hoffmeister y Adrián Vega Aguiar, en la vieja casa presidencial del Parque Nacional).

Acabo de ver en “you tube” el documental de la toma de posesión del profesor Juan Bosch, como presidente de la República Dominicana, el día 27 de febrero de 1963, en el que aparecen Rómulo Betancourt, Francisco Orlich y José Figueres Ferrer, este último un poco atrás. Tengo la impresión de que se ganaron un lugar en la galería de traidores y cómplices del imperialismo norteamericano, el verdadero enemigo de la democracia en esta parte del mundo, pues Washington siempre nos obligó a soportar dictadores criminales y gobernantes marionetas al servicio de sus intereses, además de asustar a los pueblos con el cuento de un “comunismo” que nunca fue, con la activa complicidad del Partido Liberación Nacional de Costa Rica (y otros similares en países vecinos) que nunca fueron capaces de desobedecer las órdenes de la Casa Blanca, a pesar de las protestas bajo cuerda de José Figueres Ferrer ante Lyndon Johnson por la invasión en sí misma, alegando que en la capital dominicana no había “comunismo” sino hambre (Rolando Araya Monge “Testigo de Excepción” Cultura Producciones San José Costa Rica 2014 p. 134) o más bien del presidente estadounidense procurando justificar lo injustificable, a través de figuras como el propio José Figueres Ferrer.

Uno de los grandes traidores y marionetas de entonces fue el venezolano José Antonio Mayobre, en su calidad de embajador de Venezuela en la tristemente célebre OEA, instrumento colonialista de ayer y de siempre, por su abierta complicidad con el imperialismo norteamericano, quien viajó por todos los países de la región tratando de aminorar o justificar incluso la invasión a un país soberano.

Ya es tiempo de honrar la memoria de los combatientes constitucionalistas dominicanos de 1965, entre ellos el coronel Tomás Rafael Fernández Domínguez, el coronel Francisco Caamaño Deñó presidente de la República Dominicana en armas, el coronel Juan María Lora Fernández, jefe del estado mayor del Ejército Constitucionalista, a Manolo Tavares, Juan Miguel Román y a toda la militancia y combatientes del Movimiento 14 de Junio, del Movimiento Popular Dominicano, del Partido Socialista Popular y del Partido Revolucionario Social Cristiano, como parte de aquella juventud dominicana cívica y militar de entonces, que derramó su sangre generosa por una patria siempre arrebatada por las garras imperiales. ¿Para cuándo tendremos verdaderas democracias en esta parte del mundo?, un dilema o un desafío que nunca se pudo resolver y que Juan Bosch dejó planteado en su obra LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA DE AMÉRICA EN LA REPÚBLICA DOMINICANA, de 1966.

Al profesor Juan Bosch, a quien la oligarquía dominicana y el imperialismo estadounidense le permitieron gobernar solamente seis meses(entre febrero y septiembre de 1963, cuando fue derrocado con la complicidad del Pentágono y la Casa Blanca de los EEUU, a pesar de la hipócrita profesión de fe democrática, que pretendió vender John. F. Kennedy, razón por la que el profesor Bosch llegó a decir ante el inmenso drama de su patria, cuando sus adversarios los llamaban «comunistas», un espantajo de que siempre se valieron la derecha y las oligarquías de la región para hundirnos en la más abyecta miseria y degradante tiranía, (cuando les respondió a unos periodistas estadounidenses sus necias preguntas al respecto) que el problema no era el tal comunismo, sino el hecho de que la  democracia verdadera en América Latina nunca funcionó como tal (democracy is not a  really whitin us).

Los países como Costa Rica vendieron una imagen de una democracia impoluta y se prestaron para hablar de una «izquierda democrática» para contraponerla a la otra izquierda: la de los comunistas y socialistas de otros países (siempre dentro del problema de las otredades, como un tema recurrente, absurdo y lleno de ambigüedades y asimetrías de todo tipo), la que estuvo formada por partidos como el Partido Liberación Nacional PLN de Costa Rica, Acción Democrática de Venezuela, el APRA del Perú, el MNR de Bolivia y otros que con el paso del tiempo viraron hacia posiciones cada vez más conservadoras. Cuando llegó la hora de la verdad, en abril de 1965, le dieron la espalda al Partido Revolucionario Dominicano de Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez (ambos de grata memoria, y en ese momento de 1965, los líderes más representativos del PRD), con el concurso del presidente «liberacionista» Francisco Orlich (uno de los traidores que estuvo en la toma de posesión de Juan Bosch) quien, como habíamos indicado supra se prestó para darle cobertura a la nueva invasión yanki a la República Dominicana (de 1916 a 1924 los marines habían ocupado la República Dominicana, un hecho olvidado), enviando una pequeña fuerza policial para apoyar la labor «terapéutica» de los marines yankis, consagrados a extirpar el peligro del «comunismo» y prestándose a los juegos imperiales en la OEA, junto con la Venezuela de Acción Democrática y otros países, para tomar el acuerdo de enviar una «fuerza interamericana de paz», conformada por militares de las dictaduras argentina, brasileña y paraguaya, más los tombillos o policías de la democrática Costa Rica, la que se rebajó más que Venezuela, un país cuyos gobernantes a lo mejor sintieron asco de juntar sus militares con de aquellas dictaduras. Hasta entre los traidores hay jerarquías, como sucede con el palo en que se acuestan las gallinas para dormir, una notable analogía con esa fauna política regional que tenemos y las jerarquías que existen dentro de ella.

La política de lo ficticio

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

FICTICIO: Adjetivo. Fingido, imaginario o falso… ENTUSIASMO FICTICIO/ 2. Convencional que resulta de una convención. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA.

La política de la mentira descarada, caracterizada por la incapacidad y la negativa de llamar a las cosas por su nombre, nos hunde en el universo de lo ficticio, lo que conlleva a que no podamos conocer la esencia de las cosas y el tipo de sociedad en que vivimos.

La corrupción irritante y descarada es inherente a ese mundo ficticio, y empieza por el financiamiento de las campañas electorales, destinadas a escoger a quienes forman la fachada del régimen, no a los verdaderos detentadores del poder: es así como un conjunto de negociados oscuros de algunos banqueros, y manejadores políticos de profesión que han implantado un monopolio de la llamada “participación política”, convertida en un club selecto y cerrado en el que otros actores sociales y políticos no pueden entrar. Las actitudes “transgresoras” de quienes entraron al juego político por vías consideradas como “no legítimas”, por parte de los miembros de ese club de la política ficticia, han provocado un verdadero terremoto en la pasada campaña electoral de Costa Rica(2021-2022), cuando un candidato presidencial que apareció como un outsider (para ellos un intruso), apoyado por un grupo de empresarios y banqueros que estaban fuera del reparto de la piñata, terminó ganando las elecciones y accediendo a la Casa Presidencial del Barrio de El Zapote, en San José la capital costarricense.

Los periodistas de las nuevas generaciones, dentro de las circunstancias propias de este vertiginoso cambio de siglo, vuelvo a insistir por enésima vez, son en su gran mayoría, meros operadores políticos al servicio de una prensa corporativa a la que sirven de manera incondicional, al mismo tiempo que los medios que la conforman son, a lo sumo un apéndice más de las grandes corporaciones, de ciertos holding del capital financiero, e incluso de una serie de actividades muy diversas: entre ellas los parques de diversiones (tal es el caso del llamado Parque Viva), que son el objeto de una enconada disputa entre el gobierno del presidente Rodrigo Chaves, para el caso de Costa Rica, y los propietarios de un diario que aparece como la punta del iceberg de una de estas entidades, además de ser el único que circula los sábados y domingo como un mero boletín de la oligarquía.

A pesar de lo evidente que resulta el hecho de ser una mera disputa con un cierto trasfondo comercial y relativa al cumplimiento, o no de determinada legislación, relativa al ordenamiento urbano, sus propietarios han puesto el grito en el cielo diciendo que se encuentra en peligro la libertad de expresión.

Sus reporteros no hacen preguntas sino que acosan (e incluso acusan, tergiversan y lanzan denuestos) a los gobernantes y los funcionarios públicos en casi todos los países de América Latina, razón por la que las amenazas a la libertad de expresión parecen venir de los propietarios o administradores de estos medios corporativos, mientras que los gobernantes y funcionarios a lo sumo se defienden, o terminan pagando su silencio y complicidad en determinadas coyunturas.

Sólo en esto coinciden con las viejas empresas periodísticas como el Diario de Costa Rica, La Tribuna, Excelsior, La República y el mismo diario La Nación, el que si bien mantiene el mismo logo hoy es esencia algo muy diferente de lo que fue durante la segunda mitad del siglo anterior, tal y como lo indica el periodista y escritor Carlos Morales Castro (Ver Carlos Morales LA NACIÓN ENTRA EN GUERRA), en un elaborado, además de exquisito artículo, en el que se ponen de relieve las transformaciones sufridas por ese y otros medios, dentro del devenir del tiempo de larga duración histórica.

De ahí la campaña emprendida por ese diario para revertir la decisión de la titular del ministerio de Salubridad, dentro de la que sus propietarios no han dudado en acudir a la vieja fórmula de llamar en su auxilio a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), y a la cadena de medios de la dictadura mediática internacional, existentes en los otros países de la región, sobredimensionando y tergiversando las verdaderas razones del diferendo.

No estamos en las épocas en las que las grandes empresas periodísticas del siglo pasado, a las que hemos hecho alusión: eran diarios y radioemisoras que estaban interesadas en hacer un periodismo de cierta calidad para lograr sus propósitos como formadores de opinión, aunque siempre al servicio de los intereses oligárquicos.

Como hace ya muchos años que no hay, o no existen partidos políticos dignos de ese nombre, se ha instaurado la práctica de conformar unas estructuras ficticias, a lo sumo postizas, para justificar los millonarios gastos en las campañas electorales: es así como se inventan seminarios de formación política, estructuras de base, o comités regionales, con apoyo financiero, que dan lugar a movilizaciones raquíticas ante la falta de entusiasmo y de credibilidad en esas instancias “políticas”, por parte de un gran sector de la ciudadanía. Es por eso que formamos parte de una humanidad desesperanzada y descreída a la que, sin embargo, los medios de comunicación y la propaganda persiguen hasta la intimidad de sus hogares, con tal de hacerlos volver al redil.

Mientras tanto las élites del poder, las de la prensa canalla, vendida o mermelera (para el caso del Perú) y las del Poder Ejecutivo, situadas en la cúspide del mando político se ponen de acuerdo para legislar en contra de las grandes mayorías nacionales: aprobarán el aumento de la jornada laboral hasta por doce horas, burlando el pago de horas extras, seguirán imponiendo la regla fiscal deteriorando la institucionalidad del país, congelando los salarios nominales por decreto, en tanto que los reales(poder adquisitivo) a través de la inflación siguen en caída libre, permitiendo la evasión fiscal, la ruina del fisco por los altos intereses que reciben los tenedores de bonos de la deuda pública, las exoneraciones fiscales abusivas y los negociados que les permitirán privatizar y vender a precio de remate las instituciones más importantes de nuestro país(CCSS, ICE y otras). Sobre esos elementos se fundamenta la política de lo ficticio en nuestros países.

Acerca de la ficción en la política

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

“FICCIÓN: 1 acción o efecto de fingir/ 2 Invención, cosa fingida/ Clase de obras literarias o cinematográficas, generalmente narrativas, que tratan de sucesos o personajes imaginarios. Diccionario de la Lengua Española.”

La preferencia por la ficción entre los seres humanos, es algo incluso compulsivo que va mucho más allá de las implicaciones que pueda tener su despliegue sobre nuestras vidas, como un factor que tampoco podría estar ausente en el medio propio y singular de la política misma, entendida en sentido estricto como un ámbito de acción (o actividad) referente al ejercicio del poder, las formas que asume en las distintas sociedades y culturas, además de la legitimación o no de las élites  que alcanzan a detentarlo.

Lo anterior, opera exclusivamente dentro de las sociedades conformadas por seres humanos, en las que ese tipo de acción e invención-reinvención constantes de todo lo actuado sobre la marcha, tanto desde lo cotidiano como dentro del transcurrir del tiempo visto en una perspectiva más amplia, en el mediano y el largo plazo, como algo que resulta inherente e inevitable, a diferencia de lo que ocurre dentro de las sociedades que conforman otras especies como es el caso de las hormigas y las abejas, dando lugar a la existencia de una lucha o tensión constante entre la realidad y la ficción: nuestra especie es capaz de elaborar un lenguaje abstracto que le permite pensar más allá del mero “aquí y ahora”, es ahí donde esta lucha por la memoria (o el olvido) se asume o permanece oculta, al menos en términos puramente formales en distintos momentos del devenir histórico.

El poderoso imaginario de los seres humanos, en la esfera de la política como en el conjunto de las otras dimensiones de la vida social, es de tal magnitud que sobrepasa, oscurece, oculta y torna casi imposible el reconocimiento de eso que, con frecuencia, y cierta ligereza, acostumbramos llamar o la calificar como “la realidad” o la verdad, la que por general resulta ser mucho más compleja de lo que habíamos imaginado inicialmente.

Es por eso que nos resultan cautivantes los relatos superficiales acerca de las luchas sociales o procesos revolucionarios en las sociedades contemporáneas. Nos fascina y enceguece en principio escuchar sobre los eventos que dieron lugar a la Revolución de los Claveles, ocurrida un 25 de abril de 1974, cuando los mandos medios de las Fuerzas Armadas Portuguesas (los famosos capitanes de abril, entre ellos Otelo Saraiva de Carvalho) decidieron ponerle fin a la dictadura fascista de Oliveira Salazar y Marcelo Caetano, un régimen que llevaba más de medio siglo en el poder y mantenía a Portugal sumido en la Edad Media, la represión, el atraso, la miseria, el miedo y la ignorancia más atroz.

El hecho de que fuera en apariencia pacífica, a partir de un llamado efectuado en una radio local, a las 12 y veinte de la madrugada del día señalado, cuando se escucharon las notas y la melodía de una canción prohibida por los fascistas: “Grândola Vila Morena” una acción que indicó en qué momento las tropas debían salir a las calles y tomar los puntos estratégicos, en especial los que simbolizaban el poder el régimen. El pueblo, por su parte, hizo lo suyo lanzándose a las calles de Lisboa en las primeras horas de ese día que sigue teniendo un gran valor simbólico: Siempre será 25 de abril, no más fascismo. 

El embrujo de revolución, al parecer “pacífica” en el Portugal de 1974 se acentúa en nosotros, sobre todo si la comparamos con los hechos dramáticos y dolorosos de la revolución constitucionalista dominicana, iniciada un 24 de abril de 1965, para reponer al profesor Juan Bosch en la presidencia de la república, la que no pudo serlo a causa de la violenta reacción de los militares trujillistas de la Base Aérea de San Isidro y el imperialismo norteamericano, que intervino el país con el desembarco de 42 mil infantes de marina, a los que hicieron frente los heroicos militares y civiles constitucionalistas de aquella generación. Bosch había sido derrocado por un golpe de Estado el 25 de septiembre de 1963, después de haber sido el primer presidente electo democráticamente por sufragio universal, en las primeras elecciones celebradas en diciembre de 1962 , al concluir treinta años de dictadura trujillista, no sin antes haber dotado al pueblo dominicano de una de las constituciones más avanzadas de nuestra área continental, durante los escasos siete meses en que gobernó: la valiente generación de militares y civiles quisqueyanos que emprendieron la tarea, todavía inconclusa, de llevar adelante la revolución democrática apoyada por las mayorías populares, pagó un alto precio en vidas, prisión, torturas y destierro de muchos de ellos. Durante más de medio siglo la oligarquía dominicana, el alto clero católico y las agencias del imperio estadounidense han tratado de borrar de la memoria de las nuevas generaciones la gesta constitucionalistas de abril de 1965: Hoy recordamos con respeto y admiración la memoria del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez(líder del movimiento constitucionalista dentro de las Fuerzas Armadas) asesinado por francotiradores yankis el 19 de mayo de 1965, del coronel Francisco Caamaño Deñó, presidente de la República Dominicana en armas entre abril y septiembre de aquel año, del coronel Juan María Lora Fernández que fuera Jefe del Estado Mayor del Ejército Constitucionalista, como también de Manolo Tavares Justo, líder del Movimiento 14 de junio y muchos de sus compañeros asesinados por los trujillistas en 1963, quienes participaron en los combates del 26 y 27 de mayo en el Puente Duarte, en la ocupación de la Fortaleza Osama en la Zona Constitucionalista y en el posterior intento de tomar el Palacio Presidencial, donde fueron asesinados por los yanquis el Coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez y varios dirigentes de la Agrupación Política 14 de junio.

A diferencia de la revolución de los claveles en Portugal que derrocó al fascismo salazarista, la revolución dominicana de abril de 1965 no alcanzó sus objetivos de implantar la democracia y la justicia social en la República Dominicana, a pesar de tantos sacrificios. Sin embargo, esa memoria será eterna (no mera ficción como piensan algunos reaccionarios de ayer y de siempre) en la memoria del pueblo en esa lucha sin fin que debemos reivindicar para que no sea usada por el enemigo de clase (Walter Benjamin, dixit).

La mayoría de nosotros tiende a dar por cierto (a falta del sano instinto, o necesaria práctica de la desconfianza, que deberían conducirnos a indagar sobre la veracidad de muchas de las informaciones y comentarios que circulan) y a asumir como verdadero, inclusive como un dogma sacralizado, todo aquello que viene de las personas más próximas de nuestro entorno, de tal manera que rápidamente perdemos la perspectiva acerca de donde empiezan los límites de la ficción con la realidad(o la verdad) asumida en estricto sentido.

Las emociones, los odios y las fobias hacia algunas gentes, tanto como los afectos hacia otras, resultan ser muchas veces también irracionales en la mayoría de los casos. Es ahí donde empezamos a vivir en el mundo de “Alicia en el país de las maravillas”, en el Londres orwelliano de 1984, o incluso en las pesadillas totalitarias del más diverso origen, presentes en este cambio de siglo, incluso sin que nos percatemos de ello.

Las trampas en la política que nos llevan a vivir en un mundo imaginario empiezan cuando asumimos como “cierta” la naturaleza del régimen político en el que nos movemos, como cuando creemos que vivimos en una “democracia”, cuando en realidad no pasa de ser una sociedad, o un régimen donde los ciudadanos votan cada cuatro o cinco años para escoger (no escogen en realidad) un presidente o jefe de Estado que por lo general gobierna pero no manda, dado que las decisiones más importantes se toman en otros escenarios y en otros tiempos.

Sabemos que, desde la Antigüedad, a través de textos de viejas civilizaciones, de la importancia decisiva del rumor y la siembra sistemática de mentiras (o medias verdades) han sido elementos esenciales de la dominación de las élites o poderes fácticos sobre el conjunto de la población.

La actitud con la que buena parte de la población se acerca de algunos servicios públicos, que resultan esenciales para su supervivencia, es irreflexiva e incluso desaprensiva: tal es el caso de la salud y de la educación que tienden a ser vistas como “apolíticas” o no políticas, sobre todo entre quienes están destinados a ser los chivos expiatorios del totalitarismo neoliberal.

Por lo tanto, en el universo de la política nos movemos dentro del equívoco constante de la ficción, que puede ser muy importante para el goce estético pero fatal para el juego mismo de la política.

Esa ficción, dentro la que nos movemos-de manera inconsciente- es la que nos impide percibir siquiera las dimensiones, y la existencia misma de nuestra prolongada decadencia cultural, donde los personajes de ese mundo de la política (que representan la mediocridad por excelencia) se convierten en los árbitros y figuras señeras de la cultura, donde su supina ignorancia y falta de sentido común les impide captar el ridículo de su manía repartidora de benemeritazgos, y reconocimientos ex post facto a algunas figuras notables de nuestro pasado histórico, unas personas que vivieron en otro tiempo e historicidad singulares, en el que brillaron en el campo del pensamiento, de las artes y de la cultura en general, lo que marca un vivo contraste con nuestra miseria del presente.

Los partidos políticos, hoy convertidos en meras franquicias electorales están sumidos en la misma decadencia en la que se encuentran sus presuntos dirigentes o figurones, como parte de un drama que se desarrolla ante nuestros ojos sin que arribemos a comprender su esencia y mucho menos a reaccionar siquiera por instinto de conservación.

Colombia hoy: vigencia del pensamiento de Jorge Eliécer Gaitán

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

“En Colombia hay dos países: el país político que se preocupa por las elecciones, las sinecuras burocráticas, los intereses económicos, los privilegios y las influencias… El país político y la oligarquía son la misma cosa…Y el país nacional, el pueblo que piensa en su trabajo, su salud, su cultura… Nosotros pertenecemos al país nacional, al pueblo de todos los partidos que luchan contra el país político, contra las oligarquías de todos los partidos.

JORGE ELIÉCER GAITÁN.

Hace tres cuartos de siglo, un viernes 9 de abril de 1948, a la una y cinco de la tarde, la oligarquía colombiana conservadora y liberal materializó la vía que había escogido de antemano para imponer su proyecto fascista al conjunto de la sociedad, por medio de la violencia y el exterminio colectivo de los sectores populares de filiación liberal gaitanista, asesinando al gran líder popular Jorge Eliécer Gaitán (1898-1948), quien venía clamando por la paz, el establecimiento de una democracia directa y por el fin de la violencia conservadora, cuando salía de su oficina en la Carrera Séptima con la Avenida Jiménez de Quesada, en la ciudad de Bogotá, en plena IX Conferencia Panamericana, con la presencia del General George Marshall, entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos, que daría lugar a la fundación de la OEA, como un instrumento de la hegemonía estadounidense en la región, dando al traste con las esperanzas populares de justicia social, paz y democracia directa, originando una gran insurrección popular que hizo arder muchos edificios del centro histórico de la capital colombiana (donde fue aplastada rápidamente, de manera cruenta, con miles de muertos y heridos, por parte del ejército y de los sectores del lumpen afines al Partido Conservador y la reacción clerical) y en todo Colombia donde la prolongada resistencia dio lugar a un largo y sangriento conflicto armado, cuyas consecuencias se sienten todavía, sobre todo en la Colombia Rural del nuevo siglo, después de la firma de sucesivos acuerdos de paz, cuyo cumplimiento ha sido burlado reiteradamente por el establecimiento político, dando lugar a masacres contra los combatientes de la insurgencia desmovilizados, entre ellos más de tres mil dirigentes y militantes de la Unión Patriótica hacia fines de los ochenta y principios de los noventa.  

En lo inmediato, y como consecuencia del propio Bogotazo, sucedió que: “El pueblo respondió al asesinato de Gaitán con un levantamiento espontáneo, conocido como el Bogotazo. La multitud se tomó la ciudad en una oleada de furia colectiva, y saqueó y destruyó todo lo que simbolizaba las estructuras de poder que la excluían y empobrecían. No fue tan solo el lumpen el que se insubordinó, sino también los obreros, los pequeños comerciantes y la clase media baja, a quienes el liberalismo había dado identidad política…En provincia, la reacción al magnicidio fue más organizada y duradera. En Barrancabermeja, Rafael Rangel encabezó una Junta Revolucionaria durante 14 días. Eliseo Velázquez en los Llanos y Hermógenes Vargas en el sur del Tolima organizaron grupos de resistencia armada, que endurecieron la represión conservadora. A lo largo de 1948, hubo más de 43 mil víctimas de violencia, y el teatro de la lucha política se trasladó a las áreas rurales. El populacho urbano fue políticamente neutralizado y el gaitanismo no sobrevivió a la muerte de su líder.”(Jenny Pearce Colombia dentro del laberinto Altamira Ediciones Bogotá 1992 página 64).

Los conservadores, una vez asesinado Gaitán pactaron con la oligarquía liberal e intensificaron la persecución al movimiento sindical, crearon sindicatos afines al catolicismo conservador como la UTC, especialmente en Antioquia, y a la patronal, junto con el capital financiero y los intereses estadounidenses restringieron las conquistas sociales alcanzadas por los sectores populares, durante las décadas de 1930 y l940, dando lugar a numerosos despidos y a una aparatosa caída de los salarios reales, mientras que “La represión golpeó duramente al movimiento sindical: bajo el estado de sitio en vigor, se prohibieron las huelgas y las reuniones políticas, Fueron arrestados muchos líderes sindicales y reemplazados por delegados gubernamentales. Las sedes de los sindicatos fueron ocupadas y se despidió a miles de trabajadores en los sectores público y privado. En un solo ingenio azucarero del Valle del Cauca, fueron despedidos 900 obreros” (ibidem).

En medio de la violencia, del terror y de la ruina que cundía entre los campesinos, obreros y medianos empresarios, los patronos más poderosos obtuvieron ganancias insospechadas, de manera que: “A lo largo del período de la violencia, el proceso de acumulación de capital fue tan grande que Alberto Lleras Camargo escribió que sangre y acumulación iban juntas. “La situación colombiana es la mejor que hemos conocido jamás”, declaró el presidente de la ANDI (Asociación de Industriales de Colombia), en 1949, año en el que murieron 18.500 personas. “Reina la paz social”, se leía en un informe del ministro de Trabajo en 1951, año en el que fueron asesinadas 10.300 personas…Para la burguesía urbana y particularmente par los industriales, la situación no podría haber sido mejor…En 1954, los salarios descendieron en un 14% con relación a sus niveles de 1947, a pesar de que el año de 1949 anunciaba un período de gran prosperidad, entre 1948 y 1953, la producción industrial aumentó en un 56%” (Pearce, ibid, p 69).

El asesinato del caudillo liberal fue una respuesta homicida al aglutinamiento de fuerzas sociales y políticas alrededor de la figura de Jorge Eliécer Gaitán, que se vino consolidando al promediar la década de 1940, en medio de una crisis interna del Partido Liberal que se movía entre el gaitanismo, de gran base popular y el aparato de los viejos líderes de la oligarquía liberal que se oponían a las necesarias transformaciones sociales destinadas a llevar a Colombia a la modernidad, todo esto terminó dividiendo a los liberales y abriendo las puertas a la inmensa tragedia que vino después.

Los conservadores, o godos reaccionarios que habían ganado las elecciones generales de 1946, llevando a su candidato Mariano Ospina a la presidencia de la república, como resultado de la mencionada división del Partido Liberal que fue a esas elecciones con dos candidatos (Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán), una vez instalados en la Casa de Nariño, emprendieron primero numerosas masacres de campesinos liberales gaitanistas en los departamentos del Eje Cafetero, en el Valle del Cauca, el Tolima, el macizo cundinoboyacense que comprende la mayor parte de los departamentos de Cundinamarca y Boyacá, los santanderes y en la región de los Llanos orientales asesinando, torturando, hiriendo, robando y obligando a la huida o al desplazamiento de miles de pobladores rurales, de cuyas tierras se apropiaban los grandes latifundistas, las que han venido cambiado de manos en sucesivos ciclos de violencia y nuevos desplazamientos de la población campesina, a lo largo de las ocho décadas transcurridas,

La muerte violenta y el terror acechaban a quienes se enfrentaban a las bandas paramilitares, de asesinos a sueldo, de la policía conservadora como fue el caso de los “chulavitas” o chulavos de Boyacá, los pájaros en el Valle del Cauca, los “aplanchadores” y otros grupos armados que sembraban el terror en aquellas comarcas o veredas donde se enraizaban el liberalismo y los afanes de justicia social entre los campesinos. El paramilitarismo de los latifundistas ganaderos del Magdalena Medio, el Urabá Antioqueño y otras regiones tanto del Pacífico como del Caribe ha hecho lo suyo, sembrando la muerte y el terror a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y en las dos primeras décadas del presente.

El pensamiento de Gaitán está hoy más vigente que nunca, forma parte del ideario del Pacto Histórico y de las fuerzas que apoyan al actual presidente colombiano Gustavo Petro Urrego, en su búsqueda de la paz total, la democracia directa, el cese de la corrupción y la violencia oligárquicas, la justicia social y la distribución de la riqueza, en especial las tierras cultivables. Por la regeneración moral, a la Carga con Gaitán… era la consigna de los valientes liberales gaitanistas de aquellos tiempos de lucha y coraje, incluso contra toda esperanza.

Chile: una mirada de aquella tragedia con “otros ojos”

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

“En la era de la industria cultural, la conciencia existe en estado mítico, de ensoñación, estado contra el cual el conocimiento histórico es el único antídoto. Pero el tipo particular de conocimiento histórico que se requiere para liberar el presente del mito no se desvela fácilmente. Dejado de lado y olvidado, yace enterrado en cultura que sobrevive, siendo invisible justamente porque es de escasa utilidad para quienes están en el poder” (Susan Buck-Morss DIALÉCTICA DE LA MIRADA Walter Benjamin y el proyecto de los Pasajes La Balsa de la Medusa Segunda edición Madrid 2001 p. 14).

Las múltiples discusiones entre los historiadores contemporáneos, siempre tan celosos ante la irrupción de “extraños” dentro de lo que consideran, al parecer como su exclusivo ámbito de acción profesional, acerca del sentido que asume la consideración del tiempo histórico, visto en los términos de la larga duración (v.g.r. Ferdinand Braudel, Marc Bloch, Lucien Febvre entre otros impulsores de la Escuela Histórica Francesa de los Anales, con su perspectiva de la “longue durée”), resultan ser sin embargo un tema, también fascinante para el resto de nosotros los mortales, necesitados de incursionar en la naturaleza(o, más bien especificidad) de algunos acontecimientos y procesos históricos que continúan afectándonos, aunque no tengamos siempre conciencia de ello. Por eso es, que cuando hablamos de la conmemoración de un hecho complejo de cierta relevancia histórica, en este caso los mil días de la Unidad Popular Chilena que culminaron en un sangriento golpe militar, en el mes de septiembre de 1973, sólo comparable a los dramáticos eventos que 18 años atrás, culminaron con la caída del gobierno del general Juan Domingo Perón, en la República Argentina, durante el mes de septiembre de 1955, los que a semejanza del caso chileno dieron lugar a cruentos enfrentamientos armados o a masacres, como la resultante del bombardeo a civiles en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, durante el primer intento de acabar con el régimen peronista, en junio de 1955, por parte de unos pilotos de la aviación militar (una rama que entonces dependía de la marina) que llevaban como lema “Viva Cristo Rey” en sus aparatos, unos fanáticos que asesinaron a cerca de 500 personas, en su gran mayoría civiles o, como fue el desigual combate de la Moneda, en Santiago de Chile, aquel 11 de septiembre, un evento político militar mucho más profundo en sus nunca analizados, ni asumidos alcances históricos, tanto por parte de los militares golpistas como por parte de la mayoría de la izquierda chilena oficial y concertacionista (v.g.r la posdictadura de la concertación), que se niega todavía a valorar en su sentido más profundo el testimonio y la vivencia de sus combatientes, mientras que los militares como el general Javier Palacios, quien dirigió el ataque al Palacio de la Moneda, sobredimensionaron la mediocre actuación de sus subordinados. En cuanto a la derecha civil, en cambio no constituye algo esencial, y les resulta muy problemático todavía entrar en consideraciones específicas acerca del hecho en sí mismo, es mejor no hacer olas consideran.

Existe una necesidad imperiosa de romper con el papel legitimador de la historia como un acto político de la mayor importancia (Walter Benjamin), y en concreto con las visiones inmovilistas del tiempo histórico que se derivan de ese papel que se le ha impuesto, las que mantienen el pasado que se evoca en las conmemoraciones, como si fuera un presente mítico cuyas posibilidades de interpretación se reducen a las que expresan los intereses o visiones de las élites protagonistas de los conflictos sociales en el escenario histórico, a partir de algunas de sus exteriorizaciones en la interpretación canónica de los hechos político militares que se produjeron, no ha lugar a otras versiones, y mucho menos, a interpretaciones alternas de lo acontecido.

El extraordinario documental que acaba de publicarse en Chile, bajo el título de “LA ÚLTIMA ESCOLTA” (Realización de Isidro García y Fernando Galeas. Documental Formato HD/16:9), nos da un valioso testimonio que nos permite resignificar los hechos político-militares de aquel día funesto para los trabajadores, y los sectores más desfavorecidos de la sociedad chilena: El valioso y pormenorizado testimonio de Isidro García, a lo largo de ese documental que abarca otros elementos historiográficos, se torna esencial para dimensionar y valorar ese combate tan desigual desde una perspectiva más amplia, vista en términos del devenir histórico y de la larga duración, a partir de una narrativa en la que nos cuenta como con un pequeño grupo de compañeros del Partido Socialista de Chile, se atrincheró en el Ministerio de Obras Públicas, situado al otro lado de la Calle Morandé, un edificio casi paralelo al Palacio de la Moneda, desde donde resistió, durante muchas horas, a la asonada militar, poniendo en aprietos a los militares golpistas con apenas una ametralladora punto 30, y unos cuantos fusiles ametralladoras AK 47, enfrentando así a quienes, con tanques e infantería, atacaron el Palacio de la Moneda, en cuyo interior no habían más de treinta combatientes civiles, incluido el propio presidente Salvador Allende. Después del desenlace de aquel combate, como resultado del que fueron muertos, o más bien asesinados, el propio presidente y la mayoría de los combatientes del Grupo de Amigos Personales de éste, integrado por militantes del Partido Socialista, mientras que los soldados de infantería, contando con apoyo de los tanques, fueron incapaces de derrotar en primera instancia, al tan desigual pero decidido adversario, representado por los combatientes que se encontraban en La Moneda, y en las instalaciones del Ministerio de Obras Públicas, dentro del llamado barrio cívico de la capital chilena, razón por la que recurrieron a la aviación para bombardear el Palacio de la Moneda, el que dejaron en llamas y casi destruido para alcanzar sus objetivos político-militares, con lo que agrietaron y devaluaron para siempre su inmenso valor simbólico ante la mirada de los habitantes de la capital chilena, y de las gentes del mundo entero, algo que nunca ha podido ser restituido en una sociedad o estado-nación como Chile, dentro de la que esa grieta nunca ha podido ser soldada o sellada, a lo largo del medio siglo transcurrido desde entonces. Es por eso, que el conflicto en términos de legitimidad se vuelve recurrente, especialmente si lo vemos bajo la perspectiva de la larga duración histórica, pues ahora como nunca esa ruptura se ha hecho evidente: nos basta con mirar las imágenes de la lucha popular en Santiago, y otras ciudades de Chile frente a un aparato represivo, cada vez más violento y sanguinario, para constatarlo de manera irrefutable.

Valgan las reflexiones de Isidro García, un combatiente de aquel día en el Ministerio de Obras Públicas, quien en el documental nos cuenta también su vida desde niño, en medio de las mayores carencias como eran las que experimentaban las mayorías chilenas, en un país donde hasta los años sesenta los campesinos de la zona central de Chile, vivían aún en un régimen de servidumbre casi feudal, donde el hambre y la desnutrición castigaban a la niñez. Refiere con orgullo su permanencia hasta el final al lado de Salvador Allende, siempre fiel a esa memoria en términos de la larga duración histórica, nos dice “nos quitaron el partido, otros que dicen llamarse socialistas”, quienes por cierto prefieren hacer caso omiso de la memoria y el testimonio de aquellos combatientes, forjadores de esperanzas y utopías.