Fabiana Quirós Dobles
Este pasado 8 de marzo se llevó a cabo una vez más la marcha por los derechos de la mujer, este día tan simbólico para los movimientos feministas y cada una de nosotras, que, como niñas, mujeres, madres, amigas, parejas, pero sobre todo PERSONAS, hemos tenido que enfrentar situaciones que violan nuestra integridad; desde comentarios sexistas, agresiones verbales y físicas, acoso por parte de desconocidos en la calle y familiares, hasta violaciones y femicidios. Si usted, quien me lee, es hombre, ¿se ha tomado el tiempo de preguntarle alguna vez a una mujer cercana si ha sido acosada? o ¿si se ha sentido incómoda por elegir cierto tipo de ropa porque “no quiero que me digan cosas en la calle”? ¿ha vivido seguido o casi todos los días usted alguna de estas dos situaciones?… puedo casi jurar por lo que creo, que, si se atreve a hacerle esta pregunta a cualquier mujer, no va a tener una respuesta de indiferencia al sentimiento de frustración que es vivirlo todos los días.
Es por eso que marchamos, Costa Rica se encuentra en el 8vo puesto con la mayor tasa de violaciones a nivel mundial, ¡el lugar número 8 de 194 países reconocidos por la ONU! siendo nosotras la mayoría de la población, ¿siente usted que se le da la suficiente importancia que deberíamos darle para resolverlo? porque yo y todas podemos asegurar que no.
Eran tan solo las 2pm del 8 de marzo cuando los primeros movimientos de mujeres se hicieron presentes, bajo un sol picante, pero la marcha no empezó sino hasta las 5pm acompañado de ese característico viento veraniego de marzo, camino del Parque Central de San José y hasta la Asamblea Legislativa se escuchaban canticos de hermandad. Mujeres con camisas cubriendo su rostro, carteles con escritos verdaderamente chocantes de leer: “Te prefiero violenta que violada y muerta” y pues como no, si es el único día del año en donde nuestras voces por fin son escuchadas por el mundo gracias a los medios, ya sea de buena o mala forma, somos escuchadas.
Una vez la gran mayoría de nosotras nos encontrábamos frente a la asamblea, una tarima con un par de instrumentos y micrófonos se asomaban entre la multitud, pues minutos más tarde empezarían a cantar artistas nacionales como muestra de apoyo. Entre amigas cantamos lo que nos sabíamos, bailábamos y disfrutábamos de aquel espectáculo.
Luego de acabado el concierto, captó mi atención el montón de policías cuidando la entrada de la asamblea, y más filas y filas de policías alrededor, algo que en lo que a mí respecta, no suele ser común… vaya prioridades se tienen estos defensores de los ciudadanos…
Un grupo feminista cuyo nombre no recuerdo, empezó a hacer un performance, chicas en fila encendieron una hoguera alimentada con papeles y carteles, cada una llevaba una antorcha en su mano y la fue prendiendo mientras se acomodaban en la entrada principal de la asamblea en medio de frases que gritaban en multitud: “Estado cómplice” «Justicia», «Ni una menos»… a lo que por supuesto, la Fuerza Pública reaccionó, haciendo que… ¡claro! es el día de la mujer, por su puesto se van a unir al show y van a poner a las mujeres al frente, pero siendo honesta no me queda claro del por qué… ¿temían que las chicas de las antorchas se saltaran las vallas e hicieran un desastre adentro?… mientras observaba, en mi mente rondaba la idea de que era algún tipo de manipulación para crear empatía y alivianar tención, en otras palabras, las usaron de escudo, pero, quiero pensar que es porque a pesar de que cumplen las mismas labores que ellos, reciben un 12% menos de salario anual y fue alguna forma de darles su lugar en su día.
Los canticos y bailes continuaron un par de horas hasta que poco a poco la gente fue mermando, ya eran las 9 casi 10 pm y no quedaban más que algunas personas nada comparables con el tumulto de hace una hora y el montón de policías decididos a proteger lo improtegible.
Esta fue la primera vez que asistía a la marcha, mi motivo no era ajeno, como se lo podrán imaginar, era más que personal, me sentí acompañada y empoderada, me sentí empática ante los testimonios de otras, pero también sentí rabia, rabia porque después lo único que vería en las noticias serían reportajes de las cosas que menos importan de la marcha, cosas que sí se solucionan de un día para otro, en cambio no le dan voz a las que necesitamos nosotras para acabar con todos estos problemas que nos hacen sentir mal todos los días, problemas que nos trauman e interfieren con nuestra forma de interactuar con el mundo, a nivel profesional, sentimental, psicológico y personal con nosotras mismas.
Finalmente, cansada, en el auto de regreso a casa, con la experiencia de haber vivido uno de los momentos más desafiantes emocionalmente, me quedé con la seguridad de que esta era la primera de muchas luchas que voy a enfrentar en mi vida como mujer, porque al parecer al contrario de lo que dicen las teorías, los derechos no es algo que obtenga por nacer.