Las venas abiertas de los bienes comunes: nuestros ríos

Luis Andrés Sanabria Zaniboni
Observatorio de Bienes Comunes: Agua y Tierra


De agua somos. Del agua brotó la vida.
Los ríos son la sangre que nutre la tierra,
 y están hechas de agua las células que nos piensan,
 las lágrimas que nos lloran y la memoria que nos recuerda.
Eduardo Galeano

El agua que viaja por nuestros ríos llega a representar menos del 1% del agua total de nuestro planeta, sin embargo, alberga el 10% de todas las especies conocidas. Con este punto de partida queremos invitarles a repensar la importancia que tienen nuestros ríos no solamente como su valor económico, sino también como sustento de la vida en nuestros territorios. ¿Qué tensiones atraviesan estos territorios anfibios?

Partamos de un lugar común, los ríos son hogar y responsables del sostenimiento de una gran parte de la biodiversidad de nuestro planeta (bacterias, hongos, vegetales, especies vertebradas e invertebradas), y es la fuente de agua dulce y alimentos para un sinnúmero de comunidades.

Sin embargo, durante el último siglo hemos asistido a un cambio apresurado que agota la vida del agua, podemos percibirla a través de la pérdida acelerada de la biodiversidad de nuestra naturaleza, pero también en situaciones más cotidianas como podría ser la cantidad, calidad y tiempo de los suministros de agua, la estacionalidad e intensidad de las lluvias, las temperaturas más altas o los cambios en la recarga de las aguas subterráneas, entre otros.

Todas estas situaciones podrían resumirse “ingenuamente” al cambio climático, pero no podemos perder de vista que están siendo provocados por las actividades humanas.

Estas actividades caracterizadas por su intensidad y extensión amenazan diariamente nuestros ríos, podemos desarrollar una breve lista que nos puede parecer muy familiar: la deforestación, la minería no metálica (arena y piedra), la sobreexplotación de pesca, el desvío del cauce para riego de la agroindustria, la contaminación por aguas residuales (origen industrial, agroindustria, comercial, doméstico) o los trastornos que significan las hidroeléctricas. Todas estas actividades alteran la vida de los ríos y de las comunidades que comparten su destino.

Esta crisis que atraviesa nuestros ríos tiene múltiples afectaciones muy visibles tales como la muerte de especies, la disminución del caudal, el corte y estancamiento de las aguas que perjudican e impiden los procesos naturales dependientes de la fluidez del río (por ejemplo, la reproducción o migración de especies). Todo esto tiene como consecuencia la muerte del río y el desplazamiento de las comunidades al volver inviable cualquier proyecto de vida.

Esto evidencia como las presiones de las actividades económicas lideradas por las grandes industrias han llevado a importantes esquemas de sobreexplotación, un indicador lo podemos tener en el incremento de las concesiones que evidencia la intensidad del cercamiento que enfrentan nuestros ríos. Los discursos de reactivación económica o de la transición energética verde, ocultan las graves consecuencias sobre las afectaciones que erosionan la vida del río y su entorno. A esto debemos sumar que estás mismas actividades no sólo explotan el “recurso”, sino también son las principales responsables de su contaminación.

Un ejemplo trágico de lo anterior, son los ríos que atraviesan nuestras ciudades, conforme se expande el desigual desarrollo urbano es más evidente su escenario de agotamiento y contaminación. Representan el testimonio más claro cuando se ha priorizado “el beneficio” de unos cuantos sobre el sustento de la vida.

Todo esto que les hemos expuesto responde a un modelo político-económico que está llevando a los límites la capacidad de reproducción de la vida, según el informe Cambio Climático y Agua (2019) del Fondo Mundial para la Naturaleza el escenario es alarmante, ya que nos señala que solamente un tercio de los grandes ríos del planeta fluye libremente (no tienen presas ni han sido alterados por actividades humanas), pero también desde el siglo pasado han disminuido los humedades en un 70%. Esta tendencia no parece cambiar, la voracidad de unos pocos nos lleva a asistir al agotamiento de los últimos espacios naturales donde se reproduce nuestra vida.

 

Imagen ilustrativa, UCR.