Las alertas que no duelen / 8M Costa Rica

Allison Quintanilla Hernández
Planificadora Económica y Social
Colectiva Voces Violeta y Me Pasó En La UNA

En Costa Rica hemos entrado en la fase de alertas. Por un lado, en el espacio político del Estado, y otra de salud pública, las dos responden a hechos que constituyen una coyuntura compleja para los últimos acontecimientos en la región, hablamos de una crisis democrática y la poca transparencia política que viene desde los principales poderes de la república, hasta la praxis de manipulación en los titulares de medios de difusión que venden a conveniencia de los poderes fácticos.

Por otro lado, se activaron todas las alertas de salud pública en el país luego de que las autoridades de salud confirmaran los primeros casos de coronavirus en el país, estas dos últimas alertas han sido noticia rápidamente, generando no solo una gran expectativa en la sociedad costarricense, sino que plantea cambios en la coyuntura y las dinámicas cotidianas. Por supuesto, parece bastante vendible en los medios y hasta traumatizante para esta sociedad, ver una casa presidencial allanada o una persona que permanece delicada por COVID-19.

Sin embargo, parece que hay unas alertas que duelen menos, trauman menos y generan menos expectativa que estas últimas, y es que pese a que desde el 2007 al 19 de febrero de este año llevamos contabilizados 353 femicidios en Costa Rica, las alertas rojas no calzan en la constante guerra contra los cuerpos feminizados. Con esto, es preciso apuntar que ninguna de las alarmas anteriores es comparable o que son menos importantes, por el contrario, las alarmas que se encienden para atender una crisis política o de salud pública son totalmente necesarias, y por lo tanto no hay excusa en no plantear como urgente una alerta roja contra los femicidios en este país.

Recientemente, las redes sociales se llenaron de denuncias públicas sobre intentos de secuestros o agresiones sexuales hacia mujeres, hoy 9 de marzo seguimos a la expectativa de encontrar con vida a una joven de Cartago desaparecida la noche del miércoles anterior, y pese a esto las respuestas del Estado, y del Ministerio Público siguen siendo insuficientes y complacientes con la violencia, esto último les convierte en cómplices de cada uno de los femicidios que hemos registrado como país, donde solo el 26% de los casos son sentenciados.

Estas alertas parecen no doler en la sociedad, no remuerden, mucho menos responsabilizan, y la impunidad pareciera ser la respuesta de facto que muchas mujeres cargan ante la falta de justicia de género transversalizada a las políticas públicas del país. Una sociedad altamente machista y conservadora, que responde con violencia estructural, no nos deja más arma que la organización con nuestros cuerpos, y es por eso que las alertas que nos duelen a nosotras son las 353 compañeras que no están con nosotras, las alarmas de las mujeres trabajadoras de una empresa textil en 1857 iniciando la huelga de mujeres que hoy nos conmemora como el Día Internacional de la Mujer.

Seguimos luchando por las mismas desigualdades, unas más acentuadas que otras, donde hemos alcanzado algunos derechos políticos, sociales y económicos, pero no hemos alcanzado la plena libertad sobre nuestros cuerpos, pues aún sigue siendo satanizado el discurso que defiende nuestros derechos sexuales y reproductivos, es la violencia a nuestros cuerpos lo que declara una guerra de género. Ante esto, muchas mujeres en el mundo siguen construyendo desde la resistencia, la organización y la autonomía de los cuerpos feminizados, pero la guerra no ha terminado, no se detiene.

Por eso, nosotras acordamos nuestras propias alertas, esas que alertan sobre las violencias que pasan por nuestros cuerpos, es nuestra organización y denuncia la que tiene que estar dentro de la discusión coyuntural del país, nuestras agendas también son importantes. Las mujeres somos la mitad de la población mundial, y por lo tanto, no vamos a permitir que nuestras agendas sigan quedando en segundo plano, ni mucho menos que se conviertan en monedas de cambio. Somos una alerta morada, una alerta verde, y con o sin permiso del Estado vamos a seguir alertando que nos están matando.

Fuente: Observatorio de Género Poder Judicial