Trabajar y trabajar…

Marlin Ávila

Marlin Ávila

Marlin Ávila

 

En Honduras el gobierno del Partido Nacional en gobierno, desde que trasladó a su líder de la presidencia del Congreso Nacional a la presidencia de la República, ha colocado en su programa, como uno de sus principales ejes, el combate a la corrupción.

Desde enero de 2014, en la toma pública de la más alta investidura, hasta mediados del presente mes, parecía creíble su discurso y compromiso a los oídos del público menos informado. Aunque los analistas críticos encontraban hechos contradictorios a la promesa de transparentar la gestión pública, desde que se prohibiera la entrega de información a la mayoría de secretarias del gobierno. La utilización de un convenio con Transparencia Internacional (TI), como «caballito de batalla» para justificarse públicamente, sin que se conozcan los informes hechos por TI hasta la fecha, excepto lo que dicen algunas ONG locales afiliadas a ésta. Lo que analistas saben es que en las instituciones del Estado sigue habiendo negligencia, apatía por resolver los problemas fundamentales, ineficiencia, impunidad, corrupción y abuso de autoridad. Que pocas cosas funcionan sin que se tenga que hacer pagos bajo la mesa. Sigue el paracaidismo, el nepotismo y el cobro al funcionario público para financiar al partido en el poder.

El nuevo eslogan del Presidente de la República «trabajar, trabajar, trabajar» tiene un buen efecto en las clases media alta y alta. Donde hay mucha holgura de tiempo. La clase media y media baja, como la clase trabajadora, trabaja tanto o más, cuando tiene un empleo. Especialmente ahora que se irrespetan los derechos laborales. Pero sabemos que dos tercios de la fuerza laboral empleada esta en el sector informal y sub empleada. Este amplio sector no puede trabajar el mes completo, y tiene un ingreso menor al costo de la canasta básica. Si los empleados a tiempo completo ganaran tanto como un ministro seguramente se dispondrían a «trabajar, trabajar, trabajar», no digamos si tuviesen una partida confidencial, una tropa militar que les cuide y autos blindados, helicópteros y un avión de lujo.

Estos privilegios que tiene el Presidente por su investidura, aunque llegue a equivaler a los privilegios de una realeza europea, se asume que son para el buen cumplimiento de sus deberes constitucionales. A toda persona que llegue a ocupar esa alta investidura le corresponde dar lo más y mejor de sus capacidades. No obstante, si es lo suficientemente inteligente y capaz, no tendría que solo trabajar y trabajar, puesto que para ello tiene un innumerable número de asesores, secretarios, asistentes y, puede disponer de los mejores cuadros profesionales del país e incluso asesores extranjeros.

Ser un activista político es algo muy diferente a ser un verdadero estadista. Un estadista sabe la inconveniencia y los riesgos de controlar los otros poderes del Estado. Un estadista de calidad no gobierna en base al miedo, pero en base a consensos.

Todavía hay tiempo para reparar errores.

 

Enviado a SURCOS Digital por el autor.

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