León Trotsky, MIS PERIPECIAS EN ESPAÑA

Me lo trajo de Madrid, un amigo que llegó hace poco, hasta hizo la cuarentena, muy asustado por la pandemia del COVID 19

Rogelio Cedeño Castro

Su agudo sentido del humor, la fineza en el tratamiento de una gran diversidad de temas, ya sean históricos o culturales, como también de la vida cotidiana de las gentes, tratados con un cierto dejo de ironía, además de un espíritu abierto a las posibilidades que se le ofrecen a un viajero, siempre perseguido tanto por sus ideas políticas, como por su inagotable afán de conocer, y de buscar nuevos ángulos o perspectivas  que van de lo singular a lo universal, en la más amplia acepción del término. Ese, y no otro es el escritor León Trotsky, más allá de posiciones políticas y su protagonismo histórico, alguien que con su maestría de siempre, va narrándonos las peripecias y hallazgos inesperados en su breve paso por España, durante los últimos meses de 1916, después de ser expulsado de Francia por sus posturas pacifistas, de oposición a la guerra imperialista que estaba teniendo lugar en Europa. Zimmerwald, el ámbito de la conferencia de la izquierda internacionalista de entonces, en la que figuraron Lenin y Trotsky, un término que resuena en los entretelones de su expulsión hacia San Sebastián en el País Vasco Español, desde donde se dirigirá a Madrid para encontrarse con la persecución impenitente, machacona, y rayana en la estupidez, de la policía española de entonces. Sin hablar una palabra de castellano, con pocas posibilidades de acudir al alemán y al francés, dos lenguas que manejaba con fluidez, contará con la ayuda de sus compañeros socialistas españoles, de algún francés o alemán despistado, opaco o interesado en los más disímiles temas. Su paso por la Cárcel de Madrid con su liberalismo mercantil, un lugar donde se pueden comprar toda clase de servicios, incluido el de una celda más confortable, además de comidas y bebidas, todo un affaire que el autor trata con un gran sentido del humor, de la capital española deja constancia además de su visita al Museo de El Prado, con su Velázquez, el Greco, Goya y Murillo. Su llegada fortuita a la ciudad portuaria de Cádiz, donde pasa un buen número de días, durante los que recorre sus calles con gran interés, cuando logra liberarse de los majaderos policías, su estancias en la Biblioteca gaditana que nadie visita, muy al contrario de lo que sucede con las plazas de toros, con sus viejas colecciones de libros, no hay novedades editoriales al parecer, invadidos por las polillas que hacen verdaderos juegos geométricos en ellos, le resulta de gran provecho al tener acceso a unos pocos libros en francés y alguno que otro en alemán, de los que se vale para hacer unas observaciones históricas sobre el país donde está como huésped forzado, las que resultan de gran interés en la agudeza de las observaciones históricas, producto de su mente inquieta y vasta cultura. Su breve y atento paso por Cataluña, de la que hace fascinantes observaciones, tanto como de sus gentes, al salir expulsado hacia Nueva York desde Barcelona, hacia finales de aquel año de 1916, un puerto donde llegará a mediados de enero de 1917, con lo que pone fin a su estadía en España, con la frase “Aquí termina España”, cuando tiene ante sus ojos el puerto de Nueva York. Tal es el contenido de este bello y ameno volumen, producto de las notas de viaje que el autor guardó, siendo traducido por Andrés Nin al castellano (y probablemente al catalá) y editado en Madrid, en 2012, por parte de la Editorial Sello de Cordelia, teniendo como base una edición española de 1929, el año en que Trotsky volvía a los caminos del interminable exilio, en el que transcurrió buena parte de su vida. Recomendamos esta lectura, como un goce para el espíritu de quien se convierta en su lector(for satisfy my soul, Bob Marley dixit). Me atrevo a jurarlo, que lo disfruten. RC.

 

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