(Discurso, de Elizabeth Fonseca Corrales, de Incorporación a la Academia Morista Costarricense, realizado el 26 de noviembre del 2021, en la sesión extraordinaria con este fin, en el Club Unión)
A MODO DE INTRODUCCIÓN, UNA EXPLICACIÓN NECESARIA
Soy hija de la revolución de 1948. Nací unos meses antes de la abolición del ejército el 1 de diciembre de 1949. En consecuencia, he vivido siempre en un país de paz, donde, además, el Estado de bienestar me permitió realizar estudios en una universidad pública. Comienzo este discurso de incorporación a la Academia Morista Costarricense con tales datos, porque me siento en la obligación de aclarar, con toda sinceridad, cómo llegué a interesarme, tardíamente, en el estudio de la Campaña Nacional 1856-1857. Cuando ingresé a estudiar Historia a la Universidad de Costa Rica me correspondió empezar con un programa muy tradicional; la mayor parte de los cursos se hallaban enfocados desde el paradigma de la llamada historia acontecimental. Poco después, a principios de los años 1970, con la llegada de Ciro Flammarion Cardoso y Héctor Pérez Brignoli, dos sudamericanos doctorados en Historia en Francia, la enseñanza de la Historia vivió una verdadera transformación. En vez de la historia diplomática, política y militar, se empezó a privilegiar otras ramas novedosas, surgidas del contacto con otras ciencias sociales, como la historia demográfica, la historia social y la historia económica. De la historia de los acontecimientos se pasó a la de las estructuras y las coyunturas, del estudio de los grandes hombres al de los colectivos sociales. Esta nueva corriente resultó para mi sumamente atractiva, por lo que decidí viajar a hacer un doctorado en “Economía y sociedad en América Latina”, en la Universidad de París, contando con el apoyo de la Universidad de Costa Rica.
Atrás quedó para mí la historia política, diplomática y militar, no obstante haber contado entre mis profesores a don Rafael Obregón Loría, cuyas lecciones eran magistrales, especialmente cuando se refería a la Campaña Nacional, que había estudiado en profundidad. Cuando como docente debía preparar alguna clase de historia política, debo confesar que no me sentía para nada cómoda. Pero poco a poco, con la madurez, fui llegando a la conclusión de que las ramas de la historia que había mirado con desinterés son también muy importantes. Nos guste o no, el ejército y la guerra fueron importantes en el pasado de nuestro país, y la historia militar, bien entendida, no la podemos desdeñar.
Profundizar en el estudio de la Campaña Nacional era para mí una tarea pendiente desde principios de la década de 1990. Con motivo del V Centenario del Descubrimiento, la FLACSO, bajo el liderazgo de Edelberto Torres Rivas, convocó a un grupo de investigadores, entre los cuales me encontraba, para escribir una Historia de Centroamérica, en seis volúmenes. Concluida esa tarea, la FLACSO me contrató para hacer una síntesis al alcance de un público más amplio, no especializado. Fue entonces cuando me percaté de los grandes temas ausentes en los seis volúmenes. La mayor parte de los vacíos los pude suplir en la síntesis, porque llevaba años enseñando historia de Centroamérica, pero el de la Campaña Nacional no, y me limité a hacer un breve recuadro llamando la atención sobre la ausencia de un tema fundamental para comprender la historia centroamericana. La invitación a formar parte de la Academia Morista Costarricense ha sido la ocasión propicia para adentrarme de lleno en el estudio de la década de Mora y de la guerra filibustera, que ha desempeñado un papel fundamental en la formación de nuestra identidad.
I- BREVE INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA PRENSA
En esta ocasión me referiré al papel de la prensa escrita en la década de Mora con base solamente en fuentes bibliográficas. Se trata tan solo de una primera aproximación al tema, una especie de estado de la cuestión, en el entendido de que podría ser un estudio de un alcance mucho mayor. Primero, en este apartado, haré una breve síntesis de la historia de la prensa, para tener un contexto que nos permita comprender la situación en la década de 1850.
A fines del siglo XV se cuenta ya en Europa Occidental con todo lo necesario para la impresión de libros: la imprenta de caracteres móviles, la tinta y el papel, lo que permitió la edición ocasional de hojas sueltas, libelos y relatos más o menos fantásticos. En 1631 se publica en Francia el primer periódico semanal denominado Gazette. Su editor obtuvo de Richelieu, el primer ministro del rey Luis XIII, el monopolio para publicar la información política nacional y extranjera. Pero a fines del siglo XVIII comenzaron a aparecer numerosas publicaciones sueltas, no autorizadas.
La Revolución Francesa trajo grandes cambios, con los cuales la prensa adquirió una enorme influencia política. El artículo 11 de la Declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano consagró la libertad de prensa. Dicho artículo dice literalmente: “La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciados del hombre; todo ciudadano puede por tanto hablar, escribir, imprimir libremente, salvo que deberá responder por los abusos de esa libertad en los casos determinados por la ley.” La consecuencia inmediata de dicha apertura fue la proliferación de publicaciones periódicas. [1]
En Inglaterra la prensa participó abiertamente de las luchas políticas desde el siglo XVII, por lo que mereció ya en 1787 que Edmund Burke, político y escritor británico, la denominara “el cuarto poder”. Los periódicos ingleses gozaron de un clima de mayor libertad, y fueron más variados y ricos en contenido que los del continente.[2] Desde entonces la libertad de prensa permite medir los altibajos del gozo de las libertades individuales; la censura y la autocensura tienen grados variables, según los regímenes políticos imperantes. En Estados Unidos la libertad de prensa fue garantizada en la primera enmienda a la Constitución votada en 1791: “El Congreso no hará ninguna ley que restrinja la libertad de palabra o de prensa.” En este caso, el desarrollo de la prensa se verá limitado por otros factores, como la inmensidad del territorio, la poca densidad de población y el escaso número de los ejemplares impresos. En consecuencia, el acceso a las publicaciones era un privilegio de las poblaciones urbanas.
Hasta el siglo XX quienes escribían para la prensa no se podían considerar periodistas, porque escribir no era su ocupación principal; eran filósofos, políticos, profesionales liberales, escritores, artistas, hombres de negocios. En 1719, The Daily Post, de Londres, publicó Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. A partir de entonces, se volvió habitual la publicación de novelas por entregas de autores que más tarde serían escritores consagrados. En el siglo XIX el contenido de los periódicos incluía además mucha información oficial, y esta se obtenía de manera muy directa en las oficinas gubernamentales. En 1837 la invención del telégrafo eléctrico por Morse, en los Estados Unidos, significó una gran innovación técnica. En Europa las primeras líneas datan de 1845. Los hilos telegráficos se extendieron rápidamente, y ya en 1866 un cable atravesó el Atlántico, conectando Estados Unidos con Europa.[3] Disponer del telégrafo posibilitó la publicación mucho más expedita de noticias de cuanto sucedía más allá de la ciudad donde se editaba el periódico.
Además, a mediados del siglo XIX el contenido de la prensa se tornó más variado. Incluía notas sobre actividades artísticas, como estrenos o presentaciones de obras de teatro y ópera, y se continuaba publicando novelas por entregas. Los periódicos de las grandes ciudades, como Nueva York, París o Londres, publicaban notas de moda, especialmente dedicadas a las mujeres, muchas de ellas con llamativas ilustraciones. Retratos de los personajes principales, grabados de imágenes de la vida cotidiana y mapas eran incluidos para reforzar el mensaje escrito. Con ese fin, los principales periódicos contrataban dibujantes especializados. Algunos medios contenían también obituarios y notas necrológicas. La impresión estaba a cargo de más personal, y se utilizaban nuevas técnicas periodísticas, como entrevistas a personas influyentes y reportajes.
II- LA PRENSA CENTROAMERICANA A MEDIADOS DEL SIGLO XIX
Veamos ahora cuál era, hacia mediados del siglo XIX, la situación de la prensa en Centroamérica, y de manera particular en Costa Rica durante la década de Mora. Empecemos por analizar lo esencial: la llegada de la imprenta. Mientras a la ciudad de Guatemala había llegado la imprenta desde el siglo XVI, por ser la capital del Reino, en Costa Rica fue necesario esperar hasta después de la Independencia. En el año 1830, Miguel Carranza importó la primera imprenta, a la que llamó “La Paz”. El Estado era su mejor cliente. Cuando en 1831 Juan Francisco Valenzuela trajo al país la segunda imprenta, y abrió el taller “La Libertad”, Carranza se disgustó por la pérdida de la exclusividad. Una tercera imprenta entró ese mismo año; pertenecía al Ministro de gobierno Joaquín Bernardo Calvo. En su taller “La Merced” se imprimió El Noticioso Universal, el primer semanario, publicado por primera vez el 4 de enero de 1833. El Estado embargó los bienes de Calvo, tras la guerra de la Liga, en setiembre y octubre de 1835, lo que le permitió contar con una imprenta propia. En 1836 se publicó el primer periódico oficial: El Ministerial de Costa Rica. En síntesis, a principios de la década de 1850 existían en el Valle Central seis imprentas, cuatro privadas y dos gubernamentales.[4]
Durante la década de 1850 todavía no se había instalado el telégrafo en ningún país de Centroamérica. En realidad, la historia de la prensa no se puede entender sin hacer referencia a la evolución general de la sociedad, y las sociedades centroamericanas se encontraban en un proceso de transición del antiguo régimen al capitalismo periférico. La modernización fue retrasada por los incesantes conflictos políticos y militares que dieron al traste con la República Federal, y por otros factores, como la escasa población y la dispersión de esta, la pequeñez de las ciudades y los altos niveles de analfabetismo. Costa Rica fue el primer país de la región en contar con el telégrafo, en 1868. Los demás países centroamericanos no instalaron el servicio sino en la década siguiente. En consecuencia, los periódicos centroamericanos se abastecían de noticias del exterior por los medios tradicionales: cartas privadas y oficiales, viajeros y periódicos de otras latitudes, transportados por la vía marítima, por lo que llegaban con tardanza.
Antes de la entrada en servicio del Ferrocarril de Panamá, en 1855, se recibía el correo del viejo continente por Greytown y la ruta del Sarapiquí, lo que retrasaba la llegada de las noticias al Valle Central, y más aún, los resúmenes noticiosos internacionales publicados por la prensa local.[5]Vega señala que la llegada de la prensa extranjera no era regular ni sistemática; los resúmenes sí hacían referencia al medio del cual se extraía la información, y el editor local no agregaba ningún comentario.[6] La inauguración del Ferrocarril de Panamá permitió contar con periódicos extranjeros y sacar más rápidamente los resúmenes noticiosos de otras partes del mundo. Los tiempos para obtener información se acortaron. El número del 16 de enero de 1856 del Boletín Oficial consigna: “Los agentes de la Compañía del Ferrocarril de Panamá que llegaron a Puntarenas en el vapor Columbus, han tenido la bondad de facilitarnos gran cantidad de periódicos.” Eso permitió al editor hacer la síntesis de noticias de Inglaterra, Francia, Rusia y Prusia. Agregó: “de los demás países de Europa nada vemos interesante”.[7] Aquí podemos notar dos asuntos de interés: por un lado, al hablar de “bondad”, indica que la llegada de periódicos europeos no era regular, no era que se contara con la suscripción. Por otro, los resúmenes incluían aquello que el editor juzgaba “interesante”.
Los periódicos principales publicados en el país en la década de 1850 eran, según año de aparición: El Meteoro, El Guerrillero y El Observador Costarricense (1850); El amigo del pueblo y El correo (1851) La Crónica de Costa Rica y El Eco (1852); El Boletín Oficial, El Compilador y La Gaceta (1853); El Eco del Irazú, publicado en Cartago en 1854; Álbum de la Paz, también conocido como Álbum Semanal (1855); Boletín del Ejército, publicado en Liberia en 1856; El Pasatiempo(1857); La Unión y El Gato (1858); finalmente aparecieron El Pueblo y La Nueva Era (1859).[8] Carlos Morales sostiene que muchas de esas publicaciones fueron de corta vida o esporádicas, debido sobre todo a dificultades económicas, y de muchas de ellas resulta imposible consultar al menos un ejemplar, porque no se conservaron. Se caracterizaron por dar importancia a asuntos literarios, políticos, jurídicos y humorísticos, y, en general, porque la persona que tuvo la iniciativa de hacer la publicación, se encargaba de hacer todo el proceso de impresión de la hoja. En suma, la prensa costarricense era anacrónica y permanecía ajena a los grandes cambios que ese medio ya mostraba en otros países.[9]
Sin embargo, en la década de Mora nuestra prensa comienza a modernizarse. En la prensa de la década de 1850 llama la atención la cantidad de avisos publicados, así como la forma y el lugar de colocación de estos en los periódicos, para tornarlos llamativos a simple vista. Vega señala que antes de 1850 los avisos no tenían un sitio fijo en los semanarios, pero en esa década se diagramaba las páginas con esmero y se destacaban usando recursos como letras llamativas, recuadros y espacios en blanco. Los avisos de carácter económico se hacen más frecuentes, lo que muestra a las claras una mayor vinculación comercial con el mundo exterior. Alimentos importados, telas, vestidos, calzado, medicinas, muebles y licores nacionales y extranjeros aparecen publicitados en la prensa escrita así como la venta de bienes inmuebles, las diversiones públicas, la entrada y salida de buques y los servicios prestados por diferentes artesanos.[10] La publicación de los avisos comerciales significó una gran ayuda para la estabilidad financiera de los periódicos. Crónica de Costa Rica fue el medio que más se benefició del crecimiento y la diversificación del comercio en la década de 1850, a juzgar por el número de avisos comerciales publicados.
En el proceso de modernización de la prensa nacional tuvieron participación muy destacada dos periodistas europeos que fijaron su residencia en Costa Rica. Me refiero a Adolphe Marie, francés, y a Emilio Segura, de nacionalidad española. Marie llegó a Costa Rica en 1848, acompañado de Juan José Flores, expresidente de Ecuador, quien había sufrido un golpe de Estado. El 15 de diciembre de 1849 Adolphe Marie asumió la dirección del periódico El Costarricense, el cual, en enero de 1850, pasó a llamarse La Gaceta del Gobierno. Mora lo nombró redactor oficial. Jeannette Bernard Villar, quien publicó una recopilación de los escritos de Marie, con valiosas anotaciones, señala que fue él quien dio una dimensión moderna al periodismo costarricense. Entre otras innovaciones, introdujo el resumen de noticias, cuyo contenido seleccionaba de la prensa internacional. Marie era suscriptor de La Presse, periódico fundado por Emile de Girardin, muy influyente en el periodismo francés. La Presse publicaba novelas por entregas, y contó con la colaboración de autores de la talla de Víctor Hugo, Lamartine y Tocqueville.[11]
Marie además escribió en El Eco del Irazú, del cual no se conserva ningún ejemplar, y fundó el periódico El guerrillero, el primer hebdomedario satírico publicado en el país. Este salió del 18 de marzo al 17 de junio de 1850,[12] lapso en el cual sacó diez números, con un total de cuarenta páginas. El Guerrillero no contenía información noticiosa ni anuncios y se vendía a un real el ejemplar. En sus escritos Marie combatió la demagogia y la anarquía, se opuso a los intentos recurrentes de unir a los países centroamericanos en una federación, y criticó la influencia de Ephraim G. Squier, periodista y diplomático norteamericano, encargado de los asuntos centroamericanos en 1849. Squier impulsaba la idea de una federación y favorecía los intereses canaleros de los Estados Unidos en Centroamérica. En el primer número de El Guerrillero, Marie, en un estilo inusual, aclaró lo que pretendía con ese medio: “…no está pues la cuestión en saber nosotros si El Guerrillero encontrará lectores, sino más bien en saber ellos lo que El Guerrillero les dará a leer…” “No se leerá nada sobre integridad de Centroamérica, porque nada queda por decirse en este asunto”.[13]
Emilio Segura fue el periodista compañero de Marie. Había llegado al país en diciembre de 1851 con la compañía teatral de Mateo Fournier, que ofrecería una temporada de doce funciones en el Teatro Mora, pero una vez concluida la temporada decidió permanecer en Costa Rica, ejerciendo el periodismo.[14] Ambos periodistas tuvieron una participación destacada en la Campaña Nacional. Segura fue secretario del Presidente Mora; con él viajó a Nicaragua, como lo atestigua una nota en el Boletín Oficial. Marie alcanzó el cargo de subsecretario de Estado, y en 1855 viajó a Francia en busca de apoyo para la guerra, la cual ya se veía inevitable. Incluso fue recibido por el emperador Napoleón III en el Palacio de las Tullerías, noticia que también fue publicada por el Boletín Oficial.[15] Marie regresó de su viaje en un vapor de la Marina Real Inglesa, vía Greytown, acompañado del militar francés Pierre Barillier, quien venía a colaborar en la guerra. El 14 de marzo de 1856 dejaron Greytown, pero Mr. Scott, un agente de la Compañía del Tránsito, quien había sido nombrado capitán en el ejército de Walker, envió una embarcación a perseguirlos y capturarlos. No consiguió el objetivo, y ambos se unieron al ejército expedicionario en Nicaragua, donde prestaron grandes servicios. Cuando las tropas costarricenses abandonaron Rivas debido a la peste del cólera, Marie regresó al país, pero venía gravemente enfermo. Finalmente, murió en Liberia el 4 de mayo de 1856.[16]
III- LA PRENSA EN TIEMPOS DEL CONFLICTO BÉLICO
En este apartado pretendo plantear algunas reflexiones sobre el papel de la prensa nacional e internacional, en el conflicto que se desencadenó tras la invitación hecha por los leoneses a fuerzas extranjeras para acudir a Nicaragua y apoyarlos en la guerra civil que los enfrentaba a los conservadores granadinos. Los periódicos han sido una fuente de información de gran importancia para la investigación histórica, pero deben ser leídos y analizados con cuidado, porque es claro que tienen intereses definidos, los redactores no son del todo objetivos y los medios tecnológicos de la época hacían mucho más difícil el balance en las informaciones.
El jefe de la Falange, William Walker, tenía ya antes de viajar a Nicaragua, una amplia experiencia como periodista. Su formación era como abogado y médico, pero en esa época el oficio era desempeñado por personas con habilidad como escritores, con profesión o sin ella. Recordemos que la primera escuela para formar periodistas no fue abierta sino hasta en 1892, en la Universidad de Columbia. Bolaños Geyer señala que Walker había trabajado en el Daily Crescent, de Nueva Orleans, en el cual escribía sobre temas políticos. Escritor polémico, expresó sus opiniones en temas controversiales, como la esclavitud y la doctrina del “destino manifiesto”, y puso en aprietos el medio para el cual trabajaba, pues entablaba fuertes discusiones con periodistas de otros diarios. En junio de 1850 viajó a California vía Panamá. Ahí ejerció de abogado, pero volvió al periodismo como subdirector del San Francisco Herald. Tras su expedición a Baja California, de nuevo se ganó la vida como periodista y entró de lleno en la política. En Sacramento, se encargó de la página editorial del Democratic State Journal y luego dirigió el Commercial Advertiser, en San Francisco, en donde su colega Byron Cole logró interesarlo en los asuntos centroamericanos. Aunque retornó a Sacramento a dirigir el Journal, renunció a su cargo, para irse a San Francisco a organizar la expedición a Nicaragua.[17]
Con tal experiencia en la prensa escrita, no es de extrañar el interés de Walker por contar en Nicaragua con su propio periódico. Ese medio se fundó en Granada y se empezó a imprimir una semana después de la ocupación de la ciudad, en una imprenta incautada; se llamó El Nicaraguense, así, sin diéresis. El periódico se escribía mitad en inglés y mitad en español. Al principio era un semanario que salía los sábados, pero luego se imprimió dos veces a la semana. La suscripción costaba 10 dólares al año y el ejemplar se vendía a veinticinco centavos. Contaba con un editor, llamado John Tabor, y el mismo Walker publicó 65 artículos de variados temas [18] El primer número contiene una relación de las peripecias de Walker, desde su salida de San Francisco hasta la toma de Granada. En dos columnas, escritas para los lectores de Estados Unidos, se enumeran los recursos de Nicaragua, pues uno de sus objetivos es difundir información sobre los recursos naturales y las ventajas del país, útiles a los migrantes. Con ese fin, explica Walker, fueron enviados comisionados a diversos puntos del territorio, cuyos relatos fueron debidamente publicados. Jorge H. Campbell, antes del condado de Calaveras, California, fue el primer enviado y exploró una parte de Chontales. Enseguida viajó a Chontales y otros distritos un sajón, Maximiliano Von Sonenstern, quien aportó información de mucha utilidad.[19] El periódico también dio cuenta de las desavenencias entre el grupo de Walker y otros norteamericanos interesados en aprovechar las riquezas de Nicaragua. Por ejemplo, emprendió una campaña de burlas contra el coronel Kinney, que se había convertido en gobernador de San Juan del Norte, a quien llamaban con desdén “el finquero Kinney”.[20]
Según Bolaños Geyer, El Nicaraguense, fue un verdadero medio propagandístico de las ideas del destino manifiesto y la superioridad de la raza blanca. También fue muy útil para hacer reportes optimistas de la guerra, plagados de falsedades, en los cuales se minimizaba el número de filibusteros muertos en el campo de guerra. Walker, dueño absoluto de las prensas existentes en Nicaragua, publicaba partes llenos de falsedades que lo presentaban como vencedor en las batallas en que salió vergonzosamente derrotado. Después de la batalla de Rivas del 11 de abril de 1856, el Boletín Oficial de Costa Rica publicó una nota recibida de la secretaría general del ejército expedicionario. Esta señala que Walker recurría a recursos impactantes para hacer creer que sus tropas eran triunfadoras. Después de la batalla de Rivas del 11 de abril de 1856, al regresar a Granada, ordenó “repique de campanas, salvas e iluminaciones.” El redactor lamenta que el ejército expedicionario, que ha ido de victoria en victoria, no haya podido trasladar consigo una imprenta para dar cuenta de sus triunfos.[21] Otro ejemplo: tras tres días de batallas en Masaya, el general salvadoreño Belloso reportó 150 norteamericanos y 46 centroamericanos muertos, Walker, en su libro admite cien bajas, y según El Nicaraguense solo perdieron tres hombres.[22]
Respecto a los datos publicados en El Nicaraguense acerca del resultado de la elección del 29 de junio de 1856, en que Walker resultó electo presidente de Nicaragua, Scroggs señala que el mismo Walker los desmiente en su libro La Guerra de Nicaragua. El editor del periódico publica un cuadro con los resultados, y señala que, tras una cargante demora han llegado, por fin, desde distintas poblaciones y departamentos del país, los documentos y comprobantes de la votación, en sobres lacrados, en tal cantidad que su peso es de casi media tonelada, por lo que su revisión fue lenta. Un corresponsal del Tribune también lo desmintió, y afirmó que en algunos casos los votos a favor de Walker eran cuatro veces más altos que la población del lugar.[23]
La crónica acerca de la toma de posesión del “primer presidente americano de Nicaragua”, presenta cifras infladas de los dignatarios, cónsules extranjeros y oficiales que habrían asistido a tal acto. La parroquia fue convertida en catedral, inventó un obispo para que acompañara a Walker en el estrado y cantara un Te Deum en la iglesia. Agrega Bolaños Geyer: “Los comicios, la toma de posesión y la crónica periodística son una sola pieza fraudulenta.”[24]
El Nicaraguense también publicaba manifiestos y proclamas, información sobre llegada de barcos con refuerzos y armas para la Falange, notas sobre actos del gobierno de Walker, entre ellos la confiscación de propiedades para ser subastadas, así como decretos que facilitaban la adquisición de la tierra por los norteamericanos, o facilitaban la mano de obra local para hacerla producir.[25]También contenía artículos elogiosos hacia la democracia y el filibusterismo, registraba algunas las muertes causadas por la guerra, la epidemia o por sentencias a morir ahorcados o fusilados.
En su libro, el mismo Walker informa que, en el ataque de las fuerzas aliadas centroamericanas contra Granada, en octubre de 1856, Juan Tabor, editor del periódico, fue herido en el muslo “mientras defendía su derecho de imprimir y publicar en Centroamérica.” Agrega: “En la retirada de Granada habían sido destruidos o perdidos gran cantidad de tipos, materiales de imprenta y papel pertenecientes a la oficina de El Nicaraguense. En consecuencia, pocos días después de haber sido trasladado el ejército a Rivas, Rogers, Subsecretario de Hacienda, fue a San Juan del Norte con el objeto de comprar los materiales necesarios a la publicación del periódico suspendido”. Rogers no llegaría a su destino, porque el barco en que viajaba fue sorprendido por los soldados costarricenses, en la embocadura del río San Juan.[26] El último número de El Nicaraguense se publicó el 22 de noviembre de 1856, día en que los filibusteros quemaron Granada. Paradójicamente, dice Bolaños Geyer, ese número contiene el último editorial de Walker, en el cual dice que no está lejano el día en que las acciones en Nicaragua se señalarán como superiores a las famosas batallas de la guerra de Crimea y a él, a la cabeza de los hombres más valientes del mundo.[27]
El Boletín Oficial número 238, del 8 de noviembre de 1856, contiene en la parte de noticias no oficiales una impactante traída por el correo desde Liberia, que mereció ser comentada. La nota dice así: “La imprenta de El Nicaragüense se asegura no existe ya: ese botafuego de mentiras y de calumnias ha sido destrozado por los chapines. Tal merecía, por el criminal objeto a que estaba destinado.”[28]
El periódico de Walker no era el único que se publicaba en Nicaragua durante los años del conflicto bélico. Scroogs señala la publicación de otro periódico filibustero llamado Masaya Heraldy cita el número del 1 de octubre de 1856.[29] También salía un Boletín Oficial, en León. La pérdida de materiales en los repositorios nicaragüenses, causada por conflictos políticos y desastres, tal vez es la razón por la cual dichos periódicos han sido poco utilizados en los estudios históricos.
En nuestro país, el gobierno de Juan Rafael Mora contó principalmente con dos medios de comunicación escrita: Crónica de Costa Rica y el Boletín Oficial. Nos centraremos en este último, porque es el que ha sido más útil para el estudio de la Campaña.
A mediados de la década de 1859 el Boletín Oficial presentaba una tabla de contenidos en la cual se hacía una distinción clara entre los asuntos oficiales y los no oficiales. El editor del medio solía escribir un artículo en cada número, en el cual expresaba sus opiniones respecto a algún tema de interés, lo que sin duda alguna contribuía a formar la opinión pública. Por eso el cargo era de gran importancia, y era ocupado por hombres de reconocida capacidad intelectual. La parte noticiosa incluía notas concernientes a lo que sucedía en el interior del país y las procedentes del exterior, que como hemos señalado arriba, eran extractos de periódicos extranjeros. Entre los temas de mayor interés se encontraban las noticias de Centroamérica y las de la guerra de Crimea. Contenía también una parte de variedades y avisos, aunque estos no eran tan numerosos como en Crónica de Costa Rica.
Los sucesos centroamericanos resonaron en la prensa internacional, principalmente en Estados Unidos, Francia e Inglaterra, las tres potencias dominantes a mediados del siglo XIX, interesadas en la construcción de un canal interoceánico en el istmo. Scroggs señala que en Estados Unidos la mayor parte de la prensa simpatizaba con la aventura filibustera. La prensa norteamericana, más moderna, contaba además con recursos financieros como para enviar corresponsales a Nicaragua que dieran seguimiento a las aventuras de Walker. Tal fue el caso de Charles Callahan, corresponsal del Picayune, de Nueva Orleans, quien el 31 de mayo de 1856 salió junto a Walker de Granada rumbo a León, para cerciorarse de la situación. Este escribe: “En todas partes la población entera lo recibió con vivas, salvas, cohetes y triquitracas”. Cuando Walker arribó a León el 4 de junio, le dieron la bienvenida el presidente Rivas, el gabinete y una muchedumbre, y hubo salvas de artillería, toque general de campanas, música y otras demostraciones de alegría. “Las mujeres todas querían abrazar a Walker, y esa noche fue de fiesta, con música y poesía que alababa a Walker”.[30]
Un corresponsal del New York Tribune describió a Walker de tal modo que su “retrato vivo”, coincide plenamente con el de otros viajeros, periodistas e historiadores.[31] Philipp E. Toohey un norteamericano tomado prisionero por las tropas costarricenses después de la batalla de Santa Rosa, en una carta firmada en Liberia el 26 de marzo de 1856, solicitó que le enviaran una misiva dando testimonio de que él era corresponsal del periódico Delta, de Nueva Orléans. Cuenta que había recibido un balazo en su brazo izquierdo, y junto con otros prisioneros lo habían trasladado a Liberia. Allí un consejo de guerra condenó a todos a morir, pero a él don Juan Rafael Mora le perdonó la vida, le amputaron el brazo y le dieron otros cuidados. Parece que luego Toohey dio claras muestras de ingratitud.[32]
El periódico Frank Leslie’s Illustrated envió a Granada a James Dollan, “artista corresponsal”. En su número del 10 de mayo de 1856 anuncia, en un recuadro, que el próximo número contendrá interesantes ilustraciones de los sucesos en Nicaragua, recibidos en el último vapor, enviados por su artista corresponsal.[33]
Una sola mujer es mencionada como “publicista”, como también se denominaba en la época a quienes se dedicaban a escribir y hacer lobby. Se trata de Jane Cazneau, cuyo apellido de soltera era Mc Manus, y firmaba sus escritos con el seudónimo de Cora Montgomery. Ella era desde 1848 la esposa del general filibustero y hombre de negocios William Leslie Cazneau. Ambos llegaron a Granada en julio de 1856, y estuvieron presentes en la ceremonia en la cual el ministro norteamericano John H. Wheeler reconoció oficialmente al gobierno de William Walker, el 19 de julio. Un mes más tarde, el 20 de agosto de 1856 zarparon de Granada en el vapor “La Virgen”, y llegaron a Nueva York diez días después, en el “Cahawa”.[34]
La prensa fue un medio útil a los intereses de Walker de diversas maneras. Para comenzar, la publicación de anuncios para reclutar hombres que desearan viajar a Nicaragua, principalmente en Nueva York y Nueva Orléans. Un anuncio aparecido en Nueva Orléans decía:
“Nicaragua. El gobierno de Nicaragua quiere que gente laboriosa se establezca allá y cultive sus tierras. Para eso ofrece como incentivo a los inmigrantes una donación de 250 acres a los solteros y cien más a cada miembro de la familia. Los viajeros salen de Nueva Orléans a San Juan del Norte el 11 y el 26 de cada mes. El precio del pasaje es ahora de menos de la mitad. El suscrito dará con gusto toda clase de información a quienes desearen inmigrar. (f) Thos. F. Fisher, 16 Royal St.”[35]
El Boletín Oficial informó que los reclutas amados y organizados, se paseaban por las calles de Nueva York y Nueva Orléans y afirma que la prensa norteamericana animaba las invasiones y presentaba sus triunfos como triunfos de los Estados Unidos.[36]
En la prensa norteamericana se halagaba a Walker, todo en beneficio de sus intereses. Los titulares lo volvieron un personaje famoso y atrayente. El Frank Leslie´s Illustrated, el 9 de febrero de 1856 publicó un amplio artículo de primera página titulado “General Walker como un mentor político”, señalando que Walker estaba comenzando a tener una opinión positiva en el público norteamericano. Un editorial escrito por Walker en El Nicaraguense, fue calificado por Times como “bien escrito, de alta calidad, y de un razonamiento que denota talento y gran capacidad.”[37] La opinión favorable del público era muy importante, para motivar la recaudación de recursos humanos y materiales para la aventura filibustera. El Frank Leslie´s Illustrated informó ampliamente de la llegada de Walker a Nueva Orléans el 27 de mayo de 1857, donde fue recibido con honores. En el hotel Saint Charles hubo una conferencia de prensa en la cual brindó detalles de su capitulación ante el comandante Davis, de la goleta Saint Mary´s. Ahi estuvo Jeffry Roche, autor del artículo, quien había combatido con Walker en Nicaragua[38] El Picayune afirma que Nueva Orleans recibió a Walker como un héroe. De Nueva Orléans, Walker se dirigió a Washington, donde se entrevistó en privado con el presidente Buchanan. En Nueva York asistió a fiestas, reuniones y teatros y no perdía ocasión para pronunciar inflamados discursos. El Herald le seguía los pasos, por considerar que todo aquello podía ser de interés para los historiadores en el futuro; Walker manifestó a los reporteros que regresaría a Nicaragua.[39]
Pero no toda la prensa de Nueva York era favorable a Walker. El New York Herald y el New York Times, que antes lo habían apoyado, se volvieron en su contra. En el Times, M: R: Norwell, tío materno de Walker, era uno de los editores. La prensa informó sobre el estado lastimoso en que habían retornado de Rivas oficiales y soldados, mujeres y niños que habían sido leales a la causa filibustera. Cuando Walker partió hacia Filadelfia, el Tribune publicó un artículo titulado “El destino manifiesto en bancarrota”, firmado por Horace Greeley, periodista y político republicano que no perdía ocasión para fustigarlo.[40]
Walker se quejaba de la forma en que lo trataba la prensa del norte, y lo atribuyó a la legalización de la esclavitud en Nicaragua. Y tenía razón, a juzgar por lo publicado por el Sun, que también levanta el grito al cielo contra Walker y publica: “Si consideramos el establecimiento de la esclavitud en Nicaragua como una indicación del carácter de Walker, no podemos tener a este hombre sino como a un verdadero bribón, contra el cual no hay calificativos bastantes fuertes.”[41]La esclavitud había sido abolida en Centroamérica por el gobierno federal, pero Walker la restauró mediante un polémico decreto del 22 de setiembre de 1856.[42] El delicado equilibrio político existente en la unión americana entre los estados sureños, a favor de la esclavitud, y los norteños opuestos a ella, arriesgaba romperse con la aventura filibustera en Nicaragua.
La prensa también daba cuenta de las posiciones vacilantes y de las controversias entre el gobierno de Estados Unidos y el de Walker y sus representantes, y ejercía, sin duda alguna, una poderosa influencia política. Por ejemplo, el representante de Costa Rica en Washington, Luis Molina, tuvo un intercambio de notas con Mr. Marcy, el Secretario de Estado, en los meses de abril y mayo de 1856. Marcy señaló que el gobierno de Estados Unidos había desempeñado “fielmente” las obligaciones de neutralidad. Molina defendió sus puntos de vista citando que el Daily Union, desde el 27 de marzo de 1855 hasta el 14 de marzo de 1856 había dado noticia de seis expediciones de refuerzos para los invasores de Centroamérica. Las notas del intercambio fueron reproducidas por el Boletín Oficial número 206 y por La Crónica de Nueva York, periódico en español.[43]
El reconocimiento del gobierno de William Walker fue otro tema de discusión en la prensa norteamericana. El presidente Pierce buscaba la reelección, pero ganó Buchanan, candidato por el partido Demócrata, quien reconoció el gobierno de Walker y recibió al Padre Agustín Vijil, quien había viajado a Nueva York en compañía del mayor John P. Heiss, periodista de amplia trayectoria y dueño del New Orleans Delta.[44]
De amplia repercusión en la prensa fue la disputa que sostuvo Walker con Cornelius Vanderbilt, magnate financiero radicado en Nueva York. El Boletín Oficial número 191, del 10 de mayo de 1856, reprodujo la circular aparecida más de un año antes, en mayo de 1855, en La Crónica de Nueva York, enviada a los medios por Vanderbilt, en su calidad de presidente de aquella compañía, anunciando que los vapores cesarían sus viajes, porque William Walker había tomado por la fuerza la propiedad de los ciudadanos norteamericanos. Los viajes quedarían suspendidos hasta tanto el gobierno no tomara en consideración tal ultraje.[45] El conflicto por controlar la arteria de comunicación y los vapores apenas comenzaba.
Una carta sin firma dirigida al General Charles Frederick Henningsen, fechada en Nueva York el 25 de noviembre de 1856, es testimonio del temor ante el poder de la prensa. Dice así: “Usted habrá visto que ha habido mucho ruido en los diarios de aquí, con referencia a los asuntos de Nicaragua y al General Walker. Espero que el general no contestará a ninguna de esas cosas, porque estoy satisfecho que esas publicaciones no le han hecho daño. El pueblo aquí comprende el motivo de esos ataques, y de dónde nacen. No deseo ver al General Walker enredarse en una discusión de periódicos. Cualquier contestación que diera, sería tratar a esas gentes que aquí lo han atacado, con demasiada importancia.” El emisario de la misiva se sospechaba que era Jorge Law. [46]
Finalmente, la prensa norteamericana dio a conocer la caída de Mora. El New York Herald y el New York Times presentaron la noticia un mes después del golpe de Estado. El Times, señaló “el dinero tomó la República”, aludiendo al poder económico de los golpistas y sus verdaderos intereses.[47]
IV- LA PRENSA TRAS LA CAÍDA DE MORA
Para concluir, debo señalar que, tras el golpe de Estado del 14 de agosto de 1859, le fue cambiado el nombre a Crónica de Costa Rica, que pasó a llamarse Gaceta Oficial de Costa Rica, aunque conservó la numeración. Carlos Meléndez escribe que este periódico fue “…espejo fiel de la labor gubernativa, y comentador oficial de todo aquello que fuera digno de darse a conocer al público.” El biógrafo de José María Montealegre destaca la publicación de “…memoriales o manifestaciones públicas que los vecinos de los más importantes pueblos del país se apresuraron a remitir a los nuevos hombres de gobierno, para testimoniarles su apoyo.”[48]
Otro periódico surgió en los albores del nuevo régimen, y su nombre da clara cuenta de sus propósitos: se llamó Nueva Era. El primer número salió el 17 de setiembre de 1859, y en él sus editores explican: “Era se llaman las épocas en que se graba y desarrolla un nuevo pensamiento de los pueblos, cuyo carácter se forma de nuevos elementos y entre los cuales está colocado un notable acontecimiento que separa lo pasado del porvenir, como el horizonte, cuando tras de él se levanta el nuevo sol, separa la noche del día. Tal acontecimiento ha sido para nosotros el movimiento popular que el 14 de agosto derrocó una dilatada administración despótica y sacudió el yugo que tanto tiempo había reprimido la libre acción del país.” [49]
Entre los impulsores de Nueva Era estuvieron los señores Uladislao Durán y Célimo Bueno, y escribieron en ese medio, entre otros, José María Castro Madríz, Juan J. Ulloa, Rafael Ramírez, Fernando Streber y Enrique Twight. En sus contenidos figuran, como era de esperar, numerosos ataques a la administración caída, para justificar el golpe de Estado, crónicas de la Asamblea Constituyente, el proyecto de Constitución, reproducciones de artículos aparecidos en la prensa extranjera sobre lo sucedido en el país, noticias sobre las acciones de Mora en el exterior en sus intentos por recuperar el poder, las cartas de Gerardo Barrios y documentos referentes a la invasión de Puntarenas. El periódico publicó su último número el 16 de mayo de 1861, cuando Célimo Bueno consideró que ya no había necesidad de justificarse ante el pueblo.[50]
Raúl Arias señala que el gobierno de Montealegre lanzó un ataque por medio de la prensa “semioficial”, en contra de los periódicos La Estrella, de Panamá, y el Herald, los cuales publicaron artículos en los que manifestaban que el Presidente Mora había sido injustamente derrocado y luego expulsado del país. Arias afirma también que el gobierno de Montealegre era visto con profunda desconfianza por la prensa norteamericana, por considerarlo plegado a los intereses de Gran Bretaña en la disputa geopolítica por Greytown.[51]
En suma, en la década de Mora la prensa costarricense se modernizó y el país gozó de libertad de prensa. Durante la Guerra de 1856-57 la prensa nacional e internacional desempeño un destacado papel político, como medio de información y de propaganda, a favor o en contra de las distintas fuerzas en disputa. Una vez acabado el conflicto, tras el golpe de Estado al Presidente Mora Porras, sus detractores, comprendiendo el poder de la prensa para justificar sus acciones, crearon un periódico con ese fin, y cuando consideraron que el país estaba tranquilo, simplemente lo cerraron. El cuarto poder, como dijo Burke, ya había cumplido su misión.
En la década de Mora, una prensa comprometida, agitadora de la opinión pública, un medio de guerra
(Respuesta de Vladimir de la Cruz, al Discurso, de Elizabeth Fonseca Corrales, de Incorporación a la Academia Morista Costarricense, realizado el 26 de noviembre del 2021, en la sesión extraordinaria con este fin, en el Club Unión)
El trabajo que nos ha presentado la Dra. Elizabeth Fonseca Corrales, para incorporarse como Miembro de Número de la Academia Morista Costarricense, cumple plenamente con el objetivo propuesto.
La década de Mora, es el período histórico que podemos ubicar entre 1849 y 1859, por su paso en el Poder Ejecutivo, durante esos años, y por la grandeza de su dirección política, militar y estratégica de la Guerra Nacional contra la presencia filibustera en Costa Rica, en Nicaragua y en Centroamérica, así como hasta los días de su regreso, después del Golpe de Estado que le dan, de su obligada salida del país a El Salvador, y del crimen de Estado que se cometió contra él, y el General José María Cañas, en Puntarenas, en 1860, cuando regresaban de El Salvador.
El objetivo propuesto por la Dra. Elizabeth Fonseca fue tratar “la prensa” en esos años. Cuando decimos la prensa nos referimos especialmente a los periódicos.
Para ello, el recorrido que nos hace la Dra. Fonseca Corrales, en su disertación, es desde que le brota su interés académico en la Historia, y en este capítulo de la Historia costarricense, tan importante y determinante, para nosotros, como es la Guerra Nacional de 1856 y 1857, y cómo desde esta perspectiva aprendió a ver y analizar la Historia desde distintos ángulos. En este sentido destaca que la Historia en perspectiva de procesos interdisciplinarios, le resultó sumamente atractiva, y fue lo que la llevó a especializarse en la Historia económica y social, lo cual le enseñó también que esas otras Historias, como la militar, la diplomática o la política propiamente dichas, no se pueden marginar o disminuir en su valor informativo e investigativo.
Igualmente nos destaca que al dirigir y coordinar un proyecto de Historia Centroamericano, en 1990, pudo apreciar con mayor fuerza la importancia de este período histórico, el de “la década de Mora y de la guerra filibustera”, para la “formación de nuestra identidad”.
Así, concentró su atención, para esta ocasión, en el “papel de la prensa escrita” en este período, desde las fuentes bibliográficas que han tratado esta temática.
Inició señalándonos la importancia del origen de la imprenta, para destacar el primer periódico semanal que surge en Francia en 1631, denominado Gazette. Le siguió, le agrego yo, la Gaceta de Madrid, en 1661 y la Gaceta de México, en 1722.
Diez años más tarde, en 1660, en Guatemala, se estableció la cuarta imprenta en el Imperio Hispánico, y la primera del Virreinato de México, después de México, Lima y Puebla de los Ángeles, evidenciando a Guatemala como un centro importante de cultura, publicándose así su primer periódico en 1729, la Gaceta de Guatemala.
En 1812 las Cortes de Cádiz promulgan la Ley sobre la Libertad de Imprenta que entra en vigencia en Guatemala en 1811. Durante toda la primera mitad del siglo XIX este tema de la libertad de imprenta se va a asociar a la libertad de pensamiento, a la no censura, a la “libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anteriores a la publicación bajo las restricciones y responsabilidades que se expresan” en esa Ley.
A partir de allí, en años posteriores, otras imprentas fueron introducidas en Guatemala.
Para los días de la Independencia, 1821, había una intensa labor periodística en Guatemala, alrededor de este acontecimiento. El mismo Pablo Alvarado Bonilla, nuestro Prócer de la Independencia, el 15 de setiembre de 1808 había lanzado su grito de “¡Libertad para la América!” de manera impresa. Los periódicos El Editor Constitucional, del Dr. Pedro Molina, y el Genio de la Libertad y El amigo de la Patria, de José Cecilio del Valle, destacan en este sentido.
En Costa Rica en los gobiernos de Juan Mora Fernández, desde 1824 hasta 1830, se estimuló la prensa manuscrita, expresada en Murales, bajo la responsabilidad de quien ponía los murales para que la gente se expresara. Con la Imprenta, en 1833, empezaron a desarrollarse los periódicos. Lentamente fueron apareciendo, y dentro de estos la prensa oficial. Los primeros periódicos costarricenses fueron voceros de grupos de ciudadanos. En 1843, en uno de ellos, se publica en entregas la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, lo que influye probablemente para que en la Constitución de 1844 se establezca el derecho de rebelión política contra el mal gobierno, consagrado en esa Declaración.
De la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano la Dra. Fonseca Corrales destaca igualmente su artículo 11 relacionado con la Libertad de prensa, que dice literalmente: “La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciados del hombre; todo ciudadano puede por tanto hablar, escribir, imprimir libremente, salvo que deberá responder por los abusos de esa libertad en los casos determinados por la ley.” La consecuencia inmediata de dicha apertura fue la proliferación de publicaciones periódicas”.
En Costa Rica la primera imprenta se introdujo en 1830. La prensa en el proceso de la Independencia de América, y del Virreinato, como de la Capitanía General de Guatemala, jugó su papel. Fue crítica, de debate, de divulgación de ideas. Se manifestó en periódicos, panfletos, hojas sueltas, con la intención de que la población tomara partido alrededor de estos acontecimientos. Se exaltaban las contradicciones sociales y políticas, se profundizaba en la crítica a los elementos políticos, se llamaba a apoyar la revolución emancipadora, la Independencia, y a combatir al régimen y a las autoridades españolas. Se trataba de ejercer control de la opinión pública de la época, de construir una opinión pública alrededor de los periódicos. Se divulgaban los ideales del Enciclopedismo, de la Ilustración y el Iluminismo.
Al analizar la prensa, en la década de Mora, la Dra. Elizabeth Fonseca destaca la figura de William Walker, quien ejerció el periodismo, y le dio importancia a la prensa, como parte de su presencia política y de sus aventuras militares, justamente haciendo de la prensa, y de los periodistas que contrató, para que le siguieran sus pasos, medios de divulgación de sus avanzadas militares, de los enfrentamientos bélicos que realizó y alrededor de ellos, de la información y desinformación, que hacía a la vez de los eventos que no le eran favorables.
Walker había trabajado en periódicos en New Orleans, en California, en Baja California. En Nicaragua contó con su propio periódico, en Granada, en edición bilingüe, que aprovechó para hacer atractiva su aventura y para enfrentar a otros coterráneos suyos.
El trabajo de Elizabeth Fonseca destaca muy bien estos elementos, de una prensa comprometida, agitadora de la opinión pública, de tenerla como un medio de guerra, como decía Simón Bolívar, que llevó imprenta en sus campañas militares, indicando que la imprenta era tan útil como los pertrechos militares. Lenin, durante el período de la Revolución Rusa le dio una perspectiva más profunda, la comprendió como un medio de agitación y debate, como un medio de movilización social, como un organizador colectivo y político y como un medio unificador de los intereses sociales de los distintos grupos políticos existentes en la Rusia zarista.
Estos elementos fueron también parte de lo que se expresaba alrededor de las noticias que se hacían circular con relación a la presencia de Walker en Centroamérica.
En el caso de la prensa internacional, de la década de Mora, que Elizabeth nos relata, de Europa, de Francia e Inglaterra, como de los Estados Unidos, nos dice, que siguieron al Filibustero, y enviaron reporteros al propio escenario de los acontecimientos, lo que no era casual pues también lo hacían respondiendo a los intereses de esas potencias, de la época, que estaban interesadas en la construcción del canal interoceánico por Panamá, o por Nicaragua, cuando ya habían construido el ferrocarril transístmico en Panamá. Ya operaba, también, en esos días y durante toda la década, la Compañía del Tránsito, que movilizaba aproximadamente 1000 personas mensuales desde la costa este de los Estados Unidos, desde la costa Atlántica, a California, en la costa Pacífica, hacia el oeste, utilizando el paso del Río San Juan y del Lago de Nicaragua, que fue un elemento estratégico en el escenario de la Guerra contra Walker, que el Presidente Juan Rafael Mora y el Ejército Nacional supieron contextuar y ganar en su dominio, como uno de sus objetivos político militares, para cortar el suministro logístico a los filibusteros.
Esto también se evidenció, como lo señala Elizabeth cuando se desató el conflicto de la convocatoria de los leoneses a fuerzas extranjeras para que llegaran a auxiliarlos en la guerra civil interna que tenían en Nicaragua, contra los conservadores de la ciudad de Granada.
Al describirnos, Elizabet Fonseca, algunos periódicos, en lo que informaban, nos ilumina sobre lo que podía ser la esfera pública de la época.
La imprenta en el escenario de la Independencia como de la Guerra contra Walker fue tribuna de combate ideológico de las opiniones expresadas a favor, como en contra, de la presencia de Walker. Esto queda bien relatado en la presentación hecha, desde la perspectiva de Walker.
La importancia de los periódicos fue grande por el impacto ante el público al que llegaban, por la legitimación de las informaciones que trataban de imponer.
La Dra. Elizabeth Fonseca al adentrarse en esta década de Mora nos destaca elementos importantes de la prensa de esa época, estableciendo que lo que ha presentado tan solo es un acercamiento que requiere estudios más amplios. No casualmente desde 1787, por las luchas políticas inglesas de esa época, que se reflejaron en la prensa, un escritor británico llamó a la prensa “el cuarto poder”, como lo recuerda Elizabeth.
El escenario de la prensa en la década de Mora careció de la información transmitida por telégrafo, a pesar de que desde 1837 Morse había inventado el telégrafo en Estados Unidos. En Costa Rica se instaló hasta 1865. En Europa funcionaba desde 1845, y en 1866 se había instalado un cable que conectaba a Europa con Estados Unidos. Este cable se instaló en Puerto Limón en 1890.
Los periodistas profesionalmente no se habían desarrollado, hasta 1892 cuando se crea la primera carrera universitaria de formación de periodistas, por lo que la labor del periodista, lo que también destaca Elizabeth, estaba a cargo de filósofos, políticos, profesionales liberales, como abogados, escritores, artistas, hombres de negocios, personas cultas.
Elizabeth nos ilustra bien de las primeras imprentas y de los primeros periódicos en el país, en vida independiente, indicándonos también de las dificultades de la comunicación, por la ausencia del telégrafo, lo que se superó bastante con el tránsito por el ferrocarril en Panamá, a partir de 1855, o por la Vía del Tránsito, en el río San Juan, y por la ruta del Sarapiquí, lo que aceleraba bastante las comunicaciones internacionales a la prensa local, a la vez que facilitó la llegada de periódicos del extranjero.
“Los periódicos principales publicados en el país en la década de 1850, nos dice, eran, según su año de aparición: El Meteoro, El Guerrillero y El Observador Costarricense (1850); El amigo del pueblo y El correo (1851) La Crónica de Costa Rica y El Eco (1852); El Boletín Oficial, El Compilador y La Gaceta (1853); El Eco del Irazú, publicado en Cartago en 1854; Álbum de la Paz, también conocido como Álbum Semanal (1855); Boletín del Ejército, publicado en Liberia en 1856; El Pasatiempo (1857); La Unión y El Gato (1858); finalmente aparecieron El Pueblo y La Nueva Era(1859)”. Para la época se puede considerar que era una prensa abundante, considerando también el nivel de alfabetismo y educación existente. Tan solo consideremos que para 1886 cuando se desarrolla el diarismo, la prensa diaria, en el país, con alrededor de 300.000 habitantes solo se publicaban 500 ejemplares por día de uno de esos periódicos.
Para Elizabeth Fonseca la década de Mora es el período en que nuestra prensa comienza a modernizarse en su formato. Nos hace un buen relato de los elementos de esta modernización, los anuncios, los espacios en los periódicos y la participación destacada de periodistas extranjeros que se radican en el país, especialmente de Adolphe Marie, ciudadano francés y de Emilio Segura, ciudadano español. En el caso de Marie denunció desde la prensa el papel que tenía Ephraim G. Squier, un periodista y diplomático norteamericano, que era el encargado de los asuntos centroamericanos en 1849, quien impulsaba la idea de una federación y favorecía los intereses canaleros de los Estados Unidos en Centroamérica.
Estos periodistas, especialmente Adolphe Marie, y Emilio Segura, se destacaron en la lucha contra los filibusteros, acompañando el Presidente Mora y buscando apoyos en Europa a la causa antifilibustera, llegando a ser perseguidos, a su regreso de Europa, por órdenes de Walker.
Del mismo modo, Elizabeth Fonseca al tratar la información periodística destaca que debe ser cuidadosamente leída y analizada por la falta de objetividad de los escritores o periodistas, porque mucha de la información era de tipo propagandístico a favor de las ideas del destino manifiesto y la superioridad de la raza blanca, para hacer reportajes favorables de la guerra, llenos de falsedades, disminuyendo sus bajas militares, exaltando la moral de sus combatientes y disminuyendo la de nuestras tropas, falseando así sus propias noticias a favor suyo, como fue el resultado de las elecciones de Walker, en Nicaragua, de junio de 1856. En un corto período de su estancia en Nicaragua Walker ejerció control total de la prensa en ese país. Walker usaba desde ese punto de vista la prensa desde una perspectiva ideológica para justificar y validar su presencia, y para mentir y distraer sobre quienes le combatían.
La prensa de Walker no era la única que se circulaba en Nicaragua durante los años del conflicto bélico. Había otro periódico filibustero llamado Masaya Herald y un Boletín Oficial, en León.
En el caso costarricense había principalmente dos medios escritos, Crónica de Costa Rica y el Boletín Oficial, éste más útil para el estudio de la Campaña. El Ejército Nacional costarricense llevó imprenta a la guerra. No es casual por ello el Boletín del Ejército que se editó.
De los episodios bélicos que nos relata Elizabeth uno es muy importante cuando refiere el caso de los capturados de la Batalla de Santa Rosa, del 20 de marzo de 1856, sobre los que había sentencia de muerte para todos ellos. Sin embargo, uno de los capturados, que dijo ser periodista, corresponsal del periódico Delta, de Nueva Orléans, cubriendo la batalla, que fue herido, fue atendido amputándosele un brazo, fue perdonado de ser fusilado, por su condición de periodista, “corresponsal de guerra”, como se le llama ahora. Este acto sin lugar a dudas nos dice de la importancia que le daba el mismo Presidente Mora y los altos oficiales del Ejército Nacional a los periodistas, y del impacto que podía significar su fusilamiento, como hoy ocurre en escenario de guerra en el medio oriente cuando matan periodistas. Había que cuidar este aspecto. Elizabeth nos dice que el periodista fue poco agradecido posteriormente con el hecho de haberle salvado su vida.
Otro dato importante que nos destaca es la presencia de una mujer actuando como periodista, que era esposa de un general filibustero.
Otro dato importante es la exaltación de la prensa norteamericana a la aventura militar de Walker, y a las invasiones que hacían en aquellos años, en beneficio de sus intereses, lo que hizo de Walker un personaje distinguido, y atrayente, considerado un héroe, que cuenta hoy con un monumento en una ciudad norteamericana, que fue recibido por el Presidente Buchanan, quien defendió sus acciones.
También, Elizabeth Fonseca nos destaca a la vez el enfrentamiento en la prensa de los sectores antiesclavistas del norte y del este de los Estados Unidos con las acciones de Walker, que había restablecido la esclavitud en setiembre de 1856 en Nicaragua, cuando había sido abolida en Centroamérica en 1824 por el Congreso de la República Federal.
La prensa también destacó las contradicciones de Walker con empresarios norteamericanos, situación que oficiales del Ejército filibustero le hacían ver, a Walker, para que evitara esos comentarios públicos.
El Golpe de Estado contra el Presidente Juan Rafael Mora, en 1859, la prensa norteamericana lo abordó como noticia.
Por su parte, la prensa costarricense a la caída del Presidente Mora se volcó más sobre la información gubernativa, y de comentarios oficiales de lo que se consideraba digno de darse a conocer al público, así como de fuerte crítica hacia los gobiernos del Presidente Mora, y la justificación del golpe de Estado, mientras en Panamá los periódicos La Estrella, de Panamá, y el Herald, publicaron artículos en los que señalaban que el Presidente Mora había sido derrocado y expulsado injustamente del país.
Finalmente, la Dra. Fonseca destaca como en la década de Mora la prensa costarricense además de que modernizó en el país hubo un amplio ejercicio de la libertad de prensa y de opinión.
En general el periodismo en América Latina podemos verlo, en aquellos tiempos, en dos grandes etapas, la primera, la de la prensa oficial y pro colonialista, y la segunda, la de la prensa revolucionaria e insurgente, que empieza a inicios del siglo XIX.
Los periódicos antes de la Independencia fueron principalmente informativos y, durante la lucha por la Independencia fueron de agitación política independentista, revolucionarios y con carácter panfletarios, donde habían también periódicos de información cultural.
Durante los períodos bélicos y de confrontación militar, como el caso de la Guerra Nacional contra los filibusteros, los periódicos tomaron posición con los diferentes bandos, lo que es natural, como siguen tomando posición respecto a los diferentes actores políticos de nuestras sociedades, como vemos en el actual proceso electoral, cuando se privilegia la información de algunos candidatos y se denigra a otros, cuando a unos se destaca y a otros se les oculta.
Muchas gracias Dra. Elizabeth Fonseca por su disertación. Quedamos muy satisfechos de su exposición y de la riqueza de su contenido, un importante aporte para conocer mejor la época del Gran Presidente, del Benemérito, del Gran Capitán, Juan Rafael Mora Porras, de su gesta gloriosa y de este capítulo importante de la Historia costarricense.
[1]Resumen con base en: Patrick Eveno. La presse. Collection Que sais-je? Presses Universitaires de France, Paris. 2018.
[2]Pierre Albert. Histoire de la presse. Collection Qué sais-je? Presses Universitaires de France. Paris. 2018.
[3]Ibidem. p. 36.
[4]Patricia Vega. De la imprenta al periódico. Los inicios de la comunicación impresa en Costa Rica.1821-1850. Editorial Porvenir. Programa Latinoamericano de Periodismo. San José. 1995.
[5]Boletín Oficial. 8-3-56. Publicado en Raúl Arias Sánchez. Crónicas Periodísticas de la campaña nacional: Costa Rica y Estados Unidos 1855-1860.Arena Transamérica S.A, San José. 2012. p 76.
[6]Patricia Vega. Op. Cit. p. 123
[7]En Raúl Arias, Op. Cit. p. 40.
[8]Carlos Morales. El hombre que no quiso la guerra. Una revolución en el periodismo de Costa Rica. Ariel/Seix Barral. San José. 1981. p. 227.
[9]Ibidem, ps. 39-40 y 48.
[10]Patricia Vega. Op. Cit. ps. 173-205.
[11]Jeannette Bernard Villar. Pinceladas periodísticas de la Costa Rica del siglo XIX por Adolphe Marie. Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. San José. 1976. ps. 7-10, 257-258, 278-279.
[12]Patricia Vega. Op. Cit. ps 87, 98 y 110.
[13]Ibidem. p. 98.
[14]Jeannette Bernard Villar, Op. Cit., ps. 8, 63 y 270.
[15]Comisión de Investigación Histórica de la Campaña 1856-1857. Crónicas y Comentarios. Imprenta Universal, San José, 1956. ps. 63 y 219.
[16]Ibidem. ps. 219, 250-251.
[17]Alejandro Bolaños Geyer. William Walker. El predestinado. Museo Histórico Cultural Juan Santamaría, Alajuela. 2003. ps. 17, 21,25-26, 52 y 55.
[18]Ibidem. ps. 83 y 376.
[19]William Walker. La guerra en Nicaragua. ps. 100-101. Ver también William O. Scroggs. Filibusteros y financieros. Fondo de promoción cultural BANIC. Managua, 1993. p. 115.
[20]Scrooggs, Op. Cit. p.116.
[21]Boletín Oficial. 3 de mayo de 1856, Número 189. Publicado en Raúl Arias, Op. Cit. p. 98.
[22]Bolaños Geyer. Op. Cit. p. 183.
[23]Scroggs, Op. Cit. ps. 170-173.
[24]Op. cit. ps. 130-131.
[25]Ibidem. ps. 175-177.
[26]Op. cit. ps. 187 y 215-216.
[27]Op. cit. p. 184.
[28]Publicado en: Op. Cit. p. 161.
[29]Scroggs, Op. Cit. p. 207.
[30]Bolaños Geyer, Op. Cit., ps. 113-114.
[31]Ibidem. p.115.
[32]Comisión de Investigación Histórica de la Campaña 1856-1857. Op. Cit. ps. 143-144. Ver también ps. 310-311.
[33]Raúl Arias. Op. Cit., ps. 65 y 107-
[34]Bolaos Geyer. Op. Cit., ps. 131, 133 y 138.
[35]Scroggs. Op. Cit. p., 124.
[36]Boletín Oficial, Número 191. 10 de mayo de 1856. Publicado en Raúl Arias, Op. Cit. ps. 101-102.
[37]Scroogs. Op. Cit. p. 145.
[38]Raúl Arias. Op. Cit., ps. 47 y 207.
[39]Bolaños Geyer. Op. Cit., ps. 245-248.
[40]Ibidem. ps. 250-254, 265.
[41]Raúl Arias. Op. Cit., p. 343.
[42]En el libro de Walker, La guerra en Nicaragua, el autor expone sus puntos de vista sobre tal decreto. Ver ps. 163-170.
[43]Ibidem. ps. 130-131.
[44]Bolaños Geyer. Op. Cit., ps. 117-119.
[45]Raúl Arias. Op. Cit., ps. 100-103.
[46]Raúl Arias. Op. Cit., p. 166.
[47]Raúl Arias. Op. Cit., p. 210.
[48]Carlos Meléndez. Dr. José María Montealegre. Academia de Geografía e Historia de Costa Rica. San José, 1968. p. 86.
[49]Ibidem. p. 84.
[50]Ibidem. ps. 84-86.
[51]Raúl Arias. Op. Cit., ps. 210-211-