Ir al contenido principal

Etiqueta: Marco Tulio Araya Barboza

Narcotráfico y pobreza

«Mientras haya pobreza en el mundo habrá narcotráfico. Mientras siga siendo ilegal y los Estados abandonen a las clases sociales marginadas, este negocio seguirá existiendo. La única vía para hacerlo desaparecer es mediante la educación”.

Esta frase la pronunció el hijo del narcotraficante colombiano Pablo Escobar, al presentar el documental: “Los pecados de mi padre” en el Festival de Cine de Guadalajara en México. El hijo de Pablo Escobar lleva consigo vivencias de poder, opulencia y lujo, pero también de persecución, violencia y dolor.

La frase que describe el narcotráfico la podemos resumir en tres palabras, que son tres caminos para combatirla: solidaridad, educación y legalización.

Solidaridad: Afirma que la pobreza es una de las razones por las que se da el narcotráfico, es decir que combatiendo la pobreza se combate el tráfico de drogas y toda la violencia que encierra. Esta conclusión sacude a los políticos, acostumbrados a plantear solo medidas policiacas y represivas para combatir el tráfico de drogas. En la medida que los gobiernos se solidaricen con las clases sociales más pobres, en esa misma medida están combatiendo este flagelo.

Ilegalidad: El tema de legalizar las drogas es polémico, unos están convencidos que es el camino correcto, a otros los asusta el hecho de pensar, que se puedan conseguir drogas en cualquier parte y libremente. Lo que es cierto es, que la prohibición que tienen las drogas eleva el precio muchísimas veces, por las dificultades que tienen los productores de colocarlas en el mercado. Si se prohibiera el alcohol y el tabaco, que son drogas, pero legales, los precios se elevarían muchísimas veces debido a la dificultad de conseguirlas.

Educación: cada vez más personas se convencen que la educación es el otro camino para combatir el narcotráfico. Si los niños, niñas, adolescentes y jóvenes conocen a fondo, los tipos de drogas y los impactos físicos, sicológicos y sociales que causan, estarían menos tentados a probarlas. Es decir, si las nuevas generaciones son educadas en el conocimiento de la drogadicción, habría menos “clientes” o consumidores por lo que vender droga, no sería el negocio brillante que es hoy y que tienta a muchos.

Si pensamos en un país que se preocupa por la gente menos necesitada destinando recursos para ofrecerles más oportunidades y sacarlos de la pobreza; si ese país destina una buena cantidad de recursos a educar a la población en el conocimiento de la drogadicción a tal grado que ni regalada la quieren, podríamos ser que ese país que poco a poco se libere de las adicciones y por tanto del tráfico de drogas.

Los tres caminos, solidaridad, educación y legalización deberían ser estudiados a fondo por los que ostentan el poder, podrían ser las tres llaves para terminar con el narcotráfico y las funestas consecuencias.

No todo es política, pero todo pasa por la política

Cuando usted va a comprar alimentos, aunque usted no lo crea, la política está presente. Cuando es contratado para realizar algún trabajo, la política está ahí. Cuando usted siembra, cosecha y vende, la política está a la par suya. Y por supuesto que la política está presente en el hospital, en la escuela, en las carreteras, en los puentes, en la recolección de la basura y en el servicio de agua.

No todo es política, pero eso sí, todo pasa por la política.

Cuando usted va a la tienda debe llevar dinero para pagar lo que compra. Los precios de algunos productos y el salario con el que usted compra son regulados por los representantes que fueron elegidos en los tiempos de la campaña, de tal manera que, dependiendo de la política, el dinero no le alcanza o es suficiente para comprar lo que necesita y hasta para ahorrar. La política económica del gobierno influye sobre toda la población, no hay quien se salve. El cambio del dólar, los paquetes de impuestos, el sistema tributario son decisiones políticas que pueden beneficiar a unos y perjudicar a otros.

Cuando usted siembra, cosecha y vende debe tomar en cuenta las decisiones políticas con respecto a los diversos productos. Hay políticas que benefician a los productores, otras que los perjudican. No es lo mismo sembrar con respaldo del Estado, con créditos blandos, semillas garantizadas, subsidios y protección, que sembrar con el riesgo de que abran las fronteras y permitan el ingreso de productos a costos tan bajos que no valga la pena ni recoger la cosecha. Todo esto tiene que ver con decisiones políticas.

La atención en los centros de salud o en el hospital, el que haya más o menos especialistas, el que las medicinas sean de calidad y a tiempo… también tiene que ver con decisiones políticas de un gobierno, en torno a la salud. Una decisión puede ser fortalecer el sistema de salud y otra decisión opuesta puede ser impulsar la medicina privada deteriorando los servicios públicos.

La calidad de la educación pública, la capacitación de las y los educadores, los sistemas de evaluación, incluso la cantidad de días del periodo escolar, son decisiones que tienen que ver con políticas de un gobierno y en este campo se puede aumentar la inversión en educación o se puede disminuir, se puede seguir apoyando las universidades públicas o darles más apoyo a las universidades “de garaje”, depende de las políticas que el gobierno fije en materia educativa.

La basura que usted produce y el agua que usted toma, tiene que ver con la política. Un gobierno municipal puede provocar que las calles se llenen de basura, tirarla en un botadero sin ningún tratamiento o puede impulsar una política de manejo adecuado de los desechos. El agua puede ser abundante o escaza, puede ser potable o contaminada, puede proyectarse al futuro o abandonarse… depende de la política que el gobierno local apruebe en cada caso.

En todas estas circunstancias y en todas las acciones que realizamos en nuestra vida diaria, la política está presente, pero esa política para bien o para mal, la ejecutan personas que usted elige o deja de elegir en las elecciones.

Por esto hay que participar activamente en política como candidato honesto o como como votante inteligente.

“Demuestre su cultura, tire la basura por la ventana”

Así dice unos rotulitos que se encuentran pegados en uno de los buses de transporte público. Y aunque parezca desfasado con la realidad actual, la gente hace caso, tira la basura por la ventana sin pensar que estaba ensuciando los lugares por donde pasa. La gente “culta” tiraba la basura por la ventana, la gente “inculta” la tiraba dentro del bus.

Y la cantidad de gente fue creciendo y el campo se fue disminuyendo. Se empezaron a formar las ciudades y aumentó la cantidad de basura. Entonces hicieron campañas para que la gente pusiera la basura “en su lugar”, en el “basurero”. Así la gente “culta” buscaba un basurero y echaba la basura, la gente “inculta” la seguía tirando en la calle.

Y aquella basura recogida por la municipalidad va a parar a los ríos o a los barrancos contaminándolo todo. Algunas comunidades hicieron los “rellenos sanitarios” que terminaron en simples “botaderos de basura”.

La basura genera dos resultados lamentables: la contaminación de los recursos naturales y la proliferación de enfermedades infectocontagiosas. Hoy no basta echar la basura en un basurero porque tarde o temprano se la llevan al botadero donde sigue contaminando. Entonces tenemos que tomar otra actitud con respecto a la manera en que manejamos la basura: debemos separarla para reutilizar lo que se pueda, reciclar lo que lo permita, reducir la cantidad y aprender a recomprar productos menos contaminantes.

Si clasificamos la basura todos ganamos. Gana el que la entrega y gana el que la vende.

Ahora es posible vender las botellas, las bolsas plásticas y el papel, las latas de aluminio, el hierro y otros.

Con las cáscaras y sobros de comida se produce en poco tiempo abono orgánico que puede utilizarse en cualquier cultivo. Cada ciudadano, cada familia, cada comercio, cada industria, cada pueblo, debe contribuir a esta nueva cultura de manejar y tratar la basura, con ello todos ganamos, por eso debemos poner nuevos rótulos en los autobuses que digan “demuestre su cultura, clasifique la basura”.

Semana Santa un alto para reflexionar

Hay que reconocer que la Semana Santa se ha transformado como se transforma la cultura y la vida. Antes no había tanto estrés ni carreras… hoy el mundo gira a gran velocidad y la mayoría de gente se deja arrastrar en ese remolino de horas veloces, comidas rápidas y ajetreos fulminantes.

Antes se trabajaba hasta media Semana Santa, ahora se toma como una semana vacacional y empieza el éxodo a las playas, montañas, ríos y lugares de descanso.

Para una gran cantidad de personas la Semana Santa se convirtió en simples vacaciones que permiten ir a las playas, visitar familiares, salir a los ríos, descansar y hasta pasarse de copas dejando gran cantidad de basura.

Hoy debemos reconocer que la Fe y la religiosidad han cambiado y en muchos aspectos se ha pasado de una Fe basada en el miedo, en el temor, a una Fe más reflexiva y de más acción.

Antes por ejemplo la gente no salía de la casa los días Santos, ni se bañaban en ríos, ni manejaban vehículos, ni se prendía la radio, incluso el viernes Santo no se prendía el fuego. Todo por un miedo inculcado a que le podía pasar algo. Había gente que afirmaba que el que se bañaba el viernes santo en un río se convertía en pescado y muchos, por pura curiosidad, se iban a bañar para ver si era cierto.

Pero todo esto fue cambiando hacia una fe más madura que entiende los acontecimientos de la pasión, muerte y resurrección como la historia general de la humanidad y la historia particular de cada persona. Por eso en las homilías se relaciona constantemente la pasión que sufren muchas personas en el mundo de hoy, la muerte que persigue a mucha gente vestida de hambre, guerra, drogas, avaricia y también la resurrección de familias, pueblos y personas que logran salir adelante y hacen que la luz triunfe sobre las tinieblas, que la vida triunfe sobre la muerte.

Aprovechemos esta Semana Santa para detener nuestro paso y saquemos el espacio para reflexionar en nuestra vida particular y comunitaria. Esa reflexión nos hará crecer espiritualmente y prepararnos para seguir nuestro peregrinar.

Los monos domesticados

Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula. En el centro de la jaula colocaron una escalera y en el último peldaño un racimo de bananos. Cuando un mono trataba de subir la escalara para agarrar los bananos, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los monos que se quedaban en el suelo.

Pasó el tiempo… cuando un mono trataba de subir la escalera, los otros lo agarraban a palos.

Con el tiempo, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de los bananos. Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos. La primera cosa que hizo el nuevo mono fue subir la escalera, pero fue rápidamente bajado por los otros, quienes le pegaron. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera.

Un segundo mono fue sustituido y ocurrió lo mismo. El primer mono sustituto participó con entusiasmo de la paliza que le dieron al novato. Un tercer mono fue cambiado y se repitió el hecho. El cuarto y, finalmente, junto al último de los monos fueron sustituidos.

Los científicos se quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aún cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a los bananos.

Si hubiera sido posible preguntar a alguno de los monos por qué le pegaban a quien intentaba subir la escalera, de seguro la respuesta sería: “No sé, aquí las cosas siempre se han hecho así”.

Esta respuesta suena muy familiar y de seguro usted la ha escuchado alguna vez. A veces nos comportamos de una manera por costumbre, porque “así se ha hecho siempre”, sin ponernos a pensar por qué actuamos de esa manera. Hay que reconocer que lo ocurrido a los monos nos pasa a menudo en la vida real.

Ocurre en los diversos trabajos: una educadora trata de innovar, de buscar nuevo material, de hacer las cosas de una manera distinta y recibe el baño de agua fría de las compañeras más veteranas: “no se mate, para qué hace eso, nadie se lo va a reconocer”. Y luego cuando pasan los años, aquella maestra, le está aplicando la misma receta a otra compañera que tiene su misma actitud entusiasta, y como a ella no la dejaron, ella tampoco deja.

Ocurre también en la política: los precandidatos tratan de presentar nuevos proyectos, nuevas ideas, nuevos estudios y de inmediato aparecen los otros dándole una paliza, para que no surja, para que no pueda alcanzar el triunfo. Entonces no le queda de otra que acomodarse y hacer la política como siempre se ha hecho y al igual que los monos, aprenderá a apalear a los que lleguen con nuevas ideas.

Vivimos en una sociedad donde el innovador, el creativo, el pensante, el esforzado, el que quiere subir la escalera en busca del triunfo personal y comunitario, es frenado por sus mismos amigos, por su misma familia, por sus mismos jefes. Así generación tras generación vamos heredando una sociedad frustrada, pesimista, deprimida. Una generación incapaz de hacer proyectos nuevos por el temor o por el miedo.

Valles y montañas… entre la agonía y la muerte

Marco Tulio Araya Barboza

De pronto aparece verde como una gran alfombra tapizada de pinos, maizales y frijolares. Al avanzar valle adentro la fertilidad de sus tierras brota como negra simiente deseosa de semillas. Pero al levantar la vista para admirar las montañas protectoras de los valles y generosas en manantiales, nos encontramos con un inmenso lunar, con un horrible cráter de tierra erosionada y estéril justo encima de los pueblos.

Es la mina” dice con retenido rencor un campesino. Algo malo está pasando con la mina que se muestra en las palabras, en las miradas, en los cuerpos. Es como una inmensa desilusión que los viene envolviendo y que se arrastra por el valle envenenando los cuerpos, pero sobre todo las almas.

Es la decepción que salta a la vista cuando los sueños se ven truncados; es la amargura fruto del engaño, porque cuando la empresa minera iba a iniciar operaciones prometieron empleo bien remunerado, educación, buenas carreteras, salud, mejores viviendas, trabajo, trabajo para todos. Hablaron de progreso y bienestar y quién no quiere un legado de felicidad para sus hijos.

En Honduras, Guatemala, Nicaragua y Panamá, se repite esta historia: un buen grupo de vecinos se ilusionó… fueron contagiados con la fiebre del oro, esa extraña enfermedad que solo se cura con el tiempo, cuando la persona se percata de que el oro se le escapa de las manos, cuando la persona ve que el oro en lugar de brillar nubla y en lugar de alegrar entristece.

Porque da tristeza ver hoy los callejones secos y empedrados por donde, no hace mucho, bajaban de los cerros cantando los ríos y las quebradas.

Porque da tristeza ver la piel escamosa que pica y arde al contaminarse con el agua y con el aire antes limpio y puro.

Porque da tristeza ver la cabeza de los niños y niñas con pellizcos arrancados por las sustancias dañinas que antes de la mina no existían.

Lo más grave es que la intoxicación es lenta pero letal, a tal grado que muchos habitantes de estos valles, aún no saben que día a día y poco a poco se están envenenando.

La prohibición de la minería metálica es un paso hacia adelante, porque la minería no es una opción de desarrollo o bienestar, al contrario, las comunidades donde opera una mina siempre quedan en peores condiciones económicas, sociales y ambientales que como estaban. Los empresarios mineros se llevan las riquezas y dejan la tierra, el agua y los bosques contaminados por años y años.

Las opciones duraderas para los habitantes de los campos son, entre otras, la agricultura orgánica y el turismo rural pero estas actividades no se pueden dar donde opera una mina ni después de que se van. Cuando el oro se acaba la empresa se va y la contaminación sigue afectando por décadas y hasta siglos. ¿Quién descontamina la tierra y el agua? ¿Quién desintoxica la población?

En Costa Rica quieren revivir el fantasma de la minería metálica lo cual es un paso hacia atrás. El saqueo criminal que hacen coligalleros ilegales no es excusa para abrir de nuevo las compuertas a la contaminación. Lo que falta es voluntad política para defender nuestra soberanía.

En política prohibido olvidar

Uno de los peores errores que cometemos los ciudadanos y ciudadanas, es olvidar lo que los gobiernos hacen y dejan de hacer. No más entra un nuevo gobierno, enterramos en el olvido al que se va, con la esperanza de que el nuevo sea mejor.

Luego como si fueran páginas que se pueden pasar, el nuevo gobierno se saca de la manga un invento que no tiene mayor significado: “los primeros cien días”, que pasan y también se olvidan, después el medio periodo, igual, como páginas que se arrancan y se tiran. Utilizan la misma estrategia publicitaria de inventar fechas para que la gente se motive y viva con la sensación de que algo bueno va a llegar… pero nunca llega.

Si alguien se le ocurre recordar y reclamar algún asunto pasado, la misma gente lo descalifica y hasta lo ridiculiza por andar buscándole “pelos a la sopa”. Y así pasan los años, unos nacen, otros mueren y seguimos dejándole a las nuevas generaciones la nefasta herencia de olvidar, por lo cual se repiten los mismos errores: elegir a quienes le mienten al pueblo, elegir a quienes no le cumple las promesas y hasta elegir a los que saquearon los dineros del pueblo.

Si queremos un mejor país, debemos quitarnos esta nefasta costumbre de olvidar y adquirir el hábito de recordar.

Es importante diferenciar lo que es el perdón y lo que es el olvido en asuntos de la política. Una cosa es perdonar a un presidente que cometió un error y la otra muy distinta es olvidar lo que hizo y volver a darle el apoyo político como ha ocurrido en no pocos países latinoamericanos.

También es importante identificar muy bien al grupo que el presidente o el alcalde representa y a sus colaboradores porque suelen poner caras nuevas con el fin de que la gente crea que existe un cambio, cuando por detrás están los mismos, como dicen, manejando el poder detrás del trono.

En cualquier etapa de la administración pública, es posible hacer un balance de lo positivo y lo negativo de quienes gobiernan, de las promesas cumplidas e incumplidas, de los errores y aciertos. No es sano para una democracia inventar periodos y cerrar páginas.

El olvido en la política no se debe dar en ningún nivel, sea presidente, ministro, diputado, alcalde, regidor, concejal y aún en los comités comunales, porque todos y todas son representantes que tienen el deber de cumplir con lo que ofrecieron y rendir cuentas.

El recuerdo permanente de las decisiones y acciones tomadas en el pasado, pulen las decisiones que podemos tomar en el futuro.

Descentralización: nuevo rostro de la democracia

Marco Tulio Araya Barboza

El impuesto es la vía por la que nuestro país financia los gastos para educación, salud, carreteras, seguridad etc. Todos pagamos impuestos indirectos, aún las personas más pobres, porque cada vez que alguien compra un artículo, paga el impuesto de consumo.

Pero esos impuestos se reparten de manera injusta, de manera centralizada. En el centro del país, se comen la gran tajada del queque: carreteras asfaltadas, acueductos, hospitales, electricidad, aeropuertos, clínicas, internet…. Conforme se aleja de ese centro que es la capital, la inversión es cada vez menor. Esto se explica que las zonas fronterizas sean las más abandonadas.

Pero no solo se trata de criticar la injusta repartición de la riqueza, sino también la imposición de ideas, proyectos y programas desde la capital para todo el país sin tomar en cuenta las diferencias de clima o de cultura. Por ejemplo, es en un escritorio de la capital, donde se decide el tipo de aula que se construirá en todo el país. Así, el mismo diseño y los mismos materiales se utilizan para una escuela en el Tarrazú, que es de clima frío, que para una escuela en Playas del Coco que es caliente o en el Valle la Estrella, cuyo clima es cálido húmedo.

La centralización es administrativa, política, económica, espacial, pero sobre todo mental. Ese centralismo de la capital provoca el nacimiento de dos costa ricas, una modernizada y moderna, la otra de aspecto rural, cada vez más empobrecida y despoblada.

Quienes se oponen a la descentralización sostienen que podría significar la desmembración del país, ignorando que es justamente el excesivo centralismo uno de los principales responsables del resquebrajamiento social y económico que sufre la nación, cuyas principales víctimas son las regiones periféricas, las comunidades más alejadas.

La descentralización es democrática en tanto promueve la activa participación de los ciudadanos y de las comunidades.

El centralismo no es fácil de cambiar, hacerlo afectaría poderosos intereses que se benefician de él. Por eso todas las iniciativas descentralizadoras son entorpecidas, ya sea limitando sus alcances o extendiendo en el tiempo la aplicación plena de las pocas leyes aprobadas.

Tomar conciencia de esta realidad nos permite comprender que el centralismo es injusto, vertical, autoritario, burocrático, que somete lo local y comunal, a los intereses de afuera.

Por eso, los ciudadanos, especialmente de comunidades alejadas de la capital tenemos la obligación de quitarnos de la mente que somos menos porque vivimos en la periferia y de presionar para que se produzca una verdadera descentralización que es el nuevo rostro de la democracia en este siglo.

El gobernante ignorante

Marco Tulio Araya Barboza

Había una vez un gobernante que juraba que su país era el más feliz y próspero del mundo porque cuando viajaba en tren, observaba por la ventana, las casitas bien pintadas y la gente saludándolo con alegría.

Lo que el gobernante no se sabía, es que un grupo de sus seguidores, montaban las fachadas del pueblo por donde iba a pasar y pagaba a la gente para que lo saludara, para hacerle creer que todo andaba bien. Una vez que el gobernante pasaba, se adelantaban y hacían lo mismo en otro y en otro pueblo, de tal manera que el gobernante siempre miraba felicidad y bienestar en toda la nación.

Rodrigo Chaves, al igual que ese gobernante, ignora mucha de la realidad de la Costa Rica que gobierna. Lo engañan los expertos en mercadeo político, lo engañan sus seguidores fanatizados y se engaña solo. Los troles pagados son los que pintan las fachadas de los pueblos prósperos y de gente alegre, en las redes sociales y en los medios comprados.

La Costa Rica, que no conoce, la que no tiene fachadas, es orgullosa de su paz, de su democracia, es de costumbres sencillas y valores profundos como el respeto, la solidaridad, el buen trato… es una Costa Rica desigual, con gente viviendo en pobreza, pero con ganas de luchar.

Rodrigo Chaves y su grupo de expertos, aprovecharon el malestar y la impotencia de la gente ante la corrupción y la impunidad que gozan sectores políticos y económicos tradicionales, recogen esa frustración y utilizan la estrategia de aparecer como el líder fuerte, valiente, confrontativo, justiciero… el que se va a comprar todas las broncas y va a vengar todas las injusticias.

Pero esa imagen se aleja del ser costarricense porque en lugar de paz, genera violencia con su forma de hablar y tratar a los demás. No dialoga, no soluciona, impone. Golpea la democracia burlándose de las instituciones del Estado. Amenaza y humillan a los ganaderos y agricultores, desconoce las carencias y luchas de la gente en los campos, sueña con grupos militares y con un ejército. Le quita el valor y el presupuesto a la cultura, a las artes, a la música. Quiere desmantelar la educación y el seguro social, insiste en vender el Banco de Costa Rica… ese es el tren por el que transita el presidente Chaves y cree que está haciendo las cosas bien, por las fachadas de reverencias y aplausos que observa en cada visita.

El presidente Chaves no acepta que está equivocado, que no es “pura vida” y que la mayoría de la gente rechaza esa manera de gobernar. El problema es que está envuelto en esa estrategia de mercadeo, que no le permite reconocer el error pues sería señal de debilidad y porque cree que está en el camino correcto por los aplausos que recibe de los aduladores y serviles, que lo tienen rodeado y que le colocan fachadas que ocultan la realidad en la que vive la gente.

Canastos en las cabezas

Cuenta una historia que, en un pueblo campestre, enormes águilas bajaban de repente y agarraban a las personas por las cabezas y las llevaban a sus nidos. Entonces la gente para defenderse se ponía un canasto en la cabeza, así cuando el águila atacaba se llevaba solo el canasto.

En muchas comunidades de nuestro país aparecieron las drogas, que, como aterradoras águilas, le arrancan a las familias sus muchachas y muchachos, desgarrando el corazón de los padres y sumergiéndolos en una cruel impotencia. Cuando el papá o la mamá se percatan su hijo o su hija, que no tenía canasto protector, fue tomado por la cabeza y llevado a un angustioso nido.

El consumismo y la vida fácil está arrastrando a las nuevas generaciones a un profundo abismo. Los niños y las niñas apenas sienten que sus cuerpos crecen, se rebelan contra las normas de la casa y se empiezan a sentir mejor en la calle, con el chingue, las bromas y las aventuras.

Esa temprana independencia que estamos notando es muy peligrosa porque es en la calle y en esas edades donde florece el negocio de las drogas que crea dependencia y mueve al muchacho o a la muchacha a robar, a asaltar, a prostituirse con tal de satisfacer su necesidad de más droga…

¿Cuándo pierden las riendas el papá y la mamá? ¿En qué momento de la vida, la calle le gana a la casa? ¿Por qué la niña o el niño de 12 o 13 años, prefieren irse a la calle y abandonar la seguridad de su hogar? ¿Qué los motiva a correr el riesgo?

De seguro hay muchas respuestas, pero lo primero que debemos saber es que la atracción por las drogas se empieza a incubar en niños y niñas desde la escuela.

La sociedad actual que responde a un modelo económico capitalista de competencia, de modas y compromisos, viene obligando a algunos padres y madres a trabajar exageradamente para cubrir apariencias; como la plata no alcanza, lo único que les queda es trabajar más y más horas abandonando la atención de los hijos y las hijas.

Los pequeños por su parte, consumidores solitarios de redes sociales violentas y desorientadoras, se les dificulta diferenciar la vida real de la fantasía y empiezan a asumir conductas y actitudes ajenas, saturadas de rebeldía e irrespeto a todo.

Otra posible causa es la falta de límites en la casa, en la escuela, en la calle. Sin límites, los niños y niñas aprenden a vivir haciendo lo que se les da la gana sin que sean reprendidos. Así en la casa se creen con derecho de pegarle cuatro gritos a los padres y exigirles les satisfaga todos sus caprichos… en la escuela se sienten con el poder de enfrentarse a sus maestros sin que estos puedan reprenderlos… en la calle pueden insultar y humillar a la gente y nadie puede tocarlos.

Así es como se prepara el terreno para que las águilas de las drogas se lleven a sus hijos y a sus hijas y es que atraídos por la aventura, se meten en una película real que se desarrolla en la calle, donde encuentran amistades falsas, libertad que los esclaviza, paz que los trastorna; abandonan los estudios, no tienen que rendirle cuentas a nadie, los padres no le hacen falta, las autoridades los alcahuetean… hasta que un día la misma vida los retorcerá, los golpeará, los humillará… pero seguramente ya será demasiado tarde para rescatarlos.

Pongamos canastos en las cabezas de nuestros hijos e hijas: como responsables, padres, madres, maestros, padrinos, abuelos, tíos, tías, demos amor y cariño a nuestros niños y niñas, adolescentes y jóvenes; promovamos en el seno de la familia aquellos valores que se nos están escapando como el respeto, la cortesía, el cariño, la sencillez, la solidaridad, el diálogo, la amabilidad. Conversemos más, soltemos con más frecuencia los celulares, videojuegos y pantallas, enseñemos la diferencia entre lo real y lo imaginario, advirtámosles del peligro de las drogas, pongamos límites y no perdamos por ningún motivo las riendas.

Esos son algunos de los canastos que podemos ponerles a nuestros queridos hijos e hijas en sus cabecitas para que las águilas de las drogas dejen de llevárselos para sus temibles nidos.