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Etiqueta: militancia política

Nuestra misión: cumplir como militantes y combatientes

Mártires, héroes y heroínas Internacionalistas”

El 27 de agosto de 2024 recibí la “Condecoración Mártires, héroes y heroínas internacionalistas» y la medalla del Trabajo Combativo Militar (T.C.M.): Brigada “Carlos Luis Fallas» 1979 – 1981 y Brigada «Mora y Cañas» 1981 – 1986.

Varios centenares de hombres y mujeres, camaradas de lucha y de armas recibimos con orgullo estos reconocimientos por nuestra participación en la retaguardia, en el campo de combate, en general en el Trabajo Combativo Militar.

Por Lenin Chacón Vargas
Extracto de “Memorias de un militante”

Dedico este
extracto de mis memorias a los Internacionalistas, a los hijos de Sandino y de Juan Santa María, Mora y Cañas.

“Partimos alegres a liberar a Orión/enviados a cubrir de estrellas el valle/entre el silencio de la noche y la luna /posaban nuestras sombras una por una/vestidos de verde olivo…/aquellos que fueron a llenar el valle de estrellas/y volvieron con el corazón y las almas llenas…”

Jossy Alemán 1980
Poeta y guerrillera panameña, Internacionalista

Aprovecho la ocasión para rememorar la experiencia vivida en la militancia combativa militar en el Partido Vanguardia Popular (P.V.P.). Es conocido que los comunistas se movilizaron como los que más, durante la Guerra Civil de 1948, pese a la falta de armas. Los milicianos y militantes comunistas lucharon con sobresaliente arrojo en la batalla de San Isidro del General que se libró entre el 22 y 23 de marzo de 1948 cuyo Jefe fue Carlos Luis Fallas, comandante del Ejército del Pueblo, y en la batalla del Tejar de Cartago con la columna de la Juventud Vanguardista en la que uno de los jefes fue Álvaro Montero Vega, para solo citar esas.

Al terminar la guerra, el Partido está ilegalizado. Perseguidos sus dirigentes, fueron encarcelados y víctimas de crímenes políticos sin precedentes, como los del Codo del Diablo y la Cangreja. Se vivieron 18 meses bajo un sombrío régimen de terror por parte del Gobierno de facto, de José Figueres que gobernó como una dictadura.

En búsqueda de la legalización

Entre 1949 y 1950 fue un periodo muy difícil de paso a la vida y actividad clandestina del Partido. En ese contexto se celebró del 3 al 5 de Junio de 1950 la cuarta Asamblea Nacional del P.V.P. que hizo el balance de los acontecimientos de la Guerra y adoptó una de las orientaciones tácticas esenciales de lucha en la década de los 50 que señalaba que “el Partido debería agotar todos los medios a su alcance para conseguir la legalización de sus actividades y consideró ésta, la tarea central de la lucha por la democratización del país” El Partido se opuso categóricamente a las intervenciones armadas que desde Nicaragua protagonizó el calderonismo con ayuda de Somoza en diciembre de1948, y entre diciembre de 1955 y enero de 1956.

Es claro que el Partido aún y con una importante experiencia militar, solución armada no estaba a la orden del día, todo lo contrario, según se desprende de las resoluciones de dicha Asamblea. La prioridad fue luchar por la democratización del país, reconstruir el Partido con métodos de trabajo y vida clandestina, normas de seguridad y autoprotección,

Se realizaron esfuerzos importantes: la edición del periódico semanario “Adelante”, se crearon nuevas organizaciones sociales como la Alianza de Mujeres Costarricenses, La Confederación General de Trabajadores, las Juntas Progresistas, la Juventud Democrática, La Liga de la Juventud Revolucionaria de la que también formó parte Adolfo García entre otras.

Los zapateros y la búsqueda de las estrategias de organización

Al empezar la década de los sesenta, de acuerdo con el Partido Socialista Nicaragüense, el Partido Vanguardia Popular organiza un destacamento armado integrado con obreros zapateros, todos nicaragüenses que vivían en Costa Rica, históricamente se reconoce como la “guerrilla de los zapateros”. Se internaron en las montañas de Nicaragua donde se unirían campesinos del Partido Socialista de Nicaragua, que nunca llegaron. Esa guerrilla tiene que enfrentar fuertes combates, varios mueren, los sobrevivientes deciden la retirada. Uno de los Jefes fue Adolfo García para evitar que los Guardias Somocistas lo asesinen, cruza a nado el Río San Juan para regresar a la Patria. Al llegar a San José la policía lo detiene y pasa varias semanas en la Penitenciaría central, hasta que el Partido logra su libertad. De inmediato García se integra al trabajo Partidario, con él trabaje junto otros camaradas: Jorge Mora Paniagua, Rodrigo Chacón Vargas, Ricardo Chacón Salazar Max Santos Pastor en las red de imprentas clandestinas móviles donde imprimíamos muchos materiales del Partido y algunos libros de literatura Marxista, Adolfo García nunca dejó de prepararse para la guerra revolucionaria que él sabía que vendría.

En esos años sesenta el Jefe de las tareas de seguridad fue el camarada Adolfo García Barberena, por su experiencia militar, su disciplina a toda prueba, excombatiente en la guerra civil de 1948, jefe de la llamada “Guerrilla de los Zapateros” (1960-1961), más adelante guerrillero dentro del Frente Sandinista de Liberación Nacional (1977 1979), muere en combate en la guerra revolucionaria anti somocista el 17 de mayo de 1979, siendo uno de los tres Jefes de la Columna guerrillera «Jacinto Hernández» que tenía la misión de abrir el Frente Guerrillero de Nueva Guinea para apoyar la ofensiva insurreccional final de julio de 1979.

En el P.V.P. nos organizamos en el trabajo de seguridad, de protección de dirigentes y actos públicos del Partido, para repeler la agresión fascista de organizaciones anticomunistas como el Movimiento Costa Rica Libre y lo hicimos en actos y desfiles del primero de mayo que llegaban a atacarnos con piedras y palos, nos defendíamos con valor y arrojo para lo que teníamos unidades especiales preparadas e instruidos por Adolfo García, decenas de militantes recibíamos una incipiente preparación militar, arme, desarme y uso de armas, pistolas y ametralladoras M1 y M3 que recuperamos de un contrabando abandonado en la costa de Limón y unas pocas heredadas de la Guerra Civil, además en mi caso cumplir misiones clandestinas de diferente índole, como narro en mis memorias.

Durante esta misma década, el movimiento revolucionario de América Latina debatía sobre las vías de la Revolución, lo que llevó al Partido a adoptar resoluciones tácticas estratégicas de prepararse para todas las formas de lucha por llegar al Poder: la vía pacífica, participación electoral y lucha política parlamentaria, movilización popular la lucha cotidiana por la democracia, las libertades públicas, la libertad de sufragio, para eso era esencial lograr la legalización del Partido, y por otro lado se nos planteábamos la vía armada, limitada o desplegada con apoyo y movilización popular, si en la eventualidad nos mantuvieran ilegales y la reacción descargara, represión y violencia contra el Partido y los movimientos populares y no tuviéramos más opción que enfrentarnos con la armas en la mano .

Había que prepararse y a eso dirigimos aquellos incipientes esfuerzos. Aun así, se logró dar formación militar a varias decenas de cuadros dirigentes intermedios del Partido, obreros, sindicalistas, campesinos, y logramos organizar pequeñas unidades en las diferentes provincias y regiones del país.

Ya organizados: hacia la montaña

En los años setentas creo que alrededor de 1975 es nombrado como Jefe de Seguridad y del trabajo político militar, el camarada Manuel Mora Salas, quién ya tenía una sólida y buena formación política y militar adquirida en escuelas militares de la Unión Soviética, con él la Comisión de Seguridad, el apoyo incondicional de la dirección del Partido, organismos intermedios y de la Juventud Vanguardistas, se construye un cuerpo y estructura político militar de elevado nivel, con hombres y mujeres formados en diferentes especialidades, se crearon las “Unidades de Autodefensa de actos públicos” (UDAP) y se formaron especialistas en diferentes materias del campo militar, la inteligencia y contra inteligencia, el aseguramiento operativo, se crearon mejores condiciones para que estuviéramos preparados para todas las formas de lucha, garantizando una estructura político militar capaz de asumir las misiones necesarias o conducir una lucha popular armada dentro o fuera del país o ante una eventual intervención armada de los Estados Unidos en Centroamérica.

Guiados por el principio del internacionalismo, el Partido toma la decisión de poner nuestra fuerza al servicio y la solidaridad con la lucha revolucionaria centroamericana, con los movimiento armados de El Salvador, Guatemala y de manera especial la lucha insurreccional y armada del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Así el Partido decide formar la Brigada Carlos Luis Fallas al mando de Manuel Mora Salas, Comandante “Ramiro” integrada por varios centenares de militantes, obreros predominantemente bananeros, artesanos, campesinos, profesionales, trabajadores y académicos universitarios, hombres y mujeres que marchan a las montañas del sur de Nicaragua a unirse al Frente Sandinista y participar en fieros combates, en los que mueren valerosos compañeros y otros caen heridos. En la ofensiva insurreccional final la brigada se traslada junto a las tropas victoriosas de milicianos y guerrilleros al centro de Managua donde de inmediato y desde el primer día del triunfo anti somocista se integran a cumplir diferentes misiones y contribuir a la preparación de las primeras unidades militares listas en setiembre de 1979, de lo que llegaría a ser el Ejército Popular Sandinista.

No olvidemos que septiembre es el mes del Ejército Popular Sandinista. Desde Managua se movilizaron varias unidades de la Brigada CALUFA a la lucha armada contra los grupos contra revolucionarios armados que acechaban por el Norte. En esos combates cayeron heroicamente, la guerrillera obrera Yamileth López y el obrero zapatero, Pepe Romero. Para 1981 se inicia la movilización de la Brigada al Castillo a la margen de Río San Juan para enfrentar la agresión contra revolucionaria desde Costa Rica al mando de Edén Pastora y la organización denominada Asociación Revolucionaria Democrática (ARDE). Ahí nuestros camaradas constituidos esta vez como Brigada “Mora y Cañas” cumplieron todas las misiones con éxito hasta julio de 1986, participando en la operación denominada “Soberanía”, se contribuyó a defender la integridad territorial de Nicaragua, derrotar a la contra revolución y nos preparamos, si llegaba a ser necesario, para combatir una eventual intervención armada estadounidense a territorio nicaragüense usando el territorio costarricense.

El jefe de la Brigada “Mora y Cañas” Manuel Mora Salas, (Comandante Ramiro), dirigió la lucha con un Estado Mayor y un segundo comandante, el obrero bananero Gerardo Delgado Agüero (Comandante Racha). Toda esa actividad de los internacionalistas tenía un objetivo estratégico militar: dar nuestro aporte en la defensa de la Revolución Sandinista, foguear y preparar nuestras fuerzas para combatir contra una eventual intervención armada de los Estados Unidos en Centroamérica y que tuvieran como centro de operación el territorio nacional.

Para ello nos preparamos

En todo este proceso, se había creado una estructura nacional que actuaba como retaguardia tanto en aseguramiento operativo, logístico, y de acciones armadas con el objetivo de desmantelar capos de operación y de entrenamiento de contra revolucionarios. Al mismo tiempo desplegábamos clandestinamente la solidaridad con las organizaciones guerrilleras de El Salvador y de Guatemala, aportando combatientes y armas. En esas labores recuerdo que destacaron German Chacón Araya no solo porque lo recuerdo en los jornadas infatigable de aquellos años movilizándose por todo el país y por todo Centroamérica para cumplir con las misiones de militante y combatiente, sin detenerse en el riesgo, el sacrificio, incluso el peligro de perder la vida y caer preso en algún país de Centroamérica, además los que henos leído su libro “Sueños de Revolución” así lo verificamos. no puedo dejar de recordar al camarada y también uno de nuestros comandantes trabajando en esas tareas: Carlos Blanco Cole, quien ya desde los 60 junto a Adolfo García cumpliendo misiones como militante y soldado de la lucha Revolucionaria. En esas mismas tareas tenemos que recordar a Mario Ordóñez formando parte de una estructura clandestina del Partido en San José cumpliendo misiones de alto riesgo con las organizaciones guerrilleras de Guatemala, de igual manera destaco al camarada Gerardo Riba y un grupo valeroso de mujeres cumpliendo misiones de retaguardia, recuerdo a Inés Gutiérrez.

Lo logrado en este campo fue sin duda un mérito de Partido por tomar las decisiones tácticas oportunas, un mérito de sus militantes que actuaron en consecuencia y estuvieron siempre a una orden y de los y las militantes que se vistieron de verde olivo y con las armas en sus manos y adecuada dirección política militar contribuyeron a derrotar el somocismo y la contra revolución.

Yo fui testigo, fue parte de mi vida militante entre 1961 y 1990, colaboré y cumplí las misiones que desde los años sesenta me encomendó la Dirección del Partido y la Comisión Nacional de Seguridad. Actuábamos en consecuencia con resoluciones de los máximos organismos del Partido, nos inspiraba el discurso de Manuel Mora Valverde como máximo líder y comandante en Jefe de los destacamentos del Trabajo Combativo Militar, que en el contexto de esos años entre 1979 y 1985 quedaba clara la decisión y la disposición del Partido de luchar contra cualquier intento de intervención armada de los Estados Unidos en Centroamérica.

En este recorrido de mi memoria vital y comprometida, recuerdo estas vibrantes y combativas palabras de Manuel Mora en 1981:

Estamos a la par de los pueblos y siempre estaremos integrados a las luchas de los pueblos centroamericanos porque esa es nuestra propia lucha, si el imperialismo resuelve ocuparnos , lucharemos contra la ocupación con todos nuestros recursos” y parafraseando unas palabras de Fidel termina con elocuente voz : “en este suelo no cogerán a ningún Patriota vivo, Cogerán cadáveres, no cogerán nuestro suelo seco, lo cogerán empapado en sangre de mártires, de patriotas, de revolucionarios, pero aún en este caso jamás impedirán que la Revolución Triunfe en América Latina”.

También evoco los aplausos de una militancia convencida y dispuesta a lo que viniera, no cesaban. Las palabras de Manuel respondían a la convicción y preparación combativa de nuestras fuerzas para lo que viniera, para eso estábamos, para ello nos preparamos.

Diego Rivera, el compromiso a través del arte

Gabe Abrahams

Diego Rivera Barrientos (1886-1957) nació en Guanajuato, México, el 8 de diciembre de 1886. Su hermano gemelo, Carlos, falleció a temprana edad y su hermana María del Pilar llegó al mundo en 1891. El padre de Diego, Carlos Rivera Acosta, era un maestro de escuela liberal. Y su madre, María del Pilar Barrientos, pertenecía a una familia acomodada y conservadora.

Cubismo y Realismo Social

La relación de Diego Rivera con la pintura se inició pronto. En 1896, al cumplir los diez años, empezó a estudiar en la Academia de San Carlos de Ciudad de México, lugar en el que vivía con su familia desde 1892. Y, en 1907, recibió una beca para seguir su formación artística en España, marchando a Madrid para estudiar en la academia del pintor Eduardo Chicharro y Agüera.

En España, Rivera viajó por todo su territorio, estudió las obras de El Greco y Goya y frecuentó cenáculos de artistas. Varios óleos suyos del periodo 1907-1908 están relacionados con la ciudad de Ávila (Escena nocturna en Ávila, La calle de Ávila, La mañana de Ávila). En esas pinturas, Rivera captó muy bien los paisajes, los pueblos y las noches castellanas bajo las estrellas.

En 1909, Diego Rivera se trasladó a París, conoció a la pintora rusa Angelina Beloff en Bruselas en ese mismo año y se casó con ella en 1911, teniendo ambos un hijo, Diego, que falleció al poco tiempo. Nada más llegar a la capital francesa, Rivera pintó óleos de Realismo Social similares a algunos de su etapa española como Notre Dame de París (1909), Retrato de Angelina Beloff (1909) y La casa sobre el puente (1909), este último durante su viaje a Bruselas en el que conoció a Angelina. Después, pintó óleos cubistas tipo a Vista de Toledo (1912), La Torre Eiffel (1914), Retrato de dos mujeres (1914), Paisaje Zapatista (1915) y Retrato de Ramón Gómez de la Serna (1915), entre otros. En sus últimos años de estancia en París, Rivera se alejó del Cubismo y retomó el Realismo Social con óleos como El matemático (1918).

En febrero de 1920, Rivera marchó a Italia, donde residió durante un año y medio, y estudió principalmente el arte renacentista. Realizó bocetos y dibujos y, gracias al florentino Giotto, pintor muralista, escultor y arquitecto medieval, descubrió una forma monumental de pintura que le fue de gran ayuda en sus murales posteriores.

En 1921, Diego Rivera puso punto y final a su periplo europeo y regresó a México, arrastrado por el arte mexicano y la Revolución Mexicana.

Muralismo y militancia política

Al año siguiente de su regreso a México, Diego Rivera se casó por segunda vez, en esta ocasión con Guadalupe Marín, con quien tuvo dos hijas, Lupe y Ruth. Y, de forma consecuente con su ideología, se afilió al Partido Comunista Mexicano (PCM), en el cual pasó a formar parte de su comité ejecutivo. En ese mismo año, fundó también el Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores (SOTPE), junto a artistas como José Clemente Orozco o David Alfaro Siqueiros.

Ya asentado en México, en los años siguientes, Rivera pintó numerosos murales en edificios públicos sobre la historia mexicana y la realidad social, siendo el primero La creación (1923), pintado en la Escuela Nacional Preparatoria de la Universidad Nacional de México (actual Antiguo Colegio de San Ildefonso, Ciudad de México).

Otros murales de Rivera, pintados en esos años, fueron los de la Secretaría de Educación Pública (Ciudad de México) y los de la Escuela Nacional de Agricultura (actual Universidad Autónoma Chapingo, Chapingo). Entre los murales de la Secretaría de Educación Pública, destacaron Mujeres tehuanas (1923), El trapiche (1923), Entrada a la mina (1923), El arsenal (1928), Banquete de Wall Street (1928) y La muerte del capitalismo (1928).

En 1927, el artista viajó a la URSS de Stalin, invitado por las autoridades del país con motivo del décimo Aniversario de la Revolución Rusa y no regresó a México hasta la primavera del año siguiente. En Moscú, Rivera expresó su incomodidad por la falta de libertad artística y Anatoli Lunacharski, Comisario del Pueblo de Educación, le instó a abandonar el país para evitar ser arrestado. Tras regresar a México, Rivera declaró lo mismo y fue expulsado del Partido Comunista Mexicano, el cual era fiel a Stalin.

Rivera se unió entonces a León Trotski y sus seguidores, quienes eran contrarios al régimen de Stalin. Una década después, Rivera y Trotski tuvieron una estrecha relación, escribiendo este último que “en el campo de la pintura, la Revolución de Octubre ha encontrado su mayor intérprete no en la URSS sino en el lejano México… El cierre de las puertas soviéticas a Rivera marcará para siempre con una vergüenza imborrable la dictadura totalitaria de Stalin”.

En medio de esas convulsiones, Rivera conoció a la artista Frida Kahlo por medio de una amiga común, la fotógrafa Tina Modotti, y, en 1929, se casó con ella.

Un genio en Estados Unidos

En 1930, Diego Rivera y Frida Kahlo viajaron a Estados Unidos tras superar problemas burocráticos que les impedían la entrada en el país por su militancia comunista y el artista inició su etapa más brillante. Algunos capitalistas norteamericanos le encargaron murales y él alcanzó el cénit.

La primera gran obra de Rivera en Estados Unidos, terminada en febrero de 1931, fue el mural La Alegoría de California del club de la Bolsa de San Francisco, donde la figura central era Calafia, una mítica reina de California que encabezó un reino de mujeres negras y guerreras. La imagen de Calafia era la de la tenista y pintora Helen Wills, a la cual Rivera había conocido en el estudio de San Francisco del escultor Ralph Stackpole. En el mural, aparecían Calafia, un hombre con un compás y otro hombre con un modelo de aeroplano al lado de trabajadores, buscadores de oro y obreros en las profundidades de la tierra. Imágenes que plasmaban la realidad social de California, en línea con el Realismo Social y el compromiso sociopolítico de Diego Rivera.

Las siguientes obras destacadas de Rivera en Estados Unidos fueron los murales La elaboración de un fresco (1931) y Fondos congelados (1932). El mural Fondos congelados mostraba en su parte superior una imagen de la arquitectura vertical de Nueva York, justo debajo una imagen de un refugio para trabajadores desposeídos y aún más abajo una imagen de una sala de espera de un banco con capitalistas sentados. Imágenes que plasmaban la realidad social de la ciudad. En la pintura, Rivera expresaba magníficamente los bruscos contrastes sociales de Nueva York y otras ciudades de Estados Unidos, donde junto a la riqueza deslumbrante, se suele observar a pocos metros la pobreza más extrema.

Los posteriores Murales de la Industria de Detroit (1932-1933) fueron otra obra excepcional de Rivera en Estados Unidos. Los Murales, una serie de pinturas en veintisiete paneles, mostraban sobretodo imágenes de trabajadores de la Ford Motor Company y Detroit y plasmaban la realidad social de los trabajadores norteamericanos, fortaleciendo el nexo de Rivera con el Realismo Social y el compromiso sociopolítico.

El momento culminante de la estancia de Rivera en Estados Unidos llegó en 1933, de la mano de Nelson Rockefeller, cuando este le encargó pintar un mural en el vestíbulo de entrada del edificio principal del Rockefeller Center de Nueva York. Rivera pintó el mural El hombre controlador del universo, incorporando un retrato de Lenin, junto a otros teóricos comunistas. Los medios de comunicación de Estados Unidos y los poderes capitalistas del país se posicionaron en contra de la inclusión de Lenin en la obra. Y Rockefeller mandó cubrir el mural, aunque intentó salvarlo solicitando a Rivera que eliminase a Lenin del mismo. Rivera se negó rotundamente como no podía ser de otra forma en un artista defensor de la libertad artística y, al final, los censores destruyeron el mural. Rivera habló de vandalismo cultural.

En 1934, Rivera regresó a México y pintó el mismo mural en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Gracias a su tenacidad y valentía, hoy existe el genial mural. La obra muestra a un obrero como controlador del universo y la confrontación entre diversas dicotomías que componen el universo ideológico: capitalismo y comunismo, tradición y ciencia, etc. Justo en el centro del mural, un obrero ejerce de controlador del universo. A su derecha, aparecen imágenes del mundo capitalista desde una posición crítica. A su izquierda, aparecen imágenes del mundo comunista que muestran a la clase obrera y a sus principales teóricos.

Es cierto que Rivera en el mural criticó el capitalismo y exaltó el comunismo y el ateísmo, con imágenes de la clase obrera, sus teóricos y el obrero que controla el universo y suple a dios, y que eso incomodó a los que se lo encargaron. Pero los que contrataron a Rivera, el clan Rockefeller, conocían quién era y qué pensaba y, por tanto, las críticas y la censura estaban de más. Rivera solo se limitó a pintar lo que observaba, con Realismo Social y compromiso sociopolítico, y a reclamar su libertad artística cuando la sintió ultrajada.

León Trotski

La actividad de Diego Rivera en Estados Unidos no fue solo artística. Durante su estancia en el país, Rivera se unió definitivamente a León Trotski y sus seguidores. Al poco tiempo de llegar, contactó con el Partido Comunista (Grupo Mayoritario) y con la Liga Comunista de América, dos organizaciones trotskistas recién fundadas. Con la primera, el Partido Comunista (Grupo Mayoritario), colaboró en sus revistas The Revolutionary Age y The Workers Age y dio conferencias como la del 3 de abril de 1932, Tendencias en el Arte Moderno. Para la sede de su escuela de Nueva York, la New Worker’s School, pintó el mural Retrato de América (1933), compuesto de varios paneles de interés en los que aparecen figuras de la política internacional del momento.

Al regresar a México al año siguiente, Rivera reinició su actividad de muralista centrado en la historia mexicana y la realidad social, concluyendo algunos de los murales del Palacio Nacional de México como Epopeya del pueblo mexicano.

Ya a finales de 1936, Diego Rivera gestionó la petición de asilo de León Trotski en México ante el presidente Lázaro Cárdenas. Y, gracias a eso, Trotski y su mujer, Natalia Sedova, pudieron residir en Coyoacán desde enero de 1937, en concreto en la casa de Frida Kahlo en la que vivía con Rivera, la llamada Casa Azul.

El 3 de septiembre de 1938, los seguidores de Trotski fundaron la Cuarta Internacional en la casa del sindicalista y trotskista francés Alfred Rosmer, situada a las afueras de París, y Rivera se convirtió en miembro de su sección mexicana, colaborando con la revista Clave. Tribuna Marxista, su órgano teórico. A pesar del estrecho vínculo entre Rivera y Trotski, pocos meses después, a principios de 1939, la relación terminó en ruptura, según Trotski por el carácter impulsivo de Rivera, más que por cuestiones ideológicas. Rivera fundó entonces el Partido Revolucionario Obrero y Campesino.

En agosto de 1940, Diego Rivera se enteró de la noticia de la muerte de León Trotski a manos de un agente de Stalin, Ramón Mercader, que iba armado con un piolet y le afectó. A finales de ese año, pintó el destacado mural Unidad Panamericana para los vestíbulos del City College de San Francisco, el cual representaba el pasado, presente y futuro compartido de las Américas, e incluyó una imagen de Stalin con un piolet en sus manos para remarcar su responsabilidad en el trágico final de Trotski. Fue su homenaje a aquel que había sido su compañero y amigo.

Retorno a la URSS

Durante la Segunda Guerra Mundial, los sucesores de Trotski padecieron su ausencia, la ausencia del teórico y revolucionario marxista, y transitaron por un periodo difícil. Cosa lógica y normal por su talla intelectual y revolucionaria. Por su parte, la URSS de Stalin entró en el bando de los Aliados y derrotó al nazismo. Imágenes como las de la ocupación del Reichstag de Berlín con el izado de la bandera soviética en su tejado resultaron impactantes. Rivera meditó durante tiempo sobre esos acontecimientos y, a finales de los años cuarenta, decidió reingresar en el Partido Comunista Mexicano y solicitó su readmisión, siendo en principio rechazado.

En 1947, Rivera pintó el célebre mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, dedicado a la historia de México, y en él escribió “Dios no existe”, lo que provocó virulentas reacciones de los conservadores mexicanos en su contra. Rivera mantuvo la frase, tomando la misma postura que cuando fue censurado en Nueva York por cuestiones similares. Libertad artística y compromiso sociopolítico.

En 1950, Diego Rivera recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México en la sección de Bellas Artes, la única sección en la que se otorgó aquel año, y finalizó algunos murales dedicados a la historia mexicana del Palacio Nacional de México como La civilización huasteca y La civilización totonaca.

En 1952, Rivera pintó el mural inconcluso La Universidad, la familia mexicana, la paz y la juventud deportista en el Estadio Olímpico Universitario y, en 1953, el mural del Teatro de los Insurgentes, ambos en la Ciudad de México y con gran carga histórica.

Diego Rivera padeció la dolorosa muerte de su eterna compañera Frida Kahlo en 1954, quedando muy afectado por la misma. A raíz de ese fallecimiento y de sus reiterados intentos fallidos por ser readmitido en el Partido Comunista Mexicano, sufrió un deterioro anímico. En 1955, recibió otra mala noticia cuando le diagnosticaron cáncer, aunque se animó al conseguir por fin ser readmitido en el Partido Comunista Mexicano.

Inmediatamente después de su reingreso, Rivera se casó con la editora Emma Hurtado y ambos marcharon a Moscú para recibir él un tratamiento contra el cáncer en el Hospital Botkin. Tres décadas después, retornaba a la URSS. Habían pasado muchas cosas desde su primera estancia, tantas como su expulsión del Partido Comunista Mexicano, su paso por Estados Unidos, su relación con Trotski, el éxito internacional de sus obras…

En abril de 1956, Rivera terminó su tratamiento y regresó a México. En el trayecto, junto a su mujer, recorrió Polonia, Checoslovaquia y la Alemania del Este, siendo nombrado en Berlín corresponsal de la Academia de las Artes. Visitó el campo de concentración de Auschwitz y el búnker de Hitler. Ya en México, pintó dos óleos de puro Realismo Social, Desfile del 1º de Mayo en Moscú y Refugio de Hitler (ruinas de la Cancillería de Berlín). Era evidente que Rivera y la URSS habían hecho las paces.

Desde la primavera de 1956 hasta finales de 1957, Diego Rivera residió en la llamada Casa de los Vientos de Acapulco, porque su amiga la coleccionista de arte Dolores Olmedo la puso a su disposición, y pintó sus últimos óleos y murales. El principal mural lo pintó en la pared exterior de la casa, incluyendo las imágenes de dos dioses de la cultura azteca, Quetzalcóatl y Tláloc. Fue su último tributo a la historia de México.

En octubre de 1957, Rivera se sintió impactado ante la hazaña del satélite artificial soviético Sputnik 1 y empezó a trabajar en una obra sobre él, pero no pudo terminarla, porque la muerte lo impidió. Un mes después de la gesta del Sputnik, Diego Rivera falleció de un paro cardiaco en su domicilio y taller de la Avenida de Las Palmas 191, colonia San Ángel Inn, Ciudad de México. Sus restos no se unieron a los de Frida Kahlo en la Casa Azul como él quería, sino que fueron a parar a la Rotonda de las Personas Ilustres. Velado en el Palacio de Bellas Artes, el pueblo mexicano y el mundo del arte y la política lloraron su pérdida. Dejó para la posteridad un legado artístico infinito y un compromiso sociopolítico único, del cual toda su obra es testigo.