Skip to main content

Etiqueta: sociedades de obreros

100 años de la jornada de 8 horas

Vladimir de la Cruz

La lucha por el establecimiento de la jornada de ocho horas de trabajo empezó en el siglo XIX. El movimiento obrero europeo, y luego el norteamericano, fueron los que llevaron en alto esta bandera.

Los movimientos políticos de los trabajadores, los socialistas, los anarquistas y los comunistas, principalmente, condujeron sus luchas. La Asociación Internacional de los Trabajadores, conocida como la I Internacional, tanto la Primera como la II Internacional, fundadas ambas por Carlos Marx, para darle unidad organizativa y de acción frente al capital, que operaba internacionalmente, estuvieron en el centro de estas luchas.

A finales del siglo XIX, como una reacción contra el crecimiento organizativo de las luchas de los trabajadores, y ante la aparición de partidos obreros más organizados, que los dirigían, la Iglesia Católica se sumó a las reivindicaciones sociales y obreras, tratando de quitarles las banderas sociales, a esos partidos, para atraer masas de trabajadores a sus filas, y separarlos de la influencia revolucionaria de esos partidos, al promulgar el Papa León XIII, su Encíclica Rerum Novarum, donde se pronunciaba a favor del derecho de huelga, del derecho de organización sindical y por justos salarios. En el caso costarricense, el Obispo Bernardo Augusto Thiel hizo suya esa Encíclica con su Carta Pastoral No. 30 pronunciándose en igual sentido, lo que provocó por parte del Gobierno del Presidente José Joaquín Rodríguez una airada protesta.

También reaccionó la Iglesia Católica frente a las grandes luchas obreras de los Estados Unidos, desde 1880 hasta 1886 y de Europa, a partir de 1890, cuando se produjeron las grandes huelgas en los Estados Unidos que culminaron, con la de 1886, en Chicago, después de varios meses de paralización de empresas e instituciones, con el reconocimiento y establecimiento de la jornada de 8 horas en los Estados Unidos, el 1 de mayo de 1886, que se generalizó a partir de ese momento como una lucha internacional.

En 1889, ante una nueva convocatoria del movimiento obrero norteamericano, para reanudar la lucha por las 8 horas, allí donde no se había obtenido en 1886, a partir del 1 de mayo de 1890, el Congreso Obrero Socialista, reunido en París, acordó sumarse a esas luchas, y declarar a partir de ese año, 1890, la celebración cada Primero de Mayo, como un Día Internacional de lucha por la Jornada de 8 horas.

Los sucesos de las Huelgas de Chicago fueron seguidas en Costa Rica por la prensa. que ya informaba, con pocos días de diferencia, de cómo evolucionaba y avanzaba esa lucha. Ya se habían tenido experiencias de luchas de trabajadores en el país, especialmente importantes con las protestas de trabajadores que laboraban en la construcción del Ferrocarril a Limón, chinos, negros y especialmente la huelga de los italianos. A mediados de la década de 1890-1900 también la huelga de los españoles.

Con el surgimiento de los partidos políticos en Costa Rica, en 1889, se dieron movimientos políticos que en esa década, 1890-1900, permitieron llevar al Congreso a diputados identificados con las luchas populares y obreras, a Félix Arcadio Montero, a Faustino Montes de Oca y al diputado Víctor Golcher.

En Costa Rica ya había nuevos niveles organizativos de los trabajadores, las Sociedades de Trabajadores, las Sociedades de Artesanos y las Sociedades de Obreros, que habían superado a las sociedades mutualistas, de socorros mutuos y de mutuo auxilio, por su carácter clasista, de solo obreros, solo artesanos o solo trabajadores.

Entre 1890 y 1910 la sociedad costarricense sufrió un cambio muy importante en su economía. Se desarrolló el urbanismo, especialmente en la ciudad de San José, en Heredia y Alajuela, se desarrolló la industria, la electricidad, aparecieron fábricas superando los talleres artesanales, lo que provocó, también, que las Sociedades de Trabajadores, las Sociedades de Artesanos y las Sociedades de Obreros, especialmente, desaparecieran dando lugar a las Ligas Obreras y Sindicatos, tal y como ahora existen.

A principios del Siglo XX se dieron una serie de luchas y de huelgas obreras y de trabajadores, que desarrollaron la necesidad de avanzar hacia niveles superiores de organización sindical haciendo surgir, a partir de 1905, la primera Federación de Trabajadores, y a partir de 1913 la constitución de la Confederación General de Trabajadores, como única organización nacional de este tipo, que duró hasta 1923, cuando le dieron apoyo político a Jorge Volio para desarrollar e impulsar su Partido Reformista.

La Confederación General de Trabajadores fue impulsada por el Centro de Estudios Sociales Germinal, en el que estaban Omar Dengo, Joaquín García Monge, José María Zeledón Brenes, Carmen Lyra y otros destacados caudillos culturales de esos años.

Ese año de 1913, bajo el impulso de la Confederación General de Trabajadores y del Centro de Estudios Sociales Germinal, se empezaron a organizar los desfiles anuales del Primero de Mayo, con el sentido histórico que lo habían hecho surgir, en 1886 y 1890, la lucha por la jornada de trabajo de 8 horas, y otras reivindicaciones obreras y laborales.

El movimiento sindical del país ya tenía contactos internacionales con otros movimientos sindicales, desde principios del siglo XX, con el movimiento obrero de Chile, dirigido por Luis Emilio Recabarren, con el español, de Pablo Iglesias, con el centroamericano, que trató de crear la Confederación Obrera de Centroamérica en 1911, con el latinoamericano, que conduce a crear la Confederación Obrera Panamericana, en 1919, en la que Joaquín García Monge representó al movimiento obrero costarricense, y el poeta y escritor nicaragüense Salomón de la Selva al movimiento obrero nicaragüense.

Las luchas populares contra la dictadura de Federico Tinoco, especialmente en 1919, y su caída, elevaron las luchas sociales y populares con mayor fuerza.

Acababa de triunfar la Revolución Rusa, en 1917, que estaba sacudiendo a toda Europa y el mundo. En Europa con movimientos populares revolucionarios, que intentaban sublevaciones similares, de carácter socialistas y comunistas. En Costa Rica el Dr. Aniceto Montero, que había estudiado en París y había establecido contacto estrecho con los bolcheviques, con la Revolución Rusa, conocedor y divulgador de la obra política de Lenin, y con la II Internacional, fundó, a modo de partido político, su Centro Socialista de Costa Rica.

Así, a principios de 1920, en enero, los trabajadores ebanistas y carpinteros, especialmente del sector público, empezaron a dar la lucha por obtener la jornada de trabajo de 8 horas diarias, también en el sector privado.

Una huelga preparada y desarrollada, en su etapa final, en la segunda quincena de enero, fue ejecutada el 1 de febrero y terminó, con éxito el 3 de febrero imponiendo el reconocimiento de la jornada de 8 horas. Tenían el Centro Socialista y el Centro Juventud Obrera, de San José como principales puntos de reunión.

A la demanda de 8 horas sumaron la pretensión de un aumento de salarios del 25%. La solidaridad con los huelguistas fue amplia, incluyendo de mujeres que dieron dinero para asegurar su sostenimiento.

El 2 de febrero el Gobierno reconoció la existencia de la Huelga, como “un derecho” que “el Gobierno ampara”, como “consecuencia de su respeto por las libertades individuales”, y que “garantizará la libertad de los obreros para ejercitar su derecho de huelga”. El Gobierno igualmente se pronunciaba señalando que los trabajadores en huelga debían respetar a los que no fueran a la huelga, y que de la misma manera protegería a los que se mantuvieran laborando.

El 4 de febrero se anunciaba públicamente el triunfo del movimiento huelguístico con el decreto del Gobierno de la jornada de trabajo de 8 horas, y un aumento de salarios del 20%, para los trabajadores del sector público, y de un 25% para peones y jornaleros del sector público. De esta manera, reconocía el Gobierno, “que correspondía a mejorar la situación de los obreros que están al servicio del Estado”.

Inmediatamente se desataron otros movimientos huelguísticos que se prolongaron durante los siguientes meses, en los distintos centros de trabajo del sector privado, donde además de la jornada de 8 horas exigían aumentos del 30% o más en sus salarios.

La lucha intensa durante el año impuso que el 9 de diciembre el Gobierno reconocía la jornada de trabajo de 8 horas, con aumentos de salarios que habían alcanzado hasta un 40% y reconocía el derecho de organización sindical y el de huelga.

Aún logrado este Derecho, el de la jornada de trabajo de 8 horas, cuando se fundó el Partido Comunista, en 1931, en su Programa, en su punto 5, se señala que se debe cumplir la jornada de 8 horas que patronos y empresas todavía no cumplían.

En las Garantías Sociales, introducidas a la Constitución Política de 1871, como resultado del Pacto de la Iglesia Católica, el Partido Republicano y el Partido Comunista, o Vanguardia Popular, en 1943, se estableció la jornada de 8 horas trabajo como jornada máxima a trabajar diariamente. También se estableció como Derecho Constitucional el de organizar sindicatos, de realizar huelgas y de negociar Convenciones Colectivas de Trabajo, todos Derechos que se establecieron de igual manera en el Capítulo de Garantías Sociales de la actual Constitución Política, en vigencia desde el 7 de noviembre de 1949.

Recuerdo, un día como hoy, esta conquista, la jornada máxima de 8 horas de trabajo, obtenida hace 100 años en Costa Rica, cuando en este Gobierno, y desde hace bastante tiempo vienen trabajando los intereses anti trabajadores y pro patronales, por romper este máximo de trabajo para imponer la jornada de 12 horas diarias, bajo la modalidad de la llamada jornada 4-3, de laborar 4 días de 12 horas cada uno con 3 de descanso.

Recuerdo, un día como hoy, esta conquista, asociada el reconocimiento de los trabajadores a organizarse sindicalmente, a desarrollar o hacer huelgas, y a firmar Negociaciones Colectivas de Trabajo para tratar de mejorar sus condiciones de trabajo, sus condiciones de seguridad e higiene ocupacional, sus salarios y condiciones de vida, en un momento en que se ha arreciado contra los derechos sociales de los trabajadores, en distintos flancos.

Recuerdo, también, como hace 100 años se veló por aumentar sustantivamente los salarios, para mejorar sus condiciones de vida y de trabajo. Hoy se tiende a reducir salarios, pensiones e ingresos de los trabajadores, deteriorando fuertemente esas condiciones de vida y de trabajo, y liquidando con ello a sectores sociales que han sido el pilar de la estabilidad social nacional, como son las llamadas clase medias, no solo asalariadas sino también productivas.

Si hoy son Derechos constitucionales, emitidos, y originados por el Poder Constituyente Originario, el que hace surgir una Constitución Política, en buena lógica jurídica no se pueden afectar negativamente por ninguna reforma legislativa.

El Poder Legislativo no está autorizado, ni facultado, para establecer por Ley alguna situación que menoscabe estos Derechos, los debilite, los disminuya, o que afecten la situación de los trabajadores y ciudadanos.

Soy de la opinión que tampoco la Sala Constitucional de la República puede, por interpretación de la Constitución, hacer cambios en este sentido, para los que expresamente no está facultada. Su tarea es defender y asegurar el pleno ejercicio de estos Derechos, como el de las Libertades públicas, consagradas en la Constitución Política.

A 100 años de haber sido establecida la Jornada de 8 horas de trabajo, como jornada máxima diaria, y de haber sido incorporada a la Constitución Política, por la Asamblea Nacional Constituyente, en 1949, más que nunca sigue vigente su lucha y su defensa.

Internacionalmente, con apoyo de la Organización Internacional del Trabajo, países han venido reduciendo la jornada de trabajo a 7 y 6 horas diarias.