Una norma injusta no merece ser defendida y menos perpetuada

Una norma injusta no merece ser defendida y menos perpetuada

Foto tomada del Facebook de Luis Paulino Vargas Solís.

Luis Paulino Vargas Solís

Está perfectamente claro que el contrato con APM Terminals en relación con la concesión de los puertos del Caribe crea un monopolio a favor de esa empresa transnacional y, de hecho, entrega a sus manos, en forma exclusiva, la mejor parte del negocio. Ése es un “dato duro” absolutamente incontrovertible. Cómo eso pasó por los tribunales sin que estos lo considerasen anómalo, es una cuestión que yo simplemente desconozco. En todo caso, he vivido lo suficiente como para saber y entender que la norma legal con más o menos frecuencia admite algunos retortijones, merced a lo cual se la pone a decir lo que a alguien muy poderoso le conviene que diga.

En contraste con lo anterior, el argumento del Presidente Solís –unánimemente respaldado por todos los grandes poderes mediáticos y empresariales de Costa Rica- es que los contratos son intocables y la “seguridad jurídica” del capital extranjero es sagrada. No niega el Presidente –ni lo niegan los medios ni los empresarios- que en la cláusula 9.1. se crea un privilegio monopólico. Imposible negarlo. Lo que dicen es que, firmado el contrato, el privilegio monopólico se vuelve absolutamente intocable.

Y, ya vemos, aquí la ley se volvió rígida e inmodificable. En su momento Oscar Arias dijo que el TLC era como los 10 mandamientos; escrito en piedra hasta la consumación de los siglos. Idéntico razona hoy Luis Guillermo Solís.

La pregunta aquí no es sí le conviene o no a Japdeva o a Sitrajap. Eso es completamente secundario. La pregunta es si le conviene a Costa Rica.

Y la siguiente pregunta, igual de importante, es: ¿para qué carajos son las leyes y las normas si no es para resolver problemas y hacer que la vida sea un poquito más llevadera y la sociedad algo más pacífica y amable?

Si llegásemos a la conclusión de que regalar ese privilegio monopólico es dañino para Costa Rica –y el daño perdurará por los próximos treinta y tantos años- ¿cómo no hacer un esfuerzo de renegociación atendiendo el criterio de que una norma injusta y dañina no merece ser defendida ni menos aún perpetuada?

Me gustaría que el Presidente Solís respondiese esta última pregunta.

 

Tomado del Facebook del Luis Paulino Vargas Solís.

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