Ecofascismo…la ballena blanca del capitalismo
Luis Andrés Sanabria Zaniboni
Correo: lasaza86@gmail.com
“Era como si Satanás no hubiera querido hundirse
en los infiernos sin haber arrancado antes del cielo un pedazo de vida”
Herman Melville – Moby Dick
Ante el Coronavirus la humanidad enfrenta una amenaza real, científicamente comprobada que se extiende a lo largo y ancho del planeta, la irresponsabilidad y mala voluntad de los sectores dominantes empieza a salir a flote, lo cual nos refuerza una máxima “los desastres no son naturales”, más allá del fenómeno biológico que atravesamos, su abordaje y la crisis económico-social que se avecina tiene una relación íntima con lo político, por esta razón cuando estos sectores repiten a ton y son “nada volverá a ser igual”, vale preguntarse ¿A qué iguales se están dirigiendo?
Nuestro sistema mundo se caracteriza principalmente por la preeminencia de la trenza entre capitalismo, patriarcado y colonialismo, debemos preguntarnos antes de elevar el grito al cielo sobre el declive del capitalismo, mirar con cuidado y sentir los virajes que el sistema asumen ante los vientos de esta pandemia, es decir la geografía y calendarios del arriba y abajo.
La primera aproximación que debemos hacer es que la frase “nada volverá a ser igual” así como toda expresión totalizante esconde ciertas “mentirillas” poco piadosas, ya que arrastramos formas y modos que nos interpelan; la clase, la etnia, el género, para las cuales el capitalismo no desaparecerá, ni muchos menos el patriarcado y el colonialismo.
Esta trenza, aún si consideráramos que ha recibido golpes en su conformación, está lejos de soltar las formas-modos de dominación-explotación que le han sostenido y reproducido, podríamos suponer que se aferrará a su posición, aún en contra de la propia vida.
Se activan todos los tipos de blindaje, el ecofascismo es uno de ellos (no es un fenómeno nuevo) es la intención del trasladar el «ordenamiento natural» a la sociedad humana, la coyuntura actual, abre escenarios propicios para el traslape de la gestión de la pandemia (control biológico y sanitario) a la gestión político-económica.
Es un escenario protagonizado por un despliegue sin par; nacionalismo, autoritarismo y pseudobiologicismo que viene gestado por los sectores dominantes que procuran garantizar su seguridad, al ofrecer una respuesta donde a partir de los trastornos producto de la pandemia, fundir las supuestas “necesidades ecológicas” con el desarrollo de la economía dominante.
En definitiva asistimos a la aplicación de una concepción pseudocientifica-nacionalista impregnadas de prejuicios, en donde los sectores dominantes imponen sus concepciones racistas, machistas y xenofóbicas, una dimensión más del darwinismo social, que encapsula a los individuos y les desprende de las relaciones de explotación y de dominación que configuran la desigualdad.
Encontraremos que para este sector la gestión de los fenómenos actuales tendrá un llamado cada vez mayor a aceptar el orden social “como es” (no nos referimos a las condiciones de higiene y cuidados), es decir las formas-modos de dominación jerárquica y de explotación, ya que ante el “desastre” según esta interpretación, las formas de la vida se ajustan a las condiciones existentes, en lugar de realizar intentos por transformarlas, por ejemplo Li Wenliang el médico que alertó del Covid-19, fue censurado por la policía política por promover “rumores falsos”, una vez más la política de la “normalidad” se impuso.
Es así que cada vez habrá más justificaciones para el control social y la vigilancia sobre la vida cotidiana, pero también la promoción económica basada en el despojo y explotaciones de bienes naturales porque “no hay opción”, o garantizar el libre paso de mercancías, pero con fronteras duras a la migración de personas.
La solución tratará sobre la vuelta y defensa de lo nacional, focalizará los males sobre sujetos determinados (el pobre, el migrante, el disidente, la persona diversa) como los culpables de la degradación socio-ecológica, dejando fuera de todo cuestionamiento a las relaciones dominantes.
Es así que la ingeniería social trabaja a partir del vínculo emocional al nacionalismo, focalizando los problemas (insalubridad, desempleo, pobreza) a los sujetos e inmediatamente ofrecer las soluciones (frontera cerradas, criminalización, reducción de programas sociales, etc), esto legitimado a través de procesos de autoculpabilidad sobre los colectivos señalados (por no educarse, personas perversas, desviados, etc), esto con el fin de estigmatizar, adormecer el pensamiento y justificar el orden post-pandemia.
Para estos sectores, aquellas sociedades que asumen estos mandatos desarrollan prescripciones contra quienes se desvían de las normas, es decir es “justo y necesario” que las sociedades se mantengan separadas unas de otras. Ya que la profecía de este ecofascismo, es que lucharán unas contra otras por la posesión de los bienes y medios de subsistencia (precarización laboral, acceso al agua, a la sanidad, etc), solamente ahí donde los “capaces” ordenen y distribuyan serán quienes sobrevivan.
Esta tensión que está en juego (no es la única), es un intento desesperado de imponer una voluntad y dar respuesta a los desafíos que les plantea a los sectores dominantes para asegurar la concentración y reproducción del capital, si esto se parece a Brasil, Estados Unidos o China… es pura coincidencia.
Es así que el capitalismo al igual que el capitán Ahab comparten la misma obsesión de aferrarse a esa ballena, aún sí condena a muerte a toda la tripulación… ¿Quiénes podrían ser los Ismaeles de esta historia?