Plegaria para Palestina

León Triba

San José, 24 de abril 2024
“En el 54 aniversario contra ALCOA”

“Rojas están las manos. La guerra anda por dentro
de las manos arando.
La guerra anda en nosotros buscándonos
lo humano,
derribándonoslo…”.

Territorio de Muerte, Jorge Debravo

A El pueblo de Palestina, Ann Marie,
Mairead y Ana Cecilia

I

Canción para el alma

Me exijo a mí mismo una plegaria
frente a esta ocupación encarnecida,
plagada de muertes inocentes
bajo el rencor de esa fiera diabólica
imperial y sionista.

Medito, porque olvidé los rezos,
en la salvaje abundancia de la muerte
que tiñe con fuerza, unos de sus colores
bandera Palestina.
Alzo mis manos
para que se teja en los cielos
la canción mundial de paz:
“Oigo la sangre madurar. Escucho
suaves pasos de dioses exiliados”

Contra el genocidio
bien valen los grafitis
para que las guitarras universales
siembre en sus acordes
la libertad de lo inevitable
en las familias deconstruidas
por tanta pólvora.

Invasión y ocupación
son distinto a guerra
entre pares,
el genocidio es crimen
de lesa humanidad.

Pero vendrá una revolución de amor,
estamos seguros,
porque será posible
redimir el barro
húmedo de sangre fresca.

II
Ritos de sangre

No invoquen al mesías, sionistas,

porque en esas navajas de odio y angustia
cuelga aún la carne tibia de los niños,
las heridas profundas por violación
a las niñas, regadas de semen perverso.

Hoy, duele dormir
en cualquier palmo de tierra,
la aridez huele a sangre de hermanas
y el suelo llora a sus cadáveres.

La noche endurece su luna,
la mañana empaña al sol
las horas son husos horarios descompuestos
las bombas, misiles y metrallas
orquestan un rito de sombras,
el odio es el aventurero de las noticias
la ocupación es un escupitajo asesino,
pero en ese rito de sangre
no muere la esperanza.

Palestina está hecha de memoria,
argamasa ancestral.
Cada hijo filisteo ha templado su amor
en la resistencia.

III
Tierra/cosecha

Cien pasos de barro

en el compás del golpeteo de la lluvia.
Cada día se estrena
una cantata de amor
se siembran nuevas semillas
para florecer cosechas frescas.

La lucha por la siembra de la libertad
nace cada mañana,
en las manos sumidas
al ritmo de las marchas mundiales
crecen los vástagos
para ampliar y recuperar
el territorio que les pertenece.

En el vientre de la madre tierra
se gestan nuevas figuras
sin la atadura de la justificación
sin la exigencia de lo que les pertenece.

En Palestina, cada parcela,
es un sitio donde el gozo del nacimiento
recuerda a Belén
y se profundiza le nacimiento de nuevos frutos.

El surco, el escombro, el esquilmo,
el barbecho, la tierra arrasada,
dan lugar a la eternidad del azadón
para el rito de aparearse
de nuevas semillas.

Tendidas en la sencillez
de sus abras
la infinita quietud de las cabras y ovejas
desdeñan al lobo de Netanyahu,
esperando sin ninguna prisa
que poder llevar a sus campos,
a sus becerros y las nuevas crías.

Palestina, abierta a la esperanza
al sublime grito de sus hijos
al coro afinado de gargantas
cuando dan la gratitud a su tierra santa.

Vendrá un mañana, a corto plazo,
sembrada de trabajo
bajo la dirección de esas manos
que esperan calmas
limpiando serenos
las osamentas de sus parcelas,
las alfombras de sus casas,
o las gradas tronchadas de espasmos
de sus derruidos edificios.

IV
El amor es una eterna herida

En tu tierra santa
los sueños no terminan,
forman parte irreductible
del tejido de tus asombros.

En la rutina, brota la afirmación
del vuelo por la libertad,
sigue sangrando el verbo
en los costados abiertos de tu pueblo,
fluye la sangre de nuevos apóstoles
que solo aspiran a ser verdad
tu memoria histórica.

Sueño a tus niños y niñas
libres de colonizadores malsanos,
con sus raíces profundas
dando cosechas de amor y paz,
labrando en las fábricas
el sabor de cada palabra.

Es cierto, hoy es insegura la hora,
a cada instante estalla
un tiempo oscuro y nebular de presagios
dibujado de misiles
en una nueva nefasta aventura
cargando el cielo
con ese olor putrefacto
que transpiran los asesinos.

Le escribo a usted, Palestina,
que luces la kafiya
porque en los vértices de sus triángulos

están los íconos de la resistencia.

Te escribo a vos, pueblo hermano
porque albergaste a Nazareth y Galilea,
el nacimiento esencial de ese palestino
con su larga historia de parábolas
cuajada de huesos inconclusos.

V
El amor, esa eterna herida

Creí que el amor iba más allá

de la dureza, del vicio de desnudarse
en plena guerra,
que solo entre muslos impares
era posible reconocer en el amor.

Que la manía absurda
de dominar uno sobre el otro
era cuestión de poder
no una expectativa del sexo,

que en la mansedumbre de la costumbre
no está el sometimiento
porque somos origen humano
y hemos aprendido a esperar
el tiempo bueno de la cosecha.

No importa la forma que hoy transita
el sudor en esa estación del genocidio
que las cadenas estrujen un poco
sin que sane la eterna herida
vendremos por estas tierras
pisando nuevamente
con la esperanza en las huellas húmedas.

VI
Tierra santa, tierra de emigrantes

Emigrantes, filisteos,

Tierra Santa, el verso
debe tener la plasticidad
de la mirada de los ojos de los niños
o el color profundo que deja la muerte
en la retina de las niñas.

Palestina, ritmo ancestral,
de pie, desnudos en la voz imperturbable
de la canción de cuna,
del río al mar
la sombra extiende su velo
en su pacífico espejismo.

Los árboles tiemblan
ante el sonido demencial de los misiles,
porque el fuego devora
la savia, con que, el sordo egoísmo
del génesis de los sionistas
quiere arrasar con tu historia.

En el aire el sonido
deja escuchar la furia de la guadaña.

En esa invasión perversa
el ocio se convierte en una consigna,
los sueños tienen esencia de esperanza
la noche abre los espacios
para tender la mano a nuestros muertos.

La palabra herida
sostiene entre sus frases
el código histórico
la larga huella del pie descalzo
el fragor pertinaz
de la resistencia eterna.

VII
El maná está servido

No importa el maná en esta mesa

ahora lleva por dentro
el salobre dolor del invierno
la cruda harina hambrienta de panes
la luz delgada exprimida
por tanto llanto.
Alumbran las velas
los pájaros ordenan el itinerario
los mayores dibujan los espacios
en la delicadeza de un alimento racionado.

En Belén, en Jerusalén
murieron las parábolas ,
hoy solo se escuchan discursos
perversos de los invasores
con el frío criminal en sus vocablos.

En tus arenas, las colinas,
la herencia no se pierde,
se guarda como el viejo vino
para mirar después
de manera diferente las noticias
el reportaje verdadero
sin la rabia que recorre a la prensa.

Nos alegra saber, Palestina,
que tu fuego no se apaga,
se enciende en la solidaridad
que levantan las manos
en el mundo entero.

Jesús reclama el favor de las lágrimas,
camina con nosotros sus viejas calles
en esas multitudinarias marchas
de voces nuevas que exigen
las noticias con sus verdades columnares.

Damos un pequeño espacio.
De nuevo un sonido incidental
un sonido anunciando la paz
obliga a purificar la pureza de la noticia.

Los titulares pueden ser múltiples,
pero el discurso se resume temprano,
en los murales del mundo
el grafiti solidario escribe su poema:
¡ Palestina libre, soberana e independiente,
no al genocidio!

VIII
Laxitud del tiempo

Dejaste de ser breve,

dejaste de escribirme
bajo el lenguaje de tristeza
del reloj de arena.

Amplia es la laxitud del tiempo,
Palestina se desangra,
gota a gota, cadena invisible
en la escalonada de tu resistencia
pero no muere.

En las capillas, frente a los templos,
en las mezquitas se alargan las vigilias.

Las calles y avenidas con miles
de gargantas de amor
amplían tu canto flautista
en un himno vehemente
que estremece el polvo de las colinas
y las áridas avenidas del comercio.

Una niña, un niño, ancianos,
jóvenes en la plurietnicidad de la piel
vertebran sus papalotes de ternura,
en la esférica pantalla multicultural
en la circunferencia de los sortilegios
en el acento perceptible
de todos los mapas terrestres
se va coreando a voces múltiples:
¡PALESTINA VIVE, PALESTINA LIBRE!

IX
Un epílogo

Desde este pequeño rincón

escondido por tantos colores
apuesto mis manos con las tuyas,
gritamos juntos
en la ilusión de la patria liberada que soñamos
y escribimos en las paredes:
“El Estado de Palestina es inevitable,
su historia, sus valores, soberanía
forman esa osamenta inoxidable
ante la fuerza enemiga,
Palestina vive”