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Etiqueta: afectos

Crónica – Resistir en las palabras

Por Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense.

“Me tengo que ir, no sé exactamente si podré volver o si te podré tener conmigo de nuevo en algún momento, sé que no puedo explicarte de manera directa lo que está pasando y lo que vendrá a continuación, me gustaría poder quedarme o llevarte conmigo, no creo resistir, pero trataré de hacerlo para volver a verte, y de ahí nunca volver a separarnos nunca más”.

Al leer de nuevo este texto, creo firmemente en el poder transformador de la palabra. Habíamos empezado nuestro taller Pedagogía del yo migrante, con un poema del poeta chapaneco Balam Rodrigo, llamado oración del migrante. Con ojos cerrados y el oído atento, las personas participantes en ese dispositivo entraron por la piel, el sentido, a un tema que en Honduras tiene tremendas implicaciones subjetivas, familiares y sociales. El texto con que inicio esta crónica, de hecho, responde a una indicación directa como parte de una actividad incluida, sobre despedirse al tener que salir de forma forzada de un contexto de origen.

Mucha gente en Honduras lo hace, lo hacen cientos de personas todos los días.

El taller, que justamente empecé como ejercicio de escritura creativa en la ciudad de Comayagua en noviembre de 2018, dos semanas después que cientos de hondureños y hondureñas integraran los primeros colectivos que iniciaron una nueva etapa en las movilidades humanas centroamericanas, fue impartido en una nueva versión como posibilidad de vincular la poesía con los contextos sociales, nuestras realidades regionales.

A eso fui, fuimos a Honduras, a apalabrar y sacarlo todo afuera en el marco del Festival internacional de Literatura TeguSIcanta, realizado entre el 18 y el 22 de junio en Tegucigalpa. Como parte de este evento, me encuentro en el Instituto Técnico Luis Bogrand con la poeta dominicana Nathalie García, el cantautor guatemalteco Ramsés Girón y la pintora, dibujante y escritora hondureña Karen Romero. Cuando leo en estos contextos (escuelas y colegios) me gusta contar la historia de mi padre a través del libro “Al Fondo del Corazón” (Metáfora Editores, Guatemala, 2017).

Jugador de fútbol en Costa Rica durante los años 50 y 60, su momento histórico lo lleva invariablemente a relacionarse con el mítico guardameta soviético Lev Yashin quien junto con su selección pasó por San José rumbo al mundial de Chile de 1962. El 22 de mayo de 1962 mi padre, llamado en la jerga futbolística como “Tierra Acuña”, vio adelantado al guardameta y al defensa central y le colocó el balón a un costado. Mi padre cuenta que observó el balón entrar lentamente y luego lo que pasó después fue un salto al vacío. El viejo Estadio Nacional estalló en júbilo y su anotación quedó registrada en los libros contables de la memoria deportiva del país. De eso hice poesía, sigo haciendo poesía. Como esta:

XVII

Parte
un lienzo
blanco.

Orfebre,
Sabe dónde
poner la gubia
y su sudor.

Canta música de oído
y también goles.

Esa mañana en el Instituto leo ese y algunos textos. Al segundo o tercero me quiebro (me suele pasar cuando repaso ese libro) y de inmediato Nathalie, Karen (llamada cariñosamente Nicky) y Ramsés me sostienen, me abrazan, me acompañan. El valor de la poesía va más allá de nuestros libros (“los libros se venden, la poesía no”, dice nuestro querido Otoniel Guevara) e incluso las lecturas que nos colocan de cara a distintas audiencias. La poesía, que no es un acto deliberado sino todo lo contrario, es esto que ellos tres hicieron conmigo esa mañana: construir afectos que se vuelven pieles y abrazos permanentes, incluso a pesar del tiempo.

Llegar a Café Paradiso es devolverme 10 años en el tiempo. Esa noche hace diez años las queridas Venus y Karen, gestoras en aquel momento del proyecto editorial y cultural Ixchel, programaron una hermosa presentación de mi libro Amares y entre el público estaba el querido poeta Rigoberto Paredes y Anarela Vélez, Fabricio Estrada y tantos otros amigos y amigas en la poesía que en ese entonces resistían en una Honduras posterior al golpe de Estado del 2009. Ahora vuelvo “al Paradiso” con la fe intacta por mi palabra. Lee Arístides, lee Soledad, lee Armida, leo. Y me refugio en esa lectura en uno de los lugares más emblemáticos para la resistencia cultural de Centroamérica. Siempre les agradeceré a Venus y Karen su gesto de llevarme de la mano a conocer este lugar y quedar para siempre como parte de su historia.

Las palabras y lo que ellas dicen. Junto con Arístides Vega de Cuba, el poeta hondureño Edilberto Borjas y la querida Consuelo Tomás, de Panamá, llegamos a sentir el abrazo de los estudiantes del Centro Educativo República de Honduras. Bajo la organización amorosa de la querida Perla Rivera, poeta y educadora hondureña, esa tarde fuimos testigos de lo grande que es la palabra y lo que dice cuando uno o más niños y niñas se reúnen en su nombre. La verdad solo existe al interior de la poesía como territorio liberado. Vuelvo a leer el gol de mi padre y recuerdo cuánto arte puso Eduardo Galeano en el fútbol, tratando de disputárselo al valor comercial y de negocio adquirido en los últimos tiempos. Esta vez no me quiebro. Leo y me empodero como acto ritual y necesario de sacarlo todo afuera.

No puedo irme de esta crónica sin atestiguar la pulsión que produjo en mí los dos días de estancia en el Municipio de Cantarranas, ubicado a una hora de Tegucigalpa. Es que un Festival como al que asistimos no podría terminar en mejor lugar que este, donde todo es poesía: sus paredes, sus calles, su sentido.

Me quedo con la imagen que aún conservo: Marta (Argentina), Genoveva (República Dominicana) y yo fuimos comisionados para varias lecturas en la comunidad durante esos días. Aguardamos por los demás poetas para el cierre, al pie del Bulevar donde se levantan varias esculturas. De pronto divisamos a lo lejos un hermoso enjambre en caravana de niños y jóvenes en zancos, con colores, banderas de varios de nuestros países. Conforme se acercan empiezo a latir y darme cuenta de que el Festival va terminando. Luego la caminata, luego la música donde los poetas fuimos uno con el pueblo. Luego la sopa, luego la lluvia, el bosque, el silencio feliz.

La resistencia a través de la poesía es quizá uno de los principales actos políticos en una región como la nuestra. Se disputa al dolor, a la violencia, a la desigualdad, a la pobreza, a la fragmentación social, territorial y cultural. A todo ello se hace frente con “la palabra amor colgada del fusil” como dice el poeta venezolano Rafael Cadenas. Durante esos días de junte y abrazo, giró entre nosotros una broma sobre la poesía secreta, a propósito de un episodio migratorio vivido por la querida poeta colombiana Yirama Castaño. Lo paradójico de esto es que si hubo algo público, ancho y amplio durante aquellos días fue la palabra y su maravilloso don de crear, transformar y decir.

Regreso lentamente a una cotidianidad que me mira de otra forma. Otros colores, otras narrativas. Pero con nuevos abrazos, nueva música, nuevas pieles en mi vida. Luego de este festival seguramente varias cosas adquirirán significados distintos, para seguir creciendo en mi trabajo literario, que es el que en estos momentos me da el alimento para el alma que requiero.

Por eso, la necesaria resistencia viene de adentro y luego se convierte en lienzo para tejer con todos y todas una posibilidad de construirnos y recrearnos.

Hacia eso vamos.

Un país llamado poesía

Por Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense.

Me encuentro en el Festival de Literatura y Música TegusSícanta internacional 2024. Durante tres días y otros que faltan, hemos compartido con estudiantes, funcionarios de universidades, miembros de comunidades y con nosotros mismos. Venimos de Cuba, México, República Dominicana, Argentina, Venezuela, Chile, Guatemala, Costa Rica, El Salvador y Nicaragua. Somos un país ancho y caderudo como dice uno de mis textos. O mejor como cantaba Mercedes: “yo tengo tantos hermanos que no los puedo contar”.

Y gracias a la persistencia y resistencia de Karen Ayala, sus hijas, Otoniel Guevara y su equipo de trabajo, vinimos a reaprendernos un alfabeto nuevo: el del abrazo.

Cada poeta aquí está con su historia a cuestas. Cada uno, cada una llegamos a Honduras llenos de desafíos, algunos rotos, descosidos, alegres, solidarios. Llegamos también a un territorio que necesita tanto la poesía como nosotros.

Y entonces la poesía hace su trabajo. Conforme vamos escuchándonos, nos reconocemos en la diversidad que somos. Y vamos tejiéndonos con palabras, con afectos, con abrazos. Estos son los abrazos que necesita tanto el mundo.

Nos hemos reconocido de inmediato a pesar de que algunos, es la primera vez que nos vemos. Porque vernos y reconocernos son dos cosas distintas. Y complementarias.

Pienso en el valor de la palabra como sedimento, mezcla, herramienta, medicina. Creo en el poder transformador y sanador en países como los nuestros, que la necesitan tanto. Pero, sobre todo, nuestros corazones necesitan coserse para seguir diciendo.

A eso hemos venido a Honduras: a vernos, reconocernos, cosernos, bordarnos. A construir con ese lenguaje claro un país al que no le duela existir y crecer. Y entrar y salir de él sin pasaporte alguno.

El abrazo como salvoconducto.

El miedo en el viento

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Las tomas eran elocuentes. Invitaban a la zozobra, la desconfianza, el rechazo. Un periodista de la sección de sucesos de un noticiero estelar seguía las huellas de quienes intentaban cruzar la frontera entre Nicaragua y Costa Rica para protegerse. Casi que al mismo tiempo que las autoridades fronterizas, intentaba atrapar él mismo con sus propias manos a quienes osaran cruzar a territorio costarricense y devolverlos hacia su país.

Eran tiempos de incertidumbre, de resguardo, de puertas adentro. La amenaza sobre el cuerpo blanco y sanitizado costarricense campeaba y una vez más era ubicada lejos de sus fronteras. En Nicaragua, el abordaje de las autoridades locales sobre la emergencia sanitaria no era el más adecuado y el manejo y la gestión de la información sobre la casuística, así como las medidas de prevención hacia la población, no garantizaban el cuido que por entonces sugerían las autoridades de salud global.

Eran las primeras semanas, los primeros meses desde que en marzo de 2020 se hubiera declarado por primera vez en décadas una pandemia de proporciones planetarias. Sus alcances, conforme avanzaban las horas, eran más amplios en términos de población afectada, territorios cubiertos e impactos a nivel social y económico.

La actitud del periodista costarricense, en realidad, reproducía lo que a nivel colectivo se experimentaba y se impulsaba como voz y prácticas sociales: había que endosarle a alguien, cual chivo expiatorio, la responsabilidad por el aumento de casos que a nivel local, y durante un largo periodo, había registrado una admirable estabilidad hacia la baja y el número de personas fallecidas se había mantenido en un mismo nivel durante semanas.

Todo cambió al registrarse una de las primeras olas pandémicas, denominadas así por las autoridades de salud pública del país. Entonces vinieron las medidas restrictivas y junto con ellas, el aumento de las percepciones colectivas sobre el cuerpo extranjero “que había venido a enfermar al nacional”.

Desde dentro, las familias nicaragüenses residentes o no, conformadas muchas de ellas con un carácter binacional, experimentaron uno de los periodos de discriminación y xenofobia que se recuerden a nivel contemporáneo, quizá solamente anticipado por una odiosa marcha nacionalista convocada en agosto de 2018 en la ciudad capital y que terminó con varias personas detenidas, armas de fabricación casera incautadas y una reacción de descontento de parte de varias personas sobre ese hecho, que indicaba una creciente construcción de discriminación en contra de dichas poblaciones.

Eran tiempos donde el miedo se acrecentaba y las estrategias de invisibilización, mimetización e integración se manifestaban como formas obligadas de contender el rechazo que circundaba en medios de comunicación, espacios públicos y redes sociales.

De sobre la forma en la cual las familias extranjeras, particularmente nicaragüenses vivieron este periodo en la sociedad costarricense, sus preocupaciones, sus afectos, anhelos y esperanzas, habla la novela Polen en el Viento, publicada el mismo 2020 por Uruk Editores, escrita por Rafael Cuevas, escritor y académico guatemalteco radicado hace ya varios años en Costa Rica.

Con una secuencia donde las subjetividades de los distintos personajes desarrollan la historia familiar de migración, inserción, acoplamiento social y laboral en la sociedad costarricense, la trama desarrolla como eje narrativo, los distintos momentos de construcción de la diferencia, el miedo como director de orquesta (al decir del poeta costarricense Ricardo Marín) y los desenlaces que seguramente experimentaron en realidad cientos de personas extranjeras en el país durante aquel periodo.

Uno de los principales argumentos esbozados por Cuevas es el del peso de la institucionalidad al momento de visibilizar con datos a la población extranjera. Algunas veces, muchas veces, por omisión e invisibilización a propósito; algunas veces, muchas veces, porque el peso de la exageración determina percepciones y acciones de política pública, como aquella infeliz directriz en los tempranos días de pandemia que obligaba a las personas extranjeras indocumentadas a recibir atención médica, acompañada de elementos de seguridad.

Es enero de 2023 y es una época de transición hacia lo que ciertamente podría denominarse “nueva normalidad”. Con una preocupante carga de casos en aumento por nuevos brotes, situación que seguramente permanecerá por años, continúa latente el registro, el sedimento del chivo expiatorio en la opinión pública costarricense. Por ello, novelas como la de Rafael Cuevas deben ser consultadas permanentemente como ejercicio de construcción de la memoria colectiva de este momento de la historia, para que la discriminación y la barbarie de creer que la blancura de la población nacional es señal de superioridad biológica y social, sea desterrada para siempre.

Desescalar la investigación social: enunciación y cuido

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Sobrepasamos ya algo más de un año desde que la Organización Mundial de Salud declarara el estado de pandemia. Entre olas, confinamientos, cierres de fronteras, hallazgos de la ciencia, vacunaciones, sistemas de salud exhaustos y combativos, se han develado certezas e incertidumbres sobre las dimensiones humanas que fueron falseadas, las preguntas sobre la construcción social de los afectos las solidaridades, las cercanías.

A la ciencia en su sentido más amplio se le ha demandado consecuencia: respuesta, exactitud, prontitud, pertinencia. Ha respondido desde todas las posibilidades y recursos disponibles.

Sin embargo, no debemos dejar de cuesitonarnos justamente por las condiciones de quiénes hacen ciencia en medio de la pandemia. ¿Que ha pasado con sus vidas? ¿Su subjetividad?

¿Sus redes de apoyo y acompañamiento? ¿Han tenido pérdidas cercanas? ¿Cómo enfrentan el dolor, el miedo? ¿Qué estrategias han diseñado para seguir adelante?

Junto a esas interrogantes sobre las personas y sus entornos, discusiones muy pertinentes y oportunas empiezan a referenciar lo que metafóricamente llamaríamos “desescalar” los acercamientos que se habían venido formulando para profundizar los distintos campos de conocimiento vinculados con el quehacer disciplinario, interdisciplinario y transdisciplinario en las ciencias sociales.

En este sentido: ¿es posible seguir con las mismas preguntas y las mismas metodologías de la denominada “normalidad” como si los procesos sociales y las subjetividades no hubieran experimentado ellos mismos cambios e impactos evidentes producto de la contingencia?

En el recién pasado congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA) denominado “Crisis global, desigualdades y centralidad de la vida”, se discutieron y analizaron varios temas sobre la implicación de la investigación social en el periodo actual.

Entre las reflexiones compartidas destaca el dossier «Desafíos éticos de la investigación social en tiempos de pandemia (parte 2)», en el que las investigadoras de FLACSO Ecuador Tatiana Jiménez Arrobo y Vanessa Beltrán Conejo invitan a considerar los desafíos metodológicos del estudio de los procesos sociales en tiempos de excepcionalidad.

Hablan, desde su rol como investigadoras feministas, sobre la necesidad de “politizar la investigación” en el sentido de implicarse en el ejercicio de la mirada más allá del campo objetivo de los temas y objetos de investigación.

En sus palabras, lo anterior significa politizar las dimensiones subjetivas de quienes se colocan, en los procesos de investigación, como investigadores e investigadoras, porque ellos mismos, ellas mismas, están atravesados por miedos, preguntas, condiciones materiales y de salud tanto física como emocional, que intervienen en sus dinámicas como personas y como investigadoras.

He venido insistiendo en este y otros espacios, en la necesidad de hacer consciente el ejercicio de detenerse y respirar. Es decir, replantearse las formas de trabajo, las prácticas y hasta las propias discursividades, atravesadas como están por las lógicas de poder.

Esta actitud de “restablecernos” es la que proponen Jiménez y Beltrán acerca de considerar el lugar de la enunciación de quien investiga:

“Antes de la pandemia, ninguna de nosotras creía que el cuidado de sí era un elemento central en el diseño de nuestras investigaciones. Lo entendíamos como un privilegio de clase, asociado a procesos de reflexión poco comprometidos con la transformación social. Frente al riesgo de enfermedad, el aumento de las muertes por coronavirus, y el dolor generalizado que conlleva enfrentar la pérdida de seres queridos por pandemia, comprendimos que las preguntas en torno a los cuidados, la responsabilidad y el apego a principios éticos en nuestro proceso de reflexión eran, más que un privilegio, una necesidad. Fue en función de esas preocupaciones y lineamientos que ajustamos nuestras estrategias metodológicas y buscamos nuevas rutas para enfrentar las preguntas que nos habíamos planteado” (2021, 19).

Desescalar la investigación social no solo implica desprogramar lo andado y volcar la mirada a la nuevas realidades y necesidades producidas por la contingencia y la disrupción. Obliga afinar el sentido para situar las desigualdades de clase, género, nacionalidad y espacialidad como rasgos esenciales de una investigación al servicio de los sectores más vulnerables y excluidos.

Pero también señala el camino para considerar la propia subjetividad de quien investiga, acompañarle en el cuido y la escucha. Es esencial dar este paso para afrontar lo que sigue. Desde otras formas y posibilidades. Más cercanas a una ética del cuido y una política del afecto. Es esencial y necesario.

 

Imagen principal: Ilustración de la portada del libro «Emociones, afectos y sociología. Diálogos desde la investigación social y la interdisciplina». (2016). UNAM.

¡Vamos a hacer una comunidad LGBTIQ tóxica!

Luis Rojas Herra (Pherra Divancci)

El 26 de mayo entró en vigencia la ley de reforma sobre el matrimonio igualitario en Costa Rica, antes de esa fecha y desde el inicio de la declaración de Estado nacional de crisis sanitaria producida por el covid-19, las siglas LGBTIQ[1] no habían sido mencionadas por ningún medio de comunicación hegemónica en el país.

Desde el inicio de la crisis sanitaria se visibilizó una intensa campaña de propaganda promovida por los medios de comunicación hegemónica, para impulsar un discurso tergiversado de sororidad que garantizaba beneficiar a todos los ciudadanos por igual.

A pocas horas de entrar en vigencia el proyecto de ley sobre el matrimonio igualitario los discursos solidarios con la homofobia, el clasismo y la desigualad no se hicieron esperar por parte de una sociedad blanqueada, heterosexualizada que sentía en riesgo de perder sus privilegios.

A pesar de los discursos de odio y las actitudes políticamente incorrectas hacia la “comunidad LGBTIQ” que ejerció esta parte de la población, un grupo de “activistas”, que se hacen llamar promotores de los derechos humanos, siguen insistiendo en adquirir migajas de lástima, disfrazadas de respeto, por parte de este sector de la población.

Mismos promotores de los derechos humanos que se encargan de elevar una imagen de “comunidad LGBTIQ” al beneficio del régimen heteronormativo. Sin reconocer la gran desigualdad y violencia estructural que atraviesa el cuerpo y los afectos de las personas que constituyen esas 6 siglas.

Nuestra “comunidad LGBTIQ” ha sido construida por Lesbianas y homosexuales (LG) privilegiados, bajo principios individualistas y que trata de sostenerse de la explotación y desigualdad de las otras 4 letras (BTIQ).

Tiene que llegar el momento en que un grupo de personas, de las 6 siglas, se junten para proponer y construir propuestas que den respuesta para acabar o trans-formar la desigualdad producida por la discriminación.

Tiene que llegar el momento en que un grupo de personas, de las 6 siglas, se sienten a pensar y organizar como trans-formar los sentimientos de superioridad producida por la discriminación entre las mismas personas del colectivo LGBTIQ.

Tiene que llegar el momento en que un grupo de personas, de las 6 siglas, se sienten a pensar y organizar como trans-formar la desigualdad de oportunidades y condiciones laborales producida por la discriminación hacia las personas LGBTIQ.

Tiene que llegar el momento en que un grupo de personas, de las 6 siglas, se sienten a pensar y organizar como erradicar las herramientas afectivas heredades de la heteronormatividad, para producir las nuestras y trans-formar los vínculos afectivos tóxicos para aprender a relacionarnos de una forma más sana entre nosotrxs mismxs. Es en ese momento que podremos empezar a hablar de nuestro propio tejido social.

Cuando ese momento llegue, podremos empezar a llamarnos “comunidad” por merito propio. Hasta el momento la palabra comunidad es un mito construido por un grupo de homosexuales y lesbianas privilegiadas que se ven y viven como heterosexuales por que el capitalismo les favoreció y no piensan trans-formar la estructura que les genera sus privilegios.

Como ejercicio crítico sobre la conciencia de mis privilegios y por la posibilidad que me permite la escritura para gestionar otras recursos epistémicos y lingüísticos les invito a hacer[2] una comunidad LGBTIQ tóxica, yo empiezo:

  • Yo soy el chico gay masculino que no soporta a los hombres afeminados.
  • Yo soy el chico gay que no sale con personas que viven con diagnóstico positivo VIH.
  • Yo soy la chica lesbiana afeminada que no soporta a las mujeres masculinizadas.
  • Yo soy la chica lesbiana que piensa que las ITS solo se le pegan a los homosexuales.
  • Yo soy el chico gay y la chica lesbiana que no se identifica con el “ambiente gay” por que es muy promiscuo, lleno de drogas y fiestero.
  • Yo soy el chico gay y la chica lesbiana que no construye relaciones afectivas con bisexuales por que son más propensos a ser “infieles”.
  • Yo soy el chico gay y la chica lesbiana que piensa que los bisexuales están confundidos, solo son personas que no se lxs han cogido bien aún.
  • Yo soy la persona diversa que promueve el ¨cuido propio¨ con un estilo de vida saludable. Por eso voy a un centro de acondicionamiento físico, que me cobra en dólares, y me alimento con comida artesanal que compro en barrio de moda de la ciudad donde vivo. Y me tomo muchas fotos con el fin de compartir mi estilo de vida sano por mis redes sociales.
  • Soy el que se autodenomina queer por moda del imperialismo occidental y colonial.
  • Soy el chiquito privilegiado que se pinta las uñas, usa falda y cree que es revolucionario.
  • Soy la persona que piensa que de verdad existen las “feminazi”.
  • Yo soy el homosexual y la lesbiana joven que se desentiende de las personas de la “comunidad” envejecidas viviendo en condiciones de olvido y precarización.
  • Yo soy el cliente que le pide rebaja al scort o a la puta por su trabajo.
  • Yo soy el cliente que agrede y abusa del scort y de la puta por su trabajo.
  • Yo soy el cliente que paga más si el scort y la puta acceden a negociar el uso del condón durante la penetración.
  • Yo soy el cliente que se va sin pagar lo acordado.
  • Yo soy el gay musculoso que vive con ansiedad si no tengo la aprobación de mi belleza de los likes de Instagram en cada una de mis fotos sin ropa.
  • Yo soy el gordo que vive con ansiedad por que no tengo likes en Instagram.
  • Yo soy el “poco algo” que vive para alimentar el ego y la soberbia del gay musculoso.
  • Yo soy la persona hermosa que utiliza su belleza para subordinar a otrxs.
  • Yo soy la persona fea que me dejo subordinar por la persona hermosa.
  • Yo soy la persona queer de-construida que solo puede construir relaciones románticas e idealizadas.
  • Yo soy la persona queer de-construida que desea constituir familia tradicional y reproducirse.
  • Yo soy el homosexual y la lesbiana privilegiada que piensan que el matrimonio igualitario es la solución a todos los problemas de desigualdad que tenemos en la comunidad.
  • Yo soy el homosexual y la lesbiana privilegiada que piensa que la persona es podre porque quiere.
  • Yo soy el activo que espera que el pasivo “siempre” este listo. Porque un ¨buen pasivo” tiene el culito limpio por naturaleza.
  • Yo soy la persona que conocí por Grindr pero que me enfado cuando la otra persona cambia de opinión y ya no quiere tener penetración.
  • Yo soy el hombre que coge a pelo con otros hombres porque se siente más rico, y luego se coge con su esposa o a su pareja que vive engañada siendo monógama.
  • Soy la persona que no demuestra afecto a otras personas del mismo sexo en público porque piensa que hay que “respetar” a los heterosexuales.
  • Yo soy la persona diversa que se queda callada, cuando en mi presencia discriminan a alguien por ser diverso, sobre todo si es feo.
  • Yo soy la persona diversa que se queda callada, cuando en mi trabajo se expresan de manera discriminatoria sobre lo que es ser gay o lesbiana.
  • Yo soy la persona diversa que se queda callada, cuando en mi familia critican de manera discriminatoria mi “Estilo de vida” por ser gay o lesbiana.
  • Yo soy el dueño del bar gay que no les brinda garantías sociales a sus empleados.
  • Yo soy el dueño del bar gay que no paga salarios dignos a las Drags.
  • Yo soy el dueño del bar gay que explota con largas jornadas laborales, bajos salarios y sin garantías sociales a sus empleados. Y además los obligo a que se quiten la camisa.
  • Yo soy el dueño del bar gay que no deja entrar a mujeres trans al bar.
  • Yo soy el dueño del bar gay que no emplea personas trans en el bar.
  • Yo soy el dueño del bar ¨gay friendly¨ que deja que abusen sexualmente a mujeres en los baños.
  • Yo soy la organización LGBTQ que trabaja con hombres que tienen sexo con hombre (HSH). Pero que no atendemos hombres trans, porque ellos no son hombres.
  • Yo soy la organización LGBTQ que trabaja con mujeres trans que solo aceptamos chicas trans que den lástima por su condición de extrema vulnerabilización para así poder conseguir fondos internacionales.
  • Soy el activista LGBTIQ que lucra con el dolor y la miseria de los demás.
  • Soy el activista LGBTIQ que solo quiere figurar y levantar culitos.
  • Soy el empresario que lucra con el “Pride
  • Soy el empresario que lucra con la “Expo Boda Gay
  • Soy la cámara de comercio diversa Costa Rica.
  • Soy la inmobiliaria que se promociona gratis del “Pride
  • Soy la marca registrada que se posiciona con el “Pride
  • Soy la empresa privada que lucra con el “Pride
  • Soy el político que hace populismo con el “Pride
  • Soy parte de la junta directiva (personería jurídica) que privatiza y organiza el “Pride”.
  • Yo soy la clase de persona que mientras no me toquen mis privilegios, el resto de las personas me valen verga.

Sigue usted…

[1] LGBTI utilizadas por un grupo hegemónico heterosexualizado y privilegiado para categorizar las personas que se enuncian de la disidencia del régimen heteronormativo.

[2] Durante la cuarentena se viralizaron una seria de memes que tenían como dinámica construir situaciones o espacios bajo la categoría tóxico. Donde las personas podían contribuir agregando a la lista nuevas situaciones o características.

Conversatorio: “El giro sensible en la Sociología: cuerpo, sentidos y afectos”

La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica le invita este miércoles 07 de noviembre a las 2 p.m. al conversatorio “El giro sensible en la Sociología: cuerpo, sentidos y afectos”, el cual contará con la participación de:

  • Olga Sabido Ramos, profesora investigadora, Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco, México
  • Nancy Piedra Guillén, directora de la Maestría Centroamericana en Sociología, UCR

Moderador:

  • Randall Blanco Lizano, profesor de la Maestría Centroamericana en Sociología, UCR

Para más información, comuníquese a los teléfonos 2511 3203 / 2511 5022 o al correo sociologia@sep.ucr.ac.cr

 

Enviado por Nancy Piedra Guillén.

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