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Etiqueta: filibusteros

¿Qué tenemos para mañana Primero de Mayo?

Vladimir de la Cruz

Mañana Primero de Mayo se concentran cuatro eventos en el Calendario de la Patria muy importantes.

El Primero, el 168 aniversario de la Rendición de William Walker, el filibustero estadounidense que quiso apropiarse de Centroamérica, de las cinco repúblicas y convertir a nuestros pueblos en pueblos esclavos de los Estados sureños de los Estados Unidos. Walker durante su estancia y ocupación en Nicaragua, estableció por un breve periodo la esclavitud, habiéndose declarado presidente de ese país.

La rendición de William Walker es lo que motiva la celebración del Primero de mayo como día feriado nacional. Así lo estableció el presidente Juan Rafael Mora quien dirigiera como gran estratega y conductor táctico al Ejército Nacional en esa lucha, librada en los territorios de Costa Rica y de Nicaragua. La celebración obligatoria la estableció a partir de 1858 en todo el territorio nacional.

Lamentablemente en el día feriado ni en la celebración del día Primero de mayo se usa, o se acostumbra a relacionarlo con esta fecha que da su origen de día feriado y Fiesta Nacional. La prensa y los medios de comunicación no acostumbran a recordar esta fecha, con este contenido.

Los filibusteros eran en leguaje contemporáneo mercenarios, que con ejércitos privados, se prestaban o servían a gobiernos para iniciar o desarrollar guerras con objetivos económicos y políticos.

El segundo evento es la celebración del Primero de mayo como día internacional de los trabajadores. Se originó en las luchas que se dieron a partir de 1880 en Estados Unidos y Europa, que culminaron en los sucesos y grandes huelgas de trabajadores de 1886, en la ciudad de Chicago. En Estados Unidos se acostumbraba que cada primero de mayo los trabajadores y sus empleadores, en asambleas directas, pactaban los contratos de trabajo para el siguiente año.

La Federación Americana del Trabajo, sindicato que todavía existe con sede en Washington, y la Organización de los Caballeros del Trabajo, que agrupaba trabajadores inmigrantes en Estados Unidos y amplios sectores obreros, plantearon en sus Asambleas y Congresos realizados que el primero de mayo de 1886 se realizara la petición en los contratos de trabajo de la ocho horas diarias, como cláusula fundamental. Casi un millón de trabajadores se mantuvo en huelga por varis meses. En los primeros días de mayo la tensión fue muy grande y en la ciudad de Chicago se produjeron importantes disturbios, con heridos y muertos. A los principales dirigentes obreros de la huelga los capturaron, les siguieron un juicio totalmente amañado y los condenaron a muerte. En 1890 judicialmente corrigieron el juicio indicando que no habían tenido responsabilidad en aquellos incidentes, pero ya los habían matado. A esos dirigentes de les recuerda como los Mártires de Chicago. Ellos fueron August Spies, George Engel, Samuel Fielden, Adolph Fischer, Louis Lingg, Michael Schwab, Albert Parsons y Oscar Neebe. Su lucha fue por la jornada de ocho horas, el hacer valer la máxima «ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa». Las mujeres en esas luchas pedían el mismo sueldo por igual tarea y la reducción de la jornada laboral.

Las huelgas de 1886 lograron la jornada de ocho horas que se impuso, en términos generales, para el 80% de los trabajadores de los Estados Unidos. En 1888 la Federación Americana del Trabajo volvió a convocar para que el primero de mayo de 1890 se volvieran a realizar huelgas y manifestaciones para lograr la jornada de ocho horas de manera obligatoria en todos los Estados Unidos. Con este motivo dos congresos obreros socialistas, que se realizaron en París en 1889, acordaron sumarse a estas luchas, de manera internacional, a partir de 1890, y el Congreso reunido en la Sala Petrelle, acordó declarar el Día Primero de Mayo, como un día que debía celebrarse a partir de esa fecha de manera perpetua, para que cada primero de mayo, de cada año, los trabajadores se movilizaran demandando esta jornadas, hasta que así se aprobara definitivamente y para que, cada primero de mayo, se hiciera un balance de las luchas realizadas en el año transcurrido y se hiciera un planteamiento de luchas sociales y obreras para el año venidero. Así se estableció esta fecha, que en Costa Rica, con ese contenido se empezó a celebrar desde 1913. En el desfile de ese año, el discurso realizado por Joaquín García Monge ligó la fecha de la rendición de Walker con la de las luchas de los trabajadores.

La jornada de ocho horas de trabajo se empezó a a luchar en esa década. Desde 1918 se intensificó. A inicios de 1920, en febrero, se logró ganar para el sector público y se mantuvo un estado de huelgas y protestas que hicieron que en diciembre de 1920, el gobierno estableciera la jornada de trabajo en el país en ocho horas diarias, con cuarenta y ocho horas semanales.

En 1919, al terminar la Primera Guerra Mundial se constituyó la Organización Internacional del Trabajo, OIT, que hoy forma parte de las organizaciones de las Naciones Unidas, a la que años después se integró Costa Rica. El Primer Convenio de Trabajo aprobado por la OIT fue el del establecimiento de la jornada de ocho horas diarias. Hoy la OIT, fortaleciendo los derechos de los trabajadores ha aprobado jornadas de seis horas diarias, sin disminución del salario, para trabajadores de algunos países europeos que han rebajado la jornada diaria y semanal de trabajo, como conquistas sociales de los trabajadores, avaladas por sus gobiernos.

En Costa Rica desde inicios de este siglo ha habido tendencias y presiones en la Asamblea Legislativa para elevar la jornada de trabajo a doce horas diarias, por cuatro días consecutivos, manteniendo la jornada de 48 horas a la semana. En este momento el proyecto de Ley de esta jornada de trabajo esclavista se encuentra en trámite legislativo, por impulso del actual gobierno y presidencia de Rodrigo Chaves Robles.

La manifestación convocada para mañana debe servir para presionar a los diputados para que no aprueben esta jornada de trabajo.

El tercer evento, asociado a esta fecha, es la elección del Directorio Legislativo, del grupo de diputados que debe dirigir la Asamblea Legislativa en su última Legislatura, período de tiempo que va desde el primero de mayo del 2025 al 30 de abril del 2026. La elección cobra relevancia porque el presidente Rodrigo Chaves Robles ha venido atacando despiadadamente a la Asamblea Legislativa, como institución y como Poder de la República, y a sus integrantes, los diputados, como lo peor del ambiente político institucional, y pintando a algunos diputados, entre ellos al presidente Legislativo, Rodrigo Arias Sánchez, como un malhechor o delincuente. A ellos se refiere con los peores adjetivos, con insultos y ofensas a sus cargos y a sus dignidades personales.

El presidente Chaves ha hecho de su enfrentamiento con la Asamblea Legislativa una invasión y una intromisión a la autonomía, independencia y soberanía que la Asamblea debe tener. Ha hecho de su enfrentamiento un problema biliar, hepático, personal, de lucha de rufián callejero, sin ningún respeto ni decoro. Ha amenazado a la Asamblea Legislativa, a sus diputados de que no deben reelegir al presidente Rodrigo Arias Sánchez, como presidente legislativo, advirtiendo que si lo hacen no nombrará ministro de la Presidencia, y que romperá vínculos institucionales con el Poder Legislativo. Está llamando a los diputados a votar contra Rodrigo Arias Sánchez, a apoyar a cualquier otro diputado que se le enfrente. Esta semana postuló a uno de los diputados de lo que se conoce como la fracción oficialistas, que son ocho diputados rebeldes del Partido Progreso Social Demócrata, que llevó a la presidencia de la República a Rodrigo Chaves Robles.

El presidente Chaves logró penetrar las estructuras de los partidos “no oficialistas” impulsando tendencias divisionistas frente a la candidatura de Rodrigo Arias Sánchez. Así en la Unidad Social Cristiana en un momento logró desarrollar la tendencia feminista, también en el partido Nueva República, que postularon mujeres, manteniendo la tesis de que una mujer es la que debe dirigir la Asamblea Legislativa. La candidata de la Unidad Social Cristina se retiró de su postulación, pero se mantiene dividido el partido por los burros, caballos y yeguas de Troya que logró introducir en esos partidos.

Impulsó el presidente Chaves la tesis de que hay que renovar la presidencia legislativa, como parte de un mecanismo democráticos. Sin embargo, en el grupo “oficialista” de diputados sostienen la tesis de que es necesaria la jefatura por cuarto año consecutivo para la diputada mentirosa Pilar Cisneros. Igual ha sucedido con el partido Nueva República, en que su principal diputado y dirigente, también aspirante presidencial, Fabricio Alvarado, de nuevo asumirá la jefatura de su fracción de diputados. Pareciera que el diputado Eli Feinzaig también repetirá su jefatura de fracción y de candidatura a la Presidencia. Estos personajes objetan, como necesidad de cambio en la dirección, que Rodrigo Arias Sánchez repita la jefatura presidencial de la Asamblea Legislativa, pero ellos defienden su relección continúa. ¡Vaya farsa e hipocresía!

La sorpresa ante esta decisión, ante esta elección parlamentaria, en este momento tan importante para el país, la da la fracción legislativa del Frente Amplio, que ha señalado que apoyará al candidato que está ofreciendo el presidente Rodrigo Chaves Robles, que está tratando de dinamitar todo el aparato institucional y democrático del país y que arreciará con la intención de aprobar la jornada esclavista de las 12 horas diarias de trabajo. Esto, sí es así, va a ser un error político enorme en la fracción legislativa del Frente Amplio, que hasta ahora se ha desempeñado con buena imagen pública.

En esta elección legislativa no caben posiciones intermedias, ni neutras, de ir a votar los votos. Provocar en este momento una presidencia pro gobierno chavista es lo peor que le puede ocurrir al Poder Legislativo y al país, y al proceso democrático nacional. En juego están muchas cosas, que pueden caer en el ámbito parlamentario para su trámite legislativo, entre ellas el posible trámite de levantamiento de la inmunidad política al presidente de la República para que se le sigan procesos judiciales, o el apoyo legislativo para un estado de excepción, de fuerza, que está preparando el presidente Chaves, que viene amenazando con un posible fraude electoral y con una necesaria defensa de la democracia, de su democracia.

No es el momento de valorar sentimientos o resentimientos personales de Rodrigo Arias Sánchez. Si se le ha elegido tres veces para que dirija la Asamblea Legislativa hay las mismas motivaciones para que así continúe al frente. Motivaciones más fortalecidas por cuanto es quien ha dado la cara y ha puesto el pecho en defensa de la institucionalidad nacional, y la independencia legislativa y sus diputados, frente a los ataques despiadados del pachuco inquilino de Zapote.

Aquí, en esta elección, no exagero decirlo, se está decidiendo el futuro de la próxima elección, no para que la gane Liberación Nacional sino para que no la gane el partido político que Rodrigo Sánchez apoye. Eso es lo que está en juego, la primera derrota, de Rodrigo Chaves Robles en su camino a la toma de la Casa Presidencial, en el 2026, y su posibilidad de que a quien él apoye tenga también 40 diputados.

Ya Natalia Díaz, anunciando su no doble postulación, avisó que ella podría ser la ungida presidencial de Rodrigo Chaves, y que su partido podría ser el que le abra la puerta la postulación a diputado de Chaves, para lo cual de paso, anunció, que ella espera elegir 20 diputados. En las elecciones municipales dio una gran sorpresa al dominar diez alcaldías. De manera que hay que ponerle atención. NO deja de ser una buena y atractiva candidata ante el electorado. A Laura Fernández, la otra candidata cercana al presidente Chaves también la están presentando como en una pasarela a Miss Presidenta. Ya avanzan los partidos jaguares en su proceso de inscripción. El resto de los partidos están bastante dormidos, sin presencia pública, sin mensajes al electorado, sin definiciones claras.

El cuarto evento asociado al primero de mayo, es la obligatoriedad presidencial de entregar un informe a la Asamblea Legislativa, en esta fecha, sobre el “estado” de su gobierno, sobre el “estado” en que se encuentra el país. El informe presidencial debe indicar cuál es el rumbo que tiene el país, qué ha logrado, qué tiene pendiente.

El informe debe ser presentado el primero de mayo. Para su lectura se habilita la siguiente sesión parlamentaria. Por la naturaleza de este fin de semana, con el viernes atravesado, que no es de trabajo parlamentario, salvo que excepcionalmente así lo establezcan los diputados, cosa que no hicieron, corresponde ser leído en la sesión parlamentaria del próximo lunes.

No es obligatorio que el presidente lo tenga que ir a leer. Es lo que se ha usado tradicionalmente con un acto solemne y protocolario del mayor nivel, con todo el cuerpo diplomático invitado, y las altas autoridades de gobierno y eclesiásticas. Pero, como el presidente esta “agarrado” y “berrinchoso” con la Asamblea Legislativa, bien podría suceder que si nombran a Rodrigo Arias como Presidente del Poder Legislativo, y en el acto de lectura o presentación del Informe presidencial, también estarán los “enfermos” de la “metástasis cancerosa” de los presidentes de la Corte Suprema de Justicia, del Tribunal Supremo de Elecciones, de la Sala Constitucional, de la Sala Tercera de la Corte, la Contralora General de República y otros posibles “enfermos” que el presidente quisiera “curar”, o “enterrar” si pudiera hacerlo, para gobernar sin controles, el presidente para “no contagiarse” de las pestes que les menciona que tiene, puede no asistir a leer el Informe, lo que tendría que hacer el Secretario de la Asamblea lecto el primero de mayo.

El presidente también se burló y habló mal de la Asamblea y sus diputados por no haber habilitado el viernes para la presentación de su informe. En este asunto de traslado de fecha pinto a los diputados como “vagabundos”.

Esto es lo que tenemos a la vista frente al jueves Primero de Mayo próximo.

Compartido con SURCOS por el autor.

La batalla de Sardinal y nuestra soberanía

Dos vistas de la celebración del 169 aniversario del triunfo en la batalla de Sardinal, realizada este jueves en Sarapiquí. Foto: Luko Hilje

Luko Hilje (luko@ice.co.cr)

Alocución, en la celebración del 169 aniversario del triunfo costarricense en la batalla de Sardinal, que permitió expulsar del territorio nacional a los filibusteros invasores, el 10 de abril de 1856

Era febrero de 1856. Costa Rica vivía en un estado de zozobra y tirantez, ante la presencia en Nicaragua del ejército filibustero liderado por William Walker, que no era un simple y ocurrente aventurero, sino médico, abogado y periodista, quien tenía muy claro lo que quería.

Para sus aviesos fines, contaba con el sólido apoyo político y económico de grandes terratenientes, dueños de latifundios de algodón, caña de azúcar y tabaco, imposibles de cultivar sin la mano de obra de los esclavos negros. Por tanto, en su afán expansionista y sus fines comerciales, ellos y Walker coincidían en el objetivo de tomar el poder en los cinco países centroamericanos, implantar la oprobiosa esclavitud, y anexarlos a lo que, a partir de 1861, serían los Estados Confederados de América, o la confederación de estados sureños.

Atento a las ambiciones de Walker, el presidente don Juan Rafael (Juanito) Mora llamó a nuestro pueblo a las armas y, nomás empezando marzo, 4000 hombres y mujeres habían marchado hacia Puntarenas y Guanacaste para defender la integridad territorial, ante la amenaza de invasión de las fuerzas filibusteras.

Antes de continuar, debe recordarse que Walker tenía su cuartel general en la ciudad de Granada, a orillas del lago de Nicaragua. Y, desde ahí, contaba con unos 10 vapores, que en febrero le había incautado al magnate Cornelius Vanderbilt, otrora dueño de la Compañía Accesoria del Tránsito, empresa muy próspera durante la llamada “fiebre del oro”, cuando miles de aventureros cruzaban Nicaragua por el río San Juan y el citado lago, para llegar a California. Dicha flota le permitía a Walker el dominio pleno del río, donde había establecido cuatro posiciones estratégicas: el fuerte de San Carlos, el Castillo Viejo, Punta Hipp —frente a La Trinidad— y San Juan del Norte, en la costa del Caribe.

Para retornar a la marcha de nuestro ejército, consciente de que, mientras el grueso de las tropas estaba cerca de la costa del Pacífico, los filibusteros podrían invadir el Valle Central, don Juanito tomó una oportuna decisión.

En efecto, mandó a llamar a San Ramón al botero Francisco Martínez, para que se reunieran en Atenas, donde le otorgó el grado de capitán y le asignó una misión especial: dirigirse con un batallón al río San Juan, a través de la región de San Carlos, que él conocía muy bien. Martínez se dio a la tarea de organizar su tropa, y ya el 21 de marzo salía de la capital hacia San Ramón, para desde ahí llegar al río San Carlos y navegar hacia el San Juan. No obstante, por razones que sería muy extenso relatar, permanecieron en Muelle de San Carlos, y nunca se enfrentaron a los filibusteros.

Con el país en vilo, sobrevino una situación urgente, a la que había que hacerle frente. Ocurrió que cinco días antes, el 16 de marzo, el cartero Manuel Gutiérrez, quien traía consigo los fardos del correo oficial que habían llegado a San Juan del Norte desde Inglaterra, fue retenido en La Trinidad por una tropa de 25 hombres, a cargo del teniente John M. Baldwin. Este grave hecho activó las alarmas, pues se temía una invasión por Sarapiquí a ciudades clave, como Alajuela, Heredia y San José. Además, como esa era la Semana Santa, la gente estaba distraída, dedicada a los cultos religiosos propios de esas festividades católicas.

Antes de proseguir, es importante indicar que, al revisar con cuidado la documentación existente, no está tan claro que se temiera una invasión hasta el Valle Central. Más bien, se percibe que la intención de nuestro batallón no era enfrentarse a los filibusteros, sino tan solo acercárseles, para atisbar sus movimientos. Es decir, tenía carácter preventivo. Eso sí, si éstos penetraban a Costa Rica por el río Sarapiquí, sí habría confrontación armada, lógicamente.

Como era urgente actuar, se optó por un plan expedito. Por entonces se contaba con dos destacamentos de 25 soldados, que estaban en los puestos aduanales de Muelle y Cariblanco —establecidos para evitar el contrabando desde San Juan del Norte—, a cargo de los capitanes Pedro Porras Bolandi y Francisco González Brenes, respectivamente.

Fue así como, para conformar el batallón necesario, se decidió que a ellos se les sumarían otros 50 hombres, provenientes de Alajuela; éstos venían al mando del general Florentino Alfaro Zamora y del teniente coronel Rafael Orozco Rojas. La escogencia de alajuelenses se basó en que se consideraba que eran quienes estaban más familiarizados con dicha región, tan montañosa y colmada de peligros. Y fue así, poco a poco, pero rápido, que se fueron congregando en Muelle todos los soldados.

Ahora bien, de Muelle a La Trinidad —que era el punto a vigilar, tomado por los filibusteros—, hay una distancia de unos 45 kilómetros. Y, aunque ese trecho se podía navegar en pocas horas en balsas y botes, era muy riesgoso hacerlo pues, al aproximarse a la desembocadura en el San Juan, la tropa nuestra podía ser detectada y atacada de inmediato. Fue por ello que se eligió avanzar a pie por la ribera izquierda del río Sarapiquí, machete en mano, para abrir una picada o trocha en la tupida montaña.

En la mañana del 10 de abril, nuestra corajuda tropa ya había avanzado unos 18 kilómetros, hasta la desembocadura del pequeño río Sardinal. Sin embargo, es posible que alguien delatara la presencia de nuestra tropa ahí, por lo que Baldwin vino a toparla y enfrentarla, al mando de unos 100 mercenarios, en seis embarcaciones; ellos dicen que eran apenas 20 hombres y dos lanchas.

Desembocadura del río Sardinal, en cuyo estero —hoy inexistente—, se libró la batalla contra los filibusteros. Foto: Luko Hilje

Eran cerca de las ocho de la mañana. Al notar que desde el pequeño estero que había en la boca del río —hoy eliminado por la erosión— se elevaba el humo de una fogata de nuestros combatientes, Baldwin decidió atacarlos.

Estaban desprevenidos y confiados, pues mientras una cuadrilla trabajaba en la continuación de la trocha, la mayoría reponía fuerzas en un playón del estero que estaba aguas arriba.

De súbito, desde un recodo de la ribera, sobre un playón del estero localizado aguas abajo, de manera sorpresiva desembarcaron los filibusteros y de una vez empezaron a disparar sus fusiles. Nomás iniciada la refriega, el general Alfaro fue herido en el brazo derecho, por lo que debió retirarse del combate, al punto de que ni siquiera pudo dirigir su batallón.

Ante tal escenario bélico, había razones de sobra para estar pesimistas. Aún más, en un parte de dicha batalla, el jefe militar Orozco expresaba su impotencia al ver a los soldados enemigos desembarcando con soltura, “porque desgraciadamente el Estero de Sardinal, que nos separaba de una parte de ellos, nos impedía entablar lucha con otra arma”. Con esto, él quería decir que el hondo caño que corría en medio de los dos playones del estero los distanciaba de los filibusteros, lo cual anulaba la posibilidad de acometer luchas cuerpo a cuerpo y matarlos con sus filosas bayonetas y machetes, técnica en la cual los costarricenses eran muy diestros, como lo atestiguaron las batallas de Santa Rosa, Rivas y La Trinidad.

Además, una vez iniciada la escaramuza, los nuestros escucharon el silbido de disparos desde la ribera del río donde ellos estaban, pues Baldwin ordenó a una columna que avanzara por tierra, hacia el estero. O sea, los filibusteros los estaban atacando por dos flancos.

Ante tales adversidades, el fervor patrio se convirtió en llamarada, y de los pechos de nuestros héroes brotó la bravura necesaria para defender la patria agredida. Al percatarse de esto, sacando fuerzas de flaqueza, los soldados de la cuadrilla que trabajaban abriendo trocha aguas abajo regresaron hacia el estero y empezaron a disparar, protegidos por la densa vegetación de la ribera.

En pocos minutos se suscitó el fuego cruzado entre las dos tropas, de manera intensa e incesante. Y, tras una hora de enfrentamiento, los filibusteros recularon hacia La Trinidad, dejando abandonados cuatro muertos en tierra, entre ellos el teniente William Rakestraw, además de que —según lo dicen algunos informes—, unos 25 se ahogaron, pues la piragua en la que estaban se hundió.

Aunque, según Walker, en su libro La guerra en Nicaragua (1860), en nuestras filas murieron más de 20 hombres, eso es absolutamente falso, pues perdimos apenas tres: Salvador Alvarado, Salvador Sibaja y Joaquín Solís, por desaparición los dos últimos. Además, hubo tan solo seis heridos, aparte del general Alfaro: Manuel Arias, Manuel María Rojas, Manuel Cabezas, Manuel Morera, Joaquín Arley y Desiderio Quesada; todos eran alajuelenses, excepto Cabezas y Arley, de San José y Cartago, respectivamente.

Después de trasladar los heridos a Muelle, para que los curara el médico Lucas Alvarado Quesada, en las semanas subsiguientes el batallón permaneció en Muelle y Cariblanco, por si sobrevenía un contraataque filibustero, el cual nunca ocurrió.

De esta manera, al igual que en Santa Rosa el 20 de marzo anterior, en Sardinal los filibusteros fueron expulsados del territorio nacional el 10 de abril, y se les derrotaría al día siguiente en la memorable batalla de Rivas, en Nicaragua. Y ocho meses después, el 22 de diciembre, se les expulsaría por tercera vez, en la batalla de La Trinidad—, la cual marcó el principio del fin de Walker, hasta su rendición en Rivas, el 1° de mayo de 1857.

Es decir, la batalla de Sardinal —acaecida hace 169 años aquí—, marcó un hito indeleble en la senda que, rubricada con la generosa sangre de sus heroicos hijos, nos permitió recuperar la libertad y la soberanía nacional cuando estuvieron amenazadas por los ominosos sueños imperiales de Walker.

Y confío en que este ejemplo represente un inextinguible faro, que nos ilumine y aliente siempre para emularlos, y defender nuestra patria cuando haya que hacerlo.

Tributo por parte de miembros de nuestra Fuerza Pública a la bandera izada en el hito de la Ruta de los Héroes, en Sardinal, Sarapiquí. Foto: Luko Hilje

La Batalla de Rivas: Grito de libertad en Centroamérica

5 minutos o menos

El 11 de abril de 1856 se libró una de las batallas más significativas en la historia de Costa Rica y de toda Centroamérica, la Batalla de Rivas, en la ciudad del mismo nombre, en Nicaragua. Fue allí donde el ejército costarricense, liderado por el presidente Juan Rafael Mora Porras, se enfrentó con valentía a los filibusteros de William Walker, un militar estadounidense que buscaba imponer un régimen esclavista en la región.

William Walker no era un simple aventurero militar, era parte de un movimiento estadounidense que pretendía conquistar territorios latinoamericanos para extender su dominio y la esclavitud. En 1855 tomó el poder en Nicaragua y amenazaba con expandir su influencia por todo el istmo.

Costa Rica no se quedó de brazos cruzados. El presidente Mora, libertador de Costa Rica, movilizó al país y formó un ejército decidido a defender la soberanía nacional y centroamericana.

Durante la batalla, los militares norteamericanos se atrincheraron en el mesón de Guerra, desde donde repelían los ataques costarricenses.
Fue entonces cuando surgió uno de los actos heroicos más recordados. Después de varios intentos fallidos y soldados heridos, Juan Santamaría, logró prender fuego al edificio, sabiendo que perdería su vida también.

Y así fue. Logró su misión, y su sacrificio inclinó la balanza a favor de Costa Rica. Ese acto de entrega ha convertido a Santamaría en símbolo nacional de heroísmo y de lucha por la soberanía, libertad y dignidad nacional, algo de lo que carecieron la inmensa mayoría de los gobernantes costarricenses, excepto Rodrigo Carazo y su intento por enfrentarse al FMI.

La victoria en Rivas no solo frenó las intenciones de los Estados Unidos y Walker, sino que inspiró a otras naciones centroamericanas a unirse para expulsar definitivamente a los filibusteros de la región. La batalla demostró que, incluso una nación, unida por una causa justa, puede resistir amenazas imperiales. También demostró posteriormente que la unidad de los pueblos centroamericanos, como soñaba Francisco Morazán, podía lograr enfrentar al enemigo de la humanidad, los EEUU.

Cada 11 de abril, Costa Rica celebra este día, recordando no solo a los héroes y heroínas, sino también el espíritu de libertad, dignidad y valentía que definió aquella batalla.

Aunque a lo largo de los años, los diferentes gobiernos lo han minimizado y convertido en una fecha de propaganda de sus malos gobiernos, es un día para honrar la historia, pero también para reflexionar sobre la importancia de defender los valores democráticos y la soberanía de los pueblos.

La Batalla de Rivas no fue solo un momento bélico, fue un grito de libertad, soberanía e independencia, que aún resuena en los corazones de los costarricenses, centroamericanos y de muchos latinoamericanos.

Martín Rodríguez Espinoza
10 de abril de 2025

Honor a los héroes de Santa Rosa

Freddy Pacheco León

Freddy Pacheco León

La gran CAMPAÑA NACIONAL, inspirada, promovida, justificada, por don Juanito Mora, es valorada por los costarricenses patriotas, como la que nos heredó la libertad e independencia, que estuvimos a punto de perder, ante la invasión de militares esclavistas, comandados por el indeseable William Walker.

Como parte de esa gesta heroica, La GRAN BATALLA DE SANTA ROSA, es, sin duda, el hecho más significativo, de todos los sucedidos. Se trata de un acontecimiento histórico, inmenso, de trascendencia nacional, por supuesto, pero, de dimensión latinoamericana, e incluso, universal, que ha de valorarse justamente.

Las botas militares de los inmundos soldados extranjeros, que ya estaban manchando el sagrado suelo costarricense, avanzaban sin resistencia, confiados en la supuesta incapacidad militar defensiva, de unos campesinos, que seguramente, saldrían corriendo ante el primer disparo.

Venidos del sur de los Estados Unidos, estaban listos para seguir su invasión, sin imaginar siquiera, que Costa Rica, para entonces, tenía un Presidente inteligente, honrado, valiente, dispuesto a dar su vida, en defensa de la Patria, como cabeza de un pueblo humilde, mayormente analfabeto, pero capaz de entender el mensaje, de su admirado líder. Pueblo que, igualmente, estaba dispuesto a derramar su sangre, para proteger a sus seres queridos, de las bestias invasoras, que traían perros de guerra en sus filas.

Fueron solo unos 15 minutos que, a la postre, se hicieron eternos. Minutos que enmarcan, con sangre de héroes, una página patriótica, que sustenta los cimientos del alma nacional. Decididos soldados, con escasa formación militar, pero inspirados por las convincentes y muy sentidas proclamas de su gran Presidente, que marcharon sin vacilación, en defensa de nuestra independencia, y la de los países hermanos centroamericanos.

Así. todos los 20 de marzo, tenemos el deber de honrar a los hombres que triunfaron en la Batalla de Santa Rosa. La memorable, la de mayor trascendencia histórica, la que permitió expulsar del país, a los militares invasores, que con su mugrosa presencia, ensuciaban el sagrado suelo Patrio. Soldadesca despreciable, cobarde, que pretendía inútilmente, arrebatarnos la preciada paz, la libertad. Mercenarios que sucumbieron ante el patriotismo de buenos costarricenses, para quienes la independencia, declarada tan solo unos 35 años antes, sí era valorada como un tesoro, que difícilmente nos arrebatarían.

Preguntémonos, sobre ¿cuál habría sido nuestro destino, si no se hubiese derrotado a las huestes filibusteras, en la hacienda Santa Rosa? Y, asimismo, sobre lo que habría sucedido en 1856, ¿si la silla presidencial, hubiera sido ocupada entonces, por un «colaborador» de los invasores?

20.3.2025.

Realicemos el Funeral de Estado que le debemos al Presidente y Benemérito de la Patria, Juan Rafael Mora Porras y las Honras fúnebre de Honor a los Generales Ignacio Arancibia y José María Cañas

Vladimir de la Cruz
Secretario de la Academia Morista Costarricense

Un día como hoy, 30 de setiembre, hace 164 años se escribió “la página más triste y sangriente de la historia de Costa Rica”, como lo expresara el gran historiador Rafael Obregón Loría, quien tuvo a su cargo, con motivo de la celebración del centenario de la derrota de los filibusteros norteamericanos en Costa Rica y en Centroamérica, el escribir el mejor libro y relato de aquella epopeya nacional y centroamericana, “La Campaña del Tránsito, 1856-1857” y ”Costa Rica y la guerra contra los filibusteros”, títulos con que se ha publicado su investigación histórica.

“La página más triste y sangriente de la historia de Costa Rica”, haciendo relación al crimen de Estado que se cometió aquel 30 de setiembre, de 1860, cuando se acabó con la vida del Prócer, del Benemérito de la Patria, del gran Capitán General, del Libertador de Costa Rica y Nicaragua, ante las amenazas de extender e imponer la esclavitud en nuestros países, como parte de las intenciones de William Walker, de apropiarse de los territorios centroamericanos, incorporarlos a la Unión Americana, acabar con la Independencia y Soberanía de nuestros países, y acabar con la Libertad convirtiéndonos en pueblos esclavos, de conformidad a los intereses sureños de los Estados Unidos.

Dos días después del fusilamiento de Juan Rafael Mora, el 2 de octubre, también acabaron con la vida del General José María Cañas Escamilla, por una orden del Consejo de Gobierno, habida cuenta que un Tribunal Militar, como falsamente se montó contra el Presidente Mora, no hubiera tomado una decisión de ese tipo, además de que se había tomado un acuerdo, con el Presidente Mora, de acabar con su vida, respetando la de sus compañeros, que habían venido con él desde El Salvador con el propósito de retomar el poder, que le había sido arrebato el 14 de agosto de 1859, por un golpe de Estado.

El tres veces Presidente de Costa Rica fue derrocado, de su tercer gobierno, por quien le sucedió a la presidencia, José María Montealegre, quien había estado casado con una hermana del Presidente Mora, por los militares, que se habían distinguido en la Campaña contra los filibusteros, el Mayor Máximo Blanco y el Coronel Lorenzo Salazar, a quienes Montealegre había ascendido a Generales, y quienes formaron parte del Tribunal Militar que acordó su ejecución.

El Presidente Mora había tomado la decisión de regresar al país de su exilio en El Salvador a retomar el poder arrebatado. El 17 de setiembre de 1860 llegó a Puntarenas. Traicionado, que fue, y por una falsa información que había recibido, fue derrotado en la llamada Batalla de la Angostura por fuerzas leales al gobierno de José María Montealegre Fernández. Terminó siendo capturado y sometido a un juicio militar sumario, condenándosele a la muerte. Su muerte, informó el Ministro de Relaciones Exteriores, Francisco María Iglesias Llorente, al Presidente José María Montealegre, “fue con dignidad y valor”.

En la negociación de su fusilamiento se había eximido de igual desenlace al General José María Cañas.

Junto al Presidente Mora fue fusilado el General Ignacio Arancibia, de origen chileno, distinguido militar que también había participado en la Guerra Nacional contra los filibusteros y acompañaba al Presidente Mora.

El acto traidor e infame del fusilamiento se llevó a cabo el 30 de setiembre de 1860, a las 3 de la tarde, en el sitio conocido como Los Jobos, en Puntarenas. Allí mismo, luego fusilaron el General Cañas.

El Consejo Militar, que actuó como Consejo de Guerra, y Consejo de Asesinos uniformados, que lo fusilaron tres horas después de su entrega, estuvo integrado por el General Máximo Blanco, el General Florentino Alfaro, el Coronel Pedro García, Francisco Montealegre Fernández, que era el Primer Designado a la Presidencia de la República y el Ministro de Relaciones Exteriores, Francisco María Iglesias.

El trato que le dieron a los cuerpos fusilados del Presidente y del General Arancibia fue de desprecio total. Los dejaron expuestos, a la intemperie, con el ánimo de que las aguas del estero se los llevaran, y los animales hicieran de las suyas.

Gracias a un grupo de entrañables amigos, y parientes, del Presidente, entre ellos los Cónsules de Gran Bretaña y de Francia, los señores Richard Farrer y Jean Jacques Bonnefil, junto con los yernos de Bonnefil, Santiago Constantine y Julio Rosat, y el Capitán Francisco Roger, se impidió que los cuerpos acabaran en el estero.

Una vez que recuperaron los cuerpos procedieron a enterrarlos en el cementerio del estero, en una fosa cavada por ellos mismos, donde depositaron también el cuerpo de General José María Cañas, y resguardada por los siguientes seis años.

El 20 de mayo de 1866 el Cónsul francés Jean Jacques Bonnefil, con cuatro personas, marineros, Carlos Leonara, Enrique Ligoneff, Francisco Hervé y Guillermo Noubée, exhumaron los cadáveres, los recogieron y mantuvieron durante un breve período de tiempo en la residencia del Cónsul, en Puntarenas, de donde los trasladaron después a San José, a la residencia del Cónsul, que estaba frente al Hospital San Juan de Dios.

En su casa se guardaron los restos de los Héroes hasta que el 13 de mayo de 1885 fueron depositados en el Cementerio General de la ciudad de San José, sin que se hubiera hecho nunca, a partir de esta fecha, ningún ceremonial oficial de Entierro de Estado, de Funeral de Estado, al Presidente de la República, Benemérito y Héroe de la Campaña Nacional de 1856 y 1857

La sociedad costarricense, el mundo político nacional, tiene una gran deuda histórica con el Benemérito de la Patria, con el Héroe y Libertador Nacional, con el gran conductor, gran estratega y táctico, de la Guerra Nacional contra los filibusteros norteamericanos, en 1856 -1857, el tres veces Presidente de la República, el Capitán General Juan Rafael Mora Porras. Es hora de saldar esa deuda.

Está pendiente desde aquel Asesinato de Estado es un gran acto nacional, que debe realizarse con un Gran Funeral de Estado, donde se cumpla, con el reconocimiento oficial, a la figura del Presidente Juan Rafael Mora Porras, y que se realice con toda la pompa, ceremonia y desfile que merezca, y donde resultado de este Funeral de Estado, se celebren las Honras Fúnebres Oficiales, y se reivindique, de esa manera, su memoria depositándolo oficialmente en su sepultura, en el Cementerio General, o en el Mausoleo, que con ese motivo se podría erigir de manera distinguida en el mismo Cementerio.

El Funeral de Estado comprende el acto, en este caso, el acto de exhumación, de exequias o del cortejo fúnebre que debe realizarse acompañando los restos, los actos oficiales que se realicen en su Memoria en la Asamblea Legislativa, bajo capilla ardiente, u otros sitios que se dispongan a este efecto, incluyendo un acto ceremonial religioso, católico, que también se le podría tributar, por razones de su credo y de la tradición de mediados del siglo XIX, y el de nuevo depósito de sus restos en el Cementerio General.

La exhumación de los restos del Presidente Juan Rafael Mora, a los efectos del Funeral de Estado, deben sacarse del Cementerio General en un acto absolutamente privado, y llevado al sitio donde se le rendirá el Funeral de Estado.

El Funeral de Estado es la ceremonia pública que en Honor de la figura política del Presidente Juan Rafael Mora Porras debe realizarse.

Un Funeral de Estado no es un funeral religioso. Con el Funeral de Estado se decretan por lo menos tres días de Duelo Nacional, con el Pabellón Nacional y la Bandera Nacional a media asta, en todos los edificios e instituciones de la administración pública, de las Escuelas y Colegios, en que se exhiban banderas en el exterior. A esas banderas no se les deben poner crespones o lazos negros

Las fuerzas de escolta que acompañen el féretro deben ir a pie, no a caballo, de manera que nadie esté por encima del féretro.

En el Funeral de Estado que se organice para el Presidente Juan Rafael Mora Porras se puede contemplar la realización de una Vela Pública, de uno a tres días, con Guardia de Honor, de la Fuerza Pública y de civiles que quieran participar de ella, donde los costarricenses, escolares, estudiantes, ciudadanos, sean invitados, a acompañar los restos del Héroe, antes del ceremonial oficial y de su entierro definitivo, resultado de este Funeral de Estado.

La Guardia de Honor, debe estar en absoluto silencio, durante unos minutos alrededor del féretro. Su silencio es para manifestar el respeto y el afecto hacia la persona a la que se le está rindiendo el Homenaje. La Guardia de Honor se hace por turnos de varias personas, dos, cuatro o seis.

La Vela Pública es para que el Pueblo de manera directa pueda despedirse del Presidente Juan Rafael Mora Porras, el Presidente más amado, más querido, más admirado de la Historia Patria.

Un Funeral de Estado, para el Presidente Juan Rafael Mora Porras, servirá no solo para reivindicar el acto de su muerte, sino para fortalecer su Memoria, el culto y el respeto al Héroe, para fortalecer la identidad nacional en lo que el Presidente Mora evoca y significa, para enriquecer la conciencia histórica, pero sobre todo para hacer Justicia Histórica con el Héroe Nacional, que no tuvo su Funeral de Estado, su Funeral Oficial, con el que estamos en deuda nacional, quien le aseguró la Soberanía y la Independencia nacional al País, a la Patria, al Pueblo costarricense y centroamericano.

Este Funeral de Estado no será de despedida, es de bienvenida y de inserción oficial a la Memoria Histórica nacional.

El féretro del Presidente debe cubrirse con el Pabellón Nacional, para indicar en este caso, además, que el Estado se hace responsable de lo que ocasionó su muerte.

El Funeral de Estado es el máximo respeto a su memoria, el que no se le tuvo en el acto vil de su fusilamiento.

De igual modo, para esta ocasión del Funeral de Estado, debe tenerse presente la obra musical el “Duelo de la Patria”, un Himno que evoca la tristeza, la pena y el dolor nacional, de todo el pueblo, del Maestro Rafael Chávez Torres, discípulo de Manuel María Gutiérrez, y sucesor de él en la Dirección de Bandas Militares, Himno que por primera vez se entonó en el Funeral del Presidente Tomás Guardia Gutiérrez, quien también se había distinguido en la Campaña Nacional, bajo las órdenes del General José María Cañas Escamilla.

El fusilamiento de los Héroes de 1856 y 1857, especialmente el del General Cañas, fue el acto que impulsó al Presidente Tomás Guardia Gutiérrez a abolir la pena de muerte en el país.

El botánico que atestiguó la rendición de William Walker

Parque Central de Heredia, en 1909. Foto: Fernando Zamora Salinas

Publicado originalmente en la revista digital europea MEER

Luko Hilje (luko@ice.co.cr)

Con el advenimiento del siglo XX, las necesidades inherentes del desarrollo de la sociedad en todos sus planos, indujeron altos niveles de especialización en las disciplinas propiamente científicas, así como en las tecnologías derivadas de ellas. En el campo de la biología, por ejemplo, surgieron dos grandes ramas, la botánica y la zoología, las cuales a su vez tienen subdivisiones, tales como la anatomía o morfología, la taxonomía y la sistemática, la fisiología, la etología o comportamiento, la genética y la ecología, además del portentoso auge de la biología celular y molecular. Es decir, algo nunca antes atestiguado, y ni siquiera imaginado por los pioneros de la biología, a los que se les denominaba “naturalistas”, y que hoy son una estirpe casi extinta, debido justamente a las crecientes y complejas necesidades de la sociedad actual.

Al respecto, para la escritura del libro Trópico agreste debí investigar acerca de decenas de naturalistas asociados con el muy rico y diverso trópico americano. Y, sin lugar a dudas, la figura cimera fue el alemán Alexander von Humboldt (1769-1859), quien realizó incontables y originales aportes en los campos de la botánica, la zoología, la geología, la vulcanología y la meteorología, al punto de que el célebre naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) lo calificó como el mayor explorador científico de todos los tiempos. Inspirados casi todos por su magna e irrepetible labor, varios naturalistas europeos arribaron a Costa Rica en la segunda mitad del siglo XIX, entre los que sobresalieron el danés Anders S. Oersted, los alemanes Karl Hoffmann y Alexander von Frantzius, y los suizos Henri Pittier, Paul Biolley y Adolphe Tonduz; de hecho, algunos de ellos incluso lo trataron de cerca.

Hago este recuento para patentizar que no era cualquiera el que tenía los rasgos de un naturalista. Ignoro si existe algún libro referido a la caracterología del naturalista. No obstante, de manera general, en él se conjugan la acuciosidad, la obsesión, la dedicación, la compulsión y la perseverancia, así como la disposición al sacrificio, a veces arriesgando su propia vida.

Al respecto, para contextualizar las azarosas y extenuantes faenas de campo de un naturalista, en mi libro acoto lo siguiente: «Cuando uno evoca a los descubridores, exploradores y aventureros, de inmediato acude a la mente la imagen de hombres atrevidos, valientes, corajudos e intrépidos que, respondiendo a algún recóndito impulso interno, no temen enfrentarse a lo desconocido y, más bien, hasta sienten desenfado y placer en adentrarse en mundos colmados de riesgos y peligros, tanto por su agreste naturaleza como por los insólitos hábitos y costumbres de sus pobladores. En el fondo, los envidiamos, pues expresan con sus actos un gesto de independencia pura, quizás atávico, de cuando, como cazador o recolector, el hombre primitivo incursionaba en sitios desconocidos e inseguros con tal de conseguir los alimentos para quienes lo rodeaban». Claro que, en este caso, en vez del sustento para sobrevivir, el impulso corresponde a la sed por el conocimiento, el tenaz y hasta obstinado interés por desentrañar los misterios del mundo natural.

El curioso periplo de Hermann Wendland

Ahora bien, si en la naturaleza los riesgos y los peligros ya de por sí están omnipresentes, ¿para qué exponerse a situaciones conflictivas provocadas por humanos, como las guerras?

Esta fue una pregunta que me hice cuando me enteré de que el botánico alemán Hermann Wendland (1825-1903) hizo herborizaciones entre fines de 1856 e inicios de 1857 en Centroamérica, cuando la guerra contra el poderoso ejército filibustero liderado por William Walker estaba en su apogeo. En efecto, como encargado de los aspectos botánicos de los Jardines Reales de Herrenhausen, el rey Jorge V de Hannover financió una expedición de casi ocho meses para que recolectara plantas en Guatemala, El Salvador y Costa Rica.

Cabe acotar que, por fortuna, él escribió un diario de su periplo, el cual, por iniciativa del botánico australiano John Leslie Dowe, y junto con sus colegas alemanes Marc Appelhans, Christian Bräuchler y Boris Schlumpberger, publicamos en 2022, con el título The botanical expedition of Hermann Wendland in Central America: a nomenclatural study and travel report (revista Boissiera, 73). Posteriormente, por sugerencia de John, lo traduje al español, y juntos publicamos los aspectos de carácter propiamente históricos, en dos entregas, con el título común de Las exploraciones botánicas de Hermann Wendland en Centroamérica (1856-1857); el subtítulo de la primera fue De Guatemala al Valle Central de Costa Rica, y En la región de Sarapiquí, Costa Rica el de la segunda (Revista Comunicación, 32 y 33).

Aunque él no lo dice de manera explícita, es de suponer que efectuó su viaje —iniciado a mediados de noviembre de 1856—, porque en esa época se estaba en invierno en Alemania, cuando la nieve impide el desarrollo de la vegetación, por lo que no había mucho trabajo al aire libre en los Jardines Reales. Además, como uno de sus objetivos era recolectar plantas vivas para dichos predios, retornaría justamente en el verano, en la estación ideal para trasplantarlas o para sembrar sus semillas o partes vegetativas, reproducirlas, etc. Es decir, dar prioridad a las épocas adecuadas para sus planes obvió sus preocupaciones por una guerra sobre la cual posiblemente no se sabía mucho en Alemania. Asimismo, aunque antes pudo haber recabado información con algún alemán residente en Centroamérica, tal vez no le dio importancia o, si lo hizo, ignoró lo que le dijeron y se vino a herborizar.

En realidad, como en los territorios de Guatemala y El Salvador no hubo conflictos bélicos, aunque esos países enviaron tropas a Nicaragua para combatir a Walker, eso no afectó sus labores de recolección allá. De hecho, la única mención al respecto —mientras estaba en El Salvador—, es que «actualmente, debido a la guerra en Nicaragua, cada extraño es confundido con un estadounidense y es honrado con la designación de “yanqui”; este término también es proferido hacia algunos extranjeros de vez en cuando». Algo similar relataría una vez llegado a Costa Rica, al expresar que «por supuesto, los lugareños de inmediato detectan que eres un extraño. Y, como el país está indirectamente en guerra con la civilización y en lucha directa contra las hordas de filibusteros de Walker, en cada extraño ven a un filibustero o a un yanqui —filibustero y yanqui son sinónimos ante los ojos de la multitud—, por lo que nos consideran como tales, y hasta expresan ese término cada vez que nos aproximamos a ellos».

Conviene indicar que él arribó a Costa Rica por Puntarenas el 9 de marzo de 1857. Para entonces se libraban importantes batallas contra el ejército filibustero en el río San Juan, de parte del ejército costarricense, mientras que en tierra los ejércitos centroamericanos aliados combatían a los filibusteros en ciudades como San Jorge, Granada y Rivas. Por tanto, emprender herborizaciones en la región norteña de Costa Rica era muy riesgoso, y sobre todo en Sarapiquí, pues el río homónimo era el que permitía llegar hasta el San Juan.

Una vez en San José, hizo los contactos pertinentes con varios alemanes, incluido el naturalista Hoffmann, y después visitó a von Frantzius, quien residía en Alajuela. Asimismo, aunque efectuó herborizaciones en los alrededores de San José, al igual que en Cartago, el volcán Irazú y Turrialba, anhelaba hacerlo en Sarapiquí, pues tenía muy buenas referencias de la insólita riqueza de orquídeas, palmeras y aroideas —parientes de la muy conocida “mano de tigre”—, que eran los grupos de su mayor interés. Pero, además, tenía una obsesión. En efecto, el botánico polaco Josef von Warszewicz, quien estuvo de paso por Costa Rica en 1848, le había recomendado que buscara en San Miguel —en la ruta de Sarapiquí— la muy hermosa planta que el reputado taxónomo Johan Friedrich Klotzch había bautizado como Warszewiczia pulcherrima, en honor suyo. Así que, ¡cómo no ir a Sarapiquí!

En la región de Sarapiquí

Cuando Wendland empezó a indagar acerca de Sarapiquí con varias personas, todo cuanto recibió fueron comentarios negativos. Se le percibía como una especie de tierra inhóspita, por la absoluta soledad de esos parajes silvestres, las incesantes y torrenciales lluvias, los lodazales, lo intransitable de la única tocha de montaña que había —incluso para las recuas de mulas—, los profundos precipicios en numerosas porciones de la ruta, la abundancia de víboras, jaguares y pumas, así como de furiosos chanchos de monte, que atacan en manada.

Además, ya para sus fines, algún interlocutor mejor informado le advirtió que «encontrarás hermosa vegetación allí. Pero primero debes saber cuán difícil es secar una planta ahí. Tan solo espera, y le darás gracias a Dios de regresar. ¡Esa lluvia! ¡No tienes idea, pues ahí llueve 366 días al año, y los caminos son verdaderos hoyos de barro!». Es decir, resultaba absurdo recolectar abundante y novedoso material vegetal, para que, al fin de cuentas, los especímenes recolectados resultaran imposibles de secar y preservar de manera correcta.

Pero…, ¿y el riesgo de la guerra que ocurría en el río San Juan? Al parecer, nadie le habló de eso, pero no por ignorancia, sino porque los días de Walker estaban contados. En efecto, para entonces —en la segunda mitad de abril—, el ejército costarricense tenía en su poder los cuatro puntos estratégicos del río (San Juan del Norte, La Trinidad, Castillo Viejo y el fuerte de San Carlos), en tanto que los ejércitos centroamericanos aliados con el de Costa Rica habían logrado importantes batallas en tierra firme y pronto cercarían a Walker en Rivas.

Fue así como, al mediodía del 7 de mayo, con muy buenas condiciones climáticas, Wendland partió de la capital a lomo de mula y con dos bestias de carga, con sus enseres personales, así como su equipo y materiales para recolectar plantas. A él se sumaron Gerhard Jäger Balle —un joven alemán que lo había acompañado en varias giras—, y un baquiano, quienes viajaban a pie, lo cual obviamente reducía los costos de la expedición, pero era una verdadera crueldad.

En realidad, contra todos los pronósticos adversos de sus pesimistas informantes, las labores de herborización fueron muy fructíferas, al punto de que tuvo la fortuna de hallar la planta que von Warszewicz le había recomendado buscar. En sus propias palabras: «Poco antes de La Virgen, cuando salí del bosque hacia un prado, en el costado opuesto al bosque pude observar una de las plantas más bellas que he visto, y en espléndida floración. Tan pronto como recolecté suficiente material, caí en cuenta de que se trataba de Warszewiczia pulcherrima, descubierta por el infatigable recolector von Warszewicz, pero yo nunca la había observado en vivo, sino que tan solo había leído su descripción». ¡Qué más pedir!

La vida de Wendland en riesgo

Ahora bien, aunque los episodios peligrosos durante las tres semanas que duró la expedición fueron de menor cuantía, hubo uno en el que la vida de Wendland estuvo en riesgo. Sin embargo, irónicamente, no fue en una temida selva, sino en el puro centro de la ciudad de Heredia, como se relata en detalle en el primero de los artículos que publicamos en español.

De manera resumida, ese jueves 7 de mayo de 1857 fue memorable en la historia patria. En efecto, el jefe filibustero Walker se rindió el viernes 1° de mayo, y el anuncio oficial se hizo al día siguiente, pero la noticia no llegó a la capital sino hasta el jueves por la mañana. ¡Cómo no difundirla! Por tanto, para comunicar la buena nueva a la población, a partir del mediodía hubo abundantes cañonazos, que Wendland y Jäger pudieron escuchar desde Heredia; esto fue así porque la distancia entre ambas ciudades es de apenas 8,4 km en línea recta, además de que en aquella época no había ruidos que pudieran interferir con el sonido de tan estridentes detonaciones.

Como, por disposición del dueño de las mulas, era menester pernoctar en Heredia antes de penetrar en los densos boscajes de Sarapiquí, debieron estacionarse en dicha ciudad por esa noche. Sin embargo, como les fastidiaba estar recluidos en un rancho tosco y maloliente, se fueron a dar un paseo por la ciudad. Empero, pronto ese recreo se convirtió en una tortura.

Efectivamente, para entonces, en medio de una gran algarabía, habían empezado las celebraciones por la rendición de Walker, con el tañido de campanas en las iglesias, una misa solemne en la parroquia, música, juegos pirotécnicos y un desfile por la ciudad. Éste se inició poco después de que una banda musical tocó frente a la casa del alcalde”, que posiblemente estaba al lado del ayuntamiento, localizado en la esquina donde hoy está el fortín —según lo consigna el historiador Carlos Meléndez Chaverri en su libro Añoranzas de Heredia —, es decir, diagonal a la parroquia de la Inmaculada Concepción. ¡Quién le hubiera dicho a Wendland, al salir de Alemania, que sería testigo presencial del día en que el pueblo costarricense se enteró de la muy ansiada rendición de William Walker, que tanta muerte y dolor provocó, en su intento de implantar la esclavitud en nuestra región! Pero no solo fue testigo, sino que a la vez nos legó una descripción bastante minuciosa de esa festiva noche en Heredia, y que no se conocía hasta hace poco tiempo, cuando tradujimos su diario.

No obstante, como sucede a menudo en la vida, todo lo positivo tiene un precio y, en este caso, su providencial presencia esa noche lo tuvo para él.

En efecto, en cierto momento, cuando con Jäger avanzó entre la multitud congregada en el actual Parque Central, al percatarse de su aspecto, algunos lugareños los miraban de manera sospechosa. Para entonces, tras recorrer algunos cuadrantes, el desfile ya retornaba al parque, por su costado sur. Poco después, narra él que «junto con mi compañero, recostados en una columna que había debajo de la terraza de una casa esquinera, diagonal a la iglesia, nos paramos a contemplar el desfile, colmado de los rostros más honorables del mundo. Nos detectaron allí. Un tipo llamó la atención a otro susurrando quedamente la palabra “yanqui”, y poco a poco nos vimos rodeados por un grupo que nos miraba con extrañeza. Tras pensarlo mucho, un joven bien vestido se armó de valor y me abordó, en inglés».

Cabe indicar que el lugar corresponde a la esquina diagonal a la parroquia, por ese sector, donde por muchos años estuvo el restaurante La Floresta, de gratos recuerdos. En realidad, por momentos el interrogatorio se convirtió en acoso, pero al final el grupo de muchachos se alejó en buenos términos, no sin antes cerciorarse su cabecilla del motivo que los había traído hasta Heredia.

Perturbados por lo acontecido, Wendland y Jäger decidieron que era mejor retornar a la covacha que los esperaba —sucia pero segura—, y ya estaban a punto de partir, cuando apareció de nuevo el líder del grupo. Esta vez se comportó de manera gentil, pues les regaló unos pequeños puros —quizás los muy aromáticos chircagres, elaborados con tabaco de San Rafael de Oreamuno, en Cartago—, y los invitó a dar un paseo por el Parque Central.

Sin embargo, lo lamentable estaba por venir, pues mientras ellos departían de manera amistosa, de súbito apareció el profesor de inglés del citado joven, que era un viejo irlandés que había trabajado para la Compañía Accesoria del Tránsito en los tiempos en que esta empresa pertenecía al magnate neoyorquino Cornelius Vanderbilt. Como Walker le había incautado la compañía, para disponer así de sus vapores durante la guerra, el irlandés aborrecía a Walker y a todo lo que se asociara con éste. Al percibir a Wendland y Jäger como filibusteros, narra Wendland que «me hizo las mismas preguntas que su alumno, y pareció tomar mis respuestas de manera tan incrédula como él. Sin embargo, al final me fastidié tanto con su ir y venir de preguntas, que le respondí que no me importaba si creía o no mis respuestas, pero que por favor no insistiera más». Ante esta actitud, el irlandés le espetó: «Si supiera que perteneces a los de Walker, te apuñalaría».

Wendland relata que «fingí no haber escuchado o entendido sus palabras», y le solicitó al joven tico que le abriera espacio entre los curiosos que se habían congregado alrededor, tras lo cual el joven le aclaró a la multitud que ellos no eran filibusteros. Logrado esto, Wendland y Jäger pasearon un rato por la plaza y después se marcharon, tal vez respirando profundo una y otra vez, por haberse librado de morir en manos del airado irlándés.

Después de tan infausto episodio, de seguro que esperaban dormir a placer, ilusionados por empezar a explorar al día siguiente la región de Sarapiquí —ahora quizás menos temible que el enardecido irlandés—, pues esa era la más preciada meta de Wendland desde que partió de Alemania. ¡Y lo lograría con creces, para beneficio de la ciencia!

¿Qué origina el feriado del día Primero de Mayo?

Vladimir de la Cruz

El Primero de mayo, como día feriado en Costa Rica, está justificado, y así declarado, desde 1857, cuando el Presidente y Benemérito de la Patria, Juan Rafael Mora, gran conductor político y estratega militar de la Campaña Nacional, en la Guerra Nacional, y centroamericana, contra los filibusteros norteamericanos, estableció que debía celebrarse a perpetuidad, para recordar la derrota y, especialmente, la rendición de William Walker, el jefe filibustero, y su expulsión por ese motivo de Centroamérica.

La Guerra Nacional centroamericana contra los filibusteros tuvo dos fases, o dos etapas. La primera, que se conoce como la Primera Campaña, es la que se produce con la iniciativa de Costa Rica, desde finales de 1855, con la convocatoria del presidente Mora a la población costarricense, para prepararse y estar listos para ir a combatir, en defensa del territorio nacional, e ir a Nicaragua para sacar a los filibusteros de ese país, hasta el triunfo de la Batalla de Rivas, el 11 de abril de 1856, pasando por los combates de Santa Rosa, el 20 de marzo y de Sardinal, el 10 de abril.

La peste cólera, desatada después de la Batalla de Rivas, obligó a partir del 25 de abril, que el Ejército Nacional se desmovilizara de la persecución que se tenía contra Walker, se replegara a Costa Rica, con el impacto negativo que eso tuvo, de afectar alrededor de 10.000 costarricenses que fallecieron por esa peste.

Recuperados de esta situación, volvimos al escenario de guerra en Nicaragua, donde en ese segundo semestre de 1856, se habían incorporado los ejércitos de Honduras, El Salvador y Guatemala en esta lucha. También se había logrado una unión de los grupos políticos de liberales y conservadores en Nicaragua, que los involucró en esta lucha contra Walker, que se había declarado, por un breve período presidente de Nicaragua y había establecido la esclavitud.

El retorno a la guerra, contra los filibusteros, da origen a lo que se ha denominado la Segunda Campaña, con amplia participación de los ejércitos centroamericanos. El Estado Mayor Militar fue conjunto en ese segundo semestre de 1856. A partir de enero de 1857, el General José Joaquín Mora Porras, pasó a ser el jefe principal de todas las fuerzas militares centroamericanas.

Importantes batallas y enfrentamientos militares se dan contra los filibusteros en esta Segunda Campaña. Desde la estrategia militar de Costa Rica, el objetivo se centraba en ejercer el dominio de la llamada ruta del Tránsito, que era el control del río San Juan, para que los filibusteros no recibieran ningún tipo de ayuda por esa vía, la que se llegó a controlar.

Walker se había atrincherado en la ciudad de Rivas. Desde marzo hasta el 1 de mayo de 1857 las luchas se habían intensificado. Los ejércitos centroamericanos intensificaron sus ataques. Filibusteros desertaban huyendo. Walker se debilitaba. Cuarenta días de intensos combates llevaron a Walker a aceptar la rendición, que negoció el comandante Davis, de la corbeta de guerra norteamericana “Santa María” con el General José Joaquín Mora Porras, motivo por el cual su rendición le dio amparo para salir de Nicaragua, bajo la protección del Capital Davis, y no haber sido capturado por las tropas centroamericanas, que inevitablemente le hubieran llevado al fusilamiento.

El documento de rendición, del primero de mayo, contenía las siguientes cláusulas:

«Por medio del presente documento se celebra un convenio entre el general William Walker, por una parte, y el comandante H. Davis de la Marina de los Estados Unidos, por la otra, cuyas estipulaciones son las siguientes:

«Primero: El general William Walker y dieciséis oficiales de su Estado Mayor saldrán de Rivas con sus armas al cinto, pistolas, cabalgaduras y efectos personales, bajo la garantía de dicho capitán Davis de la Marina de los Estados Unidos, de que no serán molestados por el enemigo y se les permitirá embarcarse a bordo del barco de guerra norteamericano St. Mary en el puerto de San Juan del Sur, comprometiéndose dicho capitán Davis a transportarlos a salvo, en el St. Mary, hasta Panamá.

«Segundo: Los oficiales del ejército del general Walker saldrán de Rivas con sus armas al cinto, bajo la garantía y protección del capitán Davis, quien se compromete a vigilar que sean transportados a salvo hasta Panamá, a cargo de un oficial de los Estados Unidos.

«Tercero: Todos, las clases y soldados rasos, los civiles y empleados de diversas dependencias, heridos o sanos, se entregarán con sus armas al capitán Davis o a uno de sus oficiales, poniéndose bajo su protección y control. El capitán Davis se compromete a hacer que los transporten a salvo hasta Panamá, a cargo de un oficial de los Estados Unidos, en embarcaciones diferentes a las utilizadas por los desertores y sin entrar en contacto con ellos.

«Cuarto: El capitán Davis se compromete a obtener garantías, y por este medio garantiza, que a todos los naturales de Nicaragua o de Centroamérica, actualmente en Rivas, que se rindan a la protección del capitán Davis, se les permitirá residir en Nicaragua y se protegerán sus bienes y sus vidas.

«Quinto: Queda convenido, que a los oficiales que tengan sus esposas y familias en San Juan del Sur, se les permitirá permanecer allí bajo la protección del cónsul de los Estados Unidos, mientras se les presenta la oportunidad de embarcarse para San Francisco o Panamá.

«El general Walker y el capitán Davis se comprometen mutuamente a que este convenio se cumpla de buena fe».

El parte de guerra redactado por el General José Joaquín Mora Porras, como comandante en jefe de los Ejércitos Aliados de Centro América, dirigido al Ministro de la Guerra del Supremo Gobierno provisorio de la Republica de Nicaragua y al Cuartel General, instalado en Rivas, de fecha 1 de mayo de 1857, dice:

“Después de cuarenta días de asedio puesto a Walker y a los suyos, cuando a consecuencia de la mucha deserción había quedado este malvado caudillo con una pequeña fuerza, y cuando más sufría las penalidades del hambre y de la miseria, el muy honorable capitán don Charles Henry Davis, comandante de la corbeta de guerra norteamericana «Santa María», se presentó a mi campo lleno de los más humanos sentimientos, ofreciendo interponer sus oficios a fin de que Walker entregase por capitulación la plaza de esta ciudad con los elementos de guerra que existen en su poder, y demandando de mí garantías para aquel desgraciado, y para todos los que han tenido la deshonra de acompañarle. Fui deferente y acepté con agrado tal mediación, y desde entonces los trabajos del Honorable señor capitán Davis, fueron incesantes hasta obtener la rendición del enemigo.

He dado, pues, término a la guerra que los gobiernos de Centro América me hicieron la honra de encomendarme, y tengo la satisfacción de manifestar a U. S., señor ministro, que en este fausto suceso han tenido una parte muy activa la ilustración, el noble carácter y el empeño decidido del señor Capitán Davis.

Centro América, que hace algún tiempo que se ve agitada, y con arma en mano, por la injusta e inaudita usurpación que Walker intentaba hacer de su independencia y libertades públicas, deberá apreciar, tanto como merecen, los trabajos del honorable señor capitán Davis, y escribir en las páginas de su historia el nombre ilustre de este ciudadano noble de la Unión Americana, por haber hecho cesar el ruido de las armas y por el humano sentimiento de que no se derrame más sangre en nuevos y más encarnizados combates.

Haciendo, pues, la más alta recomendación a S. E., el señor presidente provisorio de la República, de la conducta política, humana e ilustrada del honorable señor capitán Davis, por el Honroso ministerio de U. S., y reservándome para después dar un parte circunstanciado de la capitulación referida, tengo la complacencia de firmarme con las consideraciones de aprecio y respeto que me merece, muy atento servidor.”

El Capitán Davis había logrado, desde el 24 de abril, que las mujeres y niños, abandonaran la ciudad de Rivas, frente a un inminente ataque final, que pondría en peligro sus vidas.

La negociación que desarrolló Davis con Walker en nada mencionó a los Ejércitos centroamericanos, ni al General José Joaquín Mora Porras, quien deseaba terminar la guerra, por lo que aceptó la mediación del Capitán Davis. Incluso, Walker no fue obligado a deponer sus armas personales, como tampoco se obligó a sus oficiales a dejar las armas.

Para mí, su rendición, ante Davis, fue una manifestación tácita de los intereses norteamericanos que se movían a favor de Walker, que trataban de salvarle la vida, como sucedió en ese momento. Incluso, porque, en el documento de su rendición, se presenta a las tropas centroamericanas como el “enemigo” de Walker, de quienes se le protegía. De igual manera, por el trato de militar que se le da a Walker, casi de militar “triunfante”, todos saliendo con “sus armas al cinto”, es decir, dispuestas para el combate.

La noticia de la rendición, y su salida de Centroamérica, fue recibida con júbilo, con gran alegría.

El 26 de octubre de 1857, por el Decreto XXXV, el presidente Juan Rafael Mora Porras, declaró en su Artículo VIII, lo siguiente:

“En recuerdo del triunfo completo de las armas de Centro América y de la rendición y expulsión de las fuerzas filibusteras, el día primero de mayo será feriado, y se celebrará en toda la República con la solemnidad posible, saludándose el pabellón en la aurora de dicho día con veintiún cañonazos”.

No sé si hoy, Primero de mayo, en los cuarteles o establecimientos policiales, y en el edificio del Ministerio de Seguridad Pública, se hace alguna ceremonia de esta naturaleza, al amanecer de este día, con los veintiún cañonazos, o con una salva de disparos, en ceremonia especial, como debe hacerse. O, en Alajuela, con el concurso del Museo Juan Santamaría, se hace una ceremonia similar.

Es obvio, porque así se da también, que en los discursos oficiales que se hacen en esta fecha, por motivos políticos, no se hace referencia a esta gloriosa fecha del Primero de Mayo, como la rendición de William Walker, ni alrededor de ello se levantan ánimos nacionales ni patrióticos.

Así desde 1858, el primero de mayo, es un día feriado, en todo el territorio nacional, que nos recuerda la rendición de William Walker.

Walker fue recibido como un héroe en Estados Unidos. Walker no desistió de sus intenciones de volver a Centroamérica con el mismo propósito de dominio territorial y de sometimiento de su población a la esclavitud.

A fines de 1857, en noviembre y diciembre, lo intentó fracasando en su llegada que le fue obstaculizada. En agosto de 1860 volvió a Centroamérica, ingresando por Honduras, por el puerto de Trujillo. En Honduras estaban afincados los intereses británicos, que tenían bajo control la costa caribeña de Honduras y Nicaragua, bajo la forma de protectorados, motivo por el cual Walker fue detenido por el Capitán Salmón, de la marina británica, quien lo entregó a las autoridades hondureñas, que tomaron la decisión de fusilarlo el 12 de setiembre de 1860, donde sigue enterrado, en el Puerto de Trujillo.

Al lema colonialista e imperialista de Walker, de someter a las cinco repúblicas centroamericanas, o ninguna, como él mismo decía, el resultado de la guerra centroamericana fue el grito unísono de las repúblicas de “¡Ninguna!”

La gloriosa fecha de la rendición de Walker produjo que en 1888, se hiciera el Himno al Primero de Mayo, con letra de don Juan Fernández Ferraz y con música de don José Campabadal, que tristemente ya no se enseña ni se canta en las escuelas, ni se fomenta como parte de la cultura nacional.

La Letra del Himno al Primero de Mayo dice:

Celebremos las épicas memorias
que brillo insigne a nuestra Patria dan;
cantemos sí, las ínclitas victorias
de Santa Rosa, Rivas y San Juan.

Nuestras playas audaces en son de guerra
bucanero traidor hollar osó,
más en los nobles hijos de esta tierra
invencibles guerreros encontró.

Nuestros padres vencieron al infame
que invadió nuestro hogar, torpe y cruel;
sus claros nombres la nación proclame
dignos de gloria y de inmortal laurel.

En su ejemplo nosotros aprendemos
del amor a la patria la virtud,
jamás, jamás, jamás consentiremos
el yugo odioso de la esclavitud.

Gloria eterna a los héroes legendarios
de Santa Rosa, Rivas y San Juan;
de su memoria eterna, relicarios
nuestros pechos indómitos serán.

Compartido con SURCOS por el autor.

1° DE MAYO, un feriado doblemente especial

Freddy Pacheco León

Freddy Pacheco León

El 1° de mayo de 1857 se acabó la pesadilla que desvelaba, con razón, a los centroamericanos. Ese memorable día, William Walker, el ambicioso racista, esclavista y arrogante estadounidense, nacido en Tennessee, ya había perdido su batalla final en Rivas, ante los valientes soldados centroamericanos, comandados por el general José Joaquín Mora. Walker, el que se creía invencible, no resistía más; el que, aspiraba esclavizar las cinco naciones centroamericanas, no tuvo más remedio, que aceptar, vergonzosamente, que había perdido la guerra… y firmar su rendición.

Por su gigantesca trascendencia, ese día habrá de perdurar en la memoria histórica de los costarricenses, y demás países hermanos del istmo. Y para los ticos, principalmente, desde que nuestro héroe de la Campaña Nacional, Juan Rafael Mora, emitiera un decreto el 29 de octubre de 1857, que resalta ese hecho, precisamente porque don Juanito tenía muy claro, el significado y trascendencia que había tenido el fin de la gloriosa Campaña Nacional contra los sangrientos invasores.

Dice el decreto, que poco conocemos, en su artículo VIII: «EN RECUERDO DEL TRIUNFO COMPLETO DE LAS ARMAS DE CENTROAMÉRICA Y DE LA RENDICIÓN Y EXPULSIÓN DE LAS FUERZAS FILIBUSTERAS, EL DÍA PRIMERO DE MAYO SERÁ FERIADO, Y SE CELEBRARÁ EN TODA LA REPÚBLICA CON LA SOLEMNIDAD POSIBLE, SALUDÁNDOSE EL PABELLÓN EN LA AURORA DE DICHO DÍA CON VEINTIÚN CAÑONAZOS». Desdichadamente, quizá hasta con la aviesa intención de borrar la memoria del Presidente Mora Porras, por parte de sus asesinos encabezados por José María Montealegre, se «olvidó» ese Decreto XXXV y con el tiempo, a partir de 1913, se sustituyó, con la especialísima celebración internacional del Día del Trabajador.

PERO el espíritu del decreto sigue vigente y lo hemos de rescatar del olvido. Ambas celebraciones, van de la mano, desde el punto de vista histórico y para los trabajadores y sus familias; no son excluyentes entre sí, por lo cual, sobran razones para que nuestra celebración del 1° de mayo, tenga ambas motivaciones.

La encrucijada centroamericana 1856-1857

Vladimir de la Cruz

A mediados del siglo XIX, con los recientes hallazgos de yacimientos de minerales, en California, se desató la fiebre del oro de la costa oeste a la del este, del Atlántico al Pacífico, en los Estados Unidos. No se había terminado de construir el ferrocarril que vinculara esos puntos. Hasta 1865 se concluyó esa obra.

En el Valle de Sacramento, en California, en 1848, se habían descubierto esos yacimientos de oro, desatando la fiebre del oro y las movilizaciones hacia California, por vía marítima, bajando hasta el Cabo de Hornos y luego cruzando por Nicaragua. Antes habían pensado usar el Istmo de Tehuantepec, en el sur de México, donde el presidente Pierce había logrado una concesión para construir un ferrocarril y, del mismo modo, usar la vía marítima fluvial que se prestaba a través de Nicaragua.

Los franceses por su parte habían intentado construir el canal transístmico en Panamá, luego de haber terminado el de Suez. No lo lograron. Hicieron un ferrocarril transístmico sin éxito internacional.

A finales de la década de 1840 se había fundado la Compañía del Tránsito, que en Estados Unidos realizaba el viaje marítimo, desde la costa oeste hasta California, recorriendo todo el litoral Atlántico hasta el puerto de San Juan del Norte, o Greytown, como lo llamaban los ingleses, en Nicaragua, cerca de la desembocadura del río San Juan, limítrofe de Costa Rica y Nicaragua. Movilizaban hasta 1000 personas por mes, navegando por el río hasta el Lago de Nicaragua, cruzando el Estrecho de Rivas, con caravanas, hasta el puerto de San Juan del Sur, desde donde continuaban a California.

Cornelius Vandervilt era el visionario de esta ruta y el dueño de la empresa naviera para desarrollarla.

Los ingleses, por su parte, se habían establecido en la costa atlántica de Nicaragua y Honduras, en la llamada Mosquitia, con protectorados que llegaron hasta finales del siglo XIX.

En 1850 los Estados Unidos e Inglaterra firman el Tratado Clayton-Bulwer, para asegurar esta ruta estratégica.

Centroamérica se había convertido en un escenario de proyección internacional de los intereses necoloniales o imperialistas de esa época. La Doctrina Monroe estaba vigente desde la perspectiva geopolítica de entonces.

En Estados Unidos había un proceso brutal de expansión de las colonias inglesas, ya independientes, en el este, hacia el oeste de ese territorio, avasallando y acabando con la comunidades indígenas y pueblos autóctonos de Norteamérica y, de paso, con los búfalos o bisontes. Ese proceso condujo a la rapiña sobre territorios que eran de México, a la compra de territorios a España, Francia y Rusia, que poco a poco fueron configurando el territorio actual de los Estados Unidos. Hacia el sur, hacia México, fue parte de esa expansión que desde 1823 fue perfilando el actual territorio del Estado de Texas, que en 1837 fue reconocido por el presidente Jackson como la llamada República de la Estrella Solitaria, como un estado de relaciones laborales y sociales esclavistas, admitido por unanimidad, por el Congreso de los Estados Unidos, en 1845, provocando, en ese momento, una ruptura de las relaciones diplomáticas con México.

Los Estados sureños de los Estados Unidos habían impulsado una economía esclavista, de carácter agrícola, en tanto los que se impulsaban hacia el norte avanzaban con un proceso industrialista, que requería mano de obra libre, contexto, en cierta forma, de la guerra civil que poco tiempo después azotó a los Estados Unidos.

En el conflicto militar con México las tropas norteamericanas llegaron hasta la capital de México en 1846. El 2 de febrero de 1848 se impuso el Tratado Guadalupe Hidalgo que le dio formalmente a los Estados Unidos los territorios de Texas, los que estaban al oeste de la Lousiana, incluyendo California, bajo un pago simbólico de 15 millones de dólares.

Así se materializaba parte de su Destino Manifiesto, que en la mira veía a México, América Central, Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo, Las Filipinas, los viejos territorios del Virreinato de México.

En este proceso de guerras, y anexiones de territorios, estuvo William Walker, con su grupo de filibusteros, que servían a esos propósitos expansionistas y esclavistas.

En Nicaragua, el proceso de la Independencia, logrado en 1821, había permitido impulsar grupos políticos conservadores y liberales. Su lucha por el poder era intensa.

A mediados del siglo XIX el aventurero norteamericano Byron Cole le propuso al jefe liberal nicaragüense, Fruto Chamorro Pérez, que trajera a Nicaragua a William Walker, a prestarle sus servicios, con sus filibusteros, que llegó en 1855 con 300 hombres, que eran soldados curtidos, a modo de mercenarios en otras empresas anexionistas y filibusteras, que servían de esa manera a los intereses gubernativos de los Estados Unidos, y sus afanes expansionistas.

En Estados Unidos se comerciaba con territorios de Centroamérica, se vendían, como se venden hoy terrenos en La Luna.

Walker, así, llegó en 1855 “invitado” a Nicaragua. A finales de este año ya se había convertido en Jefe Militar e incluso firma, con el Presidente Patricio Rivas, un mapa de Nicaragua que ampliaba sus fronteras sobre los territorios de Costa Rica, comprendiendo la Península de Nicoya, que había sido parte del antiguo Partido de Nicoya, que se había anexado, incorporado, por su propia voluntad a Costa Rica, en 1824, territorio que Nicaragua seguía disputando a Costa Rica, y desde la desembocadura del río Tempisque hasta la desembocadura del río San Juan, que era la puerta de entrada, en Nicaragua, de la Compañía del Tránsito.

En Costa Rica, gracias a los representantes diplomáticos en Estados Unidos, Luis y Felipe Molina Bedoya, se recibían noticias, de los peligros que significaba William Walker y su presencia en Nicaragua, para Costa Rica y para Centroamérica.

William Walker, empoderado en Nicaragua, a principios de 1856 comisionó a uno de sus principales lugartenientes, Louis Schlessinger, para actuar con el gobierno costarricense proponiéndole prácticamente su sometimiento a los intereses y dominación política de Walker, lo que fue rechazado.

Así, el presidente de Costa Rica, Juan Rafael Mora Porras, desde el 20 de noviembre de 1855, había advertido y llamado a la población costarricense a prepararse frente a esta posible agresión y amenaza.

El rechazo de Schlessinger, que ni siquiera se le permitió ingresar al territorio costarricense, provocó la ira de Walker quien le dio la orden de avanzar sobre Costa Rica, lo que hizo a mediados de marzo de 1856, llegando hasta la Hacienda Santa Rosa, a pocos kilómetros de la frontera con Nicaragua, y a 35 kilómetros de la ciudad de Liberia.

Por su parte el presidente Mora continuaba preparando la defensa nacional. Nicaragua declara la guerra a Costa Rica, y es cada vez más claro para el presidente Mora, que la seguridad del país, y de Centroamérica, está en ir a sacar a los filibusteros de Nicaragua, el liberar al pueblo nicaragüense de su oprobiosa presencia, y asegurar de esa manera la Independencia de Centroamérica.

Costa Rica se mueve diplomáticamente con los gobiernos de Guatemala, Honduras y El Salvador, y otros, para actuar militarmente, y políticamente, de manera conjunta contra Walker en Nicaragua.

A principios de marzo de 1856, la tropa costarricense avanza hacia la frontera. Cerca de 10.000 soldados o combatientes, un 80% de voluntarios, se ponen en marcha, el 10% de la población nacional, el 20% de la población masculina, salida de sus campos agrícolas de trabajo, el café y la caña de azúcar, labores que tuvieron que asumir las mujeres para mantener la economía de guerra y el abastecimiento de los soldados.

El 16 de marzo se había llegado a la ciudad de Liberia. El 18 de marzo, en marcha hacia la frontera, se supo de la presencia filibustera en el territorio costarricense, en la Hacienda Santa Rosa. El 20 de marzo se realizó el combate, que de manera sorpresiva enfrentó a la tropa de 300 filibusteros, que había invadido el territorio nacional, comandados por Louis Schlessinger, quien fue derrotado en lo que se conoce como la Batalla de Santa Rosa, que duró menos de 10 minutos. A los 14 minutos se estaba redactando el parte de guerra anunciando la victoria de la tropa costarricense, la captura de unos filibusteros y la persecución que se hacía sobre el resto de esa tropa. Fue la primera derrota infligida a los filibusteros, derrota militar y moral, que Walker no aceptó.

A finales de marzo la tropa costarricense estaba a punto de entrar al territorio nicaragüense. El presidente Mora se dirigió al pueblo nicaragüense y sus municipalidades señalando que se iba a ingresar para liberarlos, sin ningún afán posesorio de Costa Rica.

El territorio costarricense era escudriñado, en toda la parte fronteriza para evitar la presencia filibustera y otra entrada sorpresiva, de ellos, que amenazara la integridad, la Soberanía, la Independencia y la Libertad de los costarricenses.

Los filibusteros, por su parte quisieron entrar, aprovechando afluentes y ríos que desembocaban en el río San Juan, para sorpresivamente de esa manera llegar casi hasta el centro del país. Por su parte, la directriz del gobierno costarricense fue de proteger ese flanco. Por ello, el 10 de abril, se produjo de nuevo un enfrentamiento en Sardinal, en la confluencia de ríos Sardinal con el Sarapiquí, donde de nuevo se impuso el ejército costarricense, derrotando por segunda vez a los filibusteros. Otra derrota para todos los efectos militar y moral.

El 10 de abril, por otra parte, el Ejército costarricense ya se encontraba en la ciudad de Rivas, Nicaragua, cerca de la ciudad de Granada, donde estaba Walker, quien también se había movilizado hacia Rivas.

El 11 de abril, de manera sorpresiva Walker atacó a la tropa costarricense, desarrollándose una batalla, la de Rivas, cruenta, sangrienta y larga, por casi 24 horas, con casi 1000 muertos y heridos de ambos bandos. Los combatientes de Sardinal, de unas horas antes, se tuvieron que sumar a los de Rivas, donde se concentraron los dos ejércitos, sin descansar y casi sin comer.

Ese 11 de abril, de 1856, de nuevo fueron derrotados los filibusteros. Walker huyendo hacia Granada fue depositando cadáveres en pozos de agua, lo que provocó el desarrollo de la peste del cólera.

El 25 de abril por este motivo el ejército costarricense fue desmovilizado del escenario de guerra, traído al territorio nacional, donde impactó con la peste a la población costarricense, motivo por el cual fallecieron 10.000 personas.

Finalizó así, lo que se ha llamado la Primera Campaña de lucha contra los filibusteros, campaña y batallas, que estuvieron a cargo del Ejército costarricense, y de sus principales jefes y conductores políticos y militares, el Presidente Juan Rafael Mora Porras, y los Generales José Joaquín Mora Porras y José María Cañas Escamilla.

Superada la peste del cólera se volvió al escenario de guerra. Ya estaban en esa segunda mitad de año 1856 las presencias de los ejércitos de Guatemala, Honduras y el Salvador. También se integró Nicaragua, que ya había roto con Walker quien se había declarado presidente de Nicaragua y había establecido la esclavitud.

Esta nueva etapa de la confrontación contra Walker se le ha llamado la Segunda Campaña, que se produce desde agosto de 1856, con una serie de combates, hasta que nuevamente, en Rivas, el 1 de mayo de 1857, William Walker es derrotado y se rinde, siendo sacado de Centroamérica.

Recibido como un héroe en Estados Unidos, intenta de nuevo invadir Centroamérica, entre 1857 y 1860, varias veces. Capturado en Honduras en 1860 por ingleses, es entregado a las autoridades hondureñas, quienes le fusilan en setiembre de 1860, acabando de esa manera con ese proyecto anexionista y esclavista en Centroamérica.

Se dice que, ante su fusilamiento, Walker advirtió que lo que no habían podido hacer sus fusiles, lo harían los dólares… parte de la Historia de Centroamérica que no ha acabado…

 

Artículo publicado en la revista internacional MEER y compartido con SURCOS por el autor. 

La fecha gloriosa que nos reúne es la derrota de los filibusteros en Rivas

(Intervención de la Diputada María Marta Padilla de Jiménez, en la sesión parlamentaria, solemne, conmemorativa de la Batalla del 11 de abril de 1856 en la ciudad de Rivas, en Nicaragua, contra los filibusteros norteamericanos comandados por William Walker.)

Celebramos y recordamos una de las fechas más gloriosas de nuestra Historia Patria, el 11 de abril. Fue la batalla más cruenta que se dio contra la tropa filibustera norteamericana, comandada por William Walker, quien se había establecido en Nicaragua, amenazando gravemente la Soberanía y la Independencia de nuestras jóvenes repúblicas centroamericanas y la Libertad de nuestros pueblos.

El 11 de abril fue la tercera Batalla en importancia, luego de las Batallas de Santa Rosa, del 20 de marzo y de Sardinal, del 10 de abril, unas horas antes de la Batalla de Rivas.

En estas batallas, Santa Rosa, Sardinal y Rivas, nuestras tropas y heroicos combatientes infligieron a los filibusteros tres derrotas, demostrando la entereza de un pueblo movilizado para afianzar sus valores e identidad nacionales, su Libertad, su Soberanía y su Independencia.

La lucha prevista, estratégicamente diseñada, por el presidente, Juan Rafael Mora Porras, jefe y estratega militar, era muy clara. La amenaza a Costa Rica estaba en Nicaragua. Allí estaba Walker. Había que enfrentarlo y sacarlo de Nicaragua.

El presidente Mora en la frontera se dirigió a los nicaragüenses indicándoles que iba a luchar por su libertad, contra la opresión que tenían; que no buscábamos dejarnos ni un milímetro de sus tierras; que íbamos a luchar para asegurar la Libertad de los pueblos centroamericanos. Y así fue.

Walker inició los combates el 11 de abril, al despuntar la mañana, provocando un enfrentamiento que se prolongó por 20 horas, con casi 1000 muertos. Escenas heroicas y sacrificios extremos se vivieron.

Importante fue la decisión de quemar el sitio donde se había afincado Walker, el Mesón de Guerra. Tres intentos se hicieron para quemarlo. El Capitán cartaginés, Luis Pacheco Bertora, el soldado Joaquín Rosales, de origen nicaragüense que peleaba con nuestra tropa y, finalmente, Juan Santamaría, alajuelense, quien lo logra, a quien honramos especialmente en este día.

La fecha gloriosa que festejamos es la derrota de los filibusteros en Rivas. La conducción majestuosa del Ejército y de los combates por el presidente Mora, los generales José Joaquín Mora y José María Cañas, el resto de los oficiales y soldados que combatieron y dieron sus vidas en esas batallas.

De Rivas siguió la peste del cólera, el regreso de nuestros combatientes, la superación de la peste; el regreso de nuevo al combate, lo que se conoce como la Segunda Campaña, que culmina el 1 de mayo de 1857 con la rendición de Walker y su expulsión de Nicaragua y de Centroamérica.

Información compartida con SURCOS por Vladimir de la Cruz.