Todos somos Dora
Manuel Delgado
Ha caído en mis manos, casi por casualidad, la novelita “Dora Bruder” del escritor francés Patrick Modiano, premio Nobel de literatura de 2014. ¡Gracias a esa casualidad que me puso en contacto con ese diamantito!
Modiano alcanzó una gran fama con solo 29 años por su guion para la película “Lacombe Lucien”, de 1974 (¡ojo a la fecha!). La razón de esa fama fue el escándalo que produjo, pues Modiano y el director de la película, Louis Malle, tocaban en ella un tema tabú del que nadie se atrevía a hablar: el de la Francia nazi.
Francia fue empujada por los yankis dentro del grupo de los aliados. En realidad, si bien en ese país, como todos los países europeos, hubo una resistencia heroica, la nación francesa fue un país nazi. En el norte estaba el protectorado alemán, con París como capital; en el sur, el gobierno de Philippe Pétain, con capital en Vichy, el mal llamado Estado Francés. Precisamente en esta parte del territorio transcurre la acción de la película.
“Lacombe Lucien” nos habla de las acciones de ese gobierno fascista, del terror nazi, antijudío y ante todo, del colaboracionismo de Francia con Hitler y, no puede dejar de mencionarse nunca, de la resistencia del pueblo francés.
La película está disponible en YouTube y la recomiendo.
Poco después Modiano volvió a ponerse en la lista de los más comentados con su primera (y quizá su más importante) novela, titulada “El lugar de la estrella”. El tema es el mismo.
Para entenderlo, un dato imprescindible es una anécdota que cuenta la novela, la cual sería cómica de no ser tan trágica, y que explica el origen de ese nombre. Uno de los lugares icónicos de París es la Plaza de la Estrella, en la que se encuentra el Arco del Triunfo y que hoy se llama Plaza Charles De Gaulle. Pues bien, en francés se dice La Place de l’Etoile. Pero sucede que la palabra “place” significa “plaza” pero también “sitio”, “lugar”. La anécdota es que un judío va por la calle y un turista le pregunta: “Señor, ¿podría decirme dónde está “la Place de l’Etoile?” El judío no entiende “plaza”, sino “lugar”, y llevándose la mano a la parte izquierda de su pecho responde: “Aquí”.
Hablar del colaboracionismo francés ya era de por sí una herejía, pero comparar un sitio tan sagrado como la Plaza de la Estrella con el sitio del pecho de un judío, el cual muy posiblemente terminó en los crematorios, eso ya era intolerable.
Ahora, a lo que los traje.
La novelita “Dora Bruder” es de 1997, hija de un escritor ya maduro. Cuenta la historia de un francés que, tomando café en una cafetería, ve en un periódico viejo un anuncio que pide información sobre una niña de 15 años, llamada Dora Bruder, que al parecer se ha fugado de la casa. Lo que le llama la atención al narrador es que la niña vivía exactamente en la calle de su infancia y, si no hubiera sido por unos años de diferencia, hubieran sido vecinos y hubieran jugado juntos en la calle de enfrente.
Como quien no quiere la cosa, él comienza a buscar rastros de esa niña y en esa búsqueda displicente va descubriendo el crimen cometido contra cientos, quizá miles de niñas iguales, pequeñas que fueron arrancadas de sus hogares y recluidas en prisiones especiales primero y en los campos de concentración después. Un secreto de familia, familia francesa me refiero, que el autor va desnudando a la vista de todos.
No sé si será porque tengo una nieta de esa edad, pero la obra me conmovió hasta las lágrimas. Pensé entonces en aquel personaje que, frente a situación igual, decía sentir asco de estar vivo.
Los sionistas han usado el holocausto judío para justificar su genocidio contra el pueblo palestino, y en los días recientes las grandes empresas televisivas han aumentado la puesta de este tipo de obras.
Lo cierto es que, para mí al menos, la conciencia de ese holocausto judío es un motivo de lucha contra todos los holocaustos y el racismo nazi es un incentivo para la lucha contra todos los racismos.
Gracias a Modiano por estas lágrimas mías, que no hacen otra cosa que reforzar mi fe en la humanidad.