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Etiqueta: institucionalidad social

¿Para quién trabaja don Rodrigo Chaves?

Álvaro Vega

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

Obviamente es el empleado de más alto rango que pagamos todos los costarricenses. Sin embargo, atendiendo a sus principales políticas y acciones pareciera más bien que continúa trabajando para el Banco Mundial, y ahora también para el Fondo Monetario Internacional.

La agenda de este gobierno es la misma que han venido promoviendo e impulsando estos organismos financieros internacionales desde hace cuatro décadas. Es decir, la que plantea la privatización de las instituciones estatales, dedicadas a los negocios más rentables, como energía, agua, educación y salud.

La tan mentada reforma del estado, que en buena lid buscaba ordenar mejor la casa de todos, ahora se ha convertido en una suerte de desmantelamiento de la institucionalidad social, con reducciones presupuestarias significativas, para hacerla aparecer como ineficiente y onerosa, y así justificar su privatización. Una vez más, como en los casos de las constructoras H Solís y MECO, ahora con la contratación de servicios de la Caja a algunas cooperativas, se pone en evidencia que los benditos convenios público-privados son solo una mampara con la que se busca ocultar el propósito real, que es servir a intereses privados; es la relación incestuosa entre lo público y lo privado, donde se ha venido dando una tendencia a favorecer a las grandes empresas privadas.

Y a estas alturas de su gestión gubernamental, no vemos señales de rectificación en ninguna dirección, que nos permitan vislumbrar un avance significativo en aspectos sustantivos como reducción de la pobreza y la desigualdad. Se continúa apostando tercamente ´por las fracasadas políticas fondomonetaristas, que no hacen otra cosa más que endeudar a todos los costarricenses y trasladar los servicios que brinda la institucionalidad social a los grandes negocios privados, encareciéndolos y profundizando, así, el ciclo de la pobreza y la desigualdad.

Bueno, a decir verdad, don Rodrigo no es el único gobernante que ha trabajado para los organismos financieros internacionales, poniéndose el doble sombrero (el brent black y el chonete), sin embargo, lo ha venido haciendo con tal fidelidad a sus mandatos, que nos resulta paradigmático. En este sentido, el gobernante aparece como dócil y condescendiente hacia afuera y arrogante y autoritario hacia adentro. ¿A quién sirve don Rodrigo?

Tenemos un país que merece ser gobernado desde, para y por Costa Rica. Un gobernante con alma de tico, “porque lleva a Costa Rica en las entrañas”, como dice la canción “soy tico” de nuestro insigne cantautor Carlos Guzmán. Y lo merece porque sí hemos tenido gobernantes estadistas patrióticos que hicieron mucho para heredarnos un país con una institucionalidad democrática y social fuerte, con una riqueza ecológica envidiable, con una tradición de paz social también ejemplar, con universidades públicas de alto nivel, con un sistema de salud de los mejores de América, sin ejército, con una red de carreteras que cruzan todo el país, con electrificación de amplia cobertura, con un buen servicio de agua potable, entre tantas otras conquistas.

La patria puede concebirse en un doble sentido, decía nuestro insigne maestro, Omar Dengo, como territorio y como espíritu, y un territorio estéril y un espíritu poseído de odios son cosas que no están destinadas a permanecer. Lamentablemente, el presidente Chaves al servicio de los organismos financieros internacionales y sus esterilizantes políticas economicistas, así como con un discurso polarizador y confrontativo que contribuye a levantar los muros del odio, como bien señala el maestro Dengo, nos está legando una patria sin futuro.

El presidente Chaves llegó al poder aduciendo que se pondría la camiseta para trabajar con alma y corazón por Costa Rica. Pero rápidamente se la quitó para ponerse un traje a la medida de los poderes fácticos económicos y geopolíticos foráneos. No logró calar en el alma costarricense, y gobernar desde y para Costa Rica.

La jornada de lucha de mañana 24 de abril hay que apoyarla

Vladimir de la Cruz

Hay fechas que se vuelven emblemáticas, significativas. Algunas de ellas son las efemérides de la Patria, aquellas fechas que nos recuerdan constantemente los elementos claves, y las bases de nuestra nacionalidad, nuestra identidad nacional, los hitos que permitieron construir nuestro andamiaje institucional y constitucional democrático. También las hay por aspectos culturales o populares, y las hay internacionales que también se celebran en el país.

Las fechas que en este sentido se exaltan, entre otras, son, por ejemplo, la de la Independencia de Costa Rica, asociadas al 15 de setiembre y al 29 de octubre de 1821; la de la Incorporación o Anexión de Nicoya a Costa Rica, del 25 de julio de 1824, que este año celebraremos en su 200 aniversario; las fechas asociadas a la Guerra Nacional contra los filibusteros norteamericanos, de 1856 – 1857, como son las Batallas de Santa Rosa, el 20 de marzo, la de Sardinal, el 10 de abril y la de Rivas, el 11 de abril, todas de 1856, siendo que la de Santa Rosa y la de Sardinal casi no se celebran, aunque fueron fundamentales por la defensa del territorio nacional y la expulsión de los filibusteros de las tierras costarricenses que en ellas se dio. El 11 de abril evoca también el acto heroico de Juan Santamaría, en la quema del Mesón de Guerra, contra los filibusteros, a lo que se le da mayor énfasis.

Especial fecha ocupa en este contexto, de la Guerra Nacional, la del 1 de mayo de 1857, que ocasiona el feriado nacional, que es la rendición de William Walker, así establecido en su celebración obligatoria desde 1858, que es a veces lo que menos se recuerda.

El 1 de mayo se exalta, especialmente, por realizarse el Día Internacional de los Trabajadores, cuya tradición se remonta a 1886, con las grandes huelgas victoriosas de la clase obrera norteamericana, para obtener la jornada de trabajo de ocho horas, lo que se materializa a partir de 1890, con esta celebración internacional, por acuerdo del Congreso de Trabajadores Socialistas, reunido en la Sala Petrelle, en París en 1899, que así lo declaró, para que cada primero de mayo la clase obrera, en cada país, hiciera un balance de sus luchas realizadas en el año transcurrido e hiciera una propuesta o plataforma de luchas para el año venidero, haciendo del Primero de Mayo, en el campo laboral, un día de lucha, no festivo, para defender los derechos y beneficios laborales, la jornada de ocho de trabajo, hoy nuevamente amenazada en el país, para luchar por salarios más justos, acordes al costo de la vida, por mejor seguridad e higiene ocupacional y para plantear nuevas demandas laborales. En Costa Rica desde 1913 se celebra y organiza el día internacional de los Trabajadores, por iniciativa misma de las organizaciones laborales, impulsada su celebración por el Centro de Estudios Sociales Germinal que impulsaron los grandes maestros, intelectuales y caudillos culturales, Joaquín García Monge, Omar Dengo, Carmen Lyra, José María Zeledón Brenes, entre otros.

Otras fechas de esta naturaleza son las culturalmente establecidas, como las de los días del Adulto Mayor, el de las Culturas, el de la creación de la Benemérita Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano, el de la Virgen de los Ángeles, el de la Madre.

Especial relieve adquiere la del Trabajador, el 1 de mayo. En esta fecha, del 1 de mayo, se mezcla también la rendición de cuentas del Presidente de la República, de su gestión de gobierno del año transcurrido, que se brinda obligatoriamente ante el pueblo representado en sus diputados. Su obligación es presentar, entregar, su informe. No es en irlo a leer ante los diputados, aunque esto se haya establecido en la tradición. Hoy ese informe se lee el día 2 de mayo, porque el 1 de mayo también se elige el Directorio Legislativo, y el Presidente del Poder Legislativo, para la siguiente Legislatura, período anual que va del 1 de mayo al 30 de abril siguiente, lo cual adquiere una gran relevancia nacional, como se está apreciando en estos días.

En las fechas de carácter popular están los Carnavales de Limón, los días relacionados con la fecha de fundación de los cantones, de santos, la llamada Fiesta de los Diablitos, la de los negritos, las fiestas populares en cantones, como la de Alajuelita; el día del Aborigen costarricense, el 19 de abril.

En el plano internacional, se celebran fechas, como la de los días Mundial de los Humedales, el 2 de febrero; el del cooperativismo, el 27 de abril; el Mundial del Libro, el 23 de abril; el de la Danza, 29 de abril. Podría seguir mencionando fechas y eventos, de esta naturaleza.

Las hay también aquellas que recuerdan grandes movilizaciones populares, que han dejado huella en el imaginario nacional, político y cultural del país. Así, por ejemplo, la de 7 de noviembre de 1889, que el pueblo se movilizó para defender un resultado electoral, que dio base para que esta fecha se declarara fundamento de la democracia nacional, y para que el Presidente de entonces, José Joaquín Rodríguez llamara la atención en el reconocimiento del voto de la mujer, por el papel que había jugado en esas movilizaciones, sin que esa iniciativa se aprobara en ese tiempo, pero abrió el camino para las luchas por el reconocimiento del sufragio femenino en el país.

Se recuerdan las movilizaciones populares contra la dictadura de Federico Tinoco, con la participación de la lucha popular, política, militar y guerrillera, especialmente las movilizaciones de trabajadores, maestros y estudiantes contra esa dictadura.

Especial relieve tienen, en este recuerdo de fechas, las luchas obreras como la que logró a la jornada de trabajo de ocho horas en Costa Rica, en diciembre de 1920, resultado de huelgas que se dieron desde 1918 con ese propósito.

Del mismo modo, la Huelga Bananera de 1934, que cumple el próximo 4 de agosto su 90 aniversario; las luchas y movilizaciones populares que se producen en distintos sentidos políticos en la década de 1940-1948, a favor de las garantías sociales y el Código de Trabajo, por la defensa del sufragio, frente a los abusos y fraudes electorales de la época, que condujeron a la Guerra Civil de 1948. De ella, y del Gobierno de la Junta fundadora de la Segunda República, se exalta la fecha de la abolición del ejército, el 1 de diciembre de 1948, y la de la aprobación de la actual Constitución Política, el 7 de noviembre de 1949.

Del período reciente, como grandes luchas populares están las huelgas bananeras de 1954 y de 1958; las estudiantiles y populares que culminan el 24 de abril de 1970, contra la aprobación del Contrato Ley de la ALCOA, lucha que impulsó el movimiento estudiantil universitario, como un gran movimiento de masas en su favor, contra la explotación que se quería hacer, a cielo abierto, de la bauxita en el Cantón de Pérez Zeledón.

La lucha en ese momento no culminó con el rechazo legislativo del contrato, pero logró que, poco tiempo después, se eliminara la figura jurídica del Contrato Ley.

El 24 de abril permanece en la conciencia social como un día de lucha social. No casualmente para mañana están convocadas manifestaciones de diversos sectores sociales y laborales, en defensa de sus derechos, y de la institucionalidad social, seriamente amenazados por el actual gobierno neoliberal, pinochetista, por sus políticas económicas, métodos y acciones gubernativas, para desmantelar todo el andamiaje del Estado Social de Derecho, que se ha construido desde 1943.

Los sectores laborales, de maestros y profesores, de trabajadores de la salud y médicos, estudiantes, trabajadores en general están siendo convocados para movilizarse y expresar, mañana, su voluntad en defensa de estos derechos e instituciones públicas.

La jornada de mañana 24 de abril es patriótica, nacional y democrática. Es por afirmar el Estado Social de Derecho, es un esfuerzo por frenar las políticas privatizadoras del gobierno autoritario de Rodrigo Chaves Robles, es por defender las institucionalidad social y democrática del país. Hay que apoyarla.

La profecía que se cumple a sí misma

Álvaro Vega Sánchez

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

Para ejemplificar la profecía que se cumple a sí misma, Robert Merton apeló al ejemplo de la falsa noticia que se difundió de la quiebra de un banco y, efectivamente, sus clientes, inducidos por el miedo a perder su dinero, lo quebraron al retirar sus ahorros. Retomaba el teorema de Thomas que dice: “cuando una situación se define como real, es real en sus consecuencias”. De esta manera, al definirse hoy que la Caja del Seguro Social está en quiebra, aunque sea mentira, bajo ciertas circunstancias, diría Merton, puede llegar a convertirse en verdad. Precisamente, esas condiciones se están dando desde el momento en que el Estado se ha venido resistiendo a saldar la deuda billonaria con la Caja y el ejecutivo dispara un discurso incendiario contra esta institución.

El discurso populista hoy, en el país más desigual y violento de los países miembros de la OCDE, anuncia quiebras y desplomes de la institucionalidad social con la clara intención de que se cumplan sus profecías y quiebre la Caja Costarricense del Seguro Social, las universidades públicas, el Instituto Costarricense de Electricidad, entre otras, y así como en cascada se derrumbe el Estado Social.

 El estado tiene que rendirse de rodillas ante el mercado, la única institución sacrosanta que puede salvar a Costa Rica. Traslademos las funciones públicas a instituciones privadas y florecerá la Costa Rica del Siglo XXI pujante, moderna y productiva. Este es el contenido del discurso político-religioso de la nueva derecha neoliberal que se viste de pueblo, habla en lenguaje pachuco y asume porte del “Estado soy yo”.

Este tipo de profecías son parte de la ideología del miedo, que tan buenos dividendos le ha deparado a una clase política cuyo norte ha sido destruir los logros alcanzados por la clase trabajadora en sus luchas sociales históricas, que desembocaron en la gran reforma de los años 1940 por el derecho al trabajo digno, la salud y la seguridad social.

Efectivamente, el arma del miedo se ha mostrado muy eficaz para minar las bases mismas del Estado Social de Derecho, cerrarle las puertas al diálogo ciudadano y conducir al país hacia una profundización de la polarización y el conflicto social. Más allá de la violencia criminal y delincuencial en alzada, se ha venido abonando el terreno para propiciar los antagonismos entre los diversos actores sociales y políticos. La convivencia democrática está siendo socavada por parte de un liderazgo político que ha perdido la mesura y la sabiduría para conjuntar a la ciudadanía, precisamente, cuando se agudizan los problemas de mayor calado, como los son la pobreza, la desigualdad y la inseguridad.

Si los problemas han alcanzado niveles críticos y desmesurados, más allá de este tipo de profecías populistas que solo distraen y postergan la búsqueda de verdaderas soluciones a esos álgidos problemas, deberíamos abocarnos a conjuntar a todos los sectores sociales, empresariales y políticos para crear una plataforma ciudadana que impulse acciones y medidas urgentes para sacar a flote la barca de la patria.

De “comprarse broncas” a “armar broncas”

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

                Nos parece acertado que el presidente, para “ordenar la casa” o “limpiar la finca”, se esté comprando algunas broncas. Hay que hacerlo, lo exigen las circunstancias actuales si aspiramos a construir una sociedad con equidad y justicia social.  Sin embargo, cuando se continúa protegiendo a grupos de gran poder económico, no se vislumbra que se estén comprando las broncas sustantivas para los cambios estructurales que exige el país. Y más aún cuando se continúa golpeando a la institucionalidad social, garante de un Estado Social de Derecho. Más bien, lo que se hace es “armar broncas”.

                Comprarse broncas sustantivas, que signifiquen un viraje en políticas públicas para la equidad y el bienestar del pueblo, no es cuestión simplemente de sustituir a unos sectores privilegiados, como los grandes arroceros, para trasladarle el negocio a otro sector privilegiado, los grandes importadores de arroz. Comprarse la bronca, en este y otros casos, significa proteger al consumidor, regulando los precios de la canasta básica y no permitiendo que la sacrosanta ley de la competencia fije los precios, aduciendo que la misma favorece al consumidor. Lo mismo sucede con las medicinas. Ahora resulta que con un decreto que permite la libre importación de medicamentos, automáticamente, vamos a tener medicinas baratas. Eso es dar “atolillo con el dedo” o “pan y circo” al pueblo. ¿Cuándo se ha visto que el mercado es intrínsicamente tan generoso como para garantizar un equilibrio de precios en favor del consumidor? 

                Asimismo, se arman broncas cuando se ataca a las universidades públicas poniendo a pelear a los niveles educativos básicos y de secundaria con los superiores. Se compara naranjas con chayotes, al pretender justificar la reducción de los recursos a las universidades aduciendo que los niveles básicos y de secundaria atienden a más de un millón de estudiantes mientras el superior apenas alcanza más de cien mil. No hay duda que hay que invertir más y mejor en educación primaria y secundaria, pero para ello se tiene que ordenar primero la casa del MEP, comprarse la bronca, desde adentro, con la ineficiencia administrativa y, desde afuera, con los grandes evasores de impuestos y los asalta bancos y de fondos de pensiones. Y no buscar un chivo expiatorio en las universidades, que sí han sabido hacer la tarea académica con excelencia, y además han venido introduciendo correctivos, por ejemplo, en materia salarial, algo que se les continúa cobrando con mala intención. Y esto es armar broncas, porque tampoco se tocan los “salarios de lujo” de altos jerarcas de todas las instituciones del sector público.  

Cuando se busca castigar las buenas prácticas institucionales de universidades que puntean en el ranking latinoamericano de calidad, en lugar de estimularlas, por supuesto, convocándolas a introducir correctivos razonables, lo que efectivamente se hace es armar broncas. Es propio de una gestión que en lugar de dialogar para buscar consensos opta por el camino fácil del mandato autoritario.  En esta dirección, el presidente Rodrigo Chaves no se ha desmarcado de la “dictadura en democracia”, que llevaron al país a niveles insoportables de injusticia social, tanto del gobierno de Oscar Arias como del de Carlos Alvarado, y que son los causantes principales de la “muerte neurológica” de sus respectivos partidos, Liberación Nacional y Acción Ciudadana, en sus inicios inspirados en ideales social demócratas, que estos gobiernos tiraron por la borda al casarse con el neoliberalismo. Lamentablemente, don Rodrigo pareciera estar corriendo la segunda milla en esa misma dirección. Ojalá corrija el rumbo, y aprenda de los errores del PLN y el PAC, y para bien del país haga la diferencia sustantiva, sin maquillajes ni portes efectistas. Es la hora de la verdad y la coherencia.     

                Así como el presidente Rodrigo Chaves reconoce que la protección de nuestros bosques y la biodiversidad está en el ADN del costarricense, o sea, ya es un componente de nuestra identidad cultural, debería reconocer que también es parte de nuestro ADN el Estado Social de Derecho, con una institucionalidad social robusta. Optar por otros caminos es darse contra la pared, armar broncas innecesarias. Y con ello, conducir a profundizar las crisis de gobernabilidad democrática, incluida la de partidos nuevos que nacen para morir y viejos que mueren, precisamente por situarse en el camino equivocado, una vía que no es la costarricense; una vía fraguada por poderes fácticos nacionales y extranjeros que solo buscan usufructuar de un Estado débil y complaciente, al servicio de sus mezquinos intereses.

                Son apenas 100 días de gobierno.  El pueblo ha venido renovando sus esperanzas de cambio significativo. El gobierno actual, para bien del país, puede rectificar. La “dictadura en democracia” del cerco neoliberal nunca será el rumbo para garantizar una democracia solidaria, sin odios que propician el conflicto y la violencia, y con equidad y justicia social. Es hora de comprarse broncas sustantivas, y con quienes verdaderamente hay que hacerlo; no armar broncas innecesarias que agiten las aguas más de lo que ya están. Necesitamos un país que avance hacia la reactivación económica con justicia y paz social.

Que se mueran los pobres…

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

“Que se mueran los pobres…” podría ser la versión actualizada de una vieja canción que se popularizó con su estribillo pegajoso y repetitivo: “Que se mueran los feos…, que se mueran todititos, toditos, toditos los feos, que se mueran…”.

Según un análisis de la Universidad de Costa Rica, mientras 87 distritos reportan una morbilidad por causa del Covid 19 de 15 personas por cada 1.000 habitantes, 13 distritos reportan entre 70 y 166 casos; se trata principalmente de distritos del Gran Área Metropolitana con alta densidad poblacional (https://semanariouniversidad.com/pais/costa-rica-reporta-una-morbilidad-covid-19-de-392-casos-por-cada-1-000-habitantes/), y algunos con altos índices de pobreza. Otras fuentes destacan que Talamanca es el territorio indígena con más adultos fallecidos por Covid 19.

El Canciller mejicano, Marcelo Ebrad, ha denunciado ante el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas el acaparamiento de las primeras vacunas por parte especialmente de Estados Unidos y algunos países europeos. A estas alturas hay varios países pobres donde no se ha aplicado ni una vacuna (https://mail.google.com/mail/u/0/?tab=rm#inbox?projector=1) O sea, los pobres que han sido las principales víctimas de la pandemia, debido a sus precarias condiciones socioeconómicas, ahora también serán víctimas de este inhumano acaparamiento por parte de los países ricos.

Para el Ministro sin “cartera”, André Garnier, designado por el gobierno de don Carlos Alvarado como enlace con el sector empresarial (resulta evidente que para este gobierno no es prioridad el enlace con el sector trabajador), el salario mínimo en este país es muy alto. Es decir, “que se mueran lo pobres…”.

La política de desmantelamiento de la institucionalidad social, que congela salarios y plazas en el sector público, ya está afectando servicios básicos como la salud y la educación; traerá como consecuencias una nueva “generación perdida”, como sucedió en la década de 1980, por no tener acceso a educación pública de calidad y contar con menos recursos para la atención en salud.

El sector financiero público y privado no ha estado a la altura de las circunstancias para facilitar el acceso a crédito a tasas razonables y renegociar deudas de pequeñas y medianas empresas que han sido inducidas a la quiebra por la contracción de la demanda en tiempos de pandemia.

Las altas tasas de desempleo que tienden a crecer con la política de contención y reducción del empleo público, así como el creciente subempleo en el sector privado, está conduciendo a una ampliación sin precedentes del sector informal, con impactos especialmente entre las mujeres jefas de hogar, lo que significará un empobrecimiento mayor del que ya se están sufriendo. Es decir, “que se mueran las pobres…”.

“Que se salven los ricos” es la consigna bajo la cual han venido aprobando leyes, a diestra y siniestra, las señoras y señores diputados, particularmente del Partido Liberación Nacional (PLN), secundado por el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), el Partido Acción Ciudadana (PAC) y los partidos religiosos fundamentalistas, Restauración Nacional (PRN) y Nueva República (PRN).

El azote “pandémico” neoliberal seguirá cobrando más víctimas en este país. Son las señales que emanan de la actual Asamblea Legislativa y del Poder Ejecutivo. Los tiempos post-pandémicos serán dolorosamente sacrificiales. Es decir, “que se mueran los pobres…” y que “Dios los coja confesados”.

 

Foto: Semanario Universidad.

Autoritarismo y violencia neoliberal

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

A diferencia de Chile donde el neoliberalismo se impuso como política económica después de un golpe de Estado y una cruel y brutal represión por parte del ejército, encabezado por el general Augusto Pinochet, en Costa Rica se impuso después de una negociación con el Fondo Monetario Internacional, con impactos menos privatizadores pero siempre devastadores en lo social.

El filósofo Constantino Láscaris logró percibir que la oligarquía costarricense, sin seguir el patrón dominante en América Latina, había logrado someter a su pueblo sin necesidad de ejército. Efectivamente, en el país se desactivó el dispositivo militar pero se activó el ideológico y cultural, para contener los impulsos transformadores de gran calado. Se instauró, así, un sistema que privilegia la dominación cultural e ideológica. La violencia asume una dimensión predominantemente simbólica y política, propia de una “cultura autoritaria”.

Así lo constata el sociólogo Manuel Solís: “Ni la insignificancia del ejército ni su abolición pueden identificarse con la desaparición de la violencia política […] El fondo del asunto lo pusieron en palabras los jueces insubordinados del año 2.000, cuando hablaban de una institucionalidad marcada por una cultura autoritaria […] La arbitrariedad, la corrupción y las distintas formas de violencia civiles pueden convivir, e incluso escalar, con un discurso de paz cuando este apuntala una cultura autoritaria” (Solís A. Manuel (2006) La institucionalidad ajena. San José, Editorial UCR, p.529).

Efectivamente, en las últimas cuatro décadas, nuestra oligarquía ha sabido imponernos el derrotero del autoritarismo neoliberal con un discurso de paz. En su primera administración (1986-2000) el expresidente Oscar Arias mientras propiciaba la paz en la región impulsaba la privatización de las telecomunicaciones en el país y un proyecto que pretendía privatizar al ICE, al mismo estilo que hoy proponen algunos economistas, es decir, vendiendo acciones de instituciones públicas al sector privado. En su segundo mandato (2006-2010), enarboló el lema de “paz con la naturaleza”, mientras decretaba la explotación minera a cielo abierto de interés público e impulsaba la firma del TLC con Estados Unidos, para, al fin, lograr privatizar las telecomunicaciones y profundizar el pacto neoliberal.

Hoy la oligarquía y sus voceros persisten en un discurso que “llama a la guerra” contra la institucionalidad social y el empleado público. Nuevamente, apela a La violencia simbólica del discurso del miedo, ahora aprovechando el contexto de pandemia, para crear un enemigo del pueblo: el sector público, y legitimar, así, el rumbo privatizante para dar la última estocada al Estado Social de Derecho.

Se comporta con una alta dosis de desesperación porque se resiste a reconocer el fracaso rotundo de su apuesta neoliberal, que solo ha producido desempleo, empobrecimiento y una escandalosa desigualdad social. Una realidad que la pandemia se ha encargado de mostrarnos en toda su crudeza, y que debería conducirnos más bien a conjuntar voluntades políticas y sociales intersectoriales, para impulsar medidas y acciones alternativas dirigidas a fomentar la equidad para garantizar bienestar humano, social y cultural.

“En tiempos de epidemias es más fácil entender que un mundo construido sobre la indiferencia, la injusticia social y las profundas desigualdades es un mundo sin futuro» (Albert Camus, citado por Nuccio Ordine). Tal parece, que en este país no está resultando fácil hacer entender que llegó la hora decisiva de apostar por la solidaridad, la justicia social y la equidad, es decir, por la Costa Rica post-neoliberal.

 

Imagen: https://revistaconstruir.com/ice-electrifica-zona-rural-con-paneles-solares/

En tiempo de pandemia: volvamos a la tierra

“[…] es frivolidad pensar que si nosotros los humanos hacemos el más mezquino objeto con un fin determinado, la naturaleza ese prodigio, fuera hecha sin otra finalidad que alimentar plantas, bestias y hombres, para que después la abonaran con un puñado de mísero polvo disperso-nada más. Estupenda frivolidad es el materialismo que se cree, sin embargo, hijo de la observación y la ciencia”.

Gabriela Mistral.

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

“Volvamos a la tierra” fue el lema de la campaña electoral del expresidente don Luis Alberto Monge, a inicios de la trágica “década perdida” de 1980. Un lema sugestivo que contribuyó a su elección, pero que acaso, al final, solo sirvió para hacer chiste. Después de que el país sufrió las consecuencias socioeconómicas empobrecedoras con la aplicación de los Programas de Ajuste Estructural (PAE), debido a las condiciones impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) -cuya receta no parece haber cambiado hasta el día de hoy-, se decía que, efectivamente, “volvimos a la tierra”: nos “enterraron”.

Hoy, acosados por una pandemia que no da tregua, volver a la tierra resulta un desafío ineludible, para garantizar la continuidad de la vida. Es decir, volver a la tierra en actitud reverente para extenderle la mano protectora y dejar de violentarla, sobrexplotándola.

Este desafío se vuelve perentorio, especialmente, cuando se levantan las voces de quienes no conformes con la sobre-explotación del suelo, convocan de nuevo a la explotación del subsuelo para extraer oro y petróleo. Y venden la idea como otra de las tantas “pomadas canarias”, en tiempos de pandemia, para solucionar los álgidos problemas del desempleo, empobrecimiento e inequidad social.

Pareciera que lo que se busca es el camino fácil, para seguir tolerando el comportamiento indolente de la élite económica de este país, que se resiste a la auténtica solidaridad como exigencia de justicia distributiva. Ello implica saldar la deuda tributaria que ha venido acumulando por más de diez años; y la deuda moral con un pueblo cuya dignidad ha sido mancillada por parte de gobiernos complacientes, que han permitido ese robo “legalizado”.

En tiempos de pandemia económica y sanitaria, para sanar las finanzas públicas y fortalecer la institucionalidad social, hay que buscar las formas de recuperar, aunque sea parcialmente, la deuda acumulada de la élite empresarial. Asimismo, suspender el pago de intereses de la deuda externa, mientras se negocia su condonación total o parcial, como se ha venido reiterando. Es la hora de la dignidad para hacer valer también nuestras condiciones.

La riqueza de este país no está en el subsuelo; está en el suelo y en los mares, al igual que el “tesoro” de la Isla de Coco está en su biodiversidad marina y terrestre, así como en su belleza paisajista. Y está en el verde de las montañas, en el rojo con pinceladas azules de las lapas, en el amarillo contrastando con el negro del tucán de mirada serena, en el exuberante esmeralda y turquesa de nuestros mares… También en la generosidad de los suelos, que bien trabajados nos aportan alimentos saludables.

Si el Covid19 es uno de los mejores dispositivos pedagógicos, como se ha señalado con acierto, atendamos a su mensaje que nos invita a propiciar relaciones más armónicas y vitalistas con la naturaleza.  El destino de la especie humana está implicado en el de la madre tierra. La salud humana también está implicada en la salud de la tierra.  

No hay que postrarse, ante la tentación de acceder a los “reinos de este mundo”, inducidos por un materialismo humana y espiritualmente empobrecedor. ¡Cuánto daño ha producido la frivolidad humana, producto de un cientificismo materialista depredador!, como denuncia la poetisa Gabriela Mistral.

*Imagen ilustrativa, biodiversidad, UCR.