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A Leopoldo López: una condena común

Carlos Meneses Reyes

 

La sentencia condenatoria, en primera instancia, contra Leopoldo López, por parte de una jueza de Caracas; luego de un proceso judicial, de más de 19 meses de trámite; encendió las alarmas de la dictadura mediática latinoamericana; lanzando toda clase de improperios y descalificaciones contra el sistema judicial de la República Bolivariana de Venezuela. Veamos el por qué y el cómo de un venezolano, que en ejercicio de su ciudadanía ejerce la protesta y termina enjuiciado por los tribunales de ese país. ¿Significa ello que en Venezuela no existe democracia? ¿Que se está ante un régimen totalitario y dictador?

Del personaje bajo rejas

Pues comencemos por reseñar porqué fue Leopoldo López a parar a la cárcel.

Comenzando el mes de febrero del año próximo pasado, el país venezolano se vio conmocionado por una serie de protestas violentas, que una amorfa oposición política generó con trifulca en varias ciudades. A la par con los saqueadores, se erigió el activo protestante, como cabeza visible del tumulto y la aglomeración impuestos. Se erigió como un líder de la bulliciosa y resonante protesta. Ya para el 2 de febrero de 2014, la protesta había cobrado tres vidas y centenares de detenidos y heridos. Muchos provocadores de los disturbios fueron detenidos; pero Leopoldo López empoderó su fortín callejero y usufructuando una inexistente representación política, como no sea la generada por la espontaneidad embriagante, que para un bisoño activista resultó su perdición. Comenzó con altanera e histriónica voz, que más rayaba en gritos histéricos, que en entonada catilinaria, a instigar a la población. Sin objetivo ni fines políticos alcanzables, instigó a la desobediencia de las leyes; al odio contra los gobernantes y al enfrentamiento contra los habitantes adversos a las protestas, que enmarcaban la situación generada. Durante cuatro días vociferaba y clamaba en tono desafiante, bajo los espectros radiales y televisivos, que los medios de comunicación colocaban beneplácitos a su alcance: “Aquí estoy. Por qué no vienen a capturarme. Está esperando el gobierno, que le den la orden desde La Habana”. Y así con esa instigación, generaba la gavilla y aumentaba la zozobra, ante una seguridad de orden público notoriamente afectado. Pues él generó su propio “auto cabeza de proceso” y la orden de la Fiscalía fue su captura. Ante el inminente poder bolivariano y popular imperante en Venezuela, el día 18 de febrero de 2014, habiendo anunciado que se “entregaba”, todos vimos por los medios de difusión masiva, que Leopoldo López era sometido, y cómo era “arrancado” de sus supuestos seguidores, el camorrero, principiante de político. Desde entonces comprendí: Leopoldo López no es un preso político. Es un principiante de político, preso. ¡Y si esos son los políticos con que cuenta la oposición venezolana, el cuento va para largo!

Las acusaciones contra Leopoldo López radicaron en violación al Código Penal. De La Instigación a Delinquir (artículo 285 ibídem) y del agavallamiento y/o actuar en gavilla.

En el proceso contra Leopoldo López se cumplieron las garantías del debido proceso y de defensa. Tan real y factico que la defensa afirma el 96% de las pruebas eran de la Fiscalía. Que la juez instructora le negó pruebas; como si eso no sucediera en cualquier parte del mundo, atinente a la tarifa legal de pruebas, y corresponde a la diligencia del defensor interponer los recursos oportunos; atendiendo a los alcances doctrinarios y jurisprudenciales sobre la existencia de pruebas improcedentes y sin interés jurídico a lo concreto investigado. Intentan colocar como con causal al caso de Leopoldo López el que exista, sin demostrarse, que el 75% de los jueces en Venezuela están en nombramiento provisional y que dependen de una autoridad política; en una infamia más a la independencia judicial del juez venezolano y al respeto de su magistratura, imparcialidad y objetividad.

Breve explicación del régimen bolivariano

Si de enseñanzas comparativas para los pueblos latinoamericanos, se trata; nada tan mortificante para el Imperio y las oligarquías cipayas, que el fenómeno de refundación de la República Bolivariana.

La oligarquía venezolana, detentadora del poder, con los instrumentos bipartidistas de los adecos y los copeyanos, fenecieron en los nostálgicos recuerdos de su “primavera democrática” con los gobiernos de R. Betancourt. R. Caldera. Carlos Andrés Pérez y Herrera Campins. Durante el año de 1978, de este último presidente mencionado- recordado en el argot popular porque le hacía siesta al desayuno- se derrumbó el bolívar y el precio del dólar hizo su agosto negro; saliendo como ratas de su país los émulos venezolanos de los emires árabes. Luego vino el llamado “Caracaso” en que la población hambrienta saqueo, en un caldo de cultivo generado, que culminó con la caída moral, política y económica del poder imperante.

Tan en demasía hastío concluyó en que el pueblo soberano eligió Presidente a Hugo ChavezFrias. Histórico su juramento de posesión “ante una Constitución moribunda”. Sobrevino el proceso de transformación de fondo a las caducas estructuras de poder imperante. Comenzaron a llover las calumnias y diatribas; como que Chaves logró la demolición del Estado; que su discurso discurría en altanero y ofensivo; que defenestró lo síquico-electoral de las masas; rondó lo mesiánico-caudillista, invocando el interés nacional.

¿Pero qué fue, en concreto, lo logrado con el triunfo de Chávez, que ha unido en una cruzada blanca al eje de Miami-Bogotá-Madrid y obsesionado a la extrema derecha latinoamericana y de los Uribeños colombianos? La respuesta está en los alcances del régimen bolivariano.

Con el cuento neoliberal del fin de la historia, el acabose de la lucha de clases, el ocaso de las revoluciones y mil clases de infundios y ficciones; se propuso la denominada Revolución Bolivariana obtener la redirección de los cambios constitucionales y de los cuerpos normativos existentes hasta entonces. Algo así como una reingeniería de lo Alternativo. Una respuesta y salida universal a la recaída doctrina y sistema neo-liberal. Redirigió la legalidad imperante; para la obtención de una nueva legalidad, de ejecutoria y concepción populares y a eso lo han dado en llamar ilegítimo. Ante la inopia o pobreza de actuación de los órganos de controles constitucionales, hasta entonces impuestos; concibió una fundamentación novedosa del Poder Público, bajo el afianzamiento de la división e independencia de poderes. Obtuso y vergonzante llamar a eso el desmonte de los pesos y contrapesos del viejo régimen burgués; cuando se trata de la innovada aplicación de naciente institucionalidad, de vocación popular y del ejercicio de la democracia directa, en sustitución a la democracia indirecta o representativa. Se propuso y logró la superación de las conquistas populares inalcanzables, mediante la sustitución por procesos constituyentes y leyes fundamentales; demostrando que el derecho no es obstáculo para el cambio y ante el logro alcanzado, cual viles fariseos se rasgan las vestiduras de “demócratas”. Logró el cambio de la doctrina militar impuesta por el Imperio, con la creación de una Fuerza Armada Nacional, profesional y de concepción soberana. Pero esto lo defenestran arguyendo que obedece a un control de la inteligencia militar cubana; en trasnochada vigía de la superada guerra fría y en la que el mismo imperio bate los alcances de coexistencia con el régimen cubano. De igual manera, erigió un poder judicial independiente, en el que la potestad de administrar justicia emana de los ciudadanos y las ciudadanas, impartiéndose en nombre de la República y por autoridad de la ley. Pero lo estigmatizan dizque con la presencia castrista. Erigen a Cuba como la rectora multidisciplinaria universal. Al concebir un régimen socio económico, ligado a la función del Estado con la economía; vocinglan de la devaluación de las garantías individuales; desconociendo el mandato constitucional bolivariano, de la promoción del desarrollo armónico de la economía nacional, conjuntamente con la iniciativa privada e igualando las garantías para la inversión extranjera; pues es a esos intereses multinacionales tocados, a los que le temen.

El proceso bolivariano y actual del pueblo venezolano, confirma la enseñanza y asimilación de la cruenta experiencia del pueblo colombiano. Algo que particularmente toca el laboratorio de lo novedoso estatal que augura el éxito de las Conversaciones en La Mesa de La Habana, por la terminación definitiva del conflicto armado interno en Colombia.

 

Enviado a SURCOS Digital por el autor.

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