APARECIÓ EL PROPIETARIO DE BALTO

(Relato ficción)

Por Carlos Meneses Reyes

El sábado 30 de abril del corriente año, cuando íbamos en nuestro automóvil familiar, por los Altos de La Colina, Nor-occidente de Bogotá.DC, un hermoso ejemplar adulto, Husky Siberiano, corría, sin rumbo fijo, por el lado de la calzada del extenso muro del Seminario San Alfonso, en dirección paralela en la cual íbamos. Con su porte natural de cola erguida, mirando hacia los lados y ofuscado por el ruido de los carros, observamos que en su collar resaltaba una placa metálica; fue cuando decidió atravesar la calle de doble vía, debiendo el conductor en sentido contrario, parar su automotor, para evitar atropellarlo; momento que aprovechamos para bajarnos del automóvil, mi nieto y yo, comenzando a llamarlo. Atendió al llamado de mi pre adolescente nieto y al acercarse a mí, le abrí la puerta trasera del auto y dócilmente ingreso a él. Agitado e inquieto se dejó revisar la placa metálica en el que aparecían dos números telefónicos recientes y el nombre BALTO. Comenzamos a llamarle por su nombre y esa adaptación de voz de comando, resultó útil para familiarizarlo. Salimos de la vía, para no obstaculizar el tránsito y en ninguno de los dos teléfonos contestaban. Luego de insistir una voz automatizada indicaba que ese numero estaba fuera de servicio…del otro numero telefónico, la grabación repetía que correspondía a un numero equivocado. Ante la incertidumbre creada optamos por continuar el camino y llevarlo a casa.

-Porqué le pondrían ese nombre, acoté. Acto seguido mi nieto explicó: – Abuelo, corresponde al nombre de un perro de una conocida película.

Una vez más asomaba la rapidez de actualización de estos muchachos del Siglo XXI. Ocupaba el puesto lateral delantero y sentí el hocico de Bolto, que lamia mi oreja izquierda. No adelanté opinión y lo interpreté como un signo de agradecimiento y señal de integración.El misterio suscitado por la no respuesta de los teléfonos registrados,no auguraba un desenlace pronto y favorable, en la búsqueda del amo del perro así hallado,encontrado.

Sobre la palestra vertieron sin numero de suposiciones. Desde las más lógicas, hasta las mas descabelladas. Que Balto pudo haber sido dejado al cuido, mientras su propietario viajaba al exterior y escapo de su cuidandero. Ah! Dilema sobre quien cuidara a los cuidadores. Que al propietario tuvo que darle un sincope o colapso; perdió el sentido y el perro quedó a la deriva; pero entonces porqué no llevaba correa? Que al propietario de Balto lo sorprendieron y fue objeto de “un paseo millonario” extorsivo, de tan frecuente suceso;pero siempre surgía la contra explicación, a todos los supuestos asomados.

Hubo de disponer cierto preparativo para la llegada de Balto al apartamento, situado en el segundo piso de una de las Torres de apartamentos ubicado en zona montañosa de altura, desde donde se divisa parte de la Capital y que los constructores del conjunto de edificios resaltaran se trató, no de “tumbar” montaña, sino construir, sobre los sinuoso del terreno. Una excusa mas que oculta la depredación de las construcciones en áreas que, indiscutible, son de reserva forestal; sin relación biológica de un individuo que desplaza a otros, para sobrevivir. Desde ese momento se generó una interminable cadena de visitas de familiares, allegados, vecinos y curiosos que sin saber porqué hacían fila para intentar entrar a conocer al noble animal, pues se fue difundiendo por entre las ramas, rodando por las lomas embaldosadas, conjugando el rumor con la fantasía de los lugareños, que algo misterioso sucedía; también qué sucedería en ese enigmático lugar. El solaz pasatiempo de enviar mensajes de wasap, que en época electoral, se convierte en una rutina más; surtió un efecto contrario, cuando sobrepasando cualquier calculo o indice de probabilidades, mis escasos contactos se multiplicaron por millares con múltiples insinuaciones; como que el perro me lo debía quedar; otros que se ofrecían para tenerlo en hogar sustituto, a lo cual respondía que cómo no; que elaboraría un sorteo en el orden que aspirantes parecieren y no faltó el defensor de los derechos de los animales, que mutuo propio dispuso grabar un vídeo noticioso que se difundiría en el Noticiero del fin de semana de mayor sintonía en el país; ese sí con el propósito de encontrar al amo del perro extraviado. Al caer la noche se permitió la entrada de dos mllians, quienes indagaron sobre los dos números telefónicos. Bajando una aplicación de identificación de teléfonos encontraron que correspondía a un señor de nombre Nazario; pero sin mayor información pues aún a esa hora, ninguno de los dos teléfonos respondía a las llamadas… Navegaron con relación al nombre del perro, resaltando la circunstancia que en ciudad de México DF, se ubicaba la alameda de un perro de la misma raza y edad, que estaba perdido y era también buscado. Pero la fotografía de ese ejemplar registraba un collar diferente, aceptando lo infructuoso de las iniciativas aplicadas.

Llegada la noche grabé un mensaje de voz en el que tratando mi experiencia de profesor de derecho de la materia de Derecho Reales y de Bienes, acorde con el espíritu de la CP91 y la Ley 153 de 1887, que quien encuentre un tesoro o algo parecido, debe reportarlo a las autoridades; que la ley de entonces ubica enterrado; pero que ante el urbanismo actual corresponde extensivamente interpretar,como situación de hecho, hallado en cualquier lugar,bajo la modalidad de un paquete, por ejemplo y de no encontrase al propietario de ese tesoro, así calificado, correspondería ingresar al erario publico del ente municipal, donde fue hallado. En el caso anecdótico de encontrase un perro, muy bien cuidado y todas las cualidades que resalten, también tiene implicaciones legales; como sería que ese animal o semoviente que se encontró tiene un valor económico y cabe reportarlo ante el ente municipal, sin perjuicio de adelantar las averiguaciones del caso para dar con el propietario. En un Estado de Derecho, como el que respetamos en Colombia, son muchos los supuestos de hecho que se hallan reglamentados. Como las situaciones son cambiantes, la jurisprudencia de Colombia precisa, que los animales, como un perro, no son cosas, ni por ende pueden calificarse de tesoro, en la acepción legal que se conoce. Son considerados como entes vivos que necesitan protección conformé al derecho a la naturaleza y el derecho de la naturaleza. Tan novedosa calificación desarrolla el espíritu de la norma constitucional; también lo del derecho a los animales y sobre todo, el derecho de los animales. Así cavilaba, esa noche por la motivación del perro perdido, recordando las exposiciones a mis alumnos universitarios de décadas pasadas y que en el transcurrir de la actualización de las normas, precisamente en Colombia se adelantan proyectos de estudios legales para actualizar el Código Civil en los aspectos atinentes a los derechos reales y de bienes. En la parafernalia causada y que es objeto de este relato, no faltó un colega del exterior que al leer el texto enviado,lo calificó de importancia en el derecho comparado…

A las primeras horas del día, la habitación estaba inundada de luz. No se escuchaba el jolgorio del día anterior. Ente abrí la puerta y allí estaba Balto,batiendo la cola como en espera que saliera. Asomaba un bello día para la conmemoración del 1o de Mayo y luego de dos fechas sin acudir a la movilización de los trabajadores, por motivo de la pandemia,me alisté lo mas rápido posible, proponiéndome acompañar alguna de las marchas que se dirigen al Centro y confluyen en la Plaza de Bolívar.

Fue durante el trascurso de la mañana y sin estar presente, que se desenvolvieron los hechos que dieron lugar y en cuanto se logró averiguar lo mas recóndito de las circunstancias que aclararían el extravió de Bolto y la anhelada comunicación con su propietario.

Resulta que contiguo al seminario funciona un colegio de hermanas religiosas, que no llevan habito conforme a la usanza y licencia moderna. El día viernes 29 de abril, la hermana superiora recibió una llamada de la policía haciéndole saber, que en una clínica de la ciudad, se encontraba hospitalizado e inconsciente un señor, que portaba, como único documento, un carné que lo acreditaba como empleado de ese colegio. Correspondía al nombre de Nazario y la noche anterior había sido recogido por una patrulla policial, tirado en una calle y en estado de inconsciencia por ingestión de escopolamina y victima de robo de sus pertenencias y llevado al centro hospitalario.

Comprobando que se trataba del Coordinador Académico del Colegio, obtuvieron la respuesta del porqué no se había presentado a trabajar. De estado civil soltero y edad aproximada de 56 años, sabían que vivía solo con un perro; motivo por el cual diligenciaron ante Inspector de Policía, los tramites respectivos para autorizar un allanamiento; como en efecto se hizo y cambiando la cerradura lograron entrar al apartamento, donde se encontraba Baldo llevándolo, con cadena, hacia las instalaciones del colegio. Pues bien, ese día sábado se cumplía una reunión de padres de familia de los alumnos y en un descuido de la hermana encargada de la portería, Baldo, de por si familiarizado con el lugar y sin cadena, sobrepasó la puerta abierta y salió corriendo,trepando cuesta de calle de salida, que desemboca a la vía congestionada, por donde, en ese preciso momento transita nuestro vehículo familiar; explicándonos de esa manera, porque ejemplar tan hermoso, sociable, amigo de los niños y en el trato con personas en entorno familiar, corría desesperado, al unisono con los ruidos callejeros y el transitar de automotores.

Al volver en si, fue dado de alta el señor Nazario, quien de inmediato se dio a la tarea de lograr le entregaran una tarjeta sinclair correspondiente al número de su celular. En el sector donde se encontró extraviado al perro leyó unos carteles que indicaban sobre la búsqueda de su propietario. Llamando al teléfono indicado y comunicándose felizmente con nosotros.

El desarrollo del encuentro con el señor Nazario y su perro, se dio a la entrada de un CAI policial adonde lo habíamos citado y nos esperaba con dos religiosas del colegio, que le acompañaban.

Caminamos cien metros al lugar del encuentro. Balto, como oteando el ambiente,se inquieto y aceleró el paso en reacción a su olfato,yendo directamente hacia el señor Nazario, quien lo abrazo, acaricio y llamaba repetidamente por su nombre.

Con muestras de sincera gratitud y agradecimiento hacia nosotros, el señor Nazario se despidió alejándose con su perro. En nosotros quedó el aliento del deber ciudadano cumplido,en momentos críticos de ruptura del tejido social, que redunda en potencial humano hacia la Nueva Colombia. Resistencia!