Breve reflexión sobre la crisis griega y sus enseñanzas para Costa Rica

Luis Paulino Vargas Solís

Economista/ Director CICDE-UNED

Detrás de la crisis económica en Grecia hubo, en efecto, desorden en el manejo de las finanzas públicas y múltiples manifestaciones de corrupción y despilfarro. Pero aunque eso es una parte muy importante de la historia, no es la historia completa. Lo cierto es que Goldman Sachs –uno de los gigantes de la banca de inversión neoyorkina– “asesoró” y fue cómplice directo en la falsificación de las cifras fiscales realizada durante el gobierno de Karamanlís (2004-2009), lo cual antecedió y gatilló la crisis, como también es verdad que los excesos griegos no habrían sido posibles si los bancos franceses y alemanes no los hubieran financiado con irresponsable largueza.

Una vez conocidas la real magnitud de los desbalances fiscales griegos, se hacía inevitable un esfuerzo por poner orden. Pero eso es una cosa, y otra bien distinta es asumir una visión moralizante-religiosa, como remedando los terribles castigos bíblicos que un Yahvé cruel e inclemente lanzaba sobre quien osase desafiar su arbitraria autoridad. Pero lo cierto es que el ajuste brutal que se le impuso a Grecia fue un verdadero castigo bíblico, animado más por la intención de aplicar un escarmiento, que de sacar a flote la economía griega. Así lo expresaba la propia Ángela Merkel desde su posición de canciller alemana, y así lo ejecutó –con implacable rigor– la troika constituida por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI.

En 2015, Yanis Varoufakis, como ministro de Finanzas griego, intentó liderar una salida alternativa, que buscaba poner orden y disciplina donde ello fuese necesario, pero creando al mismo tiempo condiciones para relanzar la economía griega, y darle el músculo necesario para salir avante de sus apuros financieros, procurando así reducir al mínimo el costo humano y social asociado a ese esfuerzo. La respuesta de Alemania, de las burocracias de Bruselas y los poderes financieros globales fue una: aplicar, con total alevosía, una operación de asfixia que, eventualmente, habría implicado el desplome completo del sistema financiero griego, dejando como única opción, para tratar de evitarlo, la salida del euro, algo que el gobierno de Syriza, liderado por Alexis Tsipras, prefirió eludir (y que asimismo significó la renuncia de Varoufakis).

Yanis Varoufakis.

Y si hoy, después de años, las finanzas públicas griegas están equilibradas, ello se logró al costo de un derrumbe catastrófico de la economía. El retroceso social y humano no se recuperará en décadas. A las juventudes griegas literalmente se les robó su futuro. En cambio, para los bancos transnacionales, cómplices y corresponsables del desastre, a lo sumo hubo unas amables palmaditas en las nalgas.

La experiencia griega ilustra que el poder en el sistema financiero mundial está distribuido de forma totalmente asimétrica, lo cual conlleva dos implicaciones fundamentales. Primero, el reparto de pérdidas y ganancias, no solo no obedece a ninguna ley implacable de la economía, sino que, en lo esencial, es solo un asunto político. Y, segundo, ese reparto se realiza de forma groseramente inequitativa.

Pero, además, el caso griego demuestra contundentemente que las políticas de austeridad son una apuesta segura al desastre. Habría que estar demente para interpretar que es exitosa una estrategia que equilibra las cuentas fiscales infligiendo un daño económico, social y humano de incalculables alcances, y cuyas dolorosas secuelas seguirán vivas por décadas.

Se pudo resolver de otra forma, y nadie como Varoufakis supo plantearlo con mayor claridad, coherencia y rigor. Pero la irracionalidad del capitalismo financiarizado no lo permitió. Echemos para nuestro saco.

(Escribo esto motivado por un artículo titulado “¿Qué podemos aprender de la crisis griega?” del banquero y economista Gerardo Corrales, el cual leí en el medio digital La Revista)

 

Tomado del blog: https://sonarconlospiesenlatierra.blogspot.com

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