Cuatro gotas que derramaron el vaso

Hernán Alvarado

El pasado miércoles 9 de julio, Estados Unidos pasó «por encima» de Costa Rica -palabras de Joel Campbell- en un encuentro amistoso celebrado en el Rio Tinto Stadium. Esa derrota reveló que la «sele» sigue «cele», como un mango; no mostró progreso alguno. Los resultados de Ronald González no eran buenos y no tendieron a mejorar; más bien empeoraron, salvo alguno que otro empate y destello positivo. Así que esta era la última oportunidad para un director técnico (DT) con el rancho en llamas. Tal vez eso influyó para que se decidiera por Leonel Moreira (23), en vez de darle oportunidad a Esteban Alvarado en la portería, quien al final no apareció ni entre los suplentes, donde más bien estuvo sentado Patrick Sequeira (18). Sin embargo, eso no sirvió para mitigar la goleada, que llegó a cuatro y pudo haber sido mayor.

Un buen guardameta no lo es todo, por mucho que aporte al rendimiento del equipo. Moreira, por ejemplo, pasa por un buen momento, pero el equipo no y eso parece haberle afectado el ánimo. En el primer gol de Brenden Aaronson (8’), aunque fue un remate contundente y a corta distancia, la bola pasó por sus manos, que no supo meter bien ni a tiempo. En el segundo, frente a Daryl Dike (42’) escapado tras la defensa, Leonel se rinde antes del remate cayendo al lado contrario. En el tercero, de Reggie Cannon (52’), quien aprovecha la mala salida de la defensa tica para lograr también su primer gol como seleccionado, Moreira parece fuera del momentum, lanzándose entonces a destiempo, sin fe. En el cuarto, se autoengaña ante Giovanni Reyna (79’), «adivinando» mal el penal. En suma, Leonel no vio bien en ninguno de los cuatro goles.

Sin embargo, el equipo se vio peor. Ni defendió ni atacó. La mayor parte del tiempo regaló el balón al rival sin presionarlo, por lo que Estados Unidos jugó a sus anchas. La defensa tica fue un coladero y aunque mejoró un poco con el transcurso del partido no alcanzó para evitar la vapuleada. En ofensiva, fue inquietante ver al equipo resistiéndose a avanzar, incluso devolvía el balón cuando se acercaba al área contraria. Los indicadores finales describen bien la notoria asimetría entre ambos equipos. Costa Rica poseyó el balón solo un 35 % del tiempo; mientras que Estados Unidos un 65 %. Los ticos hicieron casi la mitad de pases que su contrincante, aunque con similar eficacia. Al final contabilizaron solo dos remates directos y ningún tiro de esquina. Que la sele promueva una transición generacional, igual que Estados Unidos, no justifica que a estas alturas, a tan poco de entrar en la competencia eliminatoria, no muestre ni lo mínimo que es el deseo de ganar.

Los resultados de González no respaldan su trabajo ni reflejan sus buenas intenciones. Por los hechos se sabía que el grupo no honraba su propuesta, independientemente de los marcadores. En consecuencia, se fue acumulando un sentimiento de frustración, comentado por los mismos periodistas, que presionan a los directivos. Hasta que el chivo expiatorio tuvo que ser sacrificado, para satisfacción de propios y extraños. Sacar al DT es un recurso frecuente en estos casos; sirve de catarsis y renueva la esperanza en una persona más capaz que mejore los resultados. Esta gozará al principio del beneficio de la duda, ya que todo DT es el mejor hasta que demuestra lo contrario. Por lo demás, se lanza así un tupido velo sobre la cadena de malas decisiones de los dirigentes. De esa manera, ellos expían sus culpas y evaden su responsabilidad, obteniendo un nuevo crédito de la afición. En vez de irse todos reconociendo su fracaso le echan la culpa de su mala decisión a su elegido. Pero, si se equivocaron con él, ¿qué garantiza que no pase igual con el sucesor?

Y es que los resultados inmediatos reflejan las decisiones de largo plazo. Cuando a todos los niveles se repiten los mismos malos resultados, no queda más que pensar en una causa común, la cual se halla en el proceso de planificación y en los mismos decisores. Cuando se constata cómo se eligen estos y qué perfiles tienen, cómo toman sus decisiones y con qué criterios; sobre todo qué dicen y cómo se comportan los directores de la «Casa de los sustos», no es difícil llegar a la conclusión de que esos resultados no son casuales, ni se deben a la mala suerte, sino que corresponden coherentemente al (sub)desarrollo de la organización y de sus gestores. Por lo demás, esa crisis de liderazgo deportivo refleja la profunda crisis de liderazgo político que padece el país.

Todo lo cual augura otra sufrida eliminatoria para la afición tica. Por lo menos habría que anotar que se perdió la oportunidad de preparar mejor al seleccionador nacional cuando se puso a Douglas Sequeira como asistente de Gustavo Matosas en vez de a Ronald González; con quien encima se perdió después un valioso año. Ahora, como siempre, habrá que improvisar con el típico bombero, pieza maestra en el rompecabezas del fracaso.

Dos detalles finales. Primero, no pasó desapercibido que la selección de Estados Unidos ostentó números con los colores del movimiento LGTB. Se sumó así a la campaña contra el racismo y contra toda forma de discriminación negativa. Segundo, poner a un jugador acostado de espalda, detrás de una barrera que va a brincar, es muy desafortunado y contradictorio con lo anterior, pues arriesga su parte más vulnerable que es la columna vertebral. Resulta sorprendente que los árbitros permitan esa barbaridad, como si el reglamento ignorara las jugadas peligrosas para la integridad del jugador. Esto parece ser un ejemplo más de innovación fallida. Ojalá no se difunda, pues busca resolver un problema que ya tenía una mejor solución: la barrera debe dejar, simplemente, una ranura que permita al atajador ver salir el balón.

 

Publicado en https://gazeta.gt/cuatro-gotas-que-derramaron-el-vaso/

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